SODALICIO: LA CONEXIÓN MEXICANA (I)

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Juan Pablo II en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla (México)

Del 27 de enero al 13 de febrero de 1979 se realizó en Puebla (México) la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Era la primera vez que el Papa Juan Pablo II realizaba un viaje fuera de Italia. Y fue también la primera vez que miembros del Sodalicio de Vida Cristiana asistieron —aunque no de manera oficial— a un evento eclesial de esta categoría. Unos jóvenes Alfredo Garland, José Ambrozic y Virgilio Levaggi viajaron a Puebla con credenciales de periodista para cubrir el evento. Los artículos que entonces escribió Levaggi para un diario local fueron recopilados en un pequeño libro que llevaba el sugerente título de Puebla ¡sí!, descatalogado en la actualidad y muy difícil de encontrar, pues cuando Levaggi se desvinculó del Sodalicio en los 80, todo lo que escribió fue sacado de circulación y relegado al olvido. Como ha sido costumbre en la institución respecto a sus miembros que han caído en desgracia o se han alejado de ella.

Pero Puebla no sólo destaca por haber sido la sede de este evento eclesial, de gran significación para la Iglesia en Latinoamérica. Puebla es también uno de los escenarios más importantes donde encontró campo de acción la ultraderecha católica mexicana y donde nació en los años 50 una sociedad secreta de raíces católicas y ultraconservadoras, la Organización Nacional del Yunque —o simplemente El Yunque—, cuya existencia fue develada en diciembre del año 2000 gracias a un artículo del periodista mexicano Álvaro Delgado, “La amenaza del Yunque”, publicado en la revista Proceso (ver http://www.proceso.com.mx/?p=233038). Delgado, quien se define a sí mismo como una persona de formación católica, prosiguió luego con sus investigaciones, que se han visto plasmadas en dos libros sobre el tema, a saber, El Yunque: La ultraderecha en el poder (2003) y El ejército de Dios: Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México (2005). La existencia del Yunque quedó definitivamente demostrada en mayo de 2010 cuando se dio a conocer oficialmente a la opinión pública el expediente sobre la organización que habían elaborado los servicios de inteligencia del Gobierno Federal de México.

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Si bien a primera vista se pueden atisbar ciertas semejanzas entre los principios doctrinales del Yunque y la ideología religiosa de Luis Fernando Figari, Superior General del Sodalicio hasta diciembre de 2010, que éste plasmara en varios escritos en las décadas de los 70 y 80, así como en las formas organizacionales que asumió el Sodalicio —grupos de formación con una estructura vertical regida por la obediencia—, tampoco hay que negar que existen ciertas diferencias debido a la peculiaridad propia del Sodalicio. ¿Existió alguna relación más allá de estas semejanzas y del hecho de haber ambas organizaciones fomentado en un momento determinado la lectura de autores católicos derechistas y ultraconservadores como Julio Meinvielle, Carlos Alberto Sacheri y Octavio Nicolás Derisi? ¿Es pura coincidencia la admiración de ambas organizaciones por la Falange Española y su desconfianza hacia el mundo moderno, su idealización del medioevo cristiano y su desprecio hacia las formas democráticas de la sociedades actuales? ¿Se entablaron en Puebla contactos que conformarían posteriormente lo que podríamos denominar la conexión mexicana del Sodalicio? Considerando que en los años 60 el Yunque inició una relación perdurable con el grupo brasileño de extrema derecha Tradición, Familia y Propiedad, al cual estuvo vinculado Luis Fernando Figari antes de la fundación del Sodalicio, ¿no se habrían establecido estos posibles contactos con anterioridad al evento eclesial de Puebla? Vayamos a los antecedentes.

UN POCO DE HISTORIA

El periodista mexicano Álvaro Delgado define al Yunque de la siguiente manera: «Es una organización secreta, clandestina, cuyo propósito es el reclutamiento y el adiestramiento de militantes para incrustarse en todos los ámbitos de la vida del país y avanzar hasta la instauración de un régimen teocrático en el que la Iglesia católica tome las decisiones junto al poder público, es decir, una organización que implica por sus propósitos un retroceso, ya no digamos a la Edad Media, sino al siglo XIX y que, precisamente por sus métodos y propósitos conspira contra la democracia, que entre otras cosas implica la difusión libre de las ideas, el sometimiento al escrutinio de la sociedad» (ver http://abrahamgorostieta.blogspot.de/2013/01/alvaro-delgado-periodista-que-se.html).

yunque_logoEl Yunque fue fundado en 1955 en la ciudad de Puebla por Ramón Plata Moreno, supuestamente “para defender a la religión católica” de sus adversarios: “el comunismo, el pueblo judío y la masonería”. Plata Moreno moriría asesinado a tiros en 1979.

Según algunos testimonios, el Yunque surge debido a que varios estudiantes católicos de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) fueron “objeto de tal hostilidad, actitud de rechazo y marginación”, que no vieron otra alternativa que organizarse para poder participar. El objetivo del Yunque era ordenar el estado para instaurar la Ciudad de Dios conforme al Evangelio, o dicho de otro modo, instaurar “el reino de Dios en la tierra” y evangelizar las instituciones públicas mediante la infiltración de todos sus miembros en las más altas esferas del poder político y económico. Sus miembros juzgaban negativamente las democracias modernas, y pensaban que el poder no se debía obtener mediante votos, sino mediante estrategias alternativas de carácter “reservado” o “secreto”. lo cual implicaba guardar silencio sobre las actividades del grupo y nunca revelar la identidad de sus miembros. Se trataba de una agrupación de ultraderecha, elitista, exclusiva y excluyente.

Se debe tener en cuenta que en ese entonces la Iglesia católica en México carecía, según las leyes, de status jurídico. Aun siendo un país mayoritariamente católico, la Constitución mexicana de 1917, producto de la Revolución Mexicana, establecía una política que negaba la personería jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos. Esto dio origen entre 1926 y 1929 a un conflicto armado conocido como Guerra Cristera o Cristiada, donde milicias de laicos católicos se levantaron en armas contra el gobierno de Plutarco Elías Calles, quien busco reglamentar lo que establecía la Constitución, limitando o suprimiendo la participación de las iglesias en general en la vida pública, llegándose en algunos estados a establecer leyes que obligaban a que los ministros de culto fueran personas casadas y se prohibiera la existencia de comunidades religiosas. Si bien hubo algunos presbíteros y religiosos que apoyaron a los cristeros, el movimiento no contó con la aprobación de los obispos, con la única excepción de dos, a saber, José de Jesús Manríquez y Zárate, obispo de Huejutla, que había sido detenido el 15 de mayo de 1926 y enviado a prisión para ser exiliado un año más tarde a Estados Unidos, y Monseñor González y Valencia, arzobispo de Durango, que manifestó su apoyo a los cristeros en su carta pastoral del 2 de febrero de 1927, pero enseguida dio marcha atrás, en cuanto el Papa Pío XI se lo pidió por conducto del nuncio apostólico. En vano los católicos solicitaron a los obispos que reconocieran, al menos, la legitimidad del levantamiento y lo bendijeran. Sin embargo, los otros 36 obispos que había a la sazón, aún oponiéndose a las medidas que había tomado el gobierno, callaron o condenaron el levantamiento, pues el recurso a las armas a fin de lograr fines legítimos está severamente reñido con la moral cristiana. El fin no justifica los medios, y la violencia genera más violencia. De hecho, hubo abusos y actos de violencia cruentos injustificados por parte de ambos bandos, el gobiernista y el de los cristeros.

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Tras varias tensiones y conflictos que se prolongarían incluso a lo largo de la década de los 30, el gobierno mexicano convino en no aplicar la legislación en materia de cultos, en moderar las reformas en materia educativa, pero sobre todo en centralizar en la figura del Presidente el manejo de las relaciones con la Iglesia. Esta decisión fue correspondida por la Iglesia. Los obispos mexicanos relegaron en el arzobispo de México el rol de interlocutor oficioso con las autoridades federales, a la vez que aceptaron que no se pronunciarían en materias de política nacional. De este modo se constituyó en México lo que distintos analistas de las relaciones Estado-Iglesia han calificado como un modus vivendi, una “forma de convivencia” entre las autoridades civiles que optaban por no aplicar las leyes y las autoridades religiosas que decidieron no disputar de manera pública las condiciones que les habían sido impuestas.

En 1979 todavía se seguía aplicando este régimen. La Iglesia no gozaba de personalidad jurídica, no podía poseer sus propios lugares de culto, los sacerdotes católicos no tenían derechos ciudadanos y su condición de sacerdotes no era reconocida jurídicamente. Las autoridades estatales no podían manifestar sus convicciones católicas en ceremonias públicas, dándose la absurda situación de «una Iglesia fuera de la ley en un Estado excomulgado», no obstante que en México la libertad religiosa era un derecho consagrado por las leyes. Todo esto comenzó cambiar con la visita del Papa Juan Pablo II en 1979, pues su presencia en tierra mexicanas implicó que el gobierno tuviera que hacer muchas excepciones y dejara de aplicar varias de las disposiciones legales referentes a la Iglesia católica. En los próximos años, la Iglesia, especialmente los líderes de la Conferencia del Episcopado Mexicano como Mons. Ernesto Corripio Ahumada, lanzaron una serie de retos a la legislación vigente en el país que culminaron en 1992 con el otorgamiento de personalidad jurídica a la Iglesia católica y a las instituciones vinculadas a ella, así como el reconocimiento de derechos políticos a los así llamados “ministros de culto”, que desde ese momento podían nuevamente votar, aunque se mantuvieron restricciones respecto a la propiedad de inmuebles y de medios de comunicación electrónicos.

Considerando todo lo dicho anteriormente, eso explicaría por qué el Yunque desde sus inicios funcionó como una sociedad “secreta” —aunque haya entre sus miembros y ex-miembros quienes prefieran designarla con el eufemismo de “reservada”, pues su existencia no era un secreto para varios miembros de la jerarquía eclesiástica católica—, operando no de manera abierta, sino a través de diversas organizaciones que le han servido de fachada, entre las cuales se suele mencionar a las siguientes: Vanguardia Integradora Nacionalista (VIN), Frente Universitario Anticomunista (FUA), Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), Movimiento Cristianismo Sí, Consejo Nacional de Estudiantes (CNE), Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), Asociación Nacional Cívica Femenina (ANCIFEM), Comité Nacional Provida, Movimiento Testimonio y Esperanza, Comisión Mexicana de Derechos Humanos, Alianza Nacional para la Moral, A Favor de lo Mejor, Coordinadora Ciudadana, etc. También hay testimonios confiables de que miembros del Yunque han formado o forman parte de organismos como la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el Partido Acción Nacional (PAN) y la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF). En realidad no se sabe a ciencia cierta cuántas organizaciones de fachada ha tenido y tiene el Yunque. Ese carácter “secreto” o “reservado” de su forma de proceder llevó a que sus integrantes utilizaran seudónimos para contrarrestar el espionaje del que fueron objeto, principalmente por parte de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), extinta policía política del gobierno mexicano que detectó por primera vez las actividades del Yunque en 1975.

LA IDEOLOGÍA DEL YUNQUE

Para el Yunque, según su documento “El perfil del militante adulto. Etapa de madurez”, el militante reconoce en CRISTO REY al Señor de la Historia y por lo tanto acepta su reinado espiritual en las almas y su Reinado Social en el orden temporal. Todas las acciones que ejecuta, todas las decisiones que toma, están ordenadas a la CAUSA, esto es, a lograr que la historia humana sea conforme a la Voluntad Divina: Reinado social de Jesucristo; Instauración o Reinstauración de la Ciudad de Dios, de la Ciudad Católica, del Orden Temporal conforme al Evangelio. Autodefinida como jerárquica-consultiva, primordial, reservada-combativa-formadora de dirigentes políticos, la organización es enemiga de los masones, los comunistas y los gobiernos post-revolucionarios, identificados como “obras de Satanás”. Para cada militante, el ideal debe ser entrar a la política para lograr que voluntariamente todos los pueblos se sometan a la realeza social de Jesucristo. Además, el militante acepta que Dios quiere que todos se salven y en esta predestinación señala a sus criaturas distintos caminos para lograrlo, constituyendo así las vocaciones específicas, siendo la vocación política aquella a la que están llamados los miembros del Yunque, vía considerada como un medio propicio para su santificación. El Yunque tiene una preferencia por los ámbitos católicos juveniles, considerados semilleros de vocaciones. Allí buscan reclutar jóvenes, a fin de adiestrarlos y convertirlos a su causa. Como toda organización de carácter político, el Yunque realiza procesos de formación o adoctrinamiento intelectual y de valores entre sus afiliados, incluyendo ejercicios físicos extremos.

yunque_kkkEl Yunque ha solido reclutar a sus miembros entre los jóvenes que asisten a escuelas privadas y universidades. Se comienza identificando a sus potenciales adherentes mediante el seguimiento de su comportamiento público y privado, datos que luego son consignados en fichas individuales. Es fundamental que los padres del potencial afiliado no sean divorciados ni que comulguen con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partidos de izquierda o la masonería. En la ficha se anotan nombre, dirección, edad, teléfono, fotografía, características del automóvil, arraigo y aceptación en el medio, etc. Es importante registrar su posición frente a la Iglesia católica, el gobierno y respecto al enemigo en diversos campos. Se pide anotar grado de conocimiento y actitud, indicando la forma de indiferencia, simpatía, antipatía, radical a favor, radical en contra. También se toman en cuenta sus características psíquicas y morales: capacidad de jefe, perspicacia; espontáneo, reflexivo, activo, no emotivo, extrovertido, introvertido. Nada es omitido, ni siquiera los detalles referentes a la complexión física se escapan: forma de vestir, corte de pelo, si usa bigote, si tiene cicatrices, contextura, color de ojos. Con toda esa información, el “afiliador”, antes de proceder al “abordaje”, debe responder y aprobar el “cuestionario de evaluación sobre el abordaje”. Una vez que se logra que el joven sea reclutado, pasa por una breve ceremonia de afiliación, y es sometido luego a un programa de adoctrinamiento que dura seis meses. Cada semana deben leer un libro y entregar un resumen al jefe de la célula “Centro”. Los libros que por obligación debían leer los militantes eran de orientación católico-nacionalista, pero también de corte fascista. Eran clásicos los libros Derrota mundial y América peligra de Salvador Borrego, periodista y escritor mexicano católico simpatizante del nazismo, así como los libros escritos por Julio Meinvielle, el sacerdote argentino antisemita que fue inspirador del grupo paramilitar anticomunista Tacuara. Además de las lecturas de formación, existe la obligación de pagar una cuota mensual correspondiente al 5% de los ingresos, asistir a una plática con el jefe inmediato para hablar de asuntos que no pueden tocarse en grupo, asistir a las actividades de enseñanza programadas, entregar un “reporte de seguridad” o examen de conciencia escrito con cosas que se han visto que afecten la seguridad de la organización y rezar a diario el rosario.

SODALICIO Y YUNQUE: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

Un documento incluido por el periodista Álvaro Delgado como apéndice en su libro El ejército de Dios: Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México, que lleva como título “Seminario de inducción orgánica” a la Organización Nacional del Yunque, ofrece una presentación esquemática de los principios que guían a esta organización secreta y su modo de proceder. Las semejanzas con el Sodalicio son evidentes. Entre ellas cabría mencionar las siguientes:

– Se parte de una valoración negativa del mundo actual. En el Sodalicio se habla de «los males del mundo». Se determina que la raíz de todos los males está en el pecado, entendido como «proceso sistemático de la tergiversación del orden querido por Dios», que se manifiesta actualmente en el proceso de «secularización» que da lugar a una «cultura de muerte».

– Si bien el Sodalicio admite en sus filas a sacerdotes, siempre ha destacado su carácter de organización formada principalmente por laicos o seglares. El Yunque se concibe a sí mismo como una organización sólo constituida por seglares, aunque también existe una sociedad sacerdotal de vida apostólica que surgió de sus filas, los Cruzados de Cristo Rey.

– Tanto el Sodalicio como el Yunque se conciben a sí mismos como organizaciones orientadas a cambiar el orden actual de las cosas, correspondiente a una sociedad enferma desde sus raíces. El Yunque ve en la política su campo principal de acción. El Sodalicio, por el contrario, no busca participar directamente en la política, más aún considera que ese campo de acción no le corresponde. Luis Fernando Figari siempre describió su trayectoria personal como algo que se inició en la política, derivó luego en la filosofía y terminó en la religión, donde encontró la clave para todo cambio que tuviera repercusiones globales. Por eso siempre ha insistido en que hay que cambiar al hombre para cambiar el mundo. En su caso, las transformación de las conciencias servía para lograr el cambio que muchos buscaban a través de la política. El problema está en cómo se buscaba esa transformación, pues en el Sodalicio se ha buscado dominar las conciencias recurriendo a técnicas de manipulación e intromisión en la mente de los individuos, que deben someter su libertad a una obediencia absoluta a las jerarquías establecidas y darle prioridad a los asuntos del Sodalicio por encima de otros asuntos. Y en eso no se diferencia sustancialmente del Yunque, que pone como uno de sus principios la «primordialidad», que se entiende como «darle prioridad a los asuntos de la organización inmediatamente después del cumplimiento estricto de los deberes de estado», y que exige de sus miembros una «disciplina» regida por la norma de «obedecer a tu fe en todo aquello que no vaya contra tu conciencia». El problema se da cuando ésta conciencia que hay que seguir ya ha sido manipulada, y por lo tanto, se está dispuesto a seguir órdenes que un hombre en sus plenos cabales no acataría.

– Tanto el Sodalicio como el Yunque se entienden como organizaciones de carácter religioso, específicamente católico. De este modo, aún cuando el Yunque se considera como una asociación de carácter político, no admite en sus filas a hombres de distintos credos religiosos, como lo haría cualquier partido político, pues su propia interpretación ultraconservadora y derechista de la doctrina católica constituye su ideología. Y si bien el Sodalicio se entiende como asociación religiosa y espiritual, uno de sus fines sigue siendo cambiar la sociedad, influyendo también de manera indirecta en la política mediante el cambio de las conciencias. La renuncia de Figari a la política nunca implicó una renuncia a cambiar aquello que en un principio buscó cambiar a través de la política. Solamente que ahora los medios son distintos.

– Tanto el Sodalicio como el Yunque consideran la pertenencia a su organización como una vocación personal querida por Dios.

– Hay otros enunciados propios del Yunque que encuentran expresión similar en la doctrina del Sodalicio y que transcribo a continuación:

  • «Uniformidad en fines, métodos y reglamentos internos.»
  • «Tenemos un estilo propio. Monjes y guerreros.»
  • «Tenemos una espiritualidad propia.»

– Tanto el Yunque como el Sodalicio cuentan con deberes similares para sus miembros, como son reuniones de grupo semanales, lecturas doctrinales dirigidas —indicando los libros que se ha leer, sin opción a elegir libremente—, el proselitismo activo y militante —llamado «apostolado» en el Sodalicio—, el entrenamiento físico, cuya práctica se formula en el Yunque de una manera que suscribiría íntegramente el Sodalicio: «Hacemos ejercicios juntos, fomentamos el compañerismo, recibimos la capacitación y practicamos la combatividad». Otros deberes son el pago de cuotas por parte de sus miembros, las entrevistas personales —con el jefe inmediato en el Yunque, con el superior inmediato o consejero espiritual en el Sodalicio—, la asistencia obligatoria a actividades de enseñanza o formación y la realización continua de exámenes de conciencia.

– El Yunque «pretende formar a sus militantes como jefes completos: líderes capaces doctrinalmente, capaces técnicamente, capaces como orgánicos, con una vida moralmente intachable, con una vida sacramental intensa». Esto se parece mucho al perfil de hombres santos que el Sodalicio plantea como modelo para sus miembros.

– El proselitismo debe ser personal —amistando sinceramente con el candidato—, selectivo, combativo, formativo y transformador, dirigido, grupal. Independientemente de su nomenclatura, estas características son comunes tanto al Yunque como al Sodalicio.

¿Se trata de puras coincidencias o hubo efectivamente una influencia por parte de la organización mexicana en el Sodalicio? ¿No se explicarían más bien las coincidencias por el hecho de que ambas organizaciones seguirían un mismo patrón que es común a los grupos católicos ultraconservadores de derecha? ¿No se explicarían las semejanzas en el perfil de los militantes de ambas organizaciones simplemente por el hecho de haber tenido influencias ideológicas similares y tener, en sentido amplio, fines parecidos, a saber, la instauración del Reinado de Cristo en la sociedad actual, según un modelo político que condena la separación de Iglesia y Estado? ¿Hubo alguna vinculación real con miembros del Yunque?

Este asunto será abordado en la segunda parte de este artículo.

Continúa en SODALICIO: LA CONEXIÓN MEXICANA (II)

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FUENTES

El Yunque: La ultraderecha en el poder (Álvaro Delgado, 2003)

El ejército de Dios: Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México (Álvaro Delgado, 2005)

MURO, memorias y testimonios – 1961-2002 (Édgar González Ruiz, 2003)

Los otros cristeros y su presencia en Puebla (Édgar González Ruiz, 2004)

SOBRE REBELDES, RECALCITRANTES, REACCIONARIOS, SODÁLITES Y OTRAS ESPECIES

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A lo largo del tiempo, algunos de los miembros del Sodalicio de Vida Cristiana han ido discutiendo ad intra los problemas que se presentaban en la institución, pero esas reflexiones, por lo general, han quedado recluidas en el silencio y el hermetismo del grupo. Hacer públicas esas reflexiones ha motivado llamadas de atención y medidas disciplinarias ‒si todavía se pertenecía a la institución‒ y campañas de desprestigio y difamación por lo bajo ‒si ya no había ninguna vinculación con ella‒.

