«NO HAGAMOS LEÑA DEL ÁRBOL CAÍDO»

He recibido hoy un e-mail de un chica cuya hermana participa de las Agrupaciones Marianas, uno de los grupos que integran la Familia Sodálite. Me cuenta que la animadora invitó a las chicas a vivir la caridad, que les dijo que no se debía hacer leña del árbol caído y que además aún no se ha probado nada contra Luis Fernando Figari. La chica que me escribió me relata que su hermana estaba indignada, y que se indignó aún más cuando se les repartió un folleto para la meditación, cuyo pie de página aparece en la imagen que reproduzco a continuación.

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En otras palabras, se les estaba pidiendo a agrupadas marianas que meditaran textos redactados por un supuesto seductor y abusador de menores de edad, megalómano —de eso puedo dar yo testimonio—, secuestrador de libertades y conciencias ajenas, manipulador de vidas truncadas en pleno florecer.

Además, si bien es cierto que todavía no se ha abierto un proceso, es falso que no se haya probado nada contra Figari. Hay pruebas testimoniales, de las cuales algunas han sido publicadas en el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz. No debemos esperar tener otro tipo de pruebas, ya sean documentales o de cariz científico. Generalmente, no suele ocurrir que haya fotografías de actos condenables efectuados a puerta cerrada, ni tampoco podremos disponer del calzoncillo que llevaba puesto el perpetrador en el momento de cometer sus perversidades, a fin de someterlo a un análisis forense bajo el microscopio.

Las pruebas testimoniales deberían bastar, si se verifica su coherencia y verosimilitud. Recordemos que el mismo cristianismo se basa no en evidencias científicas sino en pruebas testimoniales, a saber, los escritos redactados por los autores del Nuevo Testamento. Y quien niegue el valor probatorio de una prueba testimonial que resista un análisis metodológico adecuado, deberá negar también las bases mismas en las que se sustenta la religión cristiana.

OVEJAS SIN PASTOR

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El arzobispo Cipriani, pastor supremo de la circunscripción eclesiástica con mayor número de fieles católicos en el Perú, no ha dado hasta ahora la cara respecto a los supuestos delitos de abusos sexuales cometidos por el fundador del Sodalicio en su arquidiócesis. Dejó que otro hablara de responsabilidades en su programa Diálogos de Fe, mientras él se iba a hacer turismo religioso a Chile. Porque, a decir verdad, no tiene ninguna jurisdicción personal sobre los peruanos católicos residentes en Santiago de Chile. Su presencia allí no era requerida ni necesaria.

En Lima, el P. Luis Gaspar Uribe, vicario del Tribunal Eclesiástico, se dedicó a exculparlo, explicando por qué Cipriani no tenía ninguna responsabilidad ni competencia para gestionar las denuncias contra Figari. El Sodalicio es una asociación de derecho pontificio. Cualquier denuncia al respecto está reservada a la Santa Sede.

Mientras tanto, Cipriani declaraba perogrulladas al diario chileno El Mercurio: «las denuncias se tienen que investigar hasta el final, los hechos denunciados son increíblemente malos. […] Hemos actuado con absoluta transparencia y rapidez ante un suceso que atañe a un laico de una congregación de derecho pontificio. […] El tema es lamentable y doloroso».

Tanta transparencia, que nunca ha dicho «esta boca es mía» respecto a las denuncias ingresadas al Tribunal Eclesiástico en el año 2011, y tanta rapidez, que en cuatro años no ha movido un solo dedo para aclarar los hechos denunciados.

Las víctimas son miembros de la grey a cargo de Cipriani. Sabemos que cuando venga el lobo, con un pastor así, éste huirá cobardemente para luego decir que no fue culpa suya que las ovejas fueran devoradas.

(Columna publicada en Exitosa el 28 de octubre de 2015)

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Como católico creyente, siento vergüenza ajena cada vez que me entero de cómo reaccionan y actúan muchas autoridades eclesiásticas ante casos de abusos sexuales cometidos por consagrados, religiosos o sacerdotes a nivel mundial. Y el actual arzobispo de Lima no es ninguna excepción.

El día de ayer, 28 de octubre, Cipriani pronunció las siguientes palabras en la homilía de la Misa del Señor de los Milagros.

«Siento el deber de expresar una condena total cuando vemos que algún miembro de la Iglesia está involucrado en abusos sexuales contra gente menor. ¡Jamás y por ningún motivo la Iglesia puede permitir que se ofenda a Dios por personas que deben dar ejemplo de Dios!»

A decir verdad, son palabras tardías, vanas e inútiles, pues ni Cipriani ni ninguna autoridad eclesiástica pueden evitar que ocurran estos delitos a puerta cerrada. Como reza el el dicho, eso sucede hasta en las mejores familias.

Sin embargo, ¿por qué Cipriani no hizo nada ante las denuncias, salvo tramitarlas burocráticamente como es debido? ¿Por qué se lanza a sí mismo este salvavidas, cuando nunca antes ha hablado en estos términos de los abusos sexuales cometidos por «personas que deben dar ejemplo de Dios», más aun cuando a través de miembros del tribunal eclesiástico de su jurisdicción y del abogado del arzobispado, Natale Amprimo, ha buscado deslindar cualquier responsabilidad suya frente las siete denuncias contra Figari que fueron presentadas desde el año 2011 en adelante en el tribunal eclesiástico del cual él es moderador?

Además, ¿es cierto que Cipriani no tiene ninguna injerencia en el Tribunal Interdiocesano de Lima? Por lo menos, eso es lo que ha dado a entender un comunicado del 21 de octubre emitido por el mismo tribunal:

Nuestro Tribunal es una instancia jurídico canónica absolutamente autónoma, encargada de administrar justicia eclesiástica, conforme al Derecho Canónico vigente. No está sometido ni responde a las directivas de ninguno de los veintidós Obispos de las diversas circunscripciones en las que imparte justicia.

Si nos tomamos el trabajo de verificar qué es lo que dice el “Derecho Canónico vigente” sobre los tribunales interdiocesanos, encontraremos algo muy distinto:

1423 § 1. En sustitución de los tribunales diocesanos, mencionados en los ⇒ cc. 1419-1421, varios Obispos diocesanos, con la aprobación de la Sede Apostólica, pueden constituir de común acuerdo un tribunal único de primera instancia para sus diócesis; en este caso, el grupo de Obispos o el Obispo designado por ellos tienen todas las potestades que corresponden al Obispo diocesano sobre su tribunal.

¿Y cuáles son “las potestades que corresponden al Obispo diocesano sobre su tribunal”?

1419 § 1. En cada diócesis, y para todas las causas no exceptuadas expresamente por el derecho, el juez de primera instancia es el Obispo diocesano, que puede ejercer la potestad judicial por sí mismo o por medio de otros de acuerdo con los cánones que siguen.

1420 § 1. Todo Obispo diocesano debe nombrar un Vicario judicial u Oficial con potestad ordinaria de juzgar, distinto del Vicario general, a no ser que lo reducido de la diócesis o la escasez de causas aconsejen otra cosa.

§ 2. El Vicario judicial constituye un solo tribunal con el Obispo, pero no puede juzgar las causas que el Obispo se haya reservado.

En resumen, según el Derecho Canónico vigente, un tribunal eclesiástico interdiocesano no puede ser una instancia que actúe al margen de los obispos que lo han constituido y ser gestionado sin injerencia alguna de ellos o del obispo designado para moderarlo, el cual tiene potestad judicial. No hay ninguna ninguna norma que autorice a un tribunal eclesiástico, sea diocesano o interdiocesano, a actuar de manera autónoma.

El responsable del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima, por lo tanto, sigue siendo Cipriani en cuanto moderador. Así pues, era su responsabilidad estar al tanto de denuncias tan graves y, si bien no goza de la competencia para realizar un proceso, debido a que el acusado pertenece a un instituto de derecho pontificio, sí tenía la responsabilidad pastoral de investigar si este tipo de abusos podían seguir dándose a fin de tomar las medidas preventivas del caso, y apoyar y acoger a las víctimas. Parece que en estos últimos cuatro años ha tenido cosas más importantes que hacer que preocuparse de unas cuantas ovejas suyas que han sufrido abusos sexuales por parte de miembros de un instituto religioso autorizado por la Iglesia. Y lo único que parece preocuparle ahora es salvar el propio pellejo.

¿Alguna vez habrá leído y meditado estas palabras salidas de la boca de un antiguo profeta bíblico?

«¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?» (Ezequiel 34, 2)

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FUENTES

Radioprogramas del Perú (RPP)
Tribunal Eclesiástico se pronuncia sobre las denuncias contra Luis Fernando Figari (22/10/2015)
http://rpp.pe/lima/judiciales/tribunal-eclesiastico-se-pronuncia-sobre-las-denuncias-contra-luis-fernando-figari-noticia-907387

Perú21
Juan Luis Cipriani: “Quien haga daño a un niño, que le cuelguen una piedra y lo envíen al fondo del mar” (Miércoles 28 de octubre del 2015)
http://peru21.pe/actualidad/cipriani-que-haga-dano-nino-que-le-cuelguen-y-lo-envien-al-fondo-mar-2230780
“Cipriani no protege a Figari ni al Sodalicio” (Miércoles 28 de octubre del 2015)
http://peru21.pe/opinion/natale-amprimo-abogado-arzobispado-cipriani-no-protege-figari-ni-al-sodalicio-2230752

JEFFERY DANIELS, SODÁLITE

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Jeffery Stewart Daniels Valderrama

El nombre de Jeffery Daniels como un supuesto abusador sexual del Sodalicio salió por primera vez a la luz pública en este blog a través de comentarios anónimos que algunos usuarios dejaron en mi post SODALICIO Y SEXO, publicado el 30 de enero de 2013. Posteriormente recopilé varios de estos mensajes, les hice algunos retoques de redacción y los publiqué el 20 de septiembre del mismo año en mi post ¿HISTORIA DE ENCUBRIMIENTOS EN EL SODALICIO?, pues aunque no conocía la identidad de los remitentes, los datos sobre Daniels como un depredador sexual resultaban verosímiles.

