PERFILES DE PEDERASTAS EN LA IGLESIA CATÓLICA

Los abusadores sexuales en la Iglesia católica, ¿son homosexuales? ¿son pedófilos? ¿Cómo se les podría caracterizar?

El historiador alemán Thomas Grossbölting, uno de los investigadores del estudio sobre abusos sexuales del año 2022 encargado por la diócesis de Münster y autor del libro Los pastores culpables – Historia del abuso sexual en la Iglesia católica (Die schuldigen Hirten – Geschichte des sexuellen Missbrauchs in der katholischen Kirche, Herder, Freiburg 2022) ha intentado dar una respuesta a estos interrogantes.

Contrariamente a lo que ocurre en la sociedad civil, donde las víctimas de abuso sexual suelen ser de sexo femenino y los abusadores son con frecuencia varones heterosexuales, en la Iglesia católica las víctimas son preponderantemente de sexo masculino. Los autores del estudio MHG (en referencia a las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen) del 25 de septiembre de 2018, encargado por la Conferencia Episcopal Alemana, llegaron a la conclusión de que 78.6% de las víctimas de abuso sexual eclesiástico eran varones. Perpetradores de sexo masculino abusan mayormente de víctimas masculinas, algunos se interesan tanto en muchachos como muchachas y sólo muy pocos se interesan exclusivamente en muchachas.

Eso suscita la pregunta de si la homosexualidad de los clérigos abusadores es un factor relevante en la perpetración de abusos sexuales contra menores, en su mayoría varones. Este hipótesis fue asumida por los sectores conservadores —incluido el cardenal Joseph Ratzinger— como verdad absoluta sin que hubiera ningún estudio serio que la sustentara. Sin embargo, en el segundo estudio sobre abusos sexuales del John Jay College, encargado por la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos, los investigadores llegaron a la conclusión de que los datos clínicos no respaldaban la hipótesis de que los sacerdotes con una identidad homosexual abusaran más de menores que los sacerdotes con una orientación heterosexual. Es decir, no existe una relación directa entre inclinación homosexual y abuso.

Que haya un número elevado de clérigos homosexuales entre los abusadores guarda relación con el hecho de que la homosexualidad entre el clero católico está más difundida que en el resto de la sociedad, donde alcanza un 5%. En 1996 el teólogo pastoral Hanspeter Heinz, oriundo de Augsburgo, calculaba que 20% del clero era homosexual, y fue acusado de haber proferido un agravio en contra de la Iglesia católica. Hoy sabemos que se quedó corto. El jesuita Karl Mertes estima que la mitad de los curas católicos son homosexuales, aunque cálculos más conservadores hablan de un 30%.

La mayoría de estos curas homosexuales son conscientes de que estarán protegidos en la medida en que no salgan del clóset y no hagan pública su orientación sexual. Se genera así una especie de ley del silencio, según la cual nadie hablará del asunto pues, en una Iglesia que tiene oficialmente una doctrina moral homófoba, la mayoría tiene rabo de paja. Esto da lugar a un mundo paralelo de secreto, hipocresía e impulsos reprimidos. Un mundo que favorece a aquellos que perpetran abusos, donde pueden actuar a sus anchas sin temor a ser delatados o descubiertos.

Si la homosexualidad no es es lo que empuja a algunos clérigos al abuso, ¿lo será la circunstancia de que sean pedófilos, es decir «sujetos con una orientación libidinosa dirigida primariamente a niños, sin apenas interés por los adultos, y con conductas compulsivas no mediatizadas por situaciones de estrés» (Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaechevarria Estanca, Abuso sexual en la infancia, Planeta 2000)? Las investigaciones del estudio MHG muestran que son muy pocos los abusadores que sean efectivamente pedófilos, entendiéndose la pedofilia meramente como la atracción sexual por menores de edad, mientras que la pederastia sería la realización de actos de contenido sexual con menores, siendo lo primero sólo una parafilia sexual —antiguamente se le llamaba perversión o desviación—, no punible en sí misma, mientras que la pederastia sí constituiría un delito sujeto a sanciones. Recientemente el cineasta alemán de origen turco Savas Ceviz abordó el tema en el film independiente “Kopfplatzen” (2019) —literalmente “estallido de cabeza”—, donde el protagonista es un joven arquitecto pedófilo que busca mantener bajo control sus impulsos sexuales y poco a poco va cayendo en un infierno personal autodestructivo aunque sin llegar a consumar ningún delito.

Los abusadores pedófilos se caracterizan por cometer no una sino múltiples agresiones contra varios menores prepúberes, a los cuales consideran atractivos. No despiertan sospechas, pues en el estilo de vida que llevan nadie se pregunta por qué no tienen una pareja sexual adulta, sino que se acepta esto socialmente como lo más normal del mundo debido a la obligación que tienen de guardar celibato. A la vez cuentan con una autoridad espiritual socialmente aceptada, que hace posible el abuso.

El tipo narcisista sociópata no tiene una tendencia pedófila, pero presenta una personalidad emocionalmente inmadura. Quienes encajan en este tipo carecen de empatía ante la situación de otras personas, a las cuales contemplan sólo como medios para la satisfacción de sus propias necesidades. Los abusadores de este tipo hacen de sus ansias de poder el centro de sus vidas. El abuso no sólo sirve para la satisfacción de sus necesidades sexuales, sino que con frecuencia va a la par con una degradación y humillación de la víctima. De manera consciente y sistemática se usa la posición de autoridad para generar ocasiones de abuso y posteriormente encubrirlas.

En un entorno eclesiástico, donde los clérigos gozan de gran autoridad y poder espiritual concreto, el sacerdocio resulta muy atrayente para personas con estructuras personales narcisistas sociópatas. El celibato podría reforzar estas tendencias, dado que el hombre que vive solo no depende de la consideración social que tenga en su entorno inmediato. Si a todo esto se le suma el respeto de la comunidad, se puede generar un círculo vicioso donde el clérigo pierde el sano equilibrio y termina considerándose intocable. Sin embargo, a este tipo se ajusta sólo a un pequeño grupo de abusadores clericales.

El grupo mayoritario de abusadores entre los clérigos está conformado por personas del tipo regresivo inmaduro. Debido a un desarrollo personal y sexual deficitario, recurren a niños y jóvenes como sustitutos de parejas sexuales maduras. La falta de madurez y experiencia lleva a que, en situaciones de estrés y exigencia excesiva, muestren patrones de comportamiento regresivos e inmaduros. Ocurre frecuentemente que los abusadores recién cometen sus primeras incursiones sexuales cuando ya han dejado atrás la juventud (pasados los 30 años) y mucho tiempo después de su ordenación sacerdotal. Una razón que explicaría esto sería que el idealismo de los primeros años, que ha servido de muro de contención, en algún momento se agota y se instala una especie de angustia ante el fracaso del propio proyecto de vida, lo cual desemboca en una espiral autodestructiva donde se busca desesperadamente una tabla de salvación.

Los abusadores de este tipo son sexualmente inmaduros, niegan o reprimen sus impulsos sexuales. Se trata de personas muy religiosas en su juventud, que de esta manera reprimen sus sentimientos sexuales y mantienen esta situación en el seminario. Disocian de un ideal de pureza irreflexivo las propias pulsiones y motivaciones sexuales y las reprimen. En su función sacerdotal tratarán ahora de tener experiencias sexuales para compensar su falta de vivencias en este campo. Precisamente este comportamiento conduce al abuso. Por ejemplo, con la excusa de educar a los jóvenes en sexualidad, el sacerdote tendrá acceso a niños y jóvenes, y a la sexualidad desde la perspectiva de un púber.

Los abusadores de este tipo no llaman la atención por su perfil psicosocial, motivo por el cual es difícil identificarlos a través de un examen psicológico. Están psíquicamente sanos pero carecen de un desarrollo de su madurez e identidad sexual en conformidad con su edad. Cuando crece la desazón interior y se presenta la oportunidad de tener una experiencia sexual, entonces ocurre el abuso.

Algunos no reconocen el abuso como tal. El contacto se experimenta frecuentemente como espontáneo e impulsivo, en ocasiones incluso como de mutuo acuerdo. Algunos niegan obstinadamente su culpa. Otros buscan disociar sus necesidades sexuales o reprimirlas. La situación de abuso la ven como pérdida del control personal, que buscan retomar mediante un estilo de vida riguroso, hasta que la situación escala y pierden nuevamente el control. La preferencia por menores brota de su misma inseguridad. Aun siendo personas biológicamente adultas, no les es posible sopesar sus propias necesidades sexuales y comunicarlas. Por eso mismo, buscan un otro que corresponda a su inseguridad. Un niño es suficientemente débil como para poder controlarlo y, de esta manera, poder evitar así que las tentativas de satisfacer sus propias necesidades sexuales salgan a la luz. En especial, este grupo mayoritario de abusadores se sienten particularmente vinculados al estilo de vida sacerdotal. Como hombres sexualmente inmaduros e inseguros se sienten atraídos por la vida célibe, pues el sacerdocio les ofrece status, les proporciona ingresos seguros y una oportunidad de escapar a su inmadurez sexual.

Thomas Grossbölting presenta un perfil adicional, que en realidad es trasversal a todos los tipos de abusadores clericales: el del “manipulador pastoral”, que emplea todas las competencias profesionales que ha aprendido durante su formación —prácticas pastorales, meditación, oración— para preparar el abuso a lo largo de un cierto período de tiempo, presentándose ante la víctima como un amigo paternal, un pariente espiritual, un guía espiritual o un padre confesor. En otras palabras, mucho antes de que ocurra el abuso, la Iglesia le ha proporcionado al abusador todas las herramientas para cometerlo.

Que en la Iglesia católica abunden los clérigos con inmadurez sexual no ha sido considerado nunca un problema, pues los varones que encajan dentro de esta tipología nunca han sido considerados como deficitarios. Al contrario, se les ha considerado como el ideal del cura católico. El hombre casto sin experiencia sexual sería aquel que mejor capacitado estaría para el sacerdocio.

De esta manera, la Iglesia ha abonado el campo para que se den casos de abuso sexual clerical no de manera aislada sino como consecuencia de un sistema que se sigue mirando el ombligo y no se da cuenta de que el cáncer está enraizado en su manera de entender y llevar a la práctica el sacerdocio católico. Un cáncer al que se le puede llamar simplemente con una sola palabra: “clericalismo”.

