CARTA ABIERTA AL ARZOBISPO DEFENESTRADO JOSÉ ANTONIO EGUREN

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José Antonio Eguren (1956- ), arzobispo emérito de Piura y Tumbes

Estimado José Antonio:

Sí. Te digo “estimado” porque te he conocido personalmente desde que en el año 1978 el Sodalicio se cruzó en mi vida, y luego he vivido en comunidades sodálites, compartiendo contigo el mismo techo y pan, sentándome contigo a la misma mesa y compartiendo contigo momentos de vida comunitaria. Incluso, antes de ser cura, fuiste mi primer superior en diciembre de 1981, en la comunidad Nuestra Señora del Pilar ubicada entonces en el jirón Alfredo Silva en Barranco, muy cerca del Museo Pedro de Osma. En esa comunidad que recién se inauguraba compartimos techo juntos al principio Eduardo Field, Alfredo Draxl, Alberto Gazzo, Virgilio Levaggi, José Ambrozic y Alejandro Bermúdez. ¿No te resulta sorprendente que, salvo el de Field, todos estos nombres estén relacionados con la cultura de abusos que se vivió en el Sodalicio? Y tú, como superior de todos nosotros, encargado de dirigir la vida comunitaria de acuerdo a las directivas de Luis Fernando Figari —a quien seguías a pie juntillas y nunca te atreviste a contrariar—, ¿niegas hasta ahora que formaste parte de esa cultura de abusos?

Yo, entonces un joven de 18 años, con la confianza e ingenuidad propias de esa edad, confiaba absolutamente en las buenas intenciones de todos aquellos que, como tú, formaron parte de la generación fundacional del Sodalicio, y no abrigaba ninguna suspicacia contra nadie. No era consciente del lavado de cerebro y la manipulación de conciencia de la cual había sido objeto, pues la vida se presentaba abierta a ideales de grandeza y esperanzas de contribuir a cambiar el mundo, para convertirlo “de salvaje en humano, y de humano en divino”, como continuamente se nos repetía. Y a mantener esa ilusión contribuían los gratos momentos de vida comunitaria, que opacaban los severos castigos que a veces recibíamos.

Muchos se preguntan cómo pudimos soportar agresiones físicas y psicológicas, sin protestar ni rebelarnos. Eso se explica porque el anzuelo que nos atrapaba tenía también una carnada jugosa y sabrosa, unos momentos de vida fraterna que nos parecían la gloria, donde podíamos sentir una cierta alegría y un sentimiento de compañerismo y fraternidad que nunca habíamos experimentado de igual manera fuera de la comunidad. Nos sentíamos felices de ser “amigos en Cristo”. Pero, sin saberlo, eso ocurría a costa de nuestra libertad y sólo funcionaba mientras uno mantuviera una fidelidad férrea al ideal sodálite y nunca cuestionara nada.

En ese sentido, puedo decir que nunca he pasado mejores Navidades que aquellas que pasé cuando, después de la Misa del Gallo, nos reuníamos los miembros de todas las comunidades de Lima para compartir la cena navideña y representar sketches que nos hacían reír a carcajadas. Tú mismo, José Antonio, te disfrazaste una vez de Batman y apareciste junto con Alfredo Ferreyros disfrazado de Robin, para hacer una parodia —donde te llamaban Fatman por tu consabida corpulencia abdominal— que nos hizo reír con tu consuetudinaria simpatía.

Porque hay que reconocerlo. Siempre has sido una persona simpática, de carácter risueño, muy sentimental y cariñosa, que se preocupaba por los otros miembros de la comunidad. Eras afable en el trato y no utilizabas palabras groseras ni insultos cuando hablabas con alguien, ni siquiera con tus subordinados, a diferencia de otros sodálites con responsabilidad, que estaban habituados al lenguaje grosero y a los insultos, comenzando por el mismo Luis Fernando Figari.

Recuerdo algunos momentos en que te mostraste muy humano. Como, por ejemplo, cuando en la segunda mitad de los 80, vivíamos en la comunidad Nuestra Señora del Pilar, que estaba situada temporalmente en Juan José Calle 191 en La Aurora (Miraflores), pues la empresa minera que le había cedido en usufructo al Sodalicio la casona de Barranco necesitaba hacer uso de ella. Nuestro superior era Luis Ferroggiaro, que todavía no había sido ordenado sacerdote. Hay que tener cuenta que, según las normas del Sodalicio, los sacerdotes no pueden ser superiores de comunidad. Curiosamente Ferroggiaro, quien fue despedido en ese entonces del Colegio Markham y se le negó el permiso para seguir siendo profesor de religión, también ha sido acusado, ya siendo sacerdote en Arequipa, de haber abusado sexualmente de un menor.

Un día llegaste afligido a la casa porque, regresando de la residencia de Figari en Santa Clara, se te había cruzado un borracho en la Av. Circunvalación y lo atropellaste, causándole la muerte. Ferroggiaro encargó que se alquilara una película en video para distraerte, y elegimos Escape en tren (Runaway Train, Andrei Konchalovsky, 1985) porque sabíamos que te gustaban las películas de acción y nos hacías reír imitando el sonido de las ametralladoras de Arnold Schwarzenegger en dos de tus películas favoritas: Commando (Mark Lester, 1985) y Predator (John McTiernan, 1987). Pusimos la película, y en el momento en que un hombre del siniestro alcaide Ranken es descendido con una cuerda desde un helicóptero hacia la locomotora del tren sin frenos donde están los dos reclusos evadidos interpretados por Jon Voight y Eric Roberts, el agente es arrollado por el tren y cae bajo sus ruedas, encontrando la muerte. En ese momento, José Antonio, te levantaste de tu sillón y te retiraste a tu dormitorio. Nos dio pena, porque no sabíamos que el film iba a recordarte el accidente que había ocurrido, del cual terminarías saliendo judicialmente libre de polvo y paja.

Hay que añadir que tus gustos cinematográficos eran bien pedestres. Además de violentas películas de acción, te gustaban las de la serie Locademia de policía (Police Academy). Recuerdo una vez que Jorge Ríos y yo te acompañamos mientras veías en video un film de la serie. Te arrastrabas de risa ante cada ocurrencia burda y grosera de la trama, mientras Jorge y yo nos aburríamos, sin que nos causara gracia tanta vulgaridad. Pero una vez si te quejaste ante el superior cuando organice un cine-fórum con agrupados universitarios para mostrarles La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971), pues te parecía una película inmoral, una valoración conforme con tu visión ultraconservadora de la moral y el arte. Pues nunca fuiste de correr riesgos, y siempre seguiste con lealtad incondicional los principios sodálites de Figari y mantuviste una postura conservadora y rígida en temas de fe católica y moral, que te ha llevado a descalificar a personas que piensen distinto a ti y a cerrarte al diálogo.

En ese sentido, ayudaste a a aplicar medidas humillantes contrarias a la dignidad de las personas, aunque lo que hizo no se diferencia sustancialmente de lo que hicieron otras personas con cargos de responsabilidad en el Sodalicio, sin que se pueda saber si eras consciente de la gravedad de lo que hacías. Al igual que yo, fuiste testigo de una multitud de abusos en comunidades sodálites. Te confieso que me demoré más de una década en comprender que lo que vi eran realmente abusos, pues había sufrido una reforma del pensamiento (o control mental) tal como el que se suele dar en organizaciones sectarias y durante mucho tiempo creí que los abusos dentro de las comunidades sodálites eran en realidad procedimientos legítimos dentro de una institución católica donde se busca la perfección cristiana. Y a pesar de que tú colaboraste activamente en aplicar la medida de aislamiento que sufrí en diciembre de 1992 en la comunidad Nuestra Señora del Pilar situada nuevamente en Barranco —medida que me llevaría a huir en una noche con toque de queda hacia una de las comunidades de formación de San Bartolo, donde pasaría siete meses atormentado a diario por pensamientos suicidas—, no catalogué eso entonces como un abuso, pues todavía no me había librado de la férula mental del Sodalicio y todavía seguí creyendo que era yo el que había fallado, que yo tenía la culpa de lo sucedido. Por eso mismo, te pedí que oficiaras mi matrimonio religioso el 29 de noviembre de 1996, en una ceremonia que, sin lugar a dudas, fue hermosa e impresionante por los cientos de invitados que asistieron y las palabras emotivas que brotaron de tu rostro sonriente. Yo no sabía entonces que tú ya habías tenido conocimiento de los abusos sexuales perpetrados por Virgilio Levaggi, y lo encubriste, así como también encubrirías posteriormente a Jeffery Daniels, cuyos abusos fueron conocidos por toda la cúpula sodálite.

Pero seguías llevando el veneno del Sodalicio en tu alma, y esa sonrisa tuya podía convertirse en la sonrisa del Joker cuando te burlabas de un confráter sodálite que estaba siendo sometido a un trato humillante, como ocurrió con José Enrique Escardó.

Y cuando llegaste a ser obispo, parece que los humos se te terminaron subiendo a la cabeza, pudiéndosete aplicar las palabras que el noble inglés Lord Acton le aplicó al Papa Pío IX: «El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente».

José Antonio, tenías todas las cualidades para ser un sacerdote ejemplar y un pastor preocupado por el Pueblo de Dios, pero preferiste ponerte al servicio de una institución sectaria, defendiendo su imagen contra aquellos que subjetivamente considerabas enemigos de la Iglesia y del Sodalicio, haciendo buenas migas con autoridades corruptas —tanto políticas, judiciales, militares como policiales—, protegiendo negocios turbios de empresas vinculadas al Sodalicio, contratando a abogados histriónicos y circenses para que tuerzan el derecho a tu favor y, sobre todo, callando en todos los colores sobre los abusos sexuales, psicológicos y físicos que se perpetraron en el Sodalicio, principalmente en las comunidades sodálites, e ignorando a las víctimas y sus sufrimientos. Lo mínimo que hubieras podido hacer es pedir perdón por haber contribuido a la cultura de abuso del Sodalicio, al que tanto amas por encima de la justicia y de la misericordia que tanto predicas. A estas alturas, creo que eso es mucho pedirle a un jerarca de la Iglesia que se regodeó en su poder, de quien aun guardo —lo confieso— recuerdos gratos por varios momentos compartidos juntos cuando aún afloraba el lado luminoso de su humanidad, ese lado luminoso que fue echado a perder por esa hidra de siete cabezas que es la institución sodálite.

(Columna publicada el 7 de abril de 2024 en Sudaca)

EL INCENDIO DEL SODALICIO

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Cuando en octubre de 2015 Pedro Salinas y Paola Ugaz publicaron el libro Mitad monjes, mitad soldados, el Sodalicio comenzó a incendiarse. Los encargados de apagar ese incendio y resarcir los destrozos, sobre todo los daños infligidos a las víctimas de abusos, eran quienes tenían en ese momento las riendas de la institución, los integrantes de lo que se conoce como el Consejo Superior del Sodalicio de Vida Cristiana.

Si bien el P. Juan Mendoza Figari integraba el Consejo Superior en el año 2015 como asistente de espiritualidad, ya en el año 2016 no formaba parte de ese organismo y nos encontramos con la siguiente constelación de miembros:

  • Alessandro Moroni , Superior General
  • José Ambrozic, Vicario General
  • P. Jorge Olaechea, asistente de espiritualidad
  • Gianfranco Zamudio, asistente de instrucción
  • Javier Rodríguez Canales, asistente de apostolado
  • Fernando Vidal, asistente de comunicaciones
  • Carlos Neuenschwander, asistente de temporalidades

Sería este Consejo Superior el que enfrentaría el período más álgido de la conflagración en el año 2016, cuando comenzaron a aparecer más testimonios de abusos, la Comisión Ética para la Justicia y la Reconciliación —convocada por el mismo Sodalicio— evacuaba en abril un primer informe demoledor, y la segunda comisión de tres expertos internacionales (Ian Elliott, Kathleen McChesney y Monica Applewhite) —también convocada y contratada en régimen de honorarios por el Sodalicio— iniciaba su labor de control de daños y lavado de cara de la institución. A su vez, el Consejo Superior viajaba a Roma para ver cómo arreglaba el escándalo de los abusos ante las autoridades vaticanas.

El fuego no paró de arder y aparentemente terminó chamuscando a varios miembros del Consejo Superior, pues con el tiempo cuatro de ellos terminarían saliendo del Sodalicio, a saber, Alessandro Moroni, Javier Rodríguez Canales, Jorge Olaechea y Gianfranco Zamudio. Nunca antes en la historia de la institución se habían ido en un período tan corto de tiempo, por voluntad propia, tantos sodálites que llegaron a ocupar altos cargos dentro del Consejo Superior, si bien ninguno de ellos está incluido entre los denunciados por abusos. Anteriormente sólo dos integrantes del Consejo Superior se habían separado del Sodalicio: Virgilio Levaggi, por voluntad propia, acusado de abusos sexuales, y Germán McKenzie, que fue expulsado por una falta grave reiterada que nunca se quiso dar a conocer, pero que sabemos con certeza que no entra dentro de la categoría de abusos, pues la estrategia del Sodalicio frente a este tipo de faltas ha solido ser el encubrimiento y el silencio, nunca un pronunciamiento público admitiendo un delito de tal envergadura, aunque sea veladamente, en uno de sus miembros.

De los anteriores, el primero en irse fue Javier Rodríguez Canales, actualmente Director de Cultura y Biblioteca del Centro Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa. Es hermano de Manuel Rodríguez Canales, un sodálite casado que jugó un papel protagónico ejerciendo una crítica institucional interna hacia la manera en que el Sodalicio manejó el tema de los abusos, aunque siempre ha preferido tener un perfil bajo y no hacer declaraciones públicas y transparentes sobre lo que sabe. Lo cual es absolutamente comprensible, si se entiende que toda su trayectoria profesional ha estado ligada a la Universidad San Pablo de Arequipa, gestionada por el Sodalicio.

Gianfranco Zamudio es actualmente subdirector de formación del Colegio Cumbres (Santiago de Chile), institución educativa fundada por los Legionarios de Cristo.

El P. Jorge Olaechea colgó los hábitos, llegó a ser director director académico de la Universidad Andina para el Desarrollo (Huancavelica) y actualmente es su director de investigación.

¿Y qué fue de la vida de Alessandro Moroni, el único Superior General del Sodalicio de los cuatro que ha tenido la institución que se ha separado de ella?

Actualmente vive en Santo Domingo, a unos 96 km por carretera al sur de Valparaíso y a 114 km por carretera al oeste de Santiago de Chile. Las Brisas de Santo Domingo es un paraíso para ricos, un lujoso condominio cerca de la costa chilena, con campo de golf incluido, y Moroni es gerente general de la Fundación Las Brisas de Santo Domingo, que se dedica a la promoción social de los trabajadores del condominio, incluidos sus familiares. Moroni está casado y parece gozar de la confianza de la clase pudiente que habita esos lares. Aparentemente se ha olvidado de su vida pasada. Pero quienes recordamos la gran responsabilidad que ostentó y su complicidad en defraudar y maltratar a las víctimas del Sodalicio, no olvidamos. Esperamos que aún tenga una conciencia que le recuerde la tibieza con que actuó y las vidas arruinadas que dejó la estela de su actuar mediocre y cómplice. Si quiere redimirse, algún día tendrá que decir lo que sabe. Su actual vida paradisíaca está construida sobre ruinas humanas.

Los cuatro que se fueron saben cómo se manejó el escándalo y cuáles fueron las estrategias de encubrimiento de los abusos y traición de la confianza de las víctimas. Y probablemente todo eso haya influido en la decisión que tomaron de separarse del Sodalicio. Pero hasta ahora ninguno ha hablado. Recae sobre sus hombros una inmensa responsabilidad. Y en la medida en que no hablen, serán cómplices de los crímenes cometidos por el Sodalicio. Sabiendo todo lo que pasó al interior del Sodalicio en los años 2015 y 2016, mantienen un silencio verdugo de las víctimas.

Lo curioso es que este incendio institucional fue precedido años antes por un incendio real de enormes proporciones y consecuencias desastrosas, donde uno de los miembros del Consejo Superior jugó un rol importante, a saber, José Ambrozic.

En el año 2011 Ambrozic era superior de una comunidad sodálite encargada de administrar el Centro de Retiros Religiosos y Conferencias que la arquidiócesis de Denver (Colorado, EE.UU.) había inaugurado en 1987 en Camp St. Malo, a unos 100 km al noroeste de Denver en un agreste paraje montañoso que invita a la contemplación y la meditación. Se trataba de una imponente edificación de tres pisos con 49 habitaciones, que recibía unos seis mil visitantes al año. El complejo incluía la Capilla de Santa Catalina de Siena, más conocida como la Capilla sobre la Roca. Terminada de construir en 1936 y designada en 1999 como un sitio histórico por el condado de Boulder, la capilla sigue siendo el núcleo de lo que es el centro espiritual de Camp St. Malo.

El sitio había adquirido también una importancia histórica y espiritual por otra circunstancia. Durante la Jornada Mundial de la Juventud realizada en Denver (10 a 15 de agosto de 1993), el Papa Juan Pablo II había bendecido la capilla e incluso se había alojado en en el centro de retiros. La habitación donde había dormido era custodiada de una manera especial, mientras en un depósito aparte se conservaban las sábanas y cobertores que había usado amén de otras “reliquias”, entre ellas fotos relacionadas con la visita del Sumo Pontífice.

Pero de esta honorable visita no habían sido testigos ni José Ambrozic, ni los otros cuatro sodálites ni el aspirante al Sodalicio que habitaban el centro de retiros en el año 2011, pues —según la página web oficial de Camp St. Malo— recién en el año 2003 la arquidiócesis de Denver le había encargado la administración de las instalaciones al Movimiento de Vida Cristiana vinculado al Sodalicio, y en realidad fueron solamente sodálites quienes asumieron esa tarea.

El 14 de noviembre de 2011, a las 7:45 de la mañana, se desató un incendió. Según Catholic News Agency, Ambrozic y los otros integrantes de la comunidad vieron las llamas cuando regresaban a su residencia después de la misa el lunes por la mañana. Pero el mismo Ambrozic le contaría posteriormente una historia distinta al Denver Post. Relató que él y cinco colegas estaban asistiendo a misa en la capilla del tercer piso la mañana del 14 de noviembre cuando alguien en la habitación vio llamas en el techo exterior. Según Ambrozic, habían estado unas 48 horas sin electricidad y estaban utilizando la chimenea en la sala de estar para calentar el edificio y evitar que las tuberías se congelaran. Al principio, el incendio, que parecía restringirse a una pequeña sección del techo, no parecía ser un gran problema. Alguien llamó al 911 y todos evacuaron el edificio.

Hacia las 11 a.m. los bomberos informaron que habían logrado contener el fuego que comenzó con una explosión en el techo del edificio principal del centro de retiros. Pero el salón, el comedor, la cocina, la biblioteca y las áreas comunes se habían quemado y colapsado, junto con la pequeña capilla del tercer piso. No hubo muertos ni heridos que lamentar, pues ese día el centro no tenía huéspedes y estaba prácticamente vacío.

El fuego no afectó la histórica Capilla sobre la Roca, situada a cierta distancia del edificio, pero los bomberos declararon que el centro de retiros podría perderse por completo debido al daño estructural, aunque tres pisos del área de alojamiento aún permanecían en pie. La habitación 314 donde se había alojado el Papa Juan Pablo II salió indemne del incendio. Los contenidos de un clóset que contenía recuerdos de su visita sobrevivieron en su mayoría. Sin embargo, las pérdidas incluyeron un cuarto usado como depósito donde se guardaban la colcha y las sábanas que Juan Pablo II utilizó durante su visita, además de otros objetos recordatorios.

En declaraciones a la Catholic News Agency, Ambrozic dijo: «Ésta es una pérdida muy trágica, porque muchos elementos emblemáticos de la Iglesia en Colorado estaban aquí en St. Malo, y la mayoría de ellos se han perdido en el incendio. Sin embargo, la Iglesia es mucho más que sus edificios, así que volveremos cuando Dios lo desee, sirviendo como lo hemos estado haciendo en la comunidad católica de Colorado y más allá». Al igual que sus futuras promesas de resarcir justamente a las víctimas de abusos en el Sodalicio, esto nunca ocurriría, por circunstancias que veremos más adelante.

Un mes después, el 23 de diciembre, el incendio causante de pérdidas de hasta ocho millones de dólares en daños fue declarado accidental. Según dieron a conocer las autoridades del sheriff del condado de Boulder, los investigadores no pudieron determinar la causa directa del fuego que se originó en la estructura del techo, dentro y alrededor de la chimenea del edificio.

Sin embargo, parece que la compañía del seguro contra incendios tenía más información. En una bitácora web de la asociación Camp St. Malo Alumni aparece la siguiente anotación:

«December 2015:

Last day for the Archdiocese of Denver to receive insurance money from the fire or they would lose it».

Diciembre de 2015:

Último día para que la Arquidiócesis de Denver reciba el dinero del seguro por el incendio, de lo contrario, lo perdería»].

A decir verdad, el seguro nunca pagó nada. Téngase en cuenta que en estos casos una de las razones más frecuentes que esgrimen los seguros para evitar pagar un daño es que hubo grave negligencia por parte de los responsables del edificio. José Ambrozic habría omitido encargar el mantenimiento de rutina de la chimenea, que tiene que ser deshollinada con regularidad, y eso habría ocasionado el incendio. Por supuesto, esta información debía ser mantenida en reserva a fin de evitar perjudicar la buena imagen que el Sodalicio estaba buscando irradiar en los Estados Unidos. Esto no podría haberse logrado sin la complicidad de las autoridades eclesiásticas que protegían a los sodálites.

Para esa fecha el arzobispado de Denver ya había renunciado a reconstruir el centro de retiros. A inicios de septiembre de 2013, lluvias torrenciales devastaron gran parte del terreno en los condados de Boulder y Larimer. Las inundaciones y deslizamientos de lodo y escombros causaron daños significativos a la propiedad de Camp St. Malo, aunque la Capilla sobre la Roca permaneció intacta debido a su posición elevada en relación al terreno circundante.

En noviembre de 2014 se hizo de conocimiento público la decisión de no reconstruir el centro de retiros. «A la luz de los significativos costos de saneamiento de la propiedad, la continua incertidumbre sobre la estabilidad de Mount Meeker y el impacto desconocido de los futuros flujos de agua y sedimentos en la propiedad, se ha determinado que no es prudente reconstruir en la propiedad de St. Malo», declaró David Holden, director financiero de la arquidiócesis y presidente de la entidad corporativa de Camp St. Malo.

¿Qué pasó con Ambrozic, quien habría tenido responsabilidad en lo sucedido? Pues nada relevante. Aún siendo el integrante de mayor edad de la fundación generacional, teniendo una mente brillante de inteligencia superior unida a un carácter distraído y talante ausente, nunca habría gozado de la confianza plena de Luis Fernando Figari y, por lo tanto, por eso mismo nunca habría ostentado ningún cargo en el Consejo Superior. Lo mismo sucedió durante cuando, por corto tiempo, fue Superior General Eduardo Regal (entre 2011 y 2012), quien había sido mano derecha de Figari y la persona a través de la cual Figari habría seguido ejerciendo influencia en la conducción del Sodalicio. Ambrozic se habría convertido para Figari en el lorna que quemó el centro de retiros de Camp St. Malo.

Fue recién durante el período de mando de Alessandro Moroni como Superior General, quien pretendió romper con la influencia de Figari, que Ambrozic llegó a formar parte del Consejo Superior, primero como asistente de comunicaciones y después como Vicario General. Pero así como no pudo evitar ni apagar un incendio real, tampoco poco pudo evitar ni apagar el incendio simbólico que significó el escándalo de abusos del Sodalicio, incluso empeorándolo con su negligencia e incompetencia para tomar al toro por las astas y ponerse al servicio de la verdad y de la justicia.

(Columna publicada el 27 de enero de 2024 en Sudaca)

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FUENTES

Página web oficial de Camp St. Malo
https://campstmalo.org

Catholic News Agency
Colorado Catholic retreat center seriously damaged in fire (Nov 14, 2011)
https://www.catholicnewsagency.com/news/23754/colorado-catholic-retreat-center-seriously-damaged-in-fire

Reporter-Herald (The Denver Post)
Out of the ashes: Long road ahead for Camp St. Malo Retreat Center after fire (November 24, 2011)
https://www.reporterherald.com/2011/11/24/out-of-the-ashes-long-road-ahead-for-camp-st-malo-retreat-center-after-fire/

Daily Camera
Fire at Allenspark’s St. Malo Retreat Center ruled accidental (December 23, 2011)
https://www.dailycamera.com/2011/12/23/fire-at-allensparks-st-malo-retreat-center-ruled-accidental/

Denver Catholic
Mudslide buries plans to rebuild mountain retreat center (November 4, 2014)
https://denvercatholic.org/mudslide-buries-plans-rebuild-mountain-retreat-center/

CSM Alumni
https://www.csmalumni.com/new-page

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POST SCRIPTUM (29 de enero de 2024)

Posteriormente a la publicación de este artículo me llegó información relevante adicional sobre el incendio de la casa de retiros de Camp St. Malo. Según me cuentan, la información que los sodálites dieron a miembros del Christian Life Movement (Movimiento de Vida Cristiana) en Denver es que la causa había sido una falla en la caldera del edificio. Sin embargo, lo que realmente habría sucedido es mucho peor que cualquier sospecha que hubiéramos tenido.

La casa habría estado sin calefacción y electricidad por un par de días y los seis miembros de la comunidad sodálite habrían decidido bajar a dormir a la sala principal de la casa de retiro, que tenía una chimenea que era más de adorno que de verdad. Había otra chimenea de piedra en el comedor que podrían haber usado, pero no lo hicieron. Habrían decidido dormir en las alfombras de la sala alrededor de la chimenea del salón principal por el frío y habrían estado alimentando el fuego con cartones y maderas durante toda la noche. Temprano en la mañana se habrían levantado para ir a misa, dejando el fuego desatendido. El calor de la chimenea habría calentado el techo del edificio, donde efectivamente comenzó el fuego, que de allí se expandió por el techo a toda la zona derecha del edificio, incluyendo las habitaciones de la comunidad que estaban en el segundo piso en esa área. Se quemaron esas habitaciones, la comunidad perdió todo y la mitad del edificio quedó inservible.

Los sodálites que vivían Camp St. Malo son los únicos que podrían verificar públicamente esta versión de los hechos. Pero es poco probable que lo hagan, fieles al modus operandi del Sodalicio de mantener un código de silencio al estilo de la mafia y de mentir descaradamente ante la opinión pública.

SODALICIO: LA FARSA DE LAS REPARACIONES

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Alessandro Moroni, entonces Superior General del SCV, y Claudio Cajina, abogado del Sodalicio, presentándose ante el Ministerio Público para entregar información sobre abusos sexuales en el Sodalicio (17 de febrero de 2017)

Desde que existe el Sodalicio, han habido en la institución prácticas que atentarían contra varios derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU (1948). En concreto, los diferentes abusos que se han perpetrado en la institución fundada por Luis Fernando Figari y otros calificarían como tratos crueles, inhumanos o degradantes (Art. 5), así como la esclavitud moderna o servidumbre (Art. 4) a que fueron sometidos algunos miembros violaría derechos humanos básicos. También hay testimonios de injerencias arbitrarias en la vida privada, la familia y la correspondencia, así como ataques a la honra y reputación (Art. 12), realizadas de manera habitual como parte del sistema de funcionamiento de la institución. Y grave es también la manipulación psicológica, el formateo mental y la obligación de tener un pensamiento único, siendo cualquier divergencia legítima reprimida o sancionada con castigos, lo cual atentaría tajantemente contra la libertad de pensamiento y de conciencia (Art. 18). Asimismo, se habría atentado contra el derecho de libre circulación y de elegir el lugar de residencia (Art. 13) de los miembros del Sodalicio desde el momento en que el sólo hecho de salir a la calle requería de la autorización de un superior o encargado de comunidad —bajo pena de castigos en caso de incumplimiento— y casi ninguno de los miembros del Sodalicio podía ni siquiera expresar el deseo de dónde quería residir sino que tenía que aceptar sin rechistar el lugar de residencia asignado por el Superior General de la institución.

Si revisamos la Constitución Política del Perú, se puede suponer con fundamento que en el Sodalicio se habría violado el derecho de las personas «a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar» (Art. 2°, 1) «a la libertad de conciencia» (Art. 2°, 3), «a las libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento» (Art. 2°, 4), «al honor y a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar así como a la voz y a la imagen propias» (Art. 2°, 7), «a la libertad de creación intelectual, artística, técnica y científica, así como a la propiedad sobre dichas creaciones y a su producto» (Art. 2°, 8), «al secreto y a la inviolabilidad de sus comunicaciones y documentos privados» (Art. 2°, 8), «a elegir su lugar de residencia, a transitar por el territorio nacional y a salir de él y entrar en él» (Art. 2°, 11), «a la paz, a la tranquilidad, al disfrute del tiempo libre y al descanso, así como a gozar de un ambiente equilibrado y adecuado al desarrollo de su vida» (Art. 2°, 22) y «a la libertad y a la seguridad personales» (Art. 2°, 24).

Si bien ha habido por parte de la institución sodálite un reconocimiento oficial de que hay «víctimas de diversas formas de abuso y maltrato generados en su relación con el Sodalicio» (Carta de Alessandro Moroni, Superior General del SCV, 14 de febrero de 2017), la manera en que supuestamente se buscó atender y auxiliar a esas víctimas dista mucho de ser un procedimiento que responda a criterios de justicia.

La Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, primera instancia convocada por el Sodalicio para atender a las víctimas, habría recibido unos cien testimonios, y emitió informes personales con recomendaciones a ser cumplidas por el Sodalicio a fin de reparar a las víctimas. En la mayoría de los casos, las autoridades del Sodalicio se pasaron estas recomendaciones por el forro, y convocaron una segunda comisión conformada por expertos contratados —y jugosamente remunerados, supuestamente—: el irlandés Ian Elliott y las estadounidenses Kathleen McChesney y Monica Applewhite. El objetivo habría sido volver a hacer las investigaciones a partir de cero y tener un proceso controlado en todas sus instancias y momentos por las autoridades sodálites, dejando sin peso efectivo el trabajo hecho por la primera comisión, cuyos cinco integrantes habían renunciado expresamente a cualquier tipo de remuneración ofrecida por el Sodalicio a fin de garantizar su independencia.

Ya desde la instalación de la primera comisión hubo críticas respecto a la manera como el Sodalicio fue manejando los casos de las víctimas, ante lo cual Fernando Vidal, entonces Superior Regional del Perú, creyó necesario aclarar públicamente los cuestionamientos mediante un artículo en el diario El Comercio (18 de enero de 2016). Entre otras cosas, Vidal decía: «Falso también es que hayamos pedido cualquier compromiso de confidencialidad, y mucho menos silencio, a ninguna de las personas que ayudamos».

Parece que más adelante cambiaría diametralmente de opinión, pues —tal como yo he mismo he podido comprobar— en las transacciones extrajudiciales que posteriormente se les hizo firmar a las víctimas como condición ineludible para recibir una reparación —en las cuales figura Fernando Vidal como representante del Sodalicio en su calidad de Superior Regional del Perú—, aparece la siguiente cláusula:

«El señor [Fulano de Tal] y el SCV se obligan a mantener absoluta reserva y confidencialidad sobre las conversaciones y negociaciones sostenidas para arribar a esta transacción, sobre el contenido del presente acuerdo, incluyendo los montos indemnizatorios comprendidos (asistencia e indemnización), los hechos que lo motivan y las personas involucradas en ellos.

La obligación de confidencialidad antes descrita alcanza a los representantes, asesores u otras personas que hayan intervenido o participado, colaborado o asesorado a cada una de las partes para la suscripción de la presente transacción. El incumplimiento de esta obligación de confidencialidad por parte de alguna de ellas hará responsable a la parte con la que se vincula.

El incumplimiento del deber de confidencialidad, ya sea directamente o por alguno de sus representantes, asesores o colaboradores, habilitará a la otra parte a reclamar la indemnización correspondiente».

Este acuerdo de confidencialidad es lo de menos si se compara con aquellas otras obligaciones a las cuales la víctima queda atada, expresadas en el siguiente texto:

«La asistencia y compensación monetaria que el SCV se compromete a pagar en virtud del presente Acuerdo es la cantidad completa y única que el SCV proporcionará al señor [Fulano de Tal], ahora o en el futuro.

El señor [Fulano de Tal] voluntariamente libera a el SCV y a los miembros de su Consejo Superior, actuales y anteriores, a todos sus miembros, sacerdotes o laicos, u otras personas con cualquier tipo de vinculación con el SCV, y a todas las personas jurídicas, según el Código Civil Peruano o el Código de Derecho Canónico, o equivalentes constituidas o domiciliadas fuera del Perú, vinculadas a el SCV (colectivamente, los “Liberados”), de cualquier reclamación judicial o extrajudicial, demanda o exigencia a partir de la cual se pretenda cualquier ayuda, indemnización o pago adicional, por los hechos referidos en el presente documento.

Esta transacción se celebra con observancia a los artículos 1303° del Código Civil peruano, 335° del Código Procesal Civil peruano y el Canon 1713° y siguientes del Código de Derecho Canónico, o cualesquier otra norma equivalente en otros países aparte del Perú.

El señor [Fulano de Tal] y el SCV manifiestan su conformidad a que las prestaciones establecidas en este documento son las únicas que el SCV tendrá obligación de proporcionar a el señor [Fulano de Tal].

El señor [Fulano de Tal] renuncia a todas las reclamaciones presentes y futuras, por los hechos materia de la presente transacción y por lo tanto manifiesta que no presentará ninguna demanda por los mismos, poniendo así, de manera firme e irrevocable, fin a cualquier controversia que pudiera tener con el SCV, y/o cualesquiera de sus miembros, y/o cualesquiera de las personas de las personas jurídicas vinculadas a ellas, eximiéndolas por lo tanto, de cualquier situación, hecho, o cualquier daño, material o inmaterial, sufrido antes, durante o después de su vinculación el SCV».

Este acuerdo presenta varios problemas, comenzando porque la base legal aducida es cuestionable.

El artículo 1303° del Código Civil peruano dice: «La transacción debe contener la renuncia de las partes a cualquier acción que tenga una contra otra sobre el objeto de dicha transacción». Sin embargo, «sólo los derechos patrimoniales pueden ser objeto de transacción» (Art. 1305°), lo cual no sería aplicable al presente acuerdo, y «se puede transigir sobre la responsabilidad civil que provenga de delito» (Art. 1306°), lo cual sería aplicable si ha habido previamente una sentencia judicial por la vía penal sobre las acciones delictivas cometidas por alguna persona o algunas personas vinculadas al Sodalicio, o si el mismo Sodalicio admite que se cometieron delitos en perjuicio de la víctima. Dado que no hay todavía ninguna sentencia de tipo penal en el caso Sodalicio, quedaría en pie la obligación de los representantes de la institución de denunciar penalmente el delito o delitos por los cuales se está concediendo una reparación civil a la víctima. Y la víctima tendría el mismo derecho de denunciar penalmente a quienes ella considere culpables, no obstante el acuerdo de confidencialidad.

Lo paradójico es que el Sodalicio no admite ningún delito, ni siquiera en estos acuerdos extrajudiciales. La formulación de los motivos de la reparación excluye cualquier reconocimiento de acción delictiva:

  • «[Fulano de Tal] alega haber sufrido una serie de daños y perjuicios».
  • «El SCV quiere ayuda a reparar el daño y perjuicio afirmado por el señor [Fulano de Tal]».
  • «…remediar y reparar los daños alegados por el señor [Fulano de Tal]…»

Dicho de otro modo, los daños y perjuicios serían los que la víctima dice subjetivamente haber sufrido, que no son corroborados por el Sodalicio de ninguna manera, no obstante que haya habido dos procesos de investigación previos realizados por dos comisiones donde sí se establecen hechos.

Por otra parte, el Código de Derecho Canónico dice en el canon 1713: «Para evitar los litigios judiciales, es útil emplear la transacción o reconciliación, o someter la controversia al juicio de uno o varios árbitros». Si se lee el contexto, se comprobará que los litigios se refieren a controversias sobre derechos de posesión de bienes, lo cual no es aplicables a casos como éste, donde se trata de una reparación por daños y perjuicios causados por circunstancias ocurridas durante una vinculación al Sodalicio. Aquí, más bien, sería aplicable el capítulo DE LA ACCIÓN PARA RESARCIMIENTO DE DAÑOS que comprende los cánones 1729 a 1731.

El acuerdo extrajudicial —sobre todo la cláusula de confidencialidad— no beneficia a las víctimas, cuyo derecho a la privacidad y al anonimato se dan independientemente de cualquier acuerdo. En cambio, sí favorece a los perpetradores de abusos —que quedan impunes gracias al silencio obligado de las víctimas— y a la imagen institucional del Sodalicio —que evita que se sigan ventilando e investigando los numerosos abusos cometidos por miembros de la institución—.

De hecho, este acuerdo constituye una violación más de un derecho humano incluido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, a saber, que «toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley» (Art. 8).

Este derecho habría sido incluso violado durante el proceso de identificación de las víctimas y de los montos a ser pagados en calidad de reparación, pues la instancia que decidía quién era víctima y quién no, además de los montos monetarios y prestaciones a ser ofrecidas era un Comité de Reparaciones integrado por dos miembros connotados del Sodalicio (Fernando Vidal y José Ambrozic), el abogado del Sodalicio (Claudio Cajina) y un abogado estadounidense (Scott Browning) del bufete de abogados que asesoró al Sodalicio en la conformación de las dos comisiones. Quien hacía las propuestas de reparaciones era Ian Elliott, el experto irlandés contratado por el Sodalicio. Todas estas personas tenían la función de defender los intereses del Sodalicio y, dado que no contaban con la independencia necesaria para estar en capacidad de poder velar también por los intereses de las víctimas, podríamos concluir que carecían de la competencia necesaria para llevar adelante de manera imparcial un proceso de reparaciones. Es como si se cometieran delitos dentro de una organización y se decidiera formar un comité para administrar justicia conformado por miembros comprometidos de la organización y los abogados defensores de sus intereses. Es decir, como si la parte delincuente decidiera quiénes son los afectados por sus actos delictivos y quiénes no, y cuánto es lo que cada uno debería recibir en calidad de reparación.

A eso se suma que las negociaciones habrían sido directamente con las víctimas, no permitiéndose la presencia de ningún abogado. Más aún —como me ha sido confirmado de buena fuente—, si la víctima se presentaba con su abogado para la firma de la transacción extrajudicial, se habría interrumpido el proceso y se habría derivado a ambos a Claudio Cajina, abogado del Sodalicio. Al abogado de la víctima de ninguna manera se le habría permitido tener acceso al acuerdo extrajudicial antes de su firma por parte de su cliente.

Considerando que una reparación es algo que por justicia se le debe a una víctima y se le otorga a fin de resarcir de alguna manera el daño ocasionado, no debería tener otra finalidad distinta, exigiéndole a la víctima una contraprestación a cambio, en este caso su silencio y su renuncia a cualquier acción judicial posterior. Si la víctima considera que la reparación ha sido insuficiente o no ha sido justa, su derecho a seguir buscando justicia a través de los canales judiciales o canónicos indicados debería seguir incólume.

Al respecto, nos pueden iluminar las palabras de Felipe Gómez Isa, director del Departamento de Derecho Internacional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto (España) e investigador del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la misma universidad, quien en otro contexto señala:

«Un programa de reparaciones no se puede concebir sin, al mismo tiempo, avanzar en el ejercicio del derecho a la verdad y del derecho a la justicia. La reparación no puede convertirse en un mero sustituto de la verdad y la justicia, como en ocasiones se pretende, ya que ello equivaldría a querer comprar el silencio y la injusticia. […] La reparación no tiene una dimensión meramente económica, sino que se tiene que abordar como un intento omnicomprensivo de reparar el daño causado a las víctimas y de buscar un nuevo equilibrio político y social, proceso en el que las diferentes medidas de reparación pueden jugar papeles distintos pero complementarios. A esta integralidad del proceso de reparaciones se ha referido reiteradamente la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Así, en el Caso Loayza Tamayo vs. Perú, la Corte puso de manifiesto que “al contrario de lo que pretende la concepción materialista del homo oeconomicus, lamentablemente prevaleciente en nuestro tiempo,… el ser humano tiene necesidades y aspiraciones que trascienden la medición o proyección puramente económica… De todo esto resulta claro que las reparaciones no pecuniarias son mucho más importantes de lo que uno podría prima facie suponer… Todo el capítulo de las reparaciones… debe ser repensado desde la perspectiva de la integralidad de la personalidad de la víctima y teniendo presente su realización como ser humano y la restauración de su dignidad…”»

Dado que en el Sodalicio habría habido un contexto sistemático de violaciones de varios derechos humanos, las palabras anteriores son aplicables de manera análoga.

En conclusión, las “reparaciones” otorgadas por el Sodalicio no cumplirían las condiciones como para ser consideradas como tales, sino más bien serían un pago para comprar el silencio de las víctimas y proteger a los perpetradores, con el fin de garantizar su impunidad. Téngase en cuenta que, entre quienes no podrían ser denunciadas por las víctimas “reparadas”, están las siguientes personas que han formado parte del Consejo Superior: Luis Fernando Figari (como Superior General), Virgilio Levaggi, José Ambrozic, Jaime Baertl, José Antonio Eguren, Óscar Tokumura, Eduardo Regal, Erwin Scheuch y Alessandro Moroni.

El día 22 de octubre le envié un e-mail a José David Correa (Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana), Alessandro Moroni (ex Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana), Fernando Vidal y José Ambrozic (ex integrantes del Comité de Reparaciones) para recabar su versión sobre el acuerdo de confidencialidad incluido en las transacciones extrajudiciales hechas con las víctimas que recibieron una “reparación”. A día de hoy no he recibido ninguna respuesta.

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FUENTES

Alessandro Moroni
Carta introductoria a los “Informes sobre Abusos y Respuesta en el Sodalicio de Vida Cristiana” (14 de febrero de 2017)
https://sodalicio.org/wp-content/uploads/2017/02/Informe-Abusos-Febrero2017.pdf

El Comercio
Aclaración a Pedro Salinas, por Fernando Vidal Castellanos (18/01/2016)
https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/aclaracion-pedro-salinas-fernando-vidal-castellanos-263505-noticia/

Felipe Gómez Isa
El derecho de las víctimas a la reparación por violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos (2007)
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/ilsa/20120531063055/od37-felipe.pdf

EL SODALICIO, UNA LEYENDA AMERICANA

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Comunidad sodálite en Filadelfia (Pensilvania). De izquierda a derecha: Michael Gokie, Carlos Keen, Patrick Travers, José Ambrozic, Leonardo Negrini y Remigio Morales-Bermúdez

Los Estados Unidos de América construyeron su historia como una tierra de promisión, plasmada en un territorio donde podían vivir en libertad quienes eran perseguidos en otras partes por sus creencias políticas o religiosas. Por lo menos, ésa es la leyenda de una nación donde también han tenido cobijo la intolerancia, el racismo, la persecución política y la falta de libertad —manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que Estados Unidos sea actualmente el país que tiene el mayor porcentaje de su población en prisión—. También han encontrado cobijo bajo esa quimera de libertad numerosos grupos religiosos, amparados por una libertad de cultos que al principio no parece distinguir entre ejercicio sano de la religión y prácticas sectarias que atentan contra derechos humanos fundamentales.

Charles Chaput, arzobispo de Filadelfia (Pensilvania) desde julio de 2011, le abrió las puertas del país norteamericano al Sodalicio en el año 2003 —cuando todavía era arzobispo de Denver (Colorado)—, encargándoles al principio Camp St. Malo, un centro de retiros fuera de la ciudad, que luego sería destruido en el año 2011 por un incendio, permaneciendo cerrado desde entonces. Tras lluvias torrenciales seguidas de inundaciones en el año 2013, que destruyeron los terrenos aledaños y el Sendero Juan Pablo II —utilizado para caminatas al aire libre—, sólo la capilla permanece intacta. Actualmente se están haciendo trabajos de restauración para volver a poner en funciones el centro.

La comunidad sodálite, mientras tanto, se había mudado en octubre de 2010 a la Parroquia Holy Name, por encargo del mismo arzobispo Chaput. Actualmente es párroco de ella el sodálite Daniel Cardó, quien, a semejanza de esos forajidos del Lejano Oeste que tenían un pasado turbio y buscaban una nueva existencia callando lo que dejaron atrás, también estaría gozando de una nueva vida sin temores de tener que enfrentar la responsabilidad por los abusos que cometió en el pasado. Pues en lo que alguna vez fue el territorio de Colorado, pocos saben que su pastor viene también de un ámbito donde regía la ley del más fuerte, como relata el exsodálite colombiano Andrés Felipe Cardona en su testimonio reproducido en el libro Mitad monjes, mitad soldados:

«A partir de mi promesa como sodálite, empezó mi martirio”, advierte Andrés. Al poco tiempo ingresó a a la comunidad El Carmen de Viboral, la llamada casa propedeútica. Y comenzó la “formación”. Una noche, en la casa, DC [Daniel Cardó] le dijo: “Te voy a dar once puñetazos en el estómago y no te puedes caer; si te caes, empiezo desde cero”. Andrés, por cierto, se cayó más de una vez. Y los golpes no pararon hasta después de treinta minutos. Andrés lloraba, pero aguantaba, porque DC le decía que era por su bien, para que se haga más hombre. Y más recio. Otra noche lo obligaron a comer una pizza podrida. En otra oportunidad, DC lo sorprendió con una afirmación: “Andrés, yo sé lo que haces en el baño. Quería dejarte esa inquietud”. Por un momento, Andrés hasta pensó que había cámaras escondidas en los sanitarios. Según el exsodálite colombiano, todos los días se presentaba una situación inesperada, de presión psicológica o de maltrato físico que él tomaba como “pruebas de formación”. Lo que más recuerda son los golpes de DC. “Eso ocurrió muchas veces”. Relata, por ejemplo, varias bofetadas que recibió en la cara por razones que considera absurdas».

Y Pedro Salinas añade en un artículo del 10 de enero de 2016:

«Andrés Felipe Cardona, por cierto, no ha sido ni la primera ni la última víctima de Cardó. He hablado con otros exsodálites que dan fe de haberlo visto haciendo lo mismo con sodálites aspirantes».

Finalmente, el sheriff Chaput se trasladaría al Este, tomando posesión de la arquidiócesis de Filadelfia en septiembre de 2011. A mediados de 2014 les confiaría a los sodálites la Parroquia de St. Agatha & St. James.

El 29 de noviembre de 2012 —cuando ya se habían hechos públicos los abusos cometidos por el difunto Germán Doig, el segundo en la cadena de mando del Sodalicio; Figari había renunciado al cargo de Superior General del Sodalicio y ya se sabía que había por lo menos una denuncia en contra de él por abuso sexual presentada en el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima—, Mons. Chaput participa de la IV Asamblea General del Sodalicio con una conferencia, donde no duda en exponer su versión de la leyenda americana del Sodalicio:

«…los santos nos pertenecen a todos nosotros —y de muchas maneras, cada sodálite ha hecho la misma opción que hizo [San] Francisco [Javier], dejando atrás su antigua vida y siguiendo a Jesucristo—. Cada sodálite ha pagado un precio por su elección. Y cada uno de ustedes ha demostrado personalmente su amor a Dios y su capacidad de servir, tal como lo hizo Francisco, o no estarían hoy aquí como líderes.

Muy pocos americanos entienden el tipo de coraje que requirieron Alexi y Mario Salazar para dejar todo lo que tenían en el Perú, mudarse a los Estados Unidos, iniciar el Movimiento de Vida Cristiana y llegar a ser parte de la vida de mi pueblo como Iglesia y nación.

Muy pocos americanos saben de la persistencia que requirieron Rossana Goñi y sus hermanas para fundar la Fraternidad Mariana en Denver, o José Ambrozic y sus hermanos para iniciar el Sodalitium, o Alejandro Bermúdez para dar inicio a la Catholic News Agency [Agencia Católica de Noticias – ACI Prensa].

Muy pocos americanos conocen la paciencia y la humildad que exigieron todos estos esfuerzos apostólicos. Pero creo que yo sí sé — porque yo los vi dar fruto.

Dios ha hecho algo extraordinario a través del genio y la pasión de Luis Fernando [Figari], y también a través del celo de cada miembro del Sodalitium. Como obispo, he visto los resultados. De modo que antes de que yo haga algo más, tengo que decir: Gracias por su servicio a Jesucristo y su Iglesia».

Lo más chirriante de este mensaje es que presente como héroes que lucharon con denodado esfuerzo a personas que nunca habrían pasado realmente penurias, además de que habrían contado con la ayuda de la red de influencias eclesiásticas que habían armado Figari y compañía, y con el apoyo financiero proveniente de los negocios millonarios del Sodalicio. Yo también dejé todo lo que tenía en el Perú en noviembre de 2002, con la diferencia de que yo vine a la buena de Dios a Alemania, desempleado, prácticamente con una mano adelante y otra atrás. Como millones de migrantes. Y no por eso merezco ser elogiado como un héroe.

Además, no me consta qué precio habrían pagado los sodálites por tener la vida que tienen, pero no se compara con el precio en términos humanos que han tenido que pagar las víctimas de la institución. Se trata de una responsabilidad que no han reconocido ni asumido a satisfacción ni José Ambrozic, miembro de la generación fundacional del Sodalicio, ni Alejandro Bermúdez, personaje agresivo, abusivo y neurótico —además de manipulador de la información y propagador de fake news—, que en otras épocas hubiera tenido su retrato sobre un afiche con la palabra “Wanted” (“Se busca”).

Pues previamente a la llegada de Alexi y Mario Salazar a Denver, hubo allí otra pareja de la Familia Sodálite a la cual Bermúdez habría maltratado y aterrorizado psicológicamente, sólo porque solicitaron días de descanso para poder dedicarlos a su propia familia.

Esta triste historia ha sido pasada por alto en la conferencia de Mons. Chaput, que sigue estando disponible en inglés en la página oficial del Arzobispado de Filadelfia, lo cual ha sido objeto de críticas severas por parte de la organización sin fines de lucro SNAP (Survivors Network of Those Abused by Priests − Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes) en un comunicado de octubre de 2016.

Este mismo comunicado cuestiona también el apoyo que Chaput le ha dado al Sodalicio, obviando mencionar en absoluto los abusos criminales cometidos dentro de la institución. Asimismo, se critica que Chaput le haya encargado al sacerdote sodálite Carlos Keen y otros miembros laicos, a partir del año 2014, la conducción de los Newman Centers en la Universidad Drexel y la Universidad de Pensilvania

Los Newman Centers son algo así como centros pastorales católicos instalados en universidades no católicas, inspirándose en los escritos del cardenal británico John Henry Newman (1801-1890), el cual animaba a los estudiantes católicos a acudir a universidades seculares. El primer centro de este tipo fue fundado en 1888 en la Universidad de Oxford, y el primero en Estados Unidos fue precisamente el de la Universidad de Pensilvania, creado en 1893. Además de actividades litúrgicas —como misas, por ejemplo— y sesiones de dirección espiritual, se ofrecen otras actividades sociales y recreativas. En fin, el marco ideal para que el Sodalicio reproduzca su esquema de proselitismo y adoctrinamiento.

Ni el P. Carlos Keen (brasileño), ni el diácono Remigio Morales-Bermúdez (peruano), ni el filipino Nelson Villamor, ni el brasileño Leonardo Negrini, ni los sodálites americanos con pinta de cowboys Patrick Travers, Michael Gokie y Christopher Lanciotti (este último encargado de juventud en la parroquia del P. Cardó) han sido acusados de cometer abusos, pero eso no les quita que sean miembros y representantes de una organización religiosa que aún mantendría un sistema sectario propicio a que se cometan abusos de conciencia y espirituales, con su secuela inmediata de abusos físicos y psicológicos.

En su comunicado, SNAP lamentaba que el arzobispo Chaput no hubiera hecho absolutamente nada respecto a los clérigos que encubrieron los delitos sexuales de otros clérigos —136 acusados públicamente—, sancionándolos como es debido.

En épocas recientes, Mons. Chaput ha tenido declaraciones sobre el abuso sexual como la que sigue (17 de abril de 2018):

«El sufrimiento de las víctimas de abusos pasados es una cicatriz en el testimonio de la Iglesia y que tardará años en sanar. Algunos de los momentos más importantes que he tenido como un obispo han sido reuniones privadas con los sobrevivientes de abuso sexual. Su dolor y su lucha son reales, y admiro su valentía. Al hablar, y a veces rezar juntos, tratamos de encontrar un camino hacia la sanación. Yo espero que nuestro tiempo juntos sinceramente transmita, no solo mi dolor personal por la maldad hecha a ellos, sino también la dedicación incondicional de nuestra familia entera de la Iglesia a la seguridad de todos esos confiados a nuestro cuidado».

Declaraciones semejantes también hubo en boca del ex Superior General del Sodalicio, Alessandro Moroni. Sin embargo, la realidad es otra, pues en el Sodalicio no se ha sancionado efectivamente como es debido a ninguno de los abusadores —ni siquiera al fundador, que vive en un retiro dorado en Roma—, mucho menos a los cómplices y encubridores, y el maltrato y abandono de decenas de víctimas continúa.

Mons. Chaput tampoco ha tocado el Sodalicio ni con el pétalo de una rosa. Más bien, ha callado sobre los abusos perpetrados en la institución y ha seguido alimentando su leyenda.

En el año 1993, el cineasta Walter Hill estrenó su western histórico Geronimo: An American Legend, que obtuvo reacciones mixtas de parte de la crítica especializada, pero fue elogiado por grupos de nativos americanos. Porque esa leyenda, independientemente de su realidad histórica, llena una necesidad: alimenta los ideales de grandeza de la nación india, que nunca existió realmente como tal.

Mons. Chaput, hijo de una mujer nativa americana de la tribu de los potawatomi, lleva probablemente en su sangre la necesidad ancestral de construir leyendas que nutran sus ideales. Lamentablemente, éstos son ultraconservadores y retrógrados—posiblemente sea ésta la razón por la cual, no obstante la importancia histórica de la arquidiócesis de Filadelfia, no fue elevado al cardenalato en el consistorio del año 2016—. Y la leyenda americana del Sodalicio que él ha contribuido a forjar sólo refleja los ideales de grandeza de una institución cuya realidad es más pedestre y turbia. E incluso criminal.

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FUENTES

Archdiocese of Philadelphia
The New Communities and the ‘New Evangelization’ (Lima, Peru, November 29, 2012)
http://archphila.org/archbishop-chaput/statements/CJC_Lima%20Address_11-29-2012.pdf
Columna del arzobispo Chaput: Mes de prevención de abuso de niños (April 17, 2018)
http://archphila.org/columna-del-arzobispo-chaput-mes-de-prevencion-de-abuso-de-ninos/

Sodalicio de Vida Cristiana
“La fecundidad del Sodalitium, sus comunidades hermanas y movimientos viene de vivir la Nueva Evangelización” (19/12/12)
Se trata de una traducción al español (de regular calidad) de la conferencia de Mons. Chaput durante la IV Asamblea General del Sodalicio.
https://sodalicio.org/noticias/la-fecundidad-del-sodalitium-sus-comunidades-hermanas-y-movimientos-viene-de-vivir-la-nueva-evangelizacion/

Camp St. Malo – Visitor & Heritage Center
https://campstmalo.org

Holy Name Catholic Parish
https://holynamedenver.org

St. Agatha-St. James Parish
https://www.saintsaj.org

La voz a ti debida (Pedro Salinas)
Alejandro Bermúdez, el sodálite psicomatón (2015-12-04)
https://lavozatidebida.lamula.pe/2015/12/04/alejandro-bermudez-el-sodalite-psicomaton/pedrosalinas/
La doble cara de Cardó (2016-01-10)
https://lavozatidebida.lamula.pe/2016/01/10/la-doble-cara-de-cardo/pedrosalinas/
Cardó, Draxl, Elías y Moroni (2016-02-03)
https://lavozatidebida.lamula.pe/2016/02/03/cardo-draxl-elias-y-moroni/pedrosalinas/

The Inquirer
It’s where you’re taken at faith value (January 31, 2015)
Entrevista al P. Carlos Keen (en inglés)
https://www.philly.com/philly/entertainment/20150201_It_s_where_you_re_taken_at_faith_value.html

SNAP
PA–Victims blast Philly archbishop (October 24, 2016)
http://www.snapnetwork.org/pa_victims_blast_philly_archbishop

LAS LAGUNAS MENTALES DEL DOCTOR MENDOZA

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El doctor Carlos Mendoza Angulo, a quien parece que le gusta alardear verbalmente de sus títulos y maestrías en ciencias psiquiátricas tanto como de sus membresías en importantes asociaciones del ramo de la psiquiatría, se presentó el 18 de marzo de 2019 en el Congreso ante la Comisión de Abusos contra Menores presidida por Alberto de Belaúnde para presentar sus descargos ante diversos testimonios que lo comprometen en prácticas cuestionables en el tratamiento de algunos personas entonces vinculadas al Sodalicio de Vida Cristiana.

Mendoza dio su versión de lo que recordaba de aquellos hechos. Aparentemente sus recuerdos están llenos de lagunas que, en caso de no ser intencionales y premeditadas, requerirían que el susodicho se someta urgentemente a una psicoterapia para mejorar la memoria.

Cuando el congresista De Belaúnde le pregunta sobre sus relaciones con el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), admite que perteneció a él cuando estaba en la universidad pero que su participación se limitó a la asistencia a algunas charlas y conferencias, y eventualmente a alguna misa. Cuando se le pregunta sobre Luis Fernando Figari, Germán Doig, Jaime Baertl y Eduardo Regal, dice que sabe quiénes son, pero niega conocerlos, pues su relación con ellos se limitaría a haber participado de charlas, eventos o misas, donde actuaban de expositores o, en el caso de Jaime Baertl, de sacerdote celebrante de una que otra misa. «No puedo decir que lo conozco, esa frase desborda ampliamente lo que yo puedo decir de él», dice sobre Figari. Algo similar dice de Doig: «conocerlo, eso queda muy grande, es una frase muy grande». Es decir, los habría visto siempre desde lejos y nunca habría mantenido una conversación con ninguno de los mencionados ni habría interactuado personalmente con ellos. De José Ambrozic dice que es amigo suyo, una buena persona, al que ve con muy poca frecuencia, una vez al año, dado que reside en Estados Unidos. Admite que lo conoció en relación con el MVC cuando estaba en la universidad. También la lejanía es lo que caracterizaría esta relación de amistad.

Mendoza también admite haber participado en sus primeros años de matrimonio del Movimiento de Vida Cristiana a través de un grupo de Nazaret, donde se reunía con su esposa y otras parejas para hablar de cómo educar a los hijos, cómo llevar bien el matrimonio, etc. Posteriormente su participación—sobre todo como padre de familia del Colegio San Pedro— consistiría en que «podría haber ido algunas misas, podría haber participado de alguna kermesse, pero nunca de otra forma», concluye.

Ese resumen de su paso por el Movimiento de Vida Cristiana resulta bastante desmemoriado, por decir lo menos. O tal vez se haya activado en él algún mecanismo de defensa que habría desactivado algunas zonas de su cerebro y que como psiquiatra no ha podido identificar.

Pues Carlos Mendoza fue en la década de los 90 miembro activo de una agrupación mariana del Movimiento de Vida Cristiana integrada por estudiantes de la Universidad Cayetano Heredia, entre ellos Santiago Márquez, Fernando Llanos, Juan Carlos Tirado, Carlos Contreras y Paul Ramos. Esa agrupación estuvo bajo la responsabilidad de José Ambrozic como animador, pero también yo me hice cargo de ella por algún tiempo.

Habían reuniones semanales, donde se tocaban diversos temas relacionados con la fe y la moral cristianas, siempre desde la perspectiva de la espiritualidad sodálite. Recuerdo que Mendoza tuvo siempre un marcado interés en cómo conjugar con las ciencias médicas la antropología cristiana que propugnaba Figari como propia de la ideología sodálite. Recuerdo asimismo que una que otra vez después de algunas misas del MVC mantuvo conversaciones con el mismo Luis Fernando Figari en persona.

Y si bien Mendoza niega “conocer” a Figari, parece que Figari lo conocía bien a él. Pues nunca permitió que ningún sodálite fuera tratado por ningún médico a quien él no conociera y en quien no tuviera absoluta confianza.

Figari desconfiaba en general de los psiquiatras, pues no creía en el carácter científico de sus conocimientos académicos. Según él, detrás de las conclusiones de los psiquiatras y de sus tratamientos médicos había una determinada concepción ideológica de la naturaleza humana. Y si ésta concepción no era la correcta, entonces no sólo los enunciados “científicos” estaban viciados, sino que se le podía producir un daño psicológico y moral al paciente al recomendarle medidas incompatibles con la ética cristiana. Para Figari, un psiquiatra o un psicólogo sólo podía ayudar a sus pacientes si tenía un concepto cristiano del ser humano, o por lo menos ideas que se aproximaran bastante a eso.

Este modo de pensar de Figari no sólo forma parte de mis recuerdos personales, sino que ha quedado plasmado en un artículo suyo de 2005 sobre el psiquiatra austriaco Rudolf Allers (1883-1963), ferviente católico, a quien cita adscribiéndose a sus ideas:

«“Se me ha hecho más y más evidente que la teoría y la práctica de la psiquiatría dependen, en buena parte, de las ideas generales sobre la naturaleza humana que prevalecen en sucesivas fases de la historia. Nunca antes la historia se ha movido a tal velocidad, como lo ha hecho desde el fin del siglo (XIX). En consecuencia, nunca antes han ocurrido tan profundos cambios en todas las disciplinas empíricas y teoréticas. La psiquiatría está envuelta en este proceso al igual que las otras disciplinas, o tal vez más que ellas. Pues el modo en que el psiquiatra concibe sus problemas y su tarea depende, lo sepa o no, de la manera en la que concibe la naturaleza humana. Pero el desarrollar la visión del hombre pertenece a la filosofía”. Así escribía Allers en 1961. Para él la psicología, psiquiatría, psicoterapia requieren de una “antropología filosófica”, es decir de una “filosofía comprensiva de la naturaleza humana”. Y ello supone, entre otras cosas, el método correcto.

En este sentido nuestro autor subrayaba también la cercana relación que, para muchos psiquiatras, se estaba produciendo con la filosofía. Sin embargo, Allers advertía: “El psiquiatra se inclina fácilmente a hacer su propia filosofía, pues le parece que ello da sustento a los puntos de vista sugeridos por su experiencia. Pero, dicha experiencia, a su vez, está forjada por el clima intelectual en el cual el psiquiatra creció y en el que se mueve”. En 1961 se dirige a una corriente psiquiátrica en Estados Unidos que había importado de Europa una perspectiva heideggeriana, y procura demostrar cómo quienes han asumido algunas ideas de Martin Heidegger no lo han entendido del todo. Como conclusión decía que era necesario ponerse en una perspectiva metodológicamente correcta, una perspectiva que permitiese evaluar las diversas concepciones desde un punto de vista histórico amplio. Así daba razón del resultado de su periplo en búsqueda de la verdad sobre el ser humano y del modo de ayudar a los que sufren interiormente. El recorrido de la psiquiatría a la filosofía. Hoy estas ideas de Allers resultan incómodas para muchos. Sin embargo, para quien aspire a acercarse con seriedad a estas disciplinas resulta inevitable dialogar con el gran maestro austriaco y evaluar el alcance de sus planteamientos. En efecto, en los últimos años son cada vez más numerosas las voces que vienen advirtiendo sobre la presencia de ideologías en la base de diversas disciplinas académicas, que usualmente se presentan como neutras».

Por todo lo dicho, el interés de Figari en un futuro psiquiatra que habría sido formado según los cánones de la espiritualidad sodálite dentro del Movimiento de Vida Cristiana habría sido grande. Habría visto en Mendoza alguien que garantizaría un tratamiento respetuoso de los principios y valores de la doctrina y la disciplina sodálites. Y que no cuestionaría las prácticas abusivas que se aplicaban en las comunidades sodálites y mantendría siempre la discreción en consideración a una institución incuestionable que se creía suscitada por el Espíritu Santo.

Eso explicaría por qué Jeffery Daniels le fue enviado para ser sometido a tratamiento, y posteriormente un número considerable de miembros del Sodalicio de Vida Cristiana. No es incorrecto, por lo tanto, afirmar que Mendoza se convirtió en “el psicológo de los sodálites”, cosa que él ha tratado de refutar en el Congreso aduciendo que los sodálites eran un porcentaje mínimo del total de sus pacientes (menos del 1%) y que algunos sodálites también se habrían tratado con otros psiquiatras, aunque sólo pudo mencionar el nombre del doctor Santiago Márquez, otro miembro del MVC. Se trata de un argumento que cae en el vacío, pues nunca nadie ha afirmado que su clientela se reduzca exclusivamente a miembros del Sodalicio y que no trate a otros pacientes. Lo que se ha querido resaltar es que a partir del año 2000 la inmensa mayoría de sodálites que requirieron de tratamiento psiquiátrico habrían pasado por sus manos. El número de unos diez sodálites al año que el doctor Mendoza menciona en sus descargos es considerable para un colectivo que bordea actualmente los 160 miembros con vocación a la vida consagrada.

Confiar sus vástagos espirituales a un psiquiatra cualquiera conocido sólo por recomendaciones hubiera sido impensable para Figari. Y ni pensar en un especialista que fuera agnóstico, ateo o con una interpretación radicalmente distinta de la fe cristiana a la que se acostumbraba en ámbitos de la Familia Sodálite. Tenía que ser católico comprometido y con la misma interpretación conservadora y fundamentalista de la fe católica que él tenía. Y parece que Mendoza cumplía con estos requisitos, pues durante su época de participación en Nazaret (grupo que forma parte del MVC) se le habría invitado a hacer el compromiso de adherencia al Sodalicio. Tras consultarlo con su mujer, habrían decidido ambos no dar este paso por motivos personales.

Aun así habría seguido manteniendo lazos con la institución sodálite. En diciembre de 2014 es invitado por el sacerdote sodálite Jürgen Daum para una entrevista sobre la pornografía en el programa de televisión La Opción V. Este proyecto se caracteriza por tener una interpretación conservadora de la moral sexual de la Iglesia, incluida la categorización de la homosexualidad como una tendencia desviada antinatural. Es de hacer notar que el P. Daum nunca invitó a su programa a nadie que no estuviera totalmente de acuerdo con su visión de la sexualidad humana.

La relación con Germán Doig tampoco habría sido tan lejana como quiere hacernos creer Mendoza, quien en el Congreso ha confesado que el fútbol es una de sus grandes pasiones. Quizá fue por eso mismo que el secretario de Doig en los 90, Klaus Berckholtz, lo habría incluido habitualmente en una lista de invitados a jugar fulbito con Germán —otro apasionado del balompié— los miércoles al mediodía en el Centro Pastoral de San Borja, cita a la que Mendoza frecuentemente le habría rendido honores con su asistencia.

Cuando se le confronta con el hecho de que su hijo Carlos estuvo becado en el Colegio San Pedro y que eso habría sido una forma subrepticia de pago por los servicios prestados como psiquiatra al Sodalicio, Mendoza lo niega tajantemente. Sin embargo, tampoco explica satisfactoriamente por qué su hijo obtuvo esa beca, así como tampoco da razones de por qué eligió precisamente ese colegio para la educación de sus dos hijos, considerando que hay colegios católicos de igual o mejor nivel académico que el San Pedro pero que no se hallan entre los veinte colegios más caros del Perú.

«Es un chico brillante, becado por eso tal vez», dice Mendoza de su hijo Carlos ante el congresista De Belaúnde. El “tal vez” lo traiciona. ¿Acaso no sabe con certeza los motivos que llevaron a que su propio hijo obtuviera una beca en una institución educativa privada? ¿Nunca se lo comunicaron? ¿No será ésta otra de sus convenientes y oportunas lagunas mentales?

Nunca he sabido de un colegio privado en Lima que beque a sus alumnos sólo por ser brillantes. Si éste fuera el caso del San Pedro, entiendo que deberían haber otros alumnos “brillantes” en el mismo colegio premiados con una beca. Además, hechos como éste ameritarían ser informados en la sección de noticias de la misma página web del colegio. Sin embargo, no encontramos nada de eso.

En el Perú es usual que las instituciones educativas privadas ofrezcan becas a los alumnos bajo dos condiciones: 1) que la situación económica de los padres se haya deteriorado hasta el punto de no poder pagar las pensiones mensuales, 2) que el alumno tenga un buen rendimiento académico.

No tengo cómo verificar si se cumple la segunda condición en el caso de los Mendoza, pero definitivamente no parece cumplirse la primera desde el mismo momento en que nos enteramos de que en 2014, el mismo año en que el primogénito egresa del colegio, toda la familia se va de vacaciones a Punta Sal.

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El doctor Carlos Mendoza y su familia vacacionando en Punta Sal (2014)

Según la cuenta de Facebook de Carlos Mendoza Chuy, en los años mencionados a continuación estuvo en los siguientes lugares:

2010 – Denver (Estados Unidos)
2011 – San Diego (Estados Unidos)
2011 – Asís (Italia)
2011 – Roma (Italia)
2013 – San Francisco (Estados Unidos)
2013 – Los Angeles (Estados Unidos)
2013 – Rio de Janeiro (Brasil)

Dado que aún era menor de edad, suponemos que los pasajes y los costos de viaje fueron pagados por sus padres. De lo cual se deduce que la situación económica de los Mendoza no habría sido tan precaria como para acceder a una beca en el marco de las condiciones habituales en que suelen ofrecerlas los colegios privados.

En resumen, hay una serie de hechos que hasta ahora no han sido explicados satisfactoriamente:

  1. El doctor Carlos Mendoza les da tratamiento a varios sodálites de comunidades sin exigirles ningún pago.
  2. Mendoza matricula a sus hijos en el Colegio San Pedro —que «forma parte de la familia Sodálite» según su página web— cuando esta institución todavía no contaba con años suficientes de existencia como para poder evaluar su nivel académico y habiendo otros colegios católicos en el mercado de muy buen nivel académico y mucho más económicos que el San Pedro.
  3. Al hijo mayor de Mendoza, Carlos Mendoza Chuy, se le otorga una beca sin que su padre sepa decir con certeza cuál es el motivo. O a lo mejor lo sabe, pero sería muy comprometedor decirlo.

Las explicaciones de Carlos Mendoza en el Congreso son a todas luces insatisfactorias. Aquí basta con unir los puntos para llegar a una hipótesis altamente probable. Esa tarea se la dejo al lector.

Sea como sea, las lagunas mentales del doctor Mendoza echarían una sombra de duda sobre la rigurosidad con las que pueda haber llevado las historias clínicas de sus pacientes sodálites. El mismo Mendoza ha manifestado que sólo él y el paciente tenían acceso a esas historias, con la diferencia de que sólo él era quien podía introducir datos e información en esos documentos, sin necesidad de consultarle previamente al paciente. Considerando los agujeros negros que se evidencian en su memoria en lo que se relacione con el Sodalicio, esas historias no podrían ser consideradas fidedignas por lo menos hasta que hayan sido sometidas a una auditoría externa. O hasta que el mismo paciente verifique si los datos contenidos en ellas concuerdan con lo que efectivamente sucedió en las sesiones de terapia y con lo que le comunicó en su momento el doctor Mendoza. Sería conveniente, por lo tanto, que los sodálites y exsodálites que hayan pasado por las manos de este psicoterapeuta le soliciten copia de sus historias médicas y las revisen concienzudamente.

Y al doctor Mendoza le recomendaríamos que empiece a tomar habitualmente Memorex, a ver si así se le refresca mejor la memoria y evita tantas lagunas mentales comprometedoras cuando tiene que declarar sobre sus vinculaciones con el Sodalicio.

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FUENTES

Congreso de la República del Perú
Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones

Luis Fernando Figari
Un pensador inexplicablemente olvidado: Reaparece el Dr. Allers (2005)
https://web.archive.org/web/20070321075705/http://www.rudolfallers.info/figari2.html

La Opción V
¿Cómo puedo dejar de ver pornografía? (Diciembre 11, 2014)
https://laopcionv.wordpress.com/2014/12/11/manejo-de-la-adiccion-a-la-pornografia/#more-2871

ALFREDO DRAXL POR EL INODORO

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Alfredo Draxl y yo nos conocemos desde los albores del Sodalicio. Fue con ocasión de su cumpleaños de 1978 celebrado en la casona donde vivía en el barrio de San Antonio (Miraflores) que tuve una conversación en solitario con Virgilio Levaggi en el automóvil de éste, donde me hizo preguntas íntimas a las cuales yo respondí a veces con la verdad, a veces con medias verdades. Sin embargo, eso me hizo colocarlo dentro de la lista de diez personas que más habían influido sobre mí en la autobiografía que escribí por encargo de Jaime Baertl. Yo tenía entonces tan sólo quince años de edad, y ya contaba con un consejero espiritual que averiguaba todo sobre mi vida sin que mis padres estuvieran informados al respecto.

En diciembre de 1981 Alfredo Draxl, Eduardo Field y yo fuimos admitidos en la recientemente fundada comunidad sodálite Nuestra Señora del Pilar (Barranco), adonde ya se habían mudado Levaggi, José Ambrozic, Emilio Garreaud, Alberto Gazzo, Alejandro Bermúdez y José Antonio Eguren como superior de la comunidad.

Allí comenzó el maltrato al que Draxl se acostumbraría muy pronto. El primer día, durante la cena, Alfredo —quien había estado leyendo el Ejercicio de perfección y virtudes cristianas de Alonso Rodríguez, un jesuita del siglo XVI— comentó lo recios que eran los jesuitas de antaño. «Recios, ¿no?», le replicó Gazzo, nuestro formador. «Para que veas lo que es ser recio, tú y Eduardo van a comer ahora en el piso». Draxl, quien buscaba ganar puntos en la valoración de sus superiores sodálites, obedeció sin rechistar y puso cara de estar contento con el castigo. No así Eduardo, quien puso cara de maldecir a Draxl por el comentario que había hecho y en virtud del cual él recibía un castigo gratuitamente.

Un día sabado —día de limpieza— en que yo estaba limpiando uno de los dos baños de la planta alta de la casa mientras Draxl limpiaba el otro, escuché un sonido de vidrios rotos e inmediatamente unos pasos presurosos viniendo hacia donde yo estaba. Entró Draxl con gesto angustiado, metió un pie en el inodoro y gritó con desesperación: «¡Jala! ¡Jala!» Sin pensarlo dos veces, jalé imaginándome al susodicho yéndose con toda su humanidad por el desagüe. Lo único que sucedió es que salió un chorro de agua que le mojó el pie y la pantorrilla, y a continuación Draxl respiró aliviado. No por haberse librado de pasar por el inodoro, sino porque durante la limpieza se le había roto una botella con ácido muriático y su contenido corrosivo le había caído en el pie, y no se le ocurrió mejor manera de diluir el ácido para que no le quemara la piel.

Lo cierto es que después de sus declaraciones en el Congreso ante la Comisión de Abusos contra Menores presidida por Alberto de Belaúnde (20 de marzo de 2019), la idea de Draxl yéndose por el inodoro ha asaltado mi fantasía recurrentemente, como si de un acto de catarsis liberadora se tratara.

Recuerdo a Draxl como una persona ingenua y poco avispada, pero de carácter reflexivo, siempre y cuando tuviera un guía que le proporcionara la materia de reflexión. De este modo fue forjando su carácter para convertirse en un sodálite poco expresivo pero fiel al modelo de pensamiento que se le había inculcado, con un servilismo ideológico como pocos y una obediencia a prueba de balas. Nunca fue de aquellos que se atrevieran a cuestionar nada.

Sabiendo que el año pasado se había retirado del Sodalicio, decidí darle el beneficio de la duda en el momento en que me enteré que estaba declarando ante la comisión que preside el congresista Alberto de Belaúnde. Laos prácticas abusivas a que había sometido a José Enrique Escardó no eran distintas a las que otros formadores sodálites —todavía en el anonimato— habían aplicado. Draxl no fue un abusador al cual se le pueda considerar como una excepción, sino un fiel cumplidor del sistema de disciplina sodálite como tantos otros. Y no se sabe que haya continuado aplicando estas medidas una vez que dejó de ser formador en comunidades sodálites y se dedicó a su rol de educador. De hecho, no existe en este sentido ninguna queja o denuncia contra él.

Esperaba que tuviera una actitud crítica ante el Sodalicio y su propio pasado en la institución. Lamentablemente, eso no ocurrió. Si bien admitió los hechos que denunció quien lo señala como un abusador —aunque relativizándolos al llamarlos “estupideces”—, se dedicó más que nada a justificar esos hechos como medidas de formación legítimas en su momento, realizadas incluso en un contexto lúdico, pero negó su carga de violencia y que fueran abusos. Eso sería pura interpretación subjetiva de Escardó.

Si aceptamos la versión de Draxl, tendríamos que asumir que los déficits psicológicos de Escardó son autogenerados: él mismo se lesionó psicológicamente porque malinterpretó como abusos lo que eran meramente prácticas duras de la formación. Hasta negó que la orden de dormir en escaleras fuera un castigo; más bien, era parte habitual del programa de formación a fin de habituarse a dormir en situaciones incómodas. Yo personalmente debo haber tenido una mala formación en el Sodalicio, pues nunca tuve que dormir sobre una escalera, pero sí fue testigo de varios miembros de la comunidad que tuvieron que hacerlo a manera de castigo y nunca en otra circunstancia. Quizás a Draxl se le olvidó en su momento explicarle a Escardó los beneficios pedagógicos y formativos de esa medida antes de aplicársela.

Negó también que menores de edad hubieran hecho promesas de pertenencia al Sodalicio. Es el caso de la promesa de aspirante que yo emití en diciembre de 1980 a los 17 años de edad en una ceremonia sólo para sodálites y agrupados marianos en la capilla del Colegio Santa Úrsula (San Isidro), tras el rezo comunitario del Santo Rosario. Draxl alegó que no se trataba de una promesa vinculante, que sólo implicaba vivir las promesas del Bautismo, que no era un compromiso de vida religiosa, que era un compromiso general. Y lo comparó con la consagración a María que se realiza en algunos colegios de monjas.

Y entonces, ¿por qué se seleccionaba sólo a algunos agrupados marianos para que hicieran este compromiso y no a otros? ¿Por qué te felicitaban todos como nuevo miembro del Sodalicio de Vida Cristiana? ¿Por qué se te pedía que no les contaras a tus padres que habías hecho esta promesa? ¿Por qué se le exigía a uno a partir de entonces la asistencia obligatoria a un grupo de aspirantes, además de la obediencia a quienes tenían autoridad en el Sodalicio? ¿Por qué se consideraba a los aspirantes que se largaban como “traidores” a la vocación sodálite?

Lo que ha quedado claro después de estas declaraciones es que la deserción de Draxl del Sodalicio no ha sido ni ideológica ni mental, sino debida a motivos personales tras un proceso de “discernimiento”, término que en el Sodalicio significa una reflexión profunda sobre el propio estado de vida. Traducido en sencillo: tras unas cuatro décadas de pertenencia al Sodalicio con vocación a la vida consagrada, Draxl habría descubierto que ésa no era su vocación. Lo que no creo probable es que alguien tan servil hacia la institución haya tenido problemas con la obediencia, sino más bien con el celibato. Y quién sabe, tal vez ya haya una mujer en su vida.

Según las Constituciones del Sodalicio, a un profeso perpetuo que deja de serlo no se le permite seguir siendo miembro del Sodalicio, ni siquiera como adherente (sodálite casado). Eso explicaría la insólita separación de Draxl de la institución que lo apadrinó durante décadas y de la cual él sería cómplice con su silencio culpable.

Draxl ha perdido la oportunidad de hacer un deslinde, asumiendo una actitud crítica respecto al bullying al que sometió a Escardó y pidiéndole perdón personalmente. Se ha puesto del lado de la institución victimaria. Si bien su prestigio profesional como educador podría quedar en pie, su autoridad moral se ha ido definitivamente a pique y ha quedado deslegitimado como responsable de niños y jóvenes en proceso de formación, pues se muestra incapaz de identificar y reconocer prácticas abusivas como tales.

En ese sentido, es él mismo el que ha accionado la palanca y pasado todo su prestigio por el inodoro. Ahora está solo. En el Sodalicio la institución prima sobre las amistades. Ningún sodálite ha salido a defenderlo y tampoco es probable que ninguno lo haga.

Todavía está a tiempo de reaccionar como para que todo lo queda de su vida no termine yéndose por el desagüe.

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FUENTE

Congreso de la República del Perú
Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones

EL OBISPO MANTEQUILLA

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La historia del Sodalicio como institución organizada se inicia cuando Luis Fernando Figari logra consolidar a su alrededor a un grupo de personas que le permitirían plasmar y expandir lo que al principio era sólo un proyecto. Ese grupo es lo que se conoce como la “generación fundacional” —en palabras del mismo Figari—, conformada mayoritariamente por alumnos de la promoción ‘73 del Colegio Santa María (Marianistas) de Monterrico: Germán Doig, José Antonio Eguren, Alfredo Garland, Emilio Garreaud, Luis Cappelleti (exsodálite), Raúl Guinea, Franco Attanasio (exsodálite), Juan Fernández (exsodálite). Hay que añadir a José Ambrozic de la promoción ‘72. También forman parte de la generación fundacional Virgilio Levaggi (exsodálite) del Colegio Italiano Antonio Raimondi, Jaime Baertl y Alberto Gazzo (exsodálite), ambos del Colegio de la Inmaculada (Jesuitas).

Aquellos a quienes se consideraba llamados a la vocación matrimonial —Guinea, Attanasio y Fernández— jugaron un rol periférico, así como otros exsodálites de la promoción ‘73 del Santa María: Alberto Ferrand, Jaime Pinto, Eduardo Gastelumendi, Víctor Zar, Luis Manuel Bernos, Fernando Garreaud, Fernando Maúrtua, Ricardo Nugent, Daniel Ruzo, Manuel Vegas y Joaquín de Quesada, el único que había perseverado de entre estos últimos —aunque no por mucho tiempo más— cuando conocí el Sodalicio en 1978.

De modo que quienes estuvieron en el círculo íntimo de Figari son Doig, Ambrozic, Eguren, Garland, Garreaud, Cappelleti, Levaggi, Baertl y Gazzo, quienes serían los encargados de aplicar las consignas del fundador y quienes le ayudarían a sistematizar la ideología sodálite e implementar la disciplina en los grupos que se iban formando y posteriormente en las comunidades.

Quienes todavía perseveran en el Sodalicio y —a diferencia de los que se fueron— no se lamentan de haber formado parte de esta historia estarían convencidos de que todo el sistema sodálite se basa sobre un carisma y una espiritualidad regalados por Dios y, por lo tanto, los abusos que han habido no se derivan de ese sistema y deben atribuirse a responsabilidades individuales de algunos miembros, que han trasgredido las normas y el espíritu que rigen el Sodalicio desde sus inicios.

Ciertamente, los abusos sexuales fueron actos cometidos en privado en recintos cerrados y sin que los perpetradores se pusieran de acuerdo entre ellos. Pero cuando por intermedio de las víctimas la cúpula sodálite supo de manera interna que algunos miembros habían cometido abusos, la respuesta fue el ocultamiento a fin de proteger a la institución. En los 80, denunciar a Virgilio Levaggi hubiera sido un golpe durísimo para el Sodalicio y le hubiera cercenado las posibilidades de crecimiento. En 1997, año en que el Sodalicio recibió la aprobación pontificia, sacar a la luz pública el caso de Jeffery Daniels, recluido ese mismo año en San Bartolo por actos de pederastia, hubiera significado una catástrofe para la recién aprobada sociedad de vida apostólica.

Pero para poder hacer efectivo este ocultamiento se requería no sólo que los superiores de las comunidades sodálites supieran los motivos de la reclusión, sino también aquellos que pertenecían al círculo íntimo de Figari, entre los cuales estaba Eguren.

A diferencia de los abusos sexuales, los abusos físicos y psicológicos fueron efectuados a vista y paciencia de los demás miembros de las comunidades, sin ser nunca cuestionados en su momento, pues se consideraban como procedimientos válidos y legítimos en una institución religiosa que tenía entre sus lemas no oficiales «lo único que no puede hacer un sodálite es parir». Nunca fueron de pura responsabilidad personal de los perpetradores, pues el sistema justificaba estas prácticas. Incluso actualmente habrían sodálites que no creen que hayan habido abusos físicos y psicológicos, sino personas débiles y timoratas que no pudieron soportar las exigencias propias de quienes buscan la perfección cristiana.

Mons. Eguren, como miembro del círculo íntimo de Figari, tuvo puestos de responsabilidad en el Sodalicio y siempre avaló estas prácticas, que consideraba normales y aceptables. Durante el tiempo que viví con él, nunca le escuché ninguna observación crítica al respecto. Sin embargo, es otra la versión que nos quiere vender.

En mi infancia se le llamaba “mantequilla” a quien no contaba con habilidades para participar de un juego en toda su dimensión, pero a quien por compasión se le permitía jugar sin que tuviera ningún peso en el desarrollo del juego.

Eguren nos quiere hacer creer que entre los miembros de la generación fundacional él era “mantequilla”. Que si bien todos los demás pudieron haber participado en la construcción y consolidación del sistema sodálite, él participó sin formar parte del juego y sin enterarse de nada.

Sólo resta decir: «A otro perro con ese hueso».

(Columna publicada en Altavoz el 11 de febrero de 2019)

ENTREVISTA SOBRE MONS. EGUREN

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El 5 de febrero la periodista Elise Harris de Crux, noticiero online católico de propiedad independiente, publicó el artículo “Witness says prelate suing journalist is only a product of his formation” sobre la querella de Mons. José Antonio Eguren contra los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, para lo cual me hizo una entrevista escrita a la que respondí el 31 de enero, buscando ser lo más objetivo y ponderado posible.

Reproduzco a continuación la entrevista completa.

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Usted ha mencionado que ha vivido con Eguren mientras fue miembro del SCV. ¿Cómo fue su experiencia de vivir con él?

Eguren siempre ha sido una persona simpática, de carácter risueño, muy sentimental y cariñosa, que se preocupaba por los otros miembros de la comunidad. Era afable en el trato y no utilizaba palabras groseras ni insultos cuando hablaba con alguien, ni siquiera con sus subordinados, a diferencia de otros sodálites con responsabilidad, que estaban habituados al lenguaje grosero y a los insultos, comenzando por el mismo Luis Fernando Figari. Como sacerdote, se preocupaba, al igual que otros clérigos sodálites, por un cumplimiento minucioso y detallado de las normas litúrgicas. La convivencia con él no era particularmente problemática. Tiene todas las cualidades para ser considerado un sacerdote ejemplar, más aun cuando no se sabe que haya cometido abusos seriamente graves.

Sin embargo, carece de capacidad analítica y espíritu crítico, y eso lo ha llevado a ponerse al servicio del Sodalicio, sus principios y su ideología con lealtad incondicional. Su postura conservadora y rígida en temas de fe católica y moral —propia del Sodalicio— lo lleva a descalificar a personas que piensen distinto a él y a cerrarse al diálogo.

Eguren también era ejemplar en su lealtad a Luis Fernando Figari, a quien nunca le cuestionó nada. Más bien, dentro de los cargos de responsabilidad que desempeñó en la institución (superior de una comunidad por breve tiempo, miembro del Consejo Superior, consejero espiritual) siempre buscó aplicar al pie de la letra las directivas de Figari. Y ciertamente, fue testigo del modo de vida que tenía Figari y que ha sido descrito con exactitud en el informe final de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación. Sin embargo, o no ha sido capaz de ver los excesos y desórdenes que ese modo de vida implicaba, o simplemente ha preferido mantenerse en silencio por fidelidad a la institución. De hecho, nunca se ha pronunciado negativamente ni sobre Figari ni sobre Germán Doig, y mucho menos ha tenido palabras hacia las víctimas del Sodalicio.

En su opinión, ¿hay fundamento para las cosas que han sido publicadas sobre él (que fue parte de la cúpula del SCV, que participó de abusos físicos y que supo de abusos sexuales, etc.)?

La generación fundacional del Sodalicio, según el concepto de Luis Fernando Figari, estuvo integrada en su mayor parte por un grupo de alumnos egresados del Colegio Santa María (Marianistas) de Monterrico en los años 1972 y 1973 —a saber, José Ambrozic, Germán Doig, José Antonio Eguren, Emilio Garreaud, Alfredo Garland, Luis Cappelleti (ex-sodálite), Raúl Guinea, Franco Attanasio (ex-sodálite), Juan Fernández (ex-sodálite)— pero también pertenecen a ella Virgilio Levaggi (ex-sodálite, Colegio Italiano Antonio Raimondi), Jaime Baertl y Alberto Gazzo (ex-sodálite), ambos del Colegio de la Inmaculada (Jesuitas). Fue con estas personas que Figari consolidó un grupo que le seguía fielmente y que serviría para darle forma a la institución y desarrollar la ideología y la disciplina sodálites. En ese sentido, puede decirse que Eguren colaboró en la edificación y aplicación del sistema sodálite que, en mi opinión, tiene características sectarias y ha permitido que se cometieran abusos psicológicos y físicos bajo la excusa de ser parte de una formación espiritual cristiana.

Eguren ayudó a a aplicar medidas humillantes contrarias a la dignidad de las personas. Pero hay que tener en cuenta que lo que hizo no se diferencia sustancialmente de lo que hacían otras personas con cargos de responsabilidad en el Sodalicio, que probablemente no eran conscientes de la gravedad de lo que hacían. Pues debe haberle sucedido lo que me sucedió a mí. Yo fui testigo de una multitud de abusos durante el tiempo que viví en comunidades sodálites (1981-1993). Sin embargo, me demoré más de una década en comprender que lo que vi eran realmente abusos, pues había sufrido una reforma del pensamiento (o control mental) tal como el que se suele dar en organizaciones sectarias y durante mucho tiempo creí que los abusos dentro de las comunidades sodálites eran en realidad procedimientos legítimos dentro de una institución católica donde se busca la perfección cristiana. De hecho, recién tomé la decisión de apartarme del Sodalicio por estos motivos en el año 2008.

Hay otros que han testimoniado que Eguren supo de algunos abusos sexuales. Yo mismo no lo puedo asegurar con certeza. Pero sí puedo decir sin lugar a duda que Eguren vio lo mismo que yo vi en las comunidades y que he descrito brevemente en mi artículo ¿COMPLICIDAD Y ENCUBRIMIENTO? – RESPUESTA A MONS. EGUREN.

¿Ha hablado usted con Eguren o ha tenido algún contacto con él desde que le envió una carta notarial por lo que usted ha publicado?

Ni antes de recibir la carta notarial ni después he tenido alguna comunicación con Eguren. Más aún, desde que dejé el Perú y vine a Alemania en el año 2002 no lo he visto personalmente ni conversado con él. Sólo sé que el abogado de Eguren, Percy García Cavero, ha utilizado en su argumentación una frase de mi artículo mencionado («retractándome de lo que dije en mi columna anterior, no puedo ahora afirmar con certeza que seas cómplice y encubridor»), sacándola de contexto, pues el párrafo completo dice lo siguiente: «De todos modos, no sé en qué medida eras consciente de lo que implicaban estas cosas en el momento de hacerlas y, conociéndote, no dudo de que hayas actuado de buena voluntad, por lo cual, retractándome de lo que dije en mi columna anterior, no puedo ahora afirmar con certeza que seas cómplice y encubridor. Pero independientemente de tus intenciones, lo que has hecho se parece objetivamente mucho a eso».

Usted ha sido testigo de Pedro Salinas en la querella de Eguren en Piura. ¿Puede decirme qué testimonio ha rendido? ¿Cree usted que puede ayudar en este caso?

Lo que testimonié ante el juzgado de Piura donde se está ventilando la querella de Mons. Eguren contra Pedro Salinas es básicamente lo que se señala en el artículo mencionado sobre la pertenencia de Eguren a la generación fundacional del Sodalicio y las cosas que yo vi en comunidades y de las que él también fue testigo. El abogado de Eguren ha tratado de presentar a Pedro Salinas como parte de una organización que conspira contra la Iglesia (The Accountability Project, actualmente ECA Ending Clergy Abuse) y a mí como un colaborador suyo que coordina con él lo que voy a escribir, cuando en realidad nunca hemos coordinado qué íbamos a escribir y cada uno lo ha hecho por su cuenta con total libertad e independencia. Además, Pedro es agnóstico y liberal; yo, en cambio, soy católico creyente y socialcristiano.

No creo que mi testimonio ayude, pues el abogado de Eguren no profundizó mucho en las preguntas, y por la brevedad del interrogatorio en una sesión donde yo fui el único testigo, tuve la impresión de que se trataba de una pura formalidad en un caso donde el veredicto sea probablemente condenatorio. Indicio de esto es que ya está anunciado que va a haber una sentencia a fines de marzo, es decir, el proceso habrá durado menos de cuatro meses, cuando lo común es que la duración de un proceso de este tipo no baje de los 18 meses.

No estoy segura de cuánto tiempo ha vivido fuera de Lima, pero aún así ¿cuál es su impresión del cardenal Cipriani? ¿Cree usted que es culpable de encubrimiento, de lo cual ha sido acusado?

En el caso de Cipiani, yo creo que habido sobre todo negligencia, pues siempre ha negado la responsabilidad que tenía en el Tribunal Interdiocesano de Lima, donde ingresaron las primeras denuncias contra Figari. Eso lo he explicado detalladamente en mi artículo LA RESPONSABILIDAD DEL CARDENAL CIPRIANI EN EL CASO SODALICIO. Por otra parte, su preocupación ha estado en el mal ejemplo que dan personas de vida consagrada cometiendo abusos sexuales, pero no se ha preocupado jamás por el daño cometido en perjuicio de las víctimas. Y para empeorar la cosa, ha defendido a la institución, asumiendo la teoría de que los abusadores son solamente manzanas podridas en una canasta construida por Dios. No es de extrañar, pues el Sodalicio como institución siempre ha apoyado a Cipriani, y el informativo católico ACI Prensa, dirigido por el sodálite Alejandro Bermúdez, siempre ha informado positivamente sobre Cipriani, incluso cuándo éste ha tenido declaraciones polémicas.

No tengo conocimiento de que Cipriani se haya reunido con autoridades del Sodalicio para hablar sobre el tema de los abusos. Lo que sí sé con absoluta certeza es que nunca se ha reunido con víctimas del Sodalicio, mucho menos se ha comunicado con aquellas que presentaron sus denuncias en el Tribunal Interdiocesano de Lima, desatendiendo una obligación pastoral recomendada por el Papa Francisco.

En conclusión, Cipriani no ha contribuido en nada a que se esclarezcan los abusos del Sodalicio y ha preferido que el tema salga lo menos posible a la opinión pública.

¿Cuál es su impresión del nuevo arzobispo Carlos Gustavo Castilo Mattasoglio? ¿Le conoce, y cree usted que él será de ayuda para las víctimas del SCV?

Lo único que sé sobre el nuevo arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, es lo que leo a través de los medios. Ciertamente, tengo esperanzas de que decida abrir una investigación independiente sobre el Sodalicio, pero no sé en qué medida sea esto posible. Por lo pronto, veo positivamente que haya anunciado una reunión con víctimas del Sodalicio.

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REFERENCIAS

Altavoz
Carta notarial de Mons. José Antonio Eguren por columna de Martin Scheuch (24 de agosto, 2018)
https://altavoz.pe/2018/08/24/117852/carta-notarial-de-mons-jose-antonio-eguren-por-columna-de-martin-scheuch/

Crux
Witness says prelate suing journalist is only a product of his formation (Feb 5, 2019)
https://cruxnow.com/church-in-the-americas/2019/02/05/witness-says-prelate-suing-journalist-is-only-a-product-of-his-formation/

LA LETRA MUERTA DEL SODALICIO

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Momento de “comunión fraterna” en los Ejercicios Espirituales durante la V Asamblea General del Sodalicio de Vida Cristiana

El 27 de enero finalizó la V Asamblea General del Sodalicio, la primera supervisada por altas autoridades eclesiásticas: el cardenal Joseph Tobin, delegado vaticano ad nutum para el Sodalicio; Mons. Noel Londoño, C.Ss.R., comisario apostólico; fray Guillermo Rodríguez, O.F.M, comisario apostólico adjunto y el P. Gianfranco Ghirlanda, S.J., asistente pontificio.

Participaron más de cien sodálites profesos perpetuos, entre ellos:

  • Ricardo Trenemann y Óscar Tokumura, denunciados penalmente por asociación ilícita para delinquir y lesiones graves, además de que el primero tiene en su haber denuncias de abusos sexuales cuando era superior de una comunidad en São Paulo, lo cual fue de conocimiento de Alessandro Moroni (según declaración ante la Fiscalía en febrero de 2017);
  • Luis Ferroggiaro, sacerdote denunciado mediáticamente por Jason Day y luego por unos padres de familia ante el arzobispado de Arequipa por comportamiento indebido con un menor;
  • Javier Leturia, denunciado por abuso sexual con una menor (según Rocío Figueroa), aunque Moroni declaró ante la Fiscalía que se trató de un pecado sexual consentido entre adultos;
  • Enrique Elías y Alessandro Moroni, denunciados penalmente por «encubrimiento personal y real, obstrucción a la justicia, omisión de denuncia [y] delitos contra la libertad sexual en calidad de cómplices» (Diario Correo).

Hasta ahora no se han investigado a fondo estas denuncias ni existe ningún comunicado oficial del Sodalicio sobre la situación estos sodálites aún en actividad. Aparentemente, siguen su vida felices y contentos como si no hubiera pasado nada y aparecen chinos de risa en la foto final oficial de la V Asamblea, junto con Jaime Baertl y José Ambrozic, quienes también tienen serios cuestionamientos.

En el comunicado de la V Asamblea del 26 de enero se dice:

«Reconocemos que en nuestro pasado, sobre todo en algunos ámbitos, se han dado prácticas o aproximaciones que no reflejaron el Evangelio y fueron incluso contrarias a la vocación que indignamente hemos recibido de Dios. Hubo autorreferencialidad, soberbia, poca apertura, poca capacidad de escucha y de autocrítica para aceptar los errores y faltas en su momento. Por todo ello pedimos perdón».

Sin embargo, el documento mismo respira “autorreferencialidad” por todos lados, como si los sodálites vivieran en un mundo paralelo. Dicen que no pueden considerar a Figari como un referente espiritual; sin embargo, varios textos publicados por otros sodálites y la doctrina que profesan actualmente sigue siendo un calco de lo que enseñaba y escribía Figari. Señalan que los abusos de Figari fueron «denunciados e investigados por nuestra comunidad y la Santa Sede», olvidando que ni el Sodalicio ni la Santa Sede hicieron las denuncias, sino las víctimas y el periodismo de investigación. Mencionan «las investigaciones que la comunidad solicitó y llevó a cabo con la ayuda de expertos externos», pero pasan por alto la investigación de años que realizaron Pedro Salinas y Paola Ugaz cristalizada en el libro Mitad monjes, mitad soldados, además de ignorar las investigaciones y análisis que yo mismo fui publicando desde noviembre de 2010 y que llevaron, por ejemplo, a que se conociera el caso de Jeffery Daniels gracias a los testimonios de Mauro Bartra y Álvaro Urbina. Y sobre todo no le dan ningún crédito a la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación convocada por el Sodalicio mismo, que determinó un número de más de cien víctimas, superior a las 66 de la comisión de expertos externos.

Sobre la base de la petición de perdón que se hace a las víctimas de abusos y maltratos y el compromiso de «seguir sanando estas heridas y sufrimientos en justicia y en caridad», el 31 de enero le envié un e-mail a cuatro sodálites (Alessandro Moroni, Fernando Vidal, José Ambrozic, Jorge Olaechea), solicitándoles los datos de contacto de José David Correa, el nuevo Superior General del Sodalicio, a fin de iniciar un diálogo reconciliador, pues —como les decía— entiendo que las palabras del comunicado «no están dichas para quedarse en el plano de lo general, sino que se está dispuesto a hacer esto mismo personalmente con cada uno de quienes han sido heridos o maltratados por los hechos luctuosos ocurridos en el Sodalicio». A día de hoy no he recibido respuesta.

Todo ello me lleva a la conclusión de que el Sodalicio sigue siendo el mismo de siempre. Hay falta de transparencia, pues a pesar de que ellos afirman que han cambiado, nadie sabe en qué consisten esos cambios. La soberbia de creerse dueños de la verdad sigue allí, manifiesta en su burda manipulación de la realidad. Siguen resistiéndose a las críticas, siendo emblemática la denuncia de Mons. Eguren contra los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, que han criticado con fundamento al Sodalicio y al arzobispo sodálite. Y su pedido de perdón a las víctimas en general parece ser sólo un mensaje para la platea, pues no han dado señales de querer hacer lo mismo personalmente con cada uno de los afectados.

Al final, su comunicado resulta ser letra muerta, mero papel mojado.

(Columna publicada en Altavoz el 4 de febrero de 2019)

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La “autorreferencialidad”, que aparece en el comunicado en el n.º 5, se manifiesta en el texto inmediatamente después ser mencionada.

«Con el auxilio del Espíritu, creemos haber dado un paso adelante en la toma de conciencia de estos hechos [contrarios al Evangelio] y sus alcances, para poder ver la realidad cada vez más con los ojos de Dios.

Esto nos ha llevado a ver las abundantes bendiciones que son también parte de nuestra historia. Atesoramos los momentos de comunión fraterna en torno al Señor, vividos en oración, amistad, solidaridad y apostolado que han forjado nuestra identidad y que hemos experimentado renovadamente durante nuestra Asamblea». (n.º 5-6).

Es decir, los sodálites consideran como bendiciones lo bien que lo han pasado entre ellos —y que lo siguen pasando—, y no mencionan lo mal que se lo hacen pasar a quienes decidan ya no participar de esta “comunión fraterna”. Cuando precisamente una señal de que se sigue el Evangelio sería la preocupación efectiva por aquellos que legítimamente han decidido separarse de la institución, sin que haya ninguna falta grave de por medio, y se enfrentan a una situación de desamparo y falta de oportunidades. Hasta ahora no hay señales por parte del Sodalicio de querer salir al encuentro de estas personas, sobre todo aquellas que han sido víctimas. Una vez cerrado el capítulo de la comisión de expertos externos, no se han implementado mecanismos de ayuda ni asignado personas para seguir atendiendo a las víctimas conocidas y a las que todavía puedan seguir apareciendo.

Otra cosa que deja muy mal sabor de boca es cuando se dice que

«agradecemos a la Sede Apostólica que nos permita llevar a cabo el proceso de residencia impuesta fuera de una comunidad sodálite de Luis Fernando Figari que las autoridades del Sodalicio pidieron hace varios años, y que hoy, habiendo sido rechazados sus recursos a la Signatura Apostólica, podrá hacerse efectivo» (n.º 7).

En vez de lamentarse de que no se haya podido finalmente expulsar del Sodalicio a Figari, «a quien no podemos considerar como un referente espiritual para nuestra vida sodálite», agradecen que por fin pueda vivir solo en una residencia, estando todos sus gastos solventados hasta el fin de sus días por el Sodalicio, una especie de “castigo” que ya quisiera recibir el común de los mortales.

Asimismo, recién nos enteramos de que era falso lo que Alessandro Moroni dijo en un comunicado del 10 de febrero de 2017:

«El Sr. Luis Fernando Figari será retirado de la comunidad sodálite, donde permanecía por orden de la Santa Sede y será destinado establemente a una residencia en la que no exista una comunidad del Sodalicio, y donde pueda llevar una vida modesta de oración y retiro.

Cumpliendo la orden de la Santa Sede, se proporcionará al señor Figari las condiciones adecuadas para una vida sobria, de recogimiento y oración, por los graves actos cometidos».

Eso explicaría la presencia del P. Gonzalo Len, del P. Héctor Velarde, de Kenneth Pierce y otros sodálites en el departamento de Figari en Roma.

Por otra parte, no sabemos cómo van a fiscalizar que Figari tenga efectivamente una vida de recogimiento y oración. Muy bien podría salir a pasear y viajar como le plazca, banquetearse a su gusto o ver pornografía con frecuencia —como habría sido su costumbre—, entre otros placeres accesibles en su retiro burgués, sin que a ningún sodálite le importe un comino lo que él haga, como ocurrió durante las casi cuatro décadas en que fue Superior General del Sodalicio.

Si a los sodálites les interesara de verdad la justicia y el respeto hacia las víctimas, deberían estar viendo la manera en que Figari responda ante la justicia peruana por los delitos de que se le acusa y termine con sus huesos en la cárcel, en vez de protegerlo y considerar que es un castigo vivir fuera de una comunidad sodálite. Aquellos que hemos vivido en tales comunidades y nos hemos retirado de ellas sabemos que es todo lo contrario: una bendición y una liberación que Figari no merece. Además podrían ahorrarse el dinero dedicado al dispendioso sustento de Figari para invertirlo en reparaciones más justas para las víctimas.

A todo esto, hasta ahora nadie ha explicado de dónde proviene el dinero para pagarle sus honorarios al Dr. Armando Lengua Balbi, abogado de Figari y uno de los más caros del Perú. Considerando que desde los años 70 Figari nunca ha trabajado, suponemos que es el mismo Sodalicio el que estaría asumiendo estos costos, mientras que la mayoría de las víctimas no tienen dónde caerse muertas, muchos menos tienen lo suficiente como para costearse un abogado. De ser esto cierto, el Sodalicio estaría otra vez protegiendo al perpetrador y abusando de las víctimas.

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FOTO OFICIAL DE LA V ASAMBLEA GENERAL DEL SODALICIO
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De arriba abajo por filas: José Ambrozic, Alessandro Moroni, Enrique Elías, Ricardo Trenemann, Óscar Tokumura, Jaime Baertl, Luis Ferroggiaro y Javier Leturia

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E-MAIL ENVIADO EL 31 DE ENERO DE 2019 A ALESSANDRO MORONI CON COPIA A FERNANDO VIDAL, JOSÉ AMBROZIC Y JORGE OLAECHEA

Estimado Sandro:

Considero un paso positivo, aunque tardío, que quienes actualmente forman parte del Consejo Superior del Sodalicio sean personas que no han tenido ningún cargo de responsabilidad en el momento en que ocurrieron los abusos en el Sodalicio, con lo cual están cumpliendo por fin con una de las recomendaciones de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, aunque sea parcialmente, pues todavía hace falta hacer lo mismo con todos los superiores de comunidades y consejeros espirituales.

Asimismo, le tomo la palabra a lo que se dice en el comunicado de la V Asamblea:

«Como Asamblea queremos pedir sincero perdón a las víctimas de estos abusos y maltratos. Renovamos nuestro compromiso por hacer todo lo que esté en nuestras manos para seguir sanando estas heridas y sufrimientos en justicia y en caridad, y evitar que acciones como éstas vuelvan a ocurrir» (n° 4).

«A quienes se han sentido heridos o se han distanciado, les rogamos acojan esta petición de perdón y esperamos con el paso del tiempo podamos restablecer la comunión y amistad» (n° 9).

Entiendo que estas sinceras palabras no están dichas para quedarse en el plano de lo general, sino que se está dispuesto a hacer esto mismo personalmente con cada uno de quienes han sido heridos o maltratados por los hechos luctuosos ocurridos en el Sodalicio.

Por eso mismo, te agradecería que me envíes las señas de José David Correa para poder iniciar un diálogo personal al respecto. Puede ser dirección de correo electrónico, teléfono fijo o móvil, o usuario de Skype.

Este pedido también se dirige a aquellos a quienes se envía este mensaje en copia.

En caso de no recibir respuesta o no se acceda a mi pedido, no quisiera que José David se entere a través de los medios de que he querido iniciar un diálogo reconciliador con él y sus subordinados me han negado esta posibilidad, además de que el comunicado del Sodalicio quedaría como letra muerta, como mero papel mojado.

Un cordial saludo

Martin Scheuch

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FUENTES

Caretas
El Canto de Moroni (Jueves, 2 de Marzo de 2017)
http://caretas.pe/sociedad/78370-el_canto__de_moroni

Diario Correo
Fiscalía pide documentos sobre Cipriani por presunto encubrimiento al Sodalicio (08 de Agosto del 2018)
https://diariocorreo.pe/peru/fiscalia-documentos-cipriani-presunto-encubrimiento-sodalicio-834784/

Sodalicio de Vida Cristiana
Mensaje de Alessandro Moroni sobre Luis Fernando Figari (10 Feb 2017)
https://sodalicio.org/comunicados/mensaje-de-alessandro-moroni-sobre-luis-fernando-figari/
Comunicado de la V Asamblea: Perdón y Reconciliación (27 Ene 2019)
https://sodalicio.org/noticias/comunicado-de-la-v-asamblea-perdon-y-reconciliacion/
Clausura de la V Asamblea y fin del Comisariamiento del Sodalicio (28 Ene 2019)
https://sodalicio.org/noticias/clausura-de-la-v-asamblea-y-fin-del-comisariamiento-del-sodalicio/

SODALICIO: DE LA ESCLAVITUD A LA LIBERTAD

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José Rey de Castro (JRC) fue sodálite durante 21 años, 18 de los cuales perteneció al círculo íntimo de Figari, al cual sirvió prácticamente en calidad de esclavo (sirviente a tiempo completo de disponibilidad total), de la forma en que la Comisión para la Justicia y la Reconciliación convocada por el mismo Sodalicio señaló en su informe final (abril de 2016):

«El menoscabo físico, psicológico, espiritual y moral determinó una particular afectación, consistente en la pérdida de la autoestima y las capacidades de los jóvenes escogidos para servir de manera directa a Luis Fernando Figari, mediante la atención personalizada e ininterrumpida en sus distintas actividades. Estos jóvenes en algunos casos fueron privados de recibir la formación esperada hasta por más de 20 años, y más bien obligados a realizar tareas domésticas sin compensación económica alguna, bajo la premisa de estar al servicio del “Fundador”, lo que sugiere que dichas prácticas podrían enmarcarse en un supuesto de lo que se conoce como “esclavitud moderna” o “servidumbre”, que debiera ser investigado por las autoridades respectivas.»

Tras salir de la vida comunitaria en 2013, pasaron cinco años antes de que JRC, con ayuda de psicoterapia, conquistara finalmente la libertad para hablar de lo que vivió a la sombra de Figari. Y esto lo ha logrado rápidamente en comparación con otros. Yo, por ejemplo, desde mi salida de una comunidad sodálite en 1993, me demoré quince años en procesar mi experiencia, comprender lo que realmente había vivido y cambiar mi valoración del Sodalicio, y otros cuatro años más en vencer el miedo y comenzar a publicar mi testimonio. Porque hay que decirlo con todas sus letras: quien toma conciencia de lo que sufrió física y psicológicamente en el Sodalicio, tiene luego que extirpar el miedo que le impide hablar públicamente, como ocurre usualmente en quienes han roto los barrotes interiores implantados en su alma por grupos sectarios.

Las reflexiones de JRC en su blog desnudan el sistema de sojuzgamiento mental del Sodalicio y confirman lo que ya suponíamos: que ese sistema perverso —con o sin abusos sexuales— sigue estando en pie. Sus conclusiones son lapidarias:

«Me encantaría decirles a todos que el SCV es una espiritualidad pero, lo siento, no lo es. No nace de una experiencia de Dios y está totalmente “determinada por la situación”. Tampoco tiene un impulso hacia Dios sino hacia la más intramundana sed de poder, placer y dinero. Nunca vi a Figari realmente trabajar, su “trabajo intelectual” era esporádico y caprichoso, vivía del trabajo de los demás sodálites, y vivía muy bien.»

Muy interesantes son los retratos que hace con seudónimos de varios personajes claves, en los cuales creo identificar a Humberto del Castillo, psicólogo del Sodalicio; Oscar Tokumura, el despiadado verdugo de San Bartolo; Jaime Baertl, el cura amigo de los empresarios, con su proverbial hipocresía; Eduardo Regal, elegido por Figari para sucederlo; Luis Ferroggiaro, el cura melifluo, separado del Sodalicio por acusaciones de conductas indebidas con jóvenes; Alfredo Garland, el intelectual reservado pero carente de rigor académico —el cual una vez me dijo a mí personalmente que yo no servía para la vida intelectual—; Ignacio Blanco, el oscuro confidente de Figari; José Ambrozic, inteligente y leal, maltratado por Figari pero cómplice del sistema: Juan Carlos Len, “contador” no oficial del Sodalicio que se mantiene en la sombra.

JRC tiene una buena justificación para hablar de estos personajes:

«El no haber nunca ejercido la autoridad, me permite, gracias a Dios, tener esta visión de los hechos y, por otro lado, mi edad y el lugar en el que estaba me permitieron ser una persona de confianza para Figari y sus discípulos. A diferencia de otros que fueron obligados a hacer juramentos de confidencialidad, yo tengo plena libertad para narrar estos hechos y describir las personalidades de quienes conocí, sin que esto genere en mí escrúpulo alguno ni culpa.»

¿Borrón y cuenta nueva, como tantos le han sugerido? ¿Dar vuelta a la página y seguir adelante como si nada? ¿A lo pasado, pasado? Así no funciona la realidad, y esto lo comprende muy bien JRC:

«Si sintiera alivio porque fui maltratado y por la injusticia sufrida hasta el día de hoy, estaría orate. Gracias a Dios estoy en mi sano juicio y libre.»

(Columna publicada en Altavoz el 23 de abril de 2018)

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FUENTES

Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación – Informe final (abril de 2016)
http://comisionetica.org/blog/2016/04/16/informe-final/

Mi vida en el Sodalicio (Blog personal de José Rey de Castro)
¿Una espiritualidad para nuestro tiempo?
https://web.archive.org/web/20230129024216/https://www.mividaenelsodalicio.app/una-espiritualidad-para-nuestro-tiempo/
Augubu, el intelectual
https://web.archive.org/web/20230325162404/https://www.mividaenelsodalicio.app/augubu-el-intelectual/
Corporación Sodalicio S.A.
https://www.mividaenelsodalicio.app/corporacion-sodalicio-s-a/