Jeffery Daniels, a quien conocí personalmente, fue sodálite consagrado de comunidad en la década de los 90. Ex alumno del Colegio Santa María de los Marianistas (Monterrico), nunca fue una persona que me cayera bien, pues no obstante que derrochaba una pícara y traviesa simpatía y tenía un carisma especial que atraía a niños y jóvenes adolescentes, había un casi imperceptible dejo de insolencia en su hablar y mucha superficialidad en sus comentarios. Nunca me pareció una persona confiable y sincera.

Aun así, yo mismo estaba sorprendido por las acusaciones contra Daniels, pues nunca me había imaginado que hubiera podido llegar a cometer los actos que —sin entrar en mucho detalle— se señalaban en los comentarios anónimos que he mencionado. Hasta que el 2 de octubre de ese mismo año me llegó repentinamente un e-mail de Mauro Bartra, un ex agrupado mariano de Jesús María a quien conocía personalmente, que había sido testigo directo de un incidente de implicaciones sexuales protagonizado por Jeffery Daniels y que por fin se había armado de valor para contar su historia. Su relato, escrito en un lenguaje coloquial y vivaz, era absolutamente verosímil y mencionaba a algunas personas que yo conocía, razón por la cual no creí conveniente publicarlo en ese momento, pues en ese entonces había el riesgo de denuncias por difamación contra este ex agrupado, y más aún si no se tenía la seguridad de que hubiera otros testigos que pudieran corroborar su historia. Además, yo en ese momento acababa de publicar en mi blog una serie de artículos sobre Germán Doig y me hallaba en el ojo de la tormenta. Publicar el testimonio de manera anónima le hubiera quitado todo el peso que tenía, y hubiera sido fácil presa de aquellos que hubieran estado dispuestos a presentarlo como un producto malintencionado de mi imaginación. El riesgo era muy alto.

Sólo utilicé una parte del testimonio de Mauro de manera anónima en mi post SODALITIUM 93: ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE, como ejemplo para ilustrar la manipulación psicológica que en ocasiones se aplicaba en el Sodalicio cuando se hacía dudar a algunas personas de su identidad sexual y que Jeffery utilizó con Mauro para obtener su silencio sobre lo que él había visto.

Actualmente, las cosas han cambiado. Hay testimonios en el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas que comprometen a Jeffery Daniels y el mismo Alessandro Moroni, Superior General del Sodalicio, ha admitido que Daniels cometió abusos sexuales, como se puede constatar en la entrevista que Sandra Belaúnde le hizo para el diario El Comercio (ver http://elcomercio.pe/lima/sucesos/como-diablos-pudo-pasado-esto-sodalicio-noticia-1850794):

– En el caso de Daniels, ex sodálites comentan que sí se supo que él abusó sexualmente de chicos menores de 14 años.
Cometió abusos que se descubrieron hace más de 20 años. Estuvo literalmente aislado durante tres años. Recibió tratamiento psiquiátrico. Después, se le retiró.

Es así que Mauro se ha animado nuevamente a que por fin se publique su testimonio. A estos efectos, ha revisado, corregido y actualizado el texto, utilizando en la medida de lo posible un lenguaje menos coloquial. Al publicar su testimonio, quiero también hacerme eco lo que decía un comentarista anónimo que —bajo el seudónimo de Santiago— dejó un mensaje en mi blog el 20 de febrero de 2013:

Es hora de que se salga al encuentro de las necesidades de las personas, sobre todo de las víctimas, de hermanos nuestros de quienes debimos ser sus guardianes, y que con nuestra pasividad y desidia dejamos caer.

Ocultar hechos es negarse a brindar soluciones y explicaciones, peor aún, no buscar abrirse a la corrección fraterna. Dime: ¿crees que lo que aquí se dice no se habló ya con los superiores o personas de relativo cargo? Hay mucha gente buena que lo ha hecho, pero no ha obtenido nada a cambio. Es lamentable, pero cuando a uno no lo escuchan en su propia casa, tiene que abrirse espacios para reclamar caridad, justicia y acción. No debe de hacerse una rutina de ello; no debe esperarse que sea la presión mediática la que tenga que influenciar en tomar acciones cuando lo debería hacer el Amor de Dios.

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TESTIMONIO DE MAURO BARTRA SOBRE JEFFERY DANIELS

Hola, Martin:

Te conozco de una época en la que frecuentabas el Centro Pastoral de Jesús María. Quisiera compartir una desagradable experiencia que viví cuando era miembro de la Familia Sodálite. Por favor, tómate la libertad de compartir mi testimonio a través de tu blog. Me parece justo que salga a la luz. Para mí no es un caso más de entre tantos que van saliendo. Esto fue lo que yo viví, la parte oscura del Sodalicio que me tocó vivir. Tuve la gran necesidad de encontrar alguna explicación dentro de la institución sodálite, pero la indiferencia fue grande y las disculpas dejaban un aroma a silencio cómplice. Tanto como muchos, llegué a amar esta institución y me quedé con el sinsabor de saber que se está más seguro estando lejos de ella.

Yo era de esos agrupados marianos fieles a la Familia Sodálite, esos que eran punta de lanza para cualquier proyecto. Y es así que en el año 1992 me convocan a ir a Arequipa de misiones, junto con un grupo de escolares de otros colegios de Lima, actividad organizada por Enrique Rivera y Jeffery Daniels. En esa época Jeffery Daniels Valderrama era más conocido como “el apóstol de los niños”. Yo, por mi parte, en esa época trabajaba en el apostolado para niños en Jesús María junto con quien hoy es el P. Alberto Ríos. Jeffery era la contraparte en el Centro Pastoral de San Borja.

Fue en este viaje de misiones donde conocí a Jeffery Daniels, un tipo a primera vista muy gracioso y patero pero con disfuerzos raros: mucha risa, mucha complicidad, en cierta forma muy diferente a los sodálites de la comunidad sodálite Nuestra Señora de la Reconciliación (ubicada en el distrito de Magdalena del Mar), que eran mucho más militantes y más recios. Por lo menos, esa apariencia proyectaban: la de soldados. Jeffery, en cambio, era más bien un “pata” gracioso con chistes raros, como el de imitar a una mujer diciendo: «señor terruco, no me mate», y a los demás chicos de mi edad, que más bien eran de otra clase social, eso les causaba mucha gracia. Yo me reía de compromiso por no desentonar, pero por dentro era mucho más consciente de que en esa época moría gente por acciones del terrorismo. Toda esa atmósfera me generaba cierta duda y a la vez risa por este encantador de serpientes que, con Biblia en mano, llenaba su combi gris de escolares y en ella nos llevaba a recorrer Lima buscando a todos los convocados a las misiones del año 1992.

En el viaje de misiones en Arequipa nos mandaron a un pueblo llamado Huacapuy. Yo estaba más que emocionado y mis expectativas eran muy altas. Por motivos económicos, no pude darme el lujo de ir primero al viaje de promoción del colegio. Pero para mí la decisión estaba muy clara. Con mis ahorros opté por ir a las misiones en lugar de ir al viaje escolar. En mi grupo estaban el Chino Solimano, Daniel Cardó —hoy cura y en esa época compañero de colegio—, Martín López de Romaña —quien era agrupado en Arequipa—, otro chico [a quien llamaremos Leonardo] y dos chicos más, cuyos nombres no recuerdo.

Algo que me llamó la atención desde un principio fueron los chistes homofóbicos que hacía Jeffery Daniels. Además, tenía una cierta inquietud por estar detrás de López de Romaña y también detrás de Leonardo. Recuerdo que en esas noches de frío en Huacapuy, pueblo muy pobre de Arequipa, se despertó más de una vez a medianoche y le pidió a ambos chicos que lo acompañaran a orinar en un silo improvisado que habíamos armado. Eso me pareció raro: que un hombre de más de 30 años tenga miedo a la oscuridad, y más aún para ir al baño. Generalmente, los hombres vamos solos al baño. Recuerdo que entre dormido y despierto le dije: «¿Para qué van de a tres, Jeffery? Seguro que para que te la sacudan…» Recuerdo que Jeffery se quedo mirándome y, como yo se lo dije entre sueños, a la mañana siguiente lo contó como anécdota.

Jeffery Daniels era bien astuto y tenía la habilidad de no ocultar las cosas. Más bien las ridiculizaba para quitarles peso. Era todo un actor. Tenía ese charme, tan encantador para todos. Era cariñoso, gracioso, generoso, lo podías querer en un segundo. Cuando visitamos una comunidad sódalite de Arequipa, donde Sandro Moroni era el superior de la casa, pude ver su amistad con Sandro, quien se mostraba como un persona sincera. Esa cercanía lamentablemente avalaba a Daniels. Además, me confundiría mucho más la popularidad tan alta que tenía.

En la mañana, a las 4:30 a.m., de uno de esos días de misiones, nos mandaron a rezar el rosario de la aurora. Todos nos levantamos para ir menos Jeffery Daniels. Él se quedó junto con Martín López de Romaña y Leonardo. Dijo que ellos no irían. La razón… no me acuerdo, pero sí me quedó la duda. ¿Por qué Jeffery Daniels mandó a los demás a rezar el rosario y él no fue? Se quedó en ese cuarto lleno de polvo y totalmente insalubre. Para mí eso era muy raro, ya que quien hubiera debido encabezar el rosario era él.

Terminado el rosario de la aurora, me adelanté al grupo y regresé rápidamente a la casa. No sé por qué razón, pero en vez de tocar a la puerta decidí abrir de golpe la ventana, que no era más que un pedazo de tela vieja que servía de cortina. ¡Gran error! O gran acierto para mis dudas. Ya que la luz de la mañana entró por la ventana y fue a iluminar justamente la mano de Jeffery Daniels, que acariciaba el trasero de Leonardo. Los tres estaban tapados juntos con sus sacos de dormir. El segundo momento fue cruzar miradas con Jeffery y saber que me hallaba en un verdadero aprieto, ya que todavía me quedaban más de dos semanas en ese pueblo olvidado sin más consejero que mi rosario, sin poder entender nada.

