Jeffery Stewart Daniels Valderrama
El nombre de Jeffery Daniels como un supuesto abusador sexual del Sodalicio salió por primera vez a la luz pública en este blog a través de comentarios anónimos que algunos usuarios dejaron en mi post SODALICIO Y SEXO, publicado el 30 de enero de 2013. Posteriormente recopilé varios de estos mensajes, les hice algunos retoques de redacción y los publiqué el 20 de septiembre del mismo año en mi post ¿HISTORIA DE ENCUBRIMIENTOS EN EL SODALICIO?, pues aunque no conocía la identidad de los remitentes, los datos sobre Daniels como un depredador sexual resultaban verosímiles.
Jeffery Daniels, a quien conocí personalmente, fue sodálite consagrado de comunidad en la década de los 90. Ex alumno del Colegio Santa María de los Marianistas (Monterrico), nunca fue una persona que me cayera bien, pues no obstante que derrochaba una pícara y traviesa simpatía y tenía un carisma especial que atraía a niños y jóvenes adolescentes, había un casi imperceptible dejo de insolencia en su hablar y mucha superficialidad en sus comentarios. Nunca me pareció una persona confiable y sincera.
Aun así, yo mismo estaba sorprendido por las acusaciones contra Daniels, pues nunca me había imaginado que hubiera podido llegar a cometer los actos que —sin entrar en mucho detalle— se señalaban en los comentarios anónimos que he mencionado. Hasta que el 2 de octubre de ese mismo año me llegó repentinamente un e-mail de Mauro Bartra, un ex agrupado mariano de Jesús María a quien conocía personalmente, que había sido testigo directo de un incidente de implicaciones sexuales protagonizado por Jeffery Daniels y que por fin se había armado de valor para contar su historia. Su relato, escrito en un lenguaje coloquial y vivaz, era absolutamente verosímil y mencionaba a algunas personas que yo conocía, razón por la cual no creí conveniente publicarlo en ese momento, pues en ese entonces había el riesgo de denuncias por difamación contra este ex agrupado, y más aún si no se tenía la seguridad de que hubiera otros testigos que pudieran corroborar su historia. Además, yo en ese momento acababa de publicar en mi blog una serie de artículos sobre Germán Doig y me hallaba en el ojo de la tormenta. Publicar el testimonio de manera anónima le hubiera quitado todo el peso que tenía, y hubiera sido fácil presa de aquellos que hubieran estado dispuestos a presentarlo como un producto malintencionado de mi imaginación. El riesgo era muy alto.
Sólo utilicé una parte del testimonio de Mauro de manera anónima en mi post SODALITIUM 93: ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE, como ejemplo para ilustrar la manipulación psicológica que en ocasiones se aplicaba en el Sodalicio cuando se hacía dudar a algunas personas de su identidad sexual y que Jeffery utilizó con Mauro para obtener su silencio sobre lo que él había visto.
Actualmente, las cosas han cambiado. Hay testimonios en el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas que comprometen a Jeffery Daniels y el mismo Alessandro Moroni, Superior General del Sodalicio, ha admitido que Daniels cometió abusos sexuales, como se puede constatar en la entrevista que Sandra Belaúnde le hizo para el diario El Comercio (ver http://elcomercio.pe/lima/sucesos/como-diablos-pudo-pasado-esto-sodalicio-noticia-1850794):
– En el caso de Daniels, ex sodálites comentan que sí se supo que él abusó sexualmente de chicos menores de 14 años.
Cometió abusos que se descubrieron hace más de 20 años. Estuvo literalmente aislado durante tres años. Recibió tratamiento psiquiátrico. Después, se le retiró.
Es así que Mauro se ha animado nuevamente a que por fin se publique su testimonio. A estos efectos, ha revisado, corregido y actualizado el texto, utilizando en la medida de lo posible un lenguaje menos coloquial. Al publicar su testimonio, quiero también hacerme eco lo que decía un comentarista anónimo que —bajo el seudónimo de Santiago— dejó un mensaje en mi blog el 20 de febrero de 2013:
Es hora de que se salga al encuentro de las necesidades de las personas, sobre todo de las víctimas, de hermanos nuestros de quienes debimos ser sus guardianes, y que con nuestra pasividad y desidia dejamos caer.
Ocultar hechos es negarse a brindar soluciones y explicaciones, peor aún, no buscar abrirse a la corrección fraterna. Dime: ¿crees que lo que aquí se dice no se habló ya con los superiores o personas de relativo cargo? Hay mucha gente buena que lo ha hecho, pero no ha obtenido nada a cambio. Es lamentable, pero cuando a uno no lo escuchan en su propia casa, tiene que abrirse espacios para reclamar caridad, justicia y acción. No debe de hacerse una rutina de ello; no debe esperarse que sea la presión mediática la que tenga que influenciar en tomar acciones cuando lo debería hacer el Amor de Dios.
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TESTIMONIO DE MAURO BARTRA SOBRE JEFFERY DANIELS
Hola, Martin:
Te conozco de una época en la que frecuentabas el Centro Pastoral de Jesús María. Quisiera compartir una desagradable experiencia que viví cuando era miembro de la Familia Sodálite. Por favor, tómate la libertad de compartir mi testimonio a través de tu blog. Me parece justo que salga a la luz. Para mí no es un caso más de entre tantos que van saliendo. Esto fue lo que yo viví, la parte oscura del Sodalicio que me tocó vivir. Tuve la gran necesidad de encontrar alguna explicación dentro de la institución sodálite, pero la indiferencia fue grande y las disculpas dejaban un aroma a silencio cómplice. Tanto como muchos, llegué a amar esta institución y me quedé con el sinsabor de saber que se está más seguro estando lejos de ella.
Yo era de esos agrupados marianos fieles a la Familia Sodálite, esos que eran punta de lanza para cualquier proyecto. Y es así que en el año 1992 me convocan a ir a Arequipa de misiones, junto con un grupo de escolares de otros colegios de Lima, actividad organizada por Enrique Rivera y Jeffery Daniels. En esa época Jeffery Daniels Valderrama era más conocido como “el apóstol de los niños”. Yo, por mi parte, en esa época trabajaba en el apostolado para niños en Jesús María junto con quien hoy es el P. Alberto Ríos. Jeffery era la contraparte en el Centro Pastoral de San Borja.
Fue en este viaje de misiones donde conocí a Jeffery Daniels, un tipo a primera vista muy gracioso y patero pero con disfuerzos raros: mucha risa, mucha complicidad, en cierta forma muy diferente a los sodálites de la comunidad sodálite Nuestra Señora de la Reconciliación (ubicada en el distrito de Magdalena del Mar), que eran mucho más militantes y más recios. Por lo menos, esa apariencia proyectaban: la de soldados. Jeffery, en cambio, era más bien un “pata” gracioso con chistes raros, como el de imitar a una mujer diciendo: «señor terruco, no me mate», y a los demás chicos de mi edad, que más bien eran de otra clase social, eso les causaba mucha gracia. Yo me reía de compromiso por no desentonar, pero por dentro era mucho más consciente de que en esa época moría gente por acciones del terrorismo. Toda esa atmósfera me generaba cierta duda y a la vez risa por este encantador de serpientes que, con Biblia en mano, llenaba su combi gris de escolares y en ella nos llevaba a recorrer Lima buscando a todos los convocados a las misiones del año 1992.
En el viaje de misiones en Arequipa nos mandaron a un pueblo llamado Huacapuy. Yo estaba más que emocionado y mis expectativas eran muy altas. Por motivos económicos, no pude darme el lujo de ir primero al viaje de promoción del colegio. Pero para mí la decisión estaba muy clara. Con mis ahorros opté por ir a las misiones en lugar de ir al viaje escolar. En mi grupo estaban el Chino Solimano, Daniel Cardó —hoy cura y en esa época compañero de colegio—, Martín López de Romaña —quien era agrupado en Arequipa—, otro chico [a quien llamaremos Leonardo] y dos chicos más, cuyos nombres no recuerdo.
Algo que me llamó la atención desde un principio fueron los chistes homofóbicos que hacía Jeffery Daniels. Además, tenía una cierta inquietud por estar detrás de López de Romaña y también detrás de Leonardo. Recuerdo que en esas noches de frío en Huacapuy, pueblo muy pobre de Arequipa, se despertó más de una vez a medianoche y le pidió a ambos chicos que lo acompañaran a orinar en un silo improvisado que habíamos armado. Eso me pareció raro: que un hombre de más de 30 años tenga miedo a la oscuridad, y más aún para ir al baño. Generalmente, los hombres vamos solos al baño. Recuerdo que entre dormido y despierto le dije: «¿Para qué van de a tres, Jeffery? Seguro que para que te la sacudan…» Recuerdo que Jeffery se quedo mirándome y, como yo se lo dije entre sueños, a la mañana siguiente lo contó como anécdota.
Jeffery Daniels era bien astuto y tenía la habilidad de no ocultar las cosas. Más bien las ridiculizaba para quitarles peso. Era todo un actor. Tenía ese charme, tan encantador para todos. Era cariñoso, gracioso, generoso, lo podías querer en un segundo. Cuando visitamos una comunidad sódalite de Arequipa, donde Sandro Moroni era el superior de la casa, pude ver su amistad con Sandro, quien se mostraba como un persona sincera. Esa cercanía lamentablemente avalaba a Daniels. Además, me confundiría mucho más la popularidad tan alta que tenía.
En la mañana, a las 4:30 a.m., de uno de esos días de misiones, nos mandaron a rezar el rosario de la aurora. Todos nos levantamos para ir menos Jeffery Daniels. Él se quedó junto con Martín López de Romaña y Leonardo. Dijo que ellos no irían. La razón… no me acuerdo, pero sí me quedó la duda. ¿Por qué Jeffery Daniels mandó a los demás a rezar el rosario y él no fue? Se quedó en ese cuarto lleno de polvo y totalmente insalubre. Para mí eso era muy raro, ya que quien hubiera debido encabezar el rosario era él.
Terminado el rosario de la aurora, me adelanté al grupo y regresé rápidamente a la casa. No sé por qué razón, pero en vez de tocar a la puerta decidí abrir de golpe la ventana, que no era más que un pedazo de tela vieja que servía de cortina. ¡Gran error! O gran acierto para mis dudas. Ya que la luz de la mañana entró por la ventana y fue a iluminar justamente la mano de Jeffery Daniels, que acariciaba el trasero de Leonardo. Los tres estaban tapados juntos con sus sacos de dormir. El segundo momento fue cruzar miradas con Jeffery y saber que me hallaba en un verdadero aprieto, ya que todavía me quedaban más de dos semanas en ese pueblo olvidado sin más consejero que mi rosario, sin poder entender nada.
Lo que siguió a ese hecho fue una obra de arte de manipulación psicológica por parte de un depredador sexual como Jeffery Daniels.
Ese mismo día en la noche Jeffery nos juntó a su alrededor, sacó su Biblia, encendió unos cirios y comenzó a hablarnos del pecado y dijo que sentía la presencia del demonio entre nosotros. Por supuesto, todos con miedo y hasta hubo llantos… Él lo controlaba todo. Luego dijo que cada uno de los presentes estaba en falta con Dios y los mandó a dormir a todos menos a mí. Quería conversar conmigo. El camino ya estaba trazado psicológicamente: ya me sentía un pecador.
Quería hablar conmigo a solas. Me preguntó sobre lo que había visto. Me dijo que eso no ocurrió, que yo estaba mal, y también me dijo que yo podía tener tendencias homosexuales… ¡Cómo sería de astuto Daniels que llego a explorar en mi pasado y sacar un incidente en el cual el tío de un amigo del colegio una vez me tocó el trasero y yo me asusté, y por miedo y por vergüenza no se lo conté a mi padre! A mí esta experiencia me perturbó de niño y en parte era mi secreto. Se valió de eso para decirme que yo tenía tendencias homosexuales y que veía en otros cosas que no pasaban, pero que él no iba a contar nada, que esto era un secreto entre los dos. Y así fue desde ese momento en adelante. Nada tenía sentido. Sólo había en mí una inseguridad profunda al no saber si todo esto era parte de la obra de Dios.
Regresé de misiones confundido, pensando que veía cosas que no eran y de alguna manera cuestionando mi condición sexual, y para colmo tenía un secreto con Jeffery Daniels que no debía contar por mi propio bien y por el bien del MVC (Movimiento de Vida Cristiana) y del Sodalicio, ya que destruiría una institución, pues si yo estaba equivocado, podría causar mucho daño. Además, ¿cómo podría ser un abusador este individuo si vivía en una comunidad sodálite junto con Humberto del Castillo, experto en tomar exámenes psicológicos a menores de edad y sin permiso de sus padres? ¿Cómo ellos no se podían dar cuenta y yo sí? La verdad es que a los sodálites los teníamos tan sobrevalorados, y hasta pensábamos que una comunidad sodálite era un pedazo de cielo, un lugar sin pecado, sin historias ocultas. Pero hoy sé que no me inventé historias, sino que todo esto fue y es real.
Semanas después de regresar de misiones en Arequipa a Lima, ya no continué en el grupito de posibles sodálites. Me regresaron al Centro Pastoral de Jesús María. Daniels conversó con Gustavo Pedraza, mi animador de agrupación mariana, el cual me mandó donde Carlos Mendoza, también miembro de la Familia Sodálite. Como Carlos era psiquiatra, me iba ayudar a “sacar el pecado”, ya que su teoría era que cómo de niño me manosearon, yo pude sentir placer y ése era mi pecado. Y por esa razón me mandó donde el P. Muguiro (que no era cura sodálite sino jesuita, pero del cual decían que era todo un santo). Debo reconocer la buena voluntad de Carlos Mendoza por querer ayudar sin saber que se trataba de algo fabricado por Daniels. La historia continuó. Fui donde el P. Muguiro, confesé mi supuesto “gran pecado”, que —a decir verdad— tuve que aceptar. Cuando se lo dije al P. Muguiro, ni le prestó atención. Al final, pecado inventado quedó reconciliado, pero de mi cabeza nunca se fue la imagen de Jeffery Daniels tocándole el trasero a ese chico. Lo peor es que nunca le dije a nadie lo que me había ocurrido de chico. Tuve mucha vergüenza y miedo.
Pasó el tiempo y me volví cruzar nuevamente con Jeffery Daniels en el Centro Pastoral de San Borja. Él venía de hacerle apostolado a unos niños no mayores de 7 años. Se separó de los niños, se acercó a mí a saludarme y me dijo al oído lo siguiente: «¿Y cómo va nuestro secreto?» A lo cual yo le respondí: «Bien, no te preocupes». Pero en ese momento me di cuenta por su mirada de que él temía algo, que quizá lo que yo vi sucedió realmente.
Algunos años después, por propias indagaciones, me enteré de que Jeffery Daniels ya no vivía en la comunidad sodálite ubicada en San Borja. Un amigo sodálite me dijo que estaba viviendo en San Bartolo, en una casa de formación sodálite, y que nadie le podía hablar, cosa que me pareció muy rara, y a mi amigo también. Pero yo seguí investigando a mi manera. Tiempo después me cruce casualmente con Jeffery Daniels en la Procesión del Señor de los Milagros. Andaba al lado de dos sodálites que parecían sus guardaespaldas. Jeffery Daniels me miró, me saludó, pero tenía cara de perturbado, como un loco.
Fue en ese momento en que me di cuenta de que Jeffery Daniels Valderrama era un abusador, pero también de que a este individuo lo tenían como enjaulado, escondido del resto, incomunicado. Jeffery Daniels no era cualquier sodálite. Él estuvo a cargo del apostolado de muchos niños y adolescentes en la década de los noventa. Entonces ya era muy conocido como “el apóstol de los niños”.
Luego de darme cuenta de que la historia era distinta y muy seguro de que no era producto de mi imaginación, llamé a todo los involucrados. Era como que quería reivindicarme. Primero llamé a Gustavo Pedraza, mi ex animador, le dije que tenía que hablar con él personalmente, pero nunca me dio la cara, pues no tenía tiempo. Le conté los hechos y los ignoró por completo. En ese momento me sentí peor, y fui a buscar a Carlos Mendoza y le pregunté en su consultorio por Jeffery Daniels y toda esta farsa. Su respuesta fue la siguiente: «Ahhh, qué pena, a ti también te hizo daño. Me olvidé de buscarte…. Mira, Jeffery Daniels es un abusador sexual de niños, fue mi paciente y se caracterizó por no tener arrepentimiento de nada». Me dijo que había hecho daño a varios niños y que era tan malo, que cuando contaba lo que les hacía, se reía. No me dio más detalles y me dijo que me quede tranquilo y que dentro de todo tuve mucha suerte. Luego me dijo: «Imagínate, fue el mismo mismo Germán Doig quien se encargó de pedir perdón a todas las familias afectadas por los actos cometidos por Jeffery Daniels». Lo cual me dio mucha pena en ese momento, teniendo tan en alto la imagen de Germán Doig.
Tiempo después, con los datos que se tenía de Jeffery, se supo que violó prácticamente a agrupaciones enteras y todo era ya conocido por la cúpula del Sodalicio. Hoy Jeffery Daniels vive en Estados Unidos, donde sé ha casado y ha formado una familia. Pero puedo estar seguro de que sus rasgos psicópatas de depredador sexual no los dejó en el Perú. Jeffery Daniels Valderrama está suelto en plaza, gracias al silencio cómplice del Sodalicio de Vida Cristiana.
¿Por qué encubrimiento? Con el tiempo descubrí mediante conversaciones con amigos vinculados que se mandó retirar o borrar todo material de video donde aparecía Daniels en San José Producciones (desaparecida empresa productora de medios de los sodálites). Una prueba mas del encubrimiento: borrar su existencia y volverlo sólo una pesadilla.
En estos días, 23 años después de los hechos, me pude juntar con Martín López de Romaña, quien me confirmó los tocamientos que le hizo Jeffery Daniels al chico de mi relato. También me contó que Jeffery Daniels le dijo que éstos métodos de contacto servían para fortalecer el espíritu de los chicos inseguros y necesitados de afecto, y por eso los tocaba. Pero eso sí, esto no se lo hacía a cualquiera, estos “ensayos de terapias” eran sólo para los que él elegía.
Hoy, frente al tema de Luis Fernando Figari y Germán Doig, si bien son escandalosos y muchos se rasgan las vestiduras, son solo mediáticos y todos parecen haber olvidado al verdadero y activo monstruo, que no es otro que Jeffery Daniels Valderrama. De él nadie habla, pero todos sabían de sus acciones y las ocultaron, engañaron a sus víctimas con falsos golpes de pecho y exportaron al monstruo fuera del país. Hoy la gran pregunta es quiénes lo sabían, quiénes lo dejaron libre, por qué no lo denunciaron. Los implicados en este silencio, por respeto a todas las víctimas, deberían poner sus cargos a disposición y entregarlos a gente nueva y honesta, la cual estoy seguro de que existe en el Sodalicio. Ya que todos los actuales voceros del Sodalicio fueron parte de este silencio.
Bueno, Martin, ésta es mi historia, que puede ser validada por Martín López de Romaña.
Lima, 26 de octubre de 2015
Mauro Bartra Cenzano
DNI 10140039
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Como dato importante, Jeffery Daniels habría sido recluido en una de las casas de formación de San Bartolo en 1997, y habría permanecido allí más de dos años y medio. El incidente que narra Mauro ocurrió en 1992. De modo que durante gran parte de los 90 Daniels habría tenido carta libre para cometer sus fechorías. Y es probable que sus víctimas se cuenten por decenas.
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POST SCRIPTUM (31 de octubre de 2015)
Extrañado por la imposibilidad de encontrar datos sobre Daniels en la red, barajé la posibilidad de haber escrito mal su nombre. Y parece que efectivamente ha sido así. Con el nombre de Jeffery —y no Jeffrey— he encontrado datos en el portal mylife que coinciden con el personaje (ver https://www.mylife.com/jeffery-daniels/jedan67). Se trata de un tal Jeffery Daniels (Valderrama), de 47 años de edad, que viviría actualmente en Antioch, en el estado de Illinois (EE.UU.), y que trabajaría como webmaster para Chicago Fittings Corporation.
En consonancia con estos datos, el nombre de pila de Daniels será corregido todas las veces que se le ha mencionado en este blog.