CATÓLICOS DE MIÉRCOLES

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Cuando yo militaba en las filas del Sodalicio de Vida Cristiana, con frecuencia escuchaba críticas a lo que los sodálites llamaban “católicos de domingo”. Es decir, católicos que cumplían con el precepto de asistir a la misa dominical, pero que durante el resto de la semana supuestamente ignoraban su compromiso bautismal con la fe católica y no eran consecuentes con la moral que ésta predicaba. Los consideraban cristianos parroquieros, mediocres, medias tintas, que no asumían el seguimiento del Señor Jesús con radicalidad, empeño y esfuerzo “al máximo de mi capacidad y al máximo de mis posibilidades”.

Fuera de de que esto constituía un juicio de las conciencias ajenas y una intromisión en el derecho a la autodeterminación de que goza todo ser humano, lo que se proponía como alternativa no era mejor. Era incluso peor. Pues la propuesta cristalizaba en el perfil de un cristiano que, de ser posible, asistía a misa a diario —incluso los miércoles— y que renunciaba a su autonomía personal a fin de asumir ideas y actitudes ajenas dentro del marco de una obediencia servil y una renuncia al pensamiento crítico. Estos católicos de práctica diaria —a quienes llamaremos “católicos de miércoles”, escogiendo un día de la semana al azar— no son monopolio exclusivo del Sodalicio. Los hay a todo lo largo y ancho de la Iglesia católica. No son mayoría, pero hacen bastante ruido y han logrado que en el imaginario colectivo se les identifique como los católicos de verdad, los que son practicantes —o militantes—, los que representan a la religión católica en su prístina pureza.

Sin embargo, se trata de una ilusión, pues esta forma de vivir el catolicismo está muy lejos de lo que, según los Evangelios, predicaba Jesús.

Estos católicos de miércoles pretenden imponer en la sociedad sus ideas retrógradas y conservadoras, y plasmarlas en leyes obligatorias para todos. A estos fines no escatiman en obscenas alianzas con políticos corruptos, criminales de cuello y corbata, y empresarios de dudosas prácticas económicas, políticas y sociales.

En el fondo no creen en la democracia y consideran que se deben conformar élites que tengan el poder y que dirijan y adoctrinen al pueblo, al cual desprecian en el fondo de las sentinas que son sus almas. Al pueblo, tachado de ignorante e incapaz de tomar decisiones racionales, se le gobierna sin preguntarle nada. Estos católicos suelen tener vínculos con partidos y grupos situados a la derecha de las derechas, en el extremo del espectro derechista, sosteniendo posiciones que muchos fascistas no tendrían ningún problema en hacer suyas.

Estos católicos de miércoles no conocen la empatía con las personas en situaciones vulnerables y difíciles, y prefieren aplicar su ideología religiosa a rajatabla antes que buscar caminos para evitar el sufrimiento de esas personas. De esta manera, exigen que las niñas embarazadas sean madres, aunque ello ponga en riesgo su salud física y mental, e incluso su vida. No poseen en realidad ninguna certeza científica ni teológica ni bíblica de que el feto sea ya una persona humana y no un ente vivo en proceso de llegar a serlo, pero creen estar en posesión de esa certeza y condenan todo aborto como si fuera un asesinato. Defienden apasionadamente al no nacido, pero desprecian y marginan a los ya nacidos que no se ajusten a su concepto de género: homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales, etc.

Estos católicos de miércoles callan en todos los colores del arco iris cuando se trata de denunciar abusos cometidos por clérigos y religiosos en la Iglesia católica. Nunca apoyan ni defienden a las víctimas de estos abusos. Por definición, creen que la Iglesia es santa, y están dispuestos a defender la santidad de obispos y curas, sobre todo si se sienten representados por la ortodoxia doctrinal y el conservadurismo de los susodichos. Por eso mismo, hablarán maravillas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, sumos pontífices que —aunque se diga lo contrario— encubrieron comprobadamente a clérigos abusadores y pusieron el prestigio de la institución eclesial por delante de la ayuda y socorro a las víctimas de abusos. Y no dudarán en tachar al Papa Francisco de comunista o caviar que ha tomado medidas para combatir la pederastia eclesial, medidas que —hay que confesarlo— siguen siendo tímidas e insuficientes. Aún así, siempre habrá católicos de miércoles que buscarán tener una foto con el Papa, como si ello significara una aprobación de sus conductas contrarias a toda ética humana.

Estos católicos de miércoles creen que es su deber moral defender la reputación de la Iglesia católica a como dé lugar, y no dudarán en desprestigiar y difamar a las víctimas de abusos, tachándolas de enemigos de la Iglesia a los que hay que desprestigiar y aplastar moralmente como insectos inmundos.

Estos católicos de miércoles creen que existe una conspiración en contra de la Iglesia, orquestada sobrenaturalmente por el Diablo, y terrenalmente, por el comunismo y el progresismo, términos con que califican todo lo que les huela a derechos humanos y desarrollo social. O prefieren usar el término “caviar”, que no significa nada en realidad pero que gustan de lanzar al aire como epíteto para descalificar a los que no comulguen con sus ideas cavernarias.

Estos católicos de miércoles se suelen autodenominar defensores de la vida (o simplemente “pro-vida”), pero justifican las muertos y heridos durante protestas contra regímenes dictatoriales que se zurran en los derechos humanos, siempre y cuando esos regímenes protejan sus privilegios y les den pie a sus fantasías de lograr gobiernos confesionales que protejan y apoyen a la Iglesia católica. No les importa en absoluto que hayan muertos que ni siquiera participaron de las protestas, pues también son defensores de las fuerzas armadas y policiales, y se muestran dispuestos a pasar por alto cualquier uso desproporcionado y excesivo de la fuerza para reprimir las protestas.

Estos católicos de miércoles viven en su burbuja burguesa, ajenos a los sufrimientos del pueblo, refractarios a la vida en condiciones de pobreza y necesidad del común de la población, desconocedores de las problemáticas de la gente y corriente, y pretenden saber mejor lo que ésta necesita. Se creen poseedores de la verdad, una verdad absoluta que no admite crítica ni análisis. Incluso se arrogan la potestad de decidir quién es católico y quién no lo es. Entre ellos hay quienes han puesto en duda mi ser católico sólo porque no comparto su interpretación particular de la doctrina católica.

Afortunadamente, la mayoría de los católicos no son así. Les basta con identificarse como católicos, y la manera en que viven y ponen en práctica su fe en un asunto de conciencia que sólo les compete a ellos. Ni siquiera admiten esa distinción que los católicos de miércoles hacen entre católicos practicantes y no practicantes, y que sólo sirve para crear divisiones y discriminación dentro de las comunidades católicas. Los católicos sencillos y sinceros que aún se reconocen como tales buscan seguir las enseñanzas del Jesús de los Evangelios de acuerdo a su conciencia —aunque ello implique desoír algunos preceptos obsoletos del Magisterio de la Iglesia— y eso basta y es suficiente.

En el Perú hay católicos de miércoles en puestos públicos (congresistas, fiscales, jueces, alcaldes, etc.) y hasta ahora su gestión es mediocre o nefasta. No hay nada de malo en ser católico y reconocerlo. El problema está cuando se es un católico de miércoles, un católico ajeno a toda la riqueza de la condición humana, y ajeno al servicio de hombres y mujeres sin distinción de raza, género, pensamiento y religión.

(Columna publicada el 21 de octubre de 2023 en Sudaca)

DE CÓMO EL SODALICIO HABRÍA ENGAÑADO A LA OPINIÓN PÚBLICA

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Alessandro Moroni, Superior General del Sodalicio de diciembre de 2012 a enero de 2019

El 14 de febrero de 2017 el Sodalicio de Vida Cristiana presentó oficialmente un informe en dos partes, fechado el 10 de febrero de 2017, elaborado por unos así llamados expertos internacionales —el irlandés Ian Elliott y las estadounidenses Kathleen McChesney y Monica Applewhite— y que llevaba el título de “Informes sobre Abusos y Respuesta en el Sodalicio de Vida Cristiana”, supuestamente dando a conocer toda la verdad sobre los abusos cometidos en el Sodalicio. El informe iba precedido de una carta del entonces Superior General del Sodalicio, Alessandro Moroni, narrando los antecedentes del mismo:

«Convocamos, en primer lugar, a personas de reconocida trayectoria en la sociedad peruana para formar la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación. Se les encomendó la tarea de acoger a las víctimas de diversas formas de abusos y maltrato generados en su relación con el Sodalicio, y ofrecerles un primer paso en su camino de reparación, sin exigir un rigor de prueba o escrutinio de sus testimonios, sino procurando ofrecerles la escucha y acogida que su sufrimiento requería. Al finalizar su trabajo, la Comisión presentó su informe, y un conjunto de recomendaciones, sobre las cuales hemos venido trabajando.

Como parte de ese mismo proceso recurrimos al Sr. Ian Elliott, cuya experiencia de más de 40 años trabajando con víctimas de abuso en diversas partes del mundo permitió que un número significativo de personas pudieran presentarse para ofrecer sus testimonios».

Sin embargo, esto último no parece ajustarse a la verdad, pues la misma Kathleen McChesney, en un video publicado el 18 de febrero de 2017 por el mismo Sodalicio en su canal de YouTube (Canal S), afirmaba que tanto ella como Monica Applewhite y Ian Elliott recién fueron contactados por el Sodalicio en marzo de 2016, cuando la primera comisión ya tenía prácticamente listo su informe final, que fue finalmente publicado en abril de 2016. Más aún, no hay ningún indicio que demuestre que el Sodalicio habría tenido el plan de establecer dos comisiones desde un principio, sino más bien todo lo contrario. La convocación de una segunda comisión habría sido un plan alternativo para neutralizar las conclusiones a que había llegado la primera, tanto a nivel general como a nivel de informes personales.

Además, ninguno de los tres expertos contratados había trabajado jamás como representante de víctimas de abusos, sino más bien para organizaciones donde se habían cometido abusos, a fin de implementar programas de prevención y reparación, respetando por supuesto los intereses de la organización. Dicho de otro modo, eran profesionales de “control de daños” y “lavado de cara”.

La afirmación de que en el informe de la primera comisión hay «un conjunto de recomendaciones, sobre las cuales hemos venido trabajando» es ambigua. Puede entenderse como que están buscando cumplir esas recomendaciones, pero lo que el Sodalicio estaba haciendo en realidad era ver la manera de incumplirlas. De estas recomendaciones sólo cinco eran para ser cumplidas por el Sodalicio, las otras eran para ser cumplidas por la misma Comisión de Ética o o simplemente eran recomendaciones a tener en cuenta por la Santa Sede.

Respecto a la primera recomendación, si bien el Sodalicio declaró a Figari “persona non grata”, no adoptó para él «la mayor sanción moral e institucional», que era la expulsión y tomar las medidas para que que se someta a la justicia civil. Al contrario, se le protegió y se le pagó incluso el abogado, Armando Lengua Balbi, uno de los más caros de Lima.

Respecto a la segunda recomendación, que «las víctimas de los abusos deben ser resarcidas», hay que decir que el Sodalicio no reconoció como víctimas a todas aquellas personas que la primera comisión había reconocido como tales, alrededor de un centenar, sino sólo parcialmente. Y las reparaciones ofrecidas estuvieron lejos de ser justas y proporcionales al daño sufrido. Igualmente respecto a «una solicitud de perdón y desagravio, de manera personal y escrita, por parte del Superior General a cada una de las víctimas», éstas aún siguen esperando que esto ocurra.

La tercera recomendación era ésta: «Compensación por los daños personales sufridos por quienes fueron privados de un adecuado discernimiento vocacional, y en esa medida, obligados a prestar servicios no remunerados, incluso en condición de “servidumbre”». Fue incumplida, o cumplida muy mezquinamente sólo con unos cuantos.

Las otras dos recomendaciones fueron incumplidas en su totalidad:

«El SCV deberá proceder a la devolución inmediata de toda la documentación correspondiente a cada una de las personas que forma o formó parte de la institución, que así lo solicite».

«Las personas que ejercieron algún cargo en la organización del SCV, durante los años en que se permitieron los abusos denunciados, deben ser impedidas de ejercer algún cargo representativo al interior de la organización».

Regresando al informe de los expertos internacionales, el mismo señala que «este informe fue originalmente preparado en inglés». Sin embargo, hay indicios para suponer que esto no es verdad.

En el mismo texto del informe se señala que fueron preparados «después de una extensa revisión de documentos públicos, registros del SCV y entrevistas de más de 245 personas», es decir, fuentes de información todas ellas en español, salvo algunas entrevistas que pudieron ser realizadas en inglés sólo gracias a que los entrevistados manejaban mal que bien este idioma.

Por otra parte, al traducir algunas partes del informe al alemán, me di con la sorpresa de que las traducciones del español eran más precisas que las traducciones del inglés. Por poner algunos ejemplos, la palabra “apostolado” aparece en la versión inglesa del informe como “ministry”, lo cual a grandes rasgos se puede considerar como correcto si la traducción es del español inglés. Pero en sentido contrario la cosa no funciona. “Ministry” (servicio de carácter religioso) no puede traducirse correctamente como “apostolado”.

De Jeffery Daniels se dice que era tildado de ser “payaso” —característica que le cae al pelo, según el testimonio de quienes lo conocimos personalmente—. En la versión inglesa dice “goofy” (bobalicón, ridículo o gracioso en sentido cómico), lo cual resulta aceptable con cierta flexibilidad si se trata de una traducción del español al inglés. Pero “goofy” no podría traducirse correctamente como “payaso”.

Además, el informe presenta alguna características inaceptables tratándose de un documento que debería cumplir con estándares académicos. Entre los abusadores sexuales, sólo se mencionan los nombres de Luis Fernando Figari —quien fue separado de la comunidad pero nunca expulsado del Sodalicio—, de Germán Doig —fallecido en el año 2001— y de otros tres, que ya no forman parte de la institución: Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels y Daniel Murguía. Sin embargo, hay otros tres abusadores sexuales que seguirían perteneciendo al Sodalicio, cuyos nombres no se mencionan. Asimismo, no se menciona el nombre de ninguno de los once abusadores físicos y psicológicos que identificó la comisión de expertos, nueve de los cuales seguirían perteneciendo al Sodalicio.

En una parte se mencionan «actos de abuso sexual que se han reportado como perpetrados por cuatro exsodálites, de quienes se ha reportado que han abusado sexualmente de un total de dieciocho varones menores de edad y una joven menor de edad». Para enterarnos de la edad de cada una de las víctimas, los nombres de sus abusadores y los detalles de los abusos tendríamos que esperar al Informe de la Comisión De Belaúnde (julio de 2019) —lamentablemente aún no difundido públicamente—, donde aparece toda esta información.

El informe de los expertos internacionales, además de ser fragmentario y demasiado breve para la cantidad de fuentes disponibles y el tiempo de un año dedicado a la investigación, cae en una que otra contradicción. En su carta de presentación, Alessandro Moroni, decía que «los expertos identificaron ciertos elementos dentro de la cultura del Sodalicio que, de alguna manera, permitieron que estos reprobables hechos hayan podido ocurrir». El informe dice más o menos lo mismo refiriéndose a una «cultura pasada del SCV», pero también señala que «no fue, entonces, la cultura del SCV la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos». ¿En qué quedamos?

De hecho, la versión en español del informe de los expertos internacionales se lee con más naturalidad y no tiene la pinta de ser una traducción, lo cual no ocurre con la versión en inglés, que parece más bien una traducción del español.

Si esto es así, nos hallaríamos ante una premisa grave, considerando que los expertos no dominaban el español al punto de poder escribir un informe profesional en esta lengua. ¿Quién redactó entonces el informe?

La primera hipótesis es que fueron sodálites encargados por la institución para apoyar a los expertos quienes estuvieron encargados de redactar y supervisar el informe final. Que el Sodalicio tenía en control de los procedimientos se manifiesta en el hecho de que ni Ian Elliott, ni mucho menos las otras dos “expertas”, decidían a quién se le podía considerar como víctima y acreedor de una reparación, sino que eso lo hacía un Comité de Reparaciones integrado por el mismo Elliott, los sodálites José Ambrozic y Fernando Vidal; Claudio Cajina, abogado del Sodalicio, y Scott Browning, abogado estadounidense contratado por el Sodalicio, según lo declarado por Alessandro Moroni en el Congreso de la República. En otras palabras, ante las víctimas el Sodalicio fue juez y parte.

La otra hipótesis es que efectivamente hubo un extenso informe en inglés preparado por los expertos, pero que no es el mismo que se dio a conocer a la opinión pública, el cual sería más bien una especie de resumen o versión editada, preparada por el mismo Sodalicio a fin de apuntalar su propia narrativa de los hechos, donde —por ejemplo— se omite totalmente el papel que jugaron Rocío Figueroa, Pedro Salinas y Paola Ugaz en develar los abusos del Sodalicio. Alessandro Moroni dice en su carta de presentación que «los expertos no han encontrado indicios de complicidad ni conspiración entre los presuntos abusadores». La pregunta es dónde leyó esto, porque esta información no aparece en el informe publicado. ¿Lo habrá leído en el informe en inglés que efectivamente habrían preparado los expertos y que nunca fue publicado?

Queda claro que lo que se buscaba era cargar el peso de los abusos sobre un puñado de abusadores (Figari, Doig, Levaggi, Daniels y Murguía), de los cuales —con la excepción de Figari— ninguno forma actualmente parte del Sodalicio, y limpiar al Sodalicio institucionalmente de cualquier culpabilidad o responsabilidad en los abusos. Y el informe, curiosamente, no aborda en ningún momento el tema de los encubridores, de aquellos que fueron testigos de abusos y que sabían de lo que ocurría, pero prefirieron guardar silencio y proteger a los abusadores con el fin de salvaguardar a toda costa la imagen institucional. Y esos encubridores siguen en la institución, manteniendo en pie el sistema que permitió los abusos de poder y de conciencia que constituyeron la base y fueron una puerta abierta para los demás abusos.

Creer que el Sodalicio puso todo de su parte para que se conociera la verdad de los hechos es una quimera, una fantasía para ingenuos. Toda su estrategia sólo tuvo como objetivo engañar a la opinión pública.

(Columna publicada el 22 de julio de 2023 en Sudaca)

SODALICIO: LOS SECUESTRADORES

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El 21 de agosto de 2018 la Décima Octava Fiscalía Provincial de Lima decidió formalizar denuncia penal contra tres personas vinculadas al caso Sodalicio por el delito de secuestro mediante un documento firmado por la Fiscal Provincial María Janine León Pizarro, contenido en la carpeta 270-2017, de lo cual fui notificado a su debido tiempo debido a mi condición de testigo.

Los acusados son Luis Fernando Figari, ex Superior General del Sodalicio; Virgilio Levaggi, exsodálite y número tres en la cadena de mando de la institución en los años 80; y Óscar Tokumura, sodálite y exsuperior de los centros de formación que el Sodalicio mantenía en San Bartolo, siendo el primero autor del delito y los otros dos cómplices secundarios. Debo precisar que, a mi parecer, son muchos más los que habrían cometido el delito y que no prescribe, porque la pena máxima es de cadena perpetua, si se tiene en consideración los agravantes.

El Código Penal del Perú define así el delito de secuestro en el artículo 152:

«Será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de veinte ni mayor de treinta años el que, sin derecho, motivo ni facultad justificada, priva a otro de su libertad personal, cualquiera sea el móvil, el propósito, la modalidad o circunstancia o tiempo que el agraviado sufra la privación o restricción de su libertad».

¿Pero de qué tipo de restricción de la libertad estamos hablando, cuando los sodálites que eran admitidos en comunidades no estaban encerrados con llave y candado en las casas que habitaban? ¿Es que acaso no podían salir y entrar cuando querían? La verdad es que no, porque en el Sodalicio te privaban interiormente de tu libertad, al punto de que la idea de irse se presentaba como intolerable y hacerlo equivalía a dar un salto al abismo, hacia la perdición, acompañado con frecuencia de pensamientos suicidas,como ocurrió en mi caso personal. Irse del Sodalicio era extremadamente difícil, pues las mismas autoridades sodálites obstaculizaban al máximo la salida.

En el documento fiscal se han tomado elementos de la declaración jurada que presenté por medio del estudio de abogados Benites, Vargas & Ugaz, donde —además de testimoniar que, siendo menor de edad, fui sometido a tests psicológicos por personas no calificadas sin el conocimiento ni consentimiento de mis padres—, señalo la aplicación de técnicas de control mental:

— Sometimiento a prácticas de agotamiento físico a través de ejercicios corporales intensos y prolongados, sumándose a ello la continua sustracción de horas de sueño.
— Aislamiento familiar.
— Anulación de la privacidad – confesión de todos los aspectos de la propia vida íntima.
— Amedrentamiento, violencia verbal, amonestación y reprensión, uso de lenguaje agresivo. Quien se quejaba del trato era hostilizado y humillado verbalmente.

¿Cuál era el objetivo de estas prácticas? Lograr el control psíquico y emocional de los personas, hacerlas dependientes de la figura de Luis Fernando Figari, mantenerlas secuestradas mentalmente y hacerlas colaboradoras en la consecución de los fines de la organización criminal liderada por Figari y sus cómplices, sin que esas personas fueran conscientes de de esos fines, sólo cumplidoras irreflexivas de las indicaciones superiores en virtud de la obediencia, habiendo perdido la capacidad de discernir reflexivamente y de elegir libremente. En otras palabras, uno hacía lo que que querían las autoridades sodálites porque otra opción era inconcebible y uno se quedaba dentro de los muros de una comunidad sodálite porque salirse de ella se experimentaba con un sentimiento de estar muerto en vida.

El documento fiscal señala que «los psicólogos y psiquiatras que han acudido a esta Fiscalía a declarar han explicado que estos medios y técnicas de captación y sujeción, conocidas como “persuasión coercitiva”, utilizados por los denunciados son capaces de provocar un estado de esclavitud psíquica y de despersonalización que alcanza a afectar a la autonomía individual y la propia identidad personal de quien se ve sometido a ellos. Esto explica por qué las personas que fueron víctimas de este delito, también lo son del delito de lesiones psicológicas graves, quienes a la fecha deben acudir a un médico para recibir tratamiento, pues este proceso genera en las personas diversos trastornos médicos».

Todo lo señalado resulta de relevancia, pues el Código Penal señala que

«La pena será no menor de treinta años cuando:

1. Se abusa, corrompe, trata con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado.

[…]

8. Se comete para obligar al agraviado a incorporarse a una organización criminal.

[…]

10. Se causa lesiones leves al agraviado.

11. Es cometido por dos o más personas o se utiliza para la comisión del delito a menores de edad u otra persona inimputable».

¡Y vaya que se utilizaba a otros menores de edad —también ellos víctimas y compañeros de la víctima— para lograr esos fines, a través de lo que se llamaba “apostolado vocacional”, que incluía la recolección de información personal e íntima de jóvenes adolescentes con el fin de aplicar estrategias de manipulación de la conciencia!

Cómo se daba todo este proceso, el documento fiscal lo resume de la siguiente manera:

«PRIMERA ETAPA

Se les hacía sentir especiales y que habían sido elegidos para pertenecer a una organización a la cual sólo ingresaban jóvenes dotados, brillantes y distintos.

Esto repercutía de gran manera en las víctimas, las cuales eran adolescentes —período de formación de la personalidad— y que por sus condiciones familiares se sentían solos y abandonados.

A la par, se daba un proceso de idealización del líder —culto a la persona de Figari—, a quien se le atribuye poderes sobrehumanos. Poco a poco en las charlas les iban impregnando la idea del culto al líder.

SEGUNDA ETAPA

Una vez que lograban obtener la confianza de los adolescentes, se afectaba la imagen de los progenitores y de todo aquel que no formara parte del Sodalicio, separándolos del “mundo exterior”, bajo la idea de que supuestamente ahí reside el mal y el pecado.

Esto generaba en las víctimas una situación de desamparo, de profunda soledad, lo cual hacía que busquen refugiarse en los vínculos que le proponen en el Sodalicio; es decir, generaba en las víctimas una especie de dependencia con la institución.

Esta dependencia o sometimiento tiene como costo el sometimiento a toda orden.

Cuando alcanzaban la mayoría de edad eran convencidos de dejar a sus familias y convivir en comunidades.

TERCERA ETAPA

Luego, se generaba un sentimiento de culpa devastador para el que se atreviera a salir de la organización, lo cual impedía que las persona salgan de esta institución (“cárcel mental”).

Este proceso a través del cual se alcanzaba la privación o anulación de la libertad personal suele darse o presentarse en los movimientos religiosos o pseudo-religiosos, denominados “sectas”, no siendo una creación o un invento de los denunciantes. Es un problema real que nuestro país debe afrontar».

El documento fiscal señala que entre 1993 y 2007 el Sodalicio tenía un Centro de Orientación Vocacional Profesional, donde laboraban las psicólogas Cecilia Collazos y Liliana Casuso, integrantes de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que realizaban test psicológicos a los adolescentes aspirantes y miembros a fin de recabar información personal e íntima, que era utilizada para lograr su captación o mantenerlos dentro de la organización. Esta información habría sido compartida, violando el secreto profesional, con el mismo Luis Fernando Figari.

Éste afirmaba que podía ver la vocación sodálite a través de los ojos de las personas, haciendo creer a sus víctimas que poseía dones especiales. Lo cual ha sido negado por el mismo Figari en la declaración que se le tomó en Roma el 10 de octubre de 2016, diciendo que «los ojos son la ventana del alma y entonces dan la oportunidad de ver si es que hay una transparencia o turbidez, que se ve con toda claridad sobre todo en ojos que son más fáciles de ver, si no con aplicación de luz que permite ver el fondo del ojo, como hacen los oculistas. Eso nunca fue presentado como un don sobrenatural o algo especial sino como una técnica de inferencia».

Todo esos tácticas de captación se iniciaban, por lo general, con jóvenes adolescentes menores de edad, por lo cual, si se demuestra el delito de secuestro —entendido como una privación o restricción de la libertad mediante técnicas de manipulación y control mental— , podría aplicarse lo que dice el Código Penal

«La pena será de cadena perpetua cuando:

1. El agraviado es menor de edad o mayor de setenta años.

[…]

3. Si se causa lesiones graves o muerte al agraviado durante el secuestro o como consecuencia de dicho acto».

Este secuestro, esta privación de libertad durante años, motivada por intenciones nada santas de parte Figari, llegando en algunos casos a situaciones que calificarían de esclavitud moderna, ha causado tanto o más daño en aquellos que lo hemos sufrido que los abusos sexuales que sufrieron otros.

No habían protocolos claros para quien decidiera irse del Sodalicio. Esa decisión era obstaculizada hasta el extremo, de modo que se generaba una angustia mortal en aquellos que se hallaban en ese trance. Y nada demuestran las cartas de sujeción que algunos escribimos, manifestando que estábamos libremente en el Sodalicio, pues la opción de decidir lo contrario era impensable, era considerado un suicidio del alma y una puerta hacia la infelicidad terrenal en este mundo y la condenación eterna en el otro.

Y como ésa era la mentalidad que se marcaba como un hierro candente en nuestras almas, el día en que a un muchacho que estaba pasando su período de formación en San Bartolo le dijeron, como excepción, que no tenía vocación sodálite y que debía dejar la comunidad, éste entró en una espiral de desesperación de la cual no pudo escapar. Ése sería el motivo por el cual meses después habría saltado hacia su propia muerte desde la azotea de la casa de sus padres.

(Columna publicada el 27 de mayo de 2023 en Sudaca)

EL TREMENDO CARDENAL WOELKI

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El 23 de septiembre de este año WDR (Westdeutsche Rundfunk), cadena de radio y televisión pública del estado federado Renania del Norte-Westfalia (Alemania), publicó una primicia. El cardenal Rainer Maria Woelki (nacido en 1956), arzobispo de Colonia, había encubierto —ya sea intencionalmente o por negligencia— los abusos de un notable párroco abusador sexual, nada menos que el vicedeán de la ciudad de Düsseldorf, localidad que se halla bajo la jurisdicción de la arquidiócesis de Colonia.

En una carta de otoño del 2018 enviada por el mismo Woelki al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, a la cual han tenido acceso los periodistas de WDR, Woelki detalla meticulosamente varios abusos sexuales cometidos por el párroco Michael D. en perjuicio de jóvenes a su cargo. Por ejemplo, habría organizado visitas al sauna —donde es costumbre que todos los visitantes estén completamente desnudos— con jóvenes acólitos menores de edad y luego les habría invitado bebidas alcohólicas. Después habrían visto juntos películas pornográficas. A un joven de 19 años de edad, a quien llevó a su vivienda, le habría mostrado —contra la voluntad del mencionado— filmes porno y se habría masturbado en su presencia. Recién a las cuatro de la madrugada el joven habría logrado escapar de la vivienda del eclesiástico.

En esta carta Woelki escribe al final: «Su Eminencia, le pido cordialmente instrucciones sobre si es necesario tomar medidas en esta causa y cuáles. Unido con usted en Cristo». No se sabe si el cardenal Ladaria respondió a la carta, o si habría dado alguna recomendación. Sea como sea, el vicedeán D. recién fue suspendido de todas sus obligaciones tres años después, lo cual resulta escandaloso e inadmisible. Tan tardía como la reacción del cardenal Woelki fue la denuncia presentada ante la fiscalía de Düsseldorf.

Según el especiaista en derecho canónico Bernhad Anuth, catedrático de la Universidad de Tubinga, en paralelo a la información enviada a Roma debía haberse informado a las autoridades civiles que persiguen el delito. Éstas son las líneas directrices que había establecido la Conferencia Episcopal Alemana. Woelki omitió dar este paso, no obstante que los hechos que describe configuran delitos evidentes.

En relación a este caso, un abogado denunció penalmente a Woelki ante la fiscalía de Colonia por falsa declaración bajo juramento. Si bien Woelki declaró que en 2017 no tenía conocimiento del acta personal del párroco de Düsseldorf, el abogado duda de que esto sea cierto, pues el 4 de septiembre de 2015 el susodicho clérigo fue citado por el encargado de la Oficina de Intervenciones del arzobispado para una audiencia. En la carta que le fue remitida dice que se le cita a audiencia «por indicación de nuestro arzobispo, el cardenal Woelki». En su descargo, el arzobispado respondió que se trata sólo de rumores. Sería falso que Woelki haya estado informado en el año 2015 sobre las faltas del párroco. Y en el año 2018 solo habría informado a Roma sobre hechos de los cuales hasta ese momento no había pruebas.

Esta actitud indolente e indiferente no la habría mantenido Woelki cuando durante el retiro espiritual de los canónigos en Colonia efectuado este año algunos participantes le habrían mostrado copia de la carta que él mismo había redactado y, según cuentan, el cardenal habría abandonado la habitación con la cara enrojecida. Aparentemente nunca había entrado en sus cálculos que otros, a excepción de él, tuvieran conocimiento de ese escrito.

No es ésta la única denuncia ante la justicia civil hecha contra el cardenal Woelki. Tres sacerdotes católicos han presentado también una denuncia por falsa declaración bajo juramento, entre ellos el P. Wolfgang F. Rothe de Múnich, quien declaró al diario Westfalenpost que ya no creía que la Iglesia católica pudiera esclarecer por sus propias fuerzas los delitos de abusos. «Tengo la necesidad de hacer algo en contra de que los sacerdotes sean puestos bajo sospecha general, y quiero expresar esto con mis denuncias».

Esta denuncia en concreto hace referencia al caso del ya fallecido sacerdote Winfried Pilz (1940-2018), quien fue entre los años 2000 y 2010 presidente de la Obra Misional de Niños (Kindermissionswerk) con sede en Aquisgrán, organizadora de la mayor colecta de la Iglesia católica realizada por niños disfrazados de Reyes Magos durante la Epifanía, generalmente a beneficio de obras humanitarias en países del Tercer Mundo. También compuso canciones religiosas que se siguen cantando durante las celebraciones litúrgicas católicas en toda Alemania.

El 29 de junio de este año el arzobispado de Colonia dio a conocer públicamente que había acusaciones de abusos en contra del clérigo. Pilz habría abusado sexualmente en dos ocasiones de un joven adulto (nacido en 1956) en situación vulnerable, en la época en que fue rector de un centro de formación juvenil entre 1972 y 1989. En 1988 la víctima habría hablado sobre los abusos sufridos con un obispo auxiliar de la arquidiócesis y habría señalado que habría otras víctimas. Parece que esto no tuvo ninguna consecuencia. Porque según el arzobispado de Colonia, recién en el año 2012 se habría tomado conocimiento de la acusación, y tras la debida investigación y corroboración, el arzobispo de entonces, el cardenal Joachim Meisner, recién en el año 2014 le impartió a Pilz una amonestación, le impuso una multa y le prohibió cualquier contacto con menores de edad. La denuncia ante la fiscalía se hizo en el año 2018 y fue archivada por prescripción del delito. En el año 2021, tras la muerte del abusador, se habría tenido indicios de que había más víctimas.

Por supuesto, la víctima no sabía nada al respecto y tomó contacto con el arzobispado en el invierno de este año. Woelki declaró bajo juramento que recién había tomado conocimiento del caso durante la cuarta semana de junio. Sin embargo, el 6 de mayo la directora de la oficina arquidiocesana le había enviado a la víctima una invitación para una conversación con el cardenal, donde decía textualmente: «El cardenal me ha pedido…» Éste es el argumento principal en la denuncia de los tres sacerdotes que acusaron a Woelki del delito de mentir bajo juramento.

Pero todas estas cosas son solamente la cereza de la torta, pues desde hace tiempo el cardenal Woelki está en el ojo de la tormenta y la mayoría de los católicos de Colonia, incluidos sacerdotes, agentes pastorales y trabajadores de la arquidiócesis, han manifestado su descontento y exigen su renuncia.

Entre las perlas cardenalicias de Woelki que han causado malestar está la decisión expresada el 30 de octubre de 2020 de no hacer público el informe independiente sobre abusos sexuales en la arquidiócesis encargado al bufete de abogados Westphal Spiker Wastl de Múnich, aduciendo graves fallas metodológicas, encargando un nuevo informe a los abogados penalistas Kerstin Stirner y Björn Gercke, que fue presentado el 18 de marzo de 2021, y donde no se encontró ninguna responsabilidad en el arzobispo Woelki de haber encubierto abusos, a diferencia de los informes de otras diócesis alemanas, donde sí se determinó responsabilidad de parte de los obispos a cargo.

Los dos informes costaron en total 1.27 millones de euros, y si a eso se suma lo desembolsado por la arquidiócesis en abogados especializados en derecho de medios y consultorías de comunicación y relaciones públicas, se llega a la suma de 2.8 millones de euros. Mientras tanto, a las víctimas de abusos se les ha pagado desde el año 2010 en concepto de reconocimiento del sufrimiento padecido apenas 1.5 millones de euros.

Se sabe también que entre los años 2015 y 2016, por orden de Woelki, el arzobispado asumió las deudas de juego de un eclesiástico, que ascendían a la suma de 1.15 millones de euros. El dinero se tomó de un fondo arquidiocesano para necesidades especiales, que también sirve para pagar las reparaciones de las víctimas de abusos, ninguna de las cuales ha sido beneficiada con el monto concedido al afortunado clérigo.

Woelki, además, desde una postura conservadora, ha sido muy crítico del Camino Sinodal, el proceso de reforma que ha emprendido la Iglesia católica en Alemania y que se encontraría ahora en un callejón sin salida, ahogando así las esperanzas de tantos católicos alemanes que quisieran una Iglesia más cercana a las inquietudes y preocupaciones de los mortales comunes y corrientes.

¿Es el cardenal Woelki un caso trágicamente excepcional dentro de la Iglesia católica? Ocurre frecuentemente que cada vez que se investiga a un obispo católico, aparecen turbiedades e inconductas difícilmente conciliables con las enseñanzas del Jesús de los Evangelios. Porque la crisis de la Iglesia católica no enraíza en las personas, sino en un sistema que propicia que ocurran estos escándalos y donde la mayoría de los miembros de la jerarquía eclesiástica parecen cortados en el mismo molde, aunque haya excepciones.

Mientras tanto, la fiscalía de Colonia ha decidido archivar la denuncia hecha por los tres sacerdotes, aduciendo que las expresiones que dan a entender que el cardenal Woelki sabía previamente del caso son usuales en la correspondencia burocrática y que no son prueba de que efectivamente tuviera conocimiento al respecto y, por lo tanto, no hay sustento suficiente para afirmar que ha mentido. La pregunta que queda pendiente es cuánto habrá tenido que pagar el cardenal Woelki a los abogados que lo libraron de este proceso judicial. Pero que no lo libran del escándalo que sigue representando ante los fieles católicos de su arquidiócesis y de toda Alemania.

(Columna publicada el 1° de octubre de 2022 en Sudaca)

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FUENTES

WDR
Priester zeigen Kölner Kardinal Woelki an (02.09.2022)
https://www1.wdr.de/nachrichten/rheinland/priester-zeigen-kardinal-woelki-an-100.html
Sexuelle Übergriffe: Neue Dokumente belasten Kardinal Woelki schwer (23.09.2022)
https://www1.wdr.de/nachrichten/rheinland/neue-dokumente-belasten-woelki-schwer-100.html

katholisch.de
Medien: Woelki könnte schon im Mai vom Fall Pilz gewusst haben (31.08.2022)
https://www.katholisch.de/artikel/40792-medien-woelki-koennte-schon-im-mai-vom-fall-pilz-gewusst-haben

Kirche+Leben
Woelki gab 2,8 Millionen Euro für Berater und Anwälte aus (4. Dezember 2021)
https://www.kirche-und-leben.de/artikel/woelki-gab-28-millionen-euro-fuer-berater-und-anwaelte-aus

Süddeutsche Zeitung
Erzbistum Köln zahlte Spielschulden eines Geistlichen (14. April 2022)
https://www.sueddeutsche.de/politik/erzbistum-koeln-spielschulden-woelki-1.5567092

SODALICIO: EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LA ANGUSTIA

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El mar visto desde la Ribera Sur de San Bartolo, con el peñón conocido como “la isla” por los sodálites

Haber estado en el Sodalicio ha sido para muchos una experiencia traumática. Y quizás uno de los momentos más traumáticos es la salida de la institución. Como dice el informe preliminar (julio de 2019) de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde: «Los procesos de salida fueron difíciles, puesto que existía el mensaje de que se trataría de una traición, por ello la culpa asociada a esta decisión era vivida con mucha carga emocional». Esto dicho de una manera muy general. Para quien lo ha vivido, se trataba de una situación donde uno se sentía al final del camino, ante un abismo que se abría ante los pies, sin saber si uno iba a salir indemne de la caída. Aun cuando se tiene la convicción de que uno tiene que irse, esta certeza va acompañada de un sentimiento de culpa y de una tremenda angustia ante un futuro que se presenta incierto y casi sin perspectivas. Es como un naufragio que arroja al navegante a un pedazo de tierra firme donde aún no ha aprendido a sobrevivir.

Porque cuando se está en el Sodalicio, toda la vida personal gira en torno a la institución y a la red de relaciones personales que se ha tejido dentro de ella. Se han roto todos los lazos familiares y amicales que lo vinculaban a uno al mundo de los comunes mortales. Para el afectado no ha habido otra identidad que la sodálite, ni otro universo de ideas y actitudes que las que prescribe la ideología sodálite, actualmente anónima, pero que en realidad sigue siendo la misma que fue parida y preconizada por Luis Fernando Figari, y desarrollada y afinada por Germán Doig. Y que dictaminaba que los que abandonaban la barca eran traidores destinados a la infelicidad en este mundo y a la condenación eterna en el otro.

Yo pasé dos veces por sendas crisis de salida. La primera, cuando permanecí entre diciembre de 1992 y julio de 1993 en una comunidad de San Bartolo, barruntando la decisión de irme pero con un terror inenarrable a hacerla efectiva, hasta el punto de tener pensamientos suicidas pasivos cada día, desde que me levantaba hasta que me acostaba.

Salir de comunidad no significó desvincularme del Sodacio, y eso de alguna manera mitigó los efectos del trauma sufrido. Mi segunda salida —que fue la definitiva— se dio en el año 2008, cuando el rompecabezas de mi vida había saltado en pedazos por el aire y tuve que rearmarlo completamente, guiado por los retazos de verdad que había avizorado. También fue un proceso lleno de angustia, pero estando ya en Alemania y fuera de la órbita del Sodalicio, resultó menos traumático que el primero.

Y debo confesar que ambos procesos los viví en absoluta soledad interior, pues nadie de mi entorno —ni los sodálites con los cuales tenía amistad, ni mi entorno familiar cercano, ni mi círculo de antiguos amigos— comprendió realmente lo que me estaba pasando y nadie me acompañó ni me apoyó en esos momentos dramáticos de mi vida.

A decir verdad, sí hubo una persona que me acompañó en mis recuerdos durante los siete meses de angustia que pasé en San Bartolo, aunque ella no lo supiera. Porque las dos cosas que me ayudaron a soportar ese tiempo de tormento psicológico fueron mi fe cristiana —que ya había aprendido a separar de los desvaríos que me había tocado vivir en el Sodalicio— y el amor hacia una mujer, puramente platónico, idealizado, sin que cristalizara nunca en una relación cercana y real. Era solamente un deseo, tal vez cándido e ingenuo, pero que me insufló un hálito de esperanza para poder sobrevivir al derrumbe de todas mis ilusiones.

Yo había conocido a su hermano en los años 80 y, como sodálite cortado con la misma tijera que los demás miembros del enjambre, había iniciado conversaciones con él a fin de hacerle apostolado —lo que con propiedad se llama proselitismo—, algo en lo que nunca fui muy ducho, pues no recuerdo a nadie que se haya unido al Sodalicio por obra y gracia de mi proceder apostólico. Así fue como conocí a su hermana, con la cual también inicié conversaciones. Aunque no recuerdo cuál fue el contenido de esas pláticas, sí recuerdo que se tocaban temas personales y problemas existenciales relativamente íntimos. Pues se ha tener en cuenta que yo, al igual que otros sodálites, no nos contentábamos con poner pie en la superficie, sino que teníamos que “entrarle” a las personas y meternos en el recinto de sus almas, sea como sea, supuestamente para acercarlas a Cristo. Aunque las conversaciones con ella siempre fueron en locales públicos del Sodalicio, en salitas acondicionadas para estos fines, sin darme cuenta —o sin querer darme cuenta— me fui enamorando de ella. Como buen sodálite, no me dejé llevar por mis sentimientos y ese amor incipiente quedó sepultado en el fondo de mi perfil de consagrado que aspiraba a vivir el celibato. Hasta que vino la crisis que me llevó a la convicción de que ya no podía vivir en comunidades sodálites, pues de pronto se habían convertido para mí en terreno hostil donde me resultaba imposible desarrollar mis talentos en libertad. Y lo que había quedado enterrado reapareció como un horizonte de esperanza, como un isla de fantasía donde podía salvarme del naufragio que amenazaba hundirme en el océano tormentoso de la incertidumbre y del sinsentido.

Como ya he señalado, ella no sabía nada. En esos azarosos momentos ya se había ido a vivir a Alemania, la tierra originaria de su padre, y una comunicación directa con ella era imposible. No recuerdo ya cómo conseguí su dirección, pero lo cierto es que le escribí cartas de amor —en una época donde Internet era incipiente y todavía no se había popularizado el uso del correo electrónico—, cartas que sacaba de contrabando de San Bartolo cada vez que hacía una visita a casa de mis padres. Y si bien nunca recibieron respuesta, me consta que ella las leyó por lo que voy a contar más adelante.

Incluso me inspiró una canción, en la cual se mezclaba la angustia que estaba viviendo junto con imaginería religioso de la fe cristiana que me sostenía en pie en esos momentos donde me sentía al filo de la vida y la muerte. El título que le he puesto posteriormente a esa canción inédita mía es el de “Sueño de amor en mi soledad desnuda”. Las palabras “mi fiel amor” reemplazaron las líneas donde aparecía su nombre. Y es mejor que así sea, pues lo que se describe no es un amor real, sino un amor soñado que nunca llego a concretarse. A continuación, la letra de la canción:

en mi soledad desnuda
el gusano de la nada
perforaba a bocanadas
un infierno sin salida
por la angustia acumulada
en el fondo de la herida
y la costra envejecida
de mi carne avergonzada
por la llaga tan temida
de la esperanza podrida
en mi espalda lacerada
por la mano abandonada
de vestigios de la vida
y la piel ennegrecida
y mortal

aún confiando en mi resurrección
puse en espera mi muerte anunciada
en alas de una luciérnaga viajera
crucé las sombras de un territorio en guerra
y tembloroso como el ave toqué a tu balcón
mi fiel amor

fue como un sueño de dulce ensoñación
como el encanto de un cuento de hadas
tu voz volando como una mariposa
sobre el dragón en mi oscuridad frondosa
lloviendo flores y los duendes cantándole al sol
mi fiel amor

con tu sonrisa amada
y tu suave mirada
tu ternura encendida
en mi memoria urgida
del sol sin demora
un rayo en la aurora
que calme la ira
de la marejada
en mi sangre caída
por gracia vertida
en tu copa de orquídea
y fue como el amanecer
que ahuyenta los cuervos de mi tarde
fue como volver a ser
un niño en brazos de su madre
mi fiel amor
mi fiel amor

ya se muere la homicida
mala víbora engendrada
en la entraña avinagrada
por la fiera malparida
que agoniza malherida
por el tajo de la espada
del arcángel y su armada
en cruzada contra el mal

la mujer de la alborada
de luz solar vestida
sobre la luna erguida
y de estrellas coronada
besó con su mirada
mi fe robustecida
mi esperanza crecida
y mi amor

enamorado me puse a caminar
entre las ruinas de un largo pasado
te apareciste en mi senda dolorosa
como la brisa en una mañana hermosa
como el lucero de la tarde que refleja el sol
mi fiel amor

acompañado en mi peregrinar
por los fantasmas de lo derrumbado
tu aparición fue como la primavera
y ahora te canto y te llamo compañera
mi compañera de la espera, mi vida, mi amor
mi fiel amor

Abandoné San Bartolo en julio de 1993 con la intención de mantener mi promesa de profeso temporal hasta octubre de ese año, que era cuando caducaba, pero también con el deseo de recorrer nuevos caminos en la vida, aunque siempre vinculado al Sodalicio entre aquellos llamados a la vocación matrimonial.

Mi adolescencia había quedado trunca en la década de los 70, cuando me uní formalmente al Sodalicio a los 15 años de edad, y ahora en los 90 era prácticamente un adolescente de 30 años. Tuve que madurar de golpe a través de un proceso que no estuvo carente de sufrimientos y resbalones sentimentales. Con una antigua y querida amiga tuve conversaciones sobre amor y sexualidad que me hicieron poner los pies en tierra. Viví mi primer romance —que sólo duró un mes— con una chica que vivía al lado de una comunidad sodálite y que había sido el motivo de las noches de insomnio —con pesadillas y gritos incluidos— de un sodálite de esa comunidad, el cual terminó yéndose e iniciando un vínculo amoroso con ella, que tampoco fue duradero, pues ella terminó cayendo en los brazos de otro exsodálite, el que más tiempo había vivido en comunidades sodálites antes de que yo siguiera el mismo camino y le quitara el récord. Yo fui algo así como el tercer tramboyo que quedó enredado en las redes de ella.

Lo cierto es que ese amor fugaz y pasajero me dejó el corazón roto y cantando boleros durante varios meses. E incluso llegué a componer algunos, que permanecen aún inéditos. Después conocería a mi actual mujer, con la que me casaría el 29 de noviembre de 1996 en la iglesia de la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho), siendo el oficiante José Antonio Eguren, en una época en que aún era solamente el párroco.

Cuando mi mujer y yo todavía estábamos de enamorados, supe que ella, la musa que había inspirado mis sueños, había regresado de Alemania. Con conocimiento de mi enamorada y actual mujer, que sabía de mi historia, fui a visitarla a su casa, donde tuvimos una conversación sincera. Téngase en cuenta que yo todavía me sentía afectiva e institucionalmente vinculado al Sodalicio. Al final de nuestra plática me devolvió todas las cartas que yo le había escrito, diciéndome que leerlas le hacía daño. Ésa fue la última vez que la vi. Yo creía estar cerrando una etapa definitiva de mi historia. Sabía en ese momento que algo entre ella y yo jamás habría funcionado.

El 18 octubre de 2015, a través del programa periodístico Cuarto Poder, se hicieron públicos los abusos cometidos por Figari y otros miembros del Sodalicio de Vida Cristiana. Recibí varios e-mails de apoyo por mi contribución al develamiento de los abusos. Entre esos e-mails, casi veinte años después de nuestro último encuentro, estaba uno de ella del 26 de octubre, que generó un breve intercambio. No quisiera revelar muchos detalles de esos mensajes, a fin de salvaguardar su identidad. Allí me decía:

«A mí particularmente [los sodálites] me aterraron luego del tiempo en que nos prepararon para la confirmación, y sin duda, marqué una distancia absolutamente radical con todo, incluyendo seguramente contigo en el tiempo en que decidiste acercarte. Quiero disculparme contigo si fui —inconscientemente y sin querer serlo— no amable contigo en ese momento. Sin duda fue más por el rechazo que sentía a todo el Movimiento [de Vida Cristiana], no fue a nivel personal».

Pero lo que más me conmovió fue este párrafo que incluyó en su segundo mensaje de ese día:

«Sí, sí me di cuenta de que te habías enamorado de mí, lo respeté, lo cuidé y sin duda, traté de ser lo más delicada posible para no herirte pues lamentablemente —y digo lamentablemente pues eres un hombre y siempre fuiste un ser humano extraordinario—, yo no pude corresponderte en el momento que me escribías con tanto corazón desde San Bartolo. Pero si inclusive por esa ilusión que sentiste por mí pude también acompañarte durante ese tiempo e inclusive impulsarte a que tomaras otro vuelo y decidir salir, pues ÉSA fue mi misión contigo. Y si fue así, te juro que me alegro de todo corazón, y te lo digo sinceramente. Pero sabes, te puedo también decir, que escribes lindo. Todo tu corazón estaba puesto en cada línea. Gracias por habérmelas regalado así, con toda tu alma».

Las cartas no las conservo, pues mi mujer me pidió allá en los 90 que las destruyera, cosa que hice por un principio de lealtad y transparencia. Pero lo que ellas significaron para mí —y el rol que la musa que las inspiró jugó en mi vida— ha dejado una huella indeleble en mi corazón, por la cual siempre quedaré eternamente agradecido.

(Columna publicada el 20 de agosto de 2022 en Sudaca)

ABUSOS DE MONJAS

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Fotograma de la película “La religieuse” (Jacques Rivette, 1966)

Recientemente ha sido publicado en Chile el libro-reportaje Siervas – El historial de abusos de las monjas del Sodalicio, escrito por la periodista chilena Camila Bustamante, quien también alguna vez fue candidata a las Siervas del Plan de Dios, la congregación de monjas fundada en 1998 por Luis Fernando Figari, el otrora cuestionado líder del Sodalicio acusado de múltiples abusos en perjuicio de jóvenes. Y así como Figari dejó su impronta venenosa en la institución para varones que fundó, impronta de la cual el Sodalicio no se ha podido desprender hasta el día de hoy, así también parece haber destilado su ponzoña en la congregación de monjas, que en su doctrina, espiritualidad y disciplina resulta ser como un espejo del Sodalicio pero en femenino. Y que también ha tenido su Figari con tetas, ovarios y vagina, según lo que narra el libro: la hermana Andrea García, la primera Sierva, quien después de perpetrar y avalar la vorágine de abusos y su reguero de vidas heridas y destrozadas, decidió hace pocos años dejar la congregación y dedicarse a los menesteres de este mundo.

Aunque quien lea el libro se puede sorprender ante los abusos físicos y psicológicos —e incluso sexuales— allí narrados por mujeres sobrevivientes que pasaron por la congregación, a mí me ha dejado un cierto resabio a déjà vu, a algo antes visto y no tan novedoso. Pues abusos en congregaciones de monjas los ha habido desde que éstas existen, no obstante que esos abusos rara vez han sido considerados como tales y han sido camuflados bajo el manto del sacrificio y la entrega amorosa. A lo largo de la historia, no ha sido común que a las mujeres se les preste voz, menos aun a las religiosas, para denunciar las arbitrariedades de las que han sido víctimas.

Si nos remontamos a la Francia del siglo XVIII, donde todavía se obligaba algunas mujeres a emitir sus votos religiosos aun cuando no tuvieran vocación, nos encontraremos con una obra maestra, la novela La religiosa (La religieuse) escrita por el filósofo enciclopedista Denis Diderot (1713-1784).

El hecho real en que se basó el relato de Diderot fue el de la monja Marguerite Delamarre, que buscaba ser dispensada de sus votos y llevar una vida normal en la sociedad. Para ello contaba con la ayuda del marqués de Croismare, que intentó liberarla usando de su influencia política. Fracasó y Marguerite fue obligada a permanecer en el convento durante el resto de sus días. Ante ello, Diderot decidió gastarle una broma al marqués, y le escribió cartas que supuestamente eran redactadas por una tal Suzanne Simonin, la cual le pedía ayuda al noble francés para anular sus votos y escapar de una vida miserable en el convento en el que había sido recluida contra su voluntad. Diderot aprovechó las cartas para criticar el hecho de que se enviara a jóvenes a los conventos con el fin de evitar molestias en las familias pudientes, además de describir la corrupción en el clero y las instituciones religiosas. Cuando al fin reveló al marqués de Crosmaire que era él quien había escrito las cartas y que la tal Suzane Simonin no existía, el marqués no pudo más que reírse. Pero lo que salió de todo esto fue algo serio. Diderot juntó las cartas y construyó con ellas una novela al estilo de la época, que sólo pudo ser publicada en 1796 después de su muerte.

No he leído la novela, pero sí he visto las adaptaciones al cine que se hicieron de ellas, la primera en 1966 por el cineasta francés Jacques Rivette; la segunda en 1986 a cargo del italiano Joe D’Amato con el título de La monaca nel peccato (conocida en España como Una monja en pecado) y la tercera realizada por el francés Guillaume Nicloux en 2013.

En las tres aparece Suzanne Simonin como una mujer que es producto de un affaire extramarital de su madre y es enviada sin tener realmente vocación a un convento, donde gozará de las preferencias afectivas de la Madre Superiora, que sufre de una enfermedad grave, y de la envidia e intrigas de su sucesora, quien le hará la vida imposible porque ve en ella una competencia en los afectos de la Superiora. Suzanne será sometida a castigos, aislada, obligada a ayunar, e incluso se llegará a creer que está guiada por el demonio y que debe ser evitada —y maltratada— por las demás hermanas de la comunidad. Tampoco faltará en ninguna de las tres adaptaciones la presencia del afecto lesbiano de una monja hacia Suzanne y el intento de abusar de ella, así como un sacerdote sin vocación que aprovechará la situación vulnerable de la monja para intentar entablar una relación afectiva, que en el caso de las dos primeras adaptaciones tiene claras connotaciones sexuales.

El film de Jacques Rivette, sin duda la mejor y la más fina de las adaptaciones, fue objetado desde su rodaje por círculos de la Iglesia católica, que lo consideraban blasfemo. Lo cierto es que la película obtuvo dos veces la requerida “visa d’exploitation”, es decir, el permiso para proyectarla en cines, y las dos veces el Ministro de Información Yvon Bourges bloqueó esta decisión. Otro Ministro de Información posterior, Alain Peyrefitte, argumentó que el film hería de manera grave los sentimientos y la conciencia de una gran parte de la población. Intelectuales como la periodista Françoise Giroud y el cineasta Jean-Luc Godard protestaron contra la censura, y finalmente el escritor André Malraux, quien había asumido el cargo de Ministro de la Información, dio permiso para que el film fuera exhibido en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo una nominación a la Palma de Oro. Este hecho le abrió la puerta a las exhibiciones cinematográficas en Francia, que se iniciaron en julio de 1967, obteniendo el film un relativo éxito.

La adaptación de Joe D’Amato es la que más libertades se toma respecto al texto original de la novela. Pero también es la versión más escabrosa y sórdida. Pues la cinta se ubica dentro del subgénero de explotación de monjas en conventos, dirigido al público adulto que acudía a los cines de segunda donde se ofrecían filmes cargados de violencia, sexo y sensacionalismo. Y si bien D’Amato sabe utilizar muy bien los códigos del lenguaje cinematográfico con una exquisitez que no encontramos en otros cineastas más pedestres y vulgares, su cinematografía está plagada de películas sensacionalistas sin restricciones, que van desde el terror sanguinolento hasta el erotismo e incluso la pornografía. Y eso se nota en este film que, si bien no es pornográfico, en ocasiones se le va la olla. Suzanne es violada por su padrastro en la primera escena, la afección de la Madre Superiora es gráficamente lesbiana, no hay reparo en mostrar desnudos de monjas e incluso una monja masturbándose frente a la estatua de un santo, se ve el sadismo de las monjas cuando azotan con crueldad manifiesta a Suzanne, se hace hincapié en la falta de control que algunas monjas tienen sobre su sexualidad. No obstante, ninguno de estos hechos aparece como inverosímil y se evidencia la crítica a la hipocresía y la doble moral del estamento religioso y clerical de la Iglesia, sobre todo en la impactante escena final del juicio, donde casi todos los testigos mienten a fin de salvaguardar la imagen de la institución eclesiástica, aunque tenga que ser condenada una inocente.

Parece que en la década de los 80 los tiempos ya habían cambiado, pues el film de D’Amato, a diferencia del de Rivette, no sufrió ningún tipo de censura, no obstante que tenía un enorme potencial para herir la sensibilidad de más de un católico mojigato.

El tercer film, de estilo clásico y académico, es quizás el más mesurado de todos, aunque se aparta al final de la trama original urdida por Diderot. Y más acorde con los tiempos actuales, presenta a Suzanne como una mujer que lucha por su derechos y al final logra escapar del convento y encontrar el lugar de residencia de su padre, quien había muerto el día anterior. No ocurre lo mismo en el film de Rivette, donde si bien Suzanne logra escapar, es acogida por una matrona dueña de un burdel y termina lanzándose por la ventana a fin de evitar una vida indigna. Y en la película de D’Amato Suzanne es condenada a muerte, acusada de haber hecho un pacto con el Diablo y ser una endemoniada.

Lo cierto es que, después de leer el libro Siervas, las historias que presentan estas películas ya no me parecen tan ficticias y lejanas de la realidad. Pues cada vez ocurre con mayor frecuencia que detrás de un gran ideal heroico, pero alejado de la vida de los mortales comunes y corrientes, se oculte una gran tragedia. O un gran infierno.

(Columna publicada el 23 de julio de 2022 en Sudaca)

LOS ABUSOS DE LAS SIERVAS DEL PLAN DE DIOS

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El 27 de noviembre de 2021 el portal de noticias católicas Crux publicó un reportaje en inglés con el título de “Peruvian ex-nuns report abuses of power, conscience inside order”, denunciando los abusos dentro de las Siervas del Plan de Dios, una congregación de monjas creada en 1998 por Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana. Con autorización de Elise Ann Allen, autora del artículo, lo traduje al español y fue publicado a su vez en el portal de noticias Sudaca el 30 de noviembre. Ante el inminente lanzamiento del libro Siervas – El historial de abusos de las monjas sodalicias de la periodista chilena Camila Bustamante, he creído conveniente reproducir el artículo en mi blog.

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Exmonjas de congregación fundada por Luis Fernando Figari denuncian abusos

por Elise Ann Allen en Crux
https://cruxnow.com/church-in-the-americas/2021/11/peruvian-ex-nuns-report-abuses-of-power-conscience-inside-order
Traducción del inglés por Martin Scheuch

«Una Sierva es recia. Quien obedece nunca se equivoca. La voz de tu superior es la voz de Dios. Cuestionar a tu superior es cuestionar a Dios. Nunca debes confiar en nadie fuera de la comunidad. Tu familia es una tentación del demonio».

Éstas son algunas de las frases inculcadas en las mentes de las jóvenes que forman parte de las Siervas del Plan de Dios (SPD), un grupo de mujeres consagradas fundado en el Perú en 1998 por el laico Luis Fernando Figari, conocidas coloquialmente como las Siervas.

Figari es también el fundador de otras comunidades laicas: una de varones, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV), y otra de mujeres, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (FMR).

Las tres son sociedades de vida apostólica de laicos consagrados, sin embargo, a diferencia del SCV y de la FMR, las Siervas, conocidas en las medios sociales por sus videos interpretando música, visten el hábito tradicional y tienen un carisma particular de servir a los pobres y necesitados.

En el año 2015 los periodistas peruanos Paola Ugaz y Pedro Salinas publicaron el best seller Mitad monjes, mitad soldados, que incluía los testimonios de numerosos exmiembros del SCV, acusando a Figari de diversas formas de abuso físico, psicológico y sexual, incluso contra menores, así como abusos de poder, de autoridad y de conciencia.

Los miembros denunciaban la cultura interna tóxica y militante en que la autoridad era incuestionable y los miembros eran sometidos rutinariamente a crítica, humillados públicamente, y empujados a sus límites físicos y mentales con el fin de ser «suficientemente recios» para asumir los retos de responder al llamado de Dios.

Figari fue sancionado por el Vaticano en el año 2017 y tiene prohibido cualquier contacto con las comunidades que fundó, y el SCV está pasando actualmente por un profundo proceso de reforma que incluye la revisión de sus Constituciones bajo la guía de tres delegados nombrados por el Vaticano.

Sin embargo, las ramas femeninas del SCV han estado largo tiempo fuera de los reflectores, no obstante las numerosas denuncias de abusos similares dentro de estas comunidades.

Entre 2016 y julio de este año cerca de 30 exintegrantes de las Siervas, algunas de las cuales dejaron la comunidad en tiempos tan recientes como el año 2020, han presentado denuncias ante las autoridades eclesiásticas en Perú, Chile y en el Vaticano.

Crux ha podido acceder a varias de estas denuncias.

Entre aquellas que han denunciado están Ángela Cardona, que pasó 16 años dentro de la comunidad; Paola Mattos, que estuvo 17 años en la comunidad; Melanie Taylor, que estuvo 6 años en la comunidad; Verónica Avilés, que estuvo 7 años, y Delia Avilés, que estuvo 8 años.

Una historia de abusos

Fundadas con el carisma de servir a los pobres y a los más necesitados, el mantra de las Siervas siempre ha sido: «Si estás cansada, no lo muestres; muestra siempre una dulce y tierna sonrisa como Santa María».

Pero según las exintegrantes, esta dulce sonrisa no siempre era sincera, y con frecuencia fue usada como una máscara para ocultar las consecuencias físicas y emocionales de los abusos de poder y autoridad que fueron moneda corriente dentro de la comunidad.

Muchas de las exintegrantes que denunciaron abusos en las SPD se quejaron de los ejercicios excesivos que las empujaron más allá de sus límites físicos, que causaron en algunos casos lesiones permanentes, con un énfasis excesivo en dietas y en la apariencia física.

Según las exintegrantes, sólo las chicas más bonitas y las que pertenecían a las familias más adineradas le eran presentadas a Figari cuando visitaba sus comunidades, y se pasaban semanas ensayando sus platos favoritos antes de que él viniera.

A las mujeres más rollizas les decían cosas como «a Dios no le gusta que seamos gordas» o «la que es gorda no es apostólica», y eran puestas a dietas estrictas sin consultar a un nutricionista. Algunas aseguran que fueron obligadas a hacer ejercicios adicionales o fueron testigos de que se les exigió eso a otras chicas, ocasionando en algunas una serie de problemas de salud, incluyendo anemia.

Una exintegrante que prefirió guardar anonimato por miedo a repercusiones dijo que a las integrantes de la comunidad en Chosica (Perú) se les exigía anualmente trepar un cerro rocoso para que pudieran rezar en la cima.

No había ningún camino hacia la cima, de modo que a las hermanas se les obligaba a trepar por las rocas con simples zapatos formales de color negro, en lugar de calzado deportivo o botas de excursionismo, y sin ninguna otra forma de protección.

Una vez que alcanzaban la cima, tenían tiempo para la oración, la reflexión y la meditación.

En una ocasión, como cuenta una exintegrante, resbaló y se cayó encima de un cactus, pero aún así se le exigió finalizar la ascensión. Cuando regresaron a la casa de comunidad, su espalda estaba llagada y sangraba.

La hermana dijo que en todos los años que vivió en la casa de comunidad en Chosica, ni una sola vez la superiora participó de la ascensión; en lugar de eso, con frecuencia se quedaba en la cama en piyama hasta bien avanzada la mañana.

Las exintegrantes dijeron que fueron reprendidas o recibieron correcciones humillantes delante de toda la comunidad, con la superiora gritando o arrojando objetos. Muchas denunciaron haber sido objeto de abuso verbal, habiéndoseles dicho cosas como «usa la única neurona que tienes» cuando cometían un error.

Otras denunciaron además que hubo manipulación de sus procesos de discernimiento y que se les dijo que manifestar dudas sobre su vocación era equivalente a ceder a las tentaciones del demonio.

Ciertas integrantes también contaron de problemas que tuvieron durante sus años de formación, los cuales, en vez de enfocarse en el estudio y el discernimiento, transcurrieron para ellas como sirvientas personales de la superiora, haciendo de todo, desde limpiar habitaciones hasta planchar velos y lavar ropa interior.

Muchas exhermanas señalaron en sus denuncias el número significativo de integrantes de las cuales sabían que recibían alguna forma de tratamiento psicológico, el cual se inició para la mayoría apenas ingresaron a la comunidad, incluyendo varias que fueron medicadas. Muchas dejaron la comunidad con desórdenes de ansiedad y algunas desarrollaron síndrome de estrés postraumático.

También denunciaron el presunto mal uso de recursos, señalando que el dinero destinado a sostener proyectos para los pobres fue, en cambio, invertido en la comunidad, mientras que los hogares de ancianos pasaban meses sin reparaciones básicas, y se les proveía solo con los materiales más elementales y baratos.

Lealtad a Figari

No obstante los rumores públicos sobre las inconductas de Figari e incluso las sanciones que le impuso el Vaticano en el año 2017, las exintegrantes de las SPD señalaron que seguía siendo idolatrado por la comunidad.

Mattos, quien denuncia haber sufrido diversos abusos psicológicos, abusos de autoridad y acciones en perjuicio de su salud física mientras vivía en la comunidad, relató que cuando se estaba preparando para una operación quirúrgica, la cual se efectuó alrededor del mismo tiempo en que estaban saliendo a la luz las acusaciones contra Figari, se le dijo que éste estaba siendo «injustamente perseguido» y que debía ofrecer sus sufrimientos por él.

De manera similar, una vez que las acusaciones fueron públicas y quedó claro que el Vaticano probablemente tomaría acciones contra Figari, Delia Avilés les preguntó a sus superioras si debía deshacerse de la colección de libros de Figari que había en la casa de comunidad.

Como respuesta se le dijo: «Hay que guardarlos, quizás en este tiempo en Roma él se santifique y sea santo. Eso no lo sabemos nosotros», cuando Figari había sido enviado a vivir en Roma en el momento en que los rumores sobre su conducta habían comenzado a circular en el Perú.

Otras exintegrantes denuncian haber oído a hermanas defendiendo a Figari, y hacen acusaciones de que las superioras de las Siervas imitaban su estilo autoritario de liderazgo, incluso después de haber sido sancionado.

Una visita apostólica y denuncias realizadas

En el año 2016 la primera denuncia contra las Siervas por diversos abusos, hecha por una excandidata a las SPD, ingresó en la Oficina Pastoral de Denuncias (OPADE) en Chile.

Un año más tarde apareció un informe en un periódico chileno, El Mostrador, escrito por una excandidata a las SPD, haciendo un recuento terrorífico de relatos de abuso dentro de la comunidad, dando así a conocer estas acusaciones a la opinión pública.

En mayo de 2018 cinco exintegrantes de las Siervas hicieron llegar sus denuncias a Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, haciendo un recuento de sus historias de abuso. Aún no han recibido una respuesta.

En ese momento éstas cinco mujeres también informaron a las SPD que habían hecho la denuncia, pero no les revelaron su contenido. Sin embargo, trascurrido un año sin ninguna respuesta, les enviaron el informe completo en el año 2019. Las SPD respondieron, pero no ha habido ningún cambio o investigación.

Varios meses después de la denuncia hecha por las cinco exintegrantes en el año 2018, varias mujeres pertenecientes a la comunidad en ese entonces, pero ahora ya no, le escribieron en ese momento al arzobispo de Lima, el Cardenal Juan Luis Cipriani, sobre su creciente preocupación por las conductas dentro de las SPD.

En diciembre de 2018 Cipriani puso en marcha una visita canónica a las SPD, requiriéndoles no mantener ninguna comunicación externa mientras la visita tuviera lugar. A las integrantes se les dijo que si hablaban de la visita con alguien fuera de la comunidad, incluyendo sus familias, era una violación de su promesa de obediencia.

Los primeros delegados que llevaron a cabo la visita fueron el sacerdote peruano Jose Taminez y la monja peruana María Elena Camones. Sin embargo, Cipriani dejó su cargo cuando la visita no había aún terminado, y ahora el obispo auxiliar de Lima, Mons. Jose Salaverry, es el encargado de llevar adelante la visita junto con la Hna. Camones.

En ese entonces se le dijo a la comunidad que cada una de sus integrantes sería entrevistada como parte de la visita, sin embargo, las exintegrantes denuncian que éste no fue el caso, y que a muchas de ellas se les impidió hablar con los delegados, incluyendo a varias que habían confiado los abusos a sus superioras.

La visita terminó abruptamente sin concluir su trabajo poco después de que el nuevo arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, asumiera su cargo en marzo de 2019, y a las hermanas se les dijo que la razón de esto estaba en el cambio de autoridad eclesiástica en Lima. Sin embargo, algunas exintegrantes dijeron que algunos funcionarios de la Iglesia en Lima les comunicaron que otro motivo fue la falta de transparencia de las integrantes y autoridades de las SPD durante las entrevistas.

Algunos meses después, en agosto de 2019, un grupo de 20 exintegrantes de las SPD enviaron un dossier a Mons. Castillo, reseñando testimonios y denuncias de varios abusos. Este dossier fue posteriormente presentado a Mons. Salaverry, que es ahora delegado del arzobispado de Lima para la vida consagrada.

Mons. Salaverry no ha respondido al pedido de comentarios por parte de Crux sobre los resultados de la visita y el estado actual de las SPD.

En junio de 2021 un grupo aparte de siete exintegrantes hizo llegar una denuncia formal a la Oficina Pastoral de Denuncias de Chile, y en julio sus denuncias fueron enviadas al Vaticano, a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a través del subsecretario del dicasterio, el P. Pier Luigi Nava.

Muchas de las denuncias involucraban a Andrea García, quien ha dejado la comunidad, pero que estuvo a cargo de la formación de las SPD de 1998 a 2017, fue Superiora General de la comunidad de 1998 a 2005 y fue parte del Consejo Superior de 1998 a 2018.

Las exintegrantes también acusan a las Hnas. Carmen Cárdenas, Claudia Duque y Elizabeth Sánchez de diversos abusos dentro de la comunidad.

La misma Hna. Cárdenas fue Superiora General de las SPD desde 2005 hasta enero de 2020. Ambas, ella y la Hna. García, fueron designadas por Figari. La actual Superiora General de las SPD, Natalia Sánchez, fue la primera en ser elegida por las mismas integrantes de la comunidad en el año 2020.

En sus comentarios a Crux, la Hna. Natalia Sánchez, actual Superiora General de las SPD, dijo que desde hace algunos años la comunidad está pasando por «un proceso de reflexión y renovación».

Parte de este proceso, según ella, fue la primera Asamblea General de las SPD, que tuvo lugar a fines del año 2019.

Durante la asamblea «hemos podido elegir a nuestras nuevas autoridades y replantear nuestro camino en comunidad al servicio de la Iglesia; reconocemos que es un camino largo en el que aún hay más por profundizar y aprender», dijo.

Sánchez dijo que la comunidad está promoviendo actualmente varias actividades orientadas a una reforma, incluyendo cursos de entrenamiento sobre varios temas; encuentros y conversaciones con especialistas; desarrollo de protocolos para la prevención e identificación de abusos según las normas de la Iglesia; un plan revisado de formación, incluyendo la formación de aquellas que ejercen de superioras en las casas de comunidad, y de las hermanos a su cargo.

Todos estos pasos, dijo Sánchez, «son necesarios para la práctica saludable del discernimiento comunitario que promueva la participación de las hermanas y la vida fraterna».

Dio fe de la de la «total disposición» de las SPD para cooperar con las autoridades competentes, «para que se esclarezca cualquier hecho que sea materia de denuncia y se tomen las medidas pertinentes, y así prime y se garantice la verdad y justicia que tanto necesitan las personas que hayan sido afectadas y nuestra Iglesia».

Sánchez no reveló si se ha iniciado una investigación sobre las Hnas. Cárdenas, Duque y Sánchez.

A día de hoy, Delia es la única que ha oído algo del Vaticano después de enviar una denuncia personal al Cardenal Luis Ladaria, Prefecto de la Congregacion para la Doctrina de la Fe, mediante un e-mail de diciembre de 2020.

Precisamente en este mes en curso, casí un año despues de contactar a Mons. Ladaria, Delia recibió un e-mail de un funcionario de la así llamada Congregación para Religiosos solicitando una dirección a la cual poder enviar una carta formal del dicasterio.

En la carta, firmada por la Hna, Carmen Ros Nortes, subsecretaria de la Congregación para Religiosos, se le informa a Delia que su denuncia de diciembre de 2020 había sido recibida, y que «ha sido objecto de un análisis detenido y llevado a la autoridad competente para solicitar una respuesta al respecto».

«Por el bien de todos y de la Iglesia, se ha pedido a las mismas autoridades que actúen, superen y corrijan los aspectos impropios e incorrectos que se encontraron en el gobierno, en la formación y en la constatación de eventuales actos de abuso de poder, de violencia psicológica o de manipulación de la conciencia», decía la Hna. Ros Nortes en la carta.

La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica rechazó un pedido de Crux solicitando comentarios sobre el estado de las SPD y si se ha abierto una investigación.

El 16 de noviembre las SPD anunciaron en su página de Facebook que a inicios de este mes tuvieron un encuentro virtual con todas sus integrantes en el mundo para poner en marcha el protocolo de prevención de abuso, en el contexto del «tiempo institucional de revisión, reflexión y renovación».

Pero para las exintegrantes, muchas de las cuales dejaron la comunidad en los últimos cinco años, gestos como éstos son demasiado tardíos, y existen dudas sobre si puede tener lugar una reforma significativa cuando el liderazgo de la comunidad aún está compuesto por integrantes de la “vieja guardia” formadas en tiempos de Figari.

Dado que muchas de las exintegrantes han dejado la comunidad en época muy reciente, esto significa que los abusos que experimentaron dentro de la comunidad seguían ocurriendo incluso después de que Benedicto XVI y el Papa Francisco intentaron reformar la vida consagrada, y después de que se hicieran públicos los escándalos que involucraban a Figari y a varios otros fundadores de movimientos eclesiales.

Actualmente hay una presión enorme dentro del Perú para disolver el SCV y toda la Familia Sodálite.

Aún ha de verse lo que sucederá con estas comunidades, pero una cosa es cierta: que independientemente de su destino, son un ejemplo notorio del trabajo que aún necesita hacerse en el arduo y progresivo esfuerzo de reformar la vida consagrada en la Iglesia católica.

LA ESPIRITUALIDAD TÓXICA DEL SODALICIO

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Recientemente uno de mis lectores me pidió que le diera mi opinión sobre un artículo cuyo título podría no decirle nada a quien no está familiarizado con las corrientes de espiritualidad que han habido en la Iglesia católica a lo largo de su historia: La devotio moderna: características y síntomas de un católico “tradicional” (22 de octubre de 2016). Escrito por el sacerdote argentino P. Javier Olivera Ravasi, profesor universitario en Ciencias Jurídicas y Sociales, de tendencia conservadora, sin embargo presenta unos reflexiones que ayudarían a entender las consecuencias perniciosas sobre la psique de la doctrina espiritual del Sodalicio. Pues la “devotio moderna”, una corriente espiritual surgida en el el siglo XIV en los Países Bajos, se estudiaba en el Sodalicio como una de sus influencias. Y yo diría que se trata de una influencia cuyas taras y defectos terminaron radicalizándose aún más en la ideología religiosa que se conoce como “espiritualidad sodálite”.

Como cuestión previa, hay que decir que no hay una manera única de ser católico. La fe cristiana de quienes se consideran miembros de la Iglesia católica se ha plasmado en la vida práctica de diversas maneras a lo largo de la historia, y aún ocurre así en la actualidad. En cada momento del devenir histórico han habido diversas interpretaciones basadas en factores sociales y y culturales, que han llevado a un pluralismo legítimo de estilos de vida entre los católicos. En ese sentido, el catolicismo ha sido siempre un arco iris multicolor, aunque en muchas de sus manifestaciones se quiera dar la impresión de una pieza monolítica en cuanto a doctrina, moral y vida espiritual.

Las espiritualidades se entienden como diversas formas de interpretar el núcleo del mensaje cristiano contenido en los Evangelios, lo cual da lugar a diversos estilos de vida y diversas aproximaciones al mensaje de Jesús.

La espiritualidad sodálite se inspiró en la doctrina del fundador de los marianistas, el P. Guillermo José Chaminade, y a través de él —aunque no exclusivamente— se asimiló también influencias de la espiritualidad monástica (benedictinos, cistercienses y trapenses), la Reforma española (sobre todo San Ignacio de Loyola y los jesuitas, y el dominico Fray Luis de Granada) y la escuela francesa de espiritualidad que bebe directamente de la “devotio moderna”. Todas estas influencias fueron reinterpretadas a través del filtro ideológico de Luis Fernando Figari, originando una espiritualidad tóxica que sirvió para manipular y deformar las mentes y las conciencias de quienes se unieron al Sodalicio desde edad muy temprana. Pues, hay que decirlo, no hay sodálite cuya captación no se haya iniciado en la edad de la adolescencia o de la juventud temprana. Los pocos intentos que hubo de reclutar a personas ya adultas fracasaron estrepitosamente.

¿Cuáles son los problemas que encuentra el P. Olivera en la “devotio moderna”?

En primer lugar, se resalta la centralidad de Cristo como ser humano, lo cual no tendría en sí mismo nada de malo, a no ser porque se pretende que la persona imite o “encarne” sus pensamientos, sentimientos y acciones éticas. En el Sodalicio pretendían saber todas estas cosas sobre Jesús, cuando lo que había en realidad era una concepción prefijada de lo que debe pensar, sentir y hacer un cristiano comprometido y se proyectaba ese perfil ideal sobre la figura de Cristo. No extraña, pues, que fuera de lectura obligatoria el libro Jesucristo publicado en 1935 por Karl Adam, un teólogo católico alemán que se asoció a las SS de Hitler como colaborador financiero y que intentó conjugar la ideología del nazismo con el cristianismo. Su descripción de Jesús como ser humano encajaría perfectamente dentro del perfil de un miembro de las Juventudes Hitlerianas. Y se nos hacía creer que esa descripción de un Jesús rudo, combativo, estoico, de palabra directa, sano y siempre en contacto con la naturaleza era un reflejo fiel de lo que decían los Evangelios.

Se nos machacaba continuamente que ese Jesús estaba dispuesto a soportar todos los sufrimientos por cumplir su misión. En consecuencia, un sodálite debía estar dispuesto a soportar cualquier padecimiento y sacrificio en aras del cumplimiento de los objetivos de la institución. «Un sodálite puede hacer todo menos parir», repetía Figari en una frase cargada de misoginia. Se trataba en el caso de esa “reciedumbre” de una actitud inculcada que haría posible cualquier abuso contra la persona que se guiaba por ella.

Siguiendo con el comentario del P. Olivera, en la “devotio moderna”

«la vida misma del alma debe ser sometida a un “esquema”; se trata de un ordenacionismo y un reglamentarismo propio de un espíritu geométrico. Es un “sistema” uniformante del alma cuya rigidez extrema controla hora, días, semanas, meses e incluso años, llevando una fiscalización y una comprobación exhaustiva de todos los movimientos y todas las conductas de la vida cristiana».

Pocas cosas hay tan reglamentadas y esquematizadas como la vida de un sodálite de comunidad subordinado a la obediencia. Además, la espiritualidad sodálite incluye un sistema de virtudes tomado del P. Chaminade, conocido también como la Dirección de San Pedro, mediante el cual toda la vida moral y espiritual del sodálite queda sometida a un esquema que tiene que seguir para supuestamente alcanzar la santidad. Todo el transcurrir cotidiano queda también sometido a una autovigilancia propia, expresada en un horario —donde se estipula qué se debe hacer en cada hora del día— y una exhaustiva hoja de control que debe llenarse a diario antes de acostarse.

¿Y quién controla que todo esto se cumpla? El director o consejero espiritual que todo sodálite debe tener por obligación. Sobre este tema indica el P. Olivera:

«La metodolatría del espíritu podrá derivar […] en que el alma y estos métodos termine a menudo sujetándose a un director espiritual que obrará más bien como un controlador del trabajo o capataz de estancia, que analiza y regula el trabajo, el sueño, las comidas, las relaciones, etc., llevando al alma a un grado de infantilismo espiritual».

Hay que considerar que en el Sodalicio los abusos fueron posibles porque se nos impidió madurar como adultos hasta el punto de poder tomar decisiones según nuestra propia conciencia. Era el consejero espiritual quien decidía el rumbo que debían tomar nuestras vidas, aunque a veces se nos quisiera dar la falsa impresión de que éramos nosotros los que tomábamos las decisiones libremente. Se nos mantuvo en un infantilismo permanente, hasta el punto de que puedo testimoniar por experiencia propia que recién comencé a salir de la adolescencia y cerrar una etapa cuando en 1993, a los 30 años de edad, abandoné las comunidades sodálites y tuve que enfrentarme a las vicisitudes de un mundo que se me había convertido en ajeno.

El moralismo voluntarista es otros de los defectos de la “devotio moderna” que se hace extremo en el Sodalicio, es decir, una moral no basada en discernimientos y análisis de conciencia, sino en la observancia y conocimiento de los deberes de estado y las leyes eclesiásticas, sin conocimiento de razones y motivaciones. «“Esto se hace, esto no se hace, esto hay que hacerlo, esto no hay que hacerlo, esto es así, esto no es así”; y sin dar los fundamentos últimos», señala el P. Olivera.

Hay otras características de la “devotio moderna” que terminan contaminando la espiritualidad sodálite, como su tendencia antiespeculativa (desconfianza de la razón), su consideración de la Biblia como un reservorio de ejemplos morales sin mayor análisis del contexto literario e histórico, una especie de subjetivismo interiorista (donde la búsqueda de la santidad interior es lo primero, aunque el mundo se venga abajo). Sería muy largo explayarnos en cada uno de estos aspectos.

De este modo, en el Sodalicio se ha configurado una espiritualidad tóxica que, más que ayudar a las personas a alcanzar su madurez humana, ha contribuido a hacerlas vulnerables a abusos físicos, psicológicos y, en algunos casos, sexuales. La doctrina espiritual sodálite se suma así a las interpretaciones ideológicas religiosas que se han considerado a sí mismas como auténticamente católicas, pero que en realidad han traicionado la esencia del mensaje evangélico y han sido veneno para sus seguidores. Interpretaciones ancladas en pretendidas tradiciones milenarias que en realidad han sido inventadas mucho tiempo después del siglo I, que han absorbido con frecuencia elementos ajenos a las enseñanzas del Jesús en los Evangelios y, de alguna manera, han permitido y legitimado graves violaciones de los derechos fundamentales de la persona. En el pasado fueron la esclavitud, las guerras santas y la libertad para matar “infieles”, la pena de muerte, la censura del libre pensamiento (recuérdese el Índice de Libros Prohibidos), y ahora todavía persiste la discriminación de las mujeres, de las personas con diversidad sexual, además del rechazo de cualquier atisbo de democracia en las estructuras eclesiásticas, sin mencionar el maltrato de las víctimas de abusos por parte de personas con autoridad dentro de la estructura eclesiástica, que permanecen impunes y son protegidas por la institución.

Lo cierto es que siempre han habido formas tóxicas de interpretar el núcleo del mensaje cristiano. Y la espiritualidad del Sodalicio es una de ellas.

(Columna publicada en Sudaca el 2 de abril de 2022)

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FUENTE

P. Javier Olivera Ravassi
La devotio moderna: características y síntomas de un católico «tradicional» (22.10.16)
https://www.infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1610201251-la-devotio-moderna-caracteris

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Como ejemplo del control que se ejercía sobre la vida personal de los sodálites, he aquí una “Hoja de revisión personal diaria” tal como se aplicaba en las comunidades sodálites a inicios del siglo XXI, seguido de una hoja de “Revisión personal semanal”. Estas hojas debían ser entregadas puntualmente al superior de la comunidad. Este material me ha sido proporcionado por un exsodálite colombiano.

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JAIME BAERTL, EL ENCUBRIDOR

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El 25 de octubre de 2013 el P. Jean Pierre Teullet presentó una denuncia contra Luis Fernando Figari ante el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima, en la cual figuraban, además del denunciante principal, otros tres denunciantes que también eran agraviados. Aunque, a decir verdad, más que una denuncia era un pedido de investigación de la conducta de Luis Fernando Figari. No era la primera denuncia canónica que se hacía. Entre mayo y septiembre de 2011 habían ingresado al mismo tribunal tres denuncias por abusos sexuales cometidos por Figari, los cuales se relatan también en el libro Mitad monjes, mitad soldados bajo los seudónimos de Santiago, Juan y Lucas.

Lo peculiar de esta cuarta denuncia era que quien la presentaba era un sacerdote sodálite, el cual había decidido dar este paso tras infructuosas gestiones ante dos Superiores Generales sucesivos del Sodalicio de Vida Cristiana: Eduardo Regal (2011-2012) y Alessandro Moroni (2012-2018). El P. Teullet tampoco contaba con la aprobación de los miembros del Consejo Superior, mucho menos con la del P. Jaime Baertl, el único sodálite que como Asistente de Espiritualidad ha sido miembro del Consejo Superior ininterrumpidamente desde su creación hasta el año 2011, en que Figari deja el cargo de Superior General.

La petición del P. Teullet describía abusos de cariz sexual por parte de Figari, como haberles ordenado a tres jóvenes —entre ellos, Óscar Osterling— que se desvistieran ante él hasta quedarse en calzoncillos, mientras eran filmados, y haberle ordenado a un joven que le haga masajes en el abdomen debido a una dolencia que sufría, incluyendo la zona pélvica al lado del del pene. El documento presentado, sin embargo, no se restringe a estos abusos, sino que incluye también interceptación de correspondencia ajena, además de abusos de poder y acción contra la integridad de las personas. Como adjuntos se incluyen comunicaciones por e-mail remitidas por el denunciante o destinadas a él.

Estas comunicaciones aparecen reseñadas en el informe preliminar (julio de 2019) de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, el cual tuvo acceso al texto de la denuncia. Del contenido de esos e-mails emerge la figura de una organización criminal cuyos responsables, habiendo tomado conocimiento de la gravedad de ciertos hechos que configurarían delito, decidieron darle largas al asunto o simplemente buscar la manera de encubrirlos, buscando impedir que fueran comunicados a las autoridades pertinentes. Lo cual fue el detonante para que el P. Teullet decidiera actuar por cuenta propia

Para entender estas comunicaciones es preciso remitirnos al pasado, cuando el 27 de octubre de 2007 el sodálite Daniel Murguía es detenido por la policía en una habitación del hostal Las Palmeras (centro de Lima) junto con un niño de la calle, un menor de 11 años al cual había obligado a desnudarse. Murguía fue expulsado ipso facto del Sodalicio y fue sometido a un régimen de prisión preventiva.

Patricia Murguía, hermana de Daniel, en un video grabado expresamente para la presentación del libro Mitad monjes, mitad soldados en octubre de 2015 en el Lugar de la Memoria, declara lo siguiente:

«A pesar de que de la boca para afuera no querían saber nada de Daniel, no dejaron de visitarlo, llamarlo e ir a verlo en la cárcel. Inclusive cuando salió de la prisión lo siguieron buscando, lo siguieron contactando».

Esto fue corroborado por el P. Jean Pierre Teullet, pues él mismo fue el encargado de visitar a Daniel en prisión:

«Figari se interesa muchísimo en el caso Murguía. Tanto así que apenas lo meten a la cárcel, me llama a mí a mi casa para decirme que yo vaya a atenderlo a la cárcel. ¿Por qué? Porque no quería mandar a Baertl, que era el hombre de confianza, porque tenía miedo que se expusiera en la cárcel. Entonces me mandó a mí y fui dos años donde Murguía…»

En una oportunidad Erwin Scheuch, en ese entonces una autoridad sodálite, le habría solicitado que le pregunte a Murguía por un tema muy específico. ¿Por qué ese tema? Erwin le habría revelado entonces que había hackeado las cuentas de correo electrónico de Patricia Murguía y Héctor Guillén, un oftalmólogo arequipeño cuyo hijo se hallaba entonces en las garras del Sodalicio. Así lo cuenta Teullet:

«…en una de las veces en que voy a la cárcel, él me dice: “Oye, Jean Pierre, ven mira. Quiero que averigües si la hermana de Murguía le ha dicho a Murguía estas cosas”. Entonces yo le digo: “Pucha, no sé, la verdad. Nunca hablamos de la hermana. Pero ¿por qué?” “No, mira”, y me pasa un papel, donde estaba el correo electrónico del señor Héctor Guillén con la hermana de Murguía. Yo miro y le digo: “Oye, ¿y esta cuestión?” “No, es que los hemos chuponeado a ellos y todos los correos nos llegan a nosotros”. Bueno, yo evidentemente no llego a preguntarle nada a Murguía. Me hago el loco con él. Y a la semana, dos semanas, tres semanas, me vuelve a presentar otro correo que tenía ahí. Me arrepiento de no… en ese tiempo no sé si había teléfonos con cámara de fotos o no, pero me arrepiento de no tenerlo acá».

En un e-mail del 20 de julio de 2009, el P. Jaime Baertl, entonces Asistente de Espiritualidad en el Consejo Superior, le admite al P. Teullet que los hechos son reales:

«No te los has inventado, han existido y son hechos reales que están mal de parte de Erwin. Erwin ha estado mal y no hay nada que hacer».

Pero inmediatamente aplica la estrategia que ha solido aplicar el Sodalicio con los posibles denunciantes y en la cual él era experto: la manipulación de la conciencia para generar sentimientos de culpa. Así pues, le dice lo que sigue al P. Teullet:

«Estos hechos han puesto también sobre el tapete que tú tienes algunos problemas de personalidad que ya los hemos hablado: rigidez de pensamiento, sentido justiciero de la realidad, obsesivo, sensibilidad extrema, etc. Todo esto es un enemigo que no podemos dejar a la espalda y que debemos tratar, pues ahora te está afectando y lo hará peor más adelante. Por eso te hablé de que debes trabajarlo con Liliana [Casuso, psicóloga y entonces integrante de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación]… Nosotros somos cristianos, sodálites, sacerdotes, y eso nos tiene que llevar necesariamente a saber perdonar y olvidar, a no ir contra la comunión, pues, como enseñan nuestras Constituciones, nosotros los sacerdotes tenemos que ser los hombres de la comunión y reconciliación. Tú tienes que tener la capacidad de pasar la página y, a pesar de que puedes tener razón en muchas cosas, saber perdonar de corazón y hacerlo de verdad».

Afortunadamente, el P. Teullet no se dejó doblegar. Casi tres años después vuelve a la carga, esta vez con todo lo que había averiguado sobre Figari, y el 10 de mayo de 2012 le comunica a Baertl lo siguiente sobre el caso en cuestión:

«Para algunos, las autoridades no lo han abordado como se debe para que explique las cosas malas que hizo. Creo que de allí parte todo. Entonces creo que lo que debo pedir antes que nada (pues lo demás se dará por su propio peso) es una investigación formal y oficial de LFF [Luis Fernando Figari] en materia sexual, de actos ilegales, y de maltrato y abuso. Para todo ello hay ejemplos y hermanos que están dispuestos a firmar. Creo por lo menos, eso veo, ir a la verdad para bien de todos: de la verdad, de la Iglesia y el SCV [Sodalitium Christianae Vitae]».

Baertl le responde el mismo día, replicando que mida «bien esto de “muchos hermanos”… ¿¿¿cuántos son muchos??? ¿¿¿qué significa disgustados???» Asimismo, le indica al respecto:

«Estas denuncias formales lo único que hacen es enrarecer el ambiente… no es así como creo que se sanan las heridas, sino con más caridad y reconciliando con cariño a todos… eso de que la verdad sana y nos hace libres es verdad, pero hay que discernir, pues también la verdad dicha en un mal momento o en tal o cual circunstancia puede hacer mucho daño y tú lo sabes bien. […] Lo de Erwin yo estoy seguro de que no estará en el próximo consejo (si está en éste, ya te dije que yo soy el culpable, pues fui yo el que lo sugerí). Así que la investigación hará explícito lo que ya se sabe: que trató mal a tal o cual, que dividió, que chuponeó y ya… nada nuevo…»

Esto explicaría por qué las autoridades del Sodalicio nunca presentaron ninguna denuncia canónica contra Luis Fernando Figari ni contra ninguno de los abusadores que formaron o forman parte de la institución. Eso explicaría también por qué cuando comencé a publicar mis textos de denuncia del Sodalicio en noviembre de 2012 a través de mi blog Las Líneas Torcidas, me enviaron a una persona que trató de convencernos a mí y a mi mujer de que yo sufría de una forma de autismo —el síndrome de Asperger—, por lo cual poseía una inteligencia social disminuida y no era consciente del daño que hacía a muchas personas con mis escritos.

Eso explicaría también por qué los Informes sobre Abusos y Respuesta en el Sodalicio de Vida Cristiana (febrero de 2017) de los tres expertos internacionales (Ian Elliott, Kathleen McChesney y Monica Applewhite) buscaron lavarle la cara a los principales responsables de encubrimiento, afirmando que respecto a la conducta abusiva de Figari «sólo un pequeño número de sodálites, por ejemplo, Doig, Regal, el P. Jaime Baertl, y algunos de los secretarios más cercanos a Figari, se sintieron empoderados para confrontarlo sobre su conducta». Y eso tal vez explique por qué el actual Superior General del Sodalicio, el colombiano José David Correa, quien nunca ha salido públicamente a dar la cara como representante de la institución y tampoco ha accedido a dialogar con ninguna de las víctimas, parece una marioneta donde son otros los que jalan los hilos. Entre ellos probablemente el P. Jaime Baertl, quien sería actualmente el poder en la sombra, el titiritero en ese grand guignol de ilusiones que es el Sodalicio.

(Columna publicada en Sudaca el 5 de marzo de 2022)

LAS PÚTRIDAS MANOS LIMPIAS DEL SODALICIO

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Desde octubre de 2015, cuando se destaparon casos de abusos mediante el libro Mitad monjes, mitad soldados, el Sodalicio nunca ha admitido ninguna responsabilidad institucional en las fechorías cometidas. Las declaraciones públicas de algunos de sus representantes pidiendo perdón se han limitado a disculpas por los abusos cometidos por algunos sodálites, que supuestamente habrían cometido actos incompatibles con los fines y el espíritu de la institución. Porque — repitiendo el esquema que se ha solido aplicar en toda la Iglesia católica ante la proliferación de casos de abusos— la institución siempre se ha considerado a sí misma como impecable y santa, y sólo algunos de sus miembros —cual “manzanas podridas”— habrían cometido actos repudiables, atribuibles a que “también son humanos” y designados generalmente no como delitos sino como errores, faltas, deslices o simplemente pecados debidos a la fragilidad de la carne.

A fin de sellar y certificar esta impecabilidad institucional, el Sodalicio convocó a una comisión de tres expertos internacionales (Ian Elliott, Kathleen McChesney y Monica Applewhite) supuestamente para investigar los abusos y resarcir a las víctimas, pero que en realidad sólo sirvió para lavarle las manos a un sistema enfermo que muestra señales de putrefacción en su organismo.

Eso se hace evidente en la carta de Alessandro Moroni, entonces Superior General del Sodalicio, del 14 de febrero de 2017, que sirve de presentación a los informes de los expertos del 10 de febrero del mismo año.

Cuando habla de la «investigación completa de las acusaciones contra miembros o exmiembros del Sodalicio llevada a cabo por un equipo de expertos internacionales», resalta que «se trata de hechos en su mayoría ocurridos en un pasado distante», lo cual «hace difícil poder sustentarlos con una evidencia probatoria irrefutable y señalar concluyentemente la responsabilidad penal de los agresores», aunque «la consistencia de los testimonios recibidos y el rigor metodológico de los investigadores nos permiten reconocer frente a las víctimas la verosimilitud de sus testimonios».

Moroni se atreve a decir que «el último presunto acto de abuso de un menor de edad por un sodálite ocurrió […] en el año 2000», aunque poco antes ha señalado que «en 2007, un sodálite [Daniel Murguía] fue arrestado por el abuso sexual de un menor, y fue inmediatamente expulsado del Sodalicio». ¿Por qué no incluye este caso en su estadística? ¿Porque fue absuelto por el Poder Judicial debido a un tecnicismo judicial? ¿O simplemente porque ya no es sodálite? Los hechos que se le atribuyen son verosímiles y aparecen como comprobados en la misma sentencia absolutoria: llevar a un niño de la calle, un menor de 11 años, a un cuarto de hotel, hacer que se desnude y tomarle fotografías. Esto ya constituye un abuso sexual, aunque la ley no lo tipifique. Lo que adicionalmente habría ocurrido y que no se llegó a aclarar sólo lo saben el menor y el mismo Murguía.

De manera estratégica, Moroni soslaya el tema de los abusos psicológicos y físicos que habrían sufrido personas mayores de edad en la institución, las cuales se hallaban en situación vulnerable debido al control mental que se habría ejercido sobre ellas gracias a un régimen disciplinario característico de las sectas y el ejercicio de una obediencia absoluta que restringía su libertad personal y su capacidad de decisión. Y aunque abusos sexuales en perjuicio de adultos también los hubo en el Sodalicio, Moroni sólo considera los abusos contra menores de edad para poner una fecha límite, con una certeza de visos cuasi-proféticos.

Si bien admite que «los expertos identificaron ciertos elementos dentro de la cultura del Sodalicio que, de alguna manera, permitieron que estos reprobables hechos hayan podido ocurrir», a la vez señala que en la última década ha habido mejoras significativas.

En resumen, los abusos en el Sodalicio pertenecerían a un pasado ya remoto; la responsabilidad respecto a ellos recaería únicamente sobre unos cuantos sodálites y exsodálites que habrían cometido estas acciones. Las razones para dar a conocer el informe, según Moroni, serían «para poder reparar adecuadamente a las personas que han sufrido a causa de lo que aquí se relata, para que hechos como esos no se repitan y para hacer justicia a los sodálites y miembros de nuestra familia espiritual que son personas de bien, íntegras y comprometidas con el anuncio del Evangelio y el servicio a los demás».

En fin, la perfecta lavada de manos para una institución que tendría unos cuantos miembros sucios pero mantendría el cuerpo limpio e impecable. Y donde ya se habrían tomado todas las medidas a través de «un programa permanente para contribuir a la sanación y reconciliación de las personas que han sido víctimas de cualquier abuso o maltrato relacionado con nuestra comunidad y trabajar para que nunca vuelvan a ocurrir hechos de esta naturaleza».

Todo muy bonito, a no ser por que ese “programa permanente” prácticamente no existe. Con el informe de los expertos internacionales el Sodalicio habría considerado cerrado y concluido el proceso de reparación de las víctimas, sin evaluar la posibilidad de que haya muchas más de las que la institución ha reconocido oficialmente. Además, el proceso no parece haber sido tan limpio y justo como pretende Moroni.

El informe preliminar (julio de 2019) de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, recoge algunos testimonios sobre el proceso de reparación encargado por el Sodalicio, que estuvo a cargo del irlandés Ian Elliott.

Félix Neyra, por ejemplo —de cuya herencia materna se apropió el Sodalicio—, declaró que Elliott

«me citó para una segunda reunión. Me dijo que era una víctima del Sodalicio. Me garantizó que podían devolverme lo de mi herencia. Eran veinte mil dólares. […] Demoraron como 2 meses y nunca llegó el abono. Hubo correos con idas y vueltas con Ian y [José] Ambrozic. […] Después de estos dos meses me llamó Carlos [Neuenschwander], que era el encargado de la plata. Me citó a una reunión. También citó a Elliott. Me comunicó con ellos por Skype y me dice [Carlos] que han evaluado mi caso y que han llegado a la conclusión que no soy víctima en ningún aspecto. No hay pruebas de ese dinero ni voucher de depósitos. No me van a reparar con nada».

Algunos de las víctimas que quisieron negociar con Elliott el monto de su reparación se toparon con la barrera del idioma, pues Elliott se comunicaba en inglés y no manejaba la lengua castellana. El testimoniante “Arturo” cuenta:

«Yo pedí traductora la segunda vez que hablé con él, y la traductora nunca llegó. Tuve que traer a mi hermana para poder conversar. […] Me dio un monto y me dijo que no era negociable, pero que si quieres puedes ir por la vía judicial, aunque no me iban a dar mucho».

Del carácter no negociable de la reparación ofrecida por el Sodalicio también da cuenta “Mario”:

«Ian [Elliott] te escuchaba y luego el Sodalicio te hacía una oferta de “tómala o déjala”».

A “Mario” se le ofreció sólo el 12% de lo que en justicia pedía y le correspondía, por lo cual concluye que el proceso fue una «burla absoluta hacia las víctimas, porque te hacen ir a contarle tu vida privada a un desconocido con la esperanza de cerrar un capítulo de tu vida y no les interesa lo que tienes por decir».

Martín Balbuena, víctima de abusos no sexuales, describe un trato parecido:

«Ian [Elliott] me trató muy mal. Fue muy mala experiencia. Me hizo ir dos veces, me prometió muchas cosas que nunca me las dio. Me manipuló».

“Santiago”, por su lado, declaró:

«También estuve en la comisión Elliott. No hubo negociación, no estuve satisfecho. Ha sido una maldad lo que han hecho. La segunda comisión no le hace caso a las recomendaciones de la primera, contratan a unos gringos religiosos. Me entrevistó Elliott. Él considero que mi historia era creíble y me indemnizó. No puedo decir el monto. No me sirve ni para pagar buenas terapias. Me pareció autoritaria e insuficiente. Me dijeron: “tenemos esto, si quieres lo recibes, sino está ahí guardado para ti, cuando quieras vuelves”».

El testimoniante “Silvio” explica el motivo por el cual acepta una reparación que no le parece justa:

«Yo acepto esa reparación cuando llego a entender que no va a haber justicia, y que lo que debo hacer, además siendo manipulado por Elliott, es de que es mejor algo que nada. Eso, además, me lo escribe el mismo Elliott en un e-mail que me manda en este proceso, donde yo intento negociar, pero no hay ninguna negociación en el fondo».

El testimoniante “Sergio” tampoco estuvo satisfecho con la reparación ofrecida:

«Me dijeron que me pagarían unas terapias. Yo hasta ahora le pido al psicólogo que me dé el informe y no me lo ha dado. Fue un chiste. Yo creo que ellos revisaron mi sistema financiero. Yo tenía deudas. Eran bastante agresivos. Yo llegué a la Notaría Rivera creo, firmé y me dieron el cheque».

Rocío Figueroa, víctima de abusos sexuales por parte de Germán Doig, también recibió una reparación. Su papel clave en el develamiento de los abusos sexuales en el Sodalicio fue convenientemente omitido en los informes de los expertos internacionales. Al respecto, comentó lo siguiente:

«También hablé en la segunda comisión, pero se portaron pésimo, no pusieron mi historia, pusieron que ellos hicieron todo. Me dijeron: “Debes estar molesta”. Les dije que sí, que los habían comprado. No esperaba mucho, recibí una reparación. Me ofrecieron una porquería y me dieron el doble. A mí me tienen miedo. Me hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad, pero me importa un pepino. Nadie te puede callar».

“Rodrigo”, uno de los pocos que se manifestó relativamente satisfecho con la reparación que recibió, manifiesta sin embargo lo siguiente:

«A mí me indemnizaron, me pagaron los años de terapia que yo había usado, me lo reconocieron y me pagaron un año de psicoanálisis. Pero a mí me trataron como rey, comparado a otros que han sufrido muchísimo más y han sido muchísimo más abusados».

Cabe resaltar que una condición para conceder una reparación era la firma de un acuerdo de confidencialidad, por el cual la víctima debía comprometerse «a mantener absoluta reserva y confidencialidad sobre las conversaciones y negociaciones sostenidas para arribar a esta transacción, sobre el contenido del presente acuerdo, incluyendo los montos indemnizatorios comprendidos (asistencia e indemnización), los hechos que lo motivan y las personas involucradas en ellos» (texto tomado de de uno de esos acuerdos de confidencialidad), además de renunciar a cualquier demanda futura y a reclamar ningún monto adicional.

José Enrique Escardó, el primer denunciante del Sodalicio en el año 2000, comentó al respecto ante la Comisión De Belaúnde:

«[…] muy orondamente salieron una vez a decir que creo que habían utilizado dos millones de dólares, ¿no? Para reparación, dijeron ellos. En realidad no lo han utilizado para reparación; lo han utilizado para silenciar víctimas con manipulaciones, con mentiras, con falsas promesas. Han hecho firmar a varias víctimas —en condiciones muy vulnerables, en depresión, con situaciones económicas muy lamentables, muy tristes— acuerdos extrajudiciales en los cuales han exigido el silencio de la persona y han pagado dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil dólares por ese silencio de toda la vida, y para que no les vuelvan a pedir nunca nada, ni un centavo».

Lo que finalmente hizo el Sodalicio es conceder a las víctimas que les dio la gana de reconocer —entre las cuales no me incluyeron a mí— una compra mafiosa de su silencio, a fin de limpiar su imagen institucional. De este modo, se ha lavado las manos utilizando las estrategias de una nada santa organización criminal, de un organismo pútrido hasta la médula.

(Columna publicada en Sudaca el 19 de febrero de 2022)

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Una explicación más detallada de las cláusulas de confidencialidad en los acuerdos extrajudiciales de reparación de las víctimas del Sodalicio se puede leer en: