“EL SACERDOTE”, UNA PELÍCULA PROFÉTICA

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Fotograma de “El sacerdote” (Eloy de la Iglesia, 1978)

A fines de los años 60 los obispos estadounidenses encargaron al P. Eugene C. Kennedy y al psicólogo Victor Heckler un estudio que lleva el título de The Catholic Priest in the United States: Psychological Investigations [El sacerdote católico en los Estados Unidos: Investigaciones psicológicas]. Entregado a los obispos en 1971, llegaba a la conclusión de que sólo el 7% de los clérigos estaban emocionalmente desarrollados, otro 18% estaba en proceso, 66% estaba emocionalmente subdesarrollado y un 8% presentaba un desarrollo emocional torcido. Por supuesto, el episcopado no discutió estos resultados e ignoró el informe. Craso error, pues la inmadurez afectiva de la mayoría de los clérigos explicaría no sólo la falta masiva de cumplimiento de su promesa de celibato, sino incluso los abusos sexuales en perjuicio de menores de edad cometidos a nivel mundial por un promedio de 4% de los sacerdotes.

Curiosamente, sin tener conocimiento de este estudio, esta realidad fue llevada a la pantalla en 1978 por el director de cine español Eloy de la Iglesia (1944-2006) en una película que en su tiempo fue considerada sensacionalista: El sacerdote. De hecho, algunos críticos de cine de la época calificaron sus películas de “groserías fílmicas”, pues el cineasta español no tuvo reparos en tocar temas provocadores en filmes como El techo de cristal (1971), La semana del asesino (1972), Nadie oyó gritar (1973), Una gota de sangre para morir amando (1973), Juego de amor prohibido (1975), La otra alcoba (1976), Los placeres ocultos (1977), La criatura (1977) y El diputado (1978). Por el naturalismo y la crudeza de sus películas, abordando temas incómodos, Eloy de la Iglesia ha sido comparado con cineastas como el italiano Pier Pasolini Pasolini, el alemán Rainer Werner Fassbinder y el español Pedro Almodóvar. Fuera de su afiliación al Partido Comunista de España, Eloy de la Iglesia compartía con los cineastas mencionados una condición humana de la cual nunca hizo un secreto y que se refleja en varias de sus películas: la homosexualidad.

Situándonos en Madrid de la segunda mitad de los años 60, cuando todavía Francisco Franco gobernaba España bajo el nacionalcatolicismo conservador compartido por la mayoría del clero —aunque en esos momentos ya se insinuaban algunos cambios modernizadores propiciados por el Concilio Vaticano II—, el film nos cuenta la historia del Padre Miguel, un sacerdote de 36 años que entró al seminario a en su adolescencia —cuando solo tenía 14 años de edad— a instancias de su madre y que ahora se ve obsesionado por un impulso sexual que le lleva a sentirse atraído por una de sus feligresas y a tener continuamente visiones relacionadas con el sexo, como, por ejemplo, imaginarse a una chica en bikini de un anuncio echada sobre el altar cuando le está rezando a la Virgen, o imaginarse a una pareja de novios a la que está casando —ella ya embarazada— realizando el acto sexual, o durante un agasajo después de la Primera Comunión de los niños, imaginarse a su feligresa preferida realizando un coito anal con su esposo en medio de la celebración.

Cuando el Padre Miguel le pide ayuda al Padre Alfonso, párroco de una parroquia que —incluyendo a los dos mencionados— cuenta en total con siete sacerdotes, éste le achacará ser débil y no poder controlarse, por lo cual, a fin de evitar que entre en continuo contacto con los feligreses —que constituyen para él una tentación—, el obispo mismo decidirá relevarlo de sus obligaciones y le encomendará dedicarse a la catequesis de niños que se preparan para la Primera Comunión. Cuando el Padre Miguel se sienta en el confesionario para confesar a los niños, se queda mirando las piernas de un infante de 8 años —que resulta ser el hijo de su feligresa— y se sentirá excitado sexualmente. Ya en el confesionario, cuando comienza a acariciar el rostro del niño, se levantará y huirá apesumbrado de la angustiosa situación.

Todos sus esfuerzos por controlarse resultarán en vano. Incluso su visita a un cabaret, vestido de civil, en busca de una prostituta terminarán generándole angustia y sufrimiento. La prostituta le comentará ante su bochorno que tiene cara de cura, pero que eso es habitual, pues no sería el primer cura que acude al establecimiento en busca de sexo furtivo.

Lo cierto es que ni siquiera la autoflagelación y el uso de cilicios que se incrustan en su carne sangrante logran que el Padre Miguel ahogue el deseo sexual que lo agobia. Por eso mismo, le confesará al Padre Alfonso lo siguiente:

«Es mentira que la carne sea débil. La carne es muy fuerte, y cuando ella manda, el espíritu no puede resistir. Es mentira, es mentira, Padre Alfonso. Lo que de verdad es débil es el espíritu».

Cuando al final la feligresa la confiesa que se ha separado de su marido y que ella está enamorada de él, el Padre Miguel cederá ante los impulsos naturales, teniendo sexo con ella, no sin un enorme sentimiento de culpa por considerar, según su visión moral, que ella está cometiendo adulterio y él, sacrilegio. En su locura obsesiva, el Padre Miguel tomará la radical decisión de sacrificar la carne por el espíritu, y durante la Nochebuena se recluirá en su habitación para castrarse brutalmente con unas tijeras de jardinería.

