Vivo en Kleinfischlingen, un pueblito agrícola en el sureste de Alemania, de aproximadamente 300 habitantes, que recuerda como su visitante más ilustre a un peruano, el arqueólogo Federico Kauffmann Doig.
Ubicado en una región de viñedos y de sembríos de coles, zanahorias, remolachas, espárragos, girasoles, colza, trigo, maíz y papas, además de huertos de manzanas, peras y duraznos y de jardines donde crecen cerezos, nogales y arbustos de frambuesas, moras y grosellas, a unos diez kilómetros se divisan en la lejanía las colinas pobladas de vegetación donde comienza el Bosque del Palatinado, la reserva natural boscosa más grande de Alemania, habitada por una fauna variada, entre ella jabalíes, venados, comadrejas, ardillas y liebres silvestres.
No es un paraíso, pero mi antiguo e insignificante poblado es un lugar donde se experimenta una cercanía entrañable a la tierra que nos nutre y donde se puede sentir en las venas el valor del trabajo humano cada vez que se escancia una copa del fragante vino (tinto, blanco o rosé) que se produce localmente.
Si algún día se descubrieran metales valiosos en los terrenos y una empresa minera quisiera iniciar la explotación a tajo abierto —y el gobierno hiciera las concesiones del caso, sustentándose en criterios puramente económicos—, todo el dinero que produjera la labor extractiva no compensaría el daño ecológico y humano que se ocasionaría. ¿Qué vino podría producir una tierra contaminada y con recursos acuíferos alterados, aunque eso se tradujera en una infraestructura más moderna?
Esos beneficios económicos son pura mierda comparados con todo aquello que perderíamos.
Dedico estas palabras a los campesinos de Islay que defendieron su terruño frente a la mina.
(Columna escrita para la edición del 27 de mayo de 2015 de Exitosa Diario)
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Según la crónica incluida en la página web de Kleinfischlingen, el 27 de abril de 2008 la comunidad recibió la visita de más alto nivel en toda su historia. El Dr. Federico Kauffmann Doig (nacido el 28 de septiembre de 1928 en Chiclayo), entonces embajador del Perú en Alemania, fue a Kleinfischlingen en busca de sus ancestros. Llegó acompañado del parlamentario alemán Mark Lothar, con la intención de saber más sobre su antepasada Margarethe Wilhelmine Odenwald, quien vivió en Kleinfischlingen entre 1745 y 1752. El historiador y archivista del pueblo Kurt von Nida, esposo de la alcaldesa, no sólo le confirmó que la mencionada mujer había nacido en el pueblo, sino también su padre, el párroco luterano Georg Friedrich Odenwald, constructor de la imponente casa parroquial protestante, que todavía existe.
Después de visitar la iglesia protestante, el señor von Nida le entregó al arqueólogo y antropólogo peruano una carpeta con copias de documentos referentes a sus ancestros, encontrados en los archivos locales. El Dr. Kauffmann Doig agradeció la calurosa acogida con las siguientes palabras en alemán estampadas en el libro de huéspedes del pueblo: «Eine meiner größten und schönsten Überraschungen in meinem Leben hat mir der Ausflug nach Kleinfischlingen gebracht» [«Una de las más grandes y más hermosas sorpresas de mi vida me la deparó la excursión a Kleinfischlingen»].