(Columna publicada el 18 de febrero de 2023 en Sudaca)

EL EXPERIMENTO PEDOFILIA

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Helmut Kentler (1928-2008)

En el año 2015 el Senado de Berlín, órgano ejecutivo de esa ciudad-estado alemana, le encargó a la politóloga Teresa Nentwig del Instituto de Investigación de la Democracia (Institut für Demokratieforschung) de la Universidad de Gotinga (Baja Sajonia) un estudio sobre un experimento que había realizado el psicólogo y sexólogo Helmut Kentler (1928-2008), con autorización del mismo Senado, a fines de los años 60. La materia del experimento sobrepasa los límites de la credibilidad, pues consistía en confiar menores de edad problemáticos a tutores con claras tendencias pedófilas.

¿Quién fue el cerebro que ideó este ensayo propio de una historia de perversión?

Helmut Kentler fue un renombrado experto en sexualidad infantil y juvenil en la República Federal de Alemania, que alcanzó fama en los círculos especializados gracias a su labor como perito judicial. De 1979 a 1982 fue presidente de la Sociedad Alemana de Investigación Sexual Científico-Social (Deutsche Gesellschaft für Sozialwissenschaftliche Sexualforschung) y después participó del consejo consultivo de la Unión Humanista (Humanistische Union).

Fue defensor de la educación “emancipatoria” de jóvenes y cuenta como uno de los representantes de la liberación sexual de los años 60 y 70. En cierto sentido, fue un hijo de su tiempo, en una década como la de los 60, en que se cuestionaron las concepciones morales vigentes hasta entonces y se plantearon utopías de una sociedad libre de ataduras y cadenas. Y en esas euforia de liberación se llegó a concebir lo que antes resultaba inconcebible: que las personas pedófilas tenían derecho a vivir su sexualidad con niños y jóvenes.

Heredero de esa mentalidad fue en sus inicios el Partido Verde —actualmente uno de los partidos que forma la coalición de gobierno en Alemania—, cuya representación en el Estado de Renania-Westfalia del Norte abogaba por la legalización del sexo entre adultos y niños, siempre y cuando se tratara de un acto de común acuerdo.

Y está el caso de la Escuela de Odenwald en el Estado de Hesse, un internado que fue cerrado definitivamente en el año 2015, considerado durante mucho tiempo un modelo de lo que era la pedagogía experimental centrada en la libertad. Los educadores les permitían a los menores el consumo de bebidas alcohólicas y mantenían una gran cercanía física con sus alumnos, viviendo juntos en grupos denominados “familias”. Las caricias en la ducha, el sexo oral practicado a alumnos para despertarlos, los tocamientos en la noche, el abandono y la decadencia moral en que se hundieron los menores implicaron sobre todo a cuatro abusadores principales, entre ellos el director Gerold Becker, quien dirigió la escuela de 1972 a 1985. Unos 900 menores de edad fueron víctimas de abuso sexual en la institución educativa entre 1966 y 1989.

En ese contexto social de liberación sexual, Helmut Kentler desarrolló teorías que actualmente resultan aberrantes ante el conocimiento que hoy tenemos de las consecuencias del abuso sexual en menores. Según Kentler, no bastaba con que los padres no pusieran obstáculos a los deseos sexuales de sus hijos, sino que debían introducirlos en la sexualidad, porque si no, corrían el riesgo de que sus vástagos quedaran subdesarrollados sexualmente y se convirtieran en minusválidos sexuales. A los padres les debía quedar claro que una relación de confianza entre hijos y padres no podía mantenerse si a los hijos se les negaba la satisfacción de necesidades tan perentorias e impostergables como las sexuales. Experiencias tempranas de coito tenían sentido, pues los jóvenes con experiencia coital reivindicaban un mundo adolescente independiente y rechazaban con mayor frecuencia las normas de los adultos.

Kentler partía del reconocimiento de que los niños pueden tener necesidades sexuales antes de la pubertad. Los niños satisfechos sexualmente que mantienen con sus padres una buena relación de confianza incluso en cuestiones sexuales estarían mejor protegidos de la seducción sexual y de agresiones sexuales. Kentler no veía ningún problema en las relaciones sexuales en plano de igualdad entre adultos y niños. Si el entorno no discriminaba esas relaciones, entonces se podía esperar consecuencia positivas en el desarrollo de la personalidad, y tanto más si el mayor se sentía responsable del menor.

Y Kentler tuvo la oportunidad de poner en práctica su teoría.

En el estudio de la Universidad de Gotinga, presentado el 2 de diciembre de 2016, se establece que en los años 1969/70 Helmut Kentler, entonces jefe de departamento del Centro Pedagógico, recibió la autorización para un experimento. Por lo menos tres menores en estado de abandono de edades entre 13 y 17 años fueron confiados a pedófilos para que tuvieran una «educación llena de amor». Según la politóloga Teresa Nentwig, «se quería averiguar como se desarrollarían estos jóvenes, lo que sería de ellos en ese entorno».

Quedan muchas preguntas abiertas, como, por ejemplo, saber cuántos menores fueron afectados. El acceso a las actas de los “tutores” en los archivos estatales les fue negado a los investigadores, aduciendo “protección de derechos personales”.

La Senadora de Juventud de Berlín, Sandra Scheeres, declaró en esa ocasión:

«Lo que me parece totalmente aterrador es la argumentación que entonces esgrimió Kentler, a saber, que los jóvenes recibían un hogar y los tutores precisamente sexo, y que ambas partes se beneficiarían con eso. Y queda bien claro que aquí se llevó a cabo un delito bajo responsabilidad del Estado».

Esta práctica, iniciada por Kentler, sería continuada ocasionalmente por las oficinas de juventud de Berlín. A un pedófilo identificado con el seudónimo de Fritz H. le confiaron niños hasta el año 2001 por lo menos. Marco y Sven fueron dos de sus víctimas. «Fuimos criados por este hombre, sencillamente para cumplir sus deseos, para estar ahí cuando estos deseos debían ser cumplidos». Marco y Sven nunca conocieron a padres amorosos que les prestaran apoyo. «Castigos corporales. En los cuales lo golpeaba a uno. La divisa era: le pega al diablo en nosotros. No a nosotros, sino al diablo. Y ahí está el abuso sexual, que comenzó a los seis años». La fiscalía confirmó que Marco fue abusado sexualmente entre 1989 y 1996. «Nuestro tutor no mostraba interés por los mayores, sólo por los pequeños», dice Marco en un reporte de Deutschlandfunk del 25 de mayo de 2019. «En algún momento desconectas. Hasta el decimotercero o decimocuarto año de vida. Cuando no se conoce otra cosa y se es encapsulado. No se iba uno nunca de vacaciones, ni siquiera al parque de juegos. Se descuidaba la escuela». Marco estaba incapacitado para la vida laboral y padecía síndrome de estrés postraumático, unido a trastornos obsesivo-compulsivos y graves dificultades para adaptarse a la vida social. Sven juntaba botellas y vivía del subsidio social que otorga el Estado a los necesitados. Describía su vida como «miserable, sencillamente miserable». El nefasto legado de Kentler seguía vivo.

En enero de 2018 la Universidad Leibniz de Hannover dio a conocer que había autorizado investigaciones sobre Kentler, quien también fue docente en ese centro universitario.

El 15 de junio de 2020 se presentó en Berlín un informe sobre el actuar de Helmut Kentler en la asistencia a niños y jóvenes en Berlín, elaborado por estudiosos de la Universidad de Hildesheim (Baja Sajonia). La investigación concluyó que se podía presumir que Kentler era consciente de las consecuencias penales de su así llamado “experimento”, dado que por una parte lo da a conocer públicamente después del período de prescripción de los presuntos delitos y, por otra parte, elimina los indicios que había dejado en diversos documentos. Efectivamente, recién en 1988, a través de un dictamen escrito, Kentler hace público su experimento, del cual nunca se arrepintió. En 1999 escribió lo siguiente respecto a 35 casos de abusos sexual de menores en los cuales había fungido de perito judicial: «En la gran mayoría he tenido la experiencia de que las relaciones pederastas tienen efectos muy positivos en el desarrollo de la personalidad de un muchacho, sobre todo cuando el pederasta es un verdadero mentor del joven».

El 27 de abril de 2021, mediante un comunicado de prensa, el Senado de Berlín confirmaba lo que la senadora Sandra Scheeres había dicho anteriormente: que, pesar de la prescripción de los delitos, el estado de Berlín iba a conceder una ayuda financiera a las dos víctimas conocidas del experimento de Kentler.

La Conferencia de Juventud y Familia (Jugend- und Familienministerkonferenz) decidió en su sesión del 6 de mayo de 2021 que el actuar de Kentler debía ser investigado a nivel federal en toda Alemania. En ese sentido, la senadora Sandra Scheeres encargó un nuevo estudio a la Universidad de Hildesheim, con el fin de investigar una presunta red en toda Alemania que haya estado relacionada con el experimento de Kentler.

En la película “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015) un abogado le dice a un periodista: «Si se necesita un pueblo entero para criar un niño, también se necesita un pueblo entero para abusar de él». Y eso es precisamente lo que ocurrió en Alemania con el experimento pedofilia de Helmut Kentler.

(Columna publicada el 10 de diciembre de 2022 en Sudaca)

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FUENTES

Wikipedia (en alemán)
Helmut Kentler
https://de.wikipedia.org/wiki/Helmut_Kentler

B.Z. Berlin
Berliner Senat vermittelte Jugendliche an verurteilte Pädophile (2.12.2016)
https://www.bz-berlin.de/archiv-artikel/berliner-senat-vermittelte-jugendliche-an-verurteilte-paedophile

Deutschlandfunk
Kinder bei pädophilen Pflegevätern (28.05.2019)
https://www.deutschlandfunk.de/verbrechen-in-staatlicher-verantwortung-kinder-bei-100.html

Deutsche Welle
Studie: Kindesmissbrauch unter den Augen der Behörden (15.06.2020)
https://www.dw.com/de/studie-kindesmissbrauch-unter-den-augen-der-behörden/a-53814540
Missbrauchs-Fall Kentler: Das dunkle Erbe der sexuellen Befreiung (16.06.2020)
https://www.dw.com/de/missbrauchs-fall-kentler-das-dunkle-erbe-der-sexuellen-befreiung/a-53829027

LA VÍCTIMA DE ABUSO QUE ELIGIÓ ENTRE EL SUICIDIO Y LA LUCHA

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Detlev Zander

Año 2013. Detlev Zander, enfermero de más de 50 años de edad residente en Plattling (Baviera), comienza a sufrir continuas depresiones debido a flashbacks recurrentes y recuerdos de una infancia atormentada. Las consecuencias del trauma sufrido afloran como un volcán sin que haya habido un detonante y terminan incapacitándolo para seguir ejerciendo su actividad laboral. Decide quitarse la vida. Su primer intento de suicido fue a los 14 años de edad, y no sería el único. Como en las otras ocasiones, su tentativa falla nuevamente. Es entonces que decide tomar otro camino: en vez de lanzarse hacia la muerte, decide lanzarse hacia adelante y luchar. «O me voy de este mundo o me voy hacia la opinión pública», se dijo entonces a sí mismo.

En el año 2014 Zander se convierte en el primer denunciante de abusos sufridos por menores de edad en un hogar infantil de la Evangelische Brüdergemeinde Korntal, en castellano Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal, una pequeña localidad situada a unos 11 km por carretera de Stuttgart. La comunidad existe desde el año 1819 como una entidad de derecho público que mantiene lazos de cooperación con la Iglesia Regional Evangélica de Wurtemberg (sur de Alemania). La comunidad de Korntal es, pues, una iglesia cristiana autónoma nacida dentro de la corriente pietista del luteranismo, la cual le da más importancia a la vivencia interior —entendida como experiencia personal de Cristo— que a los aspectos institucionales y rituales de la comunidad eclesial. Pero por eso mismo, Korntal era a la vez «un cosmos cerrado en sí mismo», una comunidad autorreferencial, una institución que se miraba el ombligo y que ponía como condición para pertenecer a ella una fe piadosa y sentida, aunque bajo su manto se cometieran perversidades. Y eso es precisamente lo que vivió Detlev Zander en carne propia desde su más tierna infancia.

A inicios de los 60, a la edad de 3 años, llega al hogar infantil de la Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal, proveniente de un hogar para lactantes ubicado en la sureña región montañosa conocida como Jura de Suabia. La Oficina de Juventud le había quitado a los padres la custodia del niño desde que era un bebé. Su padre era un delincuente sexual muy violento. «Se me quiso proteger de él», señala Zander. Y paradójicamente fue entregado a un hogar infantil donde sería sistemáticamente violado durante diez años, desde los 4 a los 14 años de edad.

El conserje habría sido el principal abusador, quien se llevaba niños al sótano de las bicicletas y, tras haberlos acariciado con una mano exploradora de todos los rincones del cuerpo humano y haberlos obligado a practicarle el sexo oral, los colocaba boca abajo sobre un banco de trabajo y procedía a violarlos Si la potencia viril lo había abandonado y no retornaba, tenía a la mano una aceitera y un destornillador. Detlev recuerda cómo el conserje le untaba aceite en el trasero y luego le introducía el mango rojo de la herramienta. Para poder soportar el dolor y huir de la crueldad del momento, el niño acariciaba el logo del mueble, una pequeña placa con la figura de la iglesia mayor de Ulm, a fin de sustraerse al horror.

«Como niño desarrollas una estrategia, en la cual al final ya nada te importa. Yo me escindí como un venado muerto. Yo buscaba puntos y hacia dibujos con los dedos. Sobre este banco de trabajo estaba la iglesia mayor de Ulm, y entonces siempre jugaba a que la luna es redonda, la luna es redonda. De esta manera ya no sentía nada. Era una reacción refleja defensiva; si no, no se sobrevive a eso».

«Yo era presa de caza, porque no tenía hogar paterno. No se lo podía contar a nadie». Una sola vez se le contó a su preceptora: «Tía Gerda, mi popó está con sangre». Tenía 4 ó 5 años. «Entonces me pegó así y sólo me introdujo una gasa de algodón con un viejo termómetro y yo debía quedarme arriba en el dormitorio. Me quedó entonces claro que nadie me iba a creer».

A la violencia sexual se añadieron maltratos físicos y psicológicos. «Por ejemplo, yo era obligado a comerme mi propio vómito cuando había arrojado», cuenta Zander sobre su sádica preceptora. «Yo mojaba la cama. Entonces ella me ponía en la mañana bajo la ducha fría y con un cepillo de dientes restregaba mi pene con sal». El párroco también aplicaba violencia, llevaba a cabo exorcismos sobre la “estirpe del diablo”, golpeaba a los “engendrados en pecado”. Dice Zander que esta “violencia religiosa” era tan nefasta como la violencia sexual.

«Abajo en el sótano eras violado y arriba se nos obligaba a la fuerza a rezar y cantar. Había coerción para ir a la iglesia todos los domingos. Había verdaderas expulsiones de demonios con golpes. Y siempre reproches y amenazas: “¡Si no haces esto, te irás al infierno!” Para mí de niño eso era normal, pero a la larga no era otra cosa que coerción. Desde mi punto de vista actual era pura demostración de poder, abuso de poder. No importaba que fuera el párroco, la preceptora, el conserje o el director del hogar infantil: todos ellos tenían cuasi poder sobre nosotros. El abuso sexual siempre es abuso de poder; no se debe relativizar esto, diciendo que todos eran pedófilos. Como el conserje, que no era pedófilo. Abusaba de los niños y luego les introducía cuerpos extraños, yo mismo lo viví. Se caracterizaba por ser muy sádico. Y esta conducta se reflejaba después en mi grupo, allí había insoportables orgías de golpes».

En el año 2015 Zander publicó una pequeña novela basada sobre sus experiencias personales con el título de “Y Dios aparta la mirada (La historia de Dieter Z. – Un niño en el infierno)” [“Und Gott schaut weg (Die Geschichte des Dieter Z. – Ein Kind in der Hölle)]”, donde, además de narrar los abusos de todo tipo que sufrió, describe lo que se puede considerar un sistema de abuso, donde cada uno de los responsables cumple una función y donde muchos no ven —o no quieren ver— lo que se les hace a los niños. Allí también se describe a un grupo de donantes, hombres que colaboraban monetariamente o con servicios a la comunidad evangélica y que podían llevarse un fin de semana a cualquier niño para un paseo, supuestamente para hacer que por algunos momentos se sientan parte de una familia. Uno de los principales donantes de la comunidad de Korntal habría sido también un abusador de menores, así como otros señores interesados en el “bienestar” de los niños.

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El niño Detlev Zander

No obstante que los Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal buscó silenciar a Zander, desacreditándolo como un mentiroso y embustero, finalmente tuvieron que admitir los hechos, dado que aparecieron nuevos testimonios de más de 140 víctimas. Se encargó una investigación independiente que incluía dos hogares infantiles de la comunidad entre los años 50 y 80, realizada por la exjueza Brigitte Baums-Stammberger, el pedagogo Bruno Hafeneger y el sociólogo Andre Morgenstern-Einenkel, los cuales presentaron su devastador informe el 7 de junio de 2018. Fueron entrevistadas 105 víctimas —entre ellas Zander—, de las cuales 56 habían sufrido violencia sexual. Se pudo identificar a 81 abusadores, de los cuales 8 eran abusadores intensivos en serie. Una vez publicado el informe se han reportado más de 50 víctimas adicionales.

Comenta Zander: «Desde mi punto de vista no se puede decir que el contexto católico sea peor que el evangélico – en ambas iglesias no se hace nada. Ambas están igual de mal y son terribles». Pero la atención puesta sobre la Iglesia católica eclipsa los abusos cometidos en las iglesias evangélicas. Zander recalca que «para nosotros, víctimas protestantes, hay poco apoyo».

Actualmente Detlev Zander forma parte de un equipo de investigación independiente para el procesamiento de la violencia sexual y otras formas de abuso en la Iglesia evangélica en Alemania, es oficialmente representante a nivel federal de las víctimas de abusos de la Iglesia evangélica alemana y ha fundado la asociación Red Fórum de Personas Afectadas (Netzwerk BetroffenenForum e.V.).

En febrero de este año declaraba que «el mismo se había convertido en punto de contacto». En el último año y medio se habían contactado con él 168 víctimas de comunidades protestantes. Muchos no querían declarar ante comisiones conformadas sólo por representantes de las iglesias evangélicas. Incluso para la investigación en curso se habían reportado demasiadas pocas víctimas. Zander alienta a participar: «El que calla, le fortalece las espaldas al abusador».

Detlev Zander ya no callará nunca más. Quiere pisarle los callos a los obispos para llevar adelante un esclarecimiento independiente. «Quien no logra crear estructuras sanas, se hace cómplice, le da a los abusadores y abusadoras la oportunidad de violar niños», dice. Para el próximo año se esperan los resultados de la investigación independiente. Zander prevé en la Iglesia evangélica el mismo terremoto que actualmente sacude a la Iglesia católica.

De este modo, a las iglesias que se vanagloriaban de ser recintos de luz y santidad se les puede aplicar lo que decía el escrito alemán Johann Wolfgang Goethe: «Donde hay mucha luz, la sombra tiende a ser profunda».

(Columna publicada en Sudaca el 11 de junio de 2022)

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FUENTES

WEB.DE
„Wir waren Freiwild”: Ein Betroffener berichtet über sexuelle und körperliche Gewalt in der Evangelischen Kirche (04.08.2021)
https://web.de/magazine/panorama/freiwild-betroffener-sexuelle-koerperliche-gewalt-evangelischen-kirche-36028266

PNP.de
„Missbrauch nach dem Missbrauch”: Plattlinger kämpft um Aufarbeitung (26.02.2022)
https://www.pnp.de/lokales/landkreis-deggendorf/plattling/Missbrauch-nach-dem-Missbrauch-Plattlinger-kaempft-um-Aufarbeitung-4245993.html

„Uns wurde die Würde genommen“
GEWALT IN HEIMEN DER EVANGELISCHEN BRÜDERGEMEINDE KORNTAL IN DEN 1950ER BIS 1980ER JAHREN
AUFKLÄRUNGSBERICHT
http://www.aufklaerung-korntal.de/wp-content/uploads/2018/06/Aufarbeitungsbericht.pdf

Detlev Zander
Und Gott schaut weg (Die Geschichte des Dieter Z. — Ein Kind in der Höhle), 2015

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Por ser de interés general, he traducido del informe sobre los hogares infantiles de la Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal la parte donde se describe las estrategias que aplicaron los abusadores sexuales para lograr sus cometidos.

Estrategias de los abusadores

En particular, los abusadores desarrollaron […] típicas estrategias no llamativas para satisfacer sus inclinaciones sexuales (pedófilas, sádicas, efebófilas) y ansias de poder. Los modos de proceder presentaban las siguientes características:

  • La dependencia material e inmaterial de los niños es aprovechada por los abusadores.
  • Los abusadores escogen a las potenciales víctimas de manera selectiva según edad, sexo y apariencia; en sus necesidades las escogen según su inclinación positiva y cercanía emocional, según su “accesibilidad” y “receptividad” en vistas a una relación cercana.
  • El desarrollo de una relación personal de confianza y primer contacto corporal (caricias) e intimidad, que no son percibidas de inmediato por los niños como indicios de violencia sexual en marcha.
  • Se prueba la reacción (la resistencia) de los niños; los tocamientos deben ser experimentados como casuales y presentarse como “normales”.
  • Los niños que a tientas buscan su camino como sujetos se convierten en objetos; experimentan “momentos de absoluta dependencia”, junto con sometimiento y e impotencia para actuar.
  • La ausencia de testigos y pruebas es planeada; los únicos testigos de los hechos son las víctimas.
  • Los abusadores logran una atmósfera sexualizada difusa y opaca, y tienen “sus” lugares y tiempos ocultos de violencia, controlados por ellos mismos.
  • A los niños se les ofrece cariño y una supuesta relación de confianza —”amigo” adulto, “acompañante en la vida”, “figura paterna preocupada”, que siempre están disponibles para ellos—, son engatusados y vueltos indefensos.
  • A los niños se les otorga un “puesto especial” mediante “ofertas tentadoras” y aparentes ventajas” —pequeños regalos (por ejemplo, golosinas), viajar en el tractor, pequeñas libertades—, de este modo son “atraídos” y “atados”.
  • A los niños se les ofrece explicaciones de que eso “ es normal” y “queda como un secreto” (“no hablar de eso con nadie”), que “eso” no tiene nada de “malo”, y que si se lo “cuentan a alguien”, no les creerán.
  • Se mencionan sanciones o se amenaza con ellas, si “revelaran algo”.
  • Si hay un sentimiento “extraño” o incómodo o los niños se defienden, se les sugiere que su sentimiento es engañoso y que “lo que hacemos está en orden”.
  • Con el “afecto” comprado, adquirido y mantenido, luego con la paulatina sexualización de la relación, las “víctimas” son entonces avergonzadas profundamente y se les induce sentimientos de culpa. Están desamparadas y a merced del abusador posiblemente durante un largo período de tiempo.

LA PLAUSIBILIDAD DEL HORROR EN UN HOGAR INFANTIL

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Vivo en Alemania en una pequeña localidad rural en el estado federado de Renania-Palatinado, a unos 22 kilómetros de la ciudad de Espira (en alemán: Speyer), a cuya circunscripción eclesiástica pertenezco como católico. Espira está situada a orillas del Rin y cuenta con la catedral románica medieval más grande del mundo. Pero a sólo 150 metros de ese símbolo imponente del catolicismo se encuentra el hogar infantil de la Engelsgasse (literalmente: Pasaje de los Ángeles), donde habrían ocurrido hechos espeluznantes que uno no puede narrar sin sentirse profundamente perturbado. Pues, siguiendo un patrón que se repite a nivel mundial, también en Espira se perpetraron abusos sexuales en perjuicio de menores de edad. Y los que se habrían dado en ese albergue de niños sobrepasan en perversidad la imaginación de cualquiera.

La historia es como sigue.

En diciembre de 2020 se filtró a la prensa alemana una sentencia del 12 mayo de 2020, emitida por la 5ta. Sala del Tribunal de Seguridad Social de Darmstadt, mediante la cual se obligaba al estado de Renania-Palatinado a reconocer el síndrome de estrés postraumático del denunciante así como sus consecuencias debido a abusos sufridos en su infancia y adolescencia, y a garantizarle asistencia y sustento mensual, además de correr con todos los gastos judiciales en que hubiera incurrido. El denunciante, a quien llamaremos Viktor, había sufrido maltratos y abuso sexual entre 1963 y 1975 en un hogar infantil católico en Espira y luego en el centro donde realizó su formación laboral. El tribunal no se pronunció sobre la veracidad de los hechos mismos, difíciles de ser corroborados por el tiempo transcurrido y por falta de pruebas, sino sobre su plausibilidad —es decir, sobre la posibilidad de que efectivamente hubieran ocurrido— y sobre el perjuicio personal causado en Viktor, atestiguado por un peritaje psicológico.

Viktor habría mantenido en silencio durante décadas lo que le había ocurrido, pero en el año 2010, cuando se iniciaron los destapes de abusos sexuales en Alemania, algo se removió en su interior, sobre todo al conocer los abusos en el internado laico conocido como la Escuela de Odenwald. El 21 de septiembre de 2011 en la Jefatura de Policía de Ludwigshafen detalló lo sucedido ante el encargado de la diócesis de Espira, la cual le otorgaría la suma de 15,000 euros como compensación en “reconocimiento del sufrimiento padecido”. En abril de 2012 Viktor elevó denuncia penal ante las Fiscalías de Frankenthal y Maguncia, pero el caso fue archivado en septiembre de 2012 por el mismo motivo por el que se archivan casos similares en otras regiones y países: los delitos habían prescrito. Finalmente, el 24 de abril de 2015 hizo llegar a la Oficina Social de Renania-Palatinado una solicitud de manutención para personas dañadas según la Ley de Reparación de Víctimas, solicitud que fue rechazada en el año 2017. ¿Los motivos? Los hechos causantes del perjuicio, el perjuicio mismo y sus consecuencias debían ser debidamente probados. Sin pruebas no tendría derecho a ninguna reparación de parte del estado. Viktor apeló y su caso llegó a los tribunales, en un proceso que concluyó con la sentencia mencionada.

¿Pero cuáles fueron los hechos que le ocasionaron a Viktor un trauma permanente y perjuicios a su salud?

