LA CANCIÓN DEL SOBREVIVIENTE

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Dibujo de Paul Cadmus (1904-1999)

El trecho en carretera desde el pueblo de Lambsheim (Renania-Palatinado) —donde actualmente resido— hasta la ciudad de Dortmund (Renania del Norte-Westfalia) es de unos 330 kilómetros, pero el pasado sábado 27 de abril valía la pena hacer ese recorrido de entre tres y cuatro horas. Pues en Dortmund, en un evento organizado por las Misiones Católicas de Habla Española, iba a dar una conferencia —“Sanando las heridas espirituales provocadas por el maltrato”— el sacerdote español Luis Alfonso Zamorano (nacido en 1974), miembro de la Fraternidad Misionera Verbum Dei.

Para mayor detalle, el P. Zamorano realizó labor pastoral en Chile durante veinte años y es magíster en acompañamiento psico-espiritual por la Universidad Alberto Hurtado de los jesuitas, con sede en Santiago de Chile. También es autor de un informe sobre las Siervas del Plan de Dios, la comunidad de monjas fundada por Luis Fernando Figari, detallando en ese informe los graves abusos que se cometieron en perjuicio de muchas de sus integrantes, similares a los abusos que muchos experimentamos en el Sodalicio de Vida Cristiana. Según lo dicho por el P. Zamorano en su conferencia en Dortmund, de esta comunidad se habrían retirado unas cincuenta monjas, veinticinco de las cuales sufrirían de fibromialgia, «una enfermedad crónica que se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, con una exagerada hipersensibilidad […] en múltiples áreas corporales y puntos predefinidos […], sin alteraciones orgánicas demostrables” (Wikipedia en español). Lo cual confirmaría lo que muchos sospechábamos: que la espiritualidad sodálite sería un caldo de cultivo de muchas enfermedades, sobre todo psíquicas y psicosomáticas.

Para muchos de los asistentes, en su mayoría jóvenes católicos residentes en Alemania y provenientes de varios países de Latinoamérica, lo que escucharon del P. Zamorano fue algo novedoso. Si bien para mí nada de lo que dijo fue algo que yo ya no supiera, lo que sí me sorprendió es escuchar por primera vez de labios de un cura católico una exposición tan detallada y estructurada sobre la temática de los abusos en la iglesia católica, sin intentar una justificación sembrada de excusas encubridoras, atribuyendo el problema a unas cuantas manzanas podridas, como ya hemos escuchado en varias ocasiones de clérigos desde los más altos niveles hasta de quienes ostentan poca autoridad, manteniendo la creencia en la santidad de un sistema eclesiástico que, tal como existe en la actualidad, propicia que se cometan abusos.

El P. Zamorano fue deconstruyendo varios de los mitos que existen sobre los abusos en la Iglesia:
– que el abuso sexual es lo mismo que violación, cuando en realidad abarca una amplia gama de acciones, muchas de las cuales pueden darse sin que haya habido contacto físico entre el abusador y su víctima;
– que los niños olvidan rápidamente lo sucedido, sobre todo si se trató solamente de tocamientos, cuando en realidad bastan unos cuantos segundos para marcar un antes y un después en toda una vida;
– que sólo los varones menores de edad sufren abusos, cuando en realidad también hay muchos abusos en perjuicio de niñas;
– que el abusador suele ser una persona extraña o ajena a la víctima, cuando en realidad forma parte del entorno cercano de la víctima, es una persona de confianza y suele despertar la simpatía de quienes le conocen;
– que el abusador es una persona con trastornos psicológicos o con una sociopatía, cuando en realidad esto no tiene que ser cierto, y el abusador suele ser la mayoría de las veces una persona considerada normal pero con carencias afectivas;
– que la homosexualidad de algunos clérigos y religiosos tendría una relación directa con los abusos, cuando en realidad no existe esa relación, pues eso sería como atribuirle a la heterosexualidad la existencia de tantas violaciones de mujeres;
– que la justicia y reparación son menos importantes que la sanación espiritual y psicológica y, por lo tanto, las víctimas no deberían necesariamente exigirlas y deberían contentarse con poder dar vuelta a la página, cuando en realidad la justicia y reparación forman parte importante del proceso de sanación;
– que las víctimas, sobre todo en contextos cristianos, deben perdonar a sus agresores para lograr la paz interior, cuando en realidad el perdón no puede ser exigido como requisito a ninguna víctima, pues se trata de una decisión autónoma que ésta tomará o no, si lo considera necesario y se encuentra preparada para hacerlo, resaltando además que el perdón no significa de ninguna manera renunciar ni a la justicia ni a la memoria de lo sucedido.

Respecto a este último punto, señaló que el tema del perdón suele ser manipulado para revictimizar a los afectados por abusos, sobre todo cuando éstos, con todo derecho, no están todavía dispuestos a perdonar.

Pero tal vez lo mas interesante es que el P. Zamorano incidió en que a cualquier abuso le precede un abuso espiritual, utilizando el abusador no sólo la autoridad y el ascendiente que le da su investidura religiosa para perpetrar el delito, sino también la misma religión como justificación de sus actos. «Las víctimas llegan a creer que Dios es cómplice del abuso», ha declarado una vez el P. Zamorano. Y por eso mismo, para muchos el proceso de sanación pasa por un rechazo de toda creencia religiosa.

Luis Alfonso Zamorano ha plasmado sus reflexiones e investigaciones en dos libros: Ya no te llamarán “abandonada”: Acompañamiento psico-espiritual a supervivientes de abuso sexual (2019) y Te llamarán “mi favorita”: Sanando la herida espiritual provocada por los abusos (2024), ambos publicados por la editorial católica española PPC.

Como también es cantautor, el P. Zamorano terminó su ponencia cantando, acompañado de su guitarra, una canción sobre el tema de sanación de las heridas, compuesta por él mismo. Como yo también lo soy, le hice llegar vía WhatsApp una grabación casera con una canción que compuse hace más de un lustro y que lleva el título de “Sobreviviente”.

Esta canción —hecha de la carne, hueso y sangre de mi propia biografía, como otras muchas que he compuesto— adquirió un significado especial para mí durante el encuentro efectuado en septiembre de 2023 en Roma, organizado por Ending Clergy Abuse (ECA), una asociación internacional de víctimas de abuso eclesial. Había en ese encuentro sobrevivientes de abusos, originarios de países de los cinco continentes, creyentes y no creyentes, personas de diversa orientación sexual (heterosexuales, homosexuales, transgénero), todos comprometidos en acabar con el abuso que el sistema eclesiástico favorece y permite. Las manifestaciones pidiendo “tolerancia cero” para los abusadores y encubridores que los protegen las efectuamos cerca del Vaticano, con cobertura de la prensa internacional. En otro momento quienes hablábamos español tuvimos una reunión aparte en el hotel, al final de la cual canté mi canción “Sobreviviente” a viva voz, poniendo en ella alma, corazón y vida. Terminada mi interpretación, había lágrimas en la mayoría de los ojos y comprendí lo que también me escribió el P. Zamorano después de escucharla: «es un tema potente».

He aquí la letra de esta canción mía:

SOBREVIVIENTE
Autor y compositor: Martin Scheuch

adiós infancia querida
que ya no revivirás
ahogada por la inmundicia
de quien fingía bondad

adiós juventud perdida
que ya nunca gozarás
de los delirios de savia nueva
descubriendo la vida
ventura que fue encerrada
secuestrada
aprisionada
enrejada en su corazón

jamás te rendiste en tu guerra
sobreviviente
jamás sometiste tu esfera
sobreviviente
aunque estrías severas
surquen tu alma y cantera
pero no tu madera
sobreviviente

quisiste alcanzar una estrella
sobreviviente
quisiste alumbrar primaveras
sobreviviente
restañando las mellas
en tu huella señera
izarás tu bandera
sobreviviente

adiós inocencia mordida
por fauce tan criminal
el colmillo de la insolencia
fachada de santidad

adiós libertad herida
soñando volver a volar
en la frescura de la insurgencia
sin temor ni obediencia
fraguando una firme entraña
liberada
germinada
emancipada de la sumisión

jamás te rendiste en tu guerra
sobreviviente
jamás sometiste tu esfera
sobreviviente
aunque estrías severas
surquen tu alma y cantera
pero no tu madera
sobreviviente

quisiste alcanzar una estrella
sobreviviente
quisiste alumbrar primaveras
sobreviviente
restañando las mellas
en tu huella señera
izarás tu bandera
sobreviviente

cuerda valiente
piedra sangrante
rueda sufriente
vena doliente

voz inquietante
sol renaciente
luz transparente
sobreviviente

Para terminar, quiero citar unas declaraciones que el mismo P. Zamorano le hizo en marzo de 2019 al periódico digital español Público:

«El abuso sexual es el Everest de todos los traumas. No lo digo yo, sino el pianista James Rhodes, y te puedo asegurar que lo he constatado. Es como un bombazo en el aparato psíquico del menor con consecuencias impredecibles. Fíjate que los psiquiatras para describir las consecuencias psicológicas que sufren estas víctimas usan el término de estrés post traumático, el mismo que se da a los supervivientes de las guerras. Los abusados son auténticos supervivientes, es una hazaña seguir adelante después de algo así».

(Columna publicada el 4 de mayo de 2024 en Sudaca)

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REFERENCIAS

Público
Entrevista a Luis Alfonso Zamorano: “Como Iglesia no hemos sabido entender el drama de las víctimas, ni hemos podido honrar su dolor” (17/03/2019)
https://www.publico.es/sociedad/entrevista-luis-alfonso-zamorano-iglesia-no-hemos-sabido-entender-drama-victimas-hemos-podido-honrar-dolor.html

SOBREVIVIENTE (Canción de Martin Scheuch)
https://www.youtube.com/watch?v=irAQ08l6xa8

CARTA ABIERTA AL ARZOBISPO DEFENESTRADO JOSÉ ANTONIO EGUREN

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José Antonio Eguren (1956- ), arzobispo emérito de Piura y Tumbes

Estimado José Antonio:

Sí. Te digo “estimado” porque te he conocido personalmente desde que en el año 1978 el Sodalicio se cruzó en mi vida, y luego he vivido en comunidades sodálites, compartiendo contigo el mismo techo y pan, sentándome contigo a la misma mesa y compartiendo contigo momentos de vida comunitaria. Incluso, antes de ser cura, fuiste mi primer superior en diciembre de 1981, en la comunidad Nuestra Señora del Pilar ubicada entonces en el jirón Alfredo Silva en Barranco, muy cerca del Museo Pedro de Osma. En esa comunidad que recién se inauguraba compartimos techo juntos al principio Eduardo Field, Alfredo Draxl, Alberto Gazzo, Virgilio Levaggi, José Ambrozic y Alejandro Bermúdez. ¿No te resulta sorprendente que, salvo el de Field, todos estos nombres estén relacionados con la cultura de abusos que se vivió en el Sodalicio? Y tú, como superior de todos nosotros, encargado de dirigir la vida comunitaria de acuerdo a las directivas de Luis Fernando Figari —a quien seguías a pie juntillas y nunca te atreviste a contrariar—, ¿niegas hasta ahora que formaste parte de esa cultura de abusos?

Yo, entonces un joven de 18 años, con la confianza e ingenuidad propias de esa edad, confiaba absolutamente en las buenas intenciones de todos aquellos que, como tú, formaron parte de la generación fundacional del Sodalicio, y no abrigaba ninguna suspicacia contra nadie. No era consciente del lavado de cerebro y la manipulación de conciencia de la cual había sido objeto, pues la vida se presentaba abierta a ideales de grandeza y esperanzas de contribuir a cambiar el mundo, para convertirlo “de salvaje en humano, y de humano en divino”, como continuamente se nos repetía. Y a mantener esa ilusión contribuían los gratos momentos de vida comunitaria, que opacaban los severos castigos que a veces recibíamos.

Muchos se preguntan cómo pudimos soportar agresiones físicas y psicológicas, sin protestar ni rebelarnos. Eso se explica porque el anzuelo que nos atrapaba tenía también una carnada jugosa y sabrosa, unos momentos de vida fraterna que nos parecían la gloria, donde podíamos sentir una cierta alegría y un sentimiento de compañerismo y fraternidad que nunca habíamos experimentado de igual manera fuera de la comunidad. Nos sentíamos felices de ser “amigos en Cristo”. Pero, sin saberlo, eso ocurría a costa de nuestra libertad y sólo funcionaba mientras uno mantuviera una fidelidad férrea al ideal sodálite y nunca cuestionara nada.

En ese sentido, puedo decir que nunca he pasado mejores Navidades que aquellas que pasé cuando, después de la Misa del Gallo, nos reuníamos los miembros de todas las comunidades de Lima para compartir la cena navideña y representar sketches que nos hacían reír a carcajadas. Tú mismo, José Antonio, te disfrazaste una vez de Batman y apareciste junto con Alfredo Ferreyros disfrazado de Robin, para hacer una parodia —donde te llamaban Fatman por tu consabida corpulencia abdominal— que nos hizo reír con tu consuetudinaria simpatía.

Porque hay que reconocerlo. Siempre has sido una persona simpática, de carácter risueño, muy sentimental y cariñosa, que se preocupaba por los otros miembros de la comunidad. Eras afable en el trato y no utilizabas palabras groseras ni insultos cuando hablabas con alguien, ni siquiera con tus subordinados, a diferencia de otros sodálites con responsabilidad, que estaban habituados al lenguaje grosero y a los insultos, comenzando por el mismo Luis Fernando Figari.

Recuerdo algunos momentos en que te mostraste muy humano. Como, por ejemplo, cuando en la segunda mitad de los 80, vivíamos en la comunidad Nuestra Señora del Pilar, que estaba situada temporalmente en Juan José Calle 191 en La Aurora (Miraflores), pues la empresa minera que le había cedido en usufructo al Sodalicio la casona de Barranco necesitaba hacer uso de ella. Nuestro superior era Luis Ferroggiaro, que todavía no había sido ordenado sacerdote. Hay que tener cuenta que, según las normas del Sodalicio, los sacerdotes no pueden ser superiores de comunidad. Curiosamente Ferroggiaro, quien fue despedido en ese entonces del Colegio Markham y se le negó el permiso para seguir siendo profesor de religión, también ha sido acusado, ya siendo sacerdote en Arequipa, de haber abusado sexualmente de un menor.

Un día llegaste afligido a la casa porque, regresando de la residencia de Figari en Santa Clara, se te había cruzado un borracho en la Av. Circunvalación y lo atropellaste, causándole la muerte. Ferroggiaro encargó que se alquilara una película en video para distraerte, y elegimos Escape en tren (Runaway Train, Andrei Konchalovsky, 1985) porque sabíamos que te gustaban las películas de acción y nos hacías reír imitando el sonido de las ametralladoras de Arnold Schwarzenegger en dos de tus películas favoritas: Commando (Mark Lester, 1985) y Predator (John McTiernan, 1987). Pusimos la película, y en el momento en que un hombre del siniestro alcaide Ranken es descendido con una cuerda desde un helicóptero hacia la locomotora del tren sin frenos donde están los dos reclusos evadidos interpretados por Jon Voight y Eric Roberts, el agente es arrollado por el tren y cae bajo sus ruedas, encontrando la muerte. En ese momento, José Antonio, te levantaste de tu sillón y te retiraste a tu dormitorio. Nos dio pena, porque no sabíamos que el film iba a recordarte el accidente que había ocurrido, del cual terminarías saliendo judicialmente libre de polvo y paja.

Hay que añadir que tus gustos cinematográficos eran bien pedestres. Además de violentas películas de acción, te gustaban las de la serie Locademia de policía (Police Academy). Recuerdo una vez que Jorge Ríos y yo te acompañamos mientras veías en video un film de la serie. Te arrastrabas de risa ante cada ocurrencia burda y grosera de la trama, mientras Jorge y yo nos aburríamos, sin que nos causara gracia tanta vulgaridad. Pero una vez si te quejaste ante el superior cuando organice un cine-fórum con agrupados universitarios para mostrarles La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971), pues te parecía una película inmoral, una valoración conforme con tu visión ultraconservadora de la moral y el arte. Pues nunca fuiste de correr riesgos, y siempre seguiste con lealtad incondicional los principios sodálites de Figari y mantuviste una postura conservadora y rígida en temas de fe católica y moral, que te ha llevado a descalificar a personas que piensen distinto a ti y a cerrarte al diálogo.

En ese sentido, ayudaste a a aplicar medidas humillantes contrarias a la dignidad de las personas, aunque lo que hizo no se diferencia sustancialmente de lo que hicieron otras personas con cargos de responsabilidad en el Sodalicio, sin que se pueda saber si eras consciente de la gravedad de lo que hacías. Al igual que yo, fuiste testigo de una multitud de abusos en comunidades sodálites. Te confieso que me demoré más de una década en comprender que lo que vi eran realmente abusos, pues había sufrido una reforma del pensamiento (o control mental) tal como el que se suele dar en organizaciones sectarias y durante mucho tiempo creí que los abusos dentro de las comunidades sodálites eran en realidad procedimientos legítimos dentro de una institución católica donde se busca la perfección cristiana. Y a pesar de que tú colaboraste activamente en aplicar la medida de aislamiento que sufrí en diciembre de 1992 en la comunidad Nuestra Señora del Pilar situada nuevamente en Barranco —medida que me llevaría a huir en una noche con toque de queda hacia una de las comunidades de formación de San Bartolo, donde pasaría siete meses atormentado a diario por pensamientos suicidas—, no catalogué eso entonces como un abuso, pues todavía no me había librado de la férula mental del Sodalicio y todavía seguí creyendo que era yo el que había fallado, que yo tenía la culpa de lo sucedido. Por eso mismo, te pedí que oficiaras mi matrimonio religioso el 29 de noviembre de 1996, en una ceremonia que, sin lugar a dudas, fue hermosa e impresionante por los cientos de invitados que asistieron y las palabras emotivas que brotaron de tu rostro sonriente. Yo no sabía entonces que tú ya habías tenido conocimiento de los abusos sexuales perpetrados por Virgilio Levaggi, y lo encubriste, así como también encubrirías posteriormente a Jeffery Daniels, cuyos abusos fueron conocidos por toda la cúpula sodálite.

Pero seguías llevando el veneno del Sodalicio en tu alma, y esa sonrisa tuya podía convertirse en la sonrisa del Joker cuando te burlabas de un confráter sodálite que estaba siendo sometido a un trato humillante, como ocurrió con José Enrique Escardó.

Y cuando llegaste a ser obispo, parece que los humos se te terminaron subiendo a la cabeza, pudiéndosete aplicar las palabras que el noble inglés Lord Acton le aplicó al Papa Pío IX: «El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente».

José Antonio, tenías todas las cualidades para ser un sacerdote ejemplar y un pastor preocupado por el Pueblo de Dios, pero preferiste ponerte al servicio de una institución sectaria, defendiendo su imagen contra aquellos que subjetivamente considerabas enemigos de la Iglesia y del Sodalicio, haciendo buenas migas con autoridades corruptas —tanto políticas, judiciales, militares como policiales—, protegiendo negocios turbios de empresas vinculadas al Sodalicio, contratando a abogados histriónicos y circenses para que tuerzan el derecho a tu favor y, sobre todo, callando en todos los colores sobre los abusos sexuales, psicológicos y físicos que se perpetraron en el Sodalicio, principalmente en las comunidades sodálites, e ignorando a las víctimas y sus sufrimientos. Lo mínimo que hubieras podido hacer es pedir perdón por haber contribuido a la cultura de abuso del Sodalicio, al que tanto amas por encima de la justicia y de la misericordia que tanto predicas. A estas alturas, creo que eso es mucho pedirle a un jerarca de la Iglesia que se regodeó en su poder, de quien aun guardo —lo confieso— recuerdos gratos por varios momentos compartidos juntos cuando aún afloraba el lado luminoso de su humanidad, ese lado luminoso que fue echado a perder por esa hidra de siete cabezas que es la institución sodálite.

(Columna publicada el 7 de abril de 2024 en Sudaca)

LA VÍCTIMA DE ABUSO QUE RECUPERÓ SU FE CATÓLICA

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Johanna Beck

Johanna Beck, nacida en 1983, ha sido vocera del Comité Asesor de Víctimas de Abusos de la Conferencia Episcopal Alemana, puesto para el que fue elegida en el año 2020. Por su compromiso contra el abuso de poder en la Iglesia, fue galardonada en 2022 con el Premio Herbert Haag en Lucerna (Suiza), que se otorga a personas y grupos, ya sea por publicaciones, conferencias e investigaciones que “promueven la libertad y el humanitarismo dentro de la Iglesia”.

¿Pero cuál es la historia de esta católica comprometida que lucha desde dentro contra los abusos en la Iglesia católica? Ella misma lo ha contado en su libro Haz nuevo lo que te quiebra (Mach neu, was dich kaputt macht, Herder, Freiburg im Breisgau), publicado en 2022.

Johanna Beck creció y se educó en un ambiente católico tradicional y conservador, bajo la sombra de la Katholische Pfadfinderschaft Europas (KPE) —en español Asociación Católica de Scouts de Europa—, formalmente miembro de la Union Internationale des Guides et Scouts d’Europe (UIGSE).

La KPE, a la cual pertenecía su madre, define su misión de la siguiente manera: «A través de la educación scout promovemos de manera integral a niñas y niños. De esta manera, pueden convertirse en personas cristianas responsables, que desarrollan sus habilidades y talentos, configuran sus vidas desde la fuerza de la fe y asumen responsabilidad por la sociedad y la Iglesia».

Suena bonito, pero la realidad era otra. Johanna recuerda que a los seis años escuchó una prédica del Padre Hönisch, fundador de la KPE en 1976, donde hablaba de una purificación de la humanidad a través de catástrofes y desgracias, provocadas por el abandono de la fe y la búsqueda desmedida de progreso. Por eso mismo había que vivir habitualmente en gracia de Dios y recurrir a los medios que Él ofrecía, en particular los sacramentos, con insistencia en la confesión por lo menos una vez al mes y la comunión frecuente unida a la participación en la Santa Misa. Tampoco había que olvidar las oraciones diarias, sobre todo del Santo Rosario, y en casa mantener una vela encendida ante la imagen de la Madre de Dios. Se trataba de una lucha del Diablo por cada alma, para alejarla del cielo. En el rechazo de Dios, Satanás y los ángeles demoníacos caídos estaban unidos con la humanidad incrédula e impía. Ni qué decir, parecía la versión alemana del Sodalicio de Vida Cristiana.

Eso ocasionó que Johanna tuviera una infancia plagada de miedos. Miedo a haber cometido un pecado y, por eso mismo, a ser castigada por Dios con una enfermedad o incluso con la muerte. Miedo a quedarse dormida antes de haber finalizado su oración vespertina, y así abrirle una puerta al Diablo. Y sobre todo terrible miedo a la gran “batalla final” entre el Bien y el Mal, entre Dios y Satanás, de la cual sólo podrían salir indemnes aquellos que hubieran llevado una vida libre de pecado. «Continuamente nos sugerían: has fallado, has hecho algo mal, has pecado. Es muy difícil salir de eso y con eso trabajan también grupos como la KPE. […] El miedo de los miembros y la baja autoestima les da poder a los líderes», señalaría Johanna Beck durante una presentación de su libro.

A los once años se une formalmente a las chicas scouts , estando obligada a cumplir mandatos como «una scout es pura en pensamientos, palabras y obras» y «una scout se domina a sí misma, ríe y canta en medio de las dificultades». Y es en ese momento que también entra en su vida un sacerdote, a quien llama con el seudónimo de Padre Dietmar, un clérigo de figura corpulenta, pantalones de pana negros gastados y mirada penetrante que le resulta desagradable desde un principio. De talante jovial y suelto, le gustaba contar chistes lúbricos que eran festejados por sus seguidoras femeninas con risas histéricas.

El Padre Dietmar era omnipresente en los campamentos de las chicas scout. Las acompañaba en sus actividades recreativas, durante las comidas comunitarias, celebraba Misa y otras actividades de oración, y se enfrascaba en largas divagaciones sobre “la pureza y la castidad”, su tema preferido. Y, por supuesto, las chicas debían confesarse con él, pero no en un confesionario con tabique separador, sino en el bosque, en salas de reuniones o en habitaciones libres de miradas ajenas. La sexualidad, bajo el pretexto de la “práctica de la castidad”, era un tema que siempre afloraba en él, no sólo en la confesión sino también en las charlas y ejercicios espirituales. Se sentía responsable de la castidad de las jóvenes, de modo que éstas debían vestir faldas hasta los tobillos y les estaba vetado usar ropas de baño incluso en el verano (“de otro modo me sentiría tentado por vosotras”). A las chicas sólo les estaba permitido bañarse tarde de noche en una zona protegida por lonas, las cuales no impedían ciertas maniobras voyeuristas del Padre Dietmar.

