UN ESTUDIANTE DE TEOLOGÍA Y CIPRIANI

juan_luis_cipriani

Juan Luis Cipriani Thorne

Año 1983. Yo era un joven estudiante cursando el tercer año de teología en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Integrante de la comunidad sodálite San Aelred, ubicada en la Av. Brasil 3029, Magdalena del Mar, asistía todos los días útiles a pie al —en ese entonces— nuevo edificio del centro de estudios teológicos. Construido en estilo brutalista con paredes desnudas de hormigón armado, las tres plantas superpuestas donde se hallan las aulas forman una curiosa pirámide, separada del edificio administrativo por espacios al aire libre donde los estudiantes pueden tomar descanso.

Como sodálite destinado a la vida consagrada, no se me había dado otra opción que estudiar teología, lo cual había aceptado de buena voluntad. Pero con la voluntad ciega de quien no ha sido informado adecuadamente sobre otras opciones, de quien no ha recibido asesoría profesional sobre qué estudios serían los más apropiados según sus capacidades e intereses, de quien ha sido formateado mentalmente para someter toda su vida a los fines del Sodalicio de Vida Cristiana.

En el año 1980 había postulado a Letras a la Pontificia Universidad Católica del Perú sólo para complacer a mi madre, quien desaprobaba que yo estudiara teología y —con la esperanza de que no siguiera una carrera que me acarrearía necesidad económica— me había convencido de presentarme al examen de admisión de la PUCP para demostrarle a ella que yo no era bruto. Textualmente.

Me presenté con actitud bastante relajada y sin mayor interés en ingresar a la Universidad. Ni siquiera fui a ver los resultados. Me enteré posteriormente a través de terceros que había obtenido el octavo puesto.

Ahora que miro este hecho a la distancia, pienso que tal vez mi vida hubiera sido otra si hubiera estudiado en la Católica, y quizás no habría pasado por todas las penurias económicas que han tachonado mi vida hasta ahora. Quizás no hubiera terminado en Alemania como un exiliado huyendo de la falta de oportunidades laborales decentes en el Perú y de la nube de rumores difamatorios sobre mi persona que se había formado en ambientes sodálites. Yo era considerado el loco, el extraño, el excéntrico —y en cierto sentido también un infiel o traidor— debido a cierta libertad de pensamiento que osaba ejercer. Y en realidad lo que yo manifestaba eran visos de normalidad en ese mundo raro que es la Familia Sodálite.

En ese 1983 conocí al P. Juan Luis Cipriani, profesor de teología moral. Al respecto, cito las líneas que le dediqué en una carta abierta en junio de 2012:

«Recuerdo tus buenas intenciones y tu empeño en mantenerte fiel a las enseñanzas morales del Magisterio de la Iglesia, aunque muchas veces, a mi parecer, con interpretaciones rigoristas que no daban pie a una reflexión más profunda sobre algunas cuestiones morales difíciles de abordar. Recuerdo también que cuando algunos alumnos, candidatos al sacerdocio, te proponían problemas referentes a cuestiones éticas límite, en vez de acoger las preguntas para estimular el pensamiento y suscitar una reflexión profunda que abordara el tema en toda su complejidad, buscabas la manera de refutar los planteamientos de esos alumnos con citas del Magisterio de la Iglesia y la Tradición, derrotarlos intelectualmente y forzarlos a callar. […] Ya desde entonces mostrabas poca disposición hacia el diálogo respecto a quienes supuestamente discrepaban contigo —aunque he de suponer que ya interpretabas en ese entonces una discrepancia contigo como una discrepancia con la Iglesia—. Asimismo, pocas veces te vi sonreír, y cuando lo hacías dabas la impresión de que en tu etapa de formación sacerdotal no te habían entrenado los músculos de la cara para efectuar ese gesto […]. Ya desde entonces tenías un aire de solemnidad que no irradiaba ni calidez ni cercanía».