Es de advertir que su relato, aunque vívido y lleno de detalles, no deja de tener a veces contradicciones e inconsistencias, cosa que ocurre frecuentemente cuando un testigo trata de reconstruir a partir de su memoria hechos ocurridos hace décadas.

Víktor nació el 26 de julio de 1957 en Maguncia, tercer hijo de una mujer de vida promiscua que frecuentaba a soldados estadounidenses, la cual terminaría perdiendo la custodia de sus tres hijos por incapacidad para mantenerlos y educarlos. Desde la edad de 2 años Viktor viviría en varias instituciones para niños desamparados, ingresando al hogar infantil de la Engelsgasse en Espira el 21 de marzo de 1963, a la edad de 5 años, como se puede verificar mediante registros de la época.

Viktor declaró una vez que los abusos sexuales habrían comenzado cuando tenía 11 años de edad, pero luego en otro ocasión señala que habrían comenzado antes. Lo cierto es que fue acólito personal del Vicario General Rudolf Motzenbäcker —el cual, por motivos legales, aparece en la sentencia dada a conocer a la opinión pública con otro nombre—, cuyo domicilio quedaba cerca del hogar infantil.

A la edad de 6 años habrían ocurrido los primeros tocamientos y a partir de los 8 años hubo violaciones sistemáticas hasta que con 14 ó 15 años de edad abandonó el hogar infantil. Con el pretexto de que debía ayudarle en trabajos en la casa o en el jardín, Motzenbäcker pedía que se lo trajeran a su domicilio, y si se negaba, las monjas lo obligaban, ya sea con golpes o llevándolo a la fuerza. Esto ocurría entre una a tres veces a la semana. Con el vicario hubo sexo oral y anal, muy doloroso según recuerda Viktor. Tenía que colocarse de rodillas en el reclinatorio. De esta manera el vicario podía penetrarlo más fácilmente. Era su postura preferida, siendo Viktor mantenido a la fuerza en esa posición. En varias ocasiones habría sangrado debido a desgarramientos anales. Primero abusó de él Motzenbäcker, luego habría estado otro hombre presente, en otra ocasión tres sacerdotes habrían abusado de él oral y analmente en la misma ocasión. Llegó un momento en que Viktor dejó de resistirse y simplemente permitió que Motzenbäcker hiciera con él lo que le viniera en gana. Su voluntad había sido quebrada.

Finalmente la cosa se agravó con las “fiestas sexuales”. Éstas se llevaban a cabo cada tres o cuatro meses en casa del Vicario General. Normalmente coincidían con una festividad o también con acontecimientos políticos como, por ejemplo, un cambio de gobierno regional. Había violaciones en grupo y estaban también presentes otros muchachos y muchachas. Había una habitación en la cual los caballeros eran agasajados con comida y bebida por las monjas, en la otra esquina los niños eran violados. Las monjas habrían obtenido un beneficio, pues los caballeros habrían hecho después generosas donaciones. La mayoría de las veces estaban presentes dos chicos y una chica. La mayoría de los hombres participantes habrían tenido inclinaciones homosexuales, por lo cual se solía traer más varones que mujeres. Pero si uno quería una niña, entonces la obtenía. Las niñas tenían entre 8 y 12 años. Hasta ahora Viktor no se puede sacar de la cabeza sus gritos. Se habrían preparado camas con sábanas de lino. Cuando todo había terminado, las sábanas acababan manchadas de sangre por los desgarramientos en los órganos sexuales de los niños. A veces eran tres, otras veces cinco o incluso siete los caballeros de entre 40 y 60 años que participaban de esas fiestas. También podía haber contacto sexual de varios hombres con un solo niño, al cual se le practicaba sexo anal y oral a la vez. La mayoría de los niños que estuvieron en esas fiestas sexuales ya habrían fallecido. Varios se suicidaron, como Hannes, el mejor amigo de Viktor.

Durante las “fiestas sexuales” conoció a una muchacha, que tendría entonces entre 10 y 11 años de edad, un año menor que él. Cuando ella tenía 12 y él 13, descubrió que estaba embarazada. Viktor trató de ayudarla, y se fue con ella donde la policía para denunciar lo que ocurría en casa de Motzenbäcker. No les hicieron caso y los tacharon de mentirosos. Catorce días después ella desapareció. Viktor notó su ausencia durante la cena, por lo cual la buscó por todas partes. La encontró muerta, colgada en el desván. Se trata de una imagen que todavía persiste en la mente de Viktor, quien recuerda la paz de su rostro sin vida. No cree que haya sido suicidio, pues dice que no encontró ningún medio —una escalera de mano, por ejemplo— por el cual ella haya podido subir a esa altura. Sospecha que la muchacha sabía demasiado, quizás el nombre del caballero que la había embarazado. Viktor estaba horrorizado e interiormente quebrado. Como consecuencia de ello, se volvió más agresivo, lo cual sólo le acarreó más golpes de parte de las monjas, que agarraban lo que tuvieran a mano para maltratar físicamente a los niños. Incluso llegaron en ocasiones a azotarlo con barras de metal y golpearle la cabeza contra la pared. Viktor guarda el recuerdo de roturas de brazos y fisuras anales.

A los 15 años pasó a una panadería de Espira para aprender el oficio de panadero. Allí vivió hasta los 17 años. Su cama estaba en un dormitorio de paso al dormitorio de Jonny, un camarada de oficio 10 años mayor que él que también estado en el hogar infantil de la Engelsgasse. La primera noche, medio borