EL ACIAGO DESTINO DE LAS PRIMERAS DENUNCIAS CONTRA EL SODALICIO

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José Enrique Escardó

Uno de los mayores casos de abusos sexuales de menores en Alemania fue el de la Escuela de Odenwald, un internado de línea pedagógica experimental. Y no estuvo relacionado con la Iglesia católica ni con ninguna otra iglesia cristiana, pues se trataba de una institución educativa laica. Una investigación oficial realizada en el año 2010 determinó que había 132 víctimas identificadas entre 1965 y 1998, y 18 docentes abusadores, entre ellos Gerold Becker, quien fuera director de la escuela entre 1972 y 1985. Según un estimado, podrían haber unas 300 víctimas más.

Sin embargo, las denuncias no se iniciaron recién en el 2010, año en que en Alemania comenzó la ola de destapes de abusos sexuales contra menores en instituciones gracias a la iniciativa del jesuita Klaus Mertes, entonces director del Colegio Canisio de Berlín, quien dio a conocer a la opinión pública los abusos cometidos en décadas anteriores por dos docentes jesuitas de la institución.

Ya en el año 1999, a través de un artículo del periodista Jörg Schindler en el Frankfurter Rundschau, se hicieron públicos por primera vez testimonios de exalumnos de la Escuela de Odenwald, según los cuales, durante las décadas de 1970 y 1980, el entonces director de la escuela, Gerold Becker, había abusado sexualmente de varios estudiantes de manera sistemática y durante un largo período de tiempo. Andreas Huckele —quien había sido alumno de la Escuela de Odenwald entre 1981 y 1988, y fue protegido en el artículo bajo el seudónimo de Jürgen Dehmers- y otra víctima conocida por el seudónimo de Thorsten Wiest le habían escrito anteriormente en junio de 1998 una carta al entonces director de la escuela, Wolfgang Harder, y a 26 empleados, confrontándolos con estas acusaciones y exigiendo consecuencias, después de enterarse de que Becker había regresado a la Escuela de Odenwald a principios de 1998 como profesor sustituto. Huckele le había escrito además dos cartas a Becker en 1997 y 1998, solicitando una respuesta de este último. La dirección de la escuela simplemente comunicó que Gerold Becker «no había refutado las afirmaciones de los afectados ante la junta directiva y había renunciado a sus funciones y responsabilidades en la asociación gestora y en la asociación promotora de la Escuela de Odenwald». La junta directiva, que había investigado las acusaciones, llegó a la conclusión de que, después de casi 15 años de ocurridos los hechos, éstos ya no eran «penalmente relevantes».

El artículo de Jörg Schindler, publicado a página completa en el Frankfurter Rundschau, no gatilló un debate público significativo, ni otros medios informaron al respecto, ni tampoco hubo reacción de las autoridades políticas y judiciales. En cambio, Florian Lindemann, en ese momento portavoz de los exalumnos, criticó duramente la cobertura del caso en una carta al editor publicada posteriormente. Acusó a Schindler de «periodismo sensacionalista». La investigación penal sobre el caso de Becker ya había sido archivada en 1999 por la Fiscalía de Darmstadt debido a que los presuntos delitos ya habían prescrito.

En resumidas cuentas, no pasó nada. Tendría que transcurrir poco más década antes de que se tomaran cartas en al asunto, lo cual llevaría al declive de la institución escolar y a su cierre definitivo en septiembre de 2015 por problemas financieros.

¿Podemos establecer un paralelo entre este caso y las primeras denuncias contra el Sodalicio de Vida Cristiana publicadas en un medio de difusión masiva —como era la revista Gente—, provenientes de la pluma de José Enrique Escardó?

Ciertamente, Escardó publicó seis columnas entre octubre y noviembre del año 2000 en su columna semanal El Quinto Pie del Gato, y sus denuncias no fueron replicadas por ningún otro medio. Pasaría más de una década hasta que el año 2011 las primeras denuncias de abusos sexuales cometidos por Germán Doig y Luis Fernando Figari fueran publicadas en Diario16, entonces dirigido por Juan Carlos Tafur, y en el año 2015 Editorial Planeta publicara la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz, donde se designaría a Escardó como «el primer denunciante», aunque sus denuncias sobre abusos psicológicos y físicos no incluían ninguna sobre abuso sexual. Asunto irrelevante, dado que los primeros tipos de abusos pueden tener consecuencias iguales, o incluso más graves, que los abusos sexuales, y constituyen el sustrato para que en ocasiones se cometa agresiones sexuales.

Antes de la publicación de los artículos de Escardó ya habían habido denuncias periodísticas y académicas contra el Sodalicio de Vida Cristiana, aunque de corte distinto. En los años 70 y 80 aparecieron espóradicamente en el Diario de Marka, un periódico de izquierda, críticas al Sodalicio y a Figari por su cercanía a grupos fascistoides de extrema derecha y por su oposición a la teología de la liberación del Padre Gustavo Gutiérrez, corriente de pensamiento que terminó siendo avalada como teológicamente inobjetable por la Congregación para la Doctrina de la Fe (Ciudad del Vaticano) y el Papa Francisco

El primero en resaltar por escrito el carácter sectario del Sodalicio fue José Luis Pérez Guadalupe en el año 1991, en su tesis para optar al grado de licenciado en teología, intitulada Las sectas en el Perú. Un resumen de la tesis fue publicado posteriormente por el Centro de Investigaciones Teológicas de la Conferencia Episcopal Peruana en el año 1991, con el título de Las sectas en el Perú: Los “nuevos movimientos religiosos”, y vendido en su local de Jesús María. Si bien el libro se ocupaba principalmente de las sectas evangélicas presentes en el Perú, en una parte de este escrito Pérez Guadalupe hablaba de características sectarias que se presentaban también en grupos que formaban parte de la Iglesia católica, a saber, el Opus Dei, el Camino Neocatecumenal y el Sodalitium Christianae Vitae. Recuerdo que los curas sodálites Jaime Baertl y José Antonio Eguren movieron influencias para que el libro dejara de ser vendido, sin lograrlo. Aun así, la publicación no tuvo una difusión de alcance masivo, como sí lo tenía la revista Gente.

¿Qué factores contribuyeron para que las denuncias de Escardó cayeran en saco roto? Puedo adelantar algunas hipótesis.

Uno de los factores puede ser el medio donde publicó sus columnas. Gente era considerada una revista frívola, que no estaba a la altura de otras revistas periodísticas consideradas más serias como Caretas, Oiga y Sí. Ciertamente incluía algunos reportajes, pero estaba mas centrada en temas de farándula, de espectáculos, de alta sociedad, de variedades y deportes. Además, la columna de José Enrique Escardó tampoco tenía mucho peso en el ámbito periodístico, pues siendo el hijo de Enrique Escardó, el director de la revista, se sospechaba que se le había asignado una columna semanal más por motivos de parentesco que por sus méritos profesionales.

El siguiente factor que atentó contra la difusión de las denuncias fue el estilo sensacionalista en que estaban redactados los artículos. Era evidente la intención del articulista de escandalizar a sus lectores, contándoles una serie de incidentes chocantes. «Hoy contaré otra historia que escandalizará a mis lectores y, como les dije antes, tengo muchas otras guardadas que iré contando cada semana».

Todos los incidentes abusivos que Escardó narra ocurrieron realmente. Yo mismo lo puedo corroborar, pues fui testigo de algunos, otros me fueron narrados de primera mano o yo mismo u otros sufrimos abusos parecidos. Sin embargo, faltaba en los artículos un contexto donde situarlos, pues Escardó no explicaba qué es el Sodalicio, cómo funcionaba, cómo eran las estructuras que permitieron el abuso, qué tipo de inserción tenía el Sodalicio en la Iglesia católica, etc. En otras palabras, lo que él escribió no cumplía con todos los estándares periodísticos, lo cual a ojos de muchos le restaba objetividad, aunque —como ya he señalado— nada de lo que cuenta es falso o inventado. Quizás en ese entonces no se hallaba en situación de realizar esta tarea, ya sea por falta de experiencia, ya sea por la carga emotiva que le causaba su animadversión a la Iglesia católica.

Y éste es otro de los puntos que quizás hayan impedido la difusión y acogida de sus denuncias. Pues en su primera columna del 26 de octubre de 2000, titulada “Extirparé la raíz del miedo”, introducía lo que iba a contar en el marco de una rabiosa perorata contra la Iglesia católica. «Llegó el momento de empezar a decir las cosas como son. Que nadie se deje atemorizar por curas o líderes laicos de la iglesia, que de santos tienen menos que yo de católico. […] Estoy harto de los abusos de la iglesia y de que metan la nariz donde nadie les ha pedido». Si bien Escardó tiene razón en muchas de sus críticas, no tiene en cuenta que la Iglesia no se reduce a lo que hagan muchos de sus jerarcas, ni tampoco tiene en cuenta que muchos católicos que se siguen considerando parte de la Iglesia entendida como Pueblo de Dios y comunidad viva de creyentes también comparten muchas de las críticas que él tiene.

El título de cuatro de sus columnas —”Los abusos de los curas”— también resultó inapropiado, pues de entre los personajes abusadores que menciona con nombre y apellido sólo uno es cura, a saber, José Antonio Eguren. En realidad, los abusadores más notables del Sodalicio han sido laicos. Hablar de los abusos de los curas termina distorsionando la verdadera compresión de la problemática de abusos del Sodalicio.

Un año después, el 20 de noviembre de 2001, se emitió en Canal N el primer reportaje periodístico sobre el Sodalicio de Vida Cristiana, realizado por Diego Fernández-Stoll, durante el programa “Entre Líneas“, que conducía la periodista Cecilia Valenzuela. En el programa también se entrevistó a José Enrique Escardó y al psicólogo Jorge Bruce.

Allí se presentaba de manera seria y documentada el marco contextual que le faltaba a las columnas publicadas en Gente. Y allí José Enrique Escardó pudo hablar, de manera más serena, sobre las mismas experiencias abusivas que había sufrido durante su permanencia en el Sodalicio, sin la sazón emocional que habría arruinado el impacto efectivo que podrían haber tenido sus artículos escritos. En el programa de Canal N rezumaba sincera objetividad y fidedigna credibilidad.

Por supuesto, seguía siendo un ave solitaria, pues muchos de los que aún estábamos procesando nuestra experiencia sodálite aún no habíamos superado del todo el formateo mental efectuado por el Sodalicio o no estábamos en condiciones de narrar públicamente lo que habíamos sufrido.

Quiero agradecer a José Enrique Escardó por el valor que tuvo de hablar, de abrir trocha y camino, aunque su denuncia original no haya estado exenta de desaciertos en la forma y en el tono.

(Columna publicada el 23 de marzo de 2024 en Sudaca)

LOS ABUSOS QUE NO VIMOS

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Fotograma de la película “Midsommar” (Ari Aster, 2019)

Midsommar (Ari Aster, 2019), coproducción cinematográfica estadounidense-sueca, es un drama de terror que transcurre casi todo a la luz del día. Hasta las escenas más escalofriantes ocurren a bajo la luz del sol. Y, sin embargo, las miradas se dividen, pues lo que para unos son acontecimientos normales y deseables de la vida comunitaria, para los protagonistas que vienen de afuera son hechos amenazantes y escalofriantes que bordean la locura y el delirio.

Dani, estudiante de psicología en Nueva York, traumatizada por el suicidio de su hermana Terri tras el asesinato de sus padres, mantiene una relación tensa y conflictiva con su novio Christian, estudiante de antropología. Ambos viajarán junto con Mark y Josh, también estudiantes de antropología, a una localidad remota de Suecia, por invitación de Pelle, otro estudiante de nacionalidad sueca, para participar en una tradicional celebración de solsticio que ocurre cada 90 años. Se convertirán así en invitados de la comunidad de Harga, una especie de secta de creencias neopaganas, y serán testigos, junto con otra pareja estudiantil proveniente de Londres, de extraños rituales asociados al culto de la naturaleza, representados gráficamente en inquietantes pinturas que ornan las paredes del local comunitario donde todos duermen. Casi todo ocurrirá bajo la luz diurna, a vista y paciencia de todos: el horroroso suicidio de una pareja de ancianos, las mesas servidas para un banquete con carne pudriéndose al sol, un extraño ritual de apareamiento, la danza frenética hasta desfallecer de muchachas en estado de euforia, los sacrificios humanos como tributo a la naturaleza. Y si algún visitante transgrede alguna norma de la comunidad -aun sin ser consciente de ello-—desaparece misteriosamente y termina siendo sacrificado—, como ocurrirá con casi todo el grupo de foráneos.

Sin embargo, no hay nada que haga sospechar algo siniestro en los miembros del colectivo pagano, pues entre ellos siempre parece reinar la concordia y la vida está teñida de una atmósfera de idilio campestre, de armonía con la naturaleza, de un sentimiento de familia y una sencillez sincera que despierta en Dani añoranzas de la vida familiar que ella ha perdido y que no avizora en el futuro en su relación con Christian. Coronada Reina de Mayo por haber sido la única muchacha en quedar en pie después del ritual de la danza, terminará eligiendo a Christian como parte del sacrificio cruento a la naturaleza que hay que realizar. Y en la escena final, su angustia ante todo el terror que ha presenciado se convertirá en una sonrisa radiante de felicidad.

El final es ambiguo y está abierto a interpretación. Una de ellas es que Dani logra librarse de todo aquello que la atormenta y alcanza su libertad. Mi interpretación es otra: Dani acepta interiormente las normas de la comunidad sectaria que se ha convertido en su familia y normaliza el terror que ha vivido; su lavado de cerebro ha sido completado.

Es esta variable, la del lavado de cerebro como forma de control mental e influencia social, la que muchas veces se omite cuando se examina los casos de abuso en el Sodalicio. ¿Por qué hay tantos que dicen que no vieron nada que pueda considerarse como abuso, cuando los abusos físicos y psicológicos ocurrían a vista y paciencia de los miembros de las comunidades sodálites? Por la misma razón que los integrantes de Harga en la película Midsommar no veían los horrores que albergaba su comunidad: porque tenían la mente formateada y no tenían la capacidad de juzgar como horrores aquello que consideraban parte esencial de su existencia comunitaria. Una mirada desde fuera sí que era capaz de ver esos horrores como lo que eran, como abusos que lesionaban la dignidad humana.

En el Sodalicio todos hemos sido testigos de los abusos que se cometían, pero mientras se vivía en la comunidad dentro de la órbita del pensamiento y la disciplina sodálites, no era posible identificar esas prácticas como abusos. Es decir, veíamos los horrores que ocurrían, pero no veíamos en ellos abusos. Además, no podíamos contar a la gente de afuera lo que ocurría dentro de los muros de las comunidades. Hacer eso se consideraba una indiscreción que rozaba la traición, pues la gente de afuera supuestamente no iba a entender lo que hacíamos. Como en la comunidad de Midsommar, se vivía una especie de aislamiento y separación del mundo común y corriente, y hacia adentro de las comunidades imperaban otras normas y reglas.

Esta ceguera hacia los abusos la puedo ilustrar con un ejemplo.

El 23 de agosto de 2018 recibí una carta notarial de Mons. José Antonio Eguren motivada por un artículo que yo había había publicado el 13 de agosto de 2018 con el título de “Mons. Eguren, la fachada risueña del Sodalicio”, solicitándome que me rectificara en varios puntos. Entre otras cosas, yo afirmaba que Mons. Eguren «incluso habría sido testigo de algunos abusos y maltratos», lo cual él negaba y consideraba difamatorio y en perjuicio de su honra. Hay que decir que esta carta fue similar a las que recibieron Pedro Salinas y Paola Ugaz, y constituía el paso previo para una querella por la vía judicial.

Parece que la respuesta que publiqué el 27 de agosto lo disuadió de tomar ese paso. Allí le decía yo a Mons. Eguren lo siguiente:

«Te creo si dices que no sabías nada de los abusos sexuales perpetrados por las cabezas del Sodalicio y otros miembros de jerarquía inferior. Pero respecto a maltratos psicológicos y físicos —los cuales durante mucho tiempo nos acostumbramos a ver como normales debido al formateo mental que todos hemos sufrido en el Sodalicio—, ¿puedes decir que no viste nada? ¿No vivimos ambos en la misma comunidad en Nuestra Señora del Pilar, no sólo en Barranco sino también cuando temporalmente funcionó en La Aurora (Miraflores), y también en la comunidad de San Aelred (Magdalena del Mar)? Yo vi a miembros de comunidad castigados durmiendo en la escalera. ¿No los viste tú? Vi a varios obligados a tener que alimentarse sólo de pan y agua —o peor, de lechuga y agua— durante días. ¿No los viste tú también? En reuniones nocturnas donde tú también estabas presente vi también como se forzaba a los miembros de comunidad a revelar sus interioridades, sin ningún respeto por su derecho a la intimidad, muchas veces siendo objeto de humillaciones y de un lenguaje procaz y ofensivo. ¿Lo has olvidado? Yo te he visto contribuir a castigar con la ingestión de mezclas repugnantes de comida (postres mezclados con condimentos salados y picantes) a sodálites que estaban de prueba en la comunidad de San Aelred, bajo la responsabilidad de Virgilio Levaggi. ¿Te falla la memoria? Cuando yo estaba en San Bartolo en el año 1988, tú visitabas con frecuencia la comunidad para celebrar Misa y oír confesiones. Después te quedabas a comer y en las conversaciones te enterabas de las cosas que se hacían en San Bartolo. ¿Hasta ahora no has captado que varias de esas cosas eran abusos y maltratos? ¿Acaso no estuviste siempre de acuerdo con que nosotros, miembros de comunidad, mantuviéramos la mayor distancia posible hacia nuestros padres? Asimismo, cuando eras superior en Barranco, no podía llamar por teléfono ni salir a la esquina si no tenía permiso tuyo. Quien se ausentaba de la casa sin permiso era después severamente castigado. ¿No era esto una especie de coerción de nuestra libertad?»

En resumen, los abusos físicos y psicológicos nunca se perpetraron a escondidas en el Sodalicio, pero estábamos condicionados para ver en esas cosas solamente “rigores de la formación” y no abusos vejatorios de nuestros derechos humanos.

Respecto a los abusos sexuales, la gran mayoría de ellos ocurrieron en habitaciones a puerta cerrada, adonde no estaba permitido ingresar sin permiso del superior de la comunidad o del consejero espiritual que estaba dentro de la habitación. Para cometer esos abusos bastaba con que el perpetrador tuviera un puesto de autoridad y que tuviera asignada una habitación para efectuar conversaciones y consejerías privadas con sodálites a su cargo. La disciplina de la obediencia hacía el resto. Nadie podía entrar y la víctima no podía hablar de lo sucedido, pues el formateo mental le impedía categorizar lo sucedido como un abuso sexual y tampoco tenía autorización para hablar de lo que había sucedido entre su guía espiritual y él.

Por lo tanto, no se puede afirmar categóricamente —como sí se puede hacerlo de los abusos físicos y psicológicos— que había todo un sistema para abusar sexualmente de las víctimas. Tampoco hay certeza de que otros miembros de la cúpula sodálite estuvieran enterados de los abusos sexuales de los líderes en el momento en que ocurrían. Por eso mismo, cuando se enteraban de algún caso —como ocurrió con Virgilio Levaggi y Jeffery Daniels—, el sujeto era puesta bajo un estricto régimen de disciplina que debía hacer las veces de castigo y medida correctiva. Sin embargo, sí hubo un sistema de encubrimiento, pues las autoridades sodálites nunca denunciaron ni ante tribunales eclesiásticos ni ante la justicia civil a ninguno de los abusadores que descubrieron en su seno. Y también hay que recalcar que el sistema de disciplina que incluía los abusos físicos y psicológicos generalizados como parte integrante del mismo fue el que posibilitó que se llegara en algunas ocasiones a abusos sexuales.

El lavado de cerebro llegó a ser tan profundo, que los sodálites estaban predispuestos a no ver abusos donde la gente normal sí los vería. Y a no creer que sus líderes, respetados en vida como personas con un aura de santidad, pudieran cometer abusos sexuales. No los culpo. Yo pasé casi 30 años de mi vida sin ver nada, y cuando al fin pude librarme del formateo mental, tuve que rearmar el rompecabezas de mi vida y pude por fin ver los abusos que yo había sufrido y otros de los cuales fui testigo. Esos mismos hechos que habían sido para mí durante décadas los abusos que no vimos.

(Columna publicada el 5 de agosto de 2023 en Sudaca)

SODALICIO: EL INFORME DE BELAÚNDE

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Sesión de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, presidida por Alberto de Belaúnde; en la mesa (de izq. a der.) Claudio Cajina, abogado del Sodalicio; Alessandro Moroni, entonces Superior del Sodalicio; Fernando Vidal, entonces Vicario General del Sodalicio

En julio del año 2019 la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el entonces congresista Alberto de Belaúnde, terminó su informe preliminar plasmado en un texto de más de 1500 páginas. Durante un año, desde junio de 2018, la comisión se había dedicado a investigar su tema, teniendo como base tres casos emblemáticos:

  • Violencia sexual en las escuelas públicas de Condorcanqui, Amazonas: el caso de colegialas awajún que habrían sufrido violencia sexual por parte de algunos profesores en la comunidad de Huampami, capital de El Cenepa, uno de los tres distritos de la provincia de Condorcanqui.
  • El caso del Sodalicio de Vida Cristiana.
  • El caso del Colegio Héctor de Cárdenas (Jesús María, Lima), donde el director Juan Borea habría abusado sexualmente de varios alumnos, principalmente con tocamientos indebidos.

Los ocho primeros capítulos del informe, que comprenden una tercera parte del mismo, consisten en una descripción del método de trabajo aplicado por la comisión y el marco de investigación, seguido de una exposición rigurosa y exhaustiva sobre el tema del abuso sexual, desglosado en los siguientes temas:

  • El abuso sexual de menores como fenómeno social
  • El enfoque de la víctima
  • El impacto en la salud física y mental de los abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes y el derecho al tiempo de las víctimas
  • El sistema de justicia ordinaria frente al abuso sexual de los niños, niñas y adolescentes
  • Principales servicios frente al abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes
  • Pueblos indígenas: coordinación de la justicia y pertinencia cultural de los servicios públicos frente al abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes

A continuación desarrolla a profundidad cada uno de los casos emblemáticos. Al final se incluyen cinco casos que fueron dados a conocer a la comisión durante su período de actividad y que fueron incluidos en un capítulo intitulado “Otros casos de especial trascendencia”. La justificación que se dio para incluirlos en el informe es la siguiente:

«Si bien la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones focalizó su investigación en los tres casos emblemáticos consignados en su Plan de Trabajo, también recibió otros —siempre en el contexto de instituciones públicas y privadas— que por su especial trascendencia merecieron atención de esta Comisión».

A continuación, una breve descripción de estos casos:

  • Caso Huamachuco, que da cuenta de presuntos abusos cometidos por sacerdotes de la diócesis de Huamachuco y del arzobispado de Trujillo.
  • Colegio Jorge Cieza Lachos (Puruchuco, Lima), de la Policía Nacional del Perú, donde un niño de seis años de edad habría sido víctima de bullying y de un incidente de carácter sexual por parte de tres compañeros de clase.
  • Iglesia Evangélica Bautista “Lirio de los Valles” (San Juan de Lurigancho, Lima), en cuyas instalaciones el hijo del pastor le hizo tocamientos de carácter sexual a una niña de 13 años.
  • Abusos sexuales en el Colegio Salesiano y en la Congregación Salesiana, donde «se abordan dos denuncias que recibió la Comisión Investigadora relacionadas a abusos sexuales contra dos menores de edad que habrían cometido dos sacerdotes de la Congregación Salesiana en los años 70 y 80. Uno de los casos habría sucedido en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y el otro en el Colegio Salesiano “San Francisco de Sales”». Ambos locales están ubicados en la ciudad de Lima.
  • Colegio privado Markham (Miraflores, Lima), donde se analiza el caso de la entonces adolescente de 15 años Mackenzie Severns, estadounidense, la cual, estando de intercambio estudiantil en Lima en el año 2018, fue violada durante una fiesta por un alumno de 17 años del colegio mencionado.

La parte referente al Sodalicio abarca más de 300 páginas. Constituye uno de los estudios más completos que se ha hecho sobre la institución, pues da un breve resumen de su historia, describe su estructura organizacional y el contexto institucional, señala las características de los presuntos abusadores, para luego detallar cómo se dieron las denuncias de abuso sexual y las reacciones que hubo de parte de la institución, de la Iglesia y del Poder Judicial. Pero no se circunscribe a los abusos sexuales, sino también se detallan abusos físicos, psicológicos y económicos.

Dentro de esta panorámica de la institución, destaca cómo estaba constituido el Consejo Superior, conformado por el Superior General —quien ostentaba autoridad absoluta y tenía siempre la última palabra—, el Vicario General y los cinco asistentes (encargados) de las diversas áreas de trabajo en que se dividía la organización: Espiritualidad, Instrucción, Apostolado, Comunicaciones y Temporalidades (es decir, administración y finanzas). Se logró determinar quiénes ocuparon cargos en el Consejo Superior desde 1980 hasta 2019 y, por lo tanto, quiénes eran responsables del sistema de formación y disciplina que permitió los abusos, y que habrían sabido lo que ocurría en las comunidades, por lo menos en lo referente a abusos físicos y psicológicos.

En cuanto a Jeffery Daniels, cuyos abusos sexuales se descubrieron internamente en 1997 y que fue protegido por la comunidad y recluido tres años en el centro de formación de San Bartolo, se deduce por las fechas que no sólo habrían sabido del hecho José Sam y Germán McKenzie, los primeros que se enteraron, sino también el mismo Luis Fernando Figari, Germán Doig, Jaime Baertl, Óscar Tokumura, Miguel Salazar, Jürgen Daum, Erwin Scheuch, Eduardo Regal, Juan Carlos Len, Alfredo Garland y José Ambrozic, que formaron parte del Consejo Superior entre los años 1997 y 2000. Daniels nunca fue denunciado ni ante la justicia civil ni canónicamente ante la Iglesia católica, sino que habría sido encubierto por las personas mencionadas. No se descarta que hayan otros más que conocieron los hechos y participaron de este silencio colectivo.

Asimismo, este recuento histórico permite saber con certeza que José Antonio Eguren ocupó el cargo de Asistente de Instrucción entre los años 1980 y 1982, aunque él negó posteriormente que haya tenido algún alto puesto de responsabilidad en el Sodalicio. Sin rastro de duda, puedo afirmar también que fue el primer Superior de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar (Barranco, Lima) entre diciembre de 1981 y el año 1982, aunque sólo por algunos meses.

Estos datos son importantes, considerando que el informe de la comisión de expertos internaciones contratados por el Sodalicio (Informe Elliott-McChesney-Applewhite) calla en todos los colores del arco iris quiénes encubrieron los abusos cometidos dentro la institución. Para ellos simplemente no habría habido encubridores, ni siquiera cuando se identificó a los abusadores, pues quienes tenían puestos de responsabilidad en el Sodalicio habrían actuado siempre de buena fe.

Resulta también de particular importancia el testimonio del exsodálite Germán McKenzie, quien llegó a ser el primer Superior Regional del Perú dentro del Sodalicio y que en algún momento responde al pliego que se le envío a Canadá con esta lapidaria frase: «Se insistía en la obediencia, pero no se insistía igualmente en la formación y práctica de la conciencia moral».

Algunos ligeros errores en el Informe De Belaúnde no anulan el volumen de información corroborada y debidamente analizada que allí se nos ofrece. Por ejemplo, cuando se habla de los grados de pertenencia al Sodalicio, que van a la par con los grados de compromiso (aspirante, probando, formando, consagrado a María, profeso temporal y profeso perpetuo), se pone a los agrupados en el escalón más bajo de los grados de pertenencia. En realidad, las Agrupaciones Marianas no forman parte del Sodalicio sino del Movimiento de Vida Cristiana. Un agrupado mariano no emite ningún compromiso formal con el Sodalicio y no está obligado a seguir sus Constituciones, como sí lo están quienes se hallan en los otros grados de compromiso. Agrupado mariano puede ser cualquiera. Basta con que exprese su deseo de participar de una agrupación. La única vinculación con el Sodalicio sería que esta institución anima las agrupaciones y busca sus vocaciones entre los agrupados, aunque no exclusivamente entre ellos.

Dice el informe en una parte: «la mayoría de las familias se encontraban a gusto con que sus hijos pertenecieran al Sodalicio». Esta afirmación es discutible, dado que la captación de jóvenes vocaciones solía realizarse sin conocimiento ni consentimiento de los padres, lo cual generalmente llevaba a conflictos, y era frecuente que los padres en un principio no estuvieran de acuerdo en que sus hijos se unieran a un grupo tan absorbente y de características sectarias. Lo que ocurría con el tiempo es que los padres, habiendo perdido el control sobre sus hijos, terminaban aceptando una situación con la que en un principio no habían estado de acuerdo. No niego que hubo excepciones y padres que se sentían contentos de tener un hijo en el Sodalicio. Pero lo que generalmente se daban eran relaciones de confrontación, pues el Sodalicio solía actuar al margen de los padres.

No sólo por el caso Sodalicio, sino sobre todo por examinar a fondo el problema del abuso sexual de menores, el Informe De Belaúnde debe ser difundido —tarea que ha asumido recientemente la congresista Susel Paredes—y servir de base para medidas de prevención y proyectos de leyes, siguiendo las recomendaciones finales, que abarcan casi cincuenta páginas del texto final. De hecho, incluye una propuesta normativa para modificar el Código Penal y eliminar la prescripción del delito en el caso de abusos sexuales de menores. Tarea titánica en una sociedad machista, patriarcal y homófoba, que en muchísimos casos deja desprotegida a las víctimas de abusos y permite que los abusadores salgan impunes.

(Columna publicada el 26 de noviembre de 2022 en Sudaca)

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Debido a su importancia, transcribo aquí una parte del testimonio de Germán Mckenzie —quien como profeso perpetuo en el Sodalicio fue Superior General del Perú de 1996 a 2006—, tal como aparece en el informe preliminar de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones:

«…con la distancia del tiempo, y por no estar relacionado con el Sodalicio desde hace bastantes años, puedo decir que la formación era muy ambigua:

a. Usaba doctrinas espirituales y usos pertenecientes a la tradición de la vida consagrada en la lglesia católica y se reinterpretaban de modo problemático. Se insistía en la obediencia, pero no se insistía igualmente en la formación y práctica de la conciencia moral. Eso se hacía muy complejo cuando personas como el Sr. Doig, quien era una persona equilibrada, inteligente, muy educada, carismática, y con muchas habilidades organizativas, tenido como el sodálite “modelo”, decía u ordenaba hacer algo, pues era muy difícil que alguien criticara aquello. También pasaba con el Sr. Figari, sobre todo con hermanos menores, aunque en su caso, dado que era una persona desequilibrada, sí hubo intentos de hermanos mayores de criticarlo. Sin embargo, sólo dos personas, el Sr. Doig y el P. Jaime Baertl, tenían la autoridad como para, en algunos casos, convencer al Sr. Figari de cambiar de opinión. Eso hacía que específicamente los señores Figari y Doig concentraran un gran poder. La obediencia que se promovía era, en la práctica, una obediencia ciega. El Iema “el Superior nunca se equivoca” informaba la vida cotidiana de los hermanos en las comunidades. Aunque también se mencionaba que la obediencia estaba limitada por la moral, esto último no era lo que se acentuaba.

b. Se afirmaba el amor y la misericordia, pero por otro lado se era implacable en la crítica a los errores humanos. Había un mito del sodálite como un “superhombre”, que siempre lo hacía todo bien, lo que generaba una enorme presión en los hermanos por mostrarlo, uniformidad y ceguera a lo que no se hacía bien (que no se quería ver).

c. Se afirmaba que el Sodalicio era una institución al servicio de la lglesia, cuando a la vez se empujaba a los hermanos a muchas veces organizar obras y actividades de notoriedad pública, con el objetivo de ganar poder en la lglesia. Había en general una actitud soberbia frente a lo propio y extremadamente crítica ante lo demás.

d. Se decía que había que trabajar según las capacidades y posibilidades de cada cual, pero en la práctica se vivía un voluntarismo y se trabajaba mucho más de lo saludable. En mi experiencia, con la distancia que da el tiempo, diría que aunque había elementos positivos en la vida de los hermanos en el Sodalicio (amistad, las obras sociales, el servicio espiritual, etc.), los elementos negativos mencionados arriba los distorsionaban mucho y en muchos casos predominaban».

LOS ABUSOS DE LAS SIERVAS DEL PLAN DE DIOS

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El 27 de noviembre de 2021 el portal de noticias católicas Crux publicó un reportaje en inglés con el título de “Peruvian ex-nuns report abuses of power, conscience inside order”, denunciando los abusos dentro de las Siervas del Plan de Dios, una congregación de monjas creada en 1998 por Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana. Con autorización de Elise Ann Allen, autora del artículo, lo traduje al español y fue publicado a su vez en el portal de noticias Sudaca el 30 de noviembre. Ante el inminente lanzamiento del libro Siervas – El historial de abusos de las monjas sodalicias de la periodista chilena Camila Bustamante, he creído conveniente reproducir el artículo en mi blog.

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Exmonjas de congregación fundada por Luis Fernando Figari denuncian abusos

por Elise Ann Allen en Crux
https://cruxnow.com/church-in-the-americas/2021/11/peruvian-ex-nuns-report-abuses-of-power-conscience-inside-order
Traducción del inglés por Martin Scheuch

«Una Sierva es recia. Quien obedece nunca se equivoca. La voz de tu superior es la voz de Dios. Cuestionar a tu superior es cuestionar a Dios. Nunca debes confiar en nadie fuera de la comunidad. Tu familia es una tentación del demonio».

Éstas son algunas de las frases inculcadas en las mentes de las jóvenes que forman parte de las Siervas del Plan de Dios (SPD), un grupo de mujeres consagradas fundado en el Perú en 1998 por el laico Luis Fernando Figari, conocidas coloquialmente como las Siervas.

Figari es también el fundador de otras comunidades laicas: una de varones, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV), y otra de mujeres, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (FMR).

Las tres son sociedades de vida apostólica de laicos consagrados, sin embargo, a diferencia del SCV y de la FMR, las Siervas, conocidas en las medios sociales por sus videos interpretando música, visten el hábito tradicional y tienen un carisma particular de servir a los pobres y necesitados.

En el año 2015 los periodistas peruanos Paola Ugaz y Pedro Salinas publicaron el best seller Mitad monjes, mitad soldados, que incluía los testimonios de numerosos exmiembros del SCV, acusando a Figari de diversas formas de abuso físico, psicológico y sexual, incluso contra menores, así como abusos de poder, de autoridad y de conciencia.

Los miembros denunciaban la cultura interna tóxica y militante en que la autoridad era incuestionable y los miembros eran sometidos rutinariamente a crítica, humillados públicamente, y empujados a sus límites físicos y mentales con el fin de ser «suficientemente recios» para asumir los retos de responder al llamado de Dios.

Figari fue sancionado por el Vaticano en el año 2017 y tiene prohibido cualquier contacto con las comunidades que fundó, y el SCV está pasando actualmente por un profundo proceso de reforma que incluye la revisión de sus Constituciones bajo la guía de tres delegados nombrados por el Vaticano.

Sin embargo, las ramas femeninas del SCV han estado largo tiempo fuera de los reflectores, no obstante las numerosas denuncias de abusos similares dentro de estas comunidades.

Entre 2016 y julio de este año cerca de 30 exintegrantes de las Siervas, algunas de las cuales dejaron la comunidad en tiempos tan recientes como el año 2020, han presentado denuncias ante las autoridades eclesiásticas en Perú, Chile y en el Vaticano.

Crux ha podido acceder a varias de estas denuncias.

Entre aquellas que han denunciado están Ángela Cardona, que pasó 16 años dentro de la comunidad; Paola Mattos, que estuvo 17 años en la comunidad; Melanie Taylor, que estuvo 6 años en la comunidad; Verónica Avilés, que estuvo 7 años, y Delia Avilés, que estuvo 8 años.

Una historia de abusos

Fundadas con el carisma de servir a los pobres y a los más necesitados, el mantra de las Siervas siempre ha sido: «Si estás cansada, no lo muestres; muestra siempre una dulce y tierna sonrisa como Santa María».

Pero según las exintegrantes, esta dulce sonrisa no siempre era sincera, y con frecuencia fue usada como una máscara para ocultar las consecuencias físicas y emocionales de los abusos de poder y autoridad que fueron moneda corriente dentro de la comunidad.

Muchas de las exintegrantes que denunciaron abusos en las SPD se quejaron de los ejercicios excesivos que las empujaron más allá de sus límites físicos, que causaron en algunos casos lesiones permanentes, con un énfasis excesivo en dietas y en la apariencia física.

Según las exintegrantes, sólo las chicas más bonitas y las que pertenecían a las familias más adineradas le eran presentadas a Figari cuando visitaba sus comunidades, y se pasaban semanas ensayando sus platos favoritos antes de que él viniera.

A las mujeres más rollizas les decían cosas como «a Dios no le gusta que seamos gordas» o «la que es gorda no es apostólica», y eran puestas a dietas estrictas sin consultar a un nutricionista. Algunas aseguran que fueron obligadas a hacer ejercicios adicionales o fueron testigos de que se les exigió eso a otras chicas, ocasionando en algunas una serie de problemas de salud, incluyendo anemia.

Una exintegrante que prefirió guardar anonimato por miedo a repercusiones dijo que a las integrantes de la comunidad en Chosica (Perú) se les exigía anualmente trepar un cerro rocoso para que pudieran rezar en la cima.

No había ningún camino hacia la cima, de modo que a las hermanas se les obligaba a trepar por las rocas con simples zapatos formales de color negro, en lugar de calzado deportivo o botas de excursionismo, y sin ninguna otra forma de protección.

Una vez que alcanzaban la cima, tenían tiempo para la oración, la reflexión y la meditación.

En una ocasión, como cuenta una exintegrante, resbaló y se cayó encima de un cactus, pero aún así se le exigió finalizar la ascensión. Cuando regresaron a la casa de comunidad, su espalda estaba llagada y sangraba.

La hermana dijo que en todos los años que vivió en la casa de comunidad en Chosica, ni una sola vez la superiora participó de la ascensión; en lugar de eso, con frecuencia se quedaba en la cama en piyama hasta bien avanzada la mañana.

Las exintegrantes dijeron que fueron reprendidas o recibieron correcciones humillantes delante de toda la comunidad, con la superiora gritando o arrojando objetos. Muchas denunciaron haber sido objeto de abuso verbal, habiéndoseles dicho cosas como «usa la única neurona que tienes» cuando cometían un error.

Otras denunciaron además que hubo manipulación de sus procesos de discernimiento y que se les dijo que manifestar dudas sobre su vocación era equivalente a ceder a las tentaciones del demonio.

Ciertas integrantes también contaron de problemas que tuvieron durante sus años de formación, los cuales, en vez de enfocarse en el estudio y el discernimiento, transcurrieron para ellas como sirvientas personales de la superiora, haciendo de todo, desde limpiar habitaciones hasta planchar velos y lavar ropa interior.

Muchas exhermanas señalaron en sus denuncias el número significativo de integrantes de las cuales sabían que recibían alguna forma de tratamiento psicológico, el cual se inició para la mayoría apenas ingresaron a la comunidad, incluyendo varias que fueron medicadas. Muchas dejaron la comunidad con desórdenes de ansiedad y algunas desarrollaron síndrome de estrés postraumático.

También denunciaron el presunto mal uso de recursos, señalando que el dinero destinado a sostener proyectos para los pobres fue, en cambio, invertido en la comunidad, mientras que los hogares de ancianos pasaban meses sin reparaciones básicas, y se les proveía solo con los materiales más elementales y baratos.

Lealtad a Figari

No obstante los rumores públicos sobre las inconductas de Figari e incluso las sanciones que le impuso el Vaticano en el año 2017, las exintegrantes de las SPD señalaron que seguía siendo idolatrado por la comunidad.

Mattos, quien denuncia haber sufrido diversos abusos psicológicos, abusos de autoridad y acciones en perjuicio de su salud física mientras vivía en la comunidad, relató que cuando se estaba preparando para una operación quirúrgica, la cual se efectuó alrededor del mismo tiempo en que estaban saliendo a la luz las acusaciones contra Figari, se le dijo que éste estaba siendo «injustamente perseguido» y que debía ofrecer sus sufrimientos por él.

De manera similar, una vez que las acusaciones fueron públicas y quedó claro que el Vaticano probablemente tomaría acciones contra Figari, Delia Avilés les preguntó a sus superioras si debía deshacerse de la colección de libros de Figari que había en la casa de comunidad.

Como respuesta se le dijo: «Hay que guardarlos, quizás en este tiempo en Roma él se santifique y sea santo. Eso no lo sabemos nosotros», cuando Figari había sido enviado a vivir en Roma en el momento en que los rumores sobre su conducta habían comenzado a circular en el Perú.

Otras exintegrantes denuncian haber oído a hermanas defendiendo a Figari, y hacen acusaciones de que las superioras de las Siervas imitaban su estilo autoritario de liderazgo, incluso después de haber sido sancionado.

Una visita apostólica y denuncias realizadas

En el año 2016 la primera denuncia contra las Siervas por diversos abusos, hecha por una excandidata a las SPD, ingresó en la Oficina Pastoral de Denuncias (OPADE) en Chile.

Un año más tarde apareció un informe en un periódico chileno, El Mostrador, escrito por una excandidata a las SPD, haciendo un recuento terrorífico de relatos de abuso dentro de la comunidad, dando así a conocer estas acusaciones a la opinión pública.

En mayo de 2018 cinco exintegrantes de las Siervas hicieron llegar sus denuncias a Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, haciendo un recuento de sus historias de abuso. Aún no han recibido una respuesta.

En ese momento éstas cinco mujeres también informaron a las SPD que habían hecho la denuncia, pero no les revelaron su contenido. Sin embargo, trascurrido un año sin ninguna respuesta, les enviaron el informe completo en el año 2019. Las SPD respondieron, pero no ha habido ningún cambio o investigación.

Varios meses después de la denuncia hecha por las cinco exintegrantes en el año 2018, varias mujeres pertenecientes a la comunidad en ese entonces, pero ahora ya no, le escribieron en ese momento al arzobispo de Lima, el Cardenal Juan Luis Cipriani, sobre su creciente preocupación por las conductas dentro de las SPD.

En diciembre de 2018 Cipriani puso en marcha una visita canónica a las SPD, requiriéndoles no mantener ninguna comunicación externa mientras la visita tuviera lugar. A las integrantes se les dijo que si hablaban de la visita con alguien fuera de la comunidad, incluyendo sus familias, era una violación de su promesa de obediencia.

Los primeros delegados que llevaron a cabo la visita fueron el sacerdote peruano Jose Taminez y la monja peruana María Elena Camones. Sin embargo, Cipriani dejó su cargo cuando la visita no había aún terminado, y ahora el obispo auxiliar de Lima, Mons. Jose Salaverry, es el encargado de llevar adelante la visita junto con la Hna. Camones.

En ese entonces se le dijo a la comunidad que cada una de sus integrantes sería entrevistada como parte de la visita, sin embargo, las exintegrantes denuncian que éste no fue el caso, y que a muchas de ellas se les impidió hablar con los delegados, incluyendo a varias que habían confiado los abusos a sus superioras.

La visita terminó abruptamente sin concluir su trabajo poco después de que el nuevo arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, asumiera su cargo en marzo de 2019, y a las hermanas se les dijo que la razón de esto estaba en el cambio de autoridad eclesiástica en Lima. Sin embargo, algunas exintegrantes dijeron que algunos funcionarios de la Iglesia en Lima les comunicaron que otro motivo fue la falta de transparencia de las integrantes y autoridades de las SPD durante las entrevistas.

Algunos meses después, en agosto de 2019, un grupo de 20 exintegrantes de las SPD enviaron un dossier a Mons. Castillo, reseñando testimonios y denuncias de varios abusos. Este dossier fue posteriormente presentado a Mons. Salaverry, que es ahora delegado del arzobispado de Lima para la vida consagrada.

Mons. Salaverry no ha respondido al pedido de comentarios por parte de Crux sobre los resultados de la visita y el estado actual de las SPD.

En junio de 2021 un grupo aparte de siete exintegrantes hizo llegar una denuncia formal a la Oficina Pastoral de Denuncias de Chile, y en julio sus denuncias fueron enviadas al Vaticano, a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a través del subsecretario del dicasterio, el P. Pier Luigi Nava.

Muchas de las denuncias involucraban a Andrea García, quien ha dejado la comunidad, pero que estuvo a cargo de la formación de las SPD de 1998 a 2017, fue Superiora General de la comunidad de 1998 a 2005 y fue parte del Consejo Superior de 1998 a 2018.

Las exintegrantes también acusan a las Hnas. Carmen Cárdenas, Claudia Duque y Elizabeth Sánchez de diversos abusos dentro de la comunidad.

La misma Hna. Cárdenas fue Superiora General de las SPD desde 2005 hasta enero de 2020. Ambas, ella y la Hna. García, fueron designadas por Figari. La actual Superiora General de las SPD, Natalia Sánchez, fue la primera en ser elegida por las mismas integrantes de la comunidad en el año 2020.

En sus comentarios a Crux, la Hna. Natalia Sánchez, actual Superiora General de las SPD, dijo que desde hace algunos años la comunidad está pasando por «un proceso de reflexión y renovación».

Parte de este proceso, según ella, fue la primera Asamblea General de las SPD, que tuvo lugar a fines del año 2019.

Durante la asamblea «hemos podido elegir a nuestras nuevas autoridades y replantear nuestro camino en comunidad al servicio de la Iglesia; reconocemos que es un camino largo en el que aún hay más por profundizar y aprender», dijo.

Sánchez dijo que la comunidad está promoviendo actualmente varias actividades orientadas a una reforma, incluyendo cursos de entrenamiento sobre varios temas; encuentros y conversaciones con especialistas; desarrollo de protocolos para la prevención e identificación de abusos según las normas de la Iglesia; un plan revisado de formación, incluyendo la formación de aquellas que ejercen de superioras en las casas de comunidad, y de las hermanos a su cargo.

Todos estos pasos, dijo Sánchez, «son necesarios para la práctica saludable del discernimiento comunitario que promueva la participación de las hermanas y la vida fraterna».

Dio fe de la de la «total disposición» de las SPD para cooperar con las autoridades competentes, «para que se esclarezca cualquier hecho que sea materia de denuncia y se tomen las medidas pertinentes, y así prime y se garantice la verdad y justicia que tanto necesitan las personas que hayan sido afectadas y nuestra Iglesia».

Sánchez no reveló si se ha iniciado una investigación sobre las Hnas. Cárdenas, Duque y Sánchez.

A día de hoy, Delia es la única que ha oído algo del Vaticano después de enviar una denuncia personal al Cardenal Luis Ladaria, Prefecto de la Congregacion para la Doctrina de la Fe, mediante un e-mail de diciembre de 2020.

Precisamente en este mes en curso, casí un año despues de contactar a Mons. Ladaria, Delia recibió un e-mail de un funcionario de la así llamada Congregación para Religiosos solicitando una dirección a la cual poder enviar una carta formal del dicasterio.

En la carta, firmada por la Hna, Carmen Ros Nortes, subsecretaria de la Congregación para Religiosos, se le informa a Delia que su denuncia de diciembre de 2020 había sido recibida, y que «ha sido objecto de un análisis detenido y llevado a la autoridad competente para solicitar una respuesta al respecto».

«Por el bien de todos y de la Iglesia, se ha pedido a las mismas autoridades que actúen, superen y corrijan los aspectos impropios e incorrectos que se encontraron en el gobierno, en la formación y en la constatación de eventuales actos de abuso de poder, de violencia psicológica o de manipulación de la conciencia», decía la Hna. Ros Nortes en la carta.

La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica rechazó un pedido de Crux solicitando comentarios sobre el estado de las SPD y si se ha abierto una investigación.

El 16 de noviembre las SPD anunciaron en su página de Facebook que a inicios de este mes tuvieron un encuentro virtual con todas sus integrantes en el mundo para poner en marcha el protocolo de prevención de abuso, en el contexto del «tiempo institucional de revisión, reflexión y renovación».

Pero para las exintegrantes, muchas de las cuales dejaron la comunidad en los últimos cinco años, gestos como éstos son demasiado tardíos, y existen dudas sobre si puede tener lugar una reforma significativa cuando el liderazgo de la comunidad aún está compuesto por integrantes de la “vieja guardia” formadas en tiempos de Figari.

Dado que muchas de las exintegrantes han dejado la comunidad en época muy reciente, esto significa que los abusos que experimentaron dentro de la comunidad seguían ocurriendo incluso después de que Benedicto XVI y el Papa Francisco intentaron reformar la vida consagrada, y después de que se hicieran públicos los escándalos que involucraban a Figari y a varios otros fundadores de movimientos eclesiales.

Actualmente hay una presión enorme dentro del Perú para disolver el SCV y toda la Familia Sodálite.

Aún ha de verse lo que sucederá con estas comunidades, pero una cosa es cierta: que independientemente de su destino, son un ejemplo notorio del trabajo que aún necesita hacerse en el arduo y progresivo esfuerzo de reformar la vida consagrada en la Iglesia católica.

LA VÍCTIMA DE ABUSO QUE ELIGIÓ ENTRE EL SUICIDIO Y LA LUCHA

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Detlev Zander

Año 2013. Detlev Zander, enfermero de más de 50 años de edad residente en Plattling (Baviera), comienza a sufrir continuas depresiones debido a flashbacks recurrentes y recuerdos de una infancia atormentada. Las consecuencias del trauma sufrido afloran como un volcán sin que haya habido un detonante y terminan incapacitándolo para seguir ejerciendo su actividad laboral. Decide quitarse la vida. Su primer intento de suicido fue a los 14 años de edad, y no sería el único. Como en las otras ocasiones, su tentativa falla nuevamente. Es entonces que decide tomar otro camino: en vez de lanzarse hacia la muerte, decide lanzarse hacia adelante y luchar. «O me voy de este mundo o me voy hacia la opinión pública», se dijo entonces a sí mismo.

En el año 2014 Zander se convierte en el primer denunciante de abusos sufridos por menores de edad en un hogar infantil de la Evangelische Brüdergemeinde Korntal, en castellano Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal, una pequeña localidad situada a unos 11 km por carretera de Stuttgart. La comunidad existe desde el año 1819 como una entidad de derecho público que mantiene lazos de cooperación con la Iglesia Regional Evangélica de Wurtemberg (sur de Alemania). La comunidad de Korntal es, pues, una iglesia cristiana autónoma nacida dentro de la corriente pietista del luteranismo, la cual le da más importancia a la vivencia interior —entendida como experiencia personal de Cristo— que a los aspectos institucionales y rituales de la comunidad eclesial. Pero por eso mismo, Korntal era a la vez «un cosmos cerrado en sí mismo», una comunidad autorreferencial, una institución que se miraba el ombligo y que ponía como condición para pertenecer a ella una fe piadosa y sentida, aunque bajo su manto se cometieran perversidades. Y eso es precisamente lo que vivió Detlev Zander en carne propia desde su más tierna infancia.

A inicios de los 60, a la edad de 3 años, llega al hogar infantil de la Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal, proveniente de un hogar para lactantes ubicado en la sureña región montañosa conocida como Jura de Suabia. La Oficina de Juventud le había quitado a los padres la custodia del niño desde que era un bebé. Su padre era un delincuente sexual muy violento. «Se me quiso proteger de él», señala Zander. Y paradójicamente fue entregado a un hogar infantil donde sería sistemáticamente violado durante diez años, desde los 4 a los 14 años de edad.

El conserje habría sido el principal abusador, quien se llevaba niños al sótano de las bicicletas y, tras haberlos acariciado con una mano exploradora de todos los rincones del cuerpo humano y haberlos obligado a practicarle el sexo oral, los colocaba boca abajo sobre un banco de trabajo y procedía a violarlos Si la potencia viril lo había abandonado y no retornaba, tenía a la mano una aceitera y un destornillador. Detlev recuerda cómo el conserje le untaba aceite en el trasero y luego le introducía el mango rojo de la herramienta. Para poder soportar el dolor y huir de la crueldad del momento, el niño acariciaba el logo del mueble, una pequeña placa con la figura de la iglesia mayor de Ulm, a fin de sustraerse al horror.

«Como niño desarrollas una estrategia, en la cual al final ya nada te importa. Yo me escindí como un venado muerto. Yo buscaba puntos y hacia dibujos con los dedos. Sobre este banco de trabajo estaba la iglesia mayor de Ulm, y entonces siempre jugaba a que la luna es redonda, la luna es redonda. De esta manera ya no sentía nada. Era una reacción refleja defensiva; si no, no se sobrevive a eso».

«Yo era presa de caza, porque no tenía hogar paterno. No se lo podía contar a nadie». Una sola vez se le contó a su preceptora: «Tía Gerda, mi popó está con sangre». Tenía 4 ó 5 años. «Entonces me pegó así y sólo me introdujo una gasa de algodón con un viejo termómetro y yo debía quedarme arriba en el dormitorio. Me quedó entonces claro que nadie me iba a creer».

A la violencia sexual se añadieron maltratos físicos y psicológicos. «Por ejemplo, yo era obligado a comerme mi propio vómito cuando había arrojado», cuenta Zander sobre su sádica preceptora. «Yo mojaba la cama. Entonces ella me ponía en la mañana bajo la ducha fría y con un cepillo de dientes restregaba mi pene con sal». El párroco también aplicaba violencia, llevaba a cabo exorcismos sobre la “estirpe del diablo”, golpeaba a los “engendrados en pecado”. Dice Zander que esta “violencia religiosa” era tan nefasta como la violencia sexual.

«Abajo en el sótano eras violado y arriba se nos obligaba a la fuerza a rezar y cantar. Había coerción para ir a la iglesia todos los domingos. Había verdaderas expulsiones de demonios con golpes. Y siempre reproches y amenazas: “¡Si no haces esto, te irás al infierno!” Para mí de niño eso era normal, pero a la larga no era otra cosa que coerción. Desde mi punto de vista actual era pura demostración de poder, abuso de poder. No importaba que fuera el párroco, la preceptora, el conserje o el director del hogar infantil: todos ellos tenían cuasi poder sobre nosotros. El abuso sexual siempre es abuso de poder; no se debe relativizar esto, diciendo que todos eran pedófilos. Como el conserje, que no era pedófilo. Abusaba de los niños y luego les introducía cuerpos extraños, yo mismo lo viví. Se caracterizaba por ser muy sádico. Y esta conducta se reflejaba después en mi grupo, allí había insoportables orgías de golpes».

En el año 2015 Zander publicó una pequeña novela basada sobre sus experiencias personales con el título de “Y Dios aparta la mirada (La historia de Dieter Z. – Un niño en el infierno)” [“Und Gott schaut weg (Die Geschichte des Dieter Z. – Ein Kind in der Hölle)]”, donde, además de narrar los abusos de todo tipo que sufrió, describe lo que se puede considerar un sistema de abuso, donde cada uno de los responsables cumple una función y donde muchos no ven —o no quieren ver— lo que se les hace a los niños. Allí también se describe a un grupo de donantes, hombres que colaboraban monetariamente o con servicios a la comunidad evangélica y que podían llevarse un fin de semana a cualquier niño para un paseo, supuestamente para hacer que por algunos momentos se sientan parte de una familia. Uno de los principales donantes de la comunidad de Korntal habría sido también un abusador de menores, así como otros señores interesados en el “bienestar” de los niños.

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El niño Detlev Zander

No obstante que los Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal buscó silenciar a Zander, desacreditándolo como un mentiroso y embustero, finalmente tuvieron que admitir los hechos, dado que aparecieron nuevos testimonios de más de 140 víctimas. Se encargó una investigación independiente que incluía dos hogares infantiles de la comunidad entre los años 50 y 80, realizada por la exjueza Brigitte Baums-Stammberger, el pedagogo Bruno Hafeneger y el sociólogo Andre Morgenstern-Einenkel, los cuales presentaron su devastador informe el 7 de junio de 2018. Fueron entrevistadas 105 víctimas —entre ellas Zander—, de las cuales 56 habían sufrido violencia sexual. Se pudo identificar a 81 abusadores, de los cuales 8 eran abusadores intensivos en serie. Una vez publicado el informe se han reportado más de 50 víctimas adicionales.

Comenta Zander: «Desde mi punto de vista no se puede decir que el contexto católico sea peor que el evangélico – en ambas iglesias no se hace nada. Ambas están igual de mal y son terribles». Pero la atención puesta sobre la Iglesia católica eclipsa los abusos cometidos en las iglesias evangélicas. Zander recalca que «para nosotros, víctimas protestantes, hay poco apoyo».

Actualmente Detlev Zander forma parte de un equipo de investigación independiente para el procesamiento de la violencia sexual y otras formas de abuso en la Iglesia evangélica en Alemania, es oficialmente representante a nivel federal de las víctimas de abusos de la Iglesia evangélica alemana y ha fundado la asociación Red Fórum de Personas Afectadas (Netzwerk BetroffenenForum e.V.).

En febrero de este año declaraba que «el mismo se había convertido en punto de contacto». En el último año y medio se habían contactado con él 168 víctimas de comunidades protestantes. Muchos no querían declarar ante comisiones conformadas sólo por representantes de las iglesias evangélicas. Incluso para la investigación en curso se habían reportado demasiadas pocas víctimas. Zander alienta a participar: «El que calla, le fortalece las espaldas al abusador».

Detlev Zander ya no callará nunca más. Quiere pisarle los callos a los obispos para llevar adelante un esclarecimiento independiente. «Quien no logra crear estructuras sanas, se hace cómplice, le da a los abusadores y abusadoras la oportunidad de violar niños», dice. Para el próximo año se esperan los resultados de la investigación independiente. Zander prevé en la Iglesia evangélica el mismo terremoto que actualmente sacude a la Iglesia católica.

De este modo, a las iglesias que se vanagloriaban de ser recintos de luz y santidad se les puede aplicar lo que decía el escrito alemán Johann Wolfgang Goethe: «Donde hay mucha luz, la sombra tiende a ser profunda».

(Columna publicada en Sudaca el 11 de junio de 2022)

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FUENTES

WEB.DE
„Wir waren Freiwild”: Ein Betroffener berichtet über sexuelle und körperliche Gewalt in der Evangelischen Kirche (04.08.2021)
https://web.de/magazine/panorama/freiwild-betroffener-sexuelle-koerperliche-gewalt-evangelischen-kirche-36028266

PNP.de
„Missbrauch nach dem Missbrauch”: Plattlinger kämpft um Aufarbeitung (26.02.2022)
https://www.pnp.de/lokales/landkreis-deggendorf/plattling/Missbrauch-nach-dem-Missbrauch-Plattlinger-kaempft-um-Aufarbeitung-4245993.html

„Uns wurde die Würde genommen“
GEWALT IN HEIMEN DER EVANGELISCHEN BRÜDERGEMEINDE KORNTAL IN DEN 1950ER BIS 1980ER JAHREN
AUFKLÄRUNGSBERICHT
http://www.aufklaerung-korntal.de/wp-content/uploads/2018/06/Aufarbeitungsbericht.pdf

Detlev Zander
Und Gott schaut weg (Die Geschichte des Dieter Z. — Ein Kind in der Höhle), 2015

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Por ser de interés general, he traducido del informe sobre los hogares infantiles de la Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal la parte donde se describe las estrategias que aplicaron los abusadores sexuales para lograr sus cometidos.

Estrategias de los abusadores

En particular, los abusadores desarrollaron […] típicas estrategias no llamativas para satisfacer sus inclinaciones sexuales (pedófilas, sádicas, efebófilas) y ansias de poder. Los modos de proceder presentaban las siguientes características:

  • La dependencia material e inmaterial de los niños es aprovechada por los abusadores.
  • Los abusadores escogen a las potenciales víctimas de manera selectiva según edad, sexo y apariencia; en sus necesidades las escogen según su inclinación positiva y cercanía emocional, según su “accesibilidad” y “receptividad” en vistas a una relación cercana.
  • El desarrollo de una relación personal de confianza y primer contacto corporal (caricias) e intimidad, que no son percibidas de inmediato por los niños como indicios de violencia sexual en marcha.
  • Se prueba la reacción (la resistencia) de los niños; los tocamientos deben ser experimentados como casuales y presentarse como “normales”.
  • Los niños que a tientas buscan su camino como sujetos se convierten en objetos; experimentan “momentos de absoluta dependencia”, junto con sometimiento y e impotencia para actuar.
  • La ausencia de testigos y pruebas es planeada; los únicos testigos de los hechos son las víctimas.
  • Los abusadores logran una atmósfera sexualizada difusa y opaca, y tienen “sus” lugares y tiempos ocultos de violencia, controlados por ellos mismos.
  • A los niños se les ofrece cariño y una supuesta relación de confianza —”amigo” adulto, “acompañante en la vida”, “figura paterna preocupada”, que siempre están disponibles para ellos—, son engatusados y vueltos indefensos.
  • A los niños se les otorga un “puesto especial” mediante “ofertas tentadoras” y aparentes ventajas” —pequeños regalos (por ejemplo, golosinas), viajar en el tractor, pequeñas libertades—, de este modo son “atraídos” y “atados”.
  • A los niños se les ofrece explicaciones de que eso “ es normal” y “queda como un secreto” (“no hablar de eso con nadie”), que “eso” no tiene nada de “malo”, y que si se lo “cuentan a alguien”, no les creerán.
  • Se mencionan sanciones o se amenaza con ellas, si “revelaran algo”.
  • Si hay un sentimiento “extraño” o incómodo o los niños se defienden, se les sugiere que su sentimiento es engañoso y que “lo que hacemos está en orden”.
  • Con el “afecto” comprado, adquirido y mantenido, luego con la paulatina sexualización de la relación, las “víctimas” son entonces avergonzadas profundamente y se les induce sentimientos de culpa. Están desamparadas y a merced del abusador posiblemente durante un largo período de tiempo.

LA PLAUSIBILIDAD DEL HORROR EN UN HOGAR INFANTIL

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Vivo en Alemania en una pequeña localidad rural en el estado federado de Renania-Palatinado, a unos 22 kilómetros de la ciudad de Espira (en alemán: Speyer), a cuya circunscripción eclesiástica pertenezco como católico. Espira está situada a orillas del Rin y cuenta con la catedral románica medieval más grande del mundo. Pero a sólo 150 metros de ese símbolo imponente del catolicismo se encuentra el hogar infantil de la Engelsgasse (literalmente: Pasaje de los Ángeles), donde habrían ocurrido hechos espeluznantes que uno no puede narrar sin sentirse profundamente perturbado. Pues, siguiendo un patrón que se repite a nivel mundial, también en Espira se perpetraron abusos sexuales en perjuicio de menores de edad. Y los que se habrían dado en ese albergue de niños sobrepasan en perversidad la imaginación de cualquiera.

La historia es como sigue.

En diciembre de 2020 se filtró a la prensa alemana una sentencia del 12 mayo de 2020, emitida por la 5ta. Sala del Tribunal de Seguridad Social de Darmstadt, mediante la cual se obligaba al estado de Renania-Palatinado a reconocer el síndrome de estrés postraumático del denunciante así como sus consecuencias debido a abusos sufridos en su infancia y adolescencia, y a garantizarle asistencia y sustento mensual, además de correr con todos los gastos judiciales en que hubiera incurrido. El denunciante, a quien llamaremos Viktor, había sufrido maltratos y abuso sexual entre 1963 y 1975 en un hogar infantil católico en Espira y luego en el centro donde realizó su formación laboral. El tribunal no se pronunció sobre la veracidad de los hechos mismos, difíciles de ser corroborados por el tiempo transcurrido y por falta de pruebas, sino sobre su plausibilidad —es decir, sobre la posibilidad de que efectivamente hubieran ocurrido— y sobre el perjuicio personal causado en Viktor, atestiguado por un peritaje psicológico.

Viktor habría mantenido en silencio durante décadas lo que le había ocurrido, pero en el año 2010, cuando se iniciaron los destapes de abusos sexuales en Alemania, algo se removió en su interior, sobre todo al conocer los abusos en el internado laico conocido como la Escuela de Odenwald. El 21 de septiembre de 2011 en la Jefatura de Policía de Ludwigshafen detalló lo sucedido ante el encargado de la diócesis de Espira, la cual le otorgaría la suma de 15,000 euros como compensación en “reconocimiento del sufrimiento padecido”. En abril de 2012 Viktor elevó denuncia penal ante las Fiscalías de Frankenthal y Maguncia, pero el caso fue archivado en septiembre de 2012 por el mismo motivo por el que se archivan casos similares en otras regiones y países: los delitos habían prescrito. Finalmente, el 24 de abril de 2015 hizo llegar a la Oficina Social de Renania-Palatinado una solicitud de manutención para personas dañadas según la Ley de Reparación de Víctimas, solicitud que fue rechazada en el año 2017. ¿Los motivos? Los hechos causantes del perjuicio, el perjuicio mismo y sus consecuencias debían ser debidamente probados. Sin pruebas no tendría derecho a ninguna reparación de parte del estado. Viktor apeló y su caso llegó a los tribunales, en un proceso que concluyó con la sentencia mencionada.

¿Pero cuáles fueron los hechos que le ocasionaron a Viktor un trauma permanente y perjuicios a su salud?

Es de advertir que su relato, aunque vívido y lleno de detalles, no deja de tener a veces contradicciones e inconsistencias, cosa que ocurre frecuentemente cuando un testigo trata de reconstruir a partir de su memoria hechos ocurridos hace décadas.

Víktor nació el 26 de julio de 1957 en Maguncia, tercer hijo de una mujer de vida promiscua que frecuentaba a soldados estadounidenses, la cual terminaría perdiendo la custodia de sus tres hijos por incapacidad para mantenerlos y educarlos. Desde la edad de 2 años Viktor viviría en varias instituciones para niños desamparados, ingresando al hogar infantil de la Engelsgasse en Espira el 21 de marzo de 1963, a la edad de 5 años, como se puede verificar mediante registros de la época.

Viktor declaró una vez que los abusos sexuales habrían comenzado cuando tenía 11 años de edad, pero luego en otro ocasión señala que habrían comenzado antes. Lo cierto es que fue acólito personal del Vicario General Rudolf Motzenbäcker —el cual, por motivos legales, aparece en la sentencia dada a conocer a la opinión pública con otro nombre—, cuyo domicilio quedaba cerca del hogar infantil.

A la edad de 6 años habrían ocurrido los primeros tocamientos y a partir de los 8 años hubo violaciones sistemáticas hasta que con 14 ó 15 años de edad abandonó el hogar infantil. Con el pretexto de que debía ayudarle en trabajos en la casa o en el jardín, Motzenbäcker pedía que se lo trajeran a su domicilio, y si se negaba, las monjas lo obligaban, ya sea con golpes o llevándolo a la fuerza. Esto ocurría entre una a tres veces a la semana. Con el vicario hubo sexo oral y anal, muy doloroso según recuerda Viktor. Tenía que colocarse de rodillas en el reclinatorio. De esta manera el vicario podía penetrarlo más fácilmente. Era su postura preferida, siendo Viktor mantenido a la fuerza en esa posición. En varias ocasiones habría sangrado debido a desgarramientos anales. Primero abusó de él Motzenbäcker, luego habría estado otro hombre presente, en otra ocasión tres sacerdotes habrían abusado de él oral y analmente en la misma ocasión. Llegó un momento en que Viktor dejó de resistirse y simplemente permitió que Motzenbäcker hiciera con él lo que le viniera en gana. Su voluntad había sido quebrada.

Finalmente la cosa se agravó con las “fiestas sexuales”. Éstas se llevaban a cabo cada tres o cuatro meses en casa del Vicario General. Normalmente coincidían con una festividad o también con acontecimientos políticos como, por ejemplo, un cambio de gobierno regional. Había violaciones en grupo y estaban también presentes otros muchachos y muchachas. Había una habitación en la cual los caballeros eran agasajados con comida y bebida por las monjas, en la otra esquina los niños eran violados. Las monjas habrían obtenido un beneficio, pues los caballeros habrían hecho después generosas donaciones. La mayoría de las veces estaban presentes dos chicos y una chica. La mayoría de los hombres participantes habrían tenido inclinaciones homosexuales, por lo cual se solía traer más varones que mujeres. Pero si uno quería una niña, entonces la obtenía. Las niñas tenían entre 8 y 12 años. Hasta ahora Viktor no se puede sacar de la cabeza sus gritos. Se habrían preparado camas con sábanas de lino. Cuando todo había terminado, las sábanas acababan manchadas de sangre por los desgarramientos en los órganos sexuales de los niños. A veces eran tres, otras veces cinco o incluso siete los caballeros de entre 40 y 60 años que participaban de esas fiestas. También podía haber contacto sexual de varios hombres con un solo niño, al cual se le practicaba sexo anal y oral a la vez. La mayoría de los niños que estuvieron en esas fiestas sexuales ya habrían fallecido. Varios se suicidaron, como Hannes, el mejor amigo de Viktor.

Durante las “fiestas sexuales” conoció a una muchacha, que tendría entonces entre 10 y 11 años de edad, un año menor que él. Cuando ella tenía 12 y él 13, descubrió que estaba embarazada. Viktor trató de ayudarla, y se fue con ella donde la policía para denunciar lo que ocurría en casa de Motzenbäcker. No les hicieron caso y los tacharon de mentirosos. Catorce días después ella desapareció. Viktor notó su ausencia durante la cena, por lo cual la buscó por todas partes. La encontró muerta, colgada en el desván. Se trata de una imagen que todavía persiste en la mente de Viktor, quien recuerda la paz de su rostro sin vida. No cree que haya sido suicidio, pues dice que no encontró ningún medio —una escalera de mano, por ejemplo— por el cual ella haya podido subir a esa altura. Sospecha que la muchacha sabía demasiado, quizás el nombre del caballero que la había embarazado. Viktor estaba horrorizado e interiormente quebrado. Como consecuencia de ello, se volvió más agresivo, lo cual sólo le acarreó más golpes de parte de las monjas, que agarraban lo que tuvieran a mano para maltratar físicamente a los niños. Incluso llegaron en ocasiones a azotarlo con barras de metal y golpearle la cabeza contra la pared. Viktor guarda el recuerdo de roturas de brazos y fisuras anales.

A los 15 años pasó a una panadería de Espira para aprender el oficio de panadero. Allí vivió hasta los 17 años. Su cama estaba en un dormitorio de paso al dormitorio de Jonny, un camarada de oficio 10 años mayor que él que también estado en el hogar infantil de la Engelsgasse. La primera noche, medio borracho, lo asaltó sexualmente, y así ocurrió cada dos días durante dos años, hasta que en un momento Viktor tuvo el valor de defenderse y termino dándole una paliza. Sólo entonces terminó el abuso. Pero Viktor llevaría las huellas de lo sucedido en su cuerpo y en su alma durante el resto de su vida. Angustia, depresiones, falta de concentración, sobrepeso, presión sanguínea alta y diabetes son los males que lo aquejaron, además del fracaso de su matrimonio. Viktor se convirtió en una persona incapaz de soportar la tensión normal que requiere un puesto de trabajo a tiempo completo.

Posteriormente presentó copia de un documento donde estarían listados los nombres de varios niños del hogar infantil y cuánto habían recibido las monjas de los caballeros por cada niño que era violado. Parecía ser una prueba de los abusos sufridos. Lamentablemente, un peritaje concluyó que el documento era una burda falsificación, por lo cual un periodista que entrevistó a Viktor para un documental del Mannheimer Morgen se preguntaba si este hombre de vida arruinada había decidido mentir en su desesperación por disipar toda duda sobre los abusos vividos, o si alguien le habría suministrado el documento con la mala intención de desacreditarlo.

Aún así, los criterios del Tribunal de Seguridad Social para considerar plausible el relato de Viktor se mantienen en pie. En la diócesis de Espira se presentaron 63 casos sospechosos de abuso, de los cuales 31 fueron reconocidos como plausibles y recibieron compensaciones económicas. Además, hubo dos denuncias posteriores, que acusaban al prelado Rudolf Motzenbäcker de abusos, aunque no mencionaban el detalle de las “fiestas sexuales”. Una investigación judicial ya no era posible, dado que Motzenbäcker, tras ser Vicario General de 1959 a 1968 y supremo jurista canónico de 1969 a 1995 en la diócesis de Espira, había fallecido en 1995.

Además, Viktor mostraba reacciones emocionales como miedo, odio y repugnancia cuando hacía un recuento, rico en detalles, de los abusos sufridos. Todo esto hace improbable que la historia sea un mero producto ficticio de su imaginación.

Viktor indicó también que personalmente ya no podía visitar Espira. La última vez que lo hizo se derrumbó. Tampoco puede soportar ver una misa por televisión. Asimismo, a Viktor le fue muy difícil y le tomó mucho tiempo llegar a contar lo sucedido. Todo ello habla de sinceridad y autenticidad en lo que relata, lo cual convenció al tribunal de que Viktor había sufrido fuertes maltratos físicos y psicológicos durante su estadía en Espira, y también en gran medida abusos sexuales, aunque los detalles no podían ser corroborados con pruebas, ni tampoco había la certeza absoluta de que todo hubiera ocurrido exactamente tal como él lo contaba. Los testimonios de varias monjas asegurando que no vieron nada sospechoso no anulan lo narrado por Viktor.

Finalmente, el caso llegó a la prensa sólo gracias a la sentencia de un tribunal civil, casi diez años después de que hubiera sido denunciado ante una autoridad eclesiástica. Y esta sentencia es a la vez un informe minucioso del abuso, que rara vez encontramos en los informes elaborados por instancias eclesiásticas. Por eso mismo, resulta evidente que la Iglesia es incompetente para investigarse a sí misma y son las instancias civiles las que deben asumir esta tarea sin piedad para que se pueda llegar a la verdad completa sobre los abusos. Casi todas las demás declaraciones de intenciones de las altas autoridades eclesiásticas suelen ser puros cantos de sirenas.

(Columna publicada en Sudaca el 14 de mayo de 2022)

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Sentencia del Tribunal de Seguridad Social de Darmstadt (12 de mayo del 2020)
https://dierkschaefer.wordpress.com/2020/11/20/oeg-urteil/

Kirche + Leben
Nonnen sollen Kindes-Missbrauch durch Priester ermöglicht haben (10. Dezember 2020)
https://www.kirche-und-leben.de/artikel/nonnen-sollen-kindes-missbrauch-durch-priester-ermoeglicht-haben

Docurreportaje “Rabiat: In Gottes Namen” sobre los abusos sexuales en el hogar infantil de la Engelsgasse (10 de mayo de 2021)

SODALICIO: TRES VERSIONES DE LA CAÍDA DE FIGARI

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El 8 de diciembre de 2010 Luis Fernando Figari renunció al cargo de Superior General del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), cargo que había ocupado durante más de tres décadas.

¿Qué circunstancias lo llevaron a renunciar? Al respecto hay distintas versiones.

La primera versión es la que dio el mismo Figari en su discurso de renuncia:

«En este momento de mi vida les comparto la experiencia de que voy sintiendo el peso de los años. Además, las gravosas limitaciones que se han ido presentando en mi salud, luego de la operación de hace ocho meses, han mostrado ser un creciente obstáculo para un servicio en la autoridad adecuado a los intereses de la Sociedad. […] Luego de discernir ante el Espíritu y de escuchar numerosos consejos he llegado al convencimiento de que esta nueva etapa implica pasar la posta de la carga del gobierno y la administración a una siguiente generación, a un hermano que con juventud y mejor salud pueda llevar adelante las responsabilidades de responder al Plan de Dios guardando el día a día de la marcha del Sodalitium».

Esta versión piadosa sería desmentida años más tarde cuando el 10 de febrero de 2017 se publican los dos informes de la comisión Elliott-McChesney-Applewhite, expertos internacionales convocados por el Sodalicio para investigar los casos de abusos perpetrados en la institución.

Allí se cuenta que quien sería el sucesor de Figari en el puesto de Superior General, Eduardo Regal , cuando todavía era Vicario General del Sodalicio, había escuchado de uno de sus confráteres sodálites que había sido abusado sexualmente por Figari. Sin embargo, la víctima no estaba dispuesta a hacer una denuncia formal y Figari negó los hechos cuando Regal lo confrontó con ellos.

«Para esa fecha, Regal y otros en el Consejo Superior se encontraban extremamente preocupados por el comportamiento y las acciones de Figari, particularmente por su maltrato y abuso de los hermanos en la comunidad y personas en la familia espiritual del SCV. Ellos creían que la conducta de Figari, que era bien conocida por muchos de los miembros, era totalmente incompatible con la vida de un sodálite. Como resultado, Regal tomó el paso radical y sin precedentes de pedir a Figari que se retirara de la vida pública para llevar una vida de conversión, retiro y oración. Le prohibió aparecer en actividades públicas del SCV, del Movimiento de Vida Cristiana o en los eventos de la familia SCV, le prohibió presentarse a sí mismo como autoridad del SCV o en representación de la misma, así como asistir a Misas de aniversario o Misas públicas, publicar libros nuevos y participar en el Consejo Pontificio de Laicos. Pero los demás miembros de la comunidad no conocían estas medidas y creían que su retiro obedecía a motivos de salud».

En mayo de 2011 Regal se enteraría de manera informal que en el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima había ingresado una denuncia contra Figari por abusos sexuales. En septiembre de 2011 se presentaron dos nuevas denuncias contra Figari ante el mismo tribunal. Ante esos hechos, «en noviembre de 2011 y nuevamente en octubre de 2012, Regal viajó a Roma a entrevistarse con la CIVCSVA [Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica] y con canonistas en referencia al caso canónico contra Figari. También continuó tratando el asunto con la Arquidiócesis [de Lima] y el Tribunal».

En diciembre de 2013 es elegido Alessandro Moroni como sucesor de Regal en el puesto de Superior General. Sabiendo de cuatro nuevos casos incluidos en una sola denuncia canónica presentada ese mismo año, Moroni, después de consultar al Consejo Superior y a las autoridades vaticanas, le ordena a Figari abandonar Lima y residir mientras tanto en una comunidad sodálite en Roma en completo aislamiento. Lo demás es historia conocida.

Esta segunda versión de la caída de Figari presenta inconsistencias, sobre todo porque fue el mismo Sodalicio encabezado por Regal el que avaló la idea de que Figari se había retirado por motivos de salud, y así fue comunicado oficialmente por ACI Prensa, agencia de noticias dirigida por el sodálite Alejandro Bermúdez, en una nota del 21 de diciembre de 2010.

Años más tarde el mismo Regal insistiría en esta misma versión en sus declaraciones del 15 de julio de 2016 ante la Fiscalía de la Nación:

«PREGUNTADO DIGA: Indique usted si conoce el motivo de por qué Luis Fernando FIGARI RODRIGO dejó de ser Superior General.
Dijo: Que sí, conozco. En el año 2010 FIGARI sufrió una operación médica complicada al abdomen, luego de dicha operación se le presentaron infartos cerebrales múltiples que lo dejaron incapacitado para el gobierno, sus capacidades intelectuales y físicas quedaron disminuidas y por lo tanto era indispensable poder contar con un Superior general en ejercicio, es así que varios sodálites, entre ellos yo, le recomendamos encarecidamente que deje el puesto de servicio de Superior General para poder tener un gobierno efectivo».

Cuando Regal hizo estas declaraciones, ya se había publicado el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz, y los abusos de Figari eran ya de conocimiento público. Según Regal, a él nunca le constó que Figari hubiera cometido abusos, pues aunque recibió denuncias, las desestimó por no encontrarlas consistentes. Y así lo declaró en el Ministerio Público:

«PREGUNTADO DIGA: Indique usted si en el periodo que fue usted Superior General, recibió denunciados por miembros del SCV por abusos cometidos contra ellos por Luis Fernando FIGARI.
Dijo: Que recibí denuncias y en cada caso procedí según el debido proceso en el marco ya explicado de las atribuciones del Superior General en el que debe existir verosimilitud, pruebas suficientes para, según eso, verificar si hay delito tipificado y vigente y abrir proceso o descartar dichas denuncias o proceder a medidas disciplinarias o administrativas. En ninguna de las denuncias que recibí, luego de investigar, encontré los elementos señalados».

Eso nos lleva a la tercera versión sobre la caída de Figari, la más verosímil de todas, que es detallada en el informe preliminar de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde.

Todo comienza con el encargo que había recibido Rocío Figueroa, entonces fraterna —es decir, integrante de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación—, de investigar la vida de Germán Doig —segundo en la cadena de mando del Sodalicio, fallecido en el 2001 en circunstancias aún no aclaradas—, a fin de escribir una biografía para su causa de beatificación. En el transcurso de esta investigación, Rocío llega a saber que otra fraterna había sido objeto de tocamientos indebidos por parte de Doig, ella misma toma conciencia de haber sufrido los mismos abusos, y finalmente obtiene el testimonio de un joven que afirmaba haber sido víctima de abusos por parte de Doig en los años 90. Asimismo, un amigo cercano le confiesa haber sido objeto de abuso sexual por parte de Virgilio Levaggi —el tercero en la cadena de mando de la institución en los años 80—. Con la ayuda de Cecilia Collazos, otra fraterna, Rocío investiga más a fondo estos casos y llega a la conclusión de que debía enfrentar a Figari para detener todos las iniciativas orientadas a lograr la beatificación de Germán Doig. Así relata ella misma este encuentro:

«Luis Fernando me llama: “¿Has hecho la biografía?” “No”, le respondí. “No puedo hacer la biografía. Germán Doig no es santo, tengo noticias de que ha abusado de gente”. Me dijo que vaya a su casa. Yo temblaba. Llegué a su casa y estaba como loco. Los dos estábamos en Roma. Le conté primero lo mío. Me respondió: “Tú seguro lo sedujiste. Además, que te haya toqueteado no es nada. Porque lo que tú quieres hacer es un complot contra el Sodalicio. El movimiento necesita un santo y eso no es para tanto. Además, cuando yo me muera también van a decir que soy un abusador”. Yo le dije: “Cuando yo me muera nadie va a decir que he sido una abusadora. Yo no soy abusadora”. Me dio dos apellidos y dijo: “Estos dos hermanos van a decir que he abusado de ellos. Éste está loco”. No se dio cuenta que me estaba diciendo sus víctimas. Casi me muero”.

La reunión quedó allí. Por supuesto, no se interrumpieron las acciones conducentes a la beatificación de Doig. Rocío sería entonces objeto de una campaña de desprestigio y difamación orquestada por Figari dentro de la organización, que terminaron haciendo mella psicológica en ella. Se rumoreaba que había sido amante de Doig y le pusieron la chapa de “la viuda de Doig”. Posteriormente, por problemas de salud tuvo que ser operada en Milán. A mediados de 2010 logra tener una reunión con Eduardo Regal, Vicario General del SCV, y le comunica lo que sabía.

«Le digo dos cosas a Regal: 1. La causa de Doig tienen que cerrarla. 2. Figari no puede seguir siendo superior y tiene que ser investigado. No tiene la calidad moral, ha encubierto los crímenes de Doig y ha abusado de mí psicológicamente. Le dije: “Si tú no lo haces, lo voy a hacer yo sola. Voy a ir a la prensa, al Vaticano. O lo haces conmigo o lo hago sola yo”. A los tres meses Figari renuncia. Ellos dicen que hicieron todo. Mentira, fue por amenaza mía. Entonces regreso a Lima y ya habían cerrado la causa de beatificación. Le pregunté a Eduardo sobre Figari. Me dijo que era inocente, que no sabía nada de Germán. Le dije “Eduardo, pero esos ejercicios de yoga, ¿quién se los enseñó a Germán Doig?” Respondió: “Ah no, tú no puedes confundir ejercicios de yoga con abuso”».

El 22 de agosto de 2011 aparece en Diario16 la primera noticia sobre abuso sexual cometido por Figari, relatando cómo obligó a un joven a sentarse sobre un palo luego de que éste le revelara su orientación homosexual. Ésta fue una de las tres denuncias presentadas ese año ante el Tribunal Interdiocesano de Lima. De la reacción de las autoridades sodálites da testimonio el sacerdote exsodálite Jean Pierre Teullet, indicando que el P. Jaime Baertl,

«que era muy amigo mio, me dice después [de la publicación en Diario16]: “Mira, lo hemos sacado de Lima ahorita sabiendo esto, porque no sabemos si esta cuestión se ha judicializado y le van a hacer impedimento de salida”. Entonces tú dices, oye, pero si a mí me dicen mañana que yo me he violado a alguien, que me digan lo que quieran, yo voy a pasearme por acá porque no tengo nada que ocultar. Y el segundo hecho que genera suspicacia es que Regal se va a Roma, regresa por mayo un poco más probablemente y nos junta —creo que era septiembre de 2011—, nos junta a los sodálites: “Miren, chicos, han salido estas denuncias, todo, pero ustedes no tienen que preocuparse porque yo he ido a hablar con los mejores canonistas de Roma y me han dicho que estas cosas ya prescribieron y en todo caso, como Figari es laico, no tiene jurisdicción”. Con lo cual, en buen lenguaje, te estaba diciendo: son verdad y es culpable».

El mismo P. Teullet también tuvo conocimientos de abusos cometidos por Figari y, no obstante la resistencia que experimentó dentro de la organización, hizo lo que estuvo de su parte para que fueran investigados, tal como lo relata en una carta aclaratoria a Fernando Vidal, Asistente General de Comunicaciones del SCV, fechada el 20 de octubre de 2015:

«En mayo del 2012, luego de varios meses de dialogo infructuoso con las autoridades, 4 sodálites presentamos formalmente “pedidos de investigación” contra el Hno. Luis Fernando Figari por actos graves e inmorales cometidos por él […]. Estos pedidos fueron desestimados, primero por el superior general de entonces, el Hno. Eduardo Regal, y luego, al ser presentados nuevamente por mí de modo formal en abril del 2013 al nuevo superior general, el Hno. Alessandro Moroni, fueron también desestimados por él. En ambos casos, nunca se realizó una investigación formal […]. Nunca se erigió un jurado, nunca se nos solicitó el testimonio formal, nunca hubo actas, nunca se dio un dictamen, y menos se nos respondió de modo formal la conclusión de dicho proceso».

Finalmente, el P. Teullet decide presentar la denuncia canónica correspondiente ante el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima el 25 de octubre de 2013, no obstante que el P. Jaime Baertl, Eduardo Regal, Alessandro Moroni y otros habrían estado en desacuerdo con esta medida.

De todo lo dicho se concluye que en el Sodalicio nunca se inició ninguna investigación interna contra Figari, a pesar de que habían indicios suficientes para hacerlo. La renuncia de Figari fue un acto forzado por las amenazas de Rocío Figueroa de que si no lo hacía, iba a acudir a la prensa y a las autoridades vaticanas para revelarles todo lo que sabía. Eduardo Regal, una persona muy cercana a Figari, no investigó nada a fondo y terminó desestimando las acusaciones contra Figari por abusos de diversa índole —incluidos sexuales— que, antes de la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados en octubre de 2015, ya eran de su conocimiento y de otras personas con autoridad en el Sodalicio. Hubo tres denuncias canónicas individuales contra Figari en el año 2011 y una más en el año 2013 que incluía a cuatro víctimas más. Ninguna de estas denuncias fue presentada por algún representante oficial del Sodalicio. Más bien, los esfuerzos de las autoridades sodálites estuvieron dirigidos, no a a averiguar la verdad, sino a ver de qué manera podían librar a Figari de los cargos y de cualquier sanción que se le impusiera. Y cuando eso fue prácticamente imposible, se habría buscado la manera de minimizar el número de casos y obtener una sanción benévola para el fundador del Sodalicio. De paso, la comisión Elliott-McChesney-Applewhite, convocada por el Sodalicio y jugosamente remunerada, le practicaba una lavada de cara a Regal y a Moroni, entre otros tantos de los servicios de control de daños que prestó a beneficio de la institución.

Por lo demás, el P. Jean Pierre Teullet declaró ante la Comisión De Belaúnde que los casos conocidos de Figari a través del libro Mitad monjes, mitad soldados serían sólo algunos de los varios casos de abuso sexual que habría cometido el fundador del Sodalicio:

«…muchas de las víctimas de estas cosas de verdad no salen. No quieren decir cosas. Sí, por varias razones. Además, porque si tienes todo un aparato mediático que te van a perseguir… y a veces no sólo estás tú, dices: oye están mis hijos, mi familia ¿no?»

En la iconografía sodálite se resalta la figura de la Virgen María pisándole la cabeza a la serpiente. En nuestra historia es un símbolo profético, pues quien dio inicio a la caída de ese reptil llamado Figari fue precisamente una mujer, valiente y arriesgada, que no tuvo miedo de enfrentarse a ese monstruo, aunque ello le significara un alto costo personal. Algo que también hemos sufrido de una u otra manera todos los que hemos salido a dar la cara para desenmascarar a esa presunta organización criminal llamada Sodalicio de Vida Cristiana.

(Columna publicada en Sudaca el 8 de enero de 2022)

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FUENTES

ACI Prensa
Fundador anuncia nueva etapa para la Familia Sodálite (21 de diciembre de 2010)
https://www.aciprensa.com/noticias/fundador-anuncia-nueva-etapa-para-la-familia-sodalite

Informes sobre Abusos y Respuesta en el Sodalicio de Vida Cristiana (10 de febrero de 2017)
http://sodalicio.org/wp-content/uploads/2017/02/Informe-Abusos-Febrero2017.pdf

Declaraciones indagatorias de Alessandro Moroni, José Ambrozic, Erwin Scheuch, Eduardo Regal, Óscar Tokumura y Jaime Baertl ante la Fiscalía de la Nación
https://eaf28f27-b2d9-45c7-a1fa-1d0cde6b4c19.filesusr.com/ugd/fd443c_455245284c9545feb8c8e116ba4f29ab.pdf

Se puede leer también mis anteriores artículos:

LA VIDA EXAGERADA DE MARTÍN LÓPEZ DE ROMAÑA

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No es un recurso sensacionalista señalar que la vida del ex sodálite arequipeño Martín López de Romaña está plagada de exageraciones, no inventadas sino reales. Pues no puede ser de otra manera para quien ha vivido más de una década en el seno del Sodalicio de Vida Cristiana, la secta católica fundada y liderada por Luis Fernando Figari.

López de Romaña relata su experiencia en un potente libro de reciente aparición: La jaula invisible (Penguin Random House, Lima 2021). Al principio se advierte al lector que «Todos los hechos narrados son reales». El libro, que tiene como acápite “Mi vida en el Sodalicio: Un testimonio”, no sólo es una radiografía minuciosa de la institución, sino a la vez el retrato más vívido y detallado de Luis Fernando Figari que jamás se haya publicado, dado que el autor convivió varios años con él en la ahora inexistente comunidad de San José en Santa Clara (Ate-Vitarte, Lima) y perteneció a su círculo más cercano.

Con un estilo literario cautivador, López de Romaña nos relata cómo fue seducido desde los 12 años de edad por los sodálites, que habían fundado una comunidad en Arequipa, los cuales le hicieron sentir valioso después de que como adolescente hubiera experimentado varios fracasos escolares. El único éxito escolar que disfrutaría fue ganar el primer puesto de cuento en los juegos florales del Colegio San José, para sorpresa de varios profesores y alumnos, recibiendo como premio un ejemplar de la novela La vida exagerada de Martín Romaña de Alfredo Bryce Echenique. Pero fueron los sodálites quienes le elevaron la autoestima, haciéndole sentir muy especial. Según cuenta, Figari lo consideraba un “esper”, es decir, un individuo supradotado con habilidades paranormales. Lo que entonces no sabía el joven adolescente era que estaba siendo objeto de una táctica utilizada por las sectas para captar adeptos: llenar de elogios al candidato.

Lo que encontramos a continuación es una descripción de las estrategias proselitistas aplicadas en el Sodalicio para reclutar nuevos miembros. Con métodos intrusivos y lesivos de la privacidad, que paulatinamente iban generando una sustitución de la personalidad del sujeto por otra personalidad impuesta, manipulable, dispuesta a obedecer hasta las últimas consecuencias, el individuo era preparado para unirse al Sodalicio apenas alcanzara la mayoría de edad. Todo este proceso se llevaba a cabo sin conocimiento de los progenitores, más aún, con la indicación expresa de no contarles nada al respecto. En el fondo no era otra cosa que una especie de control mental o lavado de cerebro, por el cual también uno mismo terminaba generando sentimientos de culpa ante cualquier duda respecto al líder, la doctrina o el sistema institucional. Y al igual que en la novela 1984 de George Orwell el personaje de Winston Smith termina amando al Gran Hermano, a pesar de todos los maltratos y vejaciones, de manera similar López de Romaña terminará en un momento amando a Figari y poniendo su vida entera al servicio de sus caprichos y deseos.

Muy interesante es el relato de su paso por varias comunidades sodálites, entre ellas las ubicadas en San Bartolo y la comunidad de San José donde vivía el fundador. El día a día —las exigencias a veces inhumanas, la presión constante, la sustracción de sueño, la falta de libertad, la anulación de la vida privada— es narrado con una sinceridad brutal que a ojos extraños puede parecer insólita y poco creíble. No para mí, que viví en comunidades sodálites entre 1981 y 1993, y pasé por experiencias semejantes a las que López de Romaña tuvo entre 1994 y 2008. Y aunque haya quienes me hayan asegurado que para entonces ya se habían iniciado cambios en el Sodalicio, lo que describe el ex sodálite arequipeño indica que siguió funcionando como una secta destructiva.

Varios de los personajes que describe minuciosamente López de Romaña también jugaron un rol en mi historia personal, comenzando por Figari, aunque yo nunca pertenecí a su círculo íntimo. Los retratos escritos de Germán Doig, Jeffery Daniels, Jaime Baertl, Alejandro Bermúdez, Alessandro Moroni, entre otros, y de quienes son designados con los sinónimos de Manuel Alcázar y Julio Goyeneche son exactos y corresponden a la realidad.

Si bien López de Romaña nunca llegó a sufrir abusos sexuales con contacto genital en el Sodalicio, sí hubo por parte de Jeffery Daniels primero y después del mismo Luis Fernando Figari tanteos en la linea de lo sexual a través de caricias corporales incómodas, solicitudes de desnudarse o preguntas íntimas sobre su vida sexual. Como el depredador que está acechando a su presa, esperando el momento en que muestre un signo de debilidad para morderla en la yugular. Lo cual, en su caso, nunca llegó a ocurrir.

Lo más sustancioso del libro está en el relato de los continuos maltratos que han tenido que padecer los miembros de las comunidades sodálites, con el fin de doblegar sus voluntades y someter sus mentes. Las humillaciones que varios hemos sufrido en el Sodalicio han sido espectaculares, y López de Romaña cuenta varias de ellas. Aquí un ejemplo de una vejación no tan espectacular:

«Una noche había ido el padre Jaime Baertl a San José para conversar con el fundador. Parece que su reunión versó sobre buenas noticias porque éste nos llamó luego, a unos cuantos, a compartir con Jaime en la sala de televisión. Sus bromas eran hilarantes y el ambiente muy distendido. De pronto, el sacerdote se inclinó hacia su lado izquierdo en el sillón y se tiró un sonoro pedo. Todos reímos, un poco escandalizados. Luis Fernando me señaló y me ordenó: “¡Tú! ¡Huélele el pedo!”. La pura verdad es ésta: sin oponer resistencia acerqué mi nariz a las posaderas del padre Jaime e hice como que olía los gases que habían salido con tanta parafernalia de su cuerpo. Salí del paso con una broma y todos se rieron. En ningún momento dejé que se manifestase mi dignidad menoscabada. Continué participando del jolgorio comunitario, hasta que el padre Jaime se fue a tirarse pedos a su comunidad».

Me hace recordar una anécdota ocurrida en los años 80, cuando en plena Misa en la estrecha capilla de la comunidad de San Aelred en Magdalena del Mar (Lima), donde el altar entraba a lo largo y los miembros de la comunidad alrededor de él, el P. Baertl despidió uno de sus sonoros y pestíferos cuescos, y todos los presentes tuvimos que aguantar el desagradable lance con cara de piadosa devoción. Como de costumbre, nunca se disculpó.

¿Cómo pudo librarse López de Romaña de eso que él llama la “jaula invisible”, donde los barrotes no son físicos sino que están puestos en lo más íntimo de uno mismo? Constreñida a los límites de un celibato inviable, su sexualidad, que no encontraba cauces para desarrollarse sanamente y que siempre se manifestaba como un secreto solitario, terminó generando en él una especie de doble vida, que incluía no sólo revistas pornográficas, sino también literatura de autores no permitidos en el Sodalicio y películas artísticas. Y aquello que le generaba angustia dentro de los parámetros impuestos por el Sodalicio fue a la vez su vía de salvación, no sin que tuviera que apurar el trago amargo de pensamiento suicidas y la frustración de sentir que había fracasado. El arte le abrió los ojos. Es la misma vía que, en otras circunstancias, tuve que recorrer yo mismo para alcanzar la libertad.

¿Cómo explicar que algunos no lo hayan logrado todavía y sigan prisioneros en sus jaulas invisibles? ¿O que aquellos que hemos logrado escapar nos hayamos demorado tanto tiempo en hacerlo y hasta ahora tengamos secuelas producto de lo vivido? López de Romaña lo explica muy bien:

«…el fundador, casi sin que te dieses cuenta, desde que eras prácticamente un niño, había ocupado por completo el lugar que tu sistema emocional tiene reservado para tu padre y tu madre. Tarde o temprano, un hijo tiene que independizarse. En eso consiste, entre otros factores, su maduración como ser humano. Pero en el SCV no te podías rebelar contra tu padre putativo. No solo porque era poderosísimo e inspiraba temor, sino porque rebelarte equivalía a ponerte en pie de guerra contra toda tu nueva familia y, presuntamente, contra ti mismo y contra Dios. Esto, sumado a la promoción de la obediencia ciega, el servilismo y la vigilancia permanente en un microcosmos que reemplazaba la realidad, hacía que, más allá de tu edad biológica, continuases siendo “como un niño”. […] Me refiero a que se atrofiaba tu capacidad de ser independiente y te volvías incapaz de responsabilizarte de ti mismo, de tomar decisiones sobre tu destino, de abrazar tu libertad y sus consecuencias».

La jaula invisible se lee como un thriller psicológico de suspenso, donde los horrores narrados superan ampliamente lo que otros han intentado plasmar en la ficción, como, por ejemplo, Santiago Roncagliolo en su fallida novela Y líbranos del mal (Editorial Planeta, 2021). Nos hallamos, pues, ante un libro indispensable para entender ese fenómeno perverso de fachada angelical conocido como Sodalicio de Vida Cristiana.

(Columna publicada en Sudaca el 31 de julio de 2021)

LAS CUENTAS PENDIENTES DEL SODALICIO

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José Enrique Escardó declarando ante la Comisión De Belaúnde (4 de febrero de 2019)

En julio de 2019 la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones del Congreso de la República, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, terminó su Informe Final, donde se analiza la problemática del abuso sexual contra menores, tras una investigación de los casos emblemáticos de violencia sexual en las escuelas públicas de la provincia de Condorcanqui (Amazonas), el Sodalicio de Vida Cristiana, el Colegio Héctor de Cárdenas y otros casos de relevancia como los abusos sexuales cometidos por dos sacerdotes católicos en Huamachuco (La Libertad) y por dos miembros de la Congregación Salesiana, el caso de la niña que sufrió abusos sistemáticos y prolongados en un local de la Iglesia Evangélica Bautista “Lirio de los Valles” en San Juan de Lurigancho (Lima) y el caso de la alumna de intercambio Mackenzie Severns, de nacionalidad estadounidense, que fue violada por un alumno del Colegio Markham.

El cierre del Congreso el 30 de septiembre de 2019 cortó las posibilidades de que el informe de la Comisión De Belaúnde fuera discutido en el Pleno y finalmente dado a conocer a la opinión pública. Alberto de Belaúnde fue reelegido en el nuevo Congreso, pero lamentablemente no se le presentó la oportunidad para que el informe fuera sometido a debate en el Pleno y publicado oficialmente.

La importancia de este informe en lo que respecta al caso Sodalicio es que las investigaciones fueron hechas por personas independientes y no contratadas por la institución, como ocurrió en el caso de los dos breves informes de febrero de 2017 elaborados por expertos extranjeros contratados por el Sodalicio (Kathleen McChesney, Monica Applewhite, Ian Elliott), quienes, además de no conocer adecuadamente la realidad de la sociedad peruana y del papel que cumple en ella la Iglesia católica junto con sus instituciones, se orientaron más hacia una estrategia de control de daños que favoreciera al Sodalicio, limpiándole la cara, en vez de atender adecuadamente las justas demandas de las víctimas.

La publicación del Informe De Belaúnde evidenciaría que el Sodalicio todavía tiene varias cuentas que saldar e incluiría datos relevantes para el desarrollo de la denuncia penal contra miembros y ex miembros del Sodalicio que fue formalizada mediante resolución del 20 de noviembre de 2017 por la Décimo Octava Fiscalía Penal de Lima. Allí se acusa a Luis Fernando Figari, Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels, Daniel Murguía, Ricardo Trenemann y Óscar Tokumura de asociación ilícita para delinquir en agravio del Estado y del delito contra la vida, el cuerpo y la salud (lesiones psicológicas graves) en agravio de 14 personas, entre las cuales se cuentan José Enrique Escardó, Pedro Salinas, los hermanos Vicente y Martín López de Romaña, Óscar Osterling, Álvaro Urbina y yo mismo.

La publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz en noviembre de 2015 fue solamente el disparo de partida para otros libros sobre el tema que aún están pendientes de ser publicados.

El psicoterapeuta y ex sodálite Gonzalo Cano Roncagliolo, quien, para optar al grado de magíster en la Pontifica Universidad Católica del Perú, presentó en el año 2014 una tesis con el tema Del uso de la religión para la perversión: una mirada psicoanalítica al caso de Marcial Maciel, ha preparado un libro que amplía las ideas de esta tesis y hace un análisis comparativo desde las ciencias psicológicas de los tres mayores abusadores de la Iglesia católica en Latinoamérica: Maciel, Karadima y Figari. Cano ya ha publicado una novela, Sepulcros blanqueados, donde recurre a la ficción para presentar una sociedad religiosa que es un calco del Sodalicio, a diferencia de la fallida novela Y líbranos del mal de Santiago Roncagliolo, primo hermano del anterior, que nos presenta una institución religiosa que se parece muy poco al Sodalicio real que conocimos quienes hemos sido víctimas de abusos en la institución.

Están también en lista de espera para ser publicados el testimonio autobiográfico de un ex sodálite así como mi propia historia personal, que no es solamente un relato autobiográfico sino también una panorámica del Sodalicio desde adentro en las décadas de los 70 a los 90, sin centrarse en los abusos sexuales sino en el sistema mismo, que puede caracterizarse como secta destructiva.

Asimismo, también está el libro que ha anunciado Paola Ugaz sobre las finanzas del Sodalicio.

Las cuentas pendientes que tiene el Sodalicio son muchas. Su comisión de expertos internacionales habría contribuido a reducir a 67 el número de víctimas, en comparación con las más de cien víctimas —según fuentes confiables— que habría reconocido la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada en noviembre de 2015 por el mismo Sodalicio e integrada por los abogados Manuel Sánchez Palacios y Rosario Fernández Figueroa, el obispo de Lurín Mons. Carlos García Camader, la psiquiatra Maita García Trovato y el periodista Miguel Humberto Aguirre, quienes rechazaron las remuneraciones ofrecidas por el Sodalicio a fin de mantener su independencia.

Además, el Sodalicio habría implementado muy pocas de las recomendaciones hechas por ambas comisiones, y mucho menos habría aplicado castigos contra los abusadores que siguen perteneciendo a la institución. Las reparaciones indemnizatorias otorgadas a las víctimas no se ajustaron a estándares internacionales de justicia, muchos menos tomaron en consideración que el Sodalicio tiene un patrimonio millonario que le da la capacidad para pagar indemnizaciones que realmente mitiguen los daños producidos. A esto hay que añadir que las reparaciones fueron concedidas previa firma de acuerdos de confidencialidad que vulneran el derecho de las víctimas a seguir buscando justicia. No conozco a ninguna víctima indemnizada por el Sodalicio que se haya sentido realmente agradecida a la institución por la manera en la que actuó.

Finalmente, el Sodalicio tiene cuentas pendientes conmigo, pues nunca me reconocieron como víctima, no obstante que la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación sí lo hizo, no obstante que el Ministerio Público me reconoce como agraviado en el delito de lesiones psicológicas graves, no obstante que viví más de 11 años en comunidades sodálites de consagrados y pasé por sufrimientos y abusos similares a los que padecieron Pedro Salinas y José Enrique Escardó, que estuvieron menos tiempo en esas comunidades y, sin embargo, sí fueron reconocidos como víctimas por el Sodalicio.

El Sodalicio también ha sido una cuña en mis relaciones familiares, pues mi hermano Erwin sigue perteneciendo a la institución y apenas me habla desde hace varios años; más aun, ha dado indicios de que no quiere que yo sepa en qué lugar del mundo se encuentra. El resquebrajamiento de los vínculos familiares se dio desde los 70, cuando mi madre aún vivía, y afecta hasta ahora a mi entorno familiar.

El Sodalicio, a través de la productora ICTYS (Instituto Cultural y Social) ha explotado comercialmente, desde la década de los 90, por lo menos 18 canciones de las cuales soy autor y compositor —tal como lo reconoce explícitamente ICTYS—, sin que yo haya cedido en ningún momento ningún derecho emanado de la propiedad intelectual de esas canciones y sin haber yo recibido nunca ningún céntimo por concepto de regalías.

El Sodalicio me ha quitado el sueño, me ha hecho despertar cada día con la conciencia obsesiva de ser un sobreviviente de un sistema sectario destructivo, ha envenenado y destruido muchas de mis amistades, me ha difamado como un ser desquiciado que sólo busca hacer daño a quienes quieren vivir una auténtica fe cristiana dentro de la Iglesia católica.

Pero aún me quedan la fe, producto de experiencias personales, y una esperanza indoblegable, que espera ver algún día al Sodalicio saldando sus cuentas pendientes.

(Columna publicada en Sudaca el 19 de junio de 2021)

SODALICIO: RESUMEN DE UNA INFAMIA

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El cardenal Jorge Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, junto con miembros del Sodalicio, entre ellos Óscar Tokumura y Luis Ferroggiaro, ambos acusados de abusos

Revisando el disco duro de mi PC, me encontré con un texto que había redactado en el año 2019 a pedido de Pedro Salinas. En ese entonces supuestamente se había abierto la posibilidad de hacer llegar a manos del Papa Francisco cartas personales con testimonios de las víctimas del Sodalicio. Por motivos que desconozco, esto nunca llegó a concretarse.

Publico ahora la carta con la esperanza de que en algún momento caiga bajo la atenta mirada del Papa Francisco, rompiendo con la costumbre tan difundida entre las autoridades eclesiásticas de ignorar a quienes han sido víctimas de abusos en instituciones que cuentan con el respaldo de la Iglesia católica.

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CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO

Kleinfischlingen, 19 de julio de 2019

Estimado padre Jorge Bergoglio:

Mi nombre es Martin Scheuch. Actualmente resido en Alemania, donde me dedico laboralmente al acompañamiento de ancianos en un asilo en un pueblo de provincia. Nací en Lima (Perú) el 6 de mayo de 1963 y viví allí hasta el año 2002.

Cuando tenía 14 años (en marzo de 1978) fui captado por el Sodalicio de Vida Cristiana, una sociedad católica fundamentalista de características sectarias, que en esa época hizo todo lo posible para enemistarme con mi madre por el hecho de que ella sospechaba que me estaba metiendo en un grupo que comprometería mi libertad y mi futuro. Y logró su cometido, consiguiendo precisamente esta ruptura familiar.

Me fue asignado un consejero espiritual, Jaime Baertl, que tomaría decisiones sobre mi vida sin consultarlo con mis padres. Una vez, teniendo yo 16 años, me propuso una medida para romper mis barreras psicológicas: estando yo solo con él en una habitación cerrada, me ordenó que me desnudara y que fingiera que estaba copulando sexualmente con una enorme silla que había en ese lugar. Ante mis torpes intentos de cumplir con lo que él me decía, me ordenó que interrumpiera la dinámica y me vistiera. Por supuesto, no comprendí en décadas lo que había ocurrido en esa habitación, y el asunto volvió a mi memoria cuando supe muy posteriormente de otros casos de jóvenes a los que también se les había pedido que se desnudaran en recintos cerrados.

Desde diciembre de 1981 hasta julio de 1993 viví en comunidades sodálites, aspirando a seguir el estilo de vida de un laico consagrado. Durante ese tiempo sufrí diversos abusos psicológicos y físicos que todavía presentan secuelas en la actualidad.

Una vez el fundador, Luis Fernando Figari, me pidió en una reunión de grupo que me levantara la camiseta, dejando la espalda desnuda, y me pusiera a cuatro patas. Luego hizo que otro muchacho —que abandonó al poco tiempo la comunidad— me diera dos correazos en la espalda, con lo cual Figari quería demostrar que las mortificaciones físicas lo único que producen es soberbia en el sujeto que las sufre.

La falta de un adecuado discernimiento vocacional —siendo así que sólo se me permitió estudiar teología—, la suspensión obligada del pensamiento crítico, el control estricto sobre lecturas y películas a las cuales se permitía acceder, el continuo maltrato de palabra sin ningún respeto a la identidad personal, la manipulación sistemática de los propios sentimientos, el fomento constante de una culpabilidad inducida, la falta de sueño y la ausencia de tiempo para el recreo personal (de hecho, nunca tuve vacaciones) así como para dedicarlo a intereses personales, la anulación de toda privacidad, la violencia psicológica ejercida para forzar a la revelación de todas las intimidades, la separación mental del mundo de las comunidades como bueno contra un mundo malo y pervertido en su totalidad, entre otras cosas, me llevaron a una grave crisis personal que hicieron que pasara en proceso de discernimiento mis últimos siete meses en comunidades en las casas de formación de San Bartolo, un balneario situado a unos 50 kilómetros al sur de Lima. Dado que se me había inculcado que abandonar el Sodalicio, una vez que se había iniciado un camino vocacional en él, constituía una traición a Dios, teniendo como consecuencia la posibilidad de condenarse en el infierno y no poder ser nunca feliz en esta vida, me aterraba tener que tomar una decisión. Fue tal la angustia durante esos siete meses, que no hubo día en que no tuviera pensamientos suicidas, deseando que me sobreviniera la muerte y pidiéndole a Dios que me la enviara a través de un accidente fortuito.

Cuando al fin salí de comunidad, con el deseo de seguir en el Sodalicio dentro de la vocación matrimonial, no obstante todos mis esfuerzos para seguir colaborando con su misión evangelizadora, se me fueron cerrando varias puertas y se echaron a correr rumores con informaciones negativas sobre mí —que yo estaba loco, que era raro, que no se podía confiar en mí, etc.—, a la vez que se me fue marginando de responsabilidades y actividades.

Mi pertenencia al Sodalicio se prolongaría hasta el año 2008, cuando decidí cortar por lo sano, pues en el último trimestre de 2007 me llegaron noticias de que se había expulsado al Superior Regional de Lima —una persona a la que yo admiraba— por motivos que desconozco y, además, la policía había capturado a un sodálite consagrado en el centro de Lima en el momento en que estaría abusando sexualmente de un niño de la calle.

Las lecturas sobre agrupaciones sectarias a las cuales había tenido acceso en Alemania y la distancia no sólo física sino también psicológica hacia el Sodalicio contribuyeron a un doloroso proceso en el año 2008, que me permitieron finalmente desprogramarme del formateo mental a que había sido sometido durante décadas. En este proceso no perdí la fe, como les ha ocurrido a otros cuando finalmente comprendieron lo que es les habían hecho.

Tras varias conversaciones con otras personas personas que habían pasado por una experiencia similar a la mía y con un sacerdote del movimiento Schönstatt, decidí a partir del año 2012 ir publicando en un blog mi testimonio junto con varias reflexiones sobre el sistema institucional del Sodalicio, su disciplina y su ideología fundamentalista. Durante todos estos años he sido objeto de difamación y calumnias, incluso hasta el extremo de llegarse a decir que yo me había vuelto en contra de la Iglesia católica. Lo más doloroso es que mi hermano Erwin, que aún sigue siendo miembro del Sodalicio, intentó callarme insinuándole a mi mujer que yo padecía del síndrome de Asperger, una especie de disfuncionalidad psicológica que produce falta de empatía con los seres humanos.

A fines del 2015 el Sodalicio convocó a cinco profesionales católicos (un jurista, una abogada, una psicóloga, un obispo y un periodista) para conformar una Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, a la cual le envié mi testimonio y que me reconoció como víctima de abusos psicológicos y físicos. Las recomendaciones de mi informe personal —entre las cuales estaban el reconocimiento de mi condición de víctima, una petición formal de disculpas y una adecuada reparación— fueron ignoradas por el Sodalicio. Más aún, la segunda comisión de tres expertos internacionales pagados por el Sodalicio desestimó la veracidad de mi testimonio y nunca me reconoció como víctima.

Lo que han hecho las autoridades del Sodalicio desde que estalló el escándalo de los abusos sexuales con la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas a fines del año 2015 es practicar una estrategia de control de daños, sin atención a la justicia que se le debe a las víctimas, con una falta de transparencia que sigue hasta el día de hoy, incluso recurriendo a la mentira cuando se consideraba que era conveniente para sus intereses. El espíritu del fundador Figari sigue presente en la institución tanto en su doctrina como en sus métodos, y aun suponiendo que ya no haya abusos sexuales, los abusos espirituales y psicológicos parecen seguir estando a la orden del día. Hasta ahora ningún miembro de la institución señalado como perpetrador de abusos ha sido sancionado, salvo el fundador Luis Fernando Figari, cuyo castigo parece un premio en comparación con las magras reparaciones que se le han concedido a algunas víctimas además del trato vejatorio que se les ha dispensado.

Mi testimonio personal ha sido enviado tanto a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica como a la Congregación para la Doctrina de la Fe, sin que hasta ahora haya recibido ninguna respuesta de los responsables de ambos dicasterios. Según parece, este testimonio tampoco ha sido tenido en cuenta para evaluar la situación del Sodalicio.

Considerando que el Sodalicio tiene cuantiosamente muchos más exmiembros que integrantes actuales, que los abusos han formado parte de su historia desde los inicios, que el proceso de reparación de las víctimas manejado por la institución ha sido llevado sin transparencia y ha estado plagado de arbitrariedades —salvo lo hecho por la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, cuyo informe final fue desestimado por el Sodalicio—, le pido, Santo Padre, que piense en la posibilidad de conformar un equipo especial que investigue independientemente lo que ha sucedido en el Sodalicio y no se deje engañar por los montajes y escenificaciones que realiza la institución, aparentando una bondad y santidad propias más bien de un espíritu farisaico. Se lo pido por el bien del Pueblo de Dios, al cual aún pertenezco, por más que mi confianza en las instancias jerárquicas de la Iglesia se haya visto mellada debido a la manera en que se ha manejado el asunto del Sodalicio hasta ahora.

A la gran mayoría de los miembros actuales hay que darles la oportunidad de un seguimiento sincero de Cristo, lo cual no es posible en una entidad que protege su sistema institucional por encima de todo, que no reconoce todo el alcance de los abusos espirituales, psicológicos y físicos perpetrados por sus miembros —y que son el caldo de cultivo de abusos sexuales— y que protege irrestrictamente a los culpables de esos abusos. Se requiere disolver el Sodalicio y ofrecerles a sus miembros de buena voluntad una alternativa de vida que sea conforme con el espíritu de los Evangelios.

Le pido que no nos abandone a todos los que seguimos luchando para que la Iglesia refleje la imagen de Jesús, de aquel que conocimos a través de relatos de prístina sencillez y en quien todavía seguimos creyendo con una confianza preñada de esperanza.

Un afectuoso saludo,

Martin