Como he señalado, Cipriani carecía de una cualidad importante que tenían dos recordados profesores jesuitas, el P. Francesco Interdonato y el P. José Luis Idígoras: la capacidad de estimular el pensamiento. Cipriani era sólo un buen repetidor de textos ajenos con olor a naftalina, alérgico a todo lo que fueran nuevas perspectivas y aproximación humana. Tampoco era muy querido por la mayoría de los seminaristas, a los cuales repelía su excesivo formalismo. Ya desde entonces me disgustaba el personaje, perfecta encarnación de todas las taras del Opus Dei.

Finalmente, aprobé el curso con nota diecisiete. No lo considero un honor, visto el funesto historial episcopal de Cipriani, donde la falta de ética ha sido una constante.

(Columna publicada en Altavoz el 31 de diciembre de 2018)

________________________________________

La cita mencionada está tomada de mi primer escrito sobre Cipriani, publicado originalmente el 6 de junio de 2012 en mi primer blog La Guitarra Rota y luego incluido también en Las Líneas Torcidas:

NAVIDAD SIN NAVIDAD

weinachtskarte

«No importa en lo que Ud. crea…
…le deseamos un tiempo de reflexión y un buen comienzo en el Año Nuevo».

La primera frase aparece en el anverso de la tarjeta de Navidad emitida por el equipo de integración del gobierno federal alemán, y la segunda frase en el reverso. Y si bien en la foto de la tarjeta, carente de originalidad por cierto, aparecen ocho personas, dos de ellas con típicos gorros de Papá Noel y una de ellas con una cornamenta de reno de fantasía posando delante de un enorme árbol de Navidad, esta tarjeta navideña sin ninguna mención a la Navidad ha causado indignación en más de uno aquí en Alemania.

Pues se considera que la encargada de integración a nivel federal, Annette Widmann-Mauz, del partido de gobierno Unión Demócrata Cristiana (CDU), responsable de los planes y estrategias de integración de refugiados y migrantes en la sociedad alemana, ha claudicado no sólo de su adscripción religiosa sino de su identidad cultural, en aras de una malentendida condescendencia con quienes son extranjeros en Alemania, en su mayoría de religión musulmana.

Armin Laschet, presidente del gobierno de Renania del Norte-Westfalia y también miembro de la CDU, ha declarado: «Yo considero obvio que, cuando es Navidad, no se deseen felices fiestas (“season’s greetings”) o cualquier otra cosa, sino que se desee una feliz Navidad».

Alice Weidel, presidenta de la bancada parlamentaria de la Alternativa para Alemania, partido extremista de derecha, ha aprovechado la anécdota para enfilar sus lanzas contra la CDU en Twitter: «¡CDU abole la Navidad! En una tarjeta de felicitación de la encargada de integración Annette Widman-Mauz de la cancillería se busca en vano el último residuo de cristiandad, la cual el partido todavía lleva en su nombre».

Sin embargo, las críticas no sólo han llovido desde quienes se identifican con el cristianismo, sino también de quienes son ajenos a esta confesión. Sevem Dagdelen, experta en migración y diputada por la Izquierda en el parlamento alemán, ha dicho: «Es lamentable que una tolerancia mal entendida lleve aparentemente a que la Navidad, la fiesta del amor, se vuelva invisible». Su conclusión es que se trata de un «acto de sometimiento cultural y social».

La indignación ha sido de tal magnitud que el mismo vocero del gobierno, Steffen Seibert, se ha manifestado: «La ministra de estado Widmann-Mauz celebra la Navidad como la gran fiesta cristiana que es, y nada más hay que decir al respecto. Eso también queda claro en su tarjeta personal de Navidad».

Pero quien ha puesto los puntos sobre las íes es Sawsan Chebli, Secretaria de Estado en Berlín del Compromiso Ciudadano, a través de un mensaje de Twitter: «He aquí lo que tanto me enerva del debate de la tarjeta de Navidad: se hablan tonterías sobre la tolerancia mal entendida, la disolución de nuestra cultura, la amenaza a nuestro modo de vida. Pero no conozco a ningún musulmán que quiera una tarjeta de Navidad sin Navidad».

Ciertamente, Alemania ha cambiado. Quiérase o no, el Islam ha obtenido carta de ciudadanía en la sociedad alemana —cuyas leyes protegen la libertad de culto y de conciencia—, en la mayoría de los casos dentro de un clima de respeto y tolerancia. Quienes esgrimen la visión anticuada y caduca de una cristiandad occidental para justificar la marginación y la violencia contra las minorías musulmanas, son generalmente partidarios de ideologías fascistas o neonazis que conculcan los valores fundamentales de cualquier Estado de derecho.

Recientemente, en el asilo de ancianos que es mi centro de trabajo, donde muchos de los miembros del personal son inmigrantes, dos trabajadoras bosnias, rubias y de fenotipo europeo pero de religión musulmana, se pusieron a adornar el árbol de Navidad simplemente porque les gustaba hacerlo y les parecía bonito. Tuvieron que interrumpir la tarea porque el tiempo les quedó corto y tenían que ir a atender a varios ancianos que estaban a su cargo.

En el mundo actual es indudable que la celebración de la Navidad trasciende las fronteras de lo cristiano. Pero como me dijo una de las chicas bosnias: «Quien respeta su religión, respetará también la de los demás». Y no es necesario ocultar la propia identidad confesional o cultural para quedar bien con otros.

A todos mis lectores, creyentes o no creyentes, sean cuáles sean sus opiniones, les deseo una feliz Navidad.

(Columna publicada en Altavoz el 24 de diciembre de 2018)

________________________________________

FUENTE

Berliner Morgenpost
Weihnachtspost: Wirbel um Weihnachtskarte der Integrationsbeauftragten (19.12.2018)
https://www.morgenpost.de/politik/article216050217/Wirbel-um-Weihnachtskarte-der-Integrationsbeauftragten.html

EL MOVIMIENTO

rostro_jesus_richard_hook

Resumo con mis propias palabras el testimonio de un ex miembro de un movimiento de inspiración cristiana.

«Recuerdo con gusto los congresos que se realizaban periódicamente, pues representaban un cambio respecto a la rutina diaria de una vida supuestamente basada en la Biblia. Durante tres días cientos de personas correctamente vestidas, acicaladas y limpias se sentaban en filas y escuchaban absortos charlas, conferencias y ponencias. Los temas siempre eran los mismos: el Señor, nuestra fidelidad al Señor, el apostolado, cómo el apostolado demuestra nuestra fidelidad al Señor, por qué el apostolado es tan urgente, las señales del fin de los tiempos, el consejo directivo, nuestra lealtad hacia el consejo directivo, por qué debemos estar atentos a lo que dispone el consejo directivo.

»Consignas de aliento, lemas repetidos, normas de conducta, reglas de apostolado para los soldados de Cristo y la exégesis bíblica se engranaban unos con otros a lo largo de las actividades del programa. Nos comprometíamos a luchar contra el demonio, éramos animados a tener más celo y devoción, se nos fomentaba y exigía sentido de comunidad: nosotros contra los demás, contra el resto del mundo. Ésa era la conclusión que nos mantenía unidos. Por supuesto, no había conferencia que no nos emocionara y que no aplaudiéramos a rabiar.

»No importaba cuántas dudas se tuviera en la vida cotidiana. Después de eso tres días parecían cuestiones secundarias a no tener en cuenta. Este sentimiento de formar un nosotros colectivo era alimentado por los cantos de la asamblea, al inicio de las actividades, durante éstas y al final. Y cuando después de tres días entonábamos el canto final con voz más fuerte que de costumbre, se me ponía la piel de gallina. Nosotros contra el resto del mundo. No eran solamente palabras, era nuestro sentimiento vital.

»Asimismo, teníamos nuestra publicación mensual, con textos redactados por líderes del movimiento, donde se nos ofrecía el “alimento espiritual”, es decir, los temas sobre los cuales debíamos reflexionar, aderezados con citas bíblicas e indicaciones de cómo debíamos entender esos pasajes de la Biblia. Por supuesto, no estaba permitido criticar esos textos, y quien lo hiciera era mal visto, si es que no arriesgaba una amonestación.

