El 1° de mayo de 2014, tras un rodaje mantenido en secreto, fue estrenada en México Obediencia perfecta, ópera prima del cineasta Luis Urquiza. Este film, posteriormente galardonado con el Gran Premio de las Américas en el Festival de Cine de Montreal, está basado en los abusos cometidos por el P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Narra la historia del joven Julián (Sebastián Aguirre), quien ingresa a un seminario de los Cruzados de Cristo, congregación sacerdotal dirigida por el P. Ángel de la Cruz (Juan Manuel Bernal). Éste irá iniciando a Julián en una relación turbia llena de complicidad, donde la ferviente devoción religiosa se mezcla con pasiones carnales ilícitas.
Para el P. Ángel se trata de moldear al joven a fin de hacerlo totalmente dócil y sumiso, pasando por las tres etapas de aprendizaje de la obediencia. «Usted es el elegido de Dios —piensa el P. Ángel sobre su discípulo—. Para llegar a la obediencia perfecta, yo le obligaré a sentir placer hasta de lo que no le gusta. Conocerá lo que más aborrece y le atemoriza, que es usted mismo. Sólo así va a lograr una transformación definitiva».
Sin escenas sexuales explícitas, contemplamos la vida cotidiana de los personajes en un ambiente religioso tradicional, pero lo que ocurre fuera de cámara nos genera angustia y zozobra. Y horror ante el drama de jóvenes adolescentes cuya voluntad va siendo debilitada para someterse a los oscuros deseos de un obseso. Pues los abusos sexuales son sólo la culminación de un proceso más profundo y destructivo: la manipulación de las conciencias y la consiguiente pérdida de la libertad interior.
(Columna publicada en Exitosa Diario el 28 de enero de 2015)
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Éste es el problema que suelen presentar aquellos grupos de la Iglesia católica con estructuras institucionales verticales y autoritarias, y que ponen la obediencia como uno de los valores supremos: el debilitamiento de la capacidad de decisión propia de sus miembros, el enajenamiento de sus conciencias y, finalmente, la sumisión total a los deseos del líder y de aquellos que lo representan en la cadena de mando. Me refiero en concreto a grupos como los Legionarios de Cristo, el Opus Dei y el Sodalicio de Vida Cristiana, en el último de los cuales yo mismo pasé por experiencias extremas relacionadas con la disciplina de la obediencia, las cuales he descrito anteriormente en mi post OBEDIENCIA Y REBELDÍA.
Estoy convencido de que ahí reside el núcleo del problema, y no en los abusos sexuales que se han cometido, pues a fin de cuentas lo que se quiere lograr es el sometimiento absoluto de la libertad personal, aunque se pretenda justificar esto sobre la base de una causa encomiable, a saber, la conformación de la persona con el Señor Jesús. Lo cual no deja de ser problemático desde el momento en que el concepto de Jesús que propone el Sodalicio sigue siendo una más de las tantas interpretaciones que hay de la figura de Jesús.
Recuerdo que Luis Fernando Figari, entonces Superior General del Sodalicio, nos decía que la obediencia sodálite debía adelantarse a las intenciones del superior, de modo que el subordinado hiciera lo que éste quería antes de que se hubiera dado una orden explícita. Dicho de otro modo, la obediencia del sodálite se consideraba perfecta cuando estaba pendiente de la voluntad del superior y cumplía sus deseos antes de que éste los formulara verbalmente. En fin, la enajenación completa de la propia voluntad. Y hay que ver los malabares intelectuales que hacía Figari para justificar ideológicamente la sumisión total, presentándola como libertad plena.
Es cierto que también decía que hay que obedecer al superior en todo excepto en aquello que es pecado. Aparentemente, una cláusula de salvaguardia de la conciencia moral. Sin embargo, en aquellos que habían pasado por el proceso de formación sodálite —que incluía técnicas de manipulación psicológica y control mental— las posibilidades de objeción de conciencia a una orden emitida por un superior eran muy reducidas, pues eso implicaba ir contra la convicción metida a hierro y fuego entre ceja y ceja de que el superior siempre buscaba el bien personal de uno y de que él sabía mejor que uno mismo lo que le era más conveniente. Además, juzgar uno mismo según su propia conciencia qué era pecado y qué no, se consideraba un acto de soberbia e individualismo, pues este tipo de asuntos debían ser consultados precisamente… con un superior. Un círculo vicioso, del cual era muy difícil salir. Y el perfecto caldo de cultivo para dar el paso del sometimiento psicológico al sometimiento sexual.
En el film de Luis Urquiza la etapa de la obediencia perfecta de tercer grado se expresa así: «Piensas y actúas como aquel a quien amas, ya no tienes voluntad propia». Después de consumar un acto de pederastia con el joven Sebastíán —a quien acabamos de ver en la playa contemplando el horizonte y derramando una lágrima en silencio—, el P. Ángel le dirá: «Usted ya alcanzó la obediencia perfecta, y eso ya nunca lo va a abandonar».
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La película está disponible en Vimeo.
Finalmente, dos textos interesantes sobre el film:
‘Obediencia Perfecta’, una película que va más allá de Marcial Maciel
http://www.elmundo.es/america/2012/09/29/mexico/1348945699.html
Las buenas intenciones: crítica de la película mexicana “Obediencia perfecta” (Luis Urquiza, 2014)
http://pijamasurf.com/2014/05/las-buenas-intenciones-critica-de-la-pelicula-mexicana-obediencia-perfecta-luis-urquiza-2014/