John Carradine como el P. Halliran en “The Sentinel” (Michael Winner, 1977)
Una noche de un viernes de la primavera limeña de 1978, día inicial del segundo Convivio (Congreso de Estudiantes Católicos) organizado por el Sodalicio de Vida Cristiana, se proyectó una película de terror calificada como mayores de 18 años a los jóvenes participantes, que cursaban 4° y 5° año de secundaria y aún eran menores de edad. Como era costumbre en el Sodalicio, los padres de familia no recibieron aviso ni fueron consultados previamente. Lo cual hubiera sido conveniente, pues el film, aunque con el paso del tiempo ha sido revalorizado por varios críticos cinematográficos, no tiene reparos en recurrir a escenas perturbadoras que podrían ser consideradas de mal gusto, incluyendo contenidos sexuales degradantes, deformaciones y mutilaciones humanas, y sobre todo la sangre y violencia propias del subgénero gore. Elementos más que suficientes en ese entonces como para ocasionar experiencias traumáticas en jóvenes sensibles.
Realizada dentro de la estela dejada por filmes como El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973) y La profecía (The Omen, Richard Donner, 1976), la cinta de terror Centinela de los malditos (The Sentinel, Michael Winner, 1977) resulta en su ambigüedad susceptible de una interpretación que le calzaría actualmente como guante al dedo no sólo al Sodalicio, sino también a instituciones religiosas similares, como los Legionarios de Cristo.
Pues cuenta la historia de Alison Parker, una joven modelo que se muda a una antigua y vetusta casona en Nueva York, donde moran el P. Halliran, un anciano sacerdote ciego que vive retirado en un aposento alto, siempre sentado ante su ventana, y otros vecinos de talante amistoso pero de extrañas costumbres, sobre todo durante la noche. Alison comienza a tener problemas de insomnio y angustia, y le asaltan recuerdos de sus dos intentos de suicidio, la primera vez cuando descubrió a su padre desnudo en la cama teniendo sexo con dos extravagantes mujeres que calzarían muy bien dentro de una película surrealista de Fellini, siendo a continuación abofeteada por su progenitor por meter las narices donde no debe, el cual le arranca el crucifijo que lleva al cuello —símbolo de su fe— antes de que ella logre encerrarse en el baño para cortarse las venas.
Ante las quejas por los ruidos ocasionados por sus insólitos vecinos, la agente inmobiliaria le comunicará, para su sorpresa, que en la casa sólo viven ella y el cura ciego. El comportamiento de sus inexistentes vecinos se volverá cada vez más surrealista y perturbador. El fantasma de su padre también se aparecerá en la mansión para agredirla y ¿abusar de ella?
Alison pronto sabrá que la mansión le pertenece a una sociedad secreta de sacerdotes católicos que se mantienen al margen de la Iglesia oficial y es una de las puertas del infierno. El sacerdote, cuya función es ser el centinela que impide que los demonios escapen, se halla cerca del fin de su vida y requiere ser relevado. Alison, con intentos de suicidio en su biografía —al igual que todos los centinelas que han habitado la casa—, es la candidata perfecta. De esta manera encontrará la redención de sus pecados y le será permitido entrar en el cielo.
Alison se verá hostigada por los demonios y condenados —entre los cuales se halla de súbito también su novio Michael, quien le revela haber sido asesinado tras haber matado a su mujer—, liderados por su vecino Charles Chazen —un anciano amable y dulce, de carácter seductor—, quienes tratarán de llevarla al suicidio a fin de acabar con la dinastía de centinelas que vigilan la casa.
Acosada por una horda de malditos salidos del infierno —entre los cuales también se encuentra su horroroso progenitor—, Alison caerá en la desesperación, pero cuando está a punto de cometer suicidio con el puñal que el anciano Charles ha colocado entre sus manos, uno de los sacerdotes de la sociedad secreta, Mons. Franchino, guiará al enfermo y debilitado P. Halliran —quien sostiene un crucifijo entre sus manos— hacia los demonios para hacerlos retroceder, salvar a Alison y permitir que asuma su nuevo puesto como centinela.
Cuando posteriormente la casa es demolida para construir nuevos departamentos, la agente inmobiliaria trata de convencer a una joven pareja de mudarse ahí, indicándoles que sólo hay dos inquilinos: un violinista y una vieja monja ciega. En la escena final la vemos a ella sentada ante la ventana que da hacia la bahía, cumpliendo su misión de centinela de los malditos.
Si asumimos que la antigua mansión de espacios vetustos y abandonados representa simbólicamente a la Iglesia católica, podríamos asumir que el mal habita en ella, representada en la figura horrorosa y atemorizante de los demonios que vemos en pantalla. Y, por lo tanto, se requieren centinelas para que ese mal no se manifieste. ¿Pero qué pasa cuando esos centinelas no cumplen su labor y se confabulan con los demonios, confiados en que su presencia amable a la luz del día constituye su verdadero rostro?
Eso es lo que parece haber ocurrido primero con los Legionarios de Cristo y posteriormente con el Sodalicio de Vida Cristiana. Son conocidos los abusos cometidos por los fundadores de ambas instituciones y por otros miembros de las mismas, hasta el punto de que se requirió la intervención vaticana de ambas sociedades. Y lo que ocurrió a continuación no se diferencia sustancialmente en ninguno de los dos casos.
En ambos la Santa Sede consideró que el problema se reducía a una mala conducta del fundador, que habría actuado en solitario engañando a los demás miembros del instituto —los cuales desconocían sus gravísimos desmanes y, actuando de buena fe, mantenían la obediencia al superior y vivían un estilo de vida comprometido y sincero al servicio de la difusión del Reino de Dios—. Por ejemplo, en el comunicado de la Santa Sede sobre la visita apostólica a la congregación de los Legionarios de Cristo (1 de mayo de 2010) se dice que los cinco obispos visitadores «han atestiguado que han hallado un gran número de religiosos ejemplares, rectos, con mucho talento, muchos de ellos jóvenes, que buscan a Cristo con auténtico fervor y que entregan toda su vida a difundir el Reino de Dios». Se habla del «celo sincero de la mayoría de los Legionarios, que se ha podido percibir en las visitas a las casas de la Congregación y a muchas de sus obras, muy apreciadas por bastantes personas…» En el párrafo final se afirma que «el Papa [Benedicto XVI] renueva su aliento a todos los Legionarios de Cristo, a sus familias, a los laicos comprometidos con el Movimiento Regnum Christi, en este momento difícil para la Congregación y para cada uno de ellos. Los exhorta a no perder de vista que su vocación, nacida de la llamada de Cristo y animada por el ideal de dar testimonio de su amor en el mundo, es un auténtico don de Dios, una riqueza para la Iglesia, el fundamento indestructible sobre el que construir su futuro personal y el de la Legión».
Sintomáticamente, el documento apenas tiene palabras referentes a las víctimas de abusos. Si bien se señala que «los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso», todo ello está orientado a resaltar la «sorpresa, desconcierto y dolor profundo» de los Legionarios al saber de la doble vida de su fundador. En otras palabras, parecería decir que las víctimas principales son los mismos Legionarios de Cristo, engañados por su perverso fundador que supo meterse a todos en el bolsillo. Por supuesto, al igual que cualquier villano de cómic, no habría necesitado ayuda de nadie ni de cómplices para poder desarrollar su doble vida criminal. «Dicha vida era desconocida por gran parte de los Legionarios, sobre todo por el sistema de relaciones construido por el P. Maciel, que había sabido hábilmente crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático».
Aún así, se afirma que el camino de purificación de los Legionarios de Cristo «comportará también un diálogo sincero con quienes, dentro y fuera de la Legión, han sido víctimas de los abusos sexuales y del sistema de poder creado por el fundador». Palabras al viento, pues hasta ahora ninguna de las víctimas habría recibido ninguna disculpa pública personal, mucho menos una debida reparación. Y, como ocurriría después en el caso del Sodalicio, las únicas disculpas han sido generales, impersonales y de cara a la platea: «Queremos pedir perdón a todas aquellas personas que lo acusaron en el pasado y a quienes no se dio crédito o no se supo escuchar pues en su momento no podíamos imaginarnos estos comportamientos. Si resultase que ha habido alguna colaboración culpable, actuaremos según los principios de la justicia y caridad cristianas responsabilizando de sus hechos a estas personas» (Comunicado sobre las presentes circunstancias de la Legión de Cristo y del Movimiento Regnum Christi, 25 de marzo de 2010).
La circunscripción del problema de abusos en el Sodalicio a la persona del fundador también se da a entender en la carta de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades Apostólicas sobre el caso de Luis Fernando Figari, dirigida a Alessandro Moroni —entonces Superior General del Sodalicio— el 30 de enero de 2017, donde se admiten los actos contra el sexto mandamiento y abusos de autoridad de Figari, pero se libera a los demás miembros del Sodalicio de toda sospecha de complicidad con él, pues «el Visitador Apostólico [Mons. Fortunato Pablo Urcey] ha verificado que no se encuentran actualmente miembros de la sociedad de vida apostólica que sostengan al Sr. Figari o bien que estén particularmente ligados a él, en puestos de gobierno o en la formación». Asimismo, se asume que «tanto el Gobierno general como el conjunto del Sodalitium Christianae Vitae tiene clara conciencia de los errores cometidos en el pasado por el Sr. Figari y que resulta igualmente decidida la voluntad de dicho Gobierno general de liberarse del estilo de gobierno y formativo por él adoptados en el curso de los numerosos años en que ha dirigido el Sodalitium Christianae Vitae, así como de remediar, en el límite de lo posible y en todo caso de lo justo, los daños causados a cualquiera».
El fin que se debe alcanzar es «que se restablezca la justicia y se repare, o al menos se contribuya significativamente a reparar, los daños de cualquier género, provocados a quienquiera por el comportamiento del Sr. Figari, y sobre todo se inicie un rápido camino hacia la reconstitución de las divisiones y la reconstrucción de la serenidad y la paz en los ánimos de todos». Se podría concluir legítimamente de la carta que esta reparación no debería otorgársele a aquellas personas con las cuales Figari cometió «actos contrarios al VI Mandamiento», pues dado que eran mayores de 16 años y no opusieron resistencia, se les considera «cómplices». Además, dado que el Vaticano habría querido cargarle el bulto de todo el problema a Figari y habría hecho caso omiso de otras denuncias —como la mía, por ejemplo— que señalan responsabilidades colectivas y estructurales en el Sodalicio, la serenidad y la paz están muy lejos de ser reconstruidas en mis ánimos personales.
Por otra parte, actualmente se sabe, gracias a diversas investigaciones, que ni Marcial Maciel ni Luis Fernando Figari fueron los únicos abusadores dentro de sus respectivas instituciones.
El 5 de diciembre de 2013 el P. Sylvester Heereman, entonces vicario general de los Legionarios de Cristo, admitía que los abusadores sexuales en la congregación con culpabilidad demostrada eran nueve. Pero los clérigos denunciados habían sido más de treinta. Y no sabemos si entre ellos se contaba el sacerdote Fernando Martínez Suárez, recientemente denunciado en México por la conductora de televisión Ana Lucía Salazar por haber abusado de ella cuando tenía 8 años (entre 1991 y 1992) en el colegio que tenía la congregación en Cancún, caso que fue de conocimiento de los responsables de la Legión, pues los padres de la niña supieron de los abusos y fueron al colegio a hablar con las autoridades escolares, y al final desistieron de presentar una denuncia oficial por miedo a hacerle más daño a su hija. Seguramente tampoco estaba incluido el cura legionario irlandés John O’Reilly, quien fue sentenciado a cárcel en el año 2014 en Chile por haberse probado que abusó sexualmente de una menor de edad en el colegio Cumbres (Santiago de Chile) vinculado a los Legionarios, donde ejercía como capellán, aunque también hubo una segunda denuncia que no pudo ser probada a satisfacción del tribunal.
En el caso del Sodalicio, los abusadores sexuales serían por lo menos nueve, según los informes de la Comisión Applewhite-McChesney-Elliott (febrero de 2017), convocada por la misma institución sodálite.
Y no hay que olvidar en el caso de ambos fundadores a quienes los protegieron, ya sea quienes sabían o sospechaban de la doble vida del fundador y no hicieron nada, ya sea quienes —a pesar de todos los indicios incriminadores— optaron por salvar el buen nombre de la institución a toda costa y —a sabiendas o no— prefirieron no querer saber, no querer descorrer el velo para evitar sufrir una terrible y devastadora decepción. Resulta más que curioso el hecho de que los Legionarios defendieran la inocencia del P. Maciel incluso cuando el 19 de mayo de 2006 el Papa Benedicto XVI le impuso un castigo, prohibiéndole ejercer públicamente el ministerio sacerdotal y y obligándole a llevar una vida de oración y penitencia. Posteriormente, sin embargo, los comportamientos gravísimos e inmorales de Maciel aparecen «confirmados por testimonios incontestables» ante los visitadores apostólicos que se entrevistaron personalmente con más de mil legionarios, la mayoría de los cuales, cómo no, no sabían nada de esos comportamientos.
Sin lugar a dudas, las intervenciones de la Santa Sede en ambas instituciones se parecen bastante. Los centinelas enviados a visitar, supervisar y vigilar las mansiones institucionales fundadas por un par de malditos parecen haber rehuido su misión. O se les paseó el alma, o hubo intereses adjuntos que les llevaron a salvar el carisma donde parece que no hubo ninguno. Pues pretender que creamos que instituciones creadas y organizadas por mentes criminales que sólo buscaron su propio provecho personal son en realidad expresión de un carisma divino, más aún cuando se han evidenciado las características sectarias que han presentado ambas instituciones desde sus inicios, es como querer lograr la cuadratura del círculo.
¿Quiénes eran estos centinelas que no vieron más allá de sus narices? En el caso de los Legionarios de Cristo se nombró como visitadores apostólicos a Mons. Ricardo Blázquez Pérez, entonces arzobispo de Valladolid (España); Mons. Charles Joseph Chaput, OFMCap, entonces arzobispo de Denver (Estados Unidos); Mons. Ricardo Ezzati Andrello, SDB, entonces arzobispo de Concepción (Chile); Mons. Giuseppe Versaldi, Obispo de Alessandria; Mons. Ricardo Watty Urquidi, M.Sp.S, Obispo de Tepic (México), ya fallecido.
Una curiosa coincidencia es que Mons. Chaput, actual arzobispo de Filadelfia, sea quien le dio puerta de entrada al Sodalicio a Estados Unidos en su diócesis de Denver y los acogió posteriormente en su actual circunscripción eclesiástica. Como protector del Sodalicio, no ha condenado públicamente los abusos ni ha dicho hasta ahora ni una sola palabra sobre las víctimas. Sobre Mons. Ezzati hay que decir que posteriormente llegó a ser arzobispo de Santiago de Chile y ha sido acusado penalmente de haber encubierto casos de abusos sexuales en la Iglesia chilena, lo cual —unido al el descrédito popular— lo obligó a renunciar al cargo de arzobispo metropolitano de Santiago. En ambos encontramos razones más que suficientes para dudar de su imparcialidad en el momento de investigar a los Legionarios de Cristo.
Aunque no tenemos motivos para dudar de la calidad moral ni de la piedad cristiana de los otros tres obispos, el resultado de sus pericias hace dudar de su aptitud para investigar a un grupo religioso donde se han reportado abusos. Sus observaciones llevan a que en el comunicado del 2010 sólo se hable maravillas de los miembros de los Legionarios de Cristo y del Regnum Christi, el movimiento laical.
¿Acaso se esperaba encontrar otra cosa? ¿No es acaso natural que, ante una mirada observadora, quienes son investigados busquen presentar su mejor cara para demostrar que no es para tanto la cosa? ¿No habrían encontrado lo mismo o algo parecido en cualquier grupo religioso o en cualquier secta? ¿Acaso los casos concretos de abuso y elementos abusivos del sistema institucional van a salir en a la luz en conversaciones con los miembros comprometidos —es decir, amaestrados y estereotipados— de una institución religiosa como ésta? ¿No era acaso previsible que no fueran a encontrar nada extraño? Más bien, ¿no hubiera sido más adecuado conversar con quienes se han retirado de la institución, que deben tener motivos de peso para haber procedido así? ¿Por qué no se conversó con las víctimas, las cuales hubieran podido proporcionar información que los miembros comprometidos no estarían dispuestos a suministrar a fin de salvaguardar el buen nombre —e incluso la supervivencia— de la institución?
La Santa Sede persistiría en su costumbre de nombrar como visitadores a personas que no tienen ninguna capacitación en investigación de grupos religiosos ni han sido adiestrados en estrategias ni métodos para llevar adelante estas investigaciones. Igualmente, parece darse preferencia a las opiniones de obispos legos en la materia que a la de expertos independientes con formación científica.
Un caso bochornoso es el del visitador apostólico nombrado por la Santa Sede para el Sodalicio, Mons Fortunato Pablo Urcey, obispo de Chota, quien el 26 de octubre de 2015 declaró en una entrevista que no iba a conversar con las víctimas, tampoco iba a investigar a Figari, mucho menos iba a leer la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Dijo: «yo solo visitaré comunidades sodálites en el Perú. El objetivo es escuchar a cada uno de los miembros, conversar en ambiente de tranquilidad, libertad, tomar apuntes, y enviar el resultado de esta visita […]. Cuando visito las comunidades compartimos la eucaristía, la comida y un lonchecito en un ambiente de fraternidad y lejos de cualquier tipo de presión». Es decir, otra vez se buscaba la información crucial donde probablemente no se iba a encontrar. Y, por supuesto, «hay que salvar el carisma de este grupo de personas que llevan una orientación muy positiva dentro de la Iglesia», en vez de cuestionar si verdaderamente hay carisma en un grupo que tiene manifiestamente características sectarias. Nuevamente, la imparcialidad de otro centinela queda claramente en entredicho.
Un personaje que aparece en ambas historias es el P. Gianfranco Ghirlanda, quien primero como consejero del Delegado Pontificio para la Legión de Cristo, el cardenal Velasio De Paolis, y posteriormente como asistente pontificio para los Legionarios y el Regnum Christi ayudó a hacerle el lavado de cara de los hijos espirituales de Maciel, y ahora como delegado para la formación del Sodalicio de Vida Cristiana hará probablemente lo mismo con los retoños espirituales de Figari.
A decir verdad, poco se puede esperar de centinelas que no vigilan y que hacen componendas con los malos espíritus en vez de cortar por lo sano. Como en la película de Michael Winner, tal vez lo mejor sea demoler las estructuras vetustas y apolilladas de la Iglesia, habitadas por demonios de tiempos pasados, y encargar la vigilancia a nuevos centinelas. Y este puesto lo podrían asumir mejor, con más eficiencia y transparencia, quienes han sido víctimas de abusos. Y si se trata de mujeres, tradicionalmente marginadas en la estructura eclesiástica, mucho mejor. Tal vez entonces la Iglesia se halle por fin en buenas manos.
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FUENTES
Comunicado de la Santa Sede sobre la visita apostólica a la Congregación de los Legionarios de Cristo (1 de mayo de 2010)
http://www.vatican.va/resources/resources_comunicato-legionari-cristo-2010_sp.html
Comunicado sobre las presentes circunstancias de la Legión de Cristo y del Movimiento Regnum Christi (25 de marzo de 2010)
https://www.regnumchristi.org/es/comunicado-las-presentes-circunstancias-la-legion-cristo-del-movimiento-regnum-christi/
Carta del P. Sylvester Heereman, vicario general de los Legionarios de Cristo (5 de diciembre de 2013)
http://legrc.org/regnum_db/archivosWord_db/05122013esp.pdf
Sodalicio de Vida Cristiana
Pronunciamiento de la Santa Sede sobre el caso Luis Fernando Figari (10 Feb 2017)
https://sodalicio.org/wp-content/uploads/2017/02/Carta_Roma_2017.pdf
Útero.pe
Insólito: el investigador de la Iglesia para el caso Sodalicio no quiere leer el libro con las denuncias de abuso (27 octubre 2015)
http://utero.pe/2015/10/27/insolito-el-investigador-de-la-iglesia-para-el-caso-sodalicio-no-quiere-leer-el-libro-con-las-denuncias-de-abuso/
BBC Mundo
John O’Reilly, el legionario irlandés condenado en Chile por abusar de una menor (11 noviembre 2014)
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141111_perfil_oreilly_legionarios_millonarios_ch
Proceso
Legionarios de Cristo esquivan petición para resarcir abusos, acusan víctimas de Maciel (20 noviembre 2018)
https://www.proceso.com.mx/560417/legionarios-de-cristo-esquivan-peticion-para-resarcir-abusos-acusan-victimas-de-maciel
El País
La Iglesia mexicana encara la cumbre del Papa sobre pederastia alejada de las víctimas de Maciel (5 Ene 2019)
https://elpais.com/sociedad/2019/01/04/actualidad/1546632180_902051.html
Ana Lucía Salazar | Víctima de pederastia: “El trauma es que abusen de ti y digan que no es malo, que Dios está viendo” (10 May 2019)
https://elpais.com/sociedad/2019/05/09/actualidad/1557434866_359654.html
También se puede leer un artículo mío anterior sobre los Legionarios de Cristo:
UN LEGIONARIO SE BALANCEABA SOBRE LA TELA DE UNA ARAÑA…