Todo esto lo había guardado y arrinconado Johanna en el baúl de su memoria de Johanna, hasta el verano de 2018, durante unas vacaciones en Italia con su esposo e hijos. En ese momento, leyendo en su teléfono móvil una noticia sobre abusos sexuales clericales en Estados Unidos, la asaltan flashbacks de un par de momentos con el Padre Dietmar:

«Estoy en un campamento, en el bosque, allí siempre tenemos que confesarnos (“para que sólo el buen Dios escuche tus pecados”). Tengo once años. He preparado un papelito, como me enseñaron en la catequesis de la Primera Comunión. Allí está escrito: “1. Contradecir a mis padres. 2. Molestar a mis hermanos”.

Eso es lo que expreso. Sin embargo, al cura del campamento, el Padre Dietmar, eso no le interesa: “Sí, sí, pero ¿qué hay de los pecados contra la castidad?” Indaga, utiliza palabras que como buena niña católica yo nunca había escuchado, quiere detalles que no entiendo. No entiendo nada y aún así me doy cuenta de que algo no está bien, que se trata de cosas que no vienen a cuento en una confesión. El sacerdote pregunta, indaga, quiere saber más, escucha y resopla ruidosamente. Este resuello se ha grabado tan fuertemente en mi memoria que casi puedo seguir escuchándolo aquí, en nuestra habitación en Italia. Soy incapaz de levantarme».

El otro recuerdo es más punzante:

«Soy un poco mayor. La sala de reuniones con cortinas cerradas y puerta cerrada, sobre nosotros un gran crucifijo. El mismo sacerdote, de nuevo sólo le interesan las “faltas contra la castidad”. Estoy de rodillas en el suelo, él se sienta frente a mí. Muy cerca. Puedo oler su sudor, primero miro su cuello de sacerdote, luego al suelo. Sus muslos separados me rodean, sus manos se mueven hacia mí, de nuevo ese resuello. Tengo miedo, no quiero esta cercanía, no quiero sus manos y no quiero hablar sobre lo que me pregunta. Me parece enorme, amenazante, no me atrevo a liberarme de esta posición y huir. Él hace de nuevo sus terribles preguntas: “¿Te has tocado de forma impura? Y si es así, ¿también has tenido pensamientos impuros? ¿En quién has pensado entonces? ¿Qué has hecho exactamente? ¿Te has tocado en tu XX?”, etc. Tengo miedo. En realidad, no tengo nada que contar, pero puedo intuir qué es lo que realmente está pasando aquí. Una voz dentro de mí me dice: ¡TIENES QUE SEGUIRLE LA CORRIENTE! Dile algo, o algo mucho peor podría pasar. Así que lo dejo pasar e invento algo, solo para que esté satisfecho y finalmente me deje en paz, no sin antes inculcarme la mortificación de mi cuerpo y mis sentidos…»

Es entonces que Johanna reconoce recién con claridad que ha sido víctima de abusos sexuales, ocurridos principalmente de manera verbal y psicológica como abuso de conciencia, y que esos recuerdos habían estado reprimidos en su psique, pero que ahora surgían con una fuerza que sacaba su vida de sus carriles.

Ciertamente, tras terminar sus estudios escolares había mandado al cuerno no sólo a la KPE sino también su fe católica. Pero cuando muchos años después tiene su primer hijo, opta por dejarlo bautizar y comienza a estudiar teología por su cuenta, para descubrir que la estrecha ideología católica que le habían inculcado en la KPE poco o nada tenía que ver con la amplitud y riqueza de la auténtica doctrina católica, que habla de un Dios compasivo y amistoso, que ama la libertad y está al lado de los marginados y heridos. Descubre cuán falso, problemático y tóxico había sido todo lo que le habían insuflado de niña. Su regreso a la Iglesia católica pasará por el encuentro con una comunidad parroquial de Stuttgart, amable y comprensiva, guiada por un párroco empático que le presta oídos a su historia y la apoya en su proceso de superarla. Johannna Beck, atemorizada ante la posibilidad de estar sufriendo una especie de síndrome de Estocolmo, al final opta por regresar a la Iglesia católica, a la cual siente como su patria espiritual, pero con una condición que ella misma se impone: tiene que comprometerse y hacer algo a favor de cambios radicales en la Iglesia católica y, de esta manera, evitar en lo posible que sigan habiendo víctimas de abusos.

En el año 2021, Johanna Beck declaró ante la Comisión de Abuso Sexual de la Diócesis de Rottenburg-Stuttgart. Critica que en la jurisdicción del Obispado de Oldenburg no pudo presentar una denuncia contra el clérigo abusador, sino que sólo pudo hacer una declaración como testigo. Según el derecho canónico, el proceso se lleva a cabo como una infracción contra el celibato y no como una violación de la dignidad humana y de la autodeterminación sexual.

Entre las propuestas que ha planteado Johanna Beck para reformar la Iglesia están las siguientes:

  • Una investigación exhaustiva, rápida e independiente de los casos de abuso, así como justicia para los afectados.
  • Establecimiento de una comisión de la verdad, de carácter independiente.
  • Modificación del Código de Derecho Canónico: el abuso debe considerarse como una violación del derecho a la autodeterminación sexual.
  • El reconocimiento de la condición de demandante, en lugar de testigo, de los afectados.
  • Espacios de narración y lugares seguros para los afectados como sitios de empoderamiento, interconexión, asistencia y recuperación.
  • Puntos de contacto diocesanos competentes para el abuso espiritual y para los adultos afectados por el abuso sexual.
  • Ampliación de los centros de asesoramiento ya existentes.
  • Un sistema de reparaciones no retraumatizante que sea adecuado para compensar las consecuencias de por vida y la complicidad de la institución.
  • Protección de las víctimas por encima de la protección de la institución.
  • Desjerarquización, control y democratización de las estructuras de poder eclesiástico.
  • Una lucha decidida contra el clericalismo.
  • Una reforma de la moral sexual católica.
  • Igualdad de género.
  • Autonomía y libre toma de decisiones de conciencia en lugar de obediencia.
  • Valoración y promoción del derecho a la autodeterminación sexual y espiritual.
  • Más desobediencia pastoral, empoderamiento y movimientos de base entre los fieles.

De que se realicen estos cambios depende la supervivencia de la Iglesia católica. Sin lugar a dudas.

(Columna publicada el 10 de marzo de 2024 en Sudaca)

DESCUBRIENDO EL REVERSO OSCURO DE UN FUNDADOR DEL PASADO

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La Hna. Victoria Naupari Osorio, la teóloga Magdalena Hürten, la Hna. Katharina Horn y la Hna. Regina Pröls, superiora general de las Hermanas Franciscanas de Vierzehnheiligen

Las Hermanas Franciscanas de Bamberga es una congregación de religiosas que tiene presencia en el Perú, específicamente en Lima —en los distritos de La Victoria, Ate (zona de Salamanca), Santa Anita y Cieneguilla—, en Huánuco y en Chimbote. Fueron fundadas en 1890 en Múnich (Baviera, Alemania) por el sacerdote italiano Pietro Natili (1842-1914), miembro de la congregación de los Padres Jerónimos.

Según se cuenta en la página web de la rama peruana de la congregación, el P. Natili tuvo que dejar su tierra natal en 1870 debido a los vientos revolucionarios que soplaban en Italia, trasladándose a Múnich, donde en 1874 entraría a trabajar junto con Mons. Angelo Bianchi como secretario de la Nunciatura Apostólica.

«Más adelante en el año 1890 conmovido por la dura realidad que afrontaban los pobres y enfermos de Alemania en tiempos de pos-guerra [en referencia a la Guerra Franco-Prusiana de 1870 a 1871] fundará una congregación religiosa femenina que se dedicará completamente a manifestar a los enfermos y pobres la misericordia y el amor de Dios. […] El P. Natili, como buen conocedor de medicina y ejercitando su ministerio religioso, estuvo siempre al servicio de los enfermos pobres. Haciendo uso del ingenio que poseía, llegó a alcanzar buen prestigio, tanto así que la fama de sus curaciones, realizadas gracias a los medicamentos naturales, lo hizo familiar a muchos adinerados quienes recompensaban sus servicios».

Lo que no dice la página web es que Natili era seguidor de las ideas del conde Cesare Mattei (1806-1896), iniciador de la electrohomeopatía y elaborador de productos naturales de tan dudosa efectividad como su pseudociencia. “Vendedor de sebo de culebra”, se diría en el Perú.

«Por la popularidad adquirida y por su obra (habiendo también fundado casa para los pobres y las religiosas) el P. Natili se gana la envidia y la enemistad de los médicos y de los padres alemanes, los cuales basándose en calumnias abren un proceso donde lo acusan por abuso en el ejercicio de la medicina. Este proceso termina con el decreto de la expulsión del P. Pedro Natili de Baviera y por ende de Alemania. Es así como tiene que regresar a Italia, su tierra natal».

En 1900 lo encontramos de regreso en Roma.

«Fueron muchas las contradicciones que acompañaron el camino del P. Natili, pero lo más terrible y fuerte que él jamás hubiera podido esperar llegó de manos de su superior en el mes de agosto de 1904. Es mediante una carta en donde éste le dice con duras palabras que desde hace mucho tiempo está ya fuera de la orden. Esta cruda e incomprensible realidad sumirá su corazón en un profundo dolor, llevándolo a pasar noches enteras en medio de lágrimas y desconsuelos. La congregación a la que él había dedicado toda su vida, hoy después de 50 años lo echaba fuera sin explicación alguna de esta separación. […] A la mañana del 16 de febrero de 1914, contando Pedro Natili con 71 años, se fue apagando poco a poco su vida. Ésta fue la vida de un hombre que, respondiendo al llamado de Dios, sembró la semilla del Evangelio en muchos corazones; un hombre que, con su ejemplo de entrega y servicio, manifestó el amor misericordioso de Dios a sus hermanos, especialmente en los pobres y enfermos, en quienes descubrió el rostro de Cristo sufriente».

Hasta aquí los extractos de la biografía del P. Natili, que probablemente será modificada o eliminada de la página web en un futuro cercano, pues la verdad que ha salido a la luz es otra. Es la misma congregación la que ha tomado las riendas para conocer sin filtros el pasado de su fundador. Y esto por iniciativa de Regina Pröls, la superiora general residente en la sede en Alemania, donde las religiosas son conocidas como las Franziskusschwestern von Vierzehnheiligen (Hermanas Franciscanas de Vierzehnheiligen), en alusión a la Basílica Vierzehnheiligen (Catorce Santos) en Bad Staffelstein (Alta Franconia, Alemania), en cuyo terreno tienen su casa madre las hermanas de esta congregación de derecho diocesano del arzobispado de Bamberga, la cual cuenta no sólo con comunidades en el Perú sino también en la India.

La investigación de la historia de la congregación, sobre todo en su etapa fundacional, se realizó en colaboración con la Universidad de Ratisbona y con el acompañamiento de la teóloga Barbara Haslbeck, colaboradora académica del proyecto de investigación “Violencia contra mujeres en la Iglesia católica”. Y lo que salió a luz revela el lado oscuro del fundador, llenando de grietas la historia oficial que se mantenía sobre él. Pietro Natili había sido un abusador sexual, según hechos documentados ocurridos entre 1885 y 1899, y este habría sido el motivo por el cual fue expulsado en 1900 de Baviera.

Según declaraciones de la superiora general Regina Pröls al portal informativo katholisch.de, a partir de los archivos históricos se descubrió que el Padre Natili abusó sexualmente de tres religiosas y de otra mujer muy cercana a la congregación. Sin embargo, también se presume que habría un número desconocido de víctimas adicionales. Tal como consta en los registros judiciales, una mujer casada que fue a confesarse con él quedó embarazada. Según la denuncia, el P. Natili le administró una sustancia que provocó un aborto meses después. Posteriormente esta mujer tuvo otro hijo con él. Natili justificó su abuso mediante sus conocimientos médicos. Disfrazaba sus acciones como exámenes médicos. Dado que también era el confesor espiritual de la comunidad de hermanas, se ha de suponer una conexión entre el abuso espiritual y el abuso sexual.

El tribunal no pudo probarle ninguna de estas imputaciones y el caso fue archivado. Esto se debió a que, a juicio del tribunal, no había pruebas suficientes, además de los plazos de prescripción y el hecho de que la legislación de la época solo reconocía la violencia sexual contra las mujeres bajo ciertas condiciones. Eran acusaciones para las cuales no se tenían pruebas en el sentido legal. Nunca hubo una condena del sacerdote, ni por abuso sexual ni por sospecha de aborto. No hay escritos ni correspondencia de las hermanas al respecto. Lo que que se sabe hasta ahora proviene exclusivamente de los archivos judiciales. Sin embargo, se ha de notar que la Oficina Real del Distrito de Múnich escribió en ese momento que las mujeres víctimas eran dignas de fe y que se les creía.

Concluye Regina Pröls:

«Me horroriza el poder que debe haber tenido el Padre Natili, de modo que las afectadas, que tuvieron que pasar por todo esto, no pudieron liberarse de él y se quedaron en la comunidad. Debe haber existido una dependencia extrema para que esto sucediera. También debe de haber habido hermanas que encubrieron sus acciones y apoyaron así el sistema de abuso porque le eran leales. En aquel entonces, él era el confesor de las hermanas».

¿Qué sucedió con el Padre Natili después del juicio? Si bien penalmente no se le pudo probar nada, debido a su nacionalidad italiana finalmente fue «expulsado en consideración al bienestar público», según se indica en los documentos del Reino de Baviera. El Padre Natili luego se trasladó a Austria y posteriormente a Italia, donde fundó un seminario para muchachos y falleció en 1914. Incluso en las últimas semanas de su vida algunas hermanas de Múnich fueron a cuidarlo hasta su muerte.

La confrontación con sus orígenes ocupa a las Hermanas Franciscanas desde el año 2020. Es la primera vez en Alemania que una congregación religiosa toma la decisión de hurgar en el pasado para conocer la verdad, aunque ésta sea incómoda y vergonzosa. «Porque sólo quien conoce realmente su pasado tiene un futuro y puede configurarlo libre de violencia», ha recalcado la superiora general Regina Pröls.

«A pesar de todos los aspectos oscuros en la historia de nuestra comunidad, también existen aspectos luminosos. Sabemos que muchas cosas buenas sucedieron en los primeros días de nuestra historia religiosa gracias a nuestras hermanas. La comunidad de aquel entonces también podría haberse desmoronado. Hoy sabemos: ¡eran mujeres fuertes! No se rindieron y, a pesar de todo, se dedicaron al servicio de los enfermos y cultivaron su vida espiritual. Donde hay sombras, también debe haber luz, y viceversa».

No es la primera vez que la visión idílica de un fundador se derrumba ante evidencias históricas. Ocurrió con el P. Marcial Maciel (1920-2008), fundador de los Legionarios de Cristo, en los últimos años de su vida, a quien sus seguidores consideraban un santo y de quien también se decía que había tenido que pasar por sufrimientos e incomprensiones.

Algo semejante se dijo del P. Josef Kentenich (1885-1965), fundador del Movimiento Schönstatt, cuando el Vaticano le ordenó en 1951 separarse de su obra y abandonar Europa, exilio que cumplió en Milwaukee (Estados Unidos) de 1952 a 1965, cuando regresó a Alemania. Sin embargo, después de la apertura de los archivos de la época de Pío XII a principios de julio de 2020, se hizo público que las razones detrás del destierro de Kentenich no eran únicamente diferencias teológicas, sino que el Santo Oficio lo estaba sancionando por abuso sistemático de poder en perjuicio de las religiosas de Schönstatt. Según la historiadora de la Iglesia Alexandra von Teuffenbach, quien hizo pública esta información, estos abusos también incluían casos de abuso sexual.

Si la Iglesia católica ha canonizado a personajes tan cuestionados como Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), de cuyas pregonadas virtudes hay legítimas dudas, y al Papa Juan Pablo II (1920-2005), de cuyos actos encubridores de abusadores sexuales de menores van apareciendo cada vez más evidencias, la necesidad de investigar el pasado se hace cada vez más acuciante y necesaria. Pues el sistema eclesiástico que facilita y permite los abusos, y garantiza a los abusadores protección e impunidad, no es cosa sólo del siglo XX o del siglo XXI. Existe y se mantiene en pie desde hace siglos.

(Columna publicada el 18 de noviembre de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

Congregación Hermanas Franciscanas de Bamberga
https://franciscanasdebamberga.pe/es/quienes-somos/fundador/

katholisch.de
Gründer der Franziskusschwestern Vierzehnheiligen war Missbrauchstäter (07.11.2023)
https://www.katholisch.de/artikel/48445-gruender-der-franziskusschwestern-vierzehnheiligen-war-missbrauchstaeter
Theologin Haslbeck würdigt Offenlegung von Missbrauch an Ordensfrauen (10.11.2023)
https://www.katholisch.de/artikel/48565-theologin-haslbeck-wuerdigt-offenlegung-von-missbrauch-an-ordensfrauen
Generaloberin: Es erschreckt mich, welche Macht unser Gründer hatte (13.11.2023)
https://www.katholisch.de/artikel/48548-generaloberin-es-erschreckt-mich-welche-macht-unser-gruender-hatte

Arte Farmacéutico
Electro homeopatía (1a parte): Un botiquín del Conde Mattei (23/03/2021)
https://arte.farmaciaserra.com/blog/post/electro-homeopatia-mattei-sauter.html

PROHIBIDO DENUNCIAR ABUSOS

obispo_durmiente

Un obispo sonriente durmiendo a pierna suelta en una hamaca tendida entre dos cruces resquebrajadas. En la hamaca la inscripción “The tireless investigation of child sexual abuse” (“La incansable investigación de los abusos sexuales contra niños”).

Se trata de una figura alegórica y satírica que desfiló este año en el carnaval de Düsseldorf (Alemania) y que fue llevada a Roma, cruzando los Alpes, para protestar contra el abuso sexual eclesiástico, dentro del marco de las manifestaciones organizadas por ECA (Ending Clergy Abuse), una organización sin fines de lucro que agrupa a víctimas de la Iglesia católica, activistas y abogados, que exigen que la institución eclesial aplique de una vez una política de tolerancia cero frente a la plaga de los abusos y que buscan hacerla responsable de estos crímenes ante tribunales internacionales de derechos humanos.

Sin embargo, las autoridades italianas obstaculizaron la protesta. El viernes 29 de septiembre el carro alegórico fue paseado por el centro de Roma, pero el conductor del vehículo que lo halaba fue detenido delante del Coliseo y multado por obstaculizar la vista a un monumento histórico. De regreso al hotel donde se alojaban los participantes de la reunión de ECA, hubo nuevamente un control policial y el carro terminó siendo escoltado por un automóvil patrullero hasta el hotel mismo.

Ricarda Hinz de la Fundación Giordano Bruno, mujer del artista Jacques Tilly —el cual diseñó y realizó la figura alegórica—, declaró a la prensa que la policía le había informado que había una prohibición general de llevar el carro a la ciudad. Por lo tanto, se frustró el plan de colocarla el día domingo 1° de octubre frente al Vaticano, muy cerca a la Plaza de San Pedro. Desde entonces la policía mantuvo el carro bajo observación, con un patrullero que lo acompañó hasta que hubo abandonado la ciudad de Roma, ante el malestar de los activistas de ECA que se hallaban en la ciudad para exigirle al Papa y a las autoridades vaticanas una política de tolerancia cero ante los graves abusos que han habido y que siguen habiendo en la Iglesia católica.

Las manifestaciones de protesta realizadas por ECA los días 27, 28 y 30 de septiembre en las inmediaciones del Castel Sant’Angelo no pudieron movilizarse hasta delante de la Plaza de San Pedro —lugar que pertenece ya al Estado Vaticano— debido a la vigilancia policial. Estábamos presentes algunos representantes de víctimas y sobrevivientes de abuso eclesiástico de países como Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, El Salvador, Costa Rica, México, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza, Italia, Eslovenia, Nueva Zelanda, India, Congo y Uganda, abarcando los cinco continentes. Y eso sin contar a los que participan de ECA, pero que lamentablemente no pudieron en esta ocasión viajar a Roma.

Matthias Katsch, sobreviviente de abusos ocurridos durante su juventud en el Colegio Canisio de Berlín, gestionado por los jesuitas, y fundador de la iniciativa Eckiger Tisch (Mesa Cuadrada), que agrupa a sobrevivientes de abusos de la Iglesia católica en Alemania, declaró: «Aparentemente, la policía italiana se propuso minimizar al máximo la visibilidad de esta protesta y permitir que el evento registrado tuviera lugar casi sin presencia de público». Contrariamente a los acuerdos tomados, no se les permitió realizar una marcha hacia el Vaticano. «Lamentablemente, la policía impidió que la figura llegara al lugar junto al Castel Sant’Angelo», concluyó Katsch refiriéndose al carro alegórico. Y el día 30 de septiembre los activistas tuvimos que sacarnos las camisetas con la inscripción “Zero Tolerance” tras nuestro evento al lado del Castel Sant’Angelo para no ser detenidos por la policía, pues portar esta vestimenta era considerado como una protesta ilegítima.

Se consideró esto como una restricción a la libertad de reunión y expresión. Y no les falta razón. Así lo he percibido yo mismo, que hace 39 años estuve en Roma participando del Jubileo de los Jóvenes de 1984, en mi calidad de miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, y estuve en una Plaza de San Pedro donde se podía circular libremente en la totalidad de su área. Esta vez había zonas restringidas y policías —e incluso soldados del ejército con armas de fuego en ristre—, ubicados en puntos estratégicos para mantener la seguridad y el orden. Y para asegurarse también de que protestas legítimas y pacíficas no enturbiaran la santa tranquilidad burguesa de una Iglesia que se asienta sobre la impunidad de sus jerarcas, clérigos y religiosos que han cometido o encubierto abusos. Ciertamente, hay excepciones, pero sólo confirman la regla.

Un miembro de ECA ya le había entregado con anterioridad al cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, un escrito elaborado por expertos en derecho canónico con el proyecto de tolerancia cero, que exige cambios en la ley de la Iglesia, a fin de que los clérigos, miembros de institutos de vida consagrada y personal pastoral que cometan abusos sexuales sean retirados definitivamente de toda función pastoral, debiendo los clérigos ser reducidos al estado laical; los miembros de institutos de vida consagrada, expulsados de la institución a la que pertenecen; el personal pastoral, prohibido de ejercer ninguna función pastoral dentro de la Iglesia. Lo mismo se debería aplicar a obispos y autoridades eclesiásticas que encubran estos crímenes. También se debe informar a las víctimas y a sus familiares de los procesos canónicos en contra de los abusadores, así como garantizarles el acceso a las actas y documentación de su proceso, entre otras cosas.

El cardenal Hollerich, relator general del Sínodo que se ha iniciado este 4 de octubre en el Estado Vaticano y considerado por algunos como posible sucesor de Francisco en el pontificado, había prometido entregarle este documento al Papa Francisco el 18 de septiembre. Sin embargo, el 27 de septiembre dos miembros de ECA que se encontraban teniendo una sesión grabada de Zoom sentados a la mesa de un café en una calle romana tuvieron una encuentro fortuito con el cardenal Hollerich. La conversación quedó grabada. El cardenal no había cumplido lo prometido y tenía planeado entregar el documento al Papa recién en diciembre de este año. Por otra parte, señaló que la tolerancia cero era por el momento inaplicable, pues a los obispos sólo se les podía reemplazar de a pocos. Además, el Papa poco podía hacer pues estaba rodeado de gente de la Curia que le decía lo que tenía que hacer. Ante la insistencia de los activistas de ECA en lo importante que era que el Papa tuviera conocimiento de ese proyecto antes de iniciarse el Sínodo, pues seguían ocurriendo abusos en la actualidad, Hollerich replicó que no tenía a la mano copia del proyecto, pues lo había dejado en Luxemburgo. De modo que el 29 de septiembre, ECA le hizo llegar una nueva copia para ver si esta vez cumplía con lo prometido. Sin muchas esperanzas de que eso ocurra, digamos.

Mientras tanto, el sistema sigue estando estructurado —o improvisado— para obstaculizar las denuncias de abusos. En las oficinas del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica difícilmente aceptan una denuncia entregada personalmente, pues hay que seguir los procedimientos establecidos —no explicitados por escrito en ningún manual ni guía—, que es presentar la denuncia ante las autoridades eclesiásticas locales, llámese tribunal diocesano o superior general del instituto de vida consagrada. Las víctimas no pueden hacer un seguimiento de la denuncia, pues las autoridades competentes —célebres por su incompetencia— no informan a los afectados, los cuales no cuentan con ninguna garantía de que su denuncia esté siendo procesada o de que la documentación se haya enviado al Vaticano. Las investigaciones no contemplan hablar con las víctimas para que precisen detalles de sus testimonios, pero sí se habla con los abusadores y se presta fe a sus versiones. Y, finalmente, si algo se hace, ello sólo ocurre cuando las víctimas denuncian ante la justicia civil o cuando el caso se ha hecho público a través de la prensa. Si al final hay una sentencia, ésta suele ser muy benigna con los abusadores, permitiéndoles que sigan ejerciendo funciones pastorales.

Por eso mismo, las exigencias de ECA no se dirigen sólo a la Iglesia católica. El 3 y el 4 de octubre abogados representantes de las víctimas y otros activistas de ECA estuvieron en Ginebra (Suiza) en la Organización de Naciones Unidas para desarrollar conversaciones que sienten las bases para poder llevar al Estado Vaticano ante tribunales internacionales. Pues los abusos sexuales de menores y personas vulnerables podrían calificar como tortura, y también genocidio, si se comprueba que se trata de una práctica sistemática de la Iglesia católica que se da a nivel global.

Hasta entonces, parecería que existe en la Iglesia católica una norma tácita que contradice lo que la institución dice de la fachada para afuera: “Prohibido denunciar abusos”.

(Columna publicada el 7 de octubre de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

ZEIT ONLINE
Kirchenkritik: Figur darf nicht zu Demo vor Vatikan (1. Oktober 2023)
https://www.zeit.de/news/2023-10/01/kirchenkritik-figur-darf-nicht-zu-demo-vor-vatikan

Encounter with Cardinal Hollerich
https://www.youtube.com/watch?v=xuyFdzsQC9g

SWI swissinfo.ch
Las víctimas de abusos sexuales exigen medidas a la ONU y al Vaticano (04 octubre 2023)
https://www.swissinfo.ch/spa/sociedad/las-víctimas-de-abusos-sexuales-exigen-a-la-onu-y-al-vaticano-que-actúen/48858242

EL SONIDO DE LA MANIPULACIÓN

sound of freedom

Según el mexicano Eduardo Verástegui, productor de la película Sound of Freedom (Alejandro Monteverde, 2023) —en la cual él mismo tiene un breve rol—, el Papa Francisco le habría dado su apoyo a la película. Así lo manifestó el 27 de agosto en un post en la red social X (antes Twitter), adjuntando un par de fotos de él con el Papa Francisco, en plan Dina Boluarte en la sesión de la ONU en Nueva York:

«Gracias, Santo Padre, por sus oraciones, gracias por haber pedido a Dios por el proyecto @SOFMovie2023 [Sound of Freedom]. En 2015, le comenté en una reunión al @Pontifex que rezara por esa intención. Hoy, la película ya está en cines y el movimiento contra la trata avanza en muchos países. Sin dudas, la oración ha tenido mucho que ver con esto.
Acabamos de tener una audiencia privada en el Vaticano con el papa Francisco donde volvimos a dialogar sobre esto, en el marco de la reunión anual de la Red Internacional de Legisladores Católicos (ICLN), una red que busca conectar a una nueva generación de líderes que promueven y defienden desde cargos públicos la vida, la familia y las libertades fundamentales.
#JuntosSomosMásFuertes. Y con esa fortaleza, estoy seguro de que vamos a terminar con el tráfico humano. Los niños de Dios no están a la venta».

No es la primera vez que alguien vinculado al mundo del cine trata de manipular la figura del Papa para promocionar una película. Lo hicieron los representantes de Icon Productions cuando afirmaron que en diciembre de 2003 el Papa Juan Pablo II había visto la película The Passion of the Christ (Mel Gibson) y había dicho «Es como fue», lo cual nunca fue confirmado oficialmente y tampoco tenía ninguna relevancia, considerando que en caso de ser cierto que el Pontífice hubiera hecho este comentario, habría sido realizado en el ámbito privado y, por lo tanto, sería sólo su opinión personal. Aún así, ACI Prensa, la agencia de noticias fundada por el Sodalicio y representante de Icon Productions para la promoción del film en América Latina, no tuvo ningún reparo en repetir continuamente este bulo como un respaldarazo oficial del Papa a la película, lo cual fue desmentido por el entonces portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls.

En el caso de Eduardo Verástegui, él es la única fuente que menciona este supuesto apoyo del Papa Francisco a la película Sound of Freedom, por lo cual podemos suponer, ante la ausencia de cualquier declaración oficial del Vaticano al respecto, que se trata de una manipulación.

¿Por qué tanto interés en conseguir un apoyo de la Iglesia católica para un thriller de acción que no se diferencia sustancialmente de otros filmes similares producidos por la industria cinematográfica? Quizás la respuesta esté en que tanto Verástegui como el director de la película, Alejandro Monteverde, y el protagonista, Jim Caviezel —quien interpretara a Jesús en The Passion of the Christ—, son católicos comprometidos, dentro del espectro derechista conservador que se define a sí mismo como pro-vida y pro-familia.

El dúo Verástegui-Monteverde ya habían colaborado en Bella (2006), alegato filmíco anti-aborto que obtuvo el Premio del Público en el Festival de Toronto, y en Little Boy (2015), historia de un niño de ocho años, cuyo padre ha sido enviado a combatir a los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. El niño, apodado “Little Boy” por tener problemas de crecimiento, tendrá que aprender que la fe mueve montañas para traer a su padre sano y salvo de la guerra. El problema está en que “Little Boy” también es el nombre de la bomba atómica que fue arrojada sobre Hiroshima, y será este atroz acontecimiento el que sea presentado simbólicamente como cumplimiento de los rezos del niño, de modo que su padre pueda regresar del frente. Un final ambiguo y manipulador, como lo es todo el film, que intenta ser una prédica sentimental y manipuladora de pretendidos valores católicos. Como es moneda corriente en los pro-vida, sólo la vida de algunos vale, lo cual justificaría la muerte de muchos otros, aunque eso ocurra debido a la explosión de la bomba atómica en Hiroshima.

Técnicamente, los filmes dirigidos por Alejandro Monteverde tienen una buena edición y una factura visual impecable. Pero eso no basta para hacer un buen film. Por eso mismo, lo que se quiere resaltar en Sound of Freedom es que se trata de una obra que ayuda a tomar conciencia sobre una grave problemática: el tráfico de niños con fines sexuales. No dudo de que es un problema que hay que tomar en serio, pero ¿era ésta la mejor manera de hacerlo, a través de una cinta que enfoca el tema desde una perspectiva religiosa y se queda en la superficie del problema en aras de mostrar la heroicidad de su protagonista y su fe inquebrantable e insobornable?

Hay que precisar que no se trata de la primera película que aborda el tema. Basta una búsqueda en Google para descubrir que no sólo hay varios documentales al respecto, sino también películas donde el tráfico sexual de niños y de jóvenes forma parte importante de la trama. Por mencionar sólo algunos ejemplos, están Trade (Marco Kreuzpaintner, 2007), The Whistleblower (Larysa Kondracki, 2010) y I Am All the Girls (Donovan Marsh, 2021) entre las más conocidas. Mención especial merece Evelyn (2011), primer largometraje de la española Isabel de Ocampo con la participación protagónica de la peruana Cindy Díaz, que cuenta la historia de una joven provinciana que es reclutada en el Perú mediante engaños y es llevada a España para ser introducida en una red de prostitución. Pero la película más popular que ha tocado el tema ha sido Rambo: Last Blood (Adrian Grunberg, 2019), donde el veterano de la guerra de Vietnam interpretado por Sylvester Stallone tiene que cruzar la frontera para ir a rescatar a su ahijada menor de edad, que ha sido secuestrada por un cartel mexicano que se dedica al tráfico de personas para ofrecer servicios de prostitución.

Sound of Freedom, aunque se base en hechos reales, parece —sobre todo en su segunda parte— una pálida y descafeinada variación de la última entrega de Rambo, pero –a diferencia de ésta— con escenas aptas para familias con hijos adolescentes, y con final feliz. No pasa de ser un thriller mediocre de buena factura, que busca ser presentado como un alegato para empujar a la gente a tomar medidas con el fin de acabar con el tráfico sexual de menores de edad. Pero la única medida que los productores y actores del film recomiendan es ver el film y ayudar a que otros lo vean. Nada más. Y a decir verdad, si lo que se quiere es crear conciencia del problema, eso se podría conseguir con documentales y filmes menos ligeros y más serios que esta película de propaganda cristiana conservadora.

Por otra parte, la realidad les ha estallado en la cara a los productores del film debido a noticias recientes referentes al personaje que inspiró la película: Tim Ballard, fundador de Operation Underground Railroad (OUR), entidad privada sin fines de lucro que tiene como objetivo rescatar a víctimas del tráfico sexual. El 18 de septiembre de este año el portal digital de noticias VICE News publicó una investigación que atestiguaba que Ballard había cometido abusos sexuales en perjuicio de por lo menos siete mujeres, que debían asumir la función de esposas suyas en misiones encubiertas destinadas a rescatar víctimas. Así informaba el diario online Infobae en una nota del 19 de septiembre:

«Se alega que Ballard insistía en que las mujeres compartieran alojamiento e, incluso, la ducha con él. El argumento era que debían convencer por completo a los traficantes de su relación marital.

En una revelación aún más oscura, se informó que Ballard envió fotografías de sí mismo en ropa interior a una mujer. A otra, le preguntó explícitamente hasta qué extremo estaba dispuesta a ir para “salvar niños”.

Si bien el número confirmado de víctimas asciende a siete, el informe sugiere que el número real podría ser más alto, ya que sólo se han considerado a las empleadas de OUR y no a voluntarias o contratistas. Al respecto, una fuente afirma tener conocimiento de al menos un incidente que involucra a una voluntaria».

Éste fue el motivo por el cual a inicios de este año se expulsó a Ballard de la misma organización que él había creado.

De este modo, por esos azares del destino, Sound of Freedom termina convirtiéndose en la exaltación hagiográfica de un abusador sexual. Y en eso debe tener experiencia el mismo Eduardo Verástegui, quien a través del sacerdote Juan Gabriel Guerra, integrante de los Legionarios de Cristo, llegó a conocer personalmente al P. Marcial Maciel, quien se ha convertido en un paradigma de pederasta y abusador sexual en la Iglesia católica. Nunca se le ha escuchado a Verástegui condenar los abusos del P. Maciel, mucho menos los abusos sexuales en la Iglesia católica. Con el film que él ha producido parece querer decirnos que ese tipo de abusos los cometen principalmente personas que no tienen nada que ver con la fe cristiana y que viven en países remotos de América Latina. Y que hay héroes cristianos animados por su fe que rescatarán a las víctimas de ese flagelo. Sabemos que eso no es cierto, por lo menos en la Iglesia católica, pues quienes se han puesto del lado de las víctimas han tenido que sufrir maltratos, difamación y agravios.

«Los niños de Dios no están a la venta» es el slogan que se repite en la película Sound of Freedom. Se les olvidó añadir que en la Iglesia católica esos niños no cuestan nada, pues están disponibles gratuitamente para clérigos y religiosos abusadores.

(Columna publicada el 24 de septiembre de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

VICE News
Tim Ballard’s Departure From Operation Underground Railroad Followed Sexual Misconduct Investigation (September 18, 2023)
https://www.vice.com/en/article/pkaqvn/tim-ballards-departure-from-operation-underground-railroad-followed-sexual-misconduct-investigation

Infobae
Tim Ballard, inspiración para ‘Sonido de libertad’, es investigado por conducta sexual inapropiada (19 Sep, 2023)
https://www.infobae.com/mexico/2023/09/19/tim-ballard-quien-inspiro-la-historia-de-sonido-de-libertad-es-investigado-por-conducta-sexual-inapropiada/

EL OCASO DE LOS FUNDADORES

fundadores

En febrero de 2017 el cardenal João Braz de Aviz, Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, admitió que en ese momento había unas 70 nuevas comunidades eclesiales cuyos fundadores estaban siendo investigados por diversos abusos. Por supuesto, el Sodalicio de Vida Cristiana estaba incluido dentro de esa lista.

Se trataba de comunidades que generaron caminos de participación de los laicos en la vida de la Iglesia católica a través de movimientos eclesiales, convocando a miles de fieles que veían en ellos nuevas formas de expresar su fe de manera vital y comprometida. Todo ello bajo el amparo del Papa Juan Pablo II, que llegó a decir que “los movimientos eclesiales representan uno de los frutos más significativos de la primavera de la Iglesia”.

Pero esa primavera no ha durado mucho. Era sólo una ilusión que se ha convertido en un invierno durísimo, manifiesto en el descrédito que actualmente tiene la Iglesia católica y en la enorme cantidad de católicos que le están dando la espalda. Solamente en Alemania en el año 2022 más de medio millón de fieles se han salido oficialmente de la Iglesia católica.

Entre los motivos están que la Iglesia no tiene un papel relevante en la sociedad moderna y sus exigencias morales ya no están a la altura de los tiempos, e incluso las declaraciones de algunos de sus representantes son muy controvertidas, pues van a contramarcha de imperativos éticos aceptados por la mayoría en la sociedad.

Otro motivo es la resistencia conservadora a reformas necesarias, a fin de que la Iglesia se adapte a los cambios históricos de la sociedad moderna. Entre las cuestiones que siguen abiertas está el trato hacia los homosexuales y personas de orientación sexual diversa, el rol de la mujer, el divorcio, el aborto y el celibato. Son temas que deberían ser sometidos a debate para implementar reformas, pero muchos representantes de la Iglesia se niegan a dialogar sobre esos temas, encerrándose fanáticamente en posiciones retrógadas y reaccionarias.

Más peso tienen las omisiones de las autoridades eclesiásticas, sobre todo ante el escándalo de los abusos, que ha llevado a una pérdida masiva de confianza en la institución. No obstante todas las declaraciones públicas de querer implementar una política de tolerancia cero y de aplicar medidas consecuentes ante los abusos que salen a la luz, ¿quién querría seguir perteneciendo a una Iglesia donde la mayoría de sus representantes han protegido y siguen protegiendo a los abusadores, obstaculizan las investigaciones de los hechos y maltratan a las víctimas, sin ofrecerles una reparación proporcional a los daños sufridos, o incluso negándoles todo tipo de apoyo y estigmatizándolas como “enemigos de la Iglesia”?

Y existe, por último, un motivo económico que sólo tiene cierto peso en Alemania, pues la pertenencia oficial a la Iglesia va unida a un impuesto que sirve para el mantenimiento de la institución. Y si la necesidad de algo más de dinero se topa con la pertenencia a una Iglesia con la cual uno ya no se siente identificado, la consecuencia lógica para muchos es solicitar la baja de su membresía a la Iglesia católica y destinar el dinero ahorrado a mejores fines.

Todos estos motivos pueden ser aducidos incluso por creyentes que siguen manteniendo su fe y espiritualidad, pero no desean contribuir con una Iglesia que en varios aspectos le da la espalda a los seres humanos y a una moral humanista. Y aún compartiendo estas motivaciones, hay católicos que por razones personales relacionadas con experiencias de fe o con su compromiso con el Pueblo de Dios, optan por seguir perteneciendo a la Iglesia, aunque hayan perdido la confianza en las autoridades eclesiásticas. Como yo, por ejemplo.

La decadencia ha alcanzado no sólo a aquellas instituciones eclesiásticas tradicionales que viven de sus glorias pasadas, sino también a aquellas recientes y novedosas que prometían un tiempo de renovación. Aquellas que se subieron al carro de la “nueva evangelización”, que profetizaban “un nuevo Pentecostés” para luchar contra la “cultura de muerte”, y que terminaron siendo obras de manipuladores de conciencia, abusadores espirituales y psicológicos que en muchos casos llegaron incluso a abusar sexualmente de sus seguidores.

Céline Hoyeau, periodista y directora de la sección de religión del prestigioso diario católico francés La Croix, publicó en el año 2021 el libro La trahison des péres (La traición de los padres), una investigación periodística sobre las nuevas comunidades eclesiásticas que florecieron en Francia. A semejanza del Sodalicio, que apareció en el contexto de la crisis eclesial posterior al Concilio Vaticano II, la inmensa mayoría de las nuevas comunidades y movimientos surgieron como una respuesta ante la secularización en marcha —que conllevaba una pérdida de influencia de la Iglesia en la sociedad—, la sangría de miembros que sufrieron las congregaciones y órdenes religiosas tradicionales, la inmensa cantidad de curas que colgaron los hábitos, la falta de vocaciones y, sobre todo, el cuestionamiento de algunas doctrinas y enseñanzas del Magisterio de la Iglesia por no estar en consonancia con los avances científicos y culturales, mucho menos con la conciencia moral de los nuevos tiempos.

Ante eso, las nuevas comunidades ofrecían una fidelidad y obediencia absoluta al Papa, una defensa irrestricta de las doctrinas y valores de la Iglesia católica —dentro de una ideología ultraconservadora que se creía ya superada por el Concilio Vaticano II-, vocaciones numerosas al sacerdocio y a la vida consagrada y, sobre todo, multitudes de jóvenes que seguían fervorosos a líderes religiosos que se proclamaban a sí mismos como fundadores inspirados por el Espíritu Santo, portavoces de Dios mismo, elegidos para renovar la Iglesia y —cómo no— cambiar el mundo a través de una nueva evangelización.

¿Cuáles son los casos más sonados que reseña Céline Hoyeau en su libro?

El P. Marie-Dominique Philippe (1912-2006), fundador de la Comunidad de San Juan, abusó de por lo menos quince jóvenes mujeres en el marco del sacramento de la confesión y de la dirección espiritual, justificando sus deslices ante las víctimas como actos espirituales dentro del “amor de amistad”.

Su hermano, el P. Thomas Philippe (1905-1993), co-fundador junto con el laico Jean Vanier de las comunidades de El Arca, también abuso de mujeres aprovechando la dirección espiritual y justificando sus actos con explicaciones místicas.

El mismo Jean Vanier (1928-2019) abusó de la confianza de mujeres en el acompañamiento espiritual y aprovechó su influencia para implicarlas en relaciones sexuales. Además de estos hechos, que recién fueron conocidos después de su muerte, protegió y encubrió a su padre espiritual, el P. Thomas Philippe.

Gérard Croissant (1949- ), conocido como Ephraïm, fundador de la Comunidad de las Bienaventuranzas —presente en el Perú en la Parroquia Madre de Dios de la Urbanización San Juan Macias (El Callao)— abusó espiritual y sexualmente de mujeres integrantes de su comunidad, lo que ocasionó que en el año 2007 la Iglesia lo suspendiera del diaconado y en el año 2008 lo separara oficialmente de la comunidad que había fundado.

Olivier Fenoy, fundador de la Oficina de Cultura de Cluny —que también tiene representación en Quebec (Canadá) y en Santiago de Chile— fue acusado de diversas prácticas de abuso sexual (besos forzados, masturbación, sexo oral, penetración, dependiendo del “progreso” en el compromiso semi-monástico de sus seguidores), además de desviaciones sectarias y ejercicio de un poder absoluto.

El P. Georges Finet (1898-1990), fundador de los Foyers de Charité (Hogares de Caridad), abusó sexualmente de varones menores de edad y muchachas de entre 10 y 14 años de edad, haciendo preguntas insistentes sobre sexualidad en la confesión y tocando las partes íntimas de sus víctimas.

Y sigue la lista de fundadores —incluyendo algunas pocas fundadores— responsables de diversos excesos, siempre abusos espirituales y de poder, con frecuencia abusos sexuales, y también abusos económicos, laborales y sociales, hasta llegar a un número de poco más de veinte fundadores sólo en Francia.

Se comprueba así que el del Sodalicio de Vida Cristiana no es un caso aislado, sino parte de una tendencia que se repite a nivel mundial según el mismo esquema: un fundador que se cree guiado por el Espíritu Santo, que promete el oro y el moro a sus seguidores y a la Iglesia, consigue la protección de las autoridades eclesiásticas que se hacen la vista gorda y no controlan debidamente por miedo a “ahogar el Espíritu”, y al final termina abusando de su poder espiritual hasta los límites de lo indecible. Y a decir verdad, el ocaso de los fundadores puede significar el ocaso de la Iglesia católica tal como la conocemos.

(Columna publicada el 8 de julio de 2023 en Sudaca)

UN PARAÍSO PARA ABUSADORES, UN INFIERNO PARA LAS VÍCTIMAS

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Robert Zollitsch (1938- ), arzobispo emérito de Friburgo

“Un paraíso para abusadores, un infierno para las víctimas”. No fueron exactamente éstas las palabras del representante del consejo consultivo de víctimas al referirse a lo que fue la arquidiócesis de Friburgo durante la gestión episcopal del arzobispo Robert Zollitsch (nacido en 1938), pero resumen muy bien sus declaraciones. Fue «un espacio de protección para los perpetradores, un infierno para los niños que fueron sometidos a violencia sexual y no recibieron ninguna ayuda».

El 18 de abril de este año fue presentado el informe independiente sobre abusos sexuales en la arquidiócesis de Friburgo, encargado a cuatro especialistas del área de justicia y criminalística policial, quienes durante cuatro años examinaron actas y protocolos y encuestaron a más de 400 personas. Los resultados son devastadores. En el período que va desde 1946 encontraron que había más de 250 presuntos abusadores sexuales entre los clérigos y más de 540 víctimas de abuso sexual.

En todo este asunto quien se ha caído de su pedestal es Robert Zollitsch, arzobispo de Friburgo de 2003 a 2013 y presidente de la Conferencia Episcopal Alemania de 2008 a 2014, responsable de encubrimiento sistemático de abusadores no sólo durante su gestión episcopal, sino desde mucho antes, pues ya durante la gestión de su antecesor, Oskar Saier (1932-2008), arzobispo de Friburgo de 1987 a 2002, había sido encargado de personal a partir del año 1983. No hubo ningún esfuerzo por investigar los casos de abusos denunciados ni bajo Saier ni bajo Zollitsch.

Saier rechazó colaborar con la fiscalía, a fin de proteger a la Iglesia y a sus sacerdotes. Como parte de la estrategia encubridora, Zolllitsch, encargado de personal, fue presentado como director espiritual de los sacerdotes, de modo que por ley no podía ser forzado a declarar sobre lo que sabía, debido a la obligación de guardar el secreto profesional. Los expertos que elaboraron el informe encontraron un protocolo de 1996, que probaba indudablemente el encubrimiento. Allí el arzobispo Saier acordaba con Zollitsch y el vicario general Otto Bechthold sobre «posibilidades de almacenamiento de las actas especiales», para impedir que las autoridades civiles tuvieran acceso a ellas.

Los investigadores descubrieron con asombro que en las actas de sacerdotes que habían sido sentenciados judicialmente por delitos sexuales no había ninguna mención a estas circunstancias. O de repente un párroco era enviado de vacaciones, era trasladado a otra parroquia o era jubilado anticipadamente, y en las actas no se encontró nada al respecto, mucho menos lo que motivó estas decisiones.

Y peor aún, durante su gestión episcopal, Zollitsch incluso ignoró normas y directrices del derecho eclesiástico, de modo que no se remitió al Vaticano información sobre ninguno de los casos de abusos que fueron denunciados. De este modo frustró la posibilidad de que se abriera procesos canónicos contra los clérigos inculpados. Y nadie en el Vaticano pareció darse cuenta de esta anomalía, lo cual resulta sorprendente, pues siendo Friburgo, con 1.8 millones de católicos, una de las diócesis más grandes de Alemania, deberían haberse reportado varios casos.

El juez jubilado Eugen Endress, uno de los cuatro autores del informe, ilustró la gravedad de esta situación con un ejemplo. Un sacerdote que tenía vínculos sexuales con tres mujeres fue sancionado canónicamente. Es decir, una falta contra el celibato era más merecedora de castigo que cualquier abuso cometido en perjuicio de niños y jóvenes. «Está desigualdad en el manejo de los casos nos dejó atónitos», recalcó el jurista.

Las víctimas fueron abandonadas a su suerte. ¿Y los abusadores? En algunos casos fueron felicitados, como en una carta por su jubilación a un sacerdote que había abusado de monaguillos. «Su buen tino en el trato con niños y jóvenes ha redundado en beneficio del trabajo con la juventud», le escribió Zollitsch.

¿Y cuál ha sido la reacción de Zollitsch, quien actualmente cuenta con 84 años de edad y reside en la ciudad de Mannheim? En su página web ha señalado que no se manifestará sobre el informe final sobre abusos en la arquidiócesis de Friburgo y se mantendrá en silencio «por consideración a los afectados por violencia sexual». Por de pronto, ya ha devuelto la Orden del Mérito que la República Federal de Alemania le concedió en el año 2014. Y el actual arzobispo de Friburgo, Stephan Burger, ha hecho retirar los cuadros al óleo de Oskar Saier y Robert Zollitsch del obispado.

Pero Friburgo parecería no haber sido el único paraíso para pederastas en Alemania, como lo demuestra el escandaloso caso del sacerdote Edmund Dillinger (1932-2022), fallecido de COVID-19 en noviembre del año pasado, que recién se hizo público a mediados de abril de este año gracias a un hallazgo sorprendente que hizo su sobrino Steffen Dillinger. Al revisar las pertenencias de su difunto tío en la casa donde vivía en Friedrichsthal (El Sarre), descubrió cajas con cientos de fotografías y diapositivas, que mostraban los actos de pederastia que el sacerdote había cometido. En ellas aparecían menores de edad desnudos o semidesnudos en diferentes poses. Muchas de ellas, en las que también aparecía el cura, eran explícitas y calificaban como pornográficas. Eran la prueba documental de abusos cometidos desde mediados de los años 60 hasta la década del 2000 aproximadamente.

Edmund Dillinger había fundado en el año 1972 CV-Afrika-Hilfe, una asociación de ayuda al desarrollo para África, y se sospecha que muchos de sus delitos sexuales los cometió en el continente africano bajo nombre falso y llevando una doble vida.

Lo curioso es que el sacerdote tenía vetado desde el año 2012 el trabajo pastoral con niños y jóvenes, y desde el 2013 le estaba prohibido celebrar la misa en público. Su sobrino Steffen, quien se encargó de atenderlo cuando la salud del cura se fue deteriorando y le sobrevino demencia senil, no sabía el porqué de estas medidas. La diócesis de Tréveris, en la cual estaba incardinado el sacerdote, sí que lo sabía. Se trataba de «indicios de comportamiento sexual agresivo».

No era la primera vez. Ya en 1971 hubo indicios de que Dillinger había cometido abuso sexual de niños durante una peregrinación a Roma. Por ese motivo fue trasladado del estado de Renania-Palatinado al estado de Renania del Norte-Westfalia. Y no obstante que la diócesis de Tréveris sabía de sus inclinaciones pedófilas desde entonces, se le permitió trabajar en escuelas hasta el año 1999. Se sabe ahora que el obispo Bernhard Stein tuvo la política sistemática de encubrir los abusos en contra de niños y jóvenes durante décadas.

Según cuenta Steffen Dillinger, acudió donde el actual obispo de Tréveris, Stephan Ackermann, quien se negó a recibir el material encontrado y lo remitió a la comisión independiente para la atención de abusos de la diócesis. El 4 de abril de este año, el sobrino del cura tuvo una conversación con Gerhard Robbers, presidente de esa comisión, quien también se negó a recibir el material, indicándole a Steffen que podría ser acusado de delito de pornografía infantil sólo por el hecho de tener esas fotos en su poder. Le aconsejó que lo mejor que podía hacer era quemarlas. Esto ya fue demasiado para el sobrino, ya que las fotos podían servir de pruebas para demostrar no sólo la verdad de los testimonios de algunas de las víctimas de su tío, sino también para identificar más víctimas y repararlas por el daño ocasionado. Fue por este motivo que decidió acudir a la prensa, que al momento actual sigue investigando el caso.

Contra Edmund Dillinger no se puede abrir una investigación, pues ya está muerto. Pero existe la hipótesis de que habría pertenecido a un círculo de pederastas, y eso debería ser investigado. Lo curioso es que hasta ahora ni la policía ni la fiscalía han abierto investigación contra la diócesis de Tréveris para determinar qué se sabía y por qué Dillinger nunca fue denunciado ante la justicia civil. Al único al que se la ha abierto una investigación por el delito de posesión de pornografía infantil es al sobrino, luego de que la policía le incautará todo el material fotográfico comprometedor que tenía. Como si tratara de un mantra que se repite en casos similares, aquél que denuncia el abuso es quien termina como presunto inculpado, abandonado a su suerte.

Y mientras esto siga sucediendo, las jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia católica seguirán siendo un paraíso para los abusadores sexuales y un infierno para sus víctimas.

(Columna publicada el 29 de abril de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

Die Rheinpfalz
Kirchliche Wertschätzung für Missbrauchstäter (19. April 2023)

SWR
Priester aus Bistum Trier soll eigene Missbrauchstaten fotografiert haben (14.4.2023)
https://www.swr.de/swraktuell/rheinland-pfalz/trier/priester-aus-bistum-trier-dokumentierte-jahrzehntelang-missbrauch-100.html
Ordinariat Freiburg: Portraits der Erzbischöfe Zollitsch und Saier entfernt (20.4.2023)
https://www.swr.de/swraktuell/baden-wuerttemberg/suedbaden/ordinariat-freiburg-portraits-der-alt-erzbischoefe-zollitsch-und-saier-entfernt-100.html

SOL.DE
Missbrauchsfall: Neue Vorwürfe gegen Friedrichsthaler Priester – Hinweise auf Doppelleben in Afrika (19. April 2023)
https://www.sol.de/blaulicht-saarland/weitere-vorwuerfe-gegen-friedrichsthaler-priester-hinweise-auf-doppelleben-in-afrika,385244.html

PERFILES DE PEDERASTAS EN LA IGLESIA CATÓLICA

Los abusadores sexuales en la Iglesia católica, ¿son homosexuales? ¿son pedófilos? ¿Cómo se les podría caracterizar?

El historiador alemán Thomas Grossbölting, uno de los investigadores del estudio sobre abusos sexuales del año 2022 encargado por la diócesis de Münster y autor del libro Los pastores culpables – Historia del abuso sexual en la Iglesia católica (Die schuldigen Hirten – Geschichte des sexuellen Missbrauchs in der katholischen Kirche, Herder, Freiburg 2022) ha intentado dar una respuesta a estos interrogantes.

Contrariamente a lo que ocurre en la sociedad civil, donde las víctimas de abuso sexual suelen ser de sexo femenino y los abusadores son con frecuencia varones heterosexuales, en la Iglesia católica las víctimas son preponderantemente de sexo masculino. Los autores del estudio MHG (en referencia a las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen) del 25 de septiembre de 2018, encargado por la Conferencia Episcopal Alemana, llegaron a la conclusión de que 78.6% de las víctimas de abuso sexual eclesiástico eran varones. Perpetradores de sexo masculino abusan mayormente de víctimas masculinas, algunos se interesan tanto en muchachos como muchachas y sólo muy pocos se interesan exclusivamente en muchachas.

Eso suscita la pregunta de si la homosexualidad de los clérigos abusadores es un factor relevante en la perpetración de abusos sexuales contra menores, en su mayoría varones. Este hipótesis fue asumida por los sectores conservadores —incluido el cardenal Joseph Ratzinger— como verdad absoluta sin que hubiera ningún estudio serio que la sustentara. Sin embargo, en el segundo estudio sobre abusos sexuales del John Jay College, encargado por la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos, los investigadores llegaron a la conclusión de que los datos clínicos no respaldaban la hipótesis de que los sacerdotes con una identidad homosexual abusaran más de menores que los sacerdotes con una orientación heterosexual. Es decir, no existe una relación directa entre inclinación homosexual y abuso.

Que haya un número elevado de clérigos homosexuales entre los abusadores guarda relación con el hecho de que la homosexualidad entre el clero católico está más difundida que en el resto de la sociedad, donde alcanza un 5%. En 1996 el teólogo pastoral Hanspeter Heinz, oriundo de Augsburgo, calculaba que 20% del clero era homosexual, y fue acusado de haber proferido un agravio en contra de la Iglesia católica. Hoy sabemos que se quedó corto. El jesuita Karl Mertes estima que la mitad de los curas católicos son homosexuales, aunque cálculos más conservadores hablan de un 30%.

La mayoría de estos curas homosexuales son conscientes de que estarán protegidos en la medida en que no salgan del clóset y no hagan pública su orientación sexual. Se genera así una especie de ley del silencio, según la cual nadie hablará del asunto pues, en una Iglesia que tiene oficialmente una doctrina moral homófoba, la mayoría tiene rabo de paja. Esto da lugar a un mundo paralelo de secreto, hipocresía e impulsos reprimidos. Un mundo que favorece a aquellos que perpetran abusos, donde pueden actuar a sus anchas sin temor a ser delatados o descubiertos.

Si la homosexualidad no es es lo que empuja a algunos clérigos al abuso, ¿lo será la circunstancia de que sean pedófilos, es decir «sujetos con una orientación libidinosa dirigida primariamente a niños, sin apenas interés por los adultos, y con conductas compulsivas no mediatizadas por situaciones de estrés» (Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaechevarria Estanca, Abuso sexual en la infancia, Planeta 2000)? Las investigaciones del estudio MHG muestran que son muy pocos los abusadores que sean efectivamente pedófilos, entendiéndose la pedofilia meramente como la atracción sexual por menores de edad, mientras que la pederastia sería la realización de actos de contenido sexual con menores, siendo lo primero sólo una parafilia sexual —antiguamente se le llamaba perversión o desviación—, no punible en sí misma, mientras que la pederastia sí constituiría un delito sujeto a sanciones. Recientemente el cineasta alemán de origen turco Savas Ceviz abordó el tema en el film independiente “Kopfplatzen” (2019) —literalmente “estallido de cabeza”—, donde el protagonista es un joven arquitecto pedófilo que busca mantener bajo control sus impulsos sexuales y poco a poco va cayendo en un infierno personal autodestructivo aunque sin llegar a consumar ningún delito.

Los abusadores pedófilos se caracterizan por cometer no una sino múltiples agresiones contra varios menores prepúberes, a los cuales consideran atractivos. No despiertan sospechas, pues en el estilo de vida que llevan nadie se pregunta por qué no tienen una pareja sexual adulta, sino que se acepta esto socialmente como lo más normal del mundo debido a la obligación que tienen de guardar celibato. A la vez cuentan con una autoridad espiritual socialmente aceptada, que hace posible el abuso.

El tipo narcisista sociópata no tiene una tendencia pedófila, pero presenta una personalidad emocionalmente inmadura. Quienes encajan en este tipo carecen de empatía ante la situación de otras personas, a las cuales contemplan sólo como medios para la satisfacción de sus propias necesidades. Los abusadores de este tipo hacen de sus ansias de poder el centro de sus vidas. El abuso no sólo sirve para la satisfacción de sus necesidades sexuales, sino que con frecuencia va a la par con una degradación y humillación de la víctima. De manera consciente y sistemática se usa la posición de autoridad para generar ocasiones de abuso y posteriormente encubrirlas.

En un entorno eclesiástico, donde los clérigos gozan de gran autoridad y poder espiritual concreto, el sacerdocio resulta muy atrayente para personas con estructuras personales narcisistas sociópatas. El celibato podría reforzar estas tendencias, dado que el hombre que vive solo no depende de la consideración social que tenga en su entorno inmediato. Si a todo esto se le suma el respeto de la comunidad, se puede generar un círculo vicioso donde el clérigo pierde el sano equilibrio y termina considerándose intocable. Sin embargo, a este tipo se ajusta sólo a un pequeño grupo de abusadores clericales.

El grupo mayoritario de abusadores entre los clérigos está conformado por personas del tipo regresivo inmaduro. Debido a un desarrollo personal y sexual deficitario, recurren a niños y jóvenes como sustitutos de parejas sexuales maduras. La falta de madurez y experiencia lleva a que, en situaciones de estrés y exigencia excesiva, muestren patrones de comportamiento regresivos e inmaduros. Ocurre frecuentemente que los abusadores recién cometen sus primeras incursiones sexuales cuando ya han dejado atrás la juventud (pasados los 30 años) y mucho tiempo después de su ordenación sacerdotal. Una razón que explicaría esto sería que el idealismo de los primeros años, que ha servido de muro de contención, en algún momento se agota y se instala una especie de angustia ante el fracaso del propio proyecto de vida, lo cual desemboca en una espiral autodestructiva donde se busca desesperadamente una tabla de salvación.

Los abusadores de este tipo son sexualmente inmaduros, niegan o reprimen sus impulsos sexuales. Se trata de personas muy religiosas en su juventud, que de esta manera reprimen sus sentimientos sexuales y mantienen esta situación en el seminario. Disocian de un ideal de pureza irreflexivo las propias pulsiones y motivaciones sexuales y las reprimen. En su función sacerdotal tratarán ahora de tener experiencias sexuales para compensar su falta de vivencias en este campo. Precisamente este comportamiento conduce al abuso. Por ejemplo, con la excusa de educar a los jóvenes en sexualidad, el sacerdote tendrá acceso a niños y jóvenes, y a la sexualidad desde la perspectiva de un púber.

Los abusadores de este tipo no llaman la atención por su perfil psicosocial, motivo por el cual es difícil identificarlos a través de un examen psicológico. Están psíquicamente sanos pero carecen de un desarrollo de su madurez e identidad sexual en conformidad con su edad. Cuando crece la desazón interior y se presenta la oportunidad de tener una experiencia sexual, entonces ocurre el abuso.

Algunos no reconocen el abuso como tal. El contacto se experimenta frecuentemente como espontáneo e impulsivo, en ocasiones incluso como de mutuo acuerdo. Algunos niegan obstinadamente su culpa. Otros buscan disociar sus necesidades sexuales o reprimirlas. La situación de abuso la ven como pérdida del control personal, que buscan retomar mediante un estilo de vida riguroso, hasta que la situación escala y pierden nuevamente el control. La preferencia por menores brota de su misma inseguridad. Aun siendo personas biológicamente adultas, no les es posible sopesar sus propias necesidades sexuales y comunicarlas. Por eso mismo, buscan un otro que corresponda a su inseguridad. Un niño es suficientemente débil como para poder controlarlo y, de esta manera, poder evitar así que las tentativas de satisfacer sus propias necesidades sexuales salgan a la luz. En especial, este grupo mayoritario de abusadores se sienten particularmente vinculados al estilo de vida sacerdotal. Como hombres sexualmente inmaduros e inseguros se sienten atraídos por la vida célibe, pues el sacerdocio les ofrece status, les proporciona ingresos seguros y una oportunidad de escapar a su inmadurez sexual.

Thomas Grossbölting presenta un perfil adicional, que en realidad es trasversal a todos los tipos de abusadores clericales: el del “manipulador pastoral”, que emplea todas las competencias profesionales que ha aprendido durante su formación —prácticas pastorales, meditación, oración— para preparar el abuso a lo largo de un cierto período de tiempo, presentándose ante la víctima como un amigo paternal, un pariente espiritual, un guía espiritual o un padre confesor. En otras palabras, mucho antes de que ocurra el abuso, la Iglesia le ha proporcionado al abusador todas las herramientas para cometerlo.

Que en la Iglesia católica abunden los clérigos con inmadurez sexual no ha sido considerado nunca un problema, pues los varones que encajan dentro de esta tipología nunca han sido considerados como deficitarios. Al contrario, se les ha considerado como el ideal del cura católico. El hombre casto sin experiencia sexual sería aquel que mejor capacitado estaría para el sacerdocio.

De esta manera, la Iglesia ha abonado el campo para que se den casos de abuso sexual clerical no de manera aislada sino como consecuencia de un sistema que se sigue mirando el ombligo y no se da cuenta de que el cáncer está enraizado en su manera de entender y llevar a la práctica el sacerdocio católico. Un cáncer al que se le puede llamar simplemente con una sola palabra: “clericalismo”.

(Columna publicada el 18 de febrero de 2023 en Sudaca)

LOS SALESIANOS PEDERASTAS

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Colegio Salesiano “Santa Rosa” (Huancayo)

El 2 de junio de 2020 la Policía Nacional del Perú, a través del Área de Investigación de Personas Desaparecidas perteneciente al Departamento de Investigación Criminal del Cusco, emitió una nota de alerta por la presunta desaparición del ciudadano Marco Antonio Monzón Luna, de 70 años de edad, de quien se sabía —según la denuncia presentada— que su último paradero conocido fue el 15 de marzo en su vivienda en la Urbanización Zaguán del Cielo, en la ciudad del Cusco.

Uno más de entre los más de 20,000 casos de personas que desaparecen cada año en el Perú. Sin embargo, se trata de una persona recordada por quienes fueron sus alumnos en el Colegio Salesiano “Santa Rosa”, en la ciudad de Huancayo. Y no son precisamente recuerdos gratos los que deben guardar algunos de los alumnos de quien alguna vez fuera sacerdote católico en la congregación de los salesianos de Don Bosco.

José del Carmen Oregón Tapia, comunicador social cuyo último trabajo conocido es el de comunicador zonal de la Alianza CR3CE para los servicios digitales y financieros (Ucayali), denunció al exsacerdote el 12 de marzo de 2015 en un artículo muy sentido que publicó en un blog. El egresado de la Universidad Nacional del Centro (Huancayo) y de la Universidad Nacional de Ucayali relata allí lo siguiente:

«Fui alumno del Colegio Salesiano de Huancayo, desde que era un niño de 6 años, en el año 1987; alumno del padre Marco Antonio Monzón Luna, pero quizá más que alumno suyo fui su discípulo y él mi maestro, mi mentor, mi pastor; pero un preceptor, un profesor, no necesariamente es un amigo, un padre, un buen sacerdote o un santo. En aquel tiempo el era director del plantel; lo que recuerdo de aquellos años iniciados para mí, como historia personal en 1992, como testimonio mío, en que yo era aún un niño de 10 u 11 años, era a una persona con presencia y autoridad, preocupado por las actividades del Centro Educativo, entre las que estaban ver por los alumnos como yo…»

«Marco Monzón Luna, capellán y director del centro educativo católico de los salesianos de Huancayo, abusaba sexualmente de sus estudiantes, alumnos púberes, mediante tocamientos indebidos de sus partes íntimas, sus órganos genitales; realizaba estos actos delictivos en las diferentes actividades ordinarias y pastorales que dirigía personalmente en la ciudad. Monzón integraba a sus estudiantes víctimas a las actividades de caridad, retiros espirituales y paseos que realizaba en el Valle del Mantaro, donde abusaba de ellos; hacía que sus alumnos le ayuden en su oficina de director para tocarlos, mientras éstos realizaban pequeñas tareas como poner sellos y ordenar papeles de oficina. El sacerdote pederasta se valía de la cercanía y confianza que había cultivado con algunos de sus estudiantes, de la inocencia y de la nobleza de sus víctimas, que terminaron colaborando en sus actividades, acompañándolo de manera cercana en sus diversas labores e interminables jornadas de catequesis y de caridad con niños pobres en la ciudad y en el distrito rural de Hualhuas, en las afueras de Huancayo…»

«La verdad sea dicha, por suerte mi calvario personal culminó en el año 1995, año de suerte para muchos, incluido para el Reverendo Padre Marco Monzón Luna, año en que se informó de su vida y milagros de pederasta y año en que desapareció de Huancayo, encubierto por su congregación que lo removería por un sinnúmero de casas salesianas del Perú y del mundo, tras dejar en estado de trauma a muchos de sus alumnos, entre ellos yo…»

Uno de los lectores del blog, que prefirió guardar el anonimato, confirmó la denuncia hecha por Oregón Tapia a través de un par de comentarios:

«Marco Monzón fue un pederasta. Llamaba por mí y me sacaba de clases. Me masturbaba sentado él en su pupitre. Yo tenía 9 años y estaba en cuarto de primaria y no entendía qué estaba pasando».

«Conocí al padre Marco Monzón Luna cuando estuve en cuatro grado de primaria. Soy uno de los chicos blancos/rubio que refieres. Marco me masturbó algunas veces, interrumpía mis clases y yo subía a su oficina: recuerdo eso.

También recuerdo que una vez subiendo las escaleras habían gotas de sangre que eran de otro chico cuyo apellido protejo».

No se sabe de ninguna denuncia, civil o canónica, que se haya elevado contra el padre Marco Monzón. Pero el suyo no sería el único caso de abusos entre los salesianos en el Perú.

A la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones (2018-2019), del Congreso de la República del Perú, presidida por el entonces congresista Alberto de Belaúnde, el entonces congresista Marco Arana Zegarra le hizo llegar una denuncia elevada por el licenciado en música Américo Legua Díaz, señalando

«los supuestos abusos sexuales que el padre José Antúnez de Mayolo habría cometido en su contra cuando éste tenía entre 9 y 12 años. Durante 1980 y 1983 Américo Legua cumplía las tareas propias de un monaguillo —a pesar de que no ocupaba dicho cargo— en la Parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” de los Salesianos, en el distrito de Magdalena.

El delito que denuncia Legua habría sido cometido en el Seminario donde vivía el padre José Antúnez de Mayolo, el cual quedaba frente a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en el distrito de Magdalena, en Lima. Américo relata que el padre le fue encargando progresivamente tareas propias de los servicios religiosos, como recoger la limosna, y ayudarlo en los diferentes quehaceres de la iglesia, para luego invitarlo a conocer su habitación, en donde contaban las limosnas para luego llevarlas al banco. En uno de esos encuentros, el padre lo envía a bañarse y lo hace desnudar, para luego realizar tocamientos en su cuerpo, hasta llegar a tener relaciones sexuales por vía anal. Al terminar, Américo cuenta que el padre le regalaba las monedas que quedaban de la limosna.

Los episodios de abuso sexual sucedieron también en otros espacios, según el relato de Américo que se presentará más adelante. Uno de ellos ocurrió en la casa de Inspectoría Salesiana – Casa Provincial de los Salesianos del Perú, ubicada en el distrito de Breña, otro en casa de la hermana del padre Antúnez de Mayolo, en Miraflores; y otro en una casa en Magdalena que pertenecía a una señora con la que el padre tenía un alto grado de confianza y que estaba enferma».

En el año 2015 Legua realizó una denuncia ante la propia congregación salesiana del Perú, siendo provincial superior el P. Santo Dal Ben. Al no obtener nunca respuesta del estado en el que se encontraba esta denuncia, decide llevarla a los medios de comunicación. El reportaje sobre su caso se emitiría el 7 de mayo de 2017 en el programa periodístico “Punto Final” de Latina Televisión.

Este hecho daría lugar a la aparición de otra denuncia contra otro sacerdote salesiano, como relata el informe de la Comisión De Belaúnde:

«A partir de este reportaje, se pone en contacto con Américo Legua, Javier Abelardo Pérez Delgado, de 56 años, quien manifestó su intención de dar su testimonio ante esta Comisión sobre los hechos que habrían ocurrido cuando estudiaba en el Colegio Parroquial Salesiano, de Breña, en la década de los 70. Javier Pérez relata que fue abusado sexualmente cuando tenía entre 8 y 12 años, mientras cursaba segundo grado de primaria. De acuerdo a sus declaraciones, el padre Eugenio B. Masías Abadía, quien era director del colegio en esos años, lo llevaba al “cuarto oscuro” del colegio, en el que le repasaba las lecciones para luego castigarlo físicamente y realizar tocamientos con connotación sexual.

Los supuestos abusos empezaron con golpes en las nalgas, desnudamiento forzado, baños y, finalmente, penetración anal. El padre tenía la autorización de la maestra de Javier, así como de su madre, para ayudar en la nivelación académica, por lo que los hechos de violencia que narra se daban en estos espacios sin supervisión. Esta situación se detuvo cuando el profesor Eduardo Chang identificó que Javier salía de las clases de nivelación lloroso y mojado, por lo que confronta al padre amenazando con denunciarlo. Al siguiente año, Javier fue cambiado de colegio».

No nos consta que haya habido en ninguno de los casos denuncia ante la justicia civil, ni de parte de la víctimas ni de quienes supuestamente se enteraron de los abusos. Y si bien en el caso de Américo Legua hubo un proceso canónico, pues su denuncia fue remitida por los salesianos a la Congregación para la Doctrina de la Fe, ésta decidió en el año 2016 archivarla por «carecer de verosimilitud». El caso sería reabierto después de que el músico peruano le escribiera una carta al Papa Francisco, fechada el 4 de abril de 2017. Aun así, en diciembre de 2017 la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió archivar de manera definitiva la denuncia contra el padre Antúnez de Mayolo, por «absoluta ausencia de elementos probatorios que sostengan las afirmaciones contenidas en la denuncia». En ningún momento la víctima fue contactada o citada a declarar, ni tampoco fue nunca notificada oficialmente de cómo iba el proceso, a qué termino llegó, ni mucho menos cuáles fueron los argumentos para su archivamiento.

Estos casos serían suficientes como para que se abra una investigación, teniendo en cuenta lo que está sucediendo en España. De los más de 900 casos de abuso sexual eclesiástico recopilados por el diario El País, unos 100 casos están vinculados a la congregación salesiana, siendo la institución religiosa católica que figura con más casos en esa base de datos.

Todo esto sería sólo la punta del iceberg, pues no resulta aventurero suponer que en el Perú no sólo los salesianos y el Sodalicio albergaron o albergan abusadores entre sus filas, sino que la Iglesia católica en el país andino tampoco se libraría de sufrir masivamente el cáncer del abuso sexual eclesiástico que aqueja a la Iglesia dondequiera que tenga presencia. Más aun cuando hay un jerarca de la Iglesia católica en el Perú, con el sobrenombre de cardenal Cienfuegos (según Jaime Bayly) o Mons. Camilo (según Pedro Salinas en su último libro Sin noticias de dios), acusado de abusos sexuales y que no ha sido aún identificado inequívocamente con nombre y apellido.

(Columna publicada el 21 de enero de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

José del Carmen Oregón Tapia
El discípulo imperfecto – Testimonio
https://oregontapia.wordpress.com

Policía Nacional del Perú
Nota de alerta por la desaparición de Marco Antonio Monzón Luna

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Américo Legua Díaz
Carta al Papa Francisco (4 de abril de 2017)

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