Después de pasar por el hospital y una institución de salud mental, regresará a la parroquia, donde el Padre Alfonso le comunicará que el obispo ha decidido que ya no puede seguir ejerciendo el sacerdocio. El diálogo generado constituye un diagnóstico certero de la condición enferma de la Iglesia católica:

«—Créame, me duele muchísimo no poder contar con usted. De verdad, a pesar de todo lo ocurrido, lo siento. Ya ve, el Padre Ángel ha dejado el sacerdocio para casarse. El Padre Luis y el Padre Manuel se han ido, cada uno por su camino. Ya no me quedan más que el padre Alberto con su música y el Padre Carlos con su inocencia. Cualquier día se irán ellos también. Y yo me quedaré solo, triste y viejo. Pero lo que más me preocupa es que esa soledad, esa tristeza y esa vejez son algo más que un problema mío. Son un problema para toda la Iglesia.
—Nunca imaginé que acabara usted mostrándose tan pesimista.
—Ya ve. Pero no crea. A veces releo la carta que me dejó el Padre Luis cuando se marchó y recupero los ánimos.
—¿Ah sí? ¿Y qué le dice?
—Escuche. Le voy a leer solamente el final. “Por eso, Don Alfonso, he tomado esta decisión. Porque creo que la Palabra de Dios es también Palabra de Dios al hombre, porque estoy convencido de que la salvación debe comenzar ya aquí ahora, en este mundo, en esta vida”. Fíjese, me he pasado la vida preocupado por la merienda, y ahora de viejo leo estas cosas, y ya ve, me emociono. Por eso le digo: no todo es pesimismo».

Todo ello se complementa con las últimas palabras que el Padre Miguel, ahora un hombre destrozado con un futuro incierto, le dirige a la imagen del Cristo crucificado en el templo:

«¡Qué difícil resulta rezar cuando ya no se tiene fe! Pero me gustaría rezarte por última vez, incluso celebrar mi última misa. ¿Qué haces ahí crucificado durante tantos cientos de años? ¿A quién sirve? ¿A quién benefician tu sacrificio, tu dolor y tu sufrimiento? ¿Por qué? ¿Para qué? Siempre muestran tu mueca de dolor, tu corona de espinas, tus clavos en las manos y en los pies. Y, sin embargo, te tapan el sexo. Quizás te ocurre lo mismo que a mí. A ti también la Iglesia te ha castrado».

Somos testigos, pues, de la inmadurez afectiva y sexual de un hombre, castrado psicológicamente por un padre dominante y una madre sobreprotectora, que será incapaz de manejar sus afectividad y sus impulsos en la edad adulta, lo cual desemboca en una especie de paranoia obsesiva que lo hace proclive a las obsesiones sexuales e incluso lo podría hacer caer en la pederastia —cosa que no llega a ocurrir en el film—. Asimismo, se trata de un magistral retrato sociológico del catolicismo español de la época, donde se presentan personajes como el cura conservador nacionalsocialista, el cura progresista, el cura que decide colgar los hábitos y casarse, el cura dedicado a la música y que vive en su nube, el cura inocentón, el párroco conciliador que no toma partido por nadie en aras de la convivencia pacífica de personalidades tan distintas en su parroquia.

En su época la película obtuvo malas críticas:

«Un nuevo engendro fílmico que ensancha esa vía particular de cursilería melodramática, erótico-sociológico-política que con tanta insistencia cultiva Eloy de la Iglesia» (Pedro Crespo en el diario ABC, 9 de junio de 1979).

«En “El sacerdote” asistimos a la puesta en escena de una castración. Castrado —simbólicamente— por su madre cuando a los catorce años le envía a un seminario para que se convierta en cura, el padre Miguel asiste a un dramático desdoblamiento interno. […] El mayor defecto, el menos perdonable, del cine de De la Iglesia son sus personajes. Arbitrariamente construidos para servir a los didácticos objetivos de sus historias, sus personajes no resultan nunca creíbles, verdaderos. De la Iglesia es tan incapaz para retratar con un mínimo de objetividad a un diputado de derechas —“La criatura”— como a uno de izquierdas —“El diputado”— o a este atribulado sacerdote» (Fernando Trueba, en el diario El País, 1° de junio de 1979).

Aún así, la descripción más certera y exacta la hace el mismo director de la película:

«Es la historia de una obsesión, un hombre sin acceso a la vida sexual, castrado psíquicamente, que acaba castrado físicamente. […] Es una película agresiva y tremendamente popular, muy inmediata, cotidiana, que tiene una gran capacidad de sugerencia a todos los que hemos tenido una formación religiosa en la generación de los sesenta. Presenta la historia de un tipo determinado, un hombre castrado como ente sexual por su ideología y sus creencias determinadas. El hecho de que sea un sacerdote es un dato anecdótico, pero no del todo significativo. La película no lleva ninguna clase de mensaje o moral; quizá la tesis esencial sea la necesidad imperiosa de la libertad y el acceso a una libertad sexual». (Eloy de la Iglesia, el diario El País, 23 de mayo de 1979).

Se trata ciertamente de una película atrevida y provocadora que no podría realizarse en la actualidad, pues contiene escenas problemáticas, no solamente la de la excitación sexual del Padre Miguel ante un niño, sino también un recuerdo de su infancia donde se baña desnudo con otros menores adolescentes, entre ellos compiten por ver quien tiene el miembro más grande y al final uno de ellos se folla una oca mientras otros se masturban en su presencia. O la misma escena de la autocastración, que no se anda con remilgos al momento de su puesta en imágenes.

Sin embargo, ante todo lo que se ha llegado a saber sobre lo que ocurre en las trastienda de la Iglesia en ámbitos clericales y religiosos, la que alguna vez fue considerada una historia sensacionalista se queda corta, pues la realidad de la vida sexual secreta de los clérigos resulta mucho más cruda y descarnada de lo que revelaba este film profético.

(Columna publicada el 30 de diciembre de 2023 en Sudaca)

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FUENTES

El País
“«El sacerdote» es un esperpento irónico”: Entrevista con Eloy de la Iglesia, director de la película (22 MAY 1979)
https://elpais.com/diario/1979/05/23/cultura/296258416_850215.html
El cine de Eloy de la Iglesia (01 JUN 1979)
https://elpais.com/diario/1979/06/01/cultura/297036006_850215.html

ABC
«El sacerdote», de Eloy de la Iglesia (09-06-1979)
https://www.abc.es/archivo/periodicos/abc-madrid-19790609-67.html

UN CANTAUTOR INJUSTAMENTE OLVIDADO

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Ricardo Cantalapiedra

Este año se cumplen 80 años del nacimiento de Ricardo Cantalapiedra. O tal vez 79, pues no se sabe con certeza si nació en 1943 o en 1944 en Carrizo de la Ribera, un pequeño municipio de la provincia de León (España). Este cantautor español, de fama efímera y desconocido para generaciones posteriores, moriría de un tumor en septiembre de 2017. Su última morada conocida fue una pensión de la calle Fuencarral en Madrid. El olvido que cubrió su existencia se evidencia en las pocas referencias que se encuentran sobre él en Internet. Y en los pocos medios periodísticos, todos ellos españoles, que cubrieron la noticia de su muerte.

Sin embargo, el recuerdo imborrable de varias de sus canciones que escuché en los 70 me ha traído a la mente a quien tenía pinta de un joven desgarbado, con gafas de montura gruesa al estilo del argentino Piero, otro cantautor memorable, cuyo estilo musical se asemeja mucho al que tenía Cantalapiedra: canciones de melodías sencillas, letras de poesía directa y sin complicaciones, mordiente social y existencial que no deja indiferente y un cierto pesimismo esgrimido con aires combativos. No obstante su apariencia enjuta de joven estudiante revolucionario, Cantalapiedra tenía una voz profunda, potente y expresiva, que lo habrían convertido en un exponente mayor de la canción española, a no ser porque en 1982 decidió abandonar su oficio de cantor —al cual regresaría esporádicamente cantando boleros en bares madrileños bajo el alias de Rocky Bolero— para dedicarse al oficio de escritor como ensayista, autor de relatos y guionista, al periodismo y a la crítica musical, dejándonos en su haber dos libros: Bestiario urbano y El libro de los camareros. La excelencia de su pluma fue galardonada en dos ocasiones con los premios Ignacio Aldecoa y Ciudad de San Sebastián, otorgados a relatos. Asimismo, uno de sus artículos le valió en el año 2011 el premio Don Quijote de Periodismo.

¿Cuál fue la trayectoria vital de este personaje actualmente caído en el olvido, aunque su recuerdo permanezca imborrable en el alma de quienes lo conocieron? ¿O de quienes —como yo— escucharon extasiados algunas de sus canciones?

Ricardo Cantalapiedra pasó su infancia y primera juventud en el seminario (6 años), experiencia que marcaría sus primeras canciones, la mayoría de corte religioso. Habiendo dejado el seminario, se uniría a la Organización Juvenil Española (OJE) para luego afiliarse al Partido Comunista de España (PCE), prohibido durante la dictadura franquista y recién legalizado en 1977. En 1967 el joven Cantalapiedra llegaría a Madrid para estudiar filosofía y periodismo, alojándose en el Colegio Mayor Pío XII. Su debut como cantante en 1967 no tuvo éxito.

En su segunda oportunidad compartió escenario en el Palacio de la Música con un exalumno del Colegio de los Sagrados Corazones, institución que organizaba el festival. Se trataba nada menos que de Julio Iglesias, quien también hacía sus primeros pininos como cantante y mostraba una nerviosidad que le era difícil controlar. Con este amigo suyo, Cantalapiedra iba todos los domingos a ayudar a los curas en la catequesis en una parroquia de Aluche.

Ese año de 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de Benidorm con “La vida sigue igual” y Ricardo Cantalapiedra grabó y publico su primer disco sencillo, Baladas frente a la guerra, que incluía las canciones “Madre” y “Gritaré”. En esta última canción ya se vislumbraba su inmensa sensibilidad social:

«Si no encuentro la alegría, / buscaré, buscaré. / Pero si llora mi pueblo, / si quitan libertad a mis hermanos, / gritaré / por los caminos, / con mis gentes lucharé, / gritaré / por los caminos, / con mi pueblo moriré».

Seguirían varios discos sencillos con el sello musical Pax, hasta que en 1970 publica su primer álbum de larga duración: Once canciones. Pero son sus dos siguientes álbumes de larga duración del año 1972 los que le traerían fama y renombre como cantautor cristiano: El profeta y Salmos de muerte y de gloria.

Sus canciones fueron adoptadas en España por un sinnúmero de parroquias e interpretadas durante la misa y otras celebraciones litúrgicas. Ricardo Cantalapiedra, cuyas atípicas canciones religiosas respiraban un cierto espíritu de rebeldía, se convirtió en voz de la juventud cristiana que estaba harta de la dictadura franquista. Él mismo comentaría posteriormente: «En los últimos días de la transición, la iglesia del Espíritu Santo (la del instituto Ramiro de Maeztu) se llenaba de artistas y políticos: los cantantes, de Agua Viva, Patxi Andión y muchos socialistas que luego llegaron a ser ministros. Se organizaban aquí auténticos mítines, porque los que nos unía más que Dios es que todos estábamos hasta los cojones del franquismo».

En el Perú, la fuerza que despedían sus canciones no le pasaría inadvertida a Luis Fernando Figari, quien adoptaría varias de ellas para ser cantadas durante las celebraciones litúrgicas del incipiente Sodalicio de Vida Cristiana. “Volveré a cantar” y “Hombre de barro” pasarían a formar parte del repertorio musical del Sodalicio, así como otras canciones que se entonaban exclusivamente en Semana Santa: “Hosanna al Hijo de David”, “¿Por qué nos has abandonado?”, “Te ensalzaré, Señor (Salmo 29)”, “Pueblo mío”, “Adoración de la cruz” y “Canto del Siervo de Yavé”, tomadas del disco Salmos de muerte y de gloria.

Pero es en el disco El profeta donde Cantalapiedra plasmaría sus mejores canciones de este período. A diferencia de otras canciones religiosas de la época, Cantalapiedra no defiende doctrinas sino que transmite su experiencia personal ante el misterio cristiano, sin mencionar nunca el nombre de Jesús, aunque casi todas las canciones hagan referencia a él: “En lo alto”, “El peregrino”, “El profeta”, “La casa de mi amigo”, “El trovador” y otras. Recuerdo que había un ejemplar de este álbum de Cantalapiedra en San Agustín, la primera pequeña comunidad sodálite ubicada en el Óvalo de la Av. Brasil, y que José “Pepe” Ambrozic me hizo escucharlo.

En una década donde la imagen de Jesús comenzó a ser asociada con rebeldía y crítica del orden establecido, como en la película Jesus Christ Superstar (Norman Jewison, 1973), en las canciones religiosas de Cantalapiedra no falta el anhelo de líderes carismáticos al estilo de Jesús en la Iglesia:

«¿En dónde están los profetas / que en otros tiempos nos dieron / las esperanzas y fuerzas para andar? / para andar» (“¿Donde están los profetas?”)

Por supuesto no falta una crítica a aquello en lo que se había convertido la Iglesia católica en ese entonces —situación que se prolonga en los tiempos actuales—:

«La casa de mi amigo se hizo grande / y entraba gente en ella. / En casa de mi amigo entraron leyes / y normas y condenas.

La casa se llenó de comediantes, / de gentes de la feria. / La casa se llenó de negociantes, / corrieron las monedas.

La casa de mi amigo está muy limpia / pero hace frío en ella. / Ya no canta el canario en la mañana / ni hay flores en la puerta.

Y han hecho de la casa de mi amigo / una oscura caverna, / donde nadie se quiere ni se ayuda, /
donde no hay ya primavera» (“La casa de mi amigo”)

Pero una de las canciones más poderosas de El profeta ni siquiera hace mención directa a lo religioso y reviste una pasmosa actualidad, aquella que lleva el título de “Malaventuranzas”:

«¡Malditos los santones de pureza! / ¡Malditos!
¡Malditos los que obligan a los hombres a vivir como perros! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hacen sufrir a los pequeños! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que matan a inocentes! / Malditos!
¡Malditos los que callan las infamias! / ¡Malditos!
¡Malditos los que causan las desgracias! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que han hecho del amor flor de las madrugadas! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hicieron de la vida paisaje de la muerte! / ¡Malditos!
¡Maldito el asesino de las flores! / ¡Maldito!
¡Maldito el asesino de ilusiones! / ¡Maldito! ¡Maldito!

¡Malaventurados los que piden justicia con las manos manchadas en sangre!
¡Malaventurados los que claman justicia y oprimen al hermano!
¡Malditos! ¡Malditos!»

Y si bien estas canciones alimentaron ese espíritu de rebeldía en mi adolescencia que me llevaría a adherirme al Sodalicio de Vida Cristiana, en esta institución nunca se asumieron estas canciones, como sí se había hecho con algunos himnos del fascismo español. Es cierto que algunas canciones del repertorio musical del Sodalicio de entonces exaltaban una cierta rebeldía cristiana frente a una acomodada ideología burguesa, pero con el tiempo dejaron de cantarse y fueron reemplazadas por tonadas mediocres con letras conformistas y estereotipadas, compuestas por miembros del Sodalicio y del Movimiento de Vida Cristiana.

Cuando salió publicado El profeta, el mismo Ricardo Cantalapiedra estaba experimentando un cambio existencial y virando hacia el agnosticismo, actitud vital que le acompañaría hasta su muerte, no obstante que respetó siempre a los creyentes y le fascinaba la idea de Dios.

Sus dos siguientes discos de larga duración —De oca en oca y canto porque me toca (1973) y En casa de la Maruja (1975)— los grabó para la Philips. Allí Cantalapiedra se adscribe de una manera magistral a la canción de protesta y al testimonio existencial, teñido de cierto pesimismo pero de una inmensa ternura.

«Puedes decir que yo / no respeté jamás / las cosas que quizá / sean respetables. / Puedes decir también / que vivo del revés / pero no temo a nadie» (“Con mi destino”)

«No te faltará el alpiste más / pero ya no tienes libertad. / No te faltará seguridad / pero ya no tienes libertad» (“Balada para un canario prisionero”)

«Medrarás / te enfangarás / como un loco / en la lucha por la vida / y lograrás poco a poco / pisar a quien te compita» (“Canción para un niño que va a nacer”)

«Dime cómo te llamas / para escribirte. / Me llamo Cara Alegre, / Corazón Triste.
Este mundo es un teatro / con espaciosos salones, / siempre la misma comedia, / sólo cambian los actores» (“Dime cómo te llamas”)

Que Cantalapiedra resultaba incómodo para la dictadura franquista, incluso cuando ésta se encontraba en sus estertores finales, se evidencia en que los censores prohibieron nueve de las once canciones que incluía su disco De oca en oca… Él mismo cuenta que «en un pueblo de Astorga donde ofrecí un recital tuve que cantar durante media hora la misma canción porque el comandante de la Guardia Civil me había prohibido casi todo el repertorio. Y con él en primera fila no podía hacer otra cosa. En cambio, logré colarles temas tan fuertes como éste: “Qué bello es mi país. / Si todos fueran así, / no habría comunismo / y sí mucho turismo. / Me encantan los partidos, / de fútbol, claro está. / También admiro a Castro, / Urdiales, claro está. / Y a los líderes chinos, / de Formosa, claro está”».

La última canción de su último disco termina con unas líneas proféticas:

«Me puedes encontrar / cantando en cualquier bar, / soñando en cualquier parte. / Si no te gusto así, / me debes olvidar, / pues no pienso cambiar / en adelante» (“Declaración”)

Ricardo Cantalapiedra siguió siendo el mismo rebelde solitario de siempre. No cambió, y ha caído en un injusto e inmerecido olvido. Él mismo cantaba lo siguiente al inicio de su trayectoria como cantautor:

«Trabajaré con mis manos, / ganándome el sustento, / y romperé con la azada / la tierra de cualquier huerto, / o cantaré mis canciones / en las plazas de los pueblos, / y moriré caminando / a la orilla de un sendero» (“Canción del que se va”)

Un día se nos fue Ricardo Cantalapiedra. Sólo espero que sus hermosas canciones nunca se nos vayan y no se pierdan jamás en la bruma del olvido.

(Columna publicada el 2 de diciembre de 2023 en Sudaca)
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FUENTES

El País (España)
Del salmo al bolero: El agnóstico Ricardo Cantalapiedra es uno de los compositores del cancionero popular religioso (09 JUN 1997)
https://elpais.com/diario/1997/06/09/madrid/865855464_850215.html
Ricardo Cantalapiedra, el cantautor de los periódicos (26 SEPT 2017)
https://elpais.com/cultura/2017/09/25/actualidad/1506362196_626412.html

elDiario.es
Muere Ricardo Cantalapriedra, el trovador que cantaba con Julio Iglesias (25 de septiembre de 2017)
https://www.eldiario.es/madrid/somos/malasana/muere-ricardo-cantalapriedra-el-trovador-que-cantaba-con-julio-iglesias_1_6425531.html

Diario de León
El último bolero de Ricardo Cantalapiedra (26 DE SEPTIEMBRE DE 2017)
https://www.diariodeleon.es/articulo/cultura/ultimo-bolero-ricardo-cantalapiedra/201709260600011712038.html

LAS CANCIONES RELIGIOSAS DE UN CURA PEDERASTA

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P. Cesáreo Gabaráin (1936-1991)

«Tenía carisma, era simpático, tocaba la flauta con la nariz, como un flautista de Hamelin, que atraía a los chavales. Te dejaba fumar en el despacho, con 13 ó 14 años, cuando ibas a verle». Así recuerda Eduardo Mendoza al P. Cesáreo Gabaráin cuando éste era capellán del Colegio de Chamberí de los Maristas en Madrid (España) en los años 70. Gabaráin era entonces un cura moderno, que vestía de civil pero con clergyman (alzacuello blanco distintivo de los sacerdotes católicos), que había introducido la guitarra eléctrica y la batería en las celebraciones litúrgicas, que era un gran deportista conocido como “el cura de los ciclistas” y amigo de varios futbolistas, que tenía llegada con los jóvenes y les presentaba una visión atrayente del mensaje cristiano.

Pero sobre todo se le recuerda como compositor de unas 500 canciones para la liturgia católica, varias de las cuales hemos cantado quienes somos católicos en las misas dominicales: “Pescador de hombres”, “Vienen con alegría”, “Juntos como hermanos”, “Iglesia peregrina de Dios”, “Una espiga dorada por el sol”, “La paz esté con nosotros”, entre otras. La venta de sus canciones en vinilo le llevaron incluso a obtener un Disco de Oro.

El pasaje central de su canción “La muerte no es el final” sería adoptado en 1981 por las Fuerzas Armadas Españolas como himno a quienes perdieron la vida en acto de servicio, interpretado en el marco del Ceremonial en Homenaje a los Caídos por España. En 1979 el Papa Juan Pablo II, quien consideraba “Pescador de hombres” en su versión polaca “Barka” como su canción preferida, lo nombró prelado personal de Su Santidad, honor que mantuvo hasta su muerte por cáncer en el año 1991.

Una vida ejemplar por donde se la mire. ¿Será cierta tanta maravilla? ¿O se cumple lo que alguna vez dijo el escritor alemán Johann Wolfgang Goethe: «Donde hay mucha luz, la sombra tiende a ser profunda»?

El mismo Eduardo Mendoza, ahora de 57 años, señala: «Era como el doctor Jekyll y mister Hyde, por un lado, un cura carismático, popular, amigo de deportistas famosos y del Papa, y por otro, un pederasta. Algo inimaginable para todos los que le admiran».

Efectivamente, según un informe reciente del diario El País (España), el P. Cesáreo Gabaráin habría abusado sexualmente de varios menores de edad durante el período de 12 años (de 1966 a 1978) en que estuvo en el Colegio de Chamberí. Si bien las principales denuncias se refieren a hechos ocurridos en diciembre de 1978 durante un retiro para alumnos en Los Molinos, una residencia de los maristas en la sierra de Madrid, un testigo relata que ya a fines de los 60 el cura Gabaráin tenia prácticas inapropiadas, valiéndose de su puesto de autoridad y confianza para toquetear y manosear a los alumnos. Y para llegar incluso más lejos, a aquello que resulta difícil relatar.

Fue Eduardo Mendoza quien acusó al cura pederasta ante su tutor, el hermano marista Aniceto Abad, quien le creyó a él y a otros de sus compañeros que sabían de los hechos. Fue este religioso quien habría presionado para que expulsaran a Gabaráin del colegio. Pero el detonante parece ser que lo puso el Sr. Aguilera, cuyo hijo César habría sido víctima de un intento de abuso por parte del cura. El director del colegio, el hermano Aquileo Manciles, no obstante reconocer los hechos habría tratado de quitarles peso. Refiriéndose a las agresiones sexuales de Gabaráin, habría dicho: «Lo sabemos. Está muy arrepentido y quiere hablar con ustedes, porque lo ha pasado muy mal y dice que ha pensado en suicidarse». Pero el padre de familia se mantuvo en sus trece: «O este señor se va del colegio o yo me voy a hablar con Interviú (desparecida revista española de corte sensacionalista)». Esto selló la salida definitiva de Gabaráin del colegio de los maristas. El cura sería reubicado en 1980 en el Colegio San Fernando de los salesianos. Y ahí quedó el asunto. La provincia de los maristas no abrió ninguna investigación ni tampoco habría informado a la diócesis de San Sebastián (a la cual estaba adscrito el cura pederasta) ni a la arquidiócesis de Madrid (que es donde ejercía sus actividades pastorales). Se siguió en todo el nunca escrito pero sí fervientemente practicado manual del silencio de la Iglesia católica cuando había que abordar casos de pederastia dentro de sus filas clericales: encubrir los delitos y reubicar al criminal en otra localidad donde no se tuviera noticia de sus fechorías.

Carmelo González Velasco, un amigo de Gabaráin, decía lo siguiente sobre el cura:

«Vivió en constante captación de situaciones de necesidades humanas, que traducía en cantos de ayuda para los momentos de oración personal o comunitaria. Todos ellos son vehículos de acercamiento al mundo trascendente, manifestaciones de alabanza a Dios y a la Virgen, expresiones del celo litúrgico-musical que le consumía».

¿Es esto cierto en lo que se refiere a sus canciones? Un análisis somero nos muestra tonadillas ligeras fáciles de recordar y letras cargadas de clichés religiosos sin mayor profundidad. Son canciones que suenan bonito, pero que están alejadas de la profundidad de la música sacra de otros tiempos, capaz de suscitar experiencias religiosas que llevaran a los oyentes al encuentro de lo sagrado, de aquella belleza que resulta casi imposible expresar con palabras. Experiencia de lo sagrado y de lo trascendente que puede incluso conmover con su vena artística el corazón de no creyentes.

El P. Francesco Interdonato, ya fallecido, un jesuita que me impartía cursos de teología dogmática en la Facultad de Teología Pontifica y Civil de Lima, se quejaba de que, con la reforma litúrgica de los años 60, se hubiera abandonado la antigua música sacra, reemplazándola con cancioncillas religiosas sin mayor trascendencia. Decía que antes uno se elevaba con la música sacra, «pero después vino Gabaráin, y nos dejó toda su mierda». Las canciones de Gabaráin no son innovadoras y difícilmente podría decirse que alcanzan un nivel artístico. Parece que también tomó prestadas algunas ideas musicales ajenas, pues su canción “Juntos como hermanos” en el fondo no es otra cosa que una versión algo más acelerada de “My Lord, What a Morning” del compositor afroamericano Henry Thacker Burleigh (1866-1949).

La pregunta que muchos se hacen es si estas canciones se deberían seguir cantando en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia católica, dado que han acompañado la vida religiosa de varias generaciones de católicos. Por más penoso que sea, creo que deberían ser vetadas de toda ceremonia pública de la Iglesia católica. En caso de que esto no se haga, se estaría infligiendo dolor a las víctimas del cura Gabaráin y a todos aquellos que son sensibles ante el problema de la pederastia eclesiástica y que quieren mantenerse como creyentes, pues se verían obligados a escuchar en eventos públicos las obras de un victimario de menores. Y, por otra parte, de proceder así, la Iglesia le estaría quitando peso a los delitos de pederastia. Pues ya no tendría mayor importancia que un sacerdote o religioso abuse de menores, si su presencia continúa a través de canciones que se siguen difundiendo. Si se han vetado los textos de abusadores como Marcial Maciel, Luis Fernando Figari y Germán Doig, por mencionar a algunos, aunque se trate de escritos espirituales edificantes, ¿por qué no hacer lo mismo con las mediocres canciones de Gabaráin, aunque sean populares?

Esta medida sólo abarcaría el ámbito público. En privado uno puede leer o escuchar lo que quiera. Y quizás meditar sobre esa frase que aparece en la canción “Madre, óyeme” de Gabaráin: «Madre, sálvame, mil peligros acechan mi vida». Sin olvidar que uno de los principales peligros para los jóvenes parece haber sido este cura pederasta.

(Columna publicada en Sudaca el 14 de agosto de 2021)

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FUENTES

El País
“Tú has venido a la orilla”: el cura que compuso las canciones de misa más famosas, acusado de abusos (08 Ago 2021)
https://elpais.com/sociedad/2021-08-08/tu-has-venido-a-la-orilla-el-cura-que-compuso-las-canciones-de-misa-mas-famosas-acusado-de-abusos.html

Wikipedia
Cesáreo Gabaráin
https://es.wikipedia.org/wiki/Cesáreo_Gabaráin

BBC Mundo
Las pegajosas melodías que escuchaste en la iglesia y que algunas veces no te puedes quitar de la cabeza (25 diciembre 2018)
https://www.bbc.com/mundo/noticias-46481097

TERROR EN BARCELONA: EL TESTIMONIO DE UN MADRILEÑO

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Patio de Butacas es un foro privado de cine en Internet, fundado en el año 2010 por un guatemalteco, un argentino y un español, con la finalidad hacer accesible material sobre el cine como arte —cine clásico, cine de autor, cine independiente, cine experimental, art films— a sus usuarios, que llegan actualmente a la cifra de unos 28,800 aproximadamente. Allí se puede encontrar una ingente cantidad de películas alternativas al cine mainstream comercial, así como libros y ensayos sobre el Séptimo Arte.

Como cinéfilo apasionado, muy pronto llegué a formar parte del staff, integrado actualmente por 11 personas de diversas nacionalidades (España, Argentina, Chile, Perú, Uruguay y Venezuela). Uno de ellos es un madrileño residente en Barcelona, que estuvo en las Ramblas en el momento del atentado terrorista del 17 de agosto. A continuación, su vívido testimonio:

Yo subía por uno de los laterales de las Ramblas en dirección Plaza Cataluña —vivo cerca del sitio— cuando ha pasado, visto y no visto, una furgoneta a toda velocidad por la acera central de peatones. Cuando digo “visto y no visto” me refiero a que el asunto ha sido cosa de 2 ó 3 segundos. He visto volar toda clase de objetos y todo el momento ha venido acompañado de un magma sonoro compuesto por gritos de todo tipo e intensidad y el jaleo típico de gente que huye despavorida corriendo hacia todas direcciones. En menos de un minuto, las Ramblas, que habitualmente está hasta los topes de gente a esas horas (yo diría que el 70% de ella compuesto por turistas), se ha vaciado completamente de transeúntes. Es entonces cuando he visto que había decenas de cuerpos de personas en el suelo. Algunos se movían torpemente, otros estaban inertes. Alrededor de ellos se podía ver todo tipo de souvenirs, papeles y trastos varios esparcidos por el suelo, además del reguero de flores que ha dejado a su paso la furgoneta al llevarse por delante también parte del stock de los famosos quioscos de los floristas de la Rambla.

He vivido bastantes momentos de tensión —de aquellos digamos “fuertes”— a lo largo de mi vida —huelgas, manifestaciones en pro de todo tipo de derechos, enfrentamientos con las diferentes fuerzas de (in)seguridad, asaltos a locales (neo)fascistas, etc…— y creo que es por ello que he sido uno de los pocos —de entre los que no habían sufrido daño físico o que era acompañante de los que lo habían sufrido— que ha podido aguantar el miedo y la presión y quedarse por allí y ver si podía ayudar en algo. Debo decir, de todas maneras, que me ha impresionado notablemente el panorama desolador que ha quedado en todo ese trozo de calle minutos después del paso criminal de la puta furgoneta. Está claro que no es lo mismo ver estas cosas por la TV que estar allí en directo viviendo el momento.

De entre todo el reguero de víctimas me he fijado en un niño llorando —me contó después que tenía 9 años—, apostado de rodillas al lado de un cuerpo femenino estirado boca abajo en el suelo. Me he acercado y le he preguntado quien era la mujer y no me ha contestado. Me ha parecido que el chico era extranjero y he repetido la pregunta en inglés, y entonces me ha contestado a su vez en inglés y entre gimoteos que era su madre. La mujer respiraba pero estaba inconsciente. Siguiendo antiguos consejos, no la he movido —tampoco habría sabido hacer mucho más, la verdad—, y me he dedicado básicamente a tranquilizar al niño mientras esperábamos la ayuda médica, que ha llegado como a los 10-12 minutos más o menos. En ese intervalo de tiempo intenté calmar y sobre todo distraer al niño, dándole conversación (con mi inglés justito), tratando de convencerle que enseguida iba a llegar la ayuda y que todo iba a ir bien. Conseguí que dejase de llorar un poco, pero en diálogo no le saqué más que la edad y que era de Dublin. Acabó interrumpiendo la conversación —o su intento, porque solamente hablaba yo— uno de los paramédicos, que le hizo a la madre una primera (escueta) exploración para ver como era su estado. Todavía pasarían unos 25-30 minutos más hasta verla subida, ya estabilizada, a una ambulancia —ruido ensordecedor de las sirenas de las que iban llegando, de los coches de policía y de algún que otro coche/camión de bomberos—, pues parece que no estaba entre las más graves del momento —esto es pura suposición mía, pues veía que se llevaban antes a otr@s—. El caso es que la presencia de los médicos si pareció tranquilizar bastante más al chico, al cual se acabaron llevando dentro de una de las ambulancias mientras atendían —ahora ya más plenamente— a la madre, que no sé al final que habrá sido de ella.

A medida que iba pasando tiempo desde el momento del atentado, si parecía que se acercaba más gente/vecinos para ayudar o interesarse por los heridos. En medio de esto la policía, que había llegado al mismo tiempo que la ayuda médica, iba diciendo a todo el mundo que no fuese víctima o familiar de víctima que abandonase la zona, cosa que yo al final hice.

La experiencia, desde luego, ha sido extraña y bastante intensa.

Condolencias y abrazos a todas las víctimas.

(Columna publicada en Altavoz el 21 de agosto de 2017)

EL COPYRIGHT CONTRA EL PUEBLO

Manifestación de artistas protestando contra la Ley de Propiedad Intelectual conocida como Ley Lassalle, en Plaza del Rey frente a la Secretaría de Estado de Cultura (Madrid, 7 de octubre de 2014)

Manifestación de artistas protestando contra la Ley de Propiedad Intelectual conocida como Ley Lassalle, en Plaza del Rey frente a la Secretaría de Estado de Cultura (Madrid, 7 de octubre de 2014)

El 1° de enero entró en vigencia en España la nueva Ley de Propiedad Intelectual, conocida como “Ley Lassalle”, aprobada únicamente con los votos del partido de gobierno (Partido Popular), que cuenta con mayoría en el congreso. Y con el repudio de gran parte del pueblo español, harto de promesas incumplidas y de vasallaje hacia los dueños del capital.

Una ley que criminaliza a un número considerable de blogueros y usuarios de Internet, que pone restricciones a la libertad de expresión y a la difusión de contenidos con fines educativos, además de elevar los gastos de las universidades por concepto de contenidos, en beneficio del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), una asociación que reúne a autores y editores de libros, revistas y otras publicaciones. Una escandalosa transferencia de fondos públicos a manos privadas.

A partir de la fecha indicada las páginas web que incluyan enlaces a páginas externas están sujetas al pago de una tasa en beneficio de los titulares de las páginas enlazadas —aunque el monto todavía no esté reglamentado—. Como consecuencia, el servicio de noticias Google News ha cerrado en España, así como también muchos blogs de difusión cultural.

Quien sin autorización tenga enlaces a cualquier contenido protegido —incluso en comentarios de usuarios—, deberá contar con ver clausurado su sitio web y ser sujeto de sanciones penales (multas cuantiosas e incluso cárcel) sin mayor trámite, pues la ley se ha encargado sustraer estos casos a la jurisdicción de los jueces y encargárselos a una comisión del gobierno.

Por agraciarse con el capitalismo global, se ha emitido una ley al servicio de grandes intereses comerciales, perjudicando enormemente a las mayorías.

(Columna publicada en Exitosa Diario el 21 de enero de 2015)

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FUENTES

Si bien en Internet abundan los textos críticos hacia la Ley Lassalle, he seleccionado algunos que, a mí parecer, resumen de mejor manera el asunto.

Hipertextual
Qué es la Ley Lasalle y en qué se diferencia de la Ley Sinde (22 de marzo de 2013)
http://hipertextual.com/2013/03/que-es-la-ley-lasalle

eldiario.es
Propiedad intelectual: Preguntas frecuentes sobre la Ley Lassalle (17/03/2013)
http://www.eldiario.es/zonacritica/Propiedad-Intelectual-Preguntas-Frecuentes-Lasalle_6_112048800.html
El Gobierno, al ataque contra las páginas de enlaces y la copia privada en Internet (22/03/2013)
http://www.eldiario.es/sociedad/empresas-conexion-Internet-usuarios-descargas_0_113738978.html
Los huevos de pascua escondidos en la Ley Lassalle (23/03/2013)
http://www.eldiario.es/turing/piratas-pascua-escondidos-Ley-Lassalle_0_113739385.html

Jaque Perpetuo (Carlos Sánchez Almeida)
La Ley de Propiedad Intelectual y Alfred Hitchcock (24 JUL 2014)
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpetuo/2014/07/24/la-ley-de-propiedad-intelectual-y-alfred.html
Cómo abusar de la Ley de Propiedad Intelectual (19 NOV 2014)
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpetuo/2014/11/19/como-abusar-de-la-ley-de-propiedad.html
El cierre de Google News y la libertad de información en España (11 DIC 2014)
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpetuo/2014/12/11/el-cierre-de-google-news-y-la-libertad.html

El País (España)
Claves de la nueva Ley de Propiedad Intelectual (5 ENE 2015)
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/05/actualidad/1420459097_337231.html