DIÁLOGO PLATÓNICO CON UN EMEVECISTA

mvcEmevecista se le llama a quien participa del Movimiento de Vida Cristiana (MVC), una asociación de fieles cristianos fundada en 1985 por Luis Fernando Figari, con carácter de derecho pontificio desde 1994. Comparte la misma espiritualidad e ideología que el Sodalicio de Vida Cristiana.

La idea de fondo que originó en Figari la fundación de este movimiento era la mantener vinculadas de alguna manera a personas que no podían pertenecer al Sodalicio. De este modo, siempre se ha concebido al Sodalicio como el núcleo principal y al MVC ‒con todas las asociaciones subsidiarias que forman parte de él‒ como la periferia. Algunas de estas asociaciones, a saber, las Agrupaciones Marianas y la Asociación de María Inmaculada, ya existían desde los ’70.

En el caso de las Agrupaciones Marianas, se trataba de grupos de jóvenes, la mayoría en edad escolar, de entre los cuales se seleccionaba a quienes podían formar parte del Sodalicio. Se hablaba de jóvenes que eran “buena voz” ‒es decir, que reunían las condiciones del perfil que se buscaba en el Sodalicio‒, y los otros eran mantenidos en el grupo por pura formalidad, hasta que se hubiera hecho la selección. Una vez que los candidatos ingresaban al Sodalicio, se perdía el interés en los restantes y, por lo general, la agrupación terminaba disolviéndose. Esta perspectiva cambió en los ’80, donde se vio la necesidad de seguir manteniendo vinculados a quienes no eran “buena voz”, y las agrupaciones comenzaron a tener una cierta estabilidad y permanencia. Aún así, al interior del Sodalicio se mantuvo tácitamente la concepción de que los agrupados, al igual que los demás emevecistas, tenían un compromiso cristiano de segunda categoría. Pues quien tenía un compromiso de primera categoría, estaba llamado a ser sodálite, y actualmente en el caso de la mujeres, a ser “fraterna” ‒es decir, integrante de la Fraternidad Mariana de la Reconcilliación, otra asociación fundada por Figari en 1995‒.

Aún así, muchos emevecistas también suelen sentirse como miembros de una élite, desde el momento en que se conciben a sí mismos como personas que tienen conciencia de buscar activamente la santidad ‒en lo cual se perciben diferentes de otros cristianos comunes en la Iglesia‒ y se ven a sí mismos del lado del bien y la verdad por su absoluta sumisión al Sumo Pontífice y su aguerrida adhesión a los principios de la moral católica interpretada de manera fundamentalista y rígida.

Lo que no me queda claro hasta el día de hoy es cómo se puede compaginar ese elitismo de fondo con una visión de la Iglesia como Pueblo de Dios, donde se busca una comunión y participación plena de todos los miembros y donde la unión con Cristo en un solo Cuerpo debe primar sobre cualquier pertenencia a un grupo en particular.

Sea como sea, tras algunos meses de haber iniciado una nueva vida en Wuppertal (Alemania), esperando poder poner mis talentos al servicio de la Iglesia ‒que ¡ojo! no es lo mismo que ponerse al servicio de la jerarquía eclesiástica‒, escribí un e-mail a varias personas conocidas, compartiendo mis experiencias, lo cual dio lugar a un interesante intercambio de opiniones con un emevecista, donde se tocó someramente algunos temas referentes al MVC. Este diálogo, cargado de humor y sana ironía, es el que transcribo ahora.

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MENSAJE DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 4 de agosto de 2003

[…] Todavía hay mucho camino por recorrer. Así han comenzado muchos de los que llegaron a esta ciudad de Wuppertal. Realmente es una emocionante aventura lo que estamos viviendo, y es reconfortante saber que hay mucho futuro por delante.

De vez en cuando nos asalta la nostalgia por los familiares o amigos que no vemos. Pero aquí también hay gente buena. Y sobre todo hay mucho que hacer, pues muchos alemanes se llenan de amargura ante la falta de sentido de sus vidas y ante la inevitable soledad que tarde o temprano les llega. Y no aprecian tanto las relaciones humanas como lo hacemos nosotros. […]

A [mi mujer] no le gusta como escribo a veces mis mensajes, pero ¿qué le vamos a hacer?

Un fuerte abrazo a todos,

Martin Scheuch

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RESPUESTA DE SINESIO EMEVECISTA

Hola, Martin:

Con respecto a la última expresión «¿qué le vamos hacer?», pues la respuesta es obvia: CAMBIAR. Nunca es tarde, ¿verdad? Pues sí, realmente es una aventura todo lo que están viviendo y es reconfortante ver el futuro de oportunidades para tu familia. También es importante pensar en uno mismo. ¿Cómo va aquello que llamamos «combate espiritual», esas cosas bellas que uno aprende y que debe ir cultivando a fin de ir creciendo en sintonía con el Señor y evangelizar mejor?

Saludos,

Sinesio Emevecista

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

¿Dejar de ser yo mismo? ¿Comenzar a escribir de manera postiza? ¿Decir lo que la gente quiere escuchar, antes que lo que yo quiero decir?

Nada más triste que una fiera encerrada en un zoológico, para gusto de los insulsos visitantes.

Por lo del «combate espiritual» no te preocupes. Aquí estamos teniendo varios retos, y estamos agarrados de la mano de Dios, hasta arañarla de pura amorosa terquedad.

Saludos para tu esposa. Traten de evitar las tentaciones del «mongolismo puritano», que a veces se manifiesta como epidemia en las filas del MVC. Por si acaso, esa enfermedad causa ceguera frente a los milagros de la gracia en las miserias humanas.

Saludos,

Martin

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RESPUESTA DE SINESIO EMEVECISTA

¡Vaya que la edad afecta la humildad para aceptar corrección alguna hasta de los seres más queridos y cercanos!

Con frases como «mongolismo puritano» pones cualquier pretexto para decir que el «cambio» significa escribir de manera postiza. ¿Alguna vez lo has hecho? Creo que nunca, ¿verdad? Sin embargo las formas, los tonos y el celofán con que se envuelven las ideas deben ser armoniosos y no ácidos ni recalcitrantes. ¿Cómo esperas que el mundo te escuche y pueda ser evangelizado?

¿Crees que Jesús aplicaba el «mongolismo puritano del sarcasmo y la acidez del verbo, algunos vestigios de amargura, etc…» para cuestionar y llegar a los corazones de la gente? Creo que no.

En cuanto al «combate espiritual», ¿de cuando acá pluralizas ‒si está bien usar este término‒? El combate espiritual, ¿acaso no es personal? ¡Recuerda que debes trabajar interiormente en reconciliar no pocas cosas!

Bueno, querido Martin «Luther King», me retiro.

Un abrazo,

Sinesio

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

No te peocupes, Sinesio. Todavía no te has contagiado.

Jesús murió como un pecador, y sería indigno del cristiano que los demás lo consideren a uno como otra cosa, como un «ejemplo», por decir lo menos.

Los que padecen la enfermedad mencionada no quieren ni pensar en eso, y siempre están hablando de actuar de manera edificante: «miren cómo soy, para que ustedes sean igual». Se trata de una paradoja. El cristiano debe ser edificante, pero cuando se propone como fin ser edificante, en ese momento deja de serlo. Porque sólo edifica quien se ve a sí mismo como pecador ‒por lo tanto, no como un ejemplo‒ y vive agarrado de la gracia divina.

Saludos,

Martin

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RESPUESTA DE SINESIO EMEVECISTA

¡Vaya! ¡Qué manera tienes de «torear»! Felizmente te has encontrado con un banderillero.

No se trata de contagios ni de ejemplos. Se trata una vida esforzada y curtida en el cambio personal (¿te acuerdas de la Dirección de San Pedro, esas cosas del silencio…?). Luego, las obras del pueblo…

Saludos,

Sinesio

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

Mi querido Sinesio:

Decir que «toreo» no responde a mi argumento ni tampoco lo invalida. En lógica se dice que esto es un argumento ad hominem, que es un tipo de falacia. Consiste en no ir contra lo que se dice sino contra la persona que lo dice. De esta sustancia está hecha tu banderilla.

Por otra parte, el cambio personal implica una fidelidad a la propia persona: se busca cambiar para recobrar la propia identidad, oscurecida por el pecado. El cambio ‒en el sentido de la vida espiritual‒ implica en cierta manera también una permanencia, un resguardo de los dones que Dios nos ha dado.

Recuerdo todas aquellas cosas que me dices, que son necesarias, siempre que sean consideradas como auxilios en el caminar hacia Dios. Pero también sé de quienes reemplazan su propia vida personal con estos esquemas y se convierten en maniquíes de la vida espiritual, en simulacros de santidad. Esto es no entender la esencia de esas ayudas. Pero no negarás que eso ocurre ‒y frecuentemente‒ en las filas del MVC. Y lo peor de todo es que muchos son inmunes a las críticas constructivas, pues el virus ya ha tomado el cerebro y ha causado ceguera frente a las variables reales del mundo que nos rodea.

Todo lo que me ha sucedido en la existencia me ha llevado a tener una vida esforzada y curtida, y todavía tengo muchas luchas por delante. No creo que puedas llegar a imaginarte la ausencia de elementos de vida espiritual que hay entre los católicos alemanes. Por poner un ejemplo, la práctica de la confesión ha casi desaparecido. El rosario es una oración muy poco conocida y practicada. La oración se reduce prácticamente a las celebraciones litúrgicas. […]

Discúlpame que no le haya puesto celofán a mis palabras. Te tengo en mucho aprecio, y creo por eso mismo que no lo necesitas. Dejemos eso para otros.

Un abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE SINESIO EMEVECISTA

¡Vaya, Dr. Scheuch! En «faenas» como esta vida, la que tenemos, es bueno ver siempre los destellos de bravura, docilidad y ¿por qué no decirlo? la belleza de expresión del toro…

No creas que el «coso-MVC» esté lleno de majas alharaquientas y maniquíes. A mi parecer necesitamos retornar a varias fuentes quizá olvidadas o escondidas o poco promocionadas, como es la sinceridad, el ser solidario, corresponsable, acogedor y preocuparnos sinceramente por los detalles con el prójimo, etc.,etc.

En cuanto a nuestros auxilios para caminar hacia Dios, al tenerlos como «auxilios» a veces lo consideramos como accesorios y con ello prescindibles, cuando mi experiencia ‒muy pequeña, pero intensa‒ me dice que los auxilios siempre son portadores de gracias y alientos en la «faena» y que tal vez al llamarlos auxilios le restes peso y gravedad a la forma y fondo de tu propio combate espiritual.

Sigamos talking another day…

Regards a la family y un fuerte abrazo para ti, Martin,

Sinesio

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH

Te respondo con una frase del P. Guillermo José Chaminade:

«Mi método de oración es no tener ningún método.»

Con eso quería expresar el carácter contingente de todos los métodos que elaboró, y cuyo valor no se puede generalizar. Las ayudas tienen que adecuarse a las condiciones de la persona ‒carácter, edad, formación, etc.‒. Resaltar el aspecto de «auxilios» de los medios espirituales no es quitarles peso: es ubicarlos en su justo medio.

Ciertamente se necesita de estas ayudas. Pero también son prescindibles en cierto modo. El P. Chaminade los comparaba con muletas, que ayudan a caminar, pero que llegan a convertirse en un estorbo cuando uno ya ha adelantado en el camino. También determinados medios espirituales son estorbos cuando no se corresponden con las características personales.

Creo, Sinesio, que hay que ir a lo esencial, y tratar de descubrir el soplo del Espíritu por encima de la maraña de los métodos ‒cuya utilidad, como ya te he dicho, no discuto‒.

Por otra parte, hay una línea divisoria muy frágil entre el «solidario» y el «entrometido», entre el «acogedor» y el «malignamente diplomático», entre el «preocupado por los detalles» y el «susceptible y detallista», y lo que en uno es virtud, puede ser vicio en el otro. Un libro muchas veces recomendado por Luis Fernando Figari es Vicios de las virtudes y virtudes de los vicios de Ignace Lepp, que toca precisamente este tema.

Por otra parte, gracias por tu corrección fraterna. Espero que hacerla te haya hecho sentir bien y que estás en el buen camino. Yo, por mi parte, prefiero mantener la duda sobre si estoy en estado de gracia, y arrojarme en los brazos de la misericordia divina. Temo tener algún día la certeza de mi propia bondad, pues ello significaría caer en una actitud que la Iglesia ha condenado repetidamente.

Saludos a ti y a tu esposa y a los niños,

Martin Scheuch

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RESPUESTA DE SINESIO EMEVECISTA

Esos detalles que tienes en materia espiritual y otros es lo que más necesitamos (¡bueno, al menos yo!)… Iré reflexionando más y gracias por este compartir.

Un abrazo,

Sinesio

CUESTIÓN DE ESTILO

estilo

El 10 de octubre de 2003 envié un e-mail a cuatro personas vinculadas al Sodalicio de Vida Cristiana, donde les invitaba a leer un informe escrito en 1995 por un numerario del Opus Dei, en el cual se hacía un análisis crítico de esta institución, basándose en los mismos principios que la inspiraron, en la doctrina del fundador Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer y en claves básicas del pensamiento cristiano. Consideraba yo que varias de estas reflexiones críticas eran también aplicables al Sodalicio. El extenso y profundo diálogo que se generó con una de las dos personas que me respondieron es tema de mi post anterior.

La otra persona que me respondió ‒a quien llamaré Adherente Cuatro‒ no abordó directamente el tema, sino que hizo observaciones sobre el tono y estilo de mis mensajes, haciendo referencia a la discusión que tuve con Alejandro Bermúdez, director de ACI Prensa.

Publico aquí el mensaje de ese amigo mío, hecho con muy buenas intenciones y cargado de respeto y espíritu fraternal, incluyendo a continuación la respuesta que yo le di. Viendo el asunto en retrospectiva, resulta interesante ver cómo algunas de las reflexiones que yo hacía en el año 2003 ‒y que fueron dadas a conocer a personas con responsabilidades en el Sodalicio‒ cayeron en saco rato y nunca se hizo nada para someter esos temas a debate y buscar soluciones. Simplemente, fueron tomadas por palabras de un “loco” e ignoradas sistemáticamente. No podía ser de otra manera, cuando siempre han creído que Figari y el Sodalicio tienen la razón, una razón que nadie del “mundo” puede entender. Y que, aparentemente, ni siquiera ellos mismos entienden.

Lean este breve intercambio epistolar y saquen sus propias conclusiones.

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MENSAJE DE ADHERENTE CUATRO
Fecha: 27 de septiembre de 2003

Estimado Martín:

Después de leer toda la diatriba entre Alejandro Bermúdez y tú saco algunas conclusiones.

Creo que tu inquietud de fondo es válida.

Creo que muchas veces tu manera de expresarla es irritante, más allá de la incomodidad natural que pueda generar una crítica, es decir, que es innecesariamente irónica, y eso puede muchas veces diluir y hasta impedir que tu mensaje ayude realmente.

Creo que humildad y espíritu de fraternidad ‒no sé si ésta sea la expresión, tal vez algo de cariño y prudencia‒ son algo que necesitas para que tus aportes ‒valiosos y necesarios‒ sean acogidos. Por esto me alegra mucho el tenor de este último e-mail. Si bien la verdad muchas veces es incómoda y que es parte de nuestro estilo rescatar la buena intención del prójimo, no puedes ser tan exigente de golpe ‒te lo digo con todo cariño: creo que te falta prudencia y serenidad para decir las cosas‒.

Creo que la reacción de Alejandro es comprensible, pero su expresión es imprudente, desaforada y en algunos puntos falta de caridad. Es verdad que no responde con los argumentos que tú le pediste, pero los pediste mal. Me atrevería a ensayar un manera de decir ese mensaje: «Creo que ACI Prensa debería informar con mayor claridad y profundidad, por ejemplo: ¿Cuáles son las difamaciones al Cardenal? ¿Qué es falso en lo que dice la CVR [Comisión de la Verdad y Reconciliación]?» Descalificar un documento que ya está circulando, por mucho que sea viciado, no ayuda en nada; es mucho más inteligente plantear en qué miente o se equivoca. En fin, algo así. Sé que es lo mismo que has dicho, pero de repente debiste decirlo sin carga y a las personas involucradas ‒Alejandro, en este caso‒. En asuntos eclesiales tan delicados creo que la ironía sobra.

Saludos a la familia,

Adherente Cuatro

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 27 de septiembre de 2003

Querido Adherente Cuatro:

Quisiera que comprendas que mi manera de decir las cosas es producto de una evolución que se ha dado a través de los años. Y sólo diciéndolas como las digo es que he obtenido respuestas o reacciones, aunque sean viscerales como las de Alejandro. Te puedo poner un ejemplo. Durante años ‒y estamos hablando de más de una década‒ manifesté mis observaciones frente a cambios inconsultos que se había hecho a algunas letras de mis canciones ‒y probablemente con las mejores de las intenciones, incluso tal vez por el mismo Luis Fernando Figari [entonces Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana]‒, que habían terminado por arruinar la poesía de la canción, por lo menos en las partes afectadas. Algo similar hice respecto a algunas interpretaciones que hizo Takillakkta de mis canciones. Solamente cuando hice públicas mis observaciones en una página web [que publiqué en el año 2000], con ese estilo que he ido adquiriendo a través de los años, es que se pudo establecer ‒no sin previo conflicto‒ un diálogo con Javier Leturia [director de Takillakkta] que todavía sigue, y donde hemos llegado a buscar soluciones que nos satisfagan a ambos. [NOTA: Lamentablemente, este diálogo ‒que siempre fue muy ocasional‒ se interrumpió con la publicación de mi blog LA GUITARRA ROTA.]

Por otra parte, mi intención primera al escribir sobre el tema de la CVR y ACI Prensa era recoger información de algunas personas, que me permitieran tener una opinión más amplia. El texto tenía que tener cierta mordiente, para evitar pasar desapercibido. Es probable que no me den la razón, pero tengo la certeza de que las cosas no serán iguales que si no hubiera escrito mis opiniones al respecto.

Considera que en mi manera de decir las cosas el uso del adjetivo calificativo es escaso, y si lo uso es como conclusión de una serie de hechos descritos previamente. Y lo irritante de lo que escribo probablemente resida en la imposibilidad de negar esos hechos, aunque, como podrás ver en mi intercambio epistolar con Adherente Seis, he tenido que modificar algunas apreciaciones al ser confrontado con hechos complementarios o distintos a los que yo describía. En ese sentido, la “carga” de lo que escribo puede consistir en la escasez de adjetivos ‒sea laudatorios o recriminatorios‒, que hacen que el interlocutor se sienta “cargado” al ser confrontado con hechos que lo afectan. Deduzco de lo que me sugieres que me falta dorarle un poco la píldora al interlocutor, y no presentar los hechos con una desnudez tan descarnada.

Tocando otro punto, no son pocos los que me han dicho que mi mensaje debería haber sido dirigido a Alejandro Bermúdez en primer lugar. Sin embargo, mi intención era recoger previamente otras opiniones al respecto. Por eso mismo, no veía el imperativo moral de enviárselo a él en primer lugar. Tampoco tengo la certeza de que Alejandro sea en última instancia quién decide qué se publica o no en ACI Prensa, o si la línea y selección de las noticias es sugerida desde más arriba. En todo caso, de ninguna manera el mensaje fue enviado con la intención de que Alejandro no se enterara en absoluto del mismo. Entre los destinatarios se encontraban [cuatro sodálites muy amigos suyos]. Si hubiera tenido la intención de que Alejandro no se enterara para nada de lo que había escrito, ¿crees tú que le hubiera enviado mis opiniones a estas personas en concreto?

Por último, no sé cómo determinar lo que es un asunto eclesial delicado o no. Tengo la impresión de que todo aquello en lo que estamos involucrados como Sodalicio se considera dentro de los asuntos delicados, mientras que respecto a los asuntos con los cuales no comulgamos es lícito utilizar un “efectismo brutal” o dejar de lado las formalidades diplomáticas. Por eso mismo, creo haber recibido respuestas tan poco corteses, que argumentan a tajo y destajo con la falacia ad hominem y que han buscado colgarme calificativos antes de examinar lo que digo ‒lo cual no es tu caso‒.

Como reflexión final, pongo a tu consideración lo siguiente. Probablemente algún día, consideradas las magnitudes que está alcanzando el Sodalicio, habrá alguien que se pondrá a investigar su historia y se encontrará con documentación de hechos incómodos de nuestra historia que actualmente se callan o se presentan bajo una interpretación benévola. Sería preocupante que, a semejanza del Opus Dei, terminemos desmintiendo esos hechos sin presentar las pruebas del caso. Porque ya existe una dicotomía entre una historia oficial del Sodalicio ‒la que presentan algunas de nuestras publicaciones‒ y la historia real ‒que es la que hemos vivido los que estuvimos vinculados desde la década de los ’70‒, la cual contiene muchos detalles adicionales que no se mencionan sino en los círculos más secretos e íntimos. ¿Crees que en alguna posible futura biografía de Germán Doig escrita por alguno de los nuestros se mencione que fumaba marihuana cuando era joven?

Creo que hay que reflexionar al respecto, más aún cuando ACI Prensa, que informa sobre acontecimientos, parece siempre darle preferencia a noticias que hacen propaganda de las actividades de la Familia Sodálite ‒lo cual, a mi parecer, convierte este medio en un simple amplificador de lo que hacemos, antes que en una entidad al servicio de la Iglesia universal‒.

Un fuerte abrazo,

Martin

SODALICIO Y OPUS DEI: CONVERSACIONES EPISTOLARES

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Luis Fernando Figari

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Josemaría Escrivá de Balaguer

Si bien en el Sodalicio Vida Cristiana que yo conocí en los 70 e inicios de los 80 había una actitud crítica hacia el Opus Dei por su moral puritana, su elitismo, su carencia de intuiciones intelectuales originales y propias, además de su falta de transparencia —pues el Opus Dei suele actuar a través de organismos de fachada— y su connivencia con políticos y empresarios de dudosa reputación, lo cierto es que, a medida que el Sodalicio comenzó a tener comunidades de varones de vida consagrada, las semejanzas con el Opus Dei en cuanto a disciplina y estilo se fueron acentuando. Incluso una vez el mismo Luis Fernando Figari, Superior General del Sodalicio hasta 2010, llegó a afirmar, durante uno de esos sábados en la noche en que visitaba la desaparecida comunidad San Aelred, que muy a su pesar iba a tener que hacer lo mismo que Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer: resaltar su función especial como fundador de una institución religiosa y generar una especie de culto en torno a su persona. El ejemplo del fundador del Opus Dei le confirmaba que no había nada de reprobable en ello y que era una forma legítima de darle impulso apostólico al Sodalicio. Figari presentaba esto como un sacrificio que tenía que hacer, no obstante que con frecuencia había manifestado su admiración por oradores políticos que cautivaban a las multitudes, como José Antonio Primo de Rivera y Víctor Raúl Haya de la Torre, de quien el mismo Figari solía contar que se compenetraba de manera tan intensa con sus audiencias, que a veces terminaba eyaculando durante su discurso. Por cierto, nunca pude confirmar la verdad de esta extraña anécdota.

En el año 2003, estando ya en Alemania, en el transcurso de mis navegaciones filibusteras por Internet, me topé con un texto que llamó mi atención (ver http://opuslibros.org/Informe.pdf). Se trataba de un informe escrito en 1995 por un numerario del Opus Dei, en el cual hacía un análisis crítico de esta institución, basándose en los mismos principios que la inspiraron, en la doctrina del fundador Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer y en claves básicas del pensamiento cristiano.

Considerando que, guardadas las distancias, veía reflejadas en esas reflexiones críticas asuntos que atañían al desarrollo del Sodalicio de Vida Cristiana, con el cual yo aún me sentía vinculado afectiva y efectivamente, el 10 de octubre de 2003 decidí escribir un e-mail dirigido a cuatro personas: Germán McKenzie, entonces Superior Regional del Perú y actualmente ex-sodálite; Miguel Salazar, sodálite de talante intelectual con una gran capacidad de reflexión, amigo mío a quien no he vuelto a ver desde que me fui del Perú y con quien no he tenido oportunidad de hablar desde entonces; y a otros dos sodálites llamados al matrimonio y con cierta vocación intelectual. En ese e-mail decía:

«Creo que […] es importante que conozcan este texto, y saquen de él lo que pueda haber de provecho. El Sodalicio tiene una gran misión que cumplir. Hay que considerar que podemos correr el riesgo de arruinar ese legado del Espíritu debido a manifestaciones de autocomplacencia colectiva y a falta de suficiente autocrítica constructiva.»

No recibí respuesta de ninguno de los dos sodálites de vida consagrada. Sólo los dos últimos que he mencionado respondieron a mi mensaje, generándose con uno de ellos una interesante y extensa conversación epistolar, que doy ahora a conocer por considerarla de interés público. Sólo he omitido el nombre de la persona —a quien voy a designar como Adherente Seis— y he eliminado en lo posible todas las referencias personales que permitan identificarla.

A diferencia de otros textos que he publicado hasta ahora, éste de aquí, tratándose de un diálogo de cierta altura intelectual, puede resultar aburrido y denso para muchos lectores, además de que es bastante extenso y por lo tanto no es recomendable leerlo de un solo tirón. Pero las reflexiones allí contenidas mantienen vigencia y actualidad, y sirven para documentar mi propia evolución personal, a la vez que evidencian problemas que todavía existirían en el Sodalicio.

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MENSAJE DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 11 de octubre de 2003

Hola, Martin:

Seguramente sacaste este documento de la página Opuslibros, un lugar hecho especialmente para atacar al Opus por parte de ex-miembros de esta institución. El documento que has mandado tiene aspectos interesantes y algunos se pueden aplicar a nosotros. Pero creo que el autor no considera algunos puntos que son esenciales.

Uno, que dice que hay pobreza en la vida intelectual y uniformidad. Esto los lleva a no estar en sintonía con el mundo y la cultura contemporánea. Que yo sepa, la Universidad de Navarra es considerada una de las mejores universidades de España. La Universidad de Piura es la mejor universidad de provincias en el Perú y los colegios del Opus son bastante buenos […]. Se dice que los numerarios no están en contacto con el mundo y, sin embargo, a mí un numerario me ayudó a acercarme a la fe en mis tiempos universitarios y me sorprendió su amplitud de conocimientos. Muchas veces tenía actitudes marcianas y había cosas extrañas, pero me ayudó en un momento oportuno. Acá […] me he hecho muy amigo de un supernumerario chileno que […] no me parece para nada que siga las características que se describen en ese documento. Por otro lado, […] mi novia —la cual está muy lejos de ser una “borrega”—, quien ha estudiado psicología, me ha comentado que ha leído libros de psicología para niños y familiar producidos por miembros del Opus Dei y por una editorial del Opus Dei que le parecen sumamente interesantes y métodos de enseñanza renovadores. Que se diga en ese documento que no se potencia el estudio o que sólo se estudie a Santo Tomás me parece algo que no es cierto, por lo que yo conozco del Opus —obviamente conozco una versión contemporánea—. Es lógico que en una institución que afilia a gran número de miembros gran parte de ellos no van a tener un interés genuino por lo intelectual y sólo van a estudiar los cursos de formación obligatorios. Pero si comparas el promedio de formación de la gente del Opus con la del ciudadano común y corriente —obviamente no con un intelectual—, e inclusive con el promedio de católicos, su formación es bastante más fuerte.

No niego que en el Opus como en otras instituciones religiosas —en el Sodalicio, y en toda corporación— existan muchos elementos de rigidez e inclusive actitudes absurdas, pero creo que hay que tener un criterio amplio. Por un lado es totalmente legítimo que exista una identidad común y acentos espirituales comunes. Por algo uno empieza a participar de una espiritualidad determinada.

El que se vistan de manera parecida o existan ciertas restricciones para los consagrados me parece natural. Los religiosos llevaban hábitos y tenían normas comunitarias y fueron y siguen siendo sumamente valiosos para la Iglesia y el mundo. En el caso del Sodalicio, yo considero que los consagrados en realidad, a pesar de lo que se dice, no son propiamente laicos sino religiosos: hacen compromisos públicos, rezan en comunidad, se rigen por la obediencia, no pueden participar en política y su misión es eminentemente apostólica. Inclusive si te fijas en las páginas web regionales del Sodalicio se presenta a los superiores de las comunidades como “hermanos” (el Hno. Miguel Salazar, el Hno. Germán McKenzie, el Hno. Sandro Moroni). Esto me parece muy bueno, porque precisa mejor cuál es la misión del sodálite consagrado y cuál la de los llamados a la vida matrimonial dentro de la espiritualidad sodálite. Por su carácter de religiosos tienen que vivir dentro de un régimen propio de religiosos. Y como lo prueba de la experiencia de casi dos milenios, esto no es dañino sino muy fructífero.

Por otro lado, muchas veces hay excesos en diversos sentidos: a veces se cae en el fanatismo; a veces uno acaba siendo laxo; a veces se cae en el fariseísmo; a veces uno descuida los peligros reales que hay en el mundo; a veces uno se encierra en un ghetto; a veces hay normas muy sabias que, al aplicarse con rigidez, acaban siendo elementos opresivos; a veces por no aplicarse ninguna norma se destruye todo tipo de organización y se cae en un relativismo; a veces con un gran esfuerzo uno cae en activismo; a veces no se hace nada. ¿Donde se puede encontrar el equilibrio, el justo medio, el Plan de Dios? ¿Cómo evitar estos peligros?

Mi conclusión es que toda institución se ve expuesta a estos problemas, toda institución se ve expuesta al pecado. Sólo en la lucha por la santidad, que siempre implica una apertura y cooperación con la gracia, se puede lograr el “equilibrio”.

Otra conclusión, es que siempre van a existir aspectos que se van a poder criticar —y por supuesto mejorar—, pero es una ilusión absurda pensar que vamos a poder escaparnos de la lucha contra el pecado, las limitaciones, los excesos, los errores y la mediocridad. Lo importante es tener la humildad de reconocerlo, saber cambiar, pero también tener un criterio amplio para poder ver la obra de Dios en medio de las miserias y continuar con la misión apostólica y de crecimiento personal. No hacerlo sería un verdadero escándalo. Un escándalo más grande que todas las cosas que te escandalizan del Sodalicio.

Un abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 13 de octubre de 2003

Querido Adherente Seis:

Acertaste en cuanto a la procedencia del texto que te he enviado. anteriormente algunos textos favorables al Opus Dei, escritos por miembros de la Obra, que me habían dejado con una gran insatisfacción por su carencia de profundidad y penetración intelectual. La presentación del Opus Dei era tan exageradamente positiva, que distaba mucho de ser realista.

Por eso mismo, buscando información adicional, llegué a la mentada página web, donde he encontrado textos interesantes y otros no tanto, que reflejan la experiencia de quienes ya pasaron por el Opus Dei. El que te envié me pareció interesante por tratarse de alguien que no cuestiona en nada los principios fundacionales de la Obra y sigue creyendo en su carisma institucional. Tratándose de un intelectual, el análisis resulta profundo, aunque, como digo, hay cosas en las que hasta yo mismo discrepo.

Paso a comentar algunos aspectos de tu carta.

Concuerdo en que la Universidad de Navarra puede ser una de las mejores de España. Pero me hago la siguiente pregunta: ¿lo es por su exigencia, por la erudición de sus catedráticos, o lo es en cambio por sus logros de investigación, sus aportes a la cultura contemporánea y su capacidad de crear pensamiento y desarrollar más todavía los gérmenes de la cultura? Habría que ahondar en este punto.

También concuerdo contigo en lo que respecta a la Universidad de Piura. Es la mejor en provincias. Pero también es cierto que no hay ninguna institución en provincias que le haga competencia y que la mayoría de las universidades peruanas —y casi todas las de provincias— son muy malas. Esto no resulta sorprendente, desde el momento en que el Perú ocupa el último lugar en cuanto a calidad de educación en toda Latinoamérica.

Me parece muy bien también que un numerario te haya ayudado a acercarte a la fe y que posea una gran amplitud de conocimientos. Pero cometerías un error de lógica si consideras que ese caso —o muchos casos individuales más— son suficientes para refutar lo que se dice en el Informe sobre el Opus Dei. Por ejemplo, hablando de mi experiencia, me consta que el desarrollo intelectual de gran número de los sodálites consagrados es mediocre. Eso no obsta para que haya habido un Germán Doig, o haya un Miguel Salazar, un Gustavo Sánchez, un Germán McKenzie u otros que ahora no tengo en la memoria, que brillan como estrellas en medio de una multitud de repetidores de fórmulas y guiones, que leen los mismos libros, ven las mismas películas y utilizan las mismas expresiones de lenguaje, muchas veces ajenas al habla cotidiana.

Es sorprendente lo que dices sobre los consagrados del Sodalicio, más aún cuando Luis Fernando nunca tuvo la intención de crear una comunidad de religiosos. Concuerdo contigo en que oficialmente son laicos como cualquiera, pero en la realidad la vida de un consagrado difiere poco de la vida de un religioso. Resulta paradójico que, mientras se sigue relatando que Chaminade fundó la Compañía de María (religiosos) por presiones sociales de su tiempo y abandonó el proyecto de l’État (laicos consagrados en medio del mundo), que —según la versión del Sodalicio— era el proyecto primigenio a que lo llamaba el Espíritu, ocurra algo similar en el Sodalicio: la transformación de los laicos consagrados en religiosos, viviendo con restricciones semejantes. ¡Qué diría Luis Fernando de conocer lo que opinamos!

Pasando a otro punto, no me preocupa tanto que se den las distorsiones que tú también señalas en el Sodalicio, que, dicho sea de paso, no me escandalizan. A estas alturas del partido, conociendo las profundidades de la naturaleza humana y sus manifestaciones en la Iglesia, hay muy poco que pueda escandalizarme. Y por eso mismo no puedo compartir los achaques de tía escandalizada que parecen teñir muchas de las informaciones de ACI Prensa.

Lo que verdaderamente me preocupa es la interpretación benevolente que se hace de las distorsiones que se dan en nuestros grupos y comunidades de la Familia Sodálite y la falta de apertura a la crítica, venga de donde venga. Si este solo aspecto no se corrige, el fruto terminará por podrirse con el tiempo, y podríamos convertirnos en una de las tantas obras motivadas por el Espíritu que terminaron abortando o anquilosándose en estructuras momificadas faltas de vida.

El diálogo con otras espiritualidades de la Iglesia también resulta escaso, y la cooperación con otros grupos católicos es frecuentemente problemática, pues nuestra gente no está acostumbrada a crear un clima de diálogo, sino más bien a buscar los modos de hacer prevalecer nuestra propia visión espiritual. Por eso mismo, recibí críticas solamente por el hecho de participar como docente en un Curso de Teología a Distancia organizado por el Obispado de Chosica. Fue una experiencia enriquecedora, por la cantidad de gente común típicamente peruana que participó en las zonas de San Juan de Lurigancho y Santa Anita. Sin embargo, algunos hermanos estrechos de miras pensaron que estaba colaborando con el “enemigo”, es decir, con Mons. Norberto Strotmann, obispo de Chosica, y con José Luis Pérez Guadalupe, director del curso.

Por otra parte, yo he sido testigo de la evolución que ha sufrido el Sodalicio desde la década de los 70 hasta los 90. He visto que se ha ido morigerando el fomento de la capacidad crítica, lo cual ha llegado en mi caso a situaciones que me resultaron absurdas. Te cuento una anécdota. A fines de los 80, durante una charla de Luis Fernando, formulé un par de preguntas que resultaron incómodas para el expositor, el mismo Luis Fernando. Como consecuencia de ello, me enviaron a pasar una semana entera en San Bartolo, para que reflexionara sobre lo que había hecho. Por supuesto, mis interrogantes quedaron sin una respuesta satisfactoria.

Muchas veces los criterios de vinculación al grupo han primado sobre los criterios profesionales para la contratación de personal en muchas de nuestras instituciones. Lo cual ha hecho que muchas de ellas, por ineficiencia e incapacidad administrativa, hayan quedado reducidas a su mínima expresión o vegeten como una más entre otras, sin ostentar esa calidad que deberían tener. No te extrañe que haya algunos hermanos adherentes que me aconsejaron que participara en la misión apostólica del Sodalicio, pero que nunca trabajara en ninguna de sus instituciones, en muchas de las cuales se ha cometido abusos de tipo social y laboral contra algunos trabajadores, con implicaciones éticas negativas —según varios testimonios que personalmente he escuchado y según mi experiencia de varios años en el Instituto de Educación Superior “Nuestra Señora de la Reconciliación”—. Eso ha escandalizado a algunas personas. A mí me ha llevado a hacer manifiestas mis observaciones críticas en diversos momentos, sin obtener ninguna respuesta. Parece ser que una de las consignas en el Sodalicio es considerar toda crítica que viene de gente de de fuera de las comunidades como un ataque que no merece respuesta. Que yo sepa, hasta el momento nunca he visto a ninguno de los consagrados aceptar una crítica en público o en privado de gente de fuera de la casa.

Sigo creyendo en el llamado del Sodalicio para una misión tal vez única en el mundo. Y mi fidelidad ha sido frecuentemente puesta a prueba, pero ha sobrevivido a estas tribulaciones, que incluyeron la traición a mi confianza por parte de sodálites consagrados. Si de algo me puedo enorgullecer es de no haber traicionado nunca la confianza personal de nadie. Y seguiré manteniendo mi fidelidad a esas personas, no sólo por lo que les debo, sino también por dignidad propia. Mi fidelidad no depende de la actitud de otros, sino del llamado hecho por Dios al Sodalicio. Es en base a ese llamado que manifiesto por deber de conciencia los aspectos que, en mi humilde opinión, parecen andar por mal camino.

Un abrazo,

Martin

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 13 de octubre de 2003

Querido Martin:

Concuerdo contigo en algunas de tus críticas, sin que por ello descalifique al Sodalicio —como tampoco tú lo haces—. En especial con respecto a los problemas laborales que se dan en nuestras instituciones y en la necesidad de una mayor apertura a la crítica, incluyendo a Luis Fernando. A veces yo también veo una cerrazón que es frustrante. También creo que tenemos que tener un espíritu eclesial más vigoroso, en especial con otras corrientes espirituales, aunque yo veo bastantes avances en este punto. Yo hago mías estas observaciones que tú haces y también voy a dar mi opinión cuando regrese a Lima.

Yo creo sin embargo que en muchas cosas se ha crecido y mejorado. Y creo que el Sodalicio, a pesar de sus miserias, si es una obra de Dios, no se convertirá en un fruto podrido, sino que crecerá en vocaciones y obras, según el Plan de Dios. El tiempo —y nuestra fidelidad— mostrará si esto es así o no.

Con respecto a lo del aporte a la cultura de las universidades del Opus, bueno, que yo sepa no conozco a grandes intelectuales, pero producen libros interesantes y valiosos. El Centro de Historia de la Iglesia ha producido cosas buenas —bastante superiores a la producción historiográfica española actual, aunque debo reconocer que ella es muy mediocre—. En cuanto a tecnología, el Instituto Tecnológico y Científico de Navarra es de lo mejor y más renovador que hay en todo el mundo hispánico, incluyendo a América Latina.

Sobre lo que te dije de los consagrados como religiosos, a mí no me horroriza la idea. Por la experiencia que tengo ahora viviendo en un convento de dominicos, creo que la vida religiosa es esencial y que un nuevo tipo de experiencia religiosa —como la del Sodalicio— es muy importante. Muchos fundadores de órdenes e institutos religiosos terminaron creando instituciones religiosas muy distintas a lo que ellos creían que era el espíritu inicial. San Francisco de Asís nunca creyó que fundaría una orden como fueron los franciscanos —y tuvo que redactar una regla, que luego fue modificada por San Buenaventura—. San Ignacio de Loyola inicialmente pensó que su misión era establecerse en Tierra Santa, ser una orden hospitalaria y dedicarse a convertir a los musulmanes. Los caminos de Dios fueron otros.

Sobre la crítica intelectual en el Sodalicio, pienso que es cierto lo que dices, pero ¿que más podías esperar? Tú mismo me has dicho que el nivel educativo del Perú es el último —aunque en realidad es el antepenúltimo— de América Latina. La mayor parte de los peruanos —incluyendo a los que se afilian al Sodalicio— tienen una cultura intelectual mínima. Estoy seguro que sería muy distinta la situación en países donde la cultura se respira por los poros —como en Alemania, Inglaterra o Italia—. Es decir, es un problema no sólo del Sodalicio sino del medio donde estamos. Lo que sí hay es una promoción de la vida intelectual en el Sodalicio, aunque considero que es todavía bastante pobre. En comparación con otros movimientos en el Perú, estamos bastante adelantados, pero eso no significa nada si el horizonte es evangelizar el mundo de la cultura.

Por otro lado, debes tomar en cuenta que no todos están llamados a ser intelectuales. Los guiones, programas, lecturas recomendadas, subsidios, etc. son esenciales para la formación de la mayor parte. ¿O esperas que todo el mundo escriba tratados de teología, componga canciones o escriba novelas? ¿Crees que todo el mundo está llamado a hacer apreciaciones originales? ¿Por qué crees que la Iglesia durante buena parte de su historia ha promovido la difusión masiva de catecismos en mucho mayor número que la Suma Teológica o los escritos de Von Balthasar? Lo importante en realidad es hacer parte de uno mismo la experiencia cristiana, compenetrarnos con Jesucristo y el espíritu del Evangelio, y que ella nos ayude a ser más nosotros mismos desde nuestro llamado particular. Y la mayor parte de las veces es la gente sencilla la que logra alcanzar esta meta —más rápido que muchos intelectuales “originales”—. Pero es un trabajo que tiene que empezar por los que tenemos una vocación intelectual. Y esto creo que es parte de nuestra responsabilidad e implica un esfuerzo creativo, de promoción de los que tienen este llamado y también de divulgación de contenidos.

Un abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 14 de octubre de 2003

Querido Adherente Seis:

Me parece muy interesante tu carta, con la cual concuerdo en líneas generales.

He aquí algunas breves observaciones:

1° Creo que sólo quien se considere a sí mismo capaz de de cometer los peores pecados y crímenes será capaz de alcanzar la santidad. Esa conciencia la tenía Sta. Teresita de Lisieux (ver Historia de un alma), de quién, según los testimonios recogidos, nunca se supo que cometiera ningún pecado mortal. Asimismo, sólo podremos mantener vivo el don del Espíritu en el Sodalicio si creemos que existe la posibilidad de poder convertirnos en lo peor. El descartar esa posibilidad lleva casi irremediablemente al fariseísmo, donde la fachada que se presenta es agradable y virtuosa, pero el interior está podrido hasta la médula por la autocomplacencia y la soberbia.

2° Vuelvo a reafirmar que el Perú ocupa el último lugar en calidad de educación, según evaluación reciente. El antepenúltimo lugar lo ocupaba el año pasado. Eso se deba en parte a todos los tejemanejes que han habido en el sector educación, de algunos de los cuales yo mismo fui testigo cuando estaba trabajando para un proyecto de educación por encargo de la GTZ (Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit) [organismo de la Cooperación Alemana para el Desarrollo]. Uno no llega a imaginarse el grado de mediocridad imperante en este sector hasta que uno está metido dentro de él. Y la realidad lamentable de la educación en el Perú sobrepasa a creces lo que uno se ha imaginado, incluso aun cuando uno se haya imaginado que está mal.

3° Todo el tiempo que viví en comunidad fue con la intención de vivir la vocación de laico consagrado. Y confirma lo que tú dices el hecho de que mi libertad no era la misma que la de un laico normal. Incluso hubo en una época prohibición de escuchar música clásica. Sólo estaba permitido escuchar música religiosa. Afortunadamente, la ignorancia de algunos hermanos era tal, que pude hacer pasar cierto tipo de música clásica por música religiosa para poder nutrir mi espíritu de ese alimento que, en mi caso, es imprescindible: la música. Nunca me imaginé a mí mismo como un religioso. ¿Será tal vez por eso que el Señor me llevó a descubrir luego mi verdadera vocación? De todos modo, el tiempo vivido en comunidad fue una excelente preparación para poder dar este paso.

4° Me parece que en tu último párrafo buscas refutar lo dicho por mí, exagerando un poco lo que he dicho. No creo haber enunciado que todos deban ser intelectuales, ni creo que tal cosa pueda deducirse con certeza del mensaje que te envié. Tampoco creo que se necesita tener un desarrollo avanzado del intelecto para poder salvarse. No creo que pueda deducirse tampoco de lo dicho que yo me crea mejor que muchas personas que viven de manera sencilla su fe.

Sin embargo, salvo algunos notables casos, incluso dentro de la capacidad intelectual que cada uno debe desarrollar dentro de las posibilidades de cada uno, existe bastante mediocridad en las casas sodálites, debido —según creo yo— a la falta de una adecuada metodología de enseñanza. Es frecuente exigir a los que se están formando que simplemente repitan lo que han leído o escuchado, y que lo memoricen acríticamente. Para ello se buscan textos que no contengan contenidos cuestionables. En el caso de textos producidos por miembros del Sodalicio —que son revisados minuciosamente antes de publicarse—, esta metodología llega a un paroxismo ahora absurdo para mí: todo debe ser aprendido sin lugar a comentarios críticos. Los textos de Luis Fernando son de lectura obligatoria —bajo el presupuesto de que en ellos se refleja necesariamente la acción del Espíritu Santo por tener el carisma fundacional— y las críticas desde adentro son inconcebibles, mientras que las provenientes de afuera son instantáneamente catalogadas como “ataques” —lo cual ahorra el “molesto” expediente de tener que darles respuesta—.

Para serte franco, lo último que he leído de Luis Fernando me ha parecido de lo más aburrido. Lo esencial de su pensamiento ha quedado cristalizado en algunas cuantas obras que escribiera en la década de los 70 y 80, y lo demás me parece monótona repetición de lo mismo. Además de que cae mucho en el uso de anglicismos ajenos al recto uso del lenguaje —”holístico” en lugar de “total” o “global”, “educar a la reconciliación” en lugar de “educar para la reconciliación”, “silente” en lugar de “silecioso”, “permear” en lugar de “impregnar”, por citarte algunos ejemplos—, sin contar además con que recurre al uso de términos crípticos —”scotosis”, “amorización”, “kénosis”, “hodierno”— que podrían ser dichos de manera sencilla en buen castellano y que en sí mismos no aportan nada para hacer más profundo su pensamiento y lo hacen menos accesible al común de los mortales, me parece que su pensamiento se mueve mucho dentro de términos muy generales y han tenido pocos desarrollos en las décadas que han pasado. Mucho más interesante resulta Luis Fernando como conversador, donde salen intuiciones motivadoras, que estimulan el pensamiento y plantean retos al intelecto.

En fin, creo que estás leyendo mucho más de lo que yo hubiera podido decir abiertamente en Lima, y que digo por deber de conciencia, aunque haya personas que, no obstante estar de acuerdo con varios de los puntos que planteo, me hayan aconsejado mantener el silencio para no meterme en problemas. Pero ya estoy acostumbrado a eso. Y no concibo ser espectador de este drama tocante a una iniciativa querida por Dios y a la vez mantenerme con los brazos cruzados.

Ya hace más de diez años le comentaba a alguien que veía gérmenes de decadencia en el Sodalicio y sus obras. Por supuesto que ese alguien me dijo que yo estaba loco —que es el calificativo con el cual se ha buscado frecuentemente anular de un plumazo cualquier cosa que yo dijera: otra vez la táctica de no responder—. Sin embargo, veo que esos gérmenes han seguido desarrollándose y han aparecido otros nuevos —la forma de manejar la información oficial, al estilo de ACI Prensa, por ejemplo—.

No creo que estas confidencias te escandalicen —u horroricen, según término utilizado por ti—, como sería el caso con otros miembros del Sodalicio o del Movimiento de Vida Cristiana —tal vez la mayoría—. Pero creo que tengo el derecho de manifestarlas según la libertad de los hijos de Dios.

Un abrazo,

Martin

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COMENTARIOS DE MARTIN SCHEUCH A UNA RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 15 de octubre de 2003

Querido Adherente Seis:

Creo que la mejor manera de responder al mensaje que me has enviado es intercalando mis propios comentarios.

Querido Martin:

Tus apreciaciones me parecen exageradas. En primer lugar, criticas la formación en el Sodalicio afirmando que existe una escasa conciencia crítica y una mediocridad intelectual muy grande en sus casas. Ése no es el Sodalicio que yo conocí. Justamente una de las cosas que más valoré en aquel entonces es la actitud crítica de los sodálites. Me sorprendió desde muy joven ver cómo encontraba respuesta a mis cuestionamientos, inquietudes y preguntas, y encontré un horizonte bastante amplio.

Es cierto que los primeros sodálites plantearon respuestas originales y críticas, y que hoy día el grado de “uniformización” es mayor y tal vez en algunos aspectos hay menos creatividad, pero no en todos. Con el paso de los años el Sodalicio se ha institucionalizado y, por lo tanto, ha tenido que adaptarse para poder responder a las necesidades de un mayor número de personas, no todas con las mismas capacidades del grupo fundacional. Eso no quiere decir que el acento por la vida intelectual se haya desechado o que no exista una actitud positiva que busque una sólida formación. Hoy en día existen programas de estudio bastante más sistematizados —aunque tal vez menos originales que antes— y cursos que deben seguir todos los que se forman en San Bartolo. Yo he ido a dar cursos breves a las casas de formación y comunidades, y encontré frecuentemente una buena disposición en los alumnos, preguntas interesantes e inquietud intelectual. En varias ocasiones encontré personas brillantes y profundas, mucho más que entre la mayor parte de alumnos que he tenido en mis cinco años de enseñanza en tres universidades. Y ésta no es sólo mi opinión. Te comento una anécdota. Una vez me encontré con un conocido mío simpatizante de la teología de la liberación, que enseñaba filosofía en Santo Toribio. Me dijo que estaba bastante contento con muchos de sus alumnos sodálites, porque al contrario de lo que él creía, encontró en ellos personas con las que podía dialogar, y aunque discrepando tenían apreciaciones interesantes —sólo se quejó de un par de ellos como “cerrados”—. Creo que esta actitud hubiera sido más difícil en los primeros años del Sodalicio cuando el clima de confrontación en la Iglesia era más fuerte.

COMENTARIO: Eso mismo que tú mencionas fue lo mismo que me atrajo a mí. Sin embargo, he sido testigo de cómo la profundidad para ser crítico ha ido disminuyendo, salvo en aquellos pocos que siguen cultivando la vida intelectual. Por otra parte, vuelves al recurso de utilizar casos individuales para buscar refutar lo que yo digo, y ese procedimiento es inválido en buena lógica. Mi apreciación, luego de haber vivido en comunidad más de 11 años, es que en este aspecto se ha ido de más a menos, y no viceversa —aunque todavía haya manifestaciones positivas de este aspecto en muchas personas—.

Dices por otro lado que falta una adecuada metodología. Es cierto, pero los encargados de formación del Sodalicio son conscientes de este problema. Te cuento como ejemplo que yo me reuní varias veces con Alfredo Garland (quien era en ese entonces —no sé si lo seguirá siendo— encargado de instrucción del Sodalicio) para replantear los programas y la metodología de San Bartolo. Hablamos ampliamente de la metodología educativa de las universidades inglesas, de la necesidad de fomentar un espíritu de reflexión y sana crítica, entre otras cosas. Me ofreció formar parte de un grupo de reflexión para poder ayudar a cambiar la aproximación en la formación. Yo soy consciente de mis insuficiencias —no he estudiado educación, ni soy para nada un experto en formación—, pero creo que algo podía aportar. Lamentablemente en esa época tenía encima mi tesis de doctorado […]. Es decir, yo he visto que existe una clara conciencia de la necesidad de corregir aspectos deficientes de la metodología.

Otro ejemplo. Cuando Germán Doig estaba escribiendo su libro sobre la tecnología, convocó a muchos hermanos de comunidad y también a muchos de fuera —entre los que estuvimos yo y otros—, para que comentáramos sus capítulos. Nos mandaban una copia de sus borradores y luego llegábamos a la reunión en el Centro Pastoral de San Borja los viernes en la noche y le hacíamos un sinnúmero de críticas desde distintos ángulos. Germán Doig recogía los comentarios y esto era una ocasión para un diálogo muy rico —habían como 20 ó 25 invitados—. También recuerdo como él y luego Germán McKenzie organizaban reuniones en comunidades con distintos intelectuales, que siempre fueron fructíferas y enriquecedoras. Tal vez me digas que los casos de Germán Doig y Germán McKenzie son sui generis. Tal vez sí, pero creo que su actitud se sigue en muchas de las comunidades, por lo menos las que yo he visitado. Por supuesto que hay resistencias y cerrazón en muchos casos, especialmente por parte de aquellos que tienen personalidades más fuertes. Sin embargo, no existe una absoluta negación de la crítica, como se podría deducir de lo que tú escribes.

COMENTARIO: No sabía que así se fue fraguando el libro de Gemán Doig. El procedimiento me parece adecuadísimo. Lo que me extraña es por qué no me llamaron a mí, cuando fue precisamente por esa época que solicité a consagrados importantes que se me brindara canales para aportar a la misión del Sodalicio, cosa que fue sistemáticamente desoída. Posteriormente fui apartado de los cursos de formación en San Bartolo —motivo que se me manifestó: tenían otra gente de comunidad que los podía dar—, dejé de ser convocado para cursos en el Instituto de Educación Superior “Nuestra Señora de la Reconciliación” —motivo: nunca se me dijo, si es que hubo alguno— y, finalmente, terminé de docente en el Curso de Teología a Distancia de la Diócesis de Chosica —donde año tras año me siguieron convocando—. Si [mi mujer] y yo dirigimos un grupo de Nazaret, fue porque las personas que lo formaban me pidieron expresamente a mí que lo hiciera. En resumidas cuentas, para el cumplimiento de mi misión de servicio a la Iglesia ha tenido que buscar a veces medios y caminos alternativos, sin contar con recibir apoyo de la superioridad sodálite.

Antes de venir a Alemania, conversé con [un sodálite de confianza], para pedirle su consejo y ver en qué me podía ayudar, eclesialmente hablando. La conversación no fue tan cordial como yo hubiera deseado, y percibí cierto recelo contra mí —que me resultó inexplicable—. Por experiencia, sé que en las tertulias nocturnas de las comunidades se habla a veces sobre la gente de afuera, y me acuerdo haber escuchado comentarios sobre ciertas personas que comprobé ser injustos cuando salí de comunidad. No me cabe la menor duda de que yo mismo debo haber sido pasajeramente objeto de algunas de estas conversaciones. Continuando con la conversación con este sodálite, me dijo que el Sodalicio me podía apoyar con algunas personas e instituciones, recomendándome, pero que si hacía alguna tontería, simplemente iban a negar que yo tuviera alguna vinculación con ellos. Me sentí como un agente de Misión Imposible. Eso fortaleció nuestro propósito de venirnos a Alemania, que fue por circunstancias económicas en primer lugar, y en segundo lugar para alejarnos de ese ambiente donde se me había convertido en un marginal […].

Criticas que los textos de Luis Fernando sean “lectura obligatoria”, especialmente para los consagrados. ¿Qué otra cosa esperas? Los dominicos se empapan de los escritos de Santo Domingo —por lo menos los buenos dominicos, como aquellos con los que estoy viviendo ahora—, los jesuitas de los de San Ignacio y todos los religiosos y miembros de movimientos eclesiales leen asiduamente las lecturas de sus fundadores. Y esto no quiere decir que no se lea a otros autores. ¿Acaso sólo se lee a Luis Fernando? ¿No se sugieren otros autores? Por supuesto que hay autores recomendados para las lecturas que hace la gente en períodos de formación, lo cual me parece no sólo válido sino necesario. No hacerlo así me parecería irresponsable. ¿Sinceramente crees que hay una tendencia marcada a destruir las iniciativas intelectuales personales?

COMENTARIO: No creo haber dicho esto último. Lo que se hace, se hace probablemente con las mejores intenciones, y sin darse cuenta de a qué está conduciendo.

Por el tono en que escribes parece ser que cuestionas el presupuesto de que los textos de Luis Fernando reflejen el carisma fundacional. Yo sí creo que sus textos reflejan este carisma. No en vano Luis Fernando ha tenido la vocación de fundador. Y esto no quiere decir que Luis Fernando no se equivoque, que no cambie muchos aspectos o que sus textos tengan una autoridad bíblica. De ninguna manera. Pero son pautas que él ha ido discerniendo y que han formado el espíritu del Sodalicio. Pautas que también se van modificando con los signos y acontecimientos que Dios pone en el tiempo. Y es por eso que se tiene tanto cuidado antes de publicar cualquier obra. Si negamos esto, ¿cuál sería entonces la línea que debería seguir el Sodalicio? Tal ve me dirás lo que desarrollen otros. Bueno, muchos de estos desarrollos también se han incorporados en escritos y en las asambleas del Sodalicio.

Es evidente que hay una diferencia de calidad en los escritos de Luis Fernando. Algunos son más originales que otros. Algunos pueden parecerte pobres y repetitivos. ¿Todo escrito de Luis Fernando tiene que ser original? Cuando repite términos y conceptos no lo hace porque pretenda siempre desarrollar aspectos de su pensamiento, sino transmitirlos de diversas formas. La intención es predicar la Buena Nueva desde la espiritualidad sodálite, no ser novedoso en cada escrito. Algunos textos son simplemente catequéticos, incluyendo términos que él considera importantes para expresar mejor lo que él quiere decir sobre la espiritualidad sodálite. Esto no quiere decir que yo crea que todos ellos son adecuados o que yo los utilice —yo también prefiero el buen castellano—, pero me parece una opción legítima. Otros escritos son de divulgación, como sus estudios sobre el pensamiento social católico o sus escritos sobre el Vto. Centenario, que obviamente no son obras de un historiador profesional, pero cumplen su objetivo. Otros escritos, los más importantes, son los que desarrollan aspectos de la espiritualidad sodálite. Por otro lado, Luis Fernando muestra una interpretación de la realidad que guía la línea intelectual sodálite. Y esto no me parece opresivo, sino válido, bueno y necesario.

Yo también he encontrado algunos escritos aburridos, pero otros bastante interesantes —como en el que estudia el fenómeno de lo “políticamente correcto” y también un hermoso escrito sobre la “Nostalgia de Infinito”— y algunos bastante enriquecedores para la vida espiritual —recuerdo una charla sobre San Pedro que me marcó profundamente y un ciclo de conferencias sobre la acedia—. Algunos de sus escritos e intuiciones a mí me permitieron desarrollar varias ideas. En concreto, te cuento que a partir del folleto Pecado original, niveles de ruptura y reconciliación […] armamos un grupo de estudio entre nosotros, en que estudiamos varios aspectos del proceso de secularización contemporáneo.

Por otro lado, no hay que juzgar los textos de Luis Fernando como se puede juzgar a un erudito o a un prominente intelectual. Luis Fernando no es todo un “intelectual” en el sentido propio de la palabra —como no lo fue Santo Domingo, sino Santo Tomás de Aquino—. Su labor intelectual más bien está enfocada a desarrollar la espiritualidad sodálite y analizar los problemas del mundo actual. Su misión no es producir grandes tratados —los cuales podrán ser hechos por las generaciones venideras—. Obviamente, vas a encontrar una mayor destreza literaria en un Graham Greene o un John Henry Newman, una mayor erudición y cultura en un Von Balthasar o un Henri de Lubac, cuya labor fue preferentemente intelectual. En este sentido lo más importante de su obra no es su estilo de escribir, su “agudeza” o su erudición, sino sus intuiciones para el desarrollo de una nueva espiritualidad. No esperes encontrar en él a un gran tratadista. Tomar sus escritos como la única fuente de formación es absurdo —y no creo que ni los más “fanáticos” lo hagan—, pero restarle la importancia que objetivamente tienen me parece una torpeza y una grave ceguera frente al don de nuestra espiritualidad.

COMENTARIO: Una cosa es que los textos reflejen el carisma fundacional, y otra cosa es que sean tomados en todas sus partes como incuestionables. De hecho, si bien no son tratados, eran considerados en comunidad como tales, como textos de los cuales debíamos sacar las líneas directrices de nuestro pensamiento, dejando de lado desarrollos propios. ¡Qué diferencia con los jesuitas, donde una misma espiritualidad no impide que haya fomento de iniciativas intelectuales que incluso pueden ser contrarias entre sí! En el Sodalicio, lo que publica un sodálite no puede nunca contradecir lo que escriba otro, y por eso se ejerce un control estricto sobre lo que se publica. Te cuento una anécdota. El P. Interdonato S.J. se quejaba una vez de que el censor de un libro suyo había hecho observaciones al contenido de un texto suyo más allá de sus funciones. El censor debía únicamente ver si el libro tenía afirmaciones contra la fe de la Iglesia, pero no le correspondía opinar sobre el contenido. No sé si algún día alcancemos esa libertad de pensamiento, que fomenta un sano debate y abre nuevos campos.

Según lo que yo he vivido en comunidad, el único que estaba tácitamente autorizado a hacer observaciones críticas al pensamiento de Luis Fernando expresado en sus textos era Luis Fernando mismo. Los demás debían acoger lo dicho, interiorizarlo, y, en caso de encontrar algún error, callarlo, o inventar una explicación justificatoria de eso.

Por otra parte, no considero aceptable la última frase del párrafo comentado. Decir que el que hace o no hace tal cosa termina siendo o teniendo tal otra cosa —en este caso «torpeza y grave ceguera frente al don de nuestra espiritualidad»— es una forma de razonamiento que linda con lo amenazante o lo despectivo. Es una modalidad de la falacia ad hominem. Además, no he intentado restarles importancia a los escritos de Luis Fernando, sino atribuirles la que verdaderamente tienen. Creo solicitar algo justo si te pido que te abstengas en adelante de usar ese tipo de frases […].

Reconozco que es necesaria una mayor actitud crítica y una apertura inclusive para cuestionar textos y términos utilizados por Luis Fernando, y además me parece que se debe desterrar la idea de que todos tienen que imitar su estilo y se deben innovar aspectos según la creatividad de cada uno. Pero existe una visión de fondo, una interpretación y cierta aproximación a la realidad que es característica de la espiritualidad sodálite, que considero un don. Por eso yo no me horrorizo como tú cuando dices que frecuentemente se exige a los que se están formando una memorización de las obras de Luis Fernando. ¿Te parece tan grave eso? Al hacerlo —si es que lo hacen— están ejercitando una facultad intelectual importante: la memoria. Por otro lado, en el caso de que lo hagan, no están aprendiendo textos nocivos. No están aprendiendo el libro rojo de Mao, las obras del Marqués de Sade o las de tu amigo Gutiérrez, sino contenidos que son fieles a la fe de la Iglesia y que acentúan el llamado particular de nuestra espiritualidad. El problema sería que no interiorizaran estos contenidos y que los repitieran como fórmulas vacías. Tal vez sea el caso de algunos, pero no de la mayoría.

COMENTARIO: No veo de dónde sacas que yo realice el acto de “horrorizarme”. ¿Desde cuando describir hechos que parecen cuestionables es lo mismo que “horrorizarse”?

No me opongo al uso de la memoria. Pero un buen método de estudio conjuga el uso de esta facultad con el intelecto y la voluntad, las cuales quedan en segundo plano en la metodología que se utiliza. Y resulta más nocivo memorizar un pensamiento bueno sin entenderlo ni analizarlo, que memorizar una doctrina mala —el pensamiento de Mao, por ejemplo— aplicando adecuadamente el intelecto y la voluntad. Los fundamentalistas protestantes —que se suelen saber la Biblia de memoria al derecho y al revés— son un ejemplo de ello. Mi crítica iba, por lo tanto, al método de estudio. Y es verdad que la mayoría de sodálites comprenden los contenidos, pero también es verdad que suele faltar el análisis adecuado, y el cuestionamiento cuando es necesario.

Por último, no tengo ningún amigo que se llame Gutiérrez. Sí tengo uno que se llama Adherente Seis. El único Gutiérrez que conozco, de primer nombre Gustavo, es autor de unas obras sobre teología de la liberación. […]

Con respecto a lo de ACI Prensa, yo no considero que sus informaciones estén teñidas de «achaques de tía escandalizada«»; más bien, te lo digo sinceramente —y no lo tomes como un insulto—, creo que ésa fue tu actitud. En concreto con respecto a lo que tanto criticabas sobre la Comisión de la Verdad y Reconciliación, me parece que la información dada fue moralmente correcta y necesaria. Ya te he explicado por qué creo eso. Yo también veo algunos problemas en ACI Prensa. Sin embargo, yo opino —y es sólo una opinión— que la información que dan es correcta pero insuficiente. Faltan artículos de análisis y hay temas fundamentales que no se abordan. Sin embargo puedo comprender la falta de recursos que tienen y sé del gran esfuerzo y amor a la Iglesia de sus miembros por sacar esta iniciativa adelante a pesar de algunos excesos y equivocaciones. Si no estás de acuerdo con esto que digo, ¿qué cosa propondrías tú? ¿Cuál crees tú que debería ser la línea de ACI Prensa?

COMENTARIO: En primer lugar, ¿crees tú que ACI Prensa sea consciente de sus limitaciones? ¿Crees tú que estaría dispuesta a abrir un fórum de sugerencias para mejorar la calidad de su manejo de la información? Si así fuera, ya estaría dado el paso para iniciar un proceso de mejora. Mis sugerencias al respecto serían motivo de otro texto bastante extenso, comenzando por abrir una sección de cartas, para recoger el feedback de cómo es acogida la información. Pero eso es tema para otro debate.

Otro aspecto que quiero resaltar es que a lo largo de tus cartas veo una crítica bastante fuerte a un supuesto fariseísmo de muchos hermanos y a una pobreza de horizontes. El panorama que describes parece mostrarme un movimiento fanático donde se ejerce una “dictadura del pensamiento” que pasa por encima de las personas y que se rige por normas rígidas antes que en el Espíritu. Y sin embargo, donde tú ves sepulcros blanqueados, yo veo hermanos, con debilidades y carencias, tal vez con estrecheces e ignorancia —algunos con tal ignorancia que no saben distinguir entre música clásica y música religiosa—, hermanos que caen y se levantan, algunos que continúan fieles, otros que se marchan —y quiera nuestro buen Dios que su luz permanezca en ellos aunque se alejen de nuestra familia espiritual—, veo hermanos que aunque pequen, se equivoquen y no conozcan «las profundidades de la naturaleza humana y sus manifestaciones en la Iglesia», luchan por vivir el Evangelio y se entregan a la misión apostólica con amor, con ardor, con una fe simple pero verdadera. Veo que varios hermanos han nutrido más su espíritu aprendiendo a ser humildes y obedientes antes que en otros aspectos secundarios. Y conozco a muchos de ellos, jóvenes y ya no tan jóvenes, que me edifican enormemente —sí, me edifican, aunque te repugne el uso de esta palabra—. Yo no tengo autoridad ni quiero ser un acusador de ellos.

COMENTARIO: Otras vez me atribuyes actitudes que no se derivan necesariamente de lo que escribo. ¿No crees que es exagerado decir que me repugna el uso del término “edificante”? Lo único que es cierto es que no es de mi preferencia, debido al abuso que se hace de él, así como la palabra “adherente” no es de mi agrado y me resulta malsonante, aunque participe de la realidad que ella significa.

Si bien el panorama no es tal como el que tú dices que yo describo —extremando lo que yo he dicho—, algo de eso se da en algún grado en las comunidades sodálites —a no ser que en los últimos diez años se haya corregido de golpe lo que se vivió en los quince años anteriores, bajo el supuesto de que ese cambio se haya iniciado cuando yo salí de comunidad—. Y ciertamente no se puede juzgar a las personas —porque no sabemos cuáles son las intenciones—, pero sí se puede señalar el hecho cuando se da. Eso no tiene por qué llevarme a no ver a las personas como hermanos. Así lo sigo viendo a Alejandro Bermúdez, aunque esto parezca no ser recíproco.

Dices que al hacer estas críticas tienes un deber de conciencia. Respeto mucho esa actitud. Y sin embargo, no sería vano que revisaras tus intenciones. Tu tocayo Martín Lutero también creía sinceramente en su conciencia, y qué duda cabe que tuvo el coraje para plantarse frente al emperador Carlos V, el monarca más poderoso de su tiempo, en la Dieta de Worms, y aún arriesgando su vida dijo: «Hier stehe ich. Ich kann nicht anders» [«Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa»]. Y criticó muchos vicios reales de la Iglesia. Y mira cuáles fueron los resultados. En cambio, una Santa Catalina de Siena criticó duramente a Papas y eclesiásticos en espíritu de humildad, y San Francisco criticó con su vida, alegría, pobreza y humildad las riquezas y corrupción de la Iglesia, y sus críticas dieron verdaderos frutos de renovación.

COMENTARIO: Lutero cuestionó a la Iglesia —no a un grupo— y sus cuestionamientos llegaron hasta la reinterpretación teológica de enseñanzas fundamentales de la doctrina cristiana. Mis observaciones no atañen para nada a la fe de la Iglesia, pues sigo creyendo en la misma fe católica que comparto con mis hermanos sodálites. Lo cual no me impide tener cuestionamientos —no en temas de fe— que deberían llevar a un diálogo fructífero, y no a una cerrazón de filas y una defensa acérrima frente a los supuestos “ataques”.

Más bien, me causa cierto asombro tu comparación, pues más allá de tu paralelo entre Lutero y yo, resulta revelador tu paralelo entre el Sodalicio y la Iglesia. Y así como Lutero fue bastan más lejos de aquello a lo que yo estoy llegando, así la Iglesia es mucho más grande y rica que el Sodalicio, cuyo valor dependerá de en qué medida se ponga efectivamente al servicio de toda la Iglesia universal.

Una última pregunta ¿que crees que debe hacer el Sodalicio para evitar “momificarse”, podrirse en un vacío “fariseísmo” y revertir los “gérmenes de decadencia”? ¿Cuál es el camino que se debe tomar? ¿Qué pasos se tiene que dar?

COMENTARIO: Lo primero que se debe hacer es abrir el camino para que el tema se debata. El día en que se vea a un sodálite de comunidad aceptar una crítica proveniente de fuera de la comunidad, ese día podremos tener la certeza de que los gérmenes de decadencia pueden ser revertidos.

Un abrazo,

Adherente Seis

Un abrazo,

Martin

P.D. Te recomiendo que tomes las cosas con un poco de soltura y humor. La indignación es mala consejera, y te puede llevar a formular frases ofensivas, lo cual puede acumular puntos en contra de un diálogo abierto y sincero.

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RESPUESTA DE ADHERENTE SEIS
Fecha: 16 de octubre de 2003

Querido Martin:

Reconozco que he exagerado algunas de tus afirmaciones. Si te he ofendido en algo, te pido disculpas. Sin embargo, lo que veo en tus escritos no son sólo críticas legítimas —y tú bien sabes que he estado de acuerdo contigo en muchas de tus apreciaciones—, sino una visión fundamentalmente negativa, pesimista y hasta fatalista sobre la situación del Sodalicio. Espero que, más allá de las frases que has considerado ofensivas puedas entender lo que quiero decir. Retiro lo que dije “torpeza y una grave ceguera” y la reemplazo por “error frente al don de nuestra espiritualidad”. Lo de tu “amigo” Gutiérrez era sólo un toque de humor y, si lo consideras como una “caquita verde” de mi parte, te pido perdón. Yo veo problemas, también veo a veces una gran cerrazón y muchas veces se cometen injusticias e incomprensiones, como las que tú probablemente has sufrido. Pero, sinceramente, yo veo muchos más frutos buenos, veo muchas más iniciativas que se sostienen con sincero espíritu evangélico y personas que viven un cristianismo auténtico, y creo que es esto lo que prima. Y con respecto a Luis Fernando, lo que he tratado de decir es que si bien reconozco la necesidad de una mayor apertura, también creo muy necesario valorarlo a él y su obra en su justa medida.

El paralelo que supuestamente hago entre la Iglesia y el Sodalicio es producto de tu propia especulación o tal vez de mi falta de claridad para expresar las cosas —por supuesto que la Iglesia es más rica que el Sodalicio, pero el Sodalicio se nutre de esa riqueza—. Si te puse el ejemplo de Lutero es para ilustrar cómo para dar buenos frutos no basta actuar con coraje y de acuerdo con el dictado de la propia conciencia, sino que ésta debe ir acompañada de caridad y humildad, de cierta sana desconfianza de uno mismo, adecuar nuestras apreciaciones a la realidad y el sentido común, y tratar de purificarnos de la amargura, resentimiento y soberbia.

Comprendo que muchas de tus críticas se vean teñidas de las malas experiencias que has vivido y de las incomprensiones que has sufrido. No niego que en gran parte de los casos se haya sido injusto contigo. Pero una pregunta que te hago es: ¿Ha sido siempre culpa de los demás? ¿Has tenido alguna responsabilidad en ello? ¿Hay algo que reconozcas que has hecho mal?

Comprendo también que te sientas desilusionado en muchos aspectos y que te duela ver una serie de problemas en la institución a la que te afiliaste hace varios años con tanto amor —y que sigues amando a pesar de todo—. Creo que es el proceso natural de toda institución, y creo, como te dije en otro e-mail, que si realmente es una obra de Dios, el horizonte no será tan oscuro como tú lo ves, sino que dará frutos de vida eterna.

Pero si no es así, si es que el Sodalicio se ha convertido o está en proceso de convertirse en una institución que tiende al fariseísmo y al autoritarismo y que estaría traicionando el espíritu fundacional, ¿cuál sería el sentido de permanecer en ella?

Un abrazo,

Adherente Seis

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RESPUESTA DE MARTIN SCHEUCH
Fecha: 16 de octubre de 2003

Querido Adherente Seis:

El fatalismo —o resignación ante un destino inexorable— nunca ha formado parte de mi compañía. En realidad, no creo que haya nada que tenga que ocurrir necesariamente —en el bien o en el mal—, tratándose de personas o instituciones contingentes. Sólo tengo la certeza de que todo lo que ocurre —como lo he experimentado en mi vida— es para bien y que Dios nunca me suelta de su mano.

El hecho de hacer observaciones críticas puede llevar a los que son objeto de esas observaciones a generalizar lo formulado y creer que hay de fondo una visión negativa. Ciertamente, una crítica sería demasiado extensa si a la vez se mencionara todo lo bueno —lo cual se da por supuesto—. En resumidas cuentas, una apreciación crítica debe ser entendida únicamente en aquello que dice puntualmente, y no tendría que ser proyectada a todo de manera general. Ni tampoco se debe considerar que cuestiona lo que no se menciona en ella.

Si mi visión fuera pesimista, no tendría ni siquiera objeto manifestar observaciones respecto al estado actual del Sodalicio. En una visión pesimista no se ve solución en el horizonte. Y eso no es algo que yo piense ni asuma.

Sin embargo, lo que he visto y he vivido en el seno del Sodalicio origina algunas cuestiones que deben ser ventiladas y discutidas, de preferencia entre miembros del Sodalicio, pues el silencio en lo que respecta a estas cosas no brinda ninguna solución, sino, al contrario, hace que el problema permanezca latente y vaya creciendo ante la indolencia de los implicados. Sé que mucho de lo que digo es duro de oír. Creo que nuestra gente está acostumbrada a críticas suavizadas y dentro de los límites de lo que se está dispuesto a oír. Lo que vá más allá suele ser rechazado “por la forma en que se dijo” —o “falta de silencio”—. Es decir, la forma prima sobre el contenido.

Suele suceder también que se tuerzan los argumentos en contra del que los esgrime o se recurra a la tan usual falacia ad hominem: «fulano está diciendo eso porque está pasando por una crisis o porque está lleno de amargura». ¿Y qué pasó con el contenido? Nadie se tomó el trabajo de analizarlo, menos de darle una respuesta.

Yo no sé si sea relevante establecer si yo tuve culpa o no en algunas cosas que ocurrieron. Una situación donde alguien sea inocente y el otro culpable no suele corresponder a la realidad. Sucede como en el matrimonio: si uno de los cónyuges fue infiel, en la mayoría de los casos la parte que es víctima de la infidelidad también tuvo culpa en algo de que eso ocurriera.

Sin embargo, lo preocupante es haber tenido que arrastrar durante la década pasada los errores cometidos en la comunidad misma. Si analizas bien el intercambio epistolar que tuve con Alejandro Bermúdez, te darás cuenta que él no le está respondiendo al Martin Scheuch actual —esposo y padre de familia, licenciado en teología, magister en administración, con amplia experiencia en el sector educación y en organizaciones de desarrollo—, sino a la imagen que él tiene del Martin Scheuch que vivió en comunidad. Y no es el único que parece haber proyectado esta imagen sobre mi yo actual.

Estoy aquí en Alemania con la perspectiva de cumplir una misión para la Iglesia, desde el aporte que yo pueda dar desde el Sodalicio —considera que no yo sería lo que soy si es por mi pertenencia al Sodalicio y mi historia personal dentro de esta institución—. Sin embargo, podría hipotéticamente ocurrir que el Sodalicio se desvirtúe respecto a lo que originalmente debía ser —cosa que gracias a Dios no ha ocurrido todavía, aunque considero yo que ya estén presentes algunos gérmenes de decadencia—. Si se ignora esos gérmenes y por inadvertencia se les deja crecer, podría ser que en algún momento la situación sea irreversible. Es recién entonces cuando podría no tener sentido seguir manteniendo una pertenencia a algo que en el fondo ha dejado de existir.

Estoy ahora investigando sobre el Opus Dei. Y creo que podríamos aprender mucho de su historia. Sus estructuras organizacionales y las costumbres en sus comunidades son asombrosamente semejantes a la del Sodalicio. Comprendo ahora por qué muchas personas ajenas al Sodalicio lo relacionan con el Opus Dei, aunque nosotros neguemos esta vinculación.

Y también asombra la cantidad de miembros de esa organización que la abandonaron en la segunda mitad de la década de los 60 y en los 70. Lo curioso es que algunos de ellos fueron personas importantes, que estuvieron desde los tiempos fundacionales y que contribuyeron a configurar la identidad que ahora posee. También es interesante examinar los cuestionamientos que se han hecho a los procesos de beatificación y canonización de Mons. Escrivá de Balaguer —cosa que no parece haber ocurrido con la Madre Teresa de Calcuta—. Creo que cabría la posibilidad de que en el futuro la Iglesia revise ese proceso, así como fue revisado el proceso en contra de Juana de Arco, siendo posteriormente reivindicada y canonizada.

El Opus Dei tiene una cara limpia y bonita, pero a mí me causa la impresión de estar conformado por muchos fariseos —aunque disculpo a muchos de ellos, porque creo que lo hacen de buena voluntad—. No veo cómo compaginar su elitismo con los principios del Evangelio. Sobre esto mucho se podría hablar, y sería mejor que lo hagamos personalmente en la primera oportunidad que tengamos.

Un abrazo,

Martin