El mismo mensaje mío del año 2003 que generó el diálogo con Sinesio Emevecista, cuando yo ya estaba viviendo en Wuppertal (Alemania), dio pie a otro diálogo interesante de este tipo con la persona a quien he designado como Adherente Seis en un escrito anterior de este blog. Considero esta conversación como una muestra de reflexiones críticas sobre el Sodalicio, hecha por dos personas que entonces estaban plenamente comprometidas con la institución y creían en su misión.

Sólo quiero hacer constar que si bien sigo manteniendo muchas de las opiniones que expreso en ese diálogo, hay otras que ya no suscribo. En ese momento todavía compartía intelectualmente la ideología del Sodalicio y, en consecuencia, estaba convencido de que el P. Gustavo Gutiérrez, representante de una teología de la liberación que ha sido reconocida como válida por la Iglesia, incurría en posiciones heréticas. Durante mi posterior proceso de maduración he llegado a comprender que no había razones de peso para desconfiar de la conformidad de la teología del P. Gutiérrez con la fe católica. Del mismo modo tampoco, tampoco comparto ese espíritu de cruzado medieval que aparece en algunos de los párrafos de mi interlocutor sodálite.

Sólo queda mencionar que las crónicas que a veces se mencionan son una colección de textos que fui escribiendo esporádicamente entre los años 2003 y 2004, a las que llamé “Crónicas desde Wuppertal”, en la que plasmaba mis experiencias y reflexiones como cristiano en estas tierras germanas, algunas de las cuales rescataré para este blog en un futuro próximo.

Abordemos, pues, este interesante diálogo, que considero de interés público, pues contribuye a la comprensión de ese curioso fenómeno conocido como Sodalicio de Vida Cristiana.

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MENSAJE DE ADHERENTE SEIS

Querido Martin:

Me alegro de que estés bien en Alemania con [tu familia]. Debe ser una buena y rica experiencia, por todo lo que cuentas en tus crónicas. La verdad es que algunas me han parecido muy interesantes, aunque no siempre he estado de acuerdo con tus opiniones. Pero de todas maneras me parece valiosa tu experiencia personal y tu percepción de las cosas, aunque a veces me dejas la impresión de tomar una pose de profeta rebelde que le encanta tratar de escandalizar a la gente, aunque no siempre lo logras. […]

Un fuerte abrazo y mis oraciones,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

Querido Adherente Seis:

Me parece de lo más natural que no estés de acuerdo con algunas de mis opiniones. Por lo general, cuando todos están de acuerdo sobre lo mismo hasta en el más mínimo detalle, eso ocurre o porque la opinión expresada carece de profundidad y mordiente intelectual, o porque los implicados en el mismo parecer carecen de lo mismo en sus cerebros. Acuérdate de que en los estatutos del SCV [Sodalitium Christianae Vitae] se cambió la expresión «unidad de pensamiento» por «unidad de ideales». Lamentablemente, la inercia de la primera expresión todavía sigue afectando a algunos, llevándolos a creer que a menor discrepancia, mejor situación. Y he observado que se aplican al respecto muchas falacias ad hominem: no se va contra las ideas, sino contra las personas, aduciendo que sus interrogantes se deben a una actitud espiritual incorrecta. Sea o no sea así, el hecho es que la interrogante queda sin respuesta.

En ese sentido, creo que hasta lo que escribe Luis Fernando Figari [Superior General del SCV hasta diciembre de 2010] puede ser cuestionado y discutido. Creer lo contrario nos haría parecer a los Mormones, que pusieron al lado de la Sagrada Escritura los irrefutables e incuestionables escritos de John Smith. Sin embargo, ¿quién se atrevería a plantear algo semejante en nuestras filas? Más aún, el solo hecho de plantearlo haría recaer sobre uno la sospecha de estar atravesando una crisis espiritual.

Por otra parte, lo de mi rebeldía no es una pose. Siempre he sido rebelde. Me uní al Sodalitium por rebeldía contra los lugares comunes de una sociedad que sigue enferma, lo cual tuvo también consecuencias en mi entorno familiar. Y sigo teniendo motivos suficientes para rebelarme contra todo aquello que es contrario a la dignidad humana. Pero de ahí a ser un profeta ‒o parecerlo‒, hay una distancia enorme. Mi rebeldía es natural, tanto como el acto de cagar, que fue insertado por Dios en nuestra naturaleza para que no podamos desprendernos de nuestra arcilla humana en nuestros afanes por alcanzar las etéreas alturas de la pureza sobrehumana. Jesús fue el Hijo de Dios y cagaba. La santidad a la que debemos aspirar ‒y qué es la que encarnó Jesús‒ hunde raíces en la miseria humana y nunca puede desprenderse de sus limitaciones. Querer formar un grupo de elegidos, al estilo de “Los Intocables”, es una tentación que he visto acechando a nuestros grupos en el SCV y en el MVC [Movimiento de Vida Cristiana].

Respecto a las discusiones que he ocasionado, el fin es lograr que ambos polemistas ganen. El mutuo cuestionamiento lleva a profundizar los argumentos. Por eso mismo, creo correcto seguir adelante ‒dentro del marco que impone la caridad‒ con las polémicas iniciadas. Y si no se llega a una conclusión común, por lo menos se ha dado un acercamiento que puede ser fructífero.

En este sentido, mirando para atrás, veo que hubiera sido interesante haber intentado un acercamiento a Gustavo Gutiérrez ‒con cuyas ideas sigo estando en desacuerdo‒. Algunas veces he escuchado decir a Luis Fernando que Gutiérrez poseía muchas de las mismas intuiciones que originaron el SCV. Y esto lo puedo confirmar por el estudio que hice de su obra. Lo cierto es que en la ofensiva que desarrolló el SCV contra la teología de la liberación nunca se le dio al oponente la posibilidad de explayarse. Más aún, muchas veces se nos dijo cuáles eran las intenciones de Gutiérrez y por qué sus acciones eran malignas. ¿No te parece esto juzgar las intenciones del otro? ¿No te parece esto una especie de demonización a priori del oponente, sin haber tenido nunca un encuentro para darle derecho a sus descargos? No dudo de que haya incurrido en herejía en sus escritos, pero eso no justifica absolutamente todos los medios que se utilizaron para combatirlo.

En fin, con lo que he dicho no creo haber logrado escandalizarte. No es ésa mi intención. Pero de alguna manera lo que busco es “conmocionar” a la gente, quitarles el falso suelo firme sobre el cual creen estar posados, para que busquen posarse únicamente sobre el fundamento del Evangelio.

Un fuerte abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS

Querido Martin:

Quisiera tener tu habilidad retórica, pero lamentablemente no la tengo, así que te pido disculpas por el desorden de estas reflexiones que quiero compartir contigo.

Para serte sincero, estoy de acuerdo en la mayor parte de cosas que dices. Vivir solo en el extranjero me ha permitido pensar sobre muchas cosas, incluyendo el SCV y el MVC. He aprendido a valorar más todo lo he aprendido y vivido en nuestra comunidad. Realmente lo considero un gran don de Dios. Recuerdo que, como tú, una de las razones por las que me vinculé fue porque encontré esa rebeldía evangélica que no se conforma con los estándares del mundo, esa rebeldía que no se conforma con nada sino con Dios mismo. Y la verdad es que me enamoré, me enamoré del Señor a través del Sodalitium. Y si me enamoré fue porque me di cuenta que el Señor es real y de que el cristianismo puede vivirse. Vi personas como yo, jóvenes como yo, con problemas y pecados como yo, que habían entregado apasionadamente sus vidas al Señor, y que eso era posible. Y no es que fueran superiores que los demás, sino que habían encontrado un tesoro por el cual valía la pena dejar de lado todo lo demás, por el cual valía la pena arriesgar la propia vida y las oportunidades ‒inclusive las legítimas oportunidades‒ que ofrecía el mundo. Era posible vivir una maravillosa aventura, muchas veces una dolorosa aventura. Y para serte franco, sigo creyendo tercamente en esa aventura. En el camino he experimentado tantas caídas pero también me he encontrado con la misericordia de Dios de manera intensa frente a mi propia indignidad. También encontré un espacio de formación cristiana, de profunda amistad y de apostolado que han sido invalorables y me han ayudado a encontrar el llamado que Dios me hace.

Ahora bien, por la gracia de Dios el SCV ha crecido en vocaciones y obras. Pero corremos el riesgo de “institucionalizarnos”, de convertirnos en ghettos, de perder la rebeldía inicial, de creer que somos una casta superior con derecho a mirar de reojo a los que son “del mundo”. Sin embargo, también con el tiempo y la apertura a las críticas se han depurado muchos de los errores iniciales, muchas veces fruto de la vehemencia juvenil, de la cual no se vieron exentos Luis Fernando y el grupo fundacional. Madurar es un proceso difícil. Por un lado se corrigen vicios antiguos, por otro lado hay que enfrentar nuevos problemas. Ahora que nos hemos “institucionalizado”, corremos el riesgo de caer en lo que tú llamas el “mongolismo puritano” que, con paradigmas estrechos, pretende reducir la realidad y el Evangelio a un esquema. Pero por otro lado, existe también el riesgo de diluirnos con el mundo, de no descubrir lo valioso de nuestro llamado y olvidar el ardor inicial, que busca incendiar con el amor de Dios todas las realidades a las que nos aproximamos.

Madurando como personas y como institución, nos damos cuenta de que ni nosotros ni el Sodalitium somos utopías: somos realidades concretas, que existen y que nunca serán perfectas. Y es a nosotros, hombres y mujeres imperfectos, a quienes se nos ha encomendado predicar la verdad de Dios; a nosotros, en medio de nuestras incoherencias y torpezas, en medio de nuestras caídas, pecados y errores. Y no porque seamos mejores, sino porque simplemente se nos ha encomendado esa misión, como a muchas personas e instituciones en la Iglesia. Y estoy convencido que el SCV no es una obra humana, sino de Dios. No podemos esperar ser perfectos para empezar a amar, para empezar a entregarnos al Evangelio. Pero, para poder crecer en los caminos del Señor, considero indispensable la humildad, la apertura a la corrección fraterna y la solidez espiritual.

Otro riesgo es que gente como tú y como yo que nos hemos embarcado en la vida intelectual nos creamos superiores a los demás. No sé si será tu caso, pero mi impresión es que muchos de nosotros criticamos a los “cuadriculados” con un cierto tufillo pedante que nos hace creer que tenemos el monopolio de las experiencias “profundas”, menospreciando a gente que teniendo una fe sencilla, muchas veces guiada por criterios simples ‒o “clichés”‒ viven su fe, tal vez con esquemas que son útiles, tal vez sin grandes elucubraciones, pero tratando de ser fieles en su vida cotidiana. La verdad es que yo considero que no tengo ninguna autoridad para juzgarlos. Muy probablemente, a pesar de la estrechez de muchos, ellos son más agradables a los ojos de Dios que tú o que yo. Con esto no quiero decir que no es legítimo corregir una serie de actitudes que consideramos necesario cambiar. La corrección fraterna es parte de nuestro deber como cristianos. Pero creo que debe ser una corrección acompañada por la profunda conciencia de nuestra fragilidad. Es difícil encontrar un equilibrio para madurar.

Con respecto a lo que dices de Luis Fernando, estoy de acuerdo contigo. No es parte del espíritu del SCV tomarlo como una suerte de John Smith y no cuestionar absolutamente nada. Si han habido santos y fundadores de órdenes que se han equivocado, esta realidad tampoco es ajena a Luis Fernando, quien, dicho sea de paso, también ha ido cambiado aspectos de su pensamiento y de su persona con el tiempo. Es necesario y legítimo tener una sana crítica. Pero tampoco es bueno caer en un extremo que no ve la riqueza de nuestra espiritualidad y no afianzar nuestra identidad. En mi caso, yo tengo un gran cariño, respeto y agradecimiento a Luis Fernando, pero no considero que todo lo que escribe sea algo incuestionable ni que todas sus actitudes sean correctas. Pero lo veo como un hombre de Dios, que, con sus errores y pecados, se entregó apasionadamente a predicar la palabra del Señor y, siguiendo su llamado, ha formado una familia espiritual muy valiosa para la Iglesia y el mundo.

Con lo que sí discrepo contigo es en el tema de Gutiérrez. Creo que tú sabes que siempre he sido un anti-marxista. Mi estadía en [el extranjero] y algunos libros que he leído han reforzado esta posición mía. Una cosa es tener la actitud de escuchar al otro, de entender qué es lo que se está planteando y buscar lo valioso que puede existir, inclusive en un pensamiento errado. Sin embargo, otra muy distinta es ser ingenuo frente a los lobos disfrazados de ovejas que buscan devorar al rebaño. Tengo familiares ‒no vinculados al SCV‒ que han trabajado en la Iglesia y que han conocido de cerca a Gutiérrez y saben bien de sus tretas, de su maquiavelismo y su doble lenguaje. No hay que consentir a los falsos profetas. Los Evangelios, los escritos de San Pablo y las cartas apostólicas nos previenen de este peligro, y hay numerosos ejemplos en la historia de la Iglesia de hombres de fe que han luchado arduamente contra los errores de su tiempo. San Atanasio combatió ferozmente a los arrianos, herejía peligrosa, los dominicos a los albigenses, el beato Pío IX condenó los errores de su época, San Pío X condenó el modernismo. ¿Crees que San Atanasio buscó ver qué de bueno había con los arrianos? No, Martin, las herejías deben ser combatidas, y en muchos casos con gran vehemencia, con una santa vehemencia. La comprensión del otro es indispensable, pero no podemos consentir la ingenuidad, sobre todo cuando puede poner en peligro a tantas personas dentro y fuera de la Iglesia. Tal vez me consideres un fanático anticomunista por esto que te digo, o un recalcitrante. Y tal vez tengas razón. Pero yo no creo en esos falsos profetas del mundo actual. Si en el mundo me llaman recalcitrante por no alabar a quien condecoran universidades y a quien agrada a los gustos del establishment, prefiero seguir siendo recalcitrante, con tal de no confundir a hermanos en la fe. No me voy a callar con respecto a todo el daño que esa ponzoñosa ideología ha hecho al mundo y que ha corrompido a sectores de la Iglesia, cuando se ha introducido en ella. No creo en esos ideales “buenos” del marxismo, ni me como sus mentiras e infamias. No creo en la social democracia europea, ni en los marxistas moderados de hoy que proclaman una bastarda tolerancia burguesa. No creo en el pacifismo secular, ni en los “animal rights”, ni en la demagogia ideológica que nos invade el día de hoy ‒y que ahora defiende la teología de la liberación reciclada‒. No creo en lo políticamente correcto y en que no se puedan llamar las cosas por su nombre. Si eso es ser reaccionario, soy un reaccionario. Estoy en contra de los nuevos “justos” del mundo, que se rasgan las vestiduras cuando alguien osa cuestionarlos. No se puede ser verdaderamente cristiano y buscar agradar los oídos del mundo. Prefiero seguir a Jesucristo.

Cambiando de tema, quiero decirte que, si bien no estoy de acuerdo con algunas de tus reflexiones y actitudes, tengo muchas cosas que agradecerte. Por un lado, porque considero saludable que de vez en cuando aparezca alguien que nos rompa nuestros esquemas y nos haga recordar nuestra contingencia, que sólo en el Señor está nuestra salvación y que remueva esa pedante sensación de creernos “buenos”. Por otro lado, por tus polémicas “Crónicas desde Wuppertal”, que han sido una amable compañía en momentos de soledad ‒que últimamente han sido muchos‒. Quiero agradecerte por tu amistad. Y algo que quería decirte hace mucho tiempo, también quiero agradecerte por tus canciones, algunas de las cuales me han ayudado mucho en momentos difíciles.

Un fuerte abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

Querido Adherente Seis:

Me adhiero a varios de los contenidos de tu hermosa carta.

No pretendo que se posea la perfección para lanzarse a la tarea de evangelizar. La única perfección que Jesús nos ha pedido es la de amar, y la humildad de reconocer que siempre seremos humanos. Por eso me irritan aquellos que pretenden ser de los buenos, o que exigen que los otros lo sean, según parámetros del todo subjetivos. No negarás que esa concepción se esconde en algunos de nuestros grupos cuando a alguien se le hace la pregunta: «¿estás bien o estás mal?» ¿Cómo puedo responder yo si estoy bien o mal, cuando la misma Iglesia nos dice que nadie puede tener la certeza de estar en estado de gracia, a no ser por revelación divina? Sin embargo, no pocas veces he escuchado una respuesta afirmativa por parte de algunos, enumerando a continuación las obras o actitudes que los hacen acreedores a la justificación propia.

No estoy en contra de una vivencia sencilla de la fe. Trato de acercarme a eso lo más posible. Y me siento a gusto con personas sencillas y piadosas. He de contarte que el último grupo de Familia de Nazareth que [mi mujer] y yo dirigimos en Lima estaba formado por gente así, más sencilla incluso que el promedio de sencillez que suele encontrarse entre las filas del MVC.

Sin embargo, hay que considerar que algunos clichés también son peligrosos, como aquel que dice «nadie da lo que no tiene». ¿Cómo entonces decimos en una canción «cuando el pobre nada tiene y aun reparte»? Muchas veces ese cliché impulsa a alguna gente a meterse en una carrera de adquisición de virtudes, que luego buscarán generosamente repartir entre “objetivos apostólicos”. Se distorsiona de esa manera una actitud esencial que uno debe tener ante toda persona, no importa quién sea: la de aprender del otro, la de escucharlo atentamente.

Igualmente, al considerar a los demás como “apostolados”, algunos se olvidan de considerarlos como amigos o como seres con una vocación personal, que no necesariamente es la del MVC. Yo no podría hacer esto, pues me parece una manera de metamorfosear a la otra persona en una especie de trofeo de caza, para gloria de mi propio safari apostólico.

Sigo creyendo que el Sodalitium ha sido elegido por el Espíritu para una misión particular, y que el MVC participa de esa misión. Lo que viven nuestros grupos en Lima es lo que en esencia requiere la Iglesia en estas tierras europeas para renovarse. Sigo siendo tercamente fiel al camino en el cual descubrí mi pertenencia a la Iglesia y a Dios. Pero también he sufrido bastante por esta fidelidad, pues mi promesa de fidelidad al Sodalitium ha sido no pocas veces correspondida con una ingratitud inexplicable: promesas incumplidas, marginación de actividades, rumores infundados sobre mí; incluso el peor trato laboral que he tenido en mi vida ha sido en un instituto vinculado al Sodalitium [el Instituto Superior Pedagógico “Nuestra Señora de la Reconciliación”]. Si mi fidelidad ha sobrevivido a esa falta de correspondencia, ¿qué más se podría esperar, sino que siga fiel toda mi vida? De todos modos, he aprendido que mi fidelidad al Sodalitium debe estar siempre subordinada a mi fidelidad a la Iglesia, a la cual me debo más que a una institución que, como sabemos y muchas veces nos han dicho, tarde o temprano decaerá y terminará por morir, como toda institución religiosa de la historia.

Entiendo tu actitud recalcitrante contra Gutiérrez. Aun así, no la comparto. Si Jesús nunca se negó a conversar con nadie, menos tenemos nosotros el derecho de hacerlo. Y si Gutiérrez es como dices, aún así la preocupación por la salvación de cualquier alma está por encima de toda ley. A fin de cuentas, creo que la cuestión doctrinal siempre es secundaria respecto a la realidad del misterio, manifestado en cada hombre, así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son mucho más importantes que su expresión en la Profesión de Fe, que es el Credo. En lo que he dicho no cuenta para nada el Premio Príncipe de Asturias que recibiera Gutiérrez. […]

Las luchas en la Iglesia no se pueden centrar en la salvaguardia de las doctrinas. El combate de las herejías siempre tuvo como preocupación principal a las personas. Cuando este combate se salió de este marco, se identificó a la herejía con las personas mismas y se cometieron los peores atropellos, muchas veces al compás de la ira, que siempre es una mala consejera.

Un buen consejo, que repetía un profesor de ESAN [Escuela de Administración de Negocios para graduados]: «el que se pica, pierde», o dicho de otro modo, «el que se molesta, pierde». Por eso prefiero cubrir las cosas con cierta ironía, pues la risa sigue siendo un remedio infalible.

De todos modos, gracias por tu sincera respuesta.

Un abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS

Querido Martin:

En primer lugar, quiero decirte que nunca he cuestionado tu fidelidad. Más bien estoy seguro de que tu sinceridad y tus críticas son una clara expresión de ella y que parten del deseo de que volvamos a las fuentes. Si me has entendido mal, te pido perdón.

Respecto a lo que me dices sobre los maltratos que has recibido, quiero decirte que me apena mucho y me solidarizo contigo. Y me apena más, porque no eres la primera persona que me ha comentado que se ha sentido maltratada. Creo que ése es un aspecto que debe cambiar.

Concuerdo con muchas de tus críticas, aunque creo que deben tener en cuenta algunos matices. Creo que efectivamente hay muchas actitudes y criterios que cambiar. Aunque muchas de las cosas que dices las he visto sobre todo en personas jóvenes y más bien me parecen fruto de la inmadurez.

Por otro lado, si bien es cierto que tenemos que depurar los clichés y algunas visiones soberbias, creo que también sería grave caer en el otro extremo: el de cuestionar todos los términos o la jerga que utilizamos, cayendo en un esquema similar a lo “políticamente correcto”, que a veces llega al absurdo.

Estoy de acuerdo contigo en lo que dices con respecto a la distorsión que muchas veces se da con respecto al apostolado y a la “carrera por la adquisición de virtudes”. Nuestro llamado no es a imitar el proselitismo político, sino a servir de instrumentos para que la persona se encuentre con Dios y consigo misma. El ardor apostólico no debe convertirse en una carrera que busca tener “trofeos”, y muchas veces se da este vicio. Es algo que tiene que depurarse, pero sin detener la marcha apostólica, pues, a pesar de esas taras, mucha gente se ha podido encontrar con Dios.

Creo que no debemos escandalizarnos con el pecado en el que caemos y caen hermanos nuestros en medio de la labor apostólica. La Iglesia no se escandaliza con el pecado. La Iglesia asume el pecado. Lo que sí sería un escándalo es que, por miedo o escrúpulos de no estar haciendo las cosas “bien”, dejemos de lado nuestra misión. Eso sí sería un verdadero escándalo. Como te dije en mi e-mail anterior, ni el SCV ni nosotros somos personas perfectas e inmaculadas, y en medio de todos estos pecados y torpezas es que asumimos esa misión. Por supuesto que hay que asumir el pecado, hay que depurarlo en medio de nuestra misión, pero eso no debe ser excusa para dejar la lucha. Creo que una tentación muy grande puede ser el perfeccionismo de querer que todo sea inmaculado o que todos nuestros términos sean correctos. Eso lleva a la inacción. Creo más bien que en medio de nuestra contingencia, pecados, torpezas y debilidades debemos luchar y purificarnos en el amor. Y por supuesto es absolutamente necesaria la humildad, la vida espiritual y la confianza en Dios, quien a pesar de nuestra impurezas y de nuestras faltas de recta intención es capaz de obrar el bien en nosotros.

Esto no quiere decir que debamos callar nuestra críticas. Todo lo contrario: es absolutamente necesario hacerlas, pero sin caer en el perfeccionismo y sin ponernos como jueces. Y por otro lado, en este caso, tienen que estar dirigidas a personas maduras que sepan asumirlas sin escandalizarse.

Yo pienso que hay muchas cosas que deben cambiarse. Creo que tiene que haber una visión más profunda de la misión del laico, que los programas de formación son obsoletos, que tenemos que estar más en contacto con la realidad, que muchas veces se forman ghettos, que el acento intelectual aún es flojo, que hay muchísimos problemas en las instituciones educativas dirigidas por el SCV, que se necesita una mucho mayor apertura a la crítica, que en muchos casos hay una pésima dirección de nuestras instituciones, que hay faltas de criterio que a veces ocasionan que haya aproximaciones sumamente rígidas y marcianas, y muchas otras cosas más que creo que es necesario profundizar. Pero creo que lo más saludable es que todas estas críticas deben estar enmarcadas en un espíritu de caridad y, sobre todo, deben ser realistas. Muchas veces nosotros no tenemos los recursos, no es fácil cambiar todo de la noche a la mañana, y a veces las manos y las capacidades no alcanzan para abarcar todo. Todos esos problemas no nos pueden paralizar. El llamado de Dios es mucho más grande. Es necesario tener un espíritu de realismo, lo cual implica tener la conciencia que Dios es nuestro apoyo. Yo creo que cuando Luis Fernando habla del “mínimo Sodalitium”, no lo hace de manera retórica, sino que realmente habla de una institución imperfecta, pero cuya imperfección no es obstáculo para ponerse en las manos de Dios y para que Él en su infinita misericordia haga brotar frutos para la vida eterna.

Yo a veces veo al Sodalitium como si fuera un papá. Cuando uno es pequeño, lo idealiza; cuando llega a la adolescencia empieza a verle los defectos y lo critica. Cuando uno llega a la madurez y es consciente de sus propios problemas, uno aprende a amarlo con un sentido mucho más realista. Como te dije en el e-mail anterior, el SCV es una realidad concreta y, gracias a Dios, no es una utopía. Una realidad imperfecta dentro de la Iglesia, convocada por Dios para predicar el Evangelio y ensayar una manera de vivir el cristianismo.

Sobre mi crítica a Gutiérrez, considero totalmente cierto lo que afirmas con respecto a que nuestra preocupación central debe estar en la persona. Nuestro Señor nos dijo que debemos rezar inclusive por nuestros enemigos. También reconozco que, como bien dices, cuando la crítica está guiada por la ira, siempre da malos frutos. Ni la ira ni el odio son nunca buenos consejeros.

Sin embargo, mi vehemencia por el tema no se debe a que yo crea que estoy defendiendo un postulado ideológico, sino porque creo que tiene que ver con la verdad de la fe, la cual afecta de manera concreta a personas y a la sociedad. Hay un texto de Hilaire Belloc que expresa muy bien este fenómeno:

«Lo que nos preocupa de verdad es que la herejía origina una nueva vida propia y afecta vitalmente a la sociedad que ataca. El motivo por el cual los hombres atacan a la herejía no es unicamente el conservadurismo ‒una devoción por la rutina, un desagrado por la perturbación de los hábitos de pensar‒ mucho más que la percepción de que la herejía, en cuanto gana terreno, originará una forma de vida y un carácter social contrarios y lesivos a la forma de vida y el carácter social originados por el viejo sistema ortodoxo, y tal vez mortal para ellos. Los eclesiásticos que tan ardientemente lucharon por los detalles de la definición de los concilios orientales, tenían mucho mayor sentido histórico, y estaban mucho más en contacto con la realidad que los escépticos franceses. El hecho es que la doctrina (y su negación) formó la naturaleza de los hombres, y que las naturalezas así formadas determinaron el futuro de la sociedad constituida por esos hombres.» (Hilaire Belloc: Las grandes herejías).

En el caso del marxismo ‒el cual tuvo una clara influencia en la teología de la liberación‒, éste ha tenido consecuencias que han afectado la vida de millones de personas y sociedades enteras: 20 millones de muertos en Rusia, 40 millones en China, un cuarto de la población de Camboya, sin contar con las atrocidades de Sendero Luminoso en nuestro dolido Perú; persecuciones crueles contra la Iglesia, la restricción de libertades básicas y toda clase de abusos contra la dignidad de la persona. Y todo esto surge de una ideología materialista y atea que tiene como fundamento el odio como instrumento para buscar desde una escatología secular una sociedad “justa”, sin oprimidos ni opresores. Una utopía que, cuando se ha hecho realidad, se convirtió en uno de los infiernos más crueles y genocidas de la historia.

Claro, me podrían decir que Gutiérrez no es responsable de esto, pero que yo sepa no ha condenado explícitamente esta nauseabunda ideología y, más bien, la trató de hacer compatible con el cristianismo. Una persona cercana me mostró sus sílabos de los ’70, cuando enseñaba en la [Pontificia Universidad] Católica [del Perú], y eso me quedó muy claro. He leído cómics difundidos en pueblos jóvenes por parte de grupos de teología de la liberación, que mostraban la Biblia desde una perspectiva netamente marxista, incentivando la lucha de clases. He sabido de personas y religiosos que inicialmente tenían una fe sincera, aunque poco formada, que se acercaron a este movimiento y que luego cayeron en un activismo social y acabaron dejando la fe.

Pienso que hoy en día la teología de la liberación ha cambiado. Y es porque en esencia creo que este movimiento busca estar acorde con las ideologías de moda. Yo pienso que la lucha no debe dejarse de lado. Francamente, pienso que no podemos ser condescendientes. ¿Sabes a donde nos lleva la ingenuidad? Nos lleva a escuchar más las voces del mundo que las enseñanzas de Dios. Esto es una realidad palpable cuando vemos que en la Iglesia Episcopaliana en Estados Unidos se han aprobado las ordenaciones episcopales de homosexuales o cuando en las Iglesias Anglicanas se plantea sacar de los templos las cruces para atraer a más personas.

Mi vehemencia se debe entonces a una preocupación muy concreta por personas. Ahora, esto no quiere decir que no entienda muy bien tu punto. Sé que en aras de combatir la herejía se ha cometido atrocidades e injusticias. Por ejemplo, mucha gente fue condenada a muerte en la Edad Media, y en la época de San Pío X se condenaron falsamente como “modernistas” a personas que, dentro de la ortodoxia de la fe, tenían desarrollos intelectuales renovadores. Es cierto. Y reconozco ‒en especial en personas apasionadas como yo‒ que debemos hacer un continuo examen de intenciones y purificar este celo. Es necesario amar a los enemigos y no podemos combatirlos con sus mismas armas. También es necesario tener un criterio amplio para descubrir los elementos de verdad en sus posiciones. Y sobre todo buscar su salvación ‒y la nuestra‒ y también cuestionarnos acerca de nuestras propias seguridades. Pero no dejar de combatir cuando veamos que la Iglesia está en peligro.

Termino esta reflexión con un fragmento de una charla que dio un jesuita, el Padre Luis Bermejo, al Círculo de Obreros Católicos de Arequipa el 31 de mayo de 1914:

Buscando la paz:

El autor ataca la “vil neutralidad”. Los católicos “prudentes» “ la paz y es por eso que se abstienen de trabajar, pero la paz huye de ellos. Pero por la abstención vamos a la guerra:

«El enemigo no desiste de su empeño, no arroja las armas, no apaga los fuegos de su batería, porque tú, católico neutral y tímido y amigo de componendas, dejes las armas, abandones el campo de lucha y te metas en casa para cuidar sólo de tus negocios particulares. Sucede todo lo contrario: los buenos mezclados con los malos se hacen malos, los malos crecen en número y valor, las victorias parciales ganadas a merced de nuestra apatía les infunden nuevos alientos, se apoderan lentamente y paso a paso de la prensa, del municipio, de las cátedras, de todas las trincheras sociales, y, parapetados en ellas, nos acribillan a balazos. Señores, si permanecemos con los brazos cruzados, llegará un día en que serán abatidos los muros del santuario, las fábricas de los ricos y el hogar del pobre, porque los tiros contra los intereses de Dios hieren de muerte los intereses de los hombres. No os forjéis vanas ilusiones, escarmentad en cabeza ajena y a la luz del incendio siniestro que en España, Portugal y Francia destruyó la casa de Dios y de sus siervos los religiosos, las bibliotecas de los sabios y las fábricas de los patrones, leed esta enseñanza: Son muy amargos los frutos de la apatía… Si con la mirada puesta en el cielo, que es nuestra fortaleza, trabajamos como leales y como buenos, mereceremos bien de Dios y de la patria; mas si permanecemos encerrados en nuestra concha, entonces el día llegará indefectiblemente, en que lloraremos como mujeres lo que no hemos sabido defender como hombres.»

Un fuerte abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

Querido Adherente Seis:

En verdad, no necesitas escribir tanto sobre cosas en las que ambos estamos de acuerdo. Compruebo que has alcanzado un buen nivel de madurez.

Concuerdo contigo en lo que dices sobre la teología de la liberación, sin que por ello quiera hacerlo extensivo a las personas hasta tener la certeza de cuáles sean sus intenciones. La experiencia me ha enseñado a actuar así. Como anécdota, te cuento que cuando tuvimos que hacer entrevistas para la elaboración de la tesis de grado en ESAN, una de las personas más interesantes a la que entrevistamos fue un antiguo marxista radical, Ricardo Letts. Mientras que muchos de los personajes entrevistados dentro del mundo empresarial me causaron rechazo interior por su absoluta falta de conciencia social, Letts me pareció interesante por la historia que se escondía detrás de sus avatares políticos. Ciertamente sus ideas se habían moderado, y había hecho una autocrítica de su radicalismo pasado. Lo interesante era el hombre, sus interrogantes, su búsqueda, sus sufrimientos, que habían desembocado en una opción por una ideología errada. Aún así, sus planteamientos fueron lo más cercano que encontré a la enseñanza social de la Iglesia entre todos los entrevistados.

Por otra parte, no creo que el marxismo ni la teología de la liberación sean ahora los peores enemigos. El neoliberalismo es mucho más peligroso, y ocasiona la muerte lenta ‒y a veces rápida‒ de muchas más personas que el marxismo. Se trata de un materialismo más solapado, impregnado en las estructuras sociales, montado sobre la filosofía del éxito ‒para unos cuantos‒ mostrando la máscara benevolente de las mejores intenciones. ¿No has oído hablar de los “criminales corporativos”, gerentes, ejecutivos y empresarios amparados por las leyes, que son capaces de sacrificar la vida ‒o calidad de vida‒ de tantos en aras de las mayores ganancias? Éste es un tema sobre el cual hay todavía mucho que reflexionar.

Sólo quiero decirte cuáles son las películas que considero como las mejores, inolvidables por su impacto intelectual y emocional:

La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971)
Terciopelo azul (David Lynch, 1986)
El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972)
Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984)

Se trata ciertamente de una selección subjetiva. Sin embargo, te lo pongo a modo de ejemplo. ¿Cuántos no pensarán que bordeo la herejía o que cabalgo sobre la perversión por tener estos gustos?

Un fuerte abrazo,

Martin Scheuch

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS

Querido Martin:

Disculpa por lo largo de mi carta. Algunos amigos me han dicho que soy un loco obseso ‒en buena medida no les falta razón‒ y supongo que a veces aburro con mis fijaciones.

Estoy de acuerdo contigo. A pesar de seguir ideas que considero erradas, conozco a “rojos” con un sincero deseo de justicia y que buscan una sociedad mejor. En muchos de ellos he encontrado un anhelo solidario y un verdadero compromiso con una causa y con los más pobres. Es muy importante que hayas resaltado la necesidad de amar a la persona, más allá de su ideología o de sus opciones de vida.

También creo como tú que el neoliberalismo y otras tendencias ‒como son la socialdemocracia, los nacionalismos radicales, el fundamentalismo islámico y la nueva izquierda‒ son peligros mucho más actuales contra la dignidad humana.

No me parece herejía que te gusten esas películas, las cuáles son bastante fuertes en contenidos, pero también tienen mucha profundidad ‒no he visto El último tango en París, pero tú me comentaste su argumento‒. Es un gran don tener la capacidad de rescatar y apreciar lo bueno y lo profundo en las personas y en la cultura, inclusive ‒o tal vez de manera privilegiada‒ en medio de la miseria. Creo que tú tienes ese don bien desarrollado y siempre lo he admirado en ti.

Gracias por este diálogo, que me ha servido para aclarar muchas cosas.

Un fuerte abrazo,

Adherente Seis