»Pero todo esto no se podía comparar con la publicación de un nuevo libro escrito por alguien destacado del movimiento. Se trataba de un acontecimiento especial, donde en la presentación oficial del libro se animaba a los participantes a comprarlo como si se tratara de la revelación de un pensamiento infalible que debía ser tenido en cuenta casi como si de la Biblia se tratara.

»Por supuesto, el movimiento resaltaba la importancia de la familia y la vida, consideraba la homosexualidad como una perversión y condenaba todo tipo de actividad sexual fuera del matrimonio. Si bien la sexualidad era considerada como un don natural de Dios, que no debía ser sobrevalorado, al acentuar continuamente este aspecto para condenar sus desviaciones, terminaba haciéndose una sobrevaloración poco natural y distorsionada del tema. Casi se podía tener la impresión de que el sexo en todas sus variantes y conceptualizaciones teóricas era el tema principal del movimiento. En toda charla y ponencia se resaltaba la inmoralidad del mundo con sus pérfidas tentaciones; en cada segunda ponencia se hablaba de las ventajas de la castidad y el celibato; en cada tercera, se ponía ejemplos de la decadencia masiva de las costumbres en la industria del entretenimiento (el cine y la televisión, por ejemplo).

»Y, por supuesto, se decía que la gente joven que iniciaba relaciones amorosas a gusto y placer y luego las terminaba estaba practicando para su futuro divorcio. Y los divorciados, ciertamente, eran mal vistos —sobre todo si se habían vuelto a casar— y considerados indignos de pertenecer al movimiento».

Aunque así lo parezca, no estoy hablando del Movimiento de Vida Cristiana, cuyo Coordinador General es nombrado por el Superior General del Sodalicio y que sigue a pie juntillas la espiritualidad sodálite. O mejor dicho, la ideología sodálite. La información la he tomado y adaptado del libro Goodbye, Jehova! (2014), publicado en alemán, donde Misha Anouk relata cómo dejó la secta de los Testigos de Jehová. He puesto “el Señor” donde dice “Jehová” y “apostolado” donde dice “servicio de predicación”, pues mal que bien son términos equivalentes.

Las semejanzas no son pura coincidencia, sino inevitables.

(Columna publicada en Altavoz el 17 de diciembre de 2018)

SOBREVIVIENTE DE UNA SECTA CATÓLICA

doris_wagner

Doris Wagner

«Hay una serie de comunidades y movimientos eclesiásticos en la Iglesia católica que han dado que hablar en las últimas décadas. Son carismáticas y fieles al Magisterio. Atraen a bandadas de jóvenes entusiastas y son celebradas por eminencias como el “nuevo resurgimiento” en la Iglesia. Pero sólo pocos saben de las víctimas que producen estas comunidades. A estas víctimas quisiera darles una voz contando en representación suya mi propia historia».

Así inicia la alemana Doris Wagner su libro Nicht mehr ich. Die wahre Geschichte einer jungen Ordensfrau (Ya no soy yo. La verdadera historia de una joven religiosa), publicado en 2014, donde da cuenta de su paso por la familia espiritual “Das Werk” (en latín, Familia spiritualis opus), fundada en 1938 por la belga Julia Verhaeghe y que en 2001 recibió la aprobación pontificia como institución de vida consagrada.

Recientemente ha vuelto a dar su testimonio en el evento “Overcoming Silence – Women’s Voices in the Abuse Crisis” (“Superando el silencio – Voces femeninas en la crisis de abusos”), realizado el 27 de noviembre en Roma, donde también participó Rocío Figueroa, la valerosa mujer sin la cual los abusos de Germán Doig y Luis Fernando Figari en el Sodalicio no se hubieran conocido y ella misma víctima de Doig.

Meses antes de la publicación del libro, el semanario Die Zeit publicó su historia con seudónimo en abril de 2014. Doris todavía no se atrevía a enfrentar la opinión pública con nombre y apellido. Y lo que cuenta es de terror.

Educada en el catolicismo del sur de Alemania, desde los 16 años quiso ser religiosa. En el año 2003, teniendo 19 años, decidió ingresar al convento Thalbach en Bregenz, una pequeña ciudad austríaca a orillas del lago de Constanza, donde vivían en comunidad varones y mujeres consagradas, junto con sacerdotes.

Al principio se sintió encantada por la alegría que irradiaban los miembros de la comunidad y por el sentimiento de seguridad que la vida del claustro le inspiraba. Pero no pasaría mucho tiempo antes de que comenzara a vislumbrar el lado oscuro: le estaba prohibido contactar personalmente a su familia y amigos; las cartas que recibía eran abiertas y algunas de ellas retenidas; estaba prohibido leer libros, y si quería hacerlo, debía consultarlo previamente. Si obtenía algún ingreso, debía entregarlo completamente a la comunidad, y sólo le estaba permitido recibir una pequeña suma para gastos personales, de los cuales debía dar cuenta detallada.

Se le exigió obediencia absoluta y apertura total ante la comunidad, anulando su privacidad. Su vida interior fue totalmente expuesta ante una superiora inmediata, a la cual le tenía que informar de todo. «No había nada que no pudiera preguntar, nada sobre mí de lo cual no se enterara a través de otros; todos mis actos, palabras y sentimientos no sólo se hallaban al descubierto ante ella, sino que ella también los juzgaba». Si Doris hacía preguntas, era reprendida. O si criticaba algo o dudaba, se le decía que ella tenía la culpa por no tener suficiente fe. Vivía en un estado de culpabilidad permanente.

Cuatro años después de su ingreso a la comunidad, estaba psíquicamente destrozada. Se sentía sola, encerrada, sufría de depresiones y tenía pensamientos suicidas.

En el año 2008, cuando vivía en una casa de la comunidad en Roma, un sacerdote buscó su cercanía de una manera que incomodó a Doris. A pesar de que le pidió que la dejará en paz, una noche se presentó en su habitación y abusó sexualmente de ella.

Destruida la confianza, rotas sus ilusiones, Doris tardaría algunos años más en separarse de la comunidad. Pues quien se iba, traicionaba su vocación y ponía en juego su felicidad. Finalmente, en noviembre de 2011 da el paso y denuncia el abuso ante la policía alemana y la Iglesia católica. La respuesta de la orden fue que se había tratado de una relación de mutuo consentimiento entre personas adultas. El sacerdote estaba arrepentido, había hecho hecho penitencia y se le había encargado otras tareas, como las finanzas internas de la comunidad. Con eso el asunto se consideraba finiquitado.

Doris ha logrado rehacer su vida, se ha casado, y ahora tiene el valor de contar su historia para que otros no tengan que pasar por lo que ella pasó.

Cualquier semejanza con el Sodalicio no es coincidencia, es inevitable.

(Columna publicada en Altavoz el 10 de diciembre de 2018)

________________________________________

FUENTES

ZEIT ONLINE
Missbrauch in der Kirche: Die spirituellen Fallschirmspringer des Vatikan (20. April 2014)
https://www.zeit.de/gesellschaft/2014-04/katholische-kirche-das-werk-fso

Voices of Faith
Doris Wagner – Overcoming Silence – Women’s Voices in the Catholic Abuse Crisis (02.12.2018)

ABUSO SEXUAL EN LA IGLESIA: LOS HOMOSEXUALES COMO CHIVO EXPIATORIO

sacerdote_homosexual

El cardenal Gerhard Ludwig Müller es considerado un teólogo de doctrina firme. Entre sus aspectos positivos está el haber reconocido la conformidad de la teología de la liberación del P. Gustavo Gutiérrez con la fe de la Iglesia. Considerado uno de los pilares del pontificado de Benedicto XVI, quien lo nombró en el año 2012 prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe —dicasterio que se encarga de la supervisión de la recta doctrina católica y, entre otras cosas, de los abusos sexuales cometidos por clérigos—, el año pasado cesó en el cargo tras haberse cumplido el período de cinco años para el que fue elegido.

Muchos saludan que Müller ya no esté a cargo de ese dicasterio, considerando que en 2010 afirmó que detrás de los informes mediáticos de abusos en instituciones católicas existe una campaña de desprestigio de la Iglesia. Asimismo, se le acusa de haber obstaculizado durante cinco años la aclaración de los abusos cometidos en el coro infantil y juvenil de los Gorriones de la Catedral de Rastisbona, diócesis de la cual fue obispo. Se sabe además que a un cura condenado en 1999 por abuso sexual lo volvió a colocar como administrador parroquial, recayendo éste en el delito. En su defensa, Müller adujo que contaba con un dictamen psiquiátrico que aseguraba que no se habían encontrado tendencias pedófilas en el susodicho.

Recientemente ha concedido una entrevista —publicada el 21 de noviembre— a LifeSite (un sitio web católico conservador), donde atribuye los abusos cometidos en la Iglesia a la homosexualidad de muchos clérigos. Partiendo del hecho de que el 80% de los menores víctimas de abusos eran varones, concluye que la mayoría de los abusadores han buscado víctimas masculinas siguiendo el desorden profundo de sus pasiones. Más aún, en su opinión no existen hombres o incluso sacerdotes homosexuales, porque Dios sólo ha creado hombre y mujer para que tengan una comunión sexual exclusivamente en el matrimonio. Lo que se sale de eso es fornicación y abuso de la sexualidad. Con lo cual recae en la opinión, no sustentada por ninguna disciplina científica, de que la homosexualidad es una perversión y de que allí estaría la causa de los abusos. Cuando afirma que sólo un hombre que ha aprendido a controlarse a sí mismo cumple con las condiciones morales para ser ordenado sacerdote, obvia que eso es aplicable a cualquiera, heterosexual u homosexual.

Ni siquiera el Papa Francisco se libra de compartir esta visión homofóbica. En el reciente libro La fuerza de la vocación, una extensa entrevista con el claretiano Fernando Prado, dice lo siguiente:

«En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos [la orientación homosexual] no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar. A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida».

Fuera de que el tema del celibato obligatorio para clérigos es un asunto que pide ser discutido por varios episcopados a nivel mundial —incluyendo las conferencias episcopales australiana y alemana—, las palabras del Papa podrían aplicarse igualmente a personas heterosexuales.

El P. Klaus Mertes S.J., quien develara los primeros casos de abusos sexuales en una institución católica en Alemania en el año 2010, criticó agriamente las palabras de Müller como «arrogancia clerical cuajada en dogma». Según él, el problema radica en una moral sexual católica caduca —que debe ser replanteada con urgencia— y en la discriminación de las personas homosexuales, negándoles además la posibilidad de seguir una vocación religiosa o clerical aceptando su condición personal.

Si se aplicara lo que dicen el cardenal Müller y el Papa, podríamos estar ad portas de una purga entre el clero católico, que afectaría a cualquiera que sea homosexual. No sólo se perjudicaría a muchos clérigos y religiosos homosexuales inocentes, sino que el sistema clerical autoritario que favorece el abuso y su encubrimiento quedaría incólume.

(Columna publicada en Altavoz el 3 de diciembre de 2018)

________________________________________

FUENTES

LifeSite
INTERVIEW: Cdl. Müller on abuse crisis and its link to homosexuality in priesthood (November 21, 2018)
https://www.lifesitenews.com/blogs/interview-cdl.-mueller-on-abuse-crisis-and-its-link-to-homosexuality-in-pri

katholisch.de
Mertes: Kardinal Müller hat überhaupt nichts verstanden (23.11.2018)
https://www.katholisch.de/aktuelles/aktuelle-artikel/mertes-kardinal-muller-hat-uberhaupt-nichts-verstanden

Religión Digital
Papa: “El ministerio o la vida consagrada no es el lugar (de los homosexuales)” (30 de noviembre de 2018)
https://www.periodistadigital.com/religion/libros/2018/11/30/papa-iglesia-religion-dios-jesus-libro-lgtb-gays-homosexuales-religiosos.shtml