EL ESPÍRITU SECTARIO

manipulacion

infoCaótica, un blog tradicionalista católico de Argentina, con el cual guardo marcadas diferencias no obstante reconocer que sus contenidos son siempre interesantes y estimulantes de la inteligencia, ha reproducido mi post YO TE PERDONO, SODALICIO con el siguiente texto introductorio:

«El tema de la deriva sectaria de los movimientos primaverales de matriz neoconservadora no es nuevo para los lectores de nuestra bitácora. La Iglesia vive una situación caótica determinada por un nuevo asociacionismo, que pareciera obtener como contrapartida por su adhesión absoluta y entusiasta al Vaticano II una suerte de «patente de corso» eclesial, en virtud de la cual la Jerarquía eclesiástica se muestra reticente en corregir las distintas heteropraxis que florecen en el seno de los nuevos movimientos. La anterior afirmación, no obstante, debe matizarse para rendir un justo homenaje a Benedicto XVI, que al menos habilitó cierta depuración de “fundadores primaverales”. Una tarea inconclusa, sin dudas, pero que tuvo con el Papa Ratzinger su puntapié inicial, lo que contrasta con la inacción de los tiempos del Magno.

Transcribimos hoy una entrada de Martin Scheuch a quien no conocemos. Una mirada muy superficial a su bitácora nos indica que su visión de la Iglesia y del mundo es muy distinta, y a veces muy distante, de la nuestra. A pesar de que la identidad de nuestra bitácora es “tradicionalista” (independiente), no tenemos problemas en reproducir sus reflexiones. Porque su relato parece verosímil en cuanto a los hechos. La descripción de la estructura institucional y de la praxis del Sodalicio de Vida Cristiana concuerda con la de otras instituciones eclesiales semejantes sobre las que ya se ha hablado en nuestro blog. Esta entrada debe publicarse por caridad, justicia y solidaridad humana, pues aspira cuanto menos a expresar el deseo de una justa reparación del daño causado y su debida prevención para el futuro. De poco le sirve a la Iglesia que determinados personajes como Alejandro Bermúdez emprendan una labor “apologética” si no son capaces de ver el daño espiritual que pueden causar en las personas de carne y hueso determinadas prácticas institucionales de las que son solidarios.»

Quiero devolverles con gratitud el favor, reproduciendo un texto publicado en su blog, que aborda un tema de actualidad en la Iglesia católica. Las comparaciones con cierta sociedad de vida apostólica a la cual le hemos dedicado varias entradas en este blog no son pura coincidencia, sino inevitables. Al que le caiga el guante, que se lo chante.

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EL ESPÍRITU SECTARIO
Por Jack Tollers

1) El Espíritu:
Es una realidad espiritual, por lo tanto, en cierto modo inasible al entendimiento y difícil de poner en evidencia con palabras. Sin embargo, tiene más densidad ontológica, mayor calidad substancial, y mayor concreción que las realidades de orden físico, psicológico o afectivo.
Como se asienta en el alma, afecta primero a lo que es de su mismo orden. Es por esto que la primera cualidad notable de este espíritu es la de ofuscar a los que inficiona. Y es así porque o hay en el sujeto algún desprecio a la razón o algún defecto en ella por hábito.
En consecuencia, este espíritu sojuzga con cierta facilidad a quienes participan de él, volviéndolos refractarios a toda inteligencia, razonamiento o argumento que requiera de las luces de la razón. Por esto, debe comprenderse –y debe comprenderse bien– que no es un espíritu que se pueda exorcizar con razonamientos allí donde hizo asiento.
En esa inteligencia, este escrito no está dirigido a quienes le han dado asa.
2) Espíritu sectario:
El espíritu al que nos referimos tiene por nota distintiva crear, allí donde inficiona, una tendencia a confundir una determinada institución de la Iglesia Católica con la Iglesia Católica toda. La parte se constituye en el todo.
Por lo mismo, quien se ha entregado a él tiende a creer que en su grupo, clan, cofradía, asociación, movimiento, pía unión, comunidad, congregación, instituto u orden religiosa se contienen todas las riquezas necesarias para la salvación. Convencido de ello, el sectario se obliga a despreciar lo que no considera «propio» de su agrupación.
3) Espíritu farisaico:
Para justificar esto, el espíritu sectario comienza por compararse con los demás, dando por supuesto que su secta es inmaculada; que carece de defectos; que es impermeable al mal o que el mal necesariamente la mejora y nunca la perturba; que sus miembros tienen por especial providencia una particular protección del pecado y que están menos expuestos a las debilidades comunes a los demás mortales.
A partir de este malsano reflejo de comparación este espíritu sutil trabaja a los sectarios en su interioridad convenciéndolos de que son mejores (la nota plural del «nosotros» disfraza la intolerable altanería que connota esta convicción).
La prueba de que son mejores reside en que forman parte de la secta.
4) Espíritu divisionista:
Por lógica consecuencia, todo aquel inficionado de este espíritu tiene señalada inclinación a dividir al resto de los hombres en estos precisos términos: por o contra su secta. Este espíritu divisionista y excluyente usurpa los títulos universales de la Iglesia Católica («extra Ecclesiam nulla salus») atribuyéndoselo a su propio agrupamiento.
Por esta razón, en nombre de la «salud», el sectario no tiene inconveniente en introducir divisiones allí donde reine cualquier unión que no se integre precisamente en los modos y confines que la misma secta precisa: toda otra unidad de hombres, sea institucional, amical, familiar o vecinal, debe ceder ante la convicción de los sectarios de que su agrupación representa una unión de hombres trascendente, superior y más fuerte que cualquier otra.
5) Espíritu usurpador:
Por otra parte, el espíritu sectario y excluyente se atribuye todos los carismas de la Iglesia Católica reemplazándolos con institutos propios: así, la secta tendrá su propio régimen de gobierno con un «Santo Padre» a la cabeza; tendrá una casta sacerdotal que formará parte de su jerarquía conductora y magisterial; incluirá un sistema propio de canonizaciones, de devociones y estilos homologados por la autoridad; invocará sus propios usos y reglamentos para asegurar su excentricidad y conciliará posiciones dentro de la secta sin consultar pareceres ajenos. Todo lo que diga ser bueno lo será, y todo lo que sea bueno será suyo.
A resultas de estos «concilios» y «decretos» de su máxima autoridad –que no siempre coincidirá con la estructura jerárquica «oficial» de la secta–, surgirán afirmaciones, tomas de posición e instrucciones de carácter marcadamente dogmático en materia prudencial.
Los sectarios repetirán con incansable autoridad que quienes no pertenecen a su secta no la entienden, precisamente porque están fuera de la secta.
6) Espíritu esclavizante:
Es por esto que no alberga en su seno sujetos de espíritu libre y sus miembros serán acostumbrados a abroquelarse en torno a determinadas «posiciones» ante temas de suyo discutibles pero que, por haber sido resueltos con anterioridad en un escalón más alto, no son ya pasibles de especulación, inteligencia o crítica ninguna.
Un férreo cultivo de la obediencia asegura su aparente consistencia frente a los ajenos y engendra en sus reclutas un espíritu de ciega adhesión personal a los jerarcas de la organización, sin posibilidad de examinar ninguna de sus determinaciones, conductas y mandatos.
Por esta razón, se advertirá fácilmente que aquellos que se formaron en tiempos y lugares donde no reinaba este espíritu conservan trazas de un talante menos pobre y más flexible que aquellos jóvenes esclavizados de buenas a primeras.
El tipo humano resultante será un «zombie» que en ocasiones puede volverse cruel, en tanto y en cuanto vaya despersonalizándose a fuerza de violentar su conciencia y la de los demás.
7) Espíritu estrecho:
El voluntarismo consecuente hará que aquel inficionado por este espíritu tienda a comportarse con obtusa univocidad frente a los misterios más profundos de la Religión: el sectario se apresurará a emitir juicios contundentes cuando considere los acontecimientos humanos y explicará la acción de la Gracia, la intervención de la Providencia y los designios de Dios interpretándolo todo unívocamente, con característica impaciencia, sin dejar margen a duda alguna.
Consecuentemente, el sectario orquestará las voluntades con singular desparpajo en la convicción de que sus designios responden a su iluminada interpretación de la Voluntad de Dios y no admitirá negativas ni discernimientos. Cualquier objeción o duda se entenderá siempre como una diabólica e insidiosa manera de querer obstaculizar la obra de Dios.
Esta estrechez de miras engendra cierto clericalismo, entendido en términos de una desordenada estima del clérigo en cuanto tal y un inocultable desdén hacia el matrimonio y todo cuanto con él se relaciona. Esto resulta así en razón de que el núcleo sectario está conformado por quienes no tienen otra dedicación personal sino la que le ofrecen por entero a la propia agrupación. Si el miembro no es religioso o consagrado, su pertenencia y misión se entiende como la de fortalecer –con los medios a su alcance– al núcleo consagrado, que es el verdaderamente valioso.
Frecuentemente el sectario descubrirá que la Voluntad de Dios es que ingresen más reclutas a la secta.
8) Espíritu idolátrico:
Este espíritu ofrece protección, refugio y falsas seguridades que no le han sido prometidas a la Iglesia. La pertenencia a la Iglesia Católica supone reconocer que ella es la habitación misma de la Esperanza en este mundo y que en su seno podemos llegar algún día a formar parte de la Iglesia triunfante. Pero ocurre que para muchos la sola pertenencia a la Iglesia no es suficiente garantía ni consuelo bastante ante las adversidades de la vida: así la virtud de la Esperanza se desdibuja y comienza a transformarse en un desordenado afán de signos de predestinación.
Aquí aparece el profeta, jefe de la secta. De a poco, el profeta resolverá todas las dudas, todas las cuestiones, todos las inquietudes y se constituirá en insustituible guía para sus seguidores, instalándose en el lugar de su conciencia.
El sectario se siente amparado por una organización y un profeta que le resuelve todas sus inquietudes, generalmente suprimiéndolas. Así, al eliminar toda inseguridad, todo desasosiego o sensación de desamparo, toda inquietud, toda búsqueda del Dios Vivo y Verdadero, la imagen de Dios que se formará en los sectarios será inevitablmente uniforme, segura y propicia para quienes integren la agrupación: una imagen idéntica para todos, inmutable y, a la larga, inerte. Progresivamente el Dios de los sectarios se irá despersonalizando, trasformado en aliado mecánico de quienes son miembros de la secta, por el hecho de serlo, lo que invierte el camino de la Revelación.
9) Espíritu vertiginoso:
Poco a poco, el lugar de Dios será ocupado por el autoerigido profeta que será la única referencia del sectario: para él la voz del profeta será la voz de Dios.
La interpretación de la Voluntad de Dios hecha por el profeta acabará siempre llevando agua al molino de la secta cuya finalidad se irá progresivamente reduciendo a un más eficiente reclutamiento, a un acopio mayor de dinero, a la acumulación de más poder al servicio… de la propia secta.
Como una serpiente mordiéndose la cola.
10) Espíritu demoníaco:
Si bien no todos los miembros de una secta se verán afectados en igual medida por el espíritu que describimos, todos en mayor o menor medida se irán inficionando con sus pestes y las consecuencias son fáciles de ver: dividirán allí donde deberían fortalecer las uniones; se segregarán progresivamente del resto de la Iglesia Católica; renunciarán a la búsqueda de la verdad volviéndose más y más dogmáticos en materias discutibles; engendrarán discípulos de escasas luces y penetración e interferirán con la Voluntad Divina en nombre, precisamente, de esa Voluntad.
Por último, los cautivos de este espíritu, por lo que éste tiene de ofuscación del discernimiento, terminarán poniéndose al alcance de otros aún más malignos.
Como dijimos al principio, su exorcismo no es materia de nuestra competencia.

Fuente:
http://info-caotica.blogspot.de/2012/06/de-nuestro-amigo-jack-tollers.html

YO TE PERDONO, SODALICIO

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Desde que comencé a escribir en este blog, hay varias personas vinculadas al Sodalicio y al Movimiento de Vida Cristiana que me han rogado que perdone y dé vuelta a la página. Lo cual implicaría como consecuencia que deje de escribir sobre mis experiencias y no siga revelando lo que sé del Sodalicio. Curiosamente, en el pasado, cuando todavía no había publicado nada, no se me pedía que perdonara, sino más bien que hiciera una autocrítica a fondo y reconociera mis faltas y mis errores. Pues en la ideología sodálite se parte del axioma de que la institución no puede estar mal, en base a una interpretación muy peculiar de lo que es el carisma o don especial del Espíritu Santo, según la cual se infiere que el Sodalicio es una obra querida por Dios y, por lo tanto, criticarlo equivale a criticar la voluntad de Dios. Fuera de que esto es mala teología, en el Sodalicio siempre se ha fomentado la autoinculpación de sus miembros, pues constituye una de las estrategias más eficaces para tener controladas sus mentes y sus voluntades. Y sirve de sustrato para ese miedo que tienen muchos de expresar libremente sus objeciones, e incluso de irse cuando su conciencia les dicta que dar ese paso es lo correcto. Ese miedo o angustia puede incluso acompañar durante años a aquellos que se han ido, a tal punto llega a ser profunda la huella que dejan los “métodos de formación” que se aplican en la institución, muy semejantes a las técnicas de control mental que implementan las sectas.

No han faltado quienes, antes mis observaciones críticas producto de una reflexión de años, hayan querido hurgar en mi vida personal y pretendido encontrar la raíz de esas críticas en “rupturas” interiores, crisis existenciales o “falta de reconciliación”, que es como se la llama en los ambientes de la Familia Sodálite. Y eso sin admitir la posibilidad de que los problemas pueden estar en el Sodalicio mismo, siendo así que el mensajero que evidencia esos problemas no tiene la culpa de que existan. “Matar al mensajero” es la consigna con la cual se puede resumir el proceder del Sodalicio, lo cual, en sentido metafórico, significa que se buscará desacreditarlo, difamarlo, anularlo mediante el miedo, las amenazas veladas y el desprestigio social. A decir verdad, lo del desprestigio social puede que funcione en Lima, donde el Sodalicio sigue teniendo su sede central y el apoyo casi incondicional del inefable cardenal Cipriani, arzobispo de Lima, además de una notable influencia en la clase burguesa y pudiente limeña así como en algunos medios de prensa, pero dudo de que tenga efectos en otras latitudes.

En el momento en que se me comienza a pedir que perdone, cambia la perspectiva, pues ello implica un tácito reconocimiento de errores que son merecedores de perdón. De hecho, casi nadie de entre aquellos que me han escrito ha cuestionado la veracidad de lo que yo expongo. Ciertamente, pueden haber inexactitudes en cuanto a detalles puntuales, pero nada de lo que relato es inventado, y la mayor parte corresponde a mis propias experiencias o lo he sabido de primera mano. Las inexactitudes que pueden haber se deben a falta de información adicional, lo cual es inevitable desde el mismo momento en que aquellos que están en situación de poder completar esa información no quieren hablar —o han recibido la orden de no hacerlo—, pues el Sodalicio es muy reticente en cuanto a proporcionar información, y prefiere acusarme de tergiversar los hechos, antes que desmentirlos presentando su propia versión de los mismos. Y como ya he señalado, se trata de algunos pocos detalles puntuales, pues en todo lo demás soy consciente de que me he esforzado en ser fiel a mi memoria y en contrastar la información con las fuentes de que dispongo, absteniéndome de relatar lo que no puede ser comprobado.

Tampoco han faltado quienes han querido elucidar las motivaciones por las cuales escribo, definiéndolas como una especie de venganza mediática por el hecho de que se me hizo oídos sordos a todas las críticas que manifesté en su momento. Reducir mis motivaciones a una especie de reacción insidiosa frente al hecho de que no me hicieran caso, no se ajusta a la verdad. Durante década y media nadie me hizo caso en el Sodalicio, y nunca publiqué nada. Y nada va a cambiar ahora, porque tengo razones para suponer que tampoco me van a hacer caso. Tampoco pretendo que se me haga caso. Cada uno es libre de hacer lo que quiera. El asunto es más grave. Se trata de ventilar los problemas estructurales que presenta el Sodalicio y que afectan a innumerables personas. Pues así cómo hay quienes se han acercado a la fe a través del Sodalicio, también hay quienes se han alejado de ella o han sido perjudicados psicológicamente por obra de la institución. Que se hable sobre el tema le puede hacer también mucho bien al Sodalicio. No hablar de lo que sé —y aquí excluyo en la medida de lo posible los datos anecdóticos de la vida privada de las personas— me haría cómplice de esa situación. ¿Voy a solucionar yo los problemas? No lo creo. Pero sí puedo contribuir a ayudar a muchas personas. Porque parto de la postura de un fiel creyente en la Iglesia, y no de la posición de alguien que, criticando al Sodalicio, aprovecha para criticar además a toda la Iglesia.

Debo dejar en claro que mi blog no es un blog sobre el Sodalicio, sino una ventana abierta donde busco dar testimonio de cosas que he vivido y que pueden ayudar a otras personas a comprender ciertas realidades. Es inevitable que hable sobre el Sodalicio, pues estuve oficialmente vinculado a él durante 30 años de mi vida. Describo lo que vi y viví por experiencia propia en el Sodalicio y que ha sido ocultado pertinazmente por la institución. Y me refiero a doctrinas, estilos, prácticas, hábitos y costumbres, en fin, al sistema mismo. Yo no tengo la culpa de que el Sodalicio tenga o haya tenido las cosas que yo describo. Que se sepan a través de mí no me convierte en responsable de esas cosas. Y el daño que se pueda producir no es de responsabilidad del mensajero, sino de los verdaderos causantes de esas cosas. El daño se puede subsanar cambiando lo que se tenga que cambiar, no callando al mensajero.

Mis experiencias son subjetivas en el sentido de que las viví yo, pero no son fruto de mi subjetividad. Yo no he inventado nada y tampoco estoy mintiendo, y los datos que proporciono no son meras interpretaciones. Que pueden diferir de otra experiencias, lo admito. No por ello se hacen inválidas, sino que complementan lo que otros puedan haber experimentado. Y es interesante descubrir que mi experiencia es similar a la de otras personas, que por fin se atreven a hablar de lo que ellas mismas han vivido.

No le guardo rencor a nadie. Todo ya ha sido perdonado. Me siento a veces como una hoja al viento, que no está anclada a las cosas de este mundo. Y por eso mismo, con mayor libertad para dar testimonio. De todos modos, por si acaso alguien todavía tiene dudas, quiero dejar aquí constancia pública de todo aquello que he perdonado.

‒ Perdono que, entre 1978 y 1980, siendo todavía menor de edad, haya sido sometido a exámenes psicológicos efectuados por personas no profesionales sin el conocimiento ni consentimiento de mis padres. Se trataba de una práctica habitual en el Sodalicio. Las personas que me realizaron estas evaluaciones psicológicas fueron Germán Doig y Jaime Baertl, aunque me consta que también las realizaban el mismo Luis Fernando Figari, Superior General del Sodalicio hasta el año 2010, además de Virgilio Levaggi, Alfredo Garland y José Ambrozic, entre otros.

‒ Perdono que se me haya permitido emitir una promesa formal mediante la cual me comprometía a seguir el estilo y la espiritualidad del Sodalicio y obedecer a sus superiores cuando sólo tenía 15 años de edad, sin que mis padres hubieran sido informados al respecto. Más aún, se me indicó expresamente que mis padres no tenían por qué enterarse de la promesa que había hecho y que no les dijera nada.

‒ Perdono que se me haya fomentado la desobediencia y el desprecio hacia mis padres, que debía ser sustituida por obediencia y respeto absolutos hacia las autoridades del Sodalicio. Sobre todo Luis Fernando Figari fomentaba un culto hacia su persona, de modo que se debía seguir sus órdenes sin chistar, se debía reflexionar continuamente sobre las cosas que le decía a uno personalmente, y aceptar como incuestionable todo lo que exponía en sus escritos y charlas, de modo que cualquier análisis crítico de lo que él decía era impensable, pues se exigía un sometimiento del pensamiento y la voluntad propias a su pensamiento y su voluntad. Recuerdo también cuando en el verano de 1980 mi madre, en su desesperación, llamó por teléfono a Jaime Baertl y, entre otras cosas, le dijo: «Me están robando a mi hijo», a lo cual él respondió irónicamente: «Señora, el ladrón cree que todos son de su misma condición». Y así cómo él hizo uso de la ironía, también me recomendó que la usara con frecuencia para oponerme a mi madre, a quien designaba con el apelativo despectivo de “tu vieja”.

‒ Perdono que, desde abril de 1978, en que asistí por primera vez a un retiro organizado por el Sodalicio, hasta 1993, cuando dejé de vivir en comunidades, se me haya exigido en reuniones grupales la apertura total de mi esfera privada y personal, e incluso se hubiera ejercido presión por parte de los encargados para que, al igual que otras personas presentes, revelara mis experiencias y sentimientos íntimos. Esto solía llevar a una situación de desamparo personal que, a efectos prácticos, permitía una manipulación de las conciencias, sobre todo generando una dependencia hacia quien ostentaba la autoridad.

‒ Perdono que no se me hubiera permitido ni siquiera salir a la calle —a no ser para actividades que formaban parte del horario reglamentario— o comunicarme telefónicamente con quien sea, incluidos mis padres, sin permiso expreso del superior. Estas medidas formaban parte de un sistema donde las comunicaciones con el mundo exterior eran controladas férreamente, lo cual a la larga, junto con otras medidas de control mental, terminó generando en mi interior una división entre el ambiente interno del Sodalicio y el mundo externo, hacia el cual se debía tener desconfianza y considerarlo en parte como un peligro para seguir la vocación sodálite en la vida consagrada. Se efectuó como una especie de secuestro de mi psique, que yo acepté al principio de buen grado, pero que a la larga causó en mi una disociación que se traducía en la división excluyente entre un mundo intracomunitario bueno contrapuesto a un mundo “salvaje” fuera de los límites de la comunidad, con el cual no era permitida ninguna componenda.

‒ Perdono los correazos que, por orden de Luis Fernando Figari, me fueron propinados en la espalda desnuda, sólo para que éste pudiera demostrar su tesis de que las mortificaciones corporales son inútiles, y de que la ascética basada en el dolor físico no tenía mucho sentido y fomentaba la soberbia.

‒ Perdono la aplicación constante de técnicas de control mental a que fui sometido, muy comunes entre los grupos de características sectarias, entre ellas:

  • el agotamiento físico a través de ejercicios corporales intensos y prolongados, sumándose a ello la continua sustracción de horas de sueño, y dado que el hecho de quedarse dormido era sancionado con penitencias, sin importarle a nadie que uno estuviera cansado, ello me generaba miedo a quedarme dormido, lo cual a su vez producía un stress que me ocasionaba más agotamiento y tensión, y con ello más cansancio y sueño, en lo que era un círculo vicioso sin salida;
  • el aislamiento de mis familiares y amigos no pertenecientes a la institución, aplicando las consignas dictadas por Luis Fernando Figari: «sólo un sodálite puede ser amigo de otro sodálite» y «en la Iglesia podemos tener compañeros de camino, pero amigos verdaderos sólo en el Sodalicio»;
  • la anulación de la esfera privada, al hacer que todos los aspectos de la vida personal dependieran de la comunidad, sin serme permitido casi nunca tomar una decisión propia, además de ser forzado a confesar todos los aspectos de la propia vida íntima ya sea en reuniones grupales, con el superior o con el consejero espiritual, incluyendo aspectos referentes a la sexualidad, muchas veces aplicando dinámicas conducentes a este fin y violentando la libertad personal mediante la intimidación y la violencia verbal, si se consideraba necesario;
  • la programación minuciosa de lo que uno debe hacer desde que se levanta hasta que se acuesta, incluyendo también el tiempo libre, sin dejar nada a la libre decisión de la persona;
  • la amonestación y reprensión —con un lenguaje agresivo‒ ante preguntas incómodas o difíciles de responder, por más legítimas que fueran;
  • el uso frecuente de un lenguaje agresivo e insultante; quien se quejaba del trato era tachado de susceptible, “hembrita”, débil, poco viril;
  • la obligación de asistir por consigna a cualquier conferencia o charla del fundador, y apuntar minuciosamente todo lo que dijera, para luego estudiarlo y revisarlo durante horas;
  • la aplicación desproporcionada de castigos severos y humillantes ante faltas que pueden ser consideradas ligeras; a manera de ejemplo, puedo mencionar que:
    • fui obligado por Germán Doig a pasar una noche en vela en la capilla de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar (Barranco) en adoración del Santísimo, sólo por haber cabeceado durante una misa en la iglesia de San José —situada en la Av. Dos de Mayo 259, Miraflores—;
    • fui enviado durante una semana a vivir bajo un régimen estricto en una de las comunidades de formación de San Bartolo (balneario al sur de Lima) —que eran mencionadas a veces de manera humorística entre los sodálites como “la Siberia”—, sólo por haber hecho un par de preguntas incómodas de corte intelectual a Germán Doig durante una charla en el Centro Pastoral de San Borja (Lima), lo cual constituye también una falta de respeto a la legítima diversidad de opinión, pues en el Sodalicio sólo el hecho de preguntar podía ser motivo de amonestaciones, acompañadas de reproches por no haber aprendido o estudiado a fondo el pensamiento sodálite;
    • me fue vertido un vaso lleno de agua fría encima de la cabeza por orden del superior de turno de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar —entonces ubicada temporalmente en el barrio de La Aurora (Miraflores)—, sólo por haberme quedado dormido en una reunión muy cerca de la medianoche;
    • me fue prohibido participar de las reuniones recreativas de la comunidad por tiempo indefinido, debido a que grabé cassettes de música clásica para uso personal en el equipo de música perteneciente a Alfredo Garland, entonces superior de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar en Barranco, sin su permiso. Debo indicar que los simples miembros de las comunidades teníamos entonces prohibido, por orden expresa de Luis Fernando Figari, escuchar todo tipo de música, salvo la que fuera de carácter religioso. Esa orden no se aplicaba a los superiores, que podían escuchar la música que creyeran conveniente. Un domingo, tarde en la noche, en que la comunidad tenia una actividad recreativa en la sala destinada a estos fines, de la cual yo estaba excluido, me eché un rato a descansar en mi cama debido al cansancio y me quedé dormido. Fui despertado violentamente por Alfredo Garland y José Antonio Eguren, y, a modo de castigo, se me ordenó estar confinado en una habitación separada del resto de la casa, con prohibición de salir si no era para ir al baño, prohibición de hablar con cualquier miembro de la comunidad que no fuera Eguren, prohibición de leer cualquier otra cosa que no fuera la Biblia y los escritos de autores espirituales que se me proporcionara para hacer un retiro espiritual que me hiciera cambiar de actitud y me llevara a corregir mis “malos comportamientos”.

‒ Perdono los abusos debido a excesos cometidos durante los ejercicios físicos que teníamos que realizar los miembros de las comunidades de formación de San Bartolo, poniéndose a veces en riesgo la integridad física de las personas sin medir las consecuencias. Yo —junto con otros más— fui obligado a hacer cuclillas con una bolsa de cemento, de poco más de 40 kilogramos, sobre los hombros. A consecuencia de ello, se me generó una dolorosa inflamación de los músculos dorsales, a tal punto que ni siquiera podía mover el cuello para mirarme los pies, tuve que usar una faja y necesité una semana para restablecerme. Otro sodálite, que sufría de dolencias en la columna vertebral, también fue obligado a hacer tales ejercicios, no obstante que le advertí al superior Emilio Garreaud que eso podía hacerle daño. Asimismo, fuimos obligados a ingresar al mar de noche, en un sitio donde reventaban olas y había muchas rocas filudas. Varios salieron del mar con arañazos, heridas y cortes. También hubo ocasiones en que se hizo nadar a algunos durante tanto tiempo en el mar, que cuando finalmente salieron, no dejaban de temblar debido a que la temperatura corporal les había descendido por debajo de los 36 °C y se les tuvo que dar vino caliente para subirles la temperatura. En la última época que pasé en San Bartolo (de diciembre de 1992 a julio de 1993) yo tenía que levantarme todos los días a las cuatro de la madrugada cuando todavía estaba oscuro y meterme al mar junto con otro sodálite, fueran cuales fueran las condiciones climáticas, hubiera mar calma o brava, sin que hubiera nadie que por seguridad nos vigilara desde afuera.

‒ Perdono la mentalidad que se me inculcó, que establece una separación entre el Sodalicio y el resto del mundo, disponiendo que hay entregar toda nuestra confianza a los responsables de la institución y hay que mantener una cierta desconfianza hacia lo que se halla fuera del Sodalicio. Esta mentalidad es reforzada por el concepto rígido de obediencia que se maneja al interior de la institución, donde la crítica al superior —aunque sea legítima— es considerada como una falta grave, pues «el superior sabe mejor que tú lo que es bueno para ti» y «el que obedece, no se equivoca», lo cual en el fondo induce a una renuncia a la propia conciencia y responsabilidad. Además, esta mentalidad de separación entre el Sodalicio y el resto del mundo también se aplica al interior de la Iglesia. Pues durante mucho tiempo a mí se me inculcó que la espiritualidad y el pensamiento sodálites constituían una de las maneras más radicales y auténticas de vivir el cristianismo en la actualidad, junto con un menosprecio de muchos grupos y espiritualidades que forman parte de la diversidad eclesial, que eran calificados de mediocres. Había un particular desprecio por los grupos parroquiales, los carismáticos, los neocatecumenales, entre otros, y en particular por los partidarios de la teología de la liberación, aun en sus formas legítimas. Se nos inculcaba que el diálogo con personas que siguieran estas espiritualidades particulares no era una opción válida. Eso explica por qué se ha tenido una actitud muy agresiva —e incluso se han tomado medidas represivas— contra quienes tuvieran simpatía hacia la teología de la liberación. Quiero recalcar que superar esta mentalidad de separación intraeclesial entre el Sodalicio y los demás grupos me ha costado mucho esfuerzo, además de que los rezagos de esa mentalidad me han generado más de un problema durante mi reinserción en la vida normal en el mundo.

‒ Perdono la situación de angustia que se me generó durante los siete últimos meses que pasé en una de las comunidades sodálites de San Bartolo, en el año 1993, hasta el punto de que llegué a desear que me sobreviniera la muerte. Eso debe atribuirse al concepto estrecho de vocación que se ha manejado en el Sodalicio y que se inculca en las mentes, a saber, que a quien no sigue la vocación a la que Dios le ha llamado, le será muy difícil obtener la salvación eterna. Esto se traducía así: quien ha sido llamado por Dios al Sodalicio y se aparta de él, pone en peligro no sólo su felicidad temporal, sino también su salvación eterna, y debe ser considerado como un “traidor”. El hecho de que yo no me sintiera realizado ni a gusto en las comunidades sodálites era para mí un indicio de que yo no estaba llamado a la vida consagrada en comunidad, pero el haber seguido esa vida durante unos once años (desde diciembre de 1981) me hacía pensar que posiblemente ésa si pudiera ser mi vocación, y era yo el que estaba fallando y fracasando. El hecho de tener que tomar una decisión —que, según lo que me habían inculcado, podía decidir mi destino eterno— me angustiaba a tal punto, que hubiera preferido morir debido a alguna circunstancia fortuita, es decir, ya no me importaba seguir viviendo. Esa sensación que se prolongó durante casi todo el tiempo que estuve en San Bartolo, y que me llevaba a no importarme correr riesgos durante los ejercicios corporales —incluyendo la natación en mar abierta— alcanzó una gran intensidad debido a que, como no se me comunicó cuánto tiempo iba a estar en San Bartolo —“discerniendo”, como se suele decir—, sino hasta un mes antes de salir, vivía en una continua incertidumbre y desasosiego. En esa época se creía en el Sodalicio que había muy pocas razones legítimas para alejarse de él, y que quienes se alejaban por lo general habían traicionado el llamado de Dios y sus esperanzas de salvarse eran muy reducidas. Eso explicaría por qué algunos exsodálites logran cierta paz cuando arrojan esa mentalidad por la borda, aunque muchas veces eso signifique también desprenderse de la fe.

‒ Perdono la desconfianza hacia mí que percibí en muchos sodálites consagrados, su falta de apoyo para reinsertarme en el mundo y el ostracismo que se me aplicó después de salir de comunidad, cuando poco a poco fui siendo apartado de manera imperceptible de actividades de formación y apostolado en el Sodalicio y el Movimiento de Vida Cristiana.

‒ Perdono que se me haya considerado loco, excéntrico o raro cuando comencé de buena fe a manifestar observaciones críticas ante varios aspectos del Sodalicio y del Movimiento de Vida Cristiana, o que se haya aceptado como ciertos rumores falsos sobre mi vida laboral y privada, sin verificación de ningún tipo.

Con todo lo dicho, el paso más importante para una reconciliación ya está dado. Y si algo he callado u olvidado, eso también queda perdonado y no se lo voy a tener en cuenta al Sodalicio. No voy a exigir disculpas, pues darlas es algo que debe partir de la libre iniciativa de los implicados y no una obligación. Pero si vienen, serán bienvenidas con el corazón abierto y la mano extendida.

El propósito de enmienda queda como un asunto entre Dios y los responsables del Sodalicio. Si quieren enmendarse, en buena hora. Y si no, arréglenselas con Dios y con el juicio de la historia. Pues ante Dios sí van a tener que responder de cómo administraron los talentos que se les confió, y qué hicieron con las personas que, por esos vericuetos del destino, se unieron al Sodalicio y pusieron su confianza en la institución, para luego ver sus esperanzas traicionadas.

Puedes irte, Sodalicio. No te condeno, ni te guardo rencor. Te bendigo y te deseo todo bien, no tanto por ti, sino por los seres humanos de carne y hueso que viven bajo tu sombra y que, al igual que yo, se sienten miembros vivos de la Iglesia, y a los cuales considero hermanos en Cristo, aunque no compartamos la misma ideología. Pero sí compartimos la misma fe y estamos unidos en la esperanza y el amor, en ese misterio de comunión que llamamos Iglesia, ese Pueblo de Dios donde la diversidad no sólo está permitida, sino que constituye uno de los mayores dones del Espíritu Santo.

Adiós, Sodalicio. Descansa en paz y que duermas bien. Por los siglos de los siglos.

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Quien quiera conocer el testimonio de alguien con una posición diversa a la mía, puede leer el siguiente post de Manuel Rodríguez en su blog Roncuaz:

http://roncuaz.blogspot.de/2013/05/mi-familia-espiritual-decepcion-y.html

Mientras que yo en un momento determinado consideré que traicionaría mi conciencia si seguía perteneciendo al Sodalicio, habiendo vivido lo que he vivido y sabiendo lo que sabía, Manuel —un amigo que merece toda mi confianza y a quien aprecio por su honestidad a prueba de balas— considera como un deber de conciencia seguir dentro de las filas del Sodalicio, al cual se siente ligado sentimentalmente por una vocación personal, aun siendo consciente de todos los problemas que aquejan a la institución y que tantos sufrimientos le han ocasionado. Llama al Sodalicio su familia espiritual, y está en todo su derecho de hacerlo, aunque, en mi opinión, se trata de una apreciación subjetiva, pues el Sodalicio es tan familia como lo puede ser una empresa, un club o un círculo de amigos, donde también se establecen lazos sentimentales entre las personas. Los problemas de asimilar el Sodalicio a una familia son varios. En una familia de veras, los lazos de parentesco existen independientemente de cuáles sean las opciones de vida, el comportamiento o los pensamientos de las personas. Me resulta difícil llamarla familia carnal, pues parecería que se le asigna una categoría inferior a lo que análogamente se llama “familia espiritual”. En cambio, en el Sodalicio —como en cualquier club— quien no cuenta con los requisitos y no cumple con las reglas, queda fuera. Por otra parte, en toda familia hay que guardar silencio sobre asuntos privados de las personas. Una institución que se considera a sí misma como una familia —como, por ejemplo, la mafia italiana— tiende a creer que esta obligación se debe cumplir de la misma manera, cuando, a decir verdad, no todo lo que la institución cataloga como privado lo es realmente, y no existe la obligación de guardar silencio sobre sus doctrinas, estructuras e historia, más aún cuando se trata de realidades que guardan relación con el ámbito público o afectan negativamente a las personas. De modo que quienes sienten al Sodalicio como una familia, lo hacen legítimamente, pero la comparación es bastante floja.

VOTO Y ABORTO

voto

El 4 de noviembre de 2008 hubo elecciones presidenciales en los Estados Unidos y salió elegido Barack Obama, del Partido Demócrata, actual Presidente de los Estados Unidos. Obama nunca fue del agrado de ACI Prensa ni del CLMUSA (Christian Life Movement USA) —la sucursal norteamericana del Movimiento de Vida Cristiana—, debido a que era asociado con posturas pro-abortistas. La consigna fue hacer propaganda a favor del voto por John McCain, del Partido Republicano, de la misma manera que en años anteriores se había apoyado al Presidente George Bush por tener una postura en contra del aborto. No entraban a tallar consideraciones de otro tipo, como, por ejemplo, que los candidatos republicanos estaban a favor de la pena de muerte, justificaban la tortura como un método para obtener información de vital importancia para la seguridad nacional, apoyaban la posesión irrestricta de armas de fuego, consideraban la violencia por parte del Estado como un medio muchas veces necesario para mantener el orden, defendían el discutible concepto de guerra preventiva como una herramienta efectiva para solucionar problemas en el ámbito internacional, favorecían políticas económicas en beneficio de los ricos y en perjuicio de las personas más pobres, a las cuales no se les garantizaba un acceso igualitario a la vivienda, la salud y la educación, y otras cosas más.

Considerando la posición respecto al aborto como criterio único para decidir el voto, muchos emevecistas, si hubieran vivido durante la década de los ’30 en Alemania, habrían votado por el partido nazi, que estaba en contra del aborto —se sabe que la policía secreta del régimen nazi, la GESTAPO, persiguió y encarceló a los que eran considerados asociales, entre los cuales se encontraban las mujeres que habían abortado, además de los homosexuales, los Testigos de Jehová, los vagos, los alcohólicos, los críticos del régimen, los judíos, los zíngaros, etc.—. O en vez de seguir su conciencia, como debe ser, se hubieran plegado a lo que dispusieron los obispos católicos alemanes, que en una carta pastoral fechada el 24 de diciembre de 1936 declararon a Hitler salvador del pueblo alemán y de todo el Occidente, por haber avistado desde lejos la invasión del bolchevismo, asegurándole un apoyo moral incondicional en su lucha contra el comunismo. Pues muchos emevecistas, al igual que la gran mayoría de los sodálites, creen que seguir a Jesús en la Iglesia es lo mismo que seguir a los obispos.

Antes de continuar, quiero que quede claro que, al unísono con la enseñanza oficial de la Iglesia, considero el aborto como un delito moral grave, pues se destruye una vida humana. El estado embrionario de esta vida no justifica su eliminación. Sin embargo, no comparto las actitudes extremistas de muchos activistas pro-vida, que se niegan a ver que hay situaciones límite muy complejas, donde está en riesgo la vida de la madre y donde no se debe juzgar a las personas, sea cual sea la decisión que tomen. Tampoco comparto la actitud de muchos católicos conservadores, que condenan a quienes no comparten su posición en lo que a asuntos de fe y moral se refiere. Llaman asesinos y criminales a quienes se pronuncian a favor del aborto, sin saber realmente si éstos tienen conciencia de que el aborto es la eliminación de una vida humana. Pues para que haya un crimen, se debe tener conciencia de que se está suprimiendo a un ser humano vivo. Si falta esta conciencia porque se cree que sólo nos hallamos ante un ser humano cuando el embrión es viable —es decir, puede sobrevivir fuera del seno materno—, entonces podemos hablar de un error grave, pero no de un delito.

Esta actitud condenatoria destruye las posibilidades de un diálogo constructivo. Tengo la impresión de que las actitudes agresivas, que pretenden derrotar dialécticamente al otro y anular su participación en la vida pública, han sido contraproducentes y no han aportado nada para que la causa de los así llamados pro-vida salga adelante. Lo peor que se puede hacer para que la verdad triunfe es gritársela al otro en la cara. Ni el mismo Jesús pudo convencer a los fariseos de la malicia de sus actos aplicando esta técnica. El diálogo inteligente parece ser una mejor estrategia. Y mediante el diálogo fue que Jesús ganó a algunos fariseos para su causa, entre ellos a Nicodemo y a José de Arimatea.

Tampoco creo que la problemática del aborto se resuelva por la vía jurídica. ¿Acaso se deja de abortar porque la ley lo prohíba? ¿Es justo y caritativo sancionar penalmente a las mujeres que por una u otra circunstancia pasaron por la experiencia de un aborto? La mejor vía para combatir el aborto es acompañar a las mujeres que enfrentan una situación difícil debido a un embarazo no deseado.

Al respecto, puede ser ilustrativo el caso de Alemania. Allí, la interrupción del embarazo se considera un delito y se sanciona con privación de la libertad. Sin embargo, hay excepciones. Está permitido el aborto terapéutico, hecho por prescripción médica, cuando corre peligro la vida o la salud física y mental de la embarazada, y una mejoría sólo puede lograrse mediante la interrupción del embarazo. También se permite abortar cuando hay razones de peso para presumir que el embarazo es producto de una violación o de cualquier abuso sexual penado por la ley, lo cual debe ser atestiguado por un médico criminólogo. En este caso, el aborto sólo está permitido hasta 12 semanas después de la fecundación. Lo mismo vale para el caso de que el aborto se efectúe a petición de la mujer embarazada, para lo cual se requiere haber participado en una asesoría sobre conflictos producidos por el embarazo, tras lo cual se emite un certificado. A continuación, deben pasar por lo menos tres días, para que la mujer tenga tiempo de reflexionar y finalmente tome una decisión.

Las diócesis católicas alemanas contaban con numerosos centros de asesoría, con el fin de acompañar a las mujeres que querían abortar e intentar disuadirlas de dar este paso, hasta que el Papa Juan Pablo II, en carta a los obispos alemanes fechada el 11 de enero de 1998, les prohibió emitir el certificado correspondiente, pues supuestamente ello convertiría a la Iglesia en cómplice de la muerte de niños inocentes y le restaría credibilidad a su postura de rechazo al aborto. Como consecuencia de esto, a los centros de asesoría de las diócesis alemanas les fue retirado el reconocimiento estatal, y aunque siguieron funcionando, perdieron relevancia en beneficio de otros centros de asesoramiento no católicos, que sí estaban autorizados a emitir el certificado. Ante esta absurda situación, un grupo de católicos laicos provenientes del Comité Central de los Católicos Alemanes fundó en septiembre de 1999 la asociación civil donum vitae para promover la protección de la vida, con sede en Bonn, a fin de compensar la situación descrita anteriormente y poder tener centros de asesoría de orientación católica para mujeres embarazadas, autorizados por el Estado y, por ende, con capacidad de emitir el certificado. El fin era garantizar la asesoría en caso de conflictos a causa de un embarazo y comprometerse a favor de la protección de la vida humana, a saber, la protección de la vida de los niños no nacidos, y acompañar con palabras y hechos a las mujeres que pasan por una situación difícil a causa de un embarazo. Actualmente donum vitae cuenta con más de 200 centros de asesoría en Alemania. Por supuesto, la asociación ha sido criticada por los jerarcas católicos que no ven más allá de sus narices, para los cuales la recta doctrina en asuntos de fe y moral prima sobre la atención caritativa a las personas que necesitan ayuda, en este caso mujeres embarazadas con problemas que se sienten tentadas de interrumpir su embarazo.

Regresando al tema de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, la pregunta que yo me hacía entonces, después de la victoria de Barack Obama, era si a un católico le era moralmente lícito votar por un candidato que estaba a favor de una legislación que permitiera el aborto. Pues, a decir verdad, John McCain nunca fue santo de mi devoción —y mucho menos George Bush—, mientras que Barack Obama despertaba entonces mis simpatías —aunque posteriormente me ha decepcionado mucho—, así como en las elecciones del año 2004 mis preferencias se fueron hacia el católico liberal John Kerry, quien perdió por poco ante el que muchos consideran —y no sin razón— el peor Presidente que jamás haya tenido los Estados Unidos: George Bush.

Las reflexiones que hice entonces las envié en un correo electrónico a la lista del CLMUSA Yahoo Group, a fin de iniciar una discusión constructiva sobre el tema. Salvo la respuesta de un emevecista, no hubo mayor eco. Quien sí accedió a conversar conmigo sobre el tema fue el entrañable y querido Adherente Seis, a quien ya conocerán por dos posts anteriores de este blog: SODALICIO Y OPUS DEI: CONVERSACIONES EPISTOLARES y SOBRE REBELDES, RECALCITRANTES, REACCIONARIOS, SODÁLITES Y OTRAS ESPECIES. He aquí los mensajes intercambiados.

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MENSAJE DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 5 de noviembre de 2008

Luego de una conversación que tuve con un amigo que vive actualmente en Estados Unidos, donde me expresaba su preocupación de que Obama saliera presidente debido a que no era contrario al aborto, mientra que John McCain si tenía una clara posición anti-abortista, me planteé la siguiente pregunta:

¿Es legítimo para un católico votar por un candidato que tenga una posición permisiva o favorable respecto al aborto?

Este amigo veía en la figura de Obama una posibilidad de cambio frente a un gobierno republicano que está a favor de una guerra injusta, no respeta los derechos humanos de muchos, no parece tener conciencia social y había llevado el país a una crisis económica de trágicas consecuencias. Y el candidato republicano parecía ofrecer más de lo mismo.

Tras reflexionar algún tiempo, he llegado a la conclusión de que sí se puede votar por un candidato pro-abortista, siempre y cuando se vote por él no por tener esa postura, con la que se está en desacuerdo, sino por otras razones de peso que lo ameriten.

No otra cosa es lo que dijo el Cardenal Joseph Ratzinger (actual Papa Benedicto XVI), entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una carta al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington DC y Presidente del Comité Ad Hoc para política doméstica, y a Mons. Wilton Gregory, Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), con ocasión de la reunión plenaria de primavera que este organismo sostuvo en Denver, Colorado, del 14 al 19 de junio de 2004 (ver noticia y texto completo en http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=5031).

El texto al que me refiero dice lo siguiente:

«Un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia. Cuando un católico no comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un candidato, pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es considerado una cooperación material remota, la cual puede ser permitida ante la presencia de razones proporcionales.»

¿Podría haber “razones proporcionales” para votar (o haber votado) por Obama? Yo creo que sí.

Por lo general, la postura del Partido Demócrata no debe entenderse como una promoción del aborto —algo así como una campaña para hacer que el mayor número posible de mujeres aborte—, sino como una postura permisiva —es decir, si alguna mujer toma la decisión de abortar, no se le impedirá esto y se le brindarán los medios para que lo haga sin riesgo a su salud… supuestamente—, bajo la falsa idea de que el aborto es meramente un asunto del ámbito privado —como se indica en la expresión “pro-choice”—.

Aún así planteada, esta postura es inaceptable para un católico.

Sin embargo, una prohibición legal del aborto no ayudaría a mejorar la situación sustancialmente. En Estados Unidos se abortaba igual antes del veredicto Roe vs. Wade que posteriormente a él. [NOTA: Roe vs. Wade es el nombre del caso judicial por el cual se reconoció en 1973 —por fallo dividido de la Corte Suprema— el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo o aborto inducido en Estados Unidos.] Ninguna mujer aborta porque la ley se lo permita, o deja de hacerlo porque la ley lo prohíba. Las razones que llevan a abortar son mucho más complejas y están ligadas a dramas humanos, muchas veces vinculados con la situación social, económica, sanitaria y educativa de las personas.

Si se prevé que con la elección de un candidato anti-abortista no mejorará la situación social de las personas, éstas no contarán con servicios de salud adecuados y accesibles, muchos se verán condenados a la pobreza y la miseria, con sus secuelas de violencia y desintegración familiar, se seguirá gastando innecesariamente recursos en una guerra absurda e inhumana, entonces un católico podría votar por otro candidato —aunque éste tenga una postura a favor del aborto—, si se prevé que en áreas cruciales aumentaría la atención a las personas y cambiarían las condiciones sociales y económicas que llevan a las mujeres a abortar.

Tomar una decisión sobre el voto únicamente en base a la postura del candidato respecto al aborto sería, pues, una irresponsabilidad. Más aún cuando se constata que años de gobierno republicano no han podido mostrar resultados efectivos en la lucha contra el aborto.

En este sentido, cualquier intento de querer reducir la decisión electoral de un católico estadounidense a una opción entre un “sí” o un “no” al aborto, sin otras consideraciones adicionales, aparecería como un intento de manipular las conciencias. Y no respetaría el espíritu de lo escrito por el Cardenal Ratzinger.

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RESPUESTA DE SIMPLICIO EMEVECISTA
Fecha: 5 de noviembre de 2008

Querido Martin:

No estoy de acuerdo con lo que planteas. El punto efectivamente es cuál(es) podría(n) ser las “razones proporcionales”… si las hubiera….

Pero ¿cuáles podrían ser razones proporcionales contra un numero altísimo de abortos provocados al año —algunos dicen hasta 1’200,000—, eso sin contar con incontables —¿decenas de miles?— de embriones muertos por los procedimientos de investigación en células estaminales, por ejemplo?

Yo creo que algo que podría “en teoría” sonar posible no se aplica en este caso concreto.

Un abrazo,

Simplicio

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 5 de noviembre de 2008

Hola, Martin:

Quisiera saber si te he entendido bien. Tú afirmas que «tomar una decisión sobre el voto únicamente en base a la postura del candidato respecto al aborto sería, pues, una irresponsabilidad». Según esta afirmación, si un elector católico votó por McCain debido principalmente a su oposición al aborto a pesar de tener notorias discrepancias con otros aspectos de la plataforma política de los republicanos, ¿estaría cometiendo una irresponsabilidad política?

Otra cuestión: tú afirmas que «la postura abortista del Partido Demócrata no debe entenderse como una promoción del aborto —algo así como una campaña para hacer que el mayor número posible de mujeres aborte— sino como una postura permisiva —es decir, si alguna mujer toma la decisión de abortar, no se le impedirá esto y se le brindarán los medios para que lo haga sin riesgo a su salud… supuestamente—». ¿Es tan libertaria la posición del Partido Demócrata? ¿No hay acaso importantes organizaciones promotoras del aborto en el mundo que van a obtener mayores fondos que durante el presente gobierno estuvieron bloqueados? Yo creo que, en la práctica, la posición del Partido Demócrata no es sólo permisiva sino promotora del aborto.

Una pregunta más: ¿En qué te basas para afirmar que antes de Roe vs. Wade en Estados Unidos se abortaba igual que antes? ¿Hay alguna estadística fidedigna?

Saludos,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 6 de noviembre de 2008

¡Hola, Adherente Seis!

Creo que me has entendido bien, pero el ejemplo que pones no corresponde a esa comprensión, pues me pones el caso de alguien que también ha examinado los otros aspectos de la política de McCain y, tras haber sopesado estos aspectos, decide que el asunto del aborto tiene mayor peso y toma una decisión. En este sentido, tampoco sería reprochable quien, luego de haber sopesado los otros aspectos de las políticas de Obama —entre ellas, por ejemplo, la promesa de implementar medidas sociales para disminuir el número de abortos—, toma la decisión de votar por él, no obstante estar en desacuerdo con su permisivismo respecto al aborto —es decir, su postura de no poner obstáculos a quien quiera abortar, dentro de lo que permite la ley—.

Un ejemplo de lo que digo sería la de aquel católico que asume que el tema del aborto es el único importante en las elecciones y, sin examinar ningún otro aspecto más, decide que sólo le puede dar su voto a McCain, porque ha prometido hacer lo posible para revocar el dictamen Roe vs. Wade. Que lo pueda hacer efectivamente o no, no es relevante para este católico. Bush prometió lo mismo, y el dictamen sigue estando vigente hasta ahora. Tampoco es relevante para él que el número de abortos en Estados Unidos haya ido disminuyendo desde principios de los ’90, incluso durante el gobierno del demócrata Bill Clinton, ni que la presencia de un republicano en el cargo de Presidente no tenga mayor influencia en el número de abortos que se efectúan cada año en los Estados Unidos.

Por eso mismo, considero que sigue siendo válido que el voto de un católico no puede decidirse exclusivamente bajo un único criterio. Y te confieso francamente que veo en las ideas de McCain muchos puntos gravemente incompatibles con la ética social cristiana: su justificación de la tortura, el concepto de guerra preventiva, su falta de preocupación social —salud, sueldos, educación, especialmente de los más pobres—. No debemos olvidar que un capitalismo que privilegie el capital sobre el trabajo es intrínsecamente inmoral, como ha repetido frecuentemente la enseñanza social cristiana.

Por otra parte, si Obama ha prometido tomar medidas para disminuir el número de abortos, no veo como pueda considerársele como promotor del aborto —aunque no sea anti-abortista—. Incluso el dictamen Roe vs. Wade no es en esencia una ley promotora del aborto, sino una ley despenalizadora de un acto que era considerado delictivo en muchos estados norteamericanos —aunque casi no haya casos de personas que hayan sido juzgadas por delito de aborto—. Ya en los años ’60 varios estados consideraron legal el aborto en determinados casos —violación, incesto o salud de la mujer—. Roe vs. Wade amplía a nivel federal la posibilidad de abortar, siempre y cuando el feto sea inviable, y eleva jurídicamente esta posibilidad a derecho de la persona. Sea como sea, se trata de una aberración. Ahora bien, la anulación de este veredicto apenas cambiaría la situación, pues delegaría otra vez en los estados la potestad de legislar sobre el aborto. Y como ocurría anteriormente al veredicto, las mujeres que quisieran abortar y estuvieran domiciliadas en estados donde el aborto no es legal, viajarían a otro estado para someterse a esta operación.

Cuando me refería a que antes de Roe vs. Wade se abortaba igual que después, no me refería a números, sino a que igualmente había numerosos abortos antes de que se emitiera el veredicto. Estadísticas al respecto no hay, dado que el aborto era ilegal en muchos Estados. Pero sí hay conjeturas fundadas. Al respecto puedes ver la información contenida en la Wikipedia en inglés y las fuentes que menciona: http://en.wikipedia.org/wiki/Abortion_in_the_United_States

Puedes seguir creyendo que el Partido Demócrata promueve el aborto, si consideras a las organizaciones que a las que te refieres, supuestamente promotoras del aborto, como parte del aparato del partido, lo cual es discutible. Y aun cuando fuera cierto lo que supones, debes tener en cuenta la complejidad de las organizaciones humanas. Durante un año yo trabaje en Lima para la GTZ [Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit, organismo que formaba parte de la cooperación alemana al desarrollo], la cual promueve métodos anticonceptivos artificiales en algunos de sus proyectos. ¿Significa eso que yo los apruebe? ¿O que al hacer mi trabajo concreto en dos proyectos de educación y uno en el ámbito social estuviera yo, por eso mismo, cooperando a que en otras áreas se promueva el uso de anticonceptivos? Me haces incluso llegar imaginar lo que podría ser un típico titular manipulador de ACI Prensa: «Teólogo católico trabaja en organización que promueve anticonceptivos prohibidos».

Como puedes ver, el tema no es tan sencillo como pretenden presentarlo algunos dizque representantes del catolicismo.

Un abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 6 de noviembre de 2008

Hola, Martin:

Con respecto a lo primero que dices estoy de acuerdo. El tema debe ser sopesado y creo que en el caso de la reciente elección en los Estados Unidos hay aspectos difíciles para los católicos a la hora de votar.

En cuanto a lo que McCain, francamente no sabía que el justificaba la tortura. Tenía entendido que coincidía con Obama en la necesidad de cerrar Guantánamo y que fue muy crítico de las torturas hechas en Irak por soldados norteamericanos. Tal vez esté mal informado.

No conozco la organización en la que has trabajado, pero si me conoces, sabrías que no te calificaría de abortista por haber hecho un par de proyectos educativos. Cuando Alejandro Bermúdez se puso agresivo contigo hace unos años, yo no aprobé esa actitud [ver EL INFORME DE LA CVR: HABLA EL DIRECTOR DE ACI PRENSA].

Un abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 7 de noviembre de 2008

¡Hola, Adherente Seis!

Respecto a McCain creo que estás mejor informado que yo. Si bien ciertamente McCain aplaudió que Bush vetara una ley contra la aplicación de tortura y si bien también en un momento estuvo de acuerdo en que los agentes americanos emplearan el “waterboarding”, aduciendo que no era tortura sino una metodología para hacer hablar a los inculpados, también es cierto lo que tú dices, y su posición actual parece ser de un claro “no” a la tortura, no obstante que muchos miembros del Partido Republicano estén a favor de ella —aunque sin llamarla por su nombre—.

Respecto a mi opinión sobre la manera de informar de ACI Prensa, tiene poco que ver con mis diferencias personales con Alejandro Bermúdez y más bien con la manera como ha estado conduciendo la parte noticiosa de su portal católico. ACI Prensa se ha convertido cada vez más en una vitrina de propaganda de ciertos intereses sectoriales, donde difícilmente se encontrará información equilibrada y no manipulada de acuerdo estos intereses. La manera de manejar sus titulares es un claro ejemplo de ello. Además, presenta omisiones que una agencia de noticias seria no se permitiría. Para ejemplo, un botón de muestra: En el año 2006 se realizó el documental Deliver Us from Evil de Amy Berg, que toma como base una entrevista al P. Oliver O’Grady, un sacerdote suspendido residente en Irlanda, el cual durante años abusó de menores ejerciendo su ministerio en la arquidiócesis de Los Angeles. El documental es serio y emotivamente impactante, aunque deje mal a algunos jerarcas de la Iglesia —lo cual no es lo mismo que dejar mal a la Iglesia—, a la vez que destaca la labor del P. Thomas Doyle, S.J., a favor de las víctimas. Este documental fue nominado al Oscar. Siendo una noticia de carácter eclesial de cierta relevancia, merecía por lo menos un comentario en ACI Prensa —que pretende hacer periodismo, si no entiendo mal—. Pues ¡silencio absoluto! Ni una sola mención del tema.

Las noticias sobre el tema del aborto deben ocupar más del 50% de su espacio, lo cual es desproporcionado, si se considera que la vida de la Iglesia abarca muchísimos más aspectos, muchos de ellos más importantes que la discusión sobre una acción que podría encajar perfectamente dentro de las crónicas policiales. Suele presentarse como noticia incluso declaraciones irrelevantes de obispos más cerca del ala conservadora, mientras que se calla declaraciones importantes de obispos con los cuales ACI Prensa —o Alejandro Bermúdez— discrepa. Por ejemplo, si un católico leyera sólo ACI Prensa, podría llegar a la conclusión de que en Estados Unidos todos los obispos niegan la comunión a los políticos católicos que no tengan una posición clara en contra del aborto, lo cual no se ajusta a la verdad. Pues hay algunos que consideran que no es competencia del ministro del sacramento decidir a quién le da o no le da la comunión, dado que el mismo Código de Derecho Canónico sólo permite excomulgar a las personas que hayan colaborado activamente en un aborto que haya tenido éxito, pero no es causal de excomunión tener una opinión abierta respecto al aborto —salvaguardando el hecho de que es falta grave estar a favor del aborto si se le reconoce libre y conscientemente como un crimen—.

Muchas veces ACI Prensa toma su información de otras fuentes —pues no parece contar con un equipo propio de reporteros— y la toma mal o a medias, ocultando información relevante pero incómoda para los intereses que parece defender. Y lo que más se deja extrañar es la reflexión y el análisis de la noticia. ACI Prensa parece buscar sólo el dato sensacionalista, impactante —como poner en noticias destacadas que una mujer dio a luz en un baño, o el promotor del sexo seguro se murió de SIDA, o una mujer en África gateaba 4 kilómetros para asistir a Misa—. En ese sentido, parece ser la prensa “chicha” del periodismo católico. Una comparación con otros informativos como ZENIT (de los Legionarios de Cristo) o Religión Digital (sección religiosa de Periodista Digital) evidencia aún más la falta de calidad que ostenta ACI Prensa en cuanto servicio de noticias.

Se jacta de ser el portal católico más visitado de Internet y presenta [actualmente] como lema «Lo que todo católico necesita saber». Si fuera sola y únicamente un portal de noticias, dudo que pudiera jactarse de lo que se jacta, pues la información que presenta es, por lo general, tendenciosa, parcial y manipulada. Frente a esto, yo recomendaría —a los que entiendan inglés— la lectura del National Catholic Reporter, que, si bien no siempre se puede estar de acuerdo con lo que dice, es estimulante y no anestesiante de la inteligencia.

De todos modos te agradezco por tu desacuerdo con la actitud de Alejandro Bermúdez cuando hubo esa disputa por e-mail hace ya varios años.

Un abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 7 de noviembre de 2008

Hola, Martin:

Como bien sabes por los muchos e-mails que hemos intercambiado, discrepo en muchas cosas contigo, lo cual no es malo si estas discrepancias se dan en un clima de respeto y búsqueda de la verdad. En estos intercambios de ideas —algunos más acalorados que otros— he reafirmado algunas de las cosas que pensaba pero he buscado entender tu punto de vista. En esa línea, tus reflexiones me han ayudado a reconsiderar muchos aspectos, abrirme a otras perspectivas y ser más crítico, lo cual es algo que valoro bastante.

Con respecto a lo que dices de ACI Prensa, yo creo que haciendo un balance general esta agencia sí presta un valioso servicio a la Iglesia. Eso no la hace inmaculada ni infalible. Yo también he criticado algunos artículos amarillistas, algunas omisiones, errores y en algún caso afirmaciones probablemente injustas o apresuradas —no creo que por mala fe sino por apasionamiento o cerrazón—. Creo que debes tener en cuenta la complejidad de las organizaciones humanas. ACI Prensa, como toda organización humana, es compleja y creo que no puede ser juzgada sólo desde el prisma de sus faltas.

Un abrazo,

Adherente Seis

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En eso te equivocaste, mi querido Adherente Seis. ACI Prensa no es compleja sino muy pero muy simple, y desde un simplismo que aplica categorías bipolares con escasos matices —buenos y malos, amigos y enemigos, verdadero y errado, moral e inmoral, ortodoxo y hereje, etc.—, donde todo se pinta de blanco o de negro y escasean los tonos grises, se muestra incapaz de comprender la complejidad de las realidades humanas, menos aún de las divinas, tiñiéndolas siempre con una ideología religiosa retrógrada y conservadora de dudosa calidad intelectual. No esperes, pues, que tenga capacidad de comprender las profundidades del drama que viven las mujeres que se ven en la terrible disyuntiva entre abortar o llevar a buen término un embarazo. El tema del aborto, con todos los aspectos humanos que implica, es muy complejo, y sólo puede ser encarado desde la inmensidad de la misericordia de Dios. Que quiere que todos tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Que así sea.

APUNTE PESIMISTA SOBRE LA JUVENTUD

havoc

Fotograma de la película «Havoc» (Barbara Kopple, 2005)

Nunca he creído en el mito de la juventud rebelde. Quienes son rebeldes auténticos, no lo son por el hecho de ser jóvenes, sino por un acto de lealtad a su propio pulmón existencial, que no se conforma con una realidad mal construida. Y esa actitud puede aflorar en todas las edades. Los rebeldes de pacotilla, en cambio, revelan bajo un barniz superficial su verdadero rostro de conformistas aquiescentes. Esta imagen de rebeldía es alimentada muchas veces por el sistema, como una manera de lucrar a partir de los aires rebeldes de una juventud dispuesta a consumir los productos y servicios que satisfagan esas necesidades.

Estando ya en Alemania, conocí a los jóvenes de una parroquia católica en Wuppertal, lo cual me motivó a escribir las siguientes reflexiones, a las cuales les puse el título de La juventud. Este escrito forma parte de mis «Crónicas desde Wuppertal» (2002-2004).

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Wuppertal, 21 de diciembre de 2002

Queridísimos amigos:

He conocido a algunos jóvenes de la parroquia aquí en Wuppertal. A primera vista, he visto que tienen características muy semejantes a las que encontramos entre los jóvenes en Lima y en otras partes del mundo.

Carecen de originalidad y suelen imitar las modas que la industria del espectáculo ha preparado especialmente para ellos, con el fin de que parezcan originales y juvenilmente rebeldes. Aquí también escuchan a Shakira, ese fenómeno comercial calculadamente elaborado para satisfacer las supuestas ansias de rebeldía de los jóvenes, que en el fondo no hacen otra cosa que someterse de manera conformista a una sociedad de consumo que les fomenta la rebeldía, pero siempre que se adecuen a los modelos que ellos mismos, con tanto esmero y sentido del marketing, han reparado. También son superficiales e incapaces de formular ideas propias. Consumistas, preocupados más en cómo van a vestir para tener un look juvenil realmente auténtico, en qué lugar de diversión van a dejar el dinero que manejan, y qué delicia van a comer. El futuro no es para ellos un problema, ni la sociedad en que viven, pues su falta de horizontes no les permite tener visión sino sólo para el momento presente, y tal vez para lo que suceda dentro de unos cuantos días. Critican lo que no les gusta, pero carecen de criterios para discernir lo bueno de lo malo.

Y para colmo de males, la idiosincrasia actual instila en nuestros intersticios neuronales la lógica de que ser joven es una de las cosas más deseables del mundo, y de ahí la vana epopeya de tantos cuarentones y otros de más recorrido etario que los lleva a estar en constante búsqueda de la fuente de la eterna juventud. Muy bien decía Gustave Thibon que quien busca vivir sin envejecer, termina envejeciendo sin haber vivido.

No conozco a nadie que haya dado sus mejores frutos siendo joven. Y también es cierto que quienes cuestionaron el sistema y el status quo de adultos, iniciaron ese recorrido de jóvenes, no en virtud de los supuestos valores de la juventud, sino gracias al descubrimiento de la propia autenticidad personal y la búsqueda de un sentido trascendente a la existencia. El ser joven no constituyó ningún aporte significativo para andar ese recorrido, esa vocación personal. La juventud, ¿esperanza de qué? Esperanza de todo, precisamente porque todavía no es nada. Pero la juventud no es cumplimiento todavía, y, por eso mismo, resulta absurdo considerar esta etapa como un paraíso al cual siempre se quiere regresar.

Hermanos, amigos y conocidos, carguemos nuestros años con dignidad sobre nuestras espaldas y llévemoslos con orgullo hacia adelante, con la misma frescura que el caminante encuentra en cada fuente de su recorrido. Los años transcurridos no se deben ocultar. Envejecer dentro del camino, cada vez más cerca de la Luz imperecedera, debe ser motivo de alegría y gozo. Porque lo contrario a la frescura de lo nuevo no es la vejez, sino la decadencia y el aburrimiento. Y de estas dos enfermedades están plagados demasiados jóvenes en nuestro mundo.