SODALICIO: LOS SECUESTRADORES

los_secuestradores

El 21 de agosto de 2018 la Décima Octava Fiscalía Provincial de Lima decidió formalizar denuncia penal contra tres personas vinculadas al caso Sodalicio por el delito de secuestro mediante un documento firmado por la Fiscal Provincial María Janine León Pizarro, contenido en la carpeta 270-2017, de lo cual fui notificado a su debido tiempo debido a mi condición de testigo.

Los acusados son Luis Fernando Figari, ex Superior General del Sodalicio; Virgilio Levaggi, exsodálite y número tres en la cadena de mando de la institución en los años 80; y Óscar Tokumura, sodálite y exsuperior de los centros de formación que el Sodalicio mantenía en San Bartolo, siendo el primero autor del delito y los otros dos cómplices secundarios. Debo precisar que, a mi parecer, son muchos más los que habrían cometido el delito y que no prescribe, porque la pena máxima es de cadena perpetua, si se tiene en consideración los agravantes.

El Código Penal del Perú define así el delito de secuestro en el artículo 152:

«Será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de veinte ni mayor de treinta años el que, sin derecho, motivo ni facultad justificada, priva a otro de su libertad personal, cualquiera sea el móvil, el propósito, la modalidad o circunstancia o tiempo que el agraviado sufra la privación o restricción de su libertad».

¿Pero de qué tipo de restricción de la libertad estamos hablando, cuando los sodálites que eran admitidos en comunidades no estaban encerrados con llave y candado en las casas que habitaban? ¿Es que acaso no podían salir y entrar cuando querían? La verdad es que no, porque en el Sodalicio te privaban interiormente de tu libertad, al punto de que la idea de irse se presentaba como intolerable y hacerlo equivalía a dar un salto al abismo, hacia la perdición, acompañado con frecuencia de pensamientos suicidas,como ocurrió en mi caso personal. Irse del Sodalicio era extremadamente difícil, pues las mismas autoridades sodálites obstaculizaban al máximo la salida.

En el documento fiscal se han tomado elementos de la declaración jurada que presenté por medio del estudio de abogados Benites, Vargas & Ugaz, donde —además de testimoniar que, siendo menor de edad, fui sometido a tests psicológicos por personas no calificadas sin el conocimiento ni consentimiento de mis padres—, señalo la aplicación de técnicas de control mental:

— Sometimiento a prácticas de agotamiento físico a través de ejercicios corporales intensos y prolongados, sumándose a ello la continua sustracción de horas de sueño.
— Aislamiento familiar.
— Anulación de la privacidad – confesión de todos los aspectos de la propia vida íntima.
— Amedrentamiento, violencia verbal, amonestación y reprensión, uso de lenguaje agresivo. Quien se quejaba del trato era hostilizado y humillado verbalmente.

¿Cuál era el objetivo de estas prácticas? Lograr el control psíquico y emocional de los personas, hacerlas dependientes de la figura de Luis Fernando Figari, mantenerlas secuestradas mentalmente y hacerlas colaboradoras en la consecución de los fines de la organización criminal liderada por Figari y sus cómplices, sin que esas personas fueran conscientes de de esos fines, sólo cumplidoras irreflexivas de las indicaciones superiores en virtud de la obediencia, habiendo perdido la capacidad de discernir reflexivamente y de elegir libremente. En otras palabras, uno hacía lo que que querían las autoridades sodálites porque otra opción era inconcebible y uno se quedaba dentro de los muros de una comunidad sodálite porque salirse de ella se experimentaba con un sentimiento de estar muerto en vida.

El documento fiscal señala que «los psicólogos y psiquiatras que han acudido a esta Fiscalía a declarar han explicado que estos medios y técnicas de captación y sujeción, conocidas como “persuasión coercitiva”, utilizados por los denunciados son capaces de provocar un estado de esclavitud psíquica y de despersonalización que alcanza a afectar a la autonomía individual y la propia identidad personal de quien se ve sometido a ellos. Esto explica por qué las personas que fueron víctimas de este delito, también lo son del delito de lesiones psicológicas graves, quienes a la fecha deben acudir a un médico para recibir tratamiento, pues este proceso genera en las personas diversos trastornos médicos».

Todo lo señalado resulta de relevancia, pues el Código Penal señala que

«La pena será no menor de treinta años cuando:

1. Se abusa, corrompe, trata con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado.

[…]

8. Se comete para obligar al agraviado a incorporarse a una organización criminal.

[…]

10. Se causa lesiones leves al agraviado.

11. Es cometido por dos o más personas o se utiliza para la comisión del delito a menores de edad u otra persona inimputable».

¡Y vaya que se utilizaba a otros menores de edad —también ellos víctimas y compañeros de la víctima— para lograr esos fines, a través de lo que se llamaba “apostolado vocacional”, que incluía la recolección de información personal e íntima de jóvenes adolescentes con el fin de aplicar estrategias de manipulación de la conciencia!

Cómo se daba todo este proceso, el documento fiscal lo resume de la siguiente manera:

«PRIMERA ETAPA

Se les hacía sentir especiales y que habían sido elegidos para pertenecer a una organización a la cual sólo ingresaban jóvenes dotados, brillantes y distintos.

Esto repercutía de gran manera en las víctimas, las cuales eran adolescentes —período de formación de la personalidad— y que por sus condiciones familiares se sentían solos y abandonados.

A la par, se daba un proceso de idealización del líder —culto a la persona de Figari—, a quien se le atribuye poderes sobrehumanos. Poco a poco en las charlas les iban impregnando la idea del culto al líder.

SEGUNDA ETAPA

Una vez que lograban obtener la confianza de los adolescentes, se afectaba la imagen de los progenitores y de todo aquel que no formara parte del Sodalicio, separándolos del “mundo exterior”, bajo la idea de que supuestamente ahí reside el mal y el pecado.

Esto generaba en las víctimas una situación de desamparo, de profunda soledad, lo cual hacía que busquen refugiarse en los vínculos que le proponen en el Sodalicio; es decir, generaba en las víctimas una especie de dependencia con la institución.

Esta dependencia o sometimiento tiene como costo el sometimiento a toda orden.

Cuando alcanzaban la mayoría de edad eran convencidos de dejar a sus familias y convivir en comunidades.

TERCERA ETAPA

Luego, se generaba un sentimiento de culpa devastador para el que se atreviera a salir de la organización, lo cual impedía que las persona salgan de esta institución (“cárcel mental”).

Este proceso a través del cual se alcanzaba la privación o anulación de la libertad personal suele darse o presentarse en los movimientos religiosos o pseudo-religiosos, denominados “sectas”, no siendo una creación o un invento de los denunciantes. Es un problema real que nuestro país debe afrontar».

El documento fiscal señala que entre 1993 y 2007 el Sodalicio tenía un Centro de Orientación Vocacional Profesional, donde laboraban las psicólogas Cecilia Collazos y Liliana Casuso, integrantes de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que realizaban test psicológicos a los adolescentes aspirantes y miembros a fin de recabar información personal e íntima, que era utilizada para lograr su captación o mantenerlos dentro de la organización. Esta información habría sido compartida, violando el secreto profesional, con el mismo Luis Fernando Figari.

Éste afirmaba que podía ver la vocación sodálite a través de los ojos de las personas, haciendo creer a sus víctimas que poseía dones especiales. Lo cual ha sido negado por el mismo Figari en la declaración que se le tomó en Roma el 10 de octubre de 2016, diciendo que «los ojos son la ventana del alma y entonces dan la oportunidad de ver si es que hay una transparencia o turbidez, que se ve con toda claridad sobre todo en ojos que son más fáciles de ver, si no con aplicación de luz que permite ver el fondo del ojo, como hacen los oculistas. Eso nunca fue presentado como un don sobrenatural o algo especial sino como una técnica de inferencia».

Todo esos tácticas de captación se iniciaban, por lo general, con jóvenes adolescentes menores de edad, por lo cual, si se demuestra el delito de secuestro —entendido como una privación o restricción de la libertad mediante técnicas de manipulación y control mental— , podría aplicarse lo que dice el Código Penal

«La pena será de cadena perpetua cuando:

1. El agraviado es menor de edad o mayor de setenta años.

[…]

3. Si se causa lesiones graves o muerte al agraviado durante el secuestro o como consecuencia de dicho acto».

Este secuestro, esta privación de libertad durante años, motivada por intenciones nada santas de parte Figari, llegando en algunos casos a situaciones que calificarían de esclavitud moderna, ha causado tanto o más daño en aquellos que lo hemos sufrido que los abusos sexuales que sufrieron otros.

No habían protocolos claros para quien decidiera irse del Sodalicio. Esa decisión era obstaculizada hasta el extremo, de modo que se generaba una angustia mortal en aquellos que se hallaban en ese trance. Y nada demuestran las cartas de sujeción que algunos escribimos, manifestando que estábamos libremente en el Sodalicio, pues la opción de decidir lo contrario era impensable, era considerado un suicidio del alma y una puerta hacia la infelicidad terrenal en este mundo y la condenación eterna en el otro.

Y como ésa era la mentalidad que se marcaba como un hierro candente en nuestras almas, el día en que a un muchacho que estaba pasando su período de formación en San Bartolo le dijeron, como excepción, que no tenía vocación sodálite y que debía dejar la comunidad, éste entró en una espiral de desesperación de la cual no pudo escapar. Ése sería el motivo por el cual meses después habría saltado hacia su propia muerte desde la azotea de la casa de sus padres.

(Columna publicada el 27 de mayo de 2023 en Sudaca)

“LOS DEMONIOS” DE KEN RUSSELL

the_devils

Fotograma de “The Devils” (Ken Russell, 1971)

Hace 52 años, a mediados de 1971, se estrenó Los demonios (The Devils) del cineasta británico Ken Russell, una de las películas más controvertidas de la historia del cine, que fue considerada por la crítica cinematográfica contemporánea de entonces como escandalosa, exagerada e incluso pornográfica. L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano, no obstante reconocer el talento del director y cierto mérito artístico del film, lo condenó, considerándolo un insulto al cine, indicando que Russell se regodeaba en imágenes y sonidos de una obscenidad como nunca se habían visto en la pantalla, a fin de practicar un linchamiento de la Iglesia de ayer, de hoy, de todos los tiempos como un instrumento político de opresión. En consecuencia, se pidió que se cancelara la proyección del film en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Los organizadores del evento no sólo se zurraron en esta petición, sino que permitieron que el film fuera galardonado con el Premio Pasinetti a Mejor Película Extranjera.

Otros comentarios de críticos de cine estadounidenses también fueron lapidarios: una «gran fiesta para sádicos y pervertidos» (Judith Christ); calificación: cero estrellas (Roger Ebert); «no relata la histeria, la comercializa» (Pauline Kael); su mensaje no es «anticlerical, no hay suficiente clericalismo como para ser anti, es anti-humanidad. Una indignación contra la crueldad se convierte en una celebración de ella… uno no lamenta los males y la ignorancia del pasado, sino la astucia y el morbo del hoy» (Charles Champlin); la película «no podría ser más anticatólica en tono o más sensacionalista en tratamiento» (Ann Guarino).

La película se basa sobre el libro Los demonios de Loudun (1952) del escritor británico Aldous Huxley, quien relata una historia de supuesta posesión demoníaca, fanatismo religioso, represión sexual e histeria masiva que ocurrió en Francia en el siglo XVII en torno a eventos inexplicables que tuvieron lugar en la pequeña ciudad de Loudun. La trama se centra en el sacerdote católico Urbain Grandier y un convento entero de monjas ursulinas, que supuestamente fueron poseídas por demonios después de que Grandier hiciera un presunto pacto con Satanás. Los eventos llevaron a varias exorcismos públicos, así como a ejecuciones en la hoguera.

La historia ya había sido narrada con anterioridad en 1961 en la película polaca Madre Juana de los Ángeles de Jerzy Kawalerowicz, obra maestra en blanco y negro con una puesta en escena austera pero expresiva. Esta cinta, considerada como la primera en la historia del cine donde se abordan los temas de la posesión demoníaca y el exorcismo, se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Pero, a diferencia de la posterior adaptación de Ken Russell, el P. Grandier no aparece, pues los hechos son posteriores a su ejecución en la hoguera, y la figura protagónica es la Madre Superiora Juana, dominada por una personalidad reprimida e histérica a la vez.

En su versión de la historia, Russell optará por una puesta en escena barroca y colorida, sobrecargada en detalles, llena de excesos tanto en lo visual como en la representación de la violencia y el sexo, con decorados estilizados no realistas inspirados en las películas del cine mudo La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928) y Metrópolis (Fritz Lang, 1927). El P. Grandier —interpretado por un Oliver Reed en estado de gracia—, un sacerdote libertino que da rienda suelta a su libido en pasajeras aventuras amorosas, es a la vez una persona honesta consigo mismo y con los demás, preocupado por el bienestar y la paz del pueblo que está a su cargo. Sor Jeanne, Superiora de las Ursulinas, es interpretada por Vanessa Redgrave como una mujer psíquicamente desequilibrada, físicamente tullida, atormentada por una sexualidad reprimida, enamorada en secreto del P. Grandier, el cual aparece en sus fantasías y sueños donde se mezclan imágenes religiosas y eróticas. Sus obsesiones son compartidas de alguna manera por las demás monjas y, ante extraños comportamientos, se correrá el rumor de que están poseídas por el demonio. Las autoridades religiosas enviarán a un estrambótico exorcista, quien, en su afán de expulsar al “demonio”, recurrirá a prácticas sádicas, torturas inquisitoriales e incluso abusará sexualmente de la Superiora.

Una de las escenas más controvertidas es cuando, durante un exorcismo público en la iglesia del lugar, las monjas entran en frenesí, se desnudan y terminan descolgando un enorme crucifijo para masturbarse acariciando la figura de Jesús, en una escena orgiástica de demencial impacto. Por acción de la distribuidora Warner Brothers, esta última parte de la escena fue eliminada para la exhibición del film en los Estados Unidos y en Gran Bretaña.

La Madre Superiora le echará la culpa a Grandier de las posesiones demoníacas, lo cual satisfará al exorcista inquisidor —y, por supuesto, al obispo que, en complicidad con el rey de Francia, quería afianzar el poder del catolicismo en la ciudad y eliminar la convivencia pacífica entre católicos y protestantes que había logrado el P. Grandier, para lo cual era necesario derribar las murallas de la ciudad a fin de dar paso a los ejércitos católicos—. El P. Grandier, que se había casado en secreto con una discípula de la que se había profundamente enamorado, será torturado y terminará quemado en la hoguera como mártir de conciencia que no se somete a los dictados de una Iglesia atravesada de autoritarismo y represión, la cual llega hasta los pliegues más íntimas de la conciencia y las pulsiones connaturales a la condición humana. Finalmente, a la Madre Superiora le será entregado como recuerdo un fémur calcinado del P. Grandier, con el cual se masturbará, logrando así dar macabro cumplimiento a sus ilusiones eróticas. Por supuesto, esta escena también fue eliminada de la versión que Warner Brothers distribuyó en el pacato y mojigato país del Norte de América, además de otras escenas, haciendo que el film que llegó a los cines terminara siendo inconexo y fragmentado.

Ken Russell dijo que «cuando leí la historia por primera vez, me impresionó tanto, fue tan impactante, que quise que otros también fueran impactados por ella. Sentí que tenía que hacerla».Posteriormente diría: «Yo era un católico devoto y muy seguro de mi fe. Sabía que no estaba haciendo una película pornográfica… aunque no soy una persona política, siempre consideré a Los demonios como mi única película política. Para mí trataba del lavado de cerebro, del Estado tomando control de la situación». Al analizar el personaje de Grandier, Russell sintió que «representaba la paradoja de la Iglesia Católica… Grandier es un sacerdote pero también es un hombre, y eso lo coloca en situaciones absurdas». Russell se había convertido al catolicismo durante la década de 1950. Los demonios significó para él «el último clavo en el ataúd de mi fe católica».

En el momento de su estreno, pocas criticas fueron positivas, como la de Bridget Byrne, que calificó el film de «brillante, audaz y grotesco». Desde entonces la película ha sido revalorizada por los críticos como la obra maestra que es. El historiador de cine Tim Lucas describe a Los demonios como «no sólo una denuncia de conspiraciones del siglo XVII, sino una denuncia de agendas políticas que nos han acompañado a lo largo de la historia humana. Cuando el gobierno es más inmoral, la historia muestra que tiende a aliarse con la Iglesia y a desviar la atención pública de su propia corrupción satanizando chivos expiatorios convenientes — artistas, filósofos, progresistas… en una palabra, liberales».

Por otra parte, el experto en cine Thomas Atkins afirma que, aunque Los demonios contiene referencias evidentes a la religión y la influencia de la política, la película se ocupa más «del sexo y las aberraciones sexuales». Su opinión es que la película está interesada más que nada en la represión sexual y sus efectos acumulativos en la psique humana. Al referirse al personaje de Sor Jeanne, Atkins escribe: «Hay un número incalculable de ejemplos de visualizaciones atormentadas que involucran a la Madre Superiora… ¿Qué metáfora visual más impactante para la asfixia psicológica de la Madre Superiora que meter su cuerpo deformado en un pequeño espacio desde donde mira a su amante imaginario? La mera confinación de la masa corporal en un espacio congestionado genera una comprensión de los placeres aniquiladores de su deseo sexual». Atkins compara las secuencias de fantasía erótica de Sor Jeanne con «erotismo de una conciencia trastornada». El cineasta Alex Cox está de acuerdo con este punto, afirmando que Los demonios «podría haber sido un relato tedioso de derechos humanos versus intolerancia», pero en cambio se convirtió en «mucho más: una historia intensa, a veces surrealista, a veces horriblemente realista, de obsesión y represión sexual».

Se le atribuye a Los demonios haber iniciado el subgénero del nunsploitation en el cine europeo, películas de bajo presupuesto y calidad casposa cuyas historias se desarrollan en conventos de monjas e incluyen elementos de erotismo y crueldad sádica. Y aunque muchas de estas películas caen en el sensacionalismo, lo cierto es que muchas de sus tramas no se alejan tanto de la realidad, de ese lado oscuro de la Iglesia católica que poco a poco está saliendo a la luz.

Lo que es indudable es que, como dice el historiador del cine Joel W. Finler, Los demonios es «el logro cinematográfico más brillante de Russell, pero ampliamente considerado como su trabajo más desagradable y ofensivo». Por lo menos, para quienes siguen creyendo ingenuamente en la santidad impoluta de la Iglesia católica.

(Columna publicada el 13 de mayo de 2023 en Sudaca)