Lo que siguió a ese hecho fue una obra de arte de manipulación psicológica por parte de un depredador sexual como Jeffery Daniels.

Ese mismo día en la noche Jeffery nos juntó a su alrededor, sacó su Biblia, encendió unos cirios y comenzó a hablarnos del pecado y dijo que sentía la presencia del demonio entre nosotros. Por supuesto, todos con miedo y hasta hubo llantos… Él lo controlaba todo. Luego dijo que cada uno de los presentes estaba en falta con Dios y los mandó a dormir a todos menos a mí. Quería conversar conmigo. El camino ya estaba trazado psicológicamente: ya me sentía un pecador.

Quería hablar conmigo a solas. Me preguntó sobre lo que había visto. Me dijo que eso no ocurrió, que yo estaba mal, y también me dijo que yo podía tener tendencias homosexuales… ¡Cómo sería de astuto Daniels que llego a explorar en mi pasado y sacar un incidente en el cual el tío de un amigo del colegio una vez me tocó el trasero y yo me asusté, y por miedo y por vergüenza no se lo conté a mi padre! A mí esta experiencia me perturbó de niño y en parte era mi secreto. Se valió de eso para decirme que yo tenía tendencias homosexuales y que veía en otros cosas que no pasaban, pero que él no iba a contar nada, que esto era un secreto entre los dos. Y así fue desde ese momento en adelante. Nada tenía sentido. Sólo había en mí una inseguridad profunda al no saber si todo esto era parte de la obra de Dios.

Regresé de misiones confundido, pensando que veía cosas que no eran y de alguna manera cuestionando mi condición sexual, y para colmo tenía un secreto con Jeffery Daniels que no debía contar por mi propio bien y por el bien del MVC (Movimiento de Vida Cristiana) y del Sodalicio, ya que destruiría una institución, pues si yo estaba equivocado, podría causar mucho daño. Además, ¿cómo podría ser un abusador este individuo si vivía en una comunidad sodálite junto con Humberto del Castillo, experto en tomar exámenes psicológicos a menores de edad y sin permiso de sus padres? ¿Cómo ellos no se podían dar cuenta y yo sí? La verdad es que a los sodálites los teníamos tan sobrevalorados, y hasta pensábamos que una comunidad sodálite era un pedazo de cielo, un lugar sin pecado, sin historias ocultas. Pero hoy sé que no me inventé historias, sino que todo esto fue y es real.

Semanas después de regresar de misiones en Arequipa a Lima, ya no continué en el grupito de posibles sodálites. Me regresaron al Centro Pastoral de Jesús María. Daniels conversó con Gustavo Pedraza, mi animador de agrupación mariana, el cual me mandó donde Carlos Mendoza, también miembro de la Familia Sodálite. Como Carlos era psiquiatra, me iba ayudar a “sacar el pecado”, ya que su teoría era que cómo de niño me manosearon, yo pude sentir placer y ése era mi pecado. Y por esa razón me mandó donde el P. Muguiro (que no era cura sodálite sino jesuita, pero del cual decían que era todo un santo). Debo reconocer la buena voluntad de Carlos Mendoza por querer ayudar sin saber que se trataba de algo fabricado por Daniels. La historia continuó. Fui donde el P. Muguiro, confesé mi supuesto “gran pecado”, que —a decir verdad— tuve que aceptar. Cuando se lo dije al P. Muguiro, ni le prestó atención. Al final, pecado inventado quedó reconciliado, pero de mi cabeza nunca se fue la imagen de Jeffery Daniels tocándole el trasero a ese chico. Lo peor es que nunca le dije a nadie lo que me había ocurrido de chico. Tuve mucha vergüenza y miedo.

Pasó el tiempo y me volví cruzar nuevamente con Jeffery Daniels en el Centro Pastoral de San Borja. Él venía de hacerle apostolado a unos niños no mayores de 7 años. Se separó de los niños, se acercó a mí a saludarme y me dijo al oído lo siguiente: «¿Y cómo va nuestro secreto?» A lo cual yo le respondí: «Bien, no te preocupes». Pero en ese momento me di cuenta por su mirada de que él temía algo, que quizá lo que yo vi sucedió realmente.

Algunos años después, por propias indagaciones, me enteré de que Jeffery Daniels ya no vivía en la comunidad sodálite ubicada en San Borja. Un amigo sodálite me dijo que estaba viviendo en San Bartolo, en una casa de formación sodálite, y que nadie le podía hablar, cosa que me pareció muy rara, y a mi amigo también. Pero yo seguí investigando a mi manera. Tiempo después me cruce casualmente con Jeffery Daniels en la Procesión del Señor de los Milagros. Andaba al lado de dos sodálites que parecían sus guardaespaldas. Jeffery Daniels me miró, me saludó, pero tenía cara de perturbado, como un loco.

Fue en ese momento en que me di cuenta de que Jeffery Daniels Valderrama era un abusador, pero también de que a este individuo lo tenían como enjaulado, escondido del resto, incomunicado. Jeffery Daniels no era cualquier sodálite. Él estuvo a cargo del apostolado de muchos niños y adolescentes en la década de los noventa. Entonces ya era muy conocido como “el apóstol de los niños”.

Luego de darme cuenta de que la historia era distinta y muy seguro de que no era producto de mi imaginación, llamé a todo los involucrados. Era como que quería reivindicarme. Primero llamé a Gustavo Pedraza, mi ex animador, le dije que tenía que hablar con él personalmente, pero nunca me dio la cara, pues no tenía tiempo. Le conté los hechos y los ignoró por completo. En ese momento me sentí peor, y fui a buscar a Carlos Mendoza y le pregunté en su consultorio por Jeffery Daniels y toda esta farsa. Su respuesta fue la siguiente: «Ahhh, qué pena, a ti también te hizo daño. Me olvidé de buscarte…. Mira, Jeffery Daniels es un abusador sexual de niños, fue mi paciente y se caracterizó por no tener arrepentimiento de nada». Me dijo que había hecho daño a varios niños y que era tan malo, que cuando contaba lo que les hacía, se reía. No me dio más detalles y me dijo que me quede tranquilo y que dentro de todo tuve mucha suerte. Luego me dijo: «Imagínate, fue el mismo mismo Germán Doig quien se encargó de pedir perdón a todas las familias afectadas por los actos cometidos por Jeffery Daniels». Lo cual me dio mucha pena en ese momento, teniendo tan en alto la imagen de Germán Doig.

Tiempo después, con los datos que se tenía de Jeffery, se supo que violó prácticamente a agrupaciones enteras y todo era ya conocido por la cúpula del Sodalicio. Hoy Jeffery Daniels vive en Estados Unidos, donde sé ha casado y ha formado una familia. Pero puedo estar seguro de que sus rasgos psicópatas de depredador sexual no los dejó en el Perú. Jeffery Daniels Valderrama está suelto en plaza, gracias al silencio cómplice del Sodalicio de Vida Cristiana.

¿Por qué encubrimiento? Con el tiempo descubrí mediante conversaciones con amigos vinculados que se mandó retirar o borrar todo material de video donde aparecía Daniels en San José Producciones (desaparecida empresa productora de medios de los sodálites). Una prueba mas del encubrimiento: borrar su existencia y volverlo sólo una pesadilla.

En estos días, 23 años después de los hechos, me pude juntar con Martín López de Romaña, quien me confirmó los tocamientos que le hizo Jeffery Daniels al chico de mi relato. También me contó que Jeffery Daniels le dijo que éstos métodos de contacto servían para fortalecer el espíritu de los chicos inseguros y necesitados de afecto, y por eso los tocaba. Pero eso sí, esto no se lo hacía a cualquiera, estos “ensayos de terapias” eran sólo para los que él elegía.

Hoy, frente al tema de Luis Fernando Figari y Germán Doig, si bien son escandalosos y muchos se rasgan las vestiduras, son solo mediáticos y todos parecen haber olvidado al verdadero y activo monstruo, que no es otro que Jeffery Daniels Valderrama. De él nadie habla, pero todos sabían de sus acciones y las ocultaron, engañaron a sus víctimas con falsos golpes de pecho y exportaron al monstruo fuera del país. Hoy la gran pregunta es quiénes lo sabían, quiénes lo dejaron libre, por qué no lo denunciaron. Los implicados en este silencio, por respeto a todas las víctimas, deberían poner sus cargos a disposición y entregarlos a gente nueva y honesta, la cual estoy seguro de que existe en el Sodalicio. Ya que todos los actuales voceros del Sodalicio fueron parte de este silencio.

Bueno, Martin, ésta es mi historia, que puede ser validada por Martín López de Romaña.

Lima, 26 de octubre de 2015

Mauro Bartra Cenzano
DNI 10140039

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Como dato importante, Jeffery Daniels habría sido recluido en una de las casas de formación de San Bartolo en 1997, y habría permanecido allí más de dos años y medio. El incidente que narra Mauro ocurrió en 1992. De modo que durante gran parte de los 90 Daniels habría tenido carta libre para cometer sus fechorías. Y es probable que sus víctimas se cuenten por decenas.

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POST SCRIPTUM (31 de octubre de 2015)

Extrañado por la imposibilidad de encontrar datos sobre Daniels en la red, barajé la posibilidad de haber escrito mal su nombre. Y parece que efectivamente ha sido así. Con el nombre de Jeffery —y no Jeffrey— he encontrado datos en el portal mylife que coinciden con el personaje (ver https://www.mylife.com/jeffery-daniels/jedan67). Se trata de un tal Jeffery Daniels (Valderrama), de 47 años de edad, que viviría actualmente en Antioch, en el estado de Illinois (EE.UU.), y que trabajaría como webmaster para Chicago Fittings Corporation.

En consonancia con estos datos, el nombre de pila de Daniels será corregido todas las veces que se le ha mencionado en este blog.

EN LA TELARAÑA DE FIGARI

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El 19 de octubre recibí un e-mail de una persona que no se identificó, resumiéndome desgarradoramente una experiencia muy similar a uno de los testimonios que aparece en el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas.

Tocado en el alma por sus palabras y conmovido hasta la médula por la confianza que depositaba en mí, le respondí.

Estimado anónimo:

Ahora que está saliendo la verdad a la luz pública, veo que sobrepasa terroríficamente lo que yo con justa razón había sospechado. Y eso me ha dejado anonadado. Da cólera que se me haya hecho la vida imposible sólo por pensar por cuenta propia y tratar de analizar lo que viví fuera de los parámetros de la ideología sodálite. Y mis conclusiones eran ciertas, pero aun así demasiado conservadoras respecto al alcance que tienen los problemas de abusos en el Sodalicio.

Lo que me cuentas me parece coherente, dado que yo aún viví esa época donde tanta importancia se le daba al yoga y a otras prácticas esotéricas. Ahora bien, yo nunca llegué a estar dentro de la órbita cercana a Luis Fernando, pero temo por personas queridas que tal vez hayan sido víctimas de abusos y siguen encerradas en sus cárceles interiores sin poder ver la luz, totalmente resignadas a una realidad que está justificada de antemano por la ideología que les han metido entre ceja y ceja.

Supongo que eres el mismo Santiago del cual habla Pedro Salinas en su libro. […] Me uno con mi corazón a todo lo que sufriste y probablemente sigas sufriendo.

No temas que vaya a hablar de esto que me cuentas. De ninguna manera.

Esto fue lo que me respondió.

Gracias por tu respuesta y cariño, Martin. […] No te preocupes con usar la información que he compartido contigo. Manténme anónimo.

Con su permiso, he aquí el breve recuento de su experiencia, que —aunque no añade nada sustancialmente nuevo al relato de Pedro Salinas— nos transmite de primera mano esa melancolía y tristeza que han marcado la existencia de un hombre que, siendo adolescente, confió en un manipulador perverso como Figari, pero que al final decidió dejar su papel de víctima y convertirse en un testigo con coraje para hablar, en un sobreviviente herido que aún tiene a su edad una vida por delante y un don que ofrecer a las víctimas silenciosas: su propio testimonio.

Estimado Martin:

​Durante los últimos treinta años, soy un anónimo denunciante de los abusos psicológicos y sexuales a los que fui sometido por Luis Fernando Figari.

No creo conocerte, pues un año antes de que tú entraras yo me arrancaba del grupo. Salía con 16 años, destrozado, confundido y náufrago.

Acompaño Las Líneas Torcidas pero no mucho, pues aún me enferma, físicamente, recordar aquella época. Pero de vez en cuando, como quien se muerde un muela adolorida, paso por tu blog. Es que, en realidad, no es recordar. Los traumas son vividos nuevamente. Es impresionante como es difícil transmitir el sufrimiento producido por la recurrencia del dolor.

Esta última semana he estado leyendo más y dándole vueltas al asunto a propósito del nuevo libro de Pedro Salinas. Me detuve en algunos de tus posts. Ahora estoy leyendo SODALICIO Y SEXO. Muy bien escrito y haces un buen análisis del tema, un tema que conozco bien.

Cuando llegué a tus “hipótesis que podrían explicar por qué nadie se dio cuenta de los casos de Murguía y Doig”, decidí escribirte para darte la mía:

Figari me convocó a ser mi guía espiritual a los 14 años, robándome de Sergio Tapia, quien me “cuidaba” desde los 12 ó 13 (segundo de media, colegio Santa María). El gordo fue tejiendo discretamente una pegajosa telaraña. Como tú narras, Luis Fernando decía que los sodálites que se casaban eran hombres de segunda categoría y que nosotros, los célibes, éramos llamados a la santidad.

Lo que quizás no sepas es que existía un grupo menor, seleccionado a dedo por Dios. Para entrar a esta élite se requerían pruebas especiales, obediencia ciega y ejercicios espirituales que sólo los podrían resistir y realizar los verdaderos soldados de Cristo.

Este grupo era tan secreto que ni siquiera conocíamos a los otros miembros. Y así fue. Durante más de un año de prácticas esotéricas y adiestramientos excéntricos dirigidos por Figari, tan sólo compartí unos minutos con Germán Doig y con otro joven en San Bartolo. A Germán lo conocí mucho, igual que a gran parte de la generación del ’70, pero nunca nadie mencionó a este grupo de elegidos, menos aún que perteneciera a él.

Este grupo, que nunca tuvo nombre, seguía filosofías herméticas ancestrales, transmitidas a Figari, un elegido. Entre los conocimientos secretos, aprendí que el tan importante celibato se limita a las mujeres. Al terminar el primer nivel, con 15 años, fui instruido que el semen es el líquido más poderoso, capaz de abrir el tercer ojo, propiciar la levitación y desplegar aceleradamente mis dones naturales.

La sorpresa vino cuando supe que no era mi semen el que debería atesorar. Sino, más bien, sería el semen del propio gurú que sería depositado directamente en el chakra raíz.

Con este cuento, fui sodomizado repetidas veces. Siendo un niño, virgen y envuelto en la compleja teología sexual del Sodalitium, parecía que habían licuado mi sexualidad, moral, corazón y alma.

Al constatar que mi tercer ojo no se dilataba, que mis dones no florecían, me arranqué del grupo. Salí a pesar de las conocidas intimidaciones que ellos hacen y las desconocidas amenazas reservadas a los pocos que conocemos la existencia del grupo.

Yo sé que Germán era uno de los elegidos. Como dices, era una persona buena. Pero fue envenenada por Figari. No era homosexual, ni lo soy yo. Él no pudo librarse de la pegajosa telaraña que el gurú tejió sobre su mente, subyugando nuestro [ser más] íntimo.

Con más tiempo para dañarlo, yo creo que Figari le robó a Germán hasta su paz. Los actos indebidos de Germán son tan sólo una réplica de lo que aprendió de niño. Su vida sexual se vio restringida a un relacionamiento enfermo, castrador, opresor y secreto. Él fue una víctima.

UNA CARTA DEL P. JEAN PIERRE TEULLET, SODÁLITE

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El P. Jean Pierre Teullet es un sacerdote sodálite, que —como hemos sabido por la carta publicada por el ex sodálite Óscar Osterling respecto al primer comunicado emitido por el Sodalicio sobre el caso Figari (ver https://estadocritico.lamula.pe/2015/10/20/el-sodalicio-miente-en-su-comunicado/ricardomilla/)— ha presentado cuatro denuncias contra Figari ante el tribunal eclesiástico de Lima. Aparentemente éste fue el motivo por el cual el 28 de mayo de 2014, por voluntad de las autoridades sodálites, fue cesado del cargo de párroco de la Parroquia Nuestra Señora de la Cruz, ubicada en la Urbanización Mayorazgo (distrito de Ate) y perteneciente a la jurisdicción eclesiástica de la diócesis de Chosica (ver ¿TOLERANCIA CERO EN EL VATICANO?). Aún restringido en su actividad pastoral como sacerdote, ha seguido empeñado en sacar adelante las denuncias contra el fundador del Sodalicio, la institución a la que aún pertenece. Muestra de ello es una carta suya de carácter interno que ha sido filtrada a las redes sociales y ha estado circulando en Facebook, principalmente entre personas allegadas a la Familia Sodálite.

No sabemos cómo ni por qué se produjo esta filtración. Aun cuando no he podido confirmar con absoluta certeza la autenticidad de la carta, los hechos allí indicados concuerdan no sólo con lo que relata Osterling en la suya sino también con otras informaciones que he recibido de fuentes confiables. Además, el estilo en que está redactada es muy similar al que encontramos en varios escritos que ha publicado el P. Teullet en la página web InfoVaticana. Por otra parte, el tenor de la carta nos hace pensar que se trata de un escrito que no fue elaborado con el único fin de que lo leyera el destinatario de manera privada, sino más bien para dejar constancia ante terceros de su desacuerdo con el comunicado firmado por Fernando Vidal.

En vistas de lo que ha salido a luz sobre el Sodalicio en estos últimos días, considero que esta carta del P. Teullet es de interés público y, por eso mismo, la reproduzco íntegra a continuación.

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Lima, 20 de octubre de 2015

Hno. Fernando Vidal
Asistente general de comunicaciones
del Sodalitium Christianae Vitae

Luego de leer el comunicado que Usted ha emitido en nombre del Sodalitium Christianae Vitae (SCV) ayer 19 de octubre del 2015, a raíz de las denuncias presentadas el día domingo en un programa de televisión contra el Hno. Luis Fernando Figari, quedé preocupado por lo que allí Usted afirma, y motivado por un deber de conciencia, me siento en necesidad de manifestarle lo siguiente:

  1. En mayo del 2012, luego de varios meses de dialogo infructuoso con las autoridades, 4 sodálites presentamos formalmente «pedidos de investigación» contra el Hno. Luis Fernando Figari por actos graves e inmorales cometidos por él, distintos a los que han sido presentados el domingo. Estos pedidos fueron desestimados, primero por el superior general de entonces, el Hno. Eduardo Regal, y luego, al ser presentados nuevamente por mí de modo formal en abril del 2013 al nuevo superior general, el Hno. Alessandro Moroni, fueron también desestimados por él. En ambos casos, nunca se realizó una investigación formal como Usted afirma en su comunicado. Nunca se erigió un jurado, nunca se nos solicitó el testimonio formal, nunca hubo actas, nunca se dio un dictamen, y menos se nos respondió de modo formal la conclusión de dicho proceso. Los denunciantes no quedamos satisfechos. Entonces lo que Usted afirma en el numeral segundo de su comunicado, que «todo testimonio de inconductas cometidas por algún sodálite presentado ante las autoridades actuales del Sodalicio ha sido acogido, investigado y, cuando se ha confirmado, hemos ofrecido ayuda a las personas afectadas según la caridad y la justicia», puedo afirmar que en lo que respecta a los pedidos de investigación por mí presentados (no sé de otros casos), ello no es cierto. Optaron ustedes más bien por descalificar dichas denuncias. Resulta aún más desconcertante la afirmación final de dicho numeral: «hemos tomado con los responsables las medidas que corresponde según derecho». Puedo asegurar que ello, en cuanto al Hno. Figari y a un miembro más del SCV involucrado también, nunca se dio, pues ellos no experimentaron de parte de ustedes las medidas de las que habla. De nuevo su comunicado no se ajusta a la verdad.
  2. En el numeral tercero, Usted dice desconocer los testimonios del tribunal eclesiástico de Lima expresando no haber «sido informados de sus contenidos ni por quienes los presentaron ni por esas instancias». Esto, por lo menos en dos situaciones, tampoco es cierto. Primero porque en la segunda mitad del año 2011, el Hno. Eduardo Regal, superior general del SCV en dicho momento, nos congregó en el centro pastoral de San Borja para decirnos que sabían de unas denuncias graves contra el Hno. Luis Fernando Figari en el tribunal, y que por tal motivo él había acudido en Roma «donde los mejores canonistas» para presentarles el caso, y éstos le habían dicho allí que «no se preocupara por dicha denuncia porque al ser el Hno. Luis Fernando Figari laico, él no tenía tipificación canónica, y que en todo caso, había ya prescrito». Ello nos cuestionó mucho a los asistentes ya que con ello se estaba afirmando tácitamente que la denuncia que el Hno. Regal conocía del tribunal eclesiástico contra el Hno. Figari, era cierta pero se libraba de un juicio por los argumentos que el Hno. Regal traía de Roma. Y el segundo caso es el del pedido de investigación que yo solicité en dos oportunidades en el SCV. Como Usted y el superior general saben bien, yo presenté, al no encontrar en ustedes respuesta, el mismo pedido de investigación con sus respectivos testimonios en el tribunal eclesiástico de Lima. Con lo cual hace que un segundo rubro de denuncias presentadas a dicho tribunal, ustedes también las conociesen. No es pues correcto afirmar que ustedes no tenían conocimiento de algunos casos que están en dicho tribunal. De repente no de otros, pero de éstos, sí.
  3. Finalmente en su cuarto numeral expresa Usted que el Hno. Luis Fernando Figari «vive alejado de la vida pública y de cualquier injerencia en el gobierno de la comunidad». Ante ello habría que expresar que hasta hace 5 meses, el Hno. Figari ha vivido en Lima desde su renuncia a fines del 2010 hasta abril del 2015, y ha tenido libertad de movimiento para visitar diversos proyectos del SCV, recibir personas en su comunidad, escribir correspondencia, hacer llamadas a miembros de la familia espiritual, y de él ustedes como autoridades han propagado libros, publicaciones y cursos. Finalmente, el superior general actual eligió, en diciembre del 2013 al secretario personal y amigo cercano del Hno. Luis Fernando Figari, el Hno. Ignacio Blanco (con el cual vive desde el año 1991 hasta el día de hoy en Roma), como miembro asesor del consejo superior, generando ello incomodidad en algunos miembros del SCV.

Pienso entonces que este comunicado puede confundir al no ajustarse a la verdad en algunos aspectos importantes, y por ende, sugiero que cristianamente Usted debería rectificar dichas afirmaciones, que además de ser inexactas, obligan en conciencia a explicarlas de acuerdo a la veracidad de los hechos. Desde que presenté la primera denuncia interna en el SCV hace 7 años, permanecí callado, incluso frente a medios de comunicación que me buscaron, y sigo pensando que esto debe tratarse con discreción pero firmeza, sin embargo el comunicado público suyo lleva a que como deber moral, tengan que ser aclaradas las inexactitudes allí presentadas. No es la primera vez que incurren ustedes como gobierno en algunas inexactitudes que han generado no poca confusión, distanciándose así del consejo del Señor, que «sólo la verdad nos hace libres».

En el Señor

P. Jean Pierre Teullet, SCV

SODALICIO: UN TESTIMONIO BRASILEÑO

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Parroquia sodálite Nossa Senhora da Guia (Rio de Janeiro)

El 30 de enero de 1986 se fundó la primera comunidad sodálite en el Brasil, en la ciudad de Rio de Janeiro. A esta comunidad se le confió la Parroquia Nossa Senhora da Guia. Los primeros dos sacerdotes sodálites que trabajaron allí fueron Alberto Gazzo, ordenado por el Papa Juan Pablo II, y Luis Cappelleti. Ambos —en fechas muy alejadas la una de la otra— han terminado colgando los hábitos y se han desvinculado de la institución. Y probablemente tengan mucho que contar.

Lo que me ha llegado ahora es el testimonio en portugués de un ex sodálite brasileño, Josenir Lopes Dettoni, quien ha decidido poner abiertamente por escrito su experiencia en el Sodalicio, e incluso ha puesto un video suyo en YouTube donde hace lectura de este texto.

En el mismo menciona a un superior encargado de la formación en San Bartolo y autor de librillos sobre consejería espiritual y de La amistad según El Principito, al cual hemos podido identificar como Óscar Tokumura.

Mal que bien, he traducido el texto al español para quienes encuentren difícil entender el portugués. Sólo me queda decirles que encuentro absolutamente verosímil lo que narra este valioso testigo y muy similar a experiencias que yo he tenido o a anécdotas que conocí de primera mano.

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TESTIMONIO DE JOSENIR LOPES DETTONI

Soy J.L.O., o al menos así era conocido por mis iniciales, ligeramente modificadas, dentro de las comunidades sodálites.

Desde niño quise ser cura y por eso me aproximé a dos sacerdotes que trabajaban en mi parroquia, Nossa Senhora da Guia, en Rio de Janeiro. Eran sensacionales, mi modelo de vida. Con diez años de edad, en el año 1988, mi principal alegría era ser acólito en las misas de fin de semana. Mis padres se mudaron de ciudad, pero con trece años conseguí hacer cuatro viajes para visitar aquel que sería mi “futuro seminario”. Trece horas de viaje en ómnibus, solo. Las actividades del Movimiento de Vida Cristiana (MVC), los paseos, la música de Takillakkta en cassettes, la liturgia… todo me parecía realmente divino. En uno de esos viajes conocí a Germán Doig y a Luis Fernando Figari.

Con quince años de edad, dejé a mi familia, que vivía en el norte del país, para poder ir “al seminario”. Como el Sodalicio no tenía un “seminario menor” (para gente que todavía estaba en el colegio), fui generosamente recibido por un matrimonio —al cual hasta ahora le profeso una profunda gratitud— en su casa durante tres años, hasta poder entrar formalmente en comunidad. En ese período tuve la oportunidad de estudiar, a petición del Sodalicio, en una de las mejores escuelas de Brasil, lo cual ha marcado mi formación hasta el día de hoy.

En esos tres años, de 1993 a 1995, me hice mejor: estudié mucho y trabajé arduamente en las actividades del Movimiento de Vida Cristiana, ocupando diversos cargos en el mismo.

A fines de 1995, junto con casi todos los de mi “agrupación”, hice promesa de aspirante [primer grado dentro de la jerarquía sodálite]. Días después yo, que ya me hallaba en proceso desde hace mucho tiempo, fui aceptado en comunidad, donde viví cuatro años: uno en Rio de Janeiro y otros tres en comunidades del Perú, incluyendo San Bartolo.

No voy a entrar en más detalles, pues la historia es larga. Por lo tanto, guardando gratos recuerdos de algunos aspectos de lo que viví en ese tiempo, paso a relatar sólo las cosas inaceptables que experimenté dentro de esa institución.

– Ideas únicas: fui llevado a vestir “como sodálite”, a hablar “como sodálite”, a actuar “como sodálite”. Se trataba de tener el “estilo sodálite”, una especie de derivación práctica de la “espiritualidad sodálite”. Había una clara presión para alcanzar ese modelo. Cualquier tipo de cuestionamiento era visto como negativo, producto de la propia debilidad espiritual de uno. Ya dentro de comunidad, el pensar unificado era un subproducto de la obediencia, entendida como la voz de Dios que habla por medio del superior de uno.

– Elitismo: éramos llevados a pensar que formábamos parte de la élite de la Iglesia. Las otras espiritualidades se preocupaban de cosas secundarias; la nuestra, de salvar a la Iglesia, de ser los modelos de santidad de los nuevos tiempos, combatiendo todo mal, lo que era externo, incluso si eso externo era interno en la Iglesia. Ésa es una característica que acaba seduciendo a mucha gente, una mezcla de búsqueda de excelencia y vanidad. Después descubrí que internamente éramos incluso clasificados en una especie de ránking (niveles A, B, C).

– Abandono de los que salían de comunidad: eran vistos como muertos, como aquellos que cayeron en batalla. “Y tú no recoges el cuerpo de un muerto en medio de la batalla… Primero, ganas la batalla, después vas a ver los muertos”. En resumen, ya que estamos en una guerra, no se debe prestar atención a quien partió. Cosa que sentí claramente de parte de mis “hermanos de comunidad” en Rio de Janeiro cuando fui a visitar la parroquia después de haber dejado la vida comunitaria. Además, al salir, eres invitado a firmar una carta diciendo que el Sodalicio no te debe nada en términos financieros. ¡Ah! La opción de ser adherente [sodálite casado], cosa que también fui, no mejora mucho la cosa. No. Los adherentes no son tomados en serio.

– Maltratos físicos: llegué a dormir cuarenta días en el suelo, con ocasión de la Cuaresma; ayunos largos y rigurosos; incontables ejercicios de todo tipo (incluso natación en el mar gélido… el mismo que causó posteriormente la muerte de un [emevecista] brasileño); ejercicios que, por otra parte, los superiores no hacían (destacando especialmente a Luis Fernando). La cosa era tan exagerada, que si tú simplemente no lograbas más (y más era mucho, mucho más), era porque tú eras un prejuiciado o no tenías vocación. A causa de eso, muchos se lesionaron gravemente.

– Maltratos psicológicos: generalmente vinculados a la mala visión de la obediencia religiosa y del rol del superior. Sólo por dar un ejemplo: en cierta ocasión yo formaba parte de un grupo de tres que servíamos la mesa para 23 personas. Uno de mis compañeros le sirvió a un superior un refresco que no era para él. Eso fue visto como una gran falta de respeto a la figura de aquel que representaba a Cristo en la casa. Nuestro castigo, además de recibir muchos insultos, fue retirar y volver a poner la mesa completa (lavando, secando, guardando y volviendo a colocar todo de nuevo en la mesa) 100 veces, sin parar, sin comer. Esto duró ocho horas y media de sufrimiento continuo y repetitivo. Durante ese tiempo, el resto de la comunidad tampoco podía comer… Al final, un superior distinto encargado de la formación en San Bartolo nos puso a los tres en hilera y nos insultó nuevamente, ofendiendo incluso a nuestras madres. Como yo estaba visiblemente afectado por lo ocurrido, él, por si fuera poco, me ordenó que permaneciese al lado fuera de la comunidad para no contaminar la casa con mi energía negativa. Hoy escribe libros sobre consejería espiritual y la amistad según El Principito. Eso sólo para no entrar en mayores detalles sobre cuando quise realmente matarme, mas no tuve el coraje, lo cual me hundió aún más en un proceso de depresión con manifestaciones psicosomáticas que me llevaron a estar ocho meses en cama. Tuve que matar a Dios dentro de mí para sobrevivir. Conseguí, después de dos intentos, huir de comunidad. Tres meses después de mi salida estaba consumiendo drogas; camino, por otra parte, que otros ex sodálites también han recorrido.

– Restricción de las libertades individuales: se pedía permiso para todo. La agenda de actividades de uno era aprobada directamente por el superior de uno; su incumplimiento era visto como un pecado. Toda nuestra relación con la familia era mediada por pedidos de permiso. La única vez que recibí autorización para visitar a mi familia, que vivía en otra ciudad, fue acompañado por un sodálite designado a esos efectos. Más serio, así y todo, fue cuando intenté huir de San Bartolo. Al notar que yo me hallaba fuera de la comunidad cargando una maleta, un “hermano” corrió hasta la plaza, donde yo me encontraba, y me detuvo físicamente. Me agarró y no me dejó hasta que se llamara al superior (el mismo de los librillos), momento a partir del cual continué detenido hasta que nuestra conversación me llevó al llanto y a más desequilibrio emocional. Acordamos entonces que yo necesitaba discernir más. Por lo tanto, salir de comunidad no siempre es tan sencillo.

– Culto a la figura del Fundador: una vez fui humillado públicamente por Luis Fernando (mi superior directo fue notificado) por haberle dicho que se había equivocado sobre su pretendida capacidad de leer lo que yo estaba pensando. Él dijo que yo había pensado una cosa y yo simplemente dije la verdad, que no. Eso bastó para que me pusiera en el centro de una conversación, con otros sodálites presentes, sobre el problema de la mentira. Al final, además de fundador y superior, era un iluminado.

En cuanto a abusos sexuales, no tengo mucho que decir. Además, no imaginaba que eso pudiese suceder en el Sodalicio. Dos de los que hoy son mencionados como abusadores eran vistos por mí incluso como buenos amigos. La única cosa extraña, que puedo juzgar mejor después de la revelación de hechos escabrosos, fue una vez en que, después de una conversación inusual sobre marihuana y masturbación, Germán, que durante un tiempo fue mi consejero espiritual, se cambió completamente de ropa delante mío.

Hay mucho que contar, mucho que traer a la luz. He hecho esto como un ejercicio personal y porque parece que no hay suficientes testimonios disponibles en portugués. ¿Estoy arrepentido de lo que viví? No, hice lo correcto o lo que me fue posible a lo largo de mi jornada. También tuve mis errores, que, en conciencia, no deben ser atribuidos a mi paso por el Sodalicio. Aprendí, además, muchas cosas buenas que marcan profundamente mi vida hasta ahora. También guardo en el corazón las imágenes de personas muy especiales que conocí. Así y todo, ¿dejaría a mi hijo pasar por eso? Definitivamente no.

Espero que la institución encuentre un buen camino para refundarse, preservando así el recorrido de muchos que se dedicaron a ella con ardor y generosidad.

Un fuerte y sincero abrazo,

J.L.O.

SOBREVIVIENTE DEL SODALICIO

Pepe #A (1933), dibujo del pintor estadounidense Paul Cadmus (1904-1999)

Pepe #A (1933), dibujo del pintor estadounidense Paul Cadmus (1904-1999)

Como sobreviviente del Sodalicio, alguna vez escribí una denuncia contra la institución que —por motivos personales y familiares— nunca llegué a formalizar. He aquí un extracto.

«En 1979, cuando yo tenía 16 años, asistía semanalmente a la Comunidad de San Aelred en Magdalena del Mar para tener sesiones de consejería espiritual. Como es usual en muchas comunidades sodálites, había espacios para recibir a la gente que venía de visita, separados del resto de la vivienda por una puerta con la palabra PRIVADO.

En uno de estos espacios, durante una conversación que había llegado a un punto muerto debido a que yo me resistía a hablar sobre ciertos asuntos personales, el consejero me dijo que iba a entrar al PRIVADO para pedirle a Germán Doig permiso para hacer algo. Al poco tiempo regresó y me ordenó que me desnudara por completo. Inicialmente tuve reparos, pero luego insistió en que lo hiciera, indicándome que era para mi bien.

Después me pidió que hiciera como que fornicaba una enorme silla que había en la salita. Simulé de manera torpe que fornicaba la silla —no sabía nada en lo referente a la experiencia de tener relaciones sexuales, pues nunca había tenido una—, sintiendo incomodidad durante el incidente.

El consejero no miró directamente lo que hacía, sino que apoyaba una mano suya sobre su frente y me observaba de reojo, dándome la impresión de que se sentía avergonzado. La cosa no duró mucho, pues en un momento me dijo que ya era suficiente y que me vistiera. Sentí que se me había aplicado violencia psicológica, y ciertamente me hallaba más predispuesto a hablar sobre mis asuntos personales.»

(Columna publicada en Exitosa el 21 de octubre de 2015)

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No es la primera vez que publico esta extraña anécdota autobiográfica. Aparece con un poco más de detalle en mi post GERMÁN DOIG: ENTRETELONES DE UNA REVELACIÓN ESCANDALOSA. Originalmente estaba incluida en mi escrito OBEDIENCIA Y REBELDÍA, que di a conocer a varias personas de manera privada en el año 2009, entre ellas un sodálite consagrado con un cargo de responsabilidad.

Cuando al fin decidí publicar este escrito en mi blog en enero de 2013 —convencido de que ésta era la única alternativa que me quedaba para que el Sodalicio finalmente tomara cartas en el asunto e iniciara una reforma de su sistema disciplinario o se suscitara una intervención por parte de las autoridades eclesiales—, omití adrede este relato, pues no quería que la atención se desviara hacia algo que revestía escándalo y morbo, además de que anímicamente todavía no me sentía preparado para dar a conocer un hecho que había quedado enterrado en mi memoria durante décadas. Por otra parte, OBEDIENCIA Y REBELDÍA es para mí un texto importante, pues explica —en mi opinión— el meollo del problema que aqueja a toda la institución y de donde surgen todos los abusos físicos y psicológicos —y en última instancia los abusos sexuales—, a saber, la manipulación de las conciencias y la restricción interior de la libertad de las personas.

Desde noviembre de 2012 hasta marzo de 2014 el tema principal de mis escritos fueron el Sodalicio y la Familia Sodálite, denunciando situaciones y problemas e invitando a los responsables a tomar las medidas correctivas del caso. ¿Fueron acogidas estas denuncias? Nunca en mi vida, desde que era sodálite hasta ahora, hubo una acogida oficial de las críticas que yo hice. Y desde que comencé a poner mis críticas primero en mi blog LA GUITARRA ROTA —de manera más sutil—, y después en éste, LAS LÍNEAS TORCIDAS, se ha buscado la manera de evitar que yo siga publicando. Dado que esto no ha sido posible, se ha intentado difamarme y desacreditarme personalmente sobre todo a través de comentarios en este blog. Y es probable que lo mismo se haya hecho a nivel de habladurías en el ambiente social de Lima y otros lugares.

El intento más reciente es un comentario publicado en mi post SILENCIANDO A LOS INOCENTES de alguien que tiene el seudónimo de Roberto Rajuela y que, haciéndose pasar por psiquiatra, describe un supuesto caso de síndrome de Asperger con elementos tomados selectivamente de mi historia personal o manipulados para que encajen con el diagnóstico. Allí dice:

«Al llegar la pubertad encontró un grupo religioso y se volvió un fanático. La fase púber de ruptura con los padres encontró una causa a la cual adherirse y vio en sus padres una suerte de opositores a los que había que combatir. Las dificultades de comunicación propias del autismo ya hacían mella en ese periodo. Roto el lazo con los padres, ya que el aspie necesita una referencia, las nuevas eran los que lideraban el grupo.

Llegada la mayoría de edad ingreso a vivir en el grupo religioso. Como todo grupo religioso había reglas, jefes, horarios y rituales. Entusiasmado en un primer momento, con el tiempo llegó el desencanto. Le era muy difícil manejar las reglas, seguir a los jefes, aceptar horarios. Siendo todavía el síndrome de Asperger poco conocido, los integrantes del grupo lo trataban como alguien normal, con sus excentricidades, pero dentro de todo como uno más. Pero él no se percibía igual, sino muy vulnerable y sensible a los tratos en el grupo. Con el tiempo las dificultades se hicieron patentes, la persona aparentemente llegó hasta la depresión no diagnosticada. Finalmente tuvo que abandonar la casa. Pero aún no había diagnóstico de Asperger».

Me pregunto a qué síntoma corresponde la anécdota que he contado. ¿Debí mostrar agrado y placer en esa situación incómoda, para mostrar que estaba dispuesto a cumplir las reglas y seguir a los jefes hasta el final, con servicio completo incluido?

Ciertamente, yo experimenté la situación más como un abuso psicológico que como un abuso sexual. Y son sobre todo abusos psicológicos los que he denunciado en este blog, sin que por parte del Sodalicio haya habido nunca una acogida de estas inquietudes. Mi dirección de e-mail es pública, saben cuál es mi número de teléfono y mi usuario de Skype, saben dónde vivo y cuál es la dirección de mi domicilio en Alemania. ¿Por qué, en las contadas ocasiones en que alguien del Sodalicio se ha dirigido a mí, ha sido para cuestionar la publicación de mis escritos, bajo el argumento de que estoy sacando a la luz asuntos que pertenecen exclusivamente a la vida privada de las personas?

Todas estas experiencias contradicen lo que el Sodalicio manifiesta en su último comunicado:

«Todo testimonio de inconductas cometidas por algún sodálite presentado ante las autoridades actuales del Sodalicio ha sido acogido, investigado y, cuando se ha confirmado, hemos ofrecido ayuda a las personas afectadas según la caridad y la justicia, y hemos tomado con los responsables las medidas que corresponde según derecho».

Hay suficiente información en mi blog que amerita una investigación por parte de la institución, y no los intentos de descalificación de los que he sido objeto.

Si el Sodalicio está interesado en cumplir con lo que promete, con gusto les daré el nombre del consejero que menciono en el escrito presente. Se trata de un sodálite de la primera generación, actualmente miembro destacado de la institución. Se pueden comunicar conmigo por e-mail, teléfono o Skype (usario: martinscheuch). Si esto no ocurre, entonces sabremos que su comunicado es puro papel mojado.

Por otra parte, quiero resaltar que el Sodalicio ha admitido los abusos sexuales de su ex Vicario General Germán Doig y supuestamente de su ex Superior General Luis Fernando Figari. Pero nunca a lo largo de su historia ha admitido que se hayan cometido abusos psicológicos en la institución. Más bien, ha justificado siempre sus prácticas como parte de un sistema de disciplina legítimo, y aquellos que critican estas prácticas han sido tildados de cobardes, débiles y traidores o, en el mejor de los casos, de personas sin vocación que no están hechas para ese estilo de vida. Francamente, yo no creo que ninguna persona esté hecha para soportar abusos o prácticas contrarias a la dignidad humana, tenga o no tenga vocación. Y quien sufre bajo una disciplina así y guarda silencio, no sólo es una víctima, sino una víctima cómplice o prisionera de una cárcel interior de la cual todavía no ha podido escapar.

Creo que el último comunicado oficial del Sodalicio no solamente es tibio, sino que aparentemente oculta —bajo el manto de generalidades y de frases bien sonantes y socialmente aceptables— el deseo de dejar las cosas tal como están y cargar la culpa de los abusos sobre las ovejas negras, individualizadas, los famosos “casos aislados”. Como de costumbre, la imagen institucional debe quedar indemne a toda costa, así como el sistema que la respalda, sin importar cuántos individuos deban ser sacrificados para estos fines.

En el caso de Figari la cosa se complica, pues sin Figari el Sodalicio no es nada. De Figari viene la ideología religiosa —o espiritualidad, si se la quiere llamar así— que sirve de base a la institución y que todos los sodálites tienen que meterse entre ceja y ceja; de él proviene todo el sistema de disciplina que aún se sigue aplicando; dé él dimana esa veneración por su figura que a muchos les será difícil arrancar de raíz de su corazón.

Uno de los más acérrimos partidarios de Figari sería Alejandro Bermúdez, director de ACI Prensa, quien hasta el momento no ha informado absolutamente nada sobre los escándalos recientes del Sodalicio a través de su agencia de noticias. Lo cual demuestra su falta de ética y profesionalismo periodístico. Pues no consideramos plausible que no se haya enterado de este acontecimiento tan importante para la Iglesia católica en el Perú. Aunque el Sodalicio haya continuamente repetido que ACI Prensa es una iniciativa personal del sodálite Alejandro Bermúdez y que no está vinculado a la agencia, este silencio desmentiría ese enunciado y confirmaría la vinculación que existe entre la agencia y el Sodalicio. Y también su complicidad en guardar silencio en la medida en que lo permitan las circunstancias.

La esperanza es lo último que se pierde. Y por eso aún esperamos que algún representante calificado del Sodalicio salga a dar la cara y responda sincera y abiertamente a las preguntas que todos nos formulamos. Que así sea.

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POST SCRIPTUM (22 de octubre de 2015)

El día de ayer el Sodalicio ha emitido un segundo comunicado sobre el caso Figari —esta vez firmado por Alessandro Moroni, actual Superior General de la institución, y no por Fernando Vidal, encargado de comunicaciones—, corrigiendo las ambigüedades y falsedades del primer comunicado, admitiendo expresamente que Figari está siendo investigado por abusos sexuales y de otra índole y comprometiéndose a tomar medidas concretas, como son la cooperación con las autoridades civiles y eclesiásticas, y la creación de una comisión ad hoc con participación de expertos externos para investigar los hechos y salir al encuentro de las personas afectadas.

Saludo con satisfacción este comunicado, pues lo que allí se dice va más allá de lo que se hubiera podido esperar del Sodalicio en circunstancias normales.

Por otra parte, las discrepancias que existen entre ambos comunicados serían un indicio de que en el mismo Sodalicio habría una división interna entre aquellos que quieren que se aplique la justicia con todo su peso y aquellos que siguen protegiendo a Figari —tal vez convencidos aún de su inocencia o justificando sus extrañas prácticas— con el fin de salvaguardar la imagen de la institución. Cuando en realidad esta imagen ya ha sido gravemente dañada, no sólo por los presuntos delitos del Fundador, sino también por la torpe y burda maniobra que constituye el primer comunicado.

Les doy desde aquí mi aliento y apoyo a todos aquellos que, como el P. Jean Pierre Teullet, no han temido enfrentarse desde dentro a la estructura de mando que hay en el Sodalicio, a fin de que la verdad prevalezca, cueste lo que cueste. En hombres como ellos está la esperanza de que el Sodalicio se renueve y deje el lastre y la porquería que lo han acompañado a lo largo de su azarosa historia.

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FUENTES

Comunicado – Sodalicio en relación a su Fundador (19/10/15)
http://sodalicio.org/noticias/sodalicio-comunicado-con-relacion-a-su-fundador/

Comunicado – Superior del Sodalicio explica la situación del Fundador (21/10/15)
http://sodalicio.org/comunicados/comunicado-superior-del-sodalicio-explica-situacion-de-su-fundador-2/

SILENCIANDO A LOS INOCENTES

James Rhodes, pianista clásico británico

James Rhodes, pianista clásico británico

James Rhodes, nacido en Londres en 1975, es un connotado pianista clásico británico. Desde los 6 a los 10 años de edad fue violado sistemáticamente por un profesor de educación física, lo cual le dejó secuelas físicas y psicológicas, incluyendo daño a la columna vertebral y un trastorno por estrés postraumático.

El año pasado quiso publicar su autobiografía (Instrumental: A Memoir of Madness, Medication and Music), donde además de plasmar su amor por la música y su optimismo ante la vida, narraba con crudos detalles los abusos sexuales de los cuales fue víctima durante su infancia.

Sin embargo, la publicación fue bloqueada por una denuncia de su ex esposa, quien arguyó que exponer a la opinión pública los relatos de los abusos le causaría daño psicológico al hijo común de ambos, de 12 años de edad, diagnosticado con síndrome de Asperger.

Si bien en octubre de 2014 el músico obtuvo un fallo desfavorable, apeló, y en mayo de este año la Corte Suprema autorizó la publicación del libro, en base a la libertad de decir la verdad. Si Rhodes había sufrido lo que había sufrido, tenía el derecho de contarlo. Su historia revestía interés público y no había lugar en ella para el secreto.

Rhodes logró así romper ese círculo vicioso, donde se presiona y extorsiona a la víctima para que guarde silencio, a fin de supuestamente evitar daño a otras personas o no perjudicar su propia reputación o la de una institución.

Por ejemplo, hasta en la misma Iglesia católica algunos representantes le han echado la culpa del escándalo a las víctimas, cuando éstas han tenido la valentía de hablar.

(Columna publicada en Exitosa el 14 de octubre de 2015)

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El abusador sexual de James Rhodes se llamaba Peter Lee y trabajaba a tiempo parcial como entrenador de boxeo en la escuela para niños St. John’s Wood en el norte de Londres. Cuando finalmente en una entrevista Rhodes habló por primera vez de los abusos de que había sido víctima, el ex director de la escuela —quien se había dado cuenta de que algo andaba mal con el niño pero no sabía qué—, se adelantó y presentó una denuncia ante la policía. Se levantaron cargos contra Lee, pero murió antes de poder ser llevado a juicio. Como ocurre en muchos casos, el abusador murió en la más absoluta impunidad.

Lo único que le quedaba a James Rhodes era poder contar su historia abiertamente y así exorcizar los fantasmas que lo acosaban en su infierno personal y que lo llevaron a pasar un tiempo en un hospital psiquiátrico. Nuca se imaginó que iba a tener que luchar durante 14 meses en los tribunales para poder ejercer ese derecho.

En el veredicto de la Corte Suprema del 20 de mayo de este año se lee lo siguiente:

«Una persona que ha sufrido de la manera en que el apelante ha sufrido y que ha luchado para sobrellevar las consecuencias de su sufrimiento de la manera en que ha luchado, tiene el derecho de contarle al mundo al respecto. Y hay en otros un correspondiente interés público capaz de escuchar su historia de vida en todo su hiriente detalle.»

Tamsin Allen, el abogado de Rhodes, añade:

«Al anular el requerimiento, la Corte Suprema ha reafirmado la importancia fundamental de la libertad de decir la verdad, incluso si la verdad es brutal o traumática.

Ha restringido las vías en que hechos verdaderos puedan ser sujetos a requerimiento en el futuro, y ha asegurado que un caso como éste nunca más vuelva a suceder al abolir elementos del agravio en los cuales se basa la demanda. Como ha reconocido la Corte Suprema, estas memorias constituyen una obra importante cuya publicación es sencillamente de interés público.

No hay lugar para el secreto en esta historia.»

El mismo James Rhodes ha declarado lo siguiente sobre su libro:

«Supongo profundamente que siempre sentí que [el libro] era para aquellos que no pudieron encontrar las palabras —o la oportunidad— para hablar fuertemente o ponerlas por escrito. Y desgraciadamente hay muchos de ellos.»

Pero también es «un libro sobre música. Es una historia de amor, es un libro para Hattie, mi esposa, que es la cosa más maravillosa que jamás haya habido. Es un libro sobre mi hijo, sobre compositores, sobre las vidas extraordinarias que tuvieron esos compositores y músicos, es sobre todas las cosas que son importantes para mí. Yo no quiero ser siempre “el tipo que sufrió abusos de niño” antes que “el tipo que es Piscis; el tipo que mide 5 pies y 11 pulgadas … 10½ … vivo en Queen’s Park; estoy casado con una mujer que merece nota 10, cuando yo en el mejor de los casos sólo merezco cinco y medio o seis en un día realmente bueno; toco el piano”.

Todas esas cosas juegan un rol en quién soy como persona. Todo tiene igual peso. Yo quiero que el abuso sexual tenga su lugar al lado de otros temas como la música y la creatividad, sin ese estremecimiento visceral de “Oh no, no podemos hablar de eso”.»

En el libro, Rhodes escribe sobre «el impacto que tiene una violación sobre la persona. Es como una mancha que siempre está presente».

He aquí algunos textos tomados del libro:

«Abuso. Qué palabra. Abuso es cuando le dices a un policía de tránsito que se vaya a la mierda. No es abuso cuando un hombre de 40 años fuerza su verga en el culo de un muchacho de seis años. Eso ni siquiera se acerca a lo que es un abuso. Eso es violación agresiva. Lleva a múltiples cirugías, cicatrices (dentro y fuera), tics, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, pensamientos de suicidio, auto-lesionamiento vigoroso, alcoholismo, adicción a las drogas, los más jodidos complejos sexuales, confusión de género (“pareces una niña, ¿estás seguro de que no eres una niña?”), confusión de sexualidad, paranoia, desconfianza, mentiras compulsivas, desórdenes alimenticios, síndrome de estrés postraumático, desorden de personalidad múltiple, etcétera etcétera etcétera.»

«Yo pasé, literalmente de la noche a la mañana, de ser un niño lleno de vida, bailarín, revoltoso y sonriente que estaba disfrutando de la seguridad y aventura de una nueva escuela a ser un autómata tieso, rígido y apagado. Fue inmediato y traumático, como ir alegremente en un camino soleado y que se abra de repente una trampa y que te arrojen a un lago gélido.»

«¿Quieres saber cómo arrancar al niño que hay en un niño? Fóllalo. Fóllalo repetidas veces. Pégale. Sujétalo y métele cosas adentro. Dile cosas de él mismo que sólo pueden ser verdad en las mentes más tiernas antes de que la lógica y la razón estén plenamente formadas y quedarán arraigadas en él y formarán parte integral e indiscutible de su ser.»

«Quizás algún día perdone al Sr. Lee. Que eso ocurra es más probable si encuentro la manera de perdonarme a mí mismo. Pero la verdad, para mí en todo caso, es que el abuso sexual de niños rara vez o nunca termina en perdón. Sólo lleva a auto-inculpación, a una visceral furia y vergüenza dirigidas contra uno mismo. Pero traer a la luz temas como éste es de inmensa importancia. Y recibir cientos de mensajes de apoyo y agradecimiento de personas que también han pasado por experiencias similares fue para mí un indicador de que se necesita hablar aun más al respecto.»

Refiriéndose a todo lo que tuvo que pasar ante los tribunales para poder contarle al mundo su verdad, Rhodes declaró:

«Ésta no es la manera de hacerlo. Me hizo sentir mal, pero mírame ahora: soy feliz, estoy casado, estoy funcionando… Recordamos a los perpetradores, recordamos a Savile [moderador de la BBC que abuso sexualmente de cientos de menores de edad], pero las víctimas son amontonadas todas en esta masa silenciosa. Yo pienso —¡joder!— que cada una de estas víctimas tendrá en su meñique mil veces la humanidad de mil Jimmy Saviles, y bravura, y fuerza y resistencia.»

Con su ejemplo, James Rhodes nos muestra que el foco de atención no debería estar dirigido hacia los Hannibal Lecters que silencian a los inocentes devorando la sustancia de sus vidas y quitándoles toda esperanza. Ha llegado la hora de las víctimas, de romper el muro del silencio y hablar con franqueza. Para que estos crímenes nunca más queden impunes. Ni las víctimas desatendidas y abandonadas.

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FUENTES

The Law Society Gazette
Supreme Court overturns ban on James Rhodes autobiography (20 May 2015)
http://www.lawgazette.co.uk/law/supreme-court-overturns-ban-on-james-rhodes-autobiography/5048933.fullarticle

The Guardian
Pianist James Rhodes wins right to publish autobiography telling of abuse (20 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/20/concert-pianist-james-rhodes-wins-right-to-publish-autobiography
James Rhodes judgment: quotes from autobiography detail pianist’s ordeal (20 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/20/james-rhodes-judgment-quotes-autobiography-detail-pianist-ordeal
James Rhodes interview: ‘It’s important to say that bad things happen – and we don’t lie about it’ (23 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/23/james-rhodes-pianist-interview

LA SEDUCCIÓN DE LAS VÍCTIMAS

Luis Gnecco y Benjamín Vicuña en “El bosque de Karadima” (Matías Lira, 2015)

Luis Gnecco y Benjamín Vicuña en “El bosque de Karadima” (Matías Lira, 2015)

En abril de este año se estrenó en Chile la película El bosque de Karadima, que atrajo a más de 300 mil espectadores a las salas de cine.

El film —que cuenta la historia del joven Thomas Leyton, quien se siente atraído por el carisma espiritual del sacerdote Fernando Karadima, párroco en una de las zonas más acomodadas de Santiago de Chile— se basa en el testimonio del médico James Hamilton, víctima de abusos psicológicos y sexuales de parte de quien fuera el encargado supremo de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, conocida simplemente como El Bosque.

La cinta explora el día a día del P. Karadima —interpretado magistralmente por el comediante Luis Gnecco—, rodeado de jóvenes de buena apariencia, provenientes de familias pudientes, quienes lo reverencian como un santo en vida y a los cuales él pretende conducir hacia la perfección cristiana. Pero con una sumisión absoluta a su voluntad arropada de un ambiguo cariño paternal.

«Yo no era nadie. No tenía voluntad propia» —llega a decir en un momento el protagonista—. «El Padre no me arrebató mi libertad, sino que lo hizo de tal forma, que yo se la fui entregando poco a poco.»

Pues los abusadores con fama de santidad —recuérdese al P. Maciel, a Germán Doig y a quién sabe quién más— no se valieron de la violencia, sino que recurrieron a las suaves formas de la seducción basada en su carisma personal para vencer la resistencia interior de sus víctimas y finalmente lograr un consentimiento supuestamente libre. Nadie las obligó, dicen los detractores. Ignoran el inmenso poder que se puede obtener mediante la manipulación psicológica.

(Columna publicada en Exitosa el 7 de octubre de 2015)

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Benjamín Vicuña, el actor que interpreta a Thomas Leyton, declaró al diario La Tercera lo siguiente en abril de este año: «Esta película está hecha por católicos, para católicos y no católicos. No es una película anti Iglesia, sino que instala hechos comprobados.»

Si bien el film se basa en acontecimientos reales, no por ello deja de ser una ficción, y como tal ha de valorarse el resultado final, el cual en mi opinión es satisfactorio, siempre y cuando no se tome la película como una crónica exacta y fidedigna de hechos sucedidos. Debo admitir que, en lo referente al ambiente que se vivía en El Bosque —tal como se ve en las imágenes— y las tácticas de manipulación de Karadima, quedé impresionado y perturbado por las similitudes con lo que yo mismo he vivido por experiencia propia en otro contexto y en otras circunstancias.

El mismo James Hamilton —según él mismo ha declarado recientemente en el programa Mentiras Verdaderas del canal de televisión chilena La Red— tuvo una reunión con el director y los dos actores principales del film 2 ó 3 años antes de su producción, donde se habló de manera muy general sobre el concepto de abuso psicológico. Pero su participación posterior en el film fue nula. Lo cual él mismo considera lamentable, pues piensa que la historia es más compleja y la realidad es mucho más terrible de lo que se ve plasmado en el film. Éstas son sus declaraciones:

«Es lamentable que se tomen fracciones biográficas que están muy mal manejadas, están parcialmente fusionadas con lo que es un concepto psicológico del abuso, de lo que significa el abuso de poder, etc., muy mal manejado, lejos de lo tremenda que es la verdad de eso. Un Karadima que no es ni siquiera un títere, Gnecco no es ni una especie de sombra de la maldad real de Karadima. Entonces es un poco doloroso que quede una imagen de algo que no es, una ficción que se hace robando historias en las cuales no hay que ser demasiado inteligentes para tratar de armar una película que pudo haber sido en algunos momentos un documental. Yo creo que el día de mañana se puede hacer un documental con los hechos verídicos, los testimonios, la gente, etc., que realmente quede plasmado una realidad. […] Uno puede estar deslumbrado por el posible bien que se le ha hecho a tanta gente, pero no se imaginan el daño también, la retraumatización por la inexactitud y por el mal manejo de muchas realidades. Y eso lo encuentro lamentable. […] A futuro va a ser necesario contar la historia real, ya basada en testimonios concretos, en poder analizar y entender el proceso de la perversión de este grupo, el proceso de la perversión de la Iglesia.»

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FUENTES

La Tercera
Benjamín Vicuña: “Ésta es una película hecha por católicos, para católicos y no católicos” (12/04/2015)
http://www.latercera.com/noticia/entretencion/2015/04/661-625085-9-benjamin-vicuna-esta-es-una-pelicula-hecha-por-catolicos-para-catolicos-y-no.shtml

La Red
Mentiras Verdaderas – Programa completo del miércoles 30 de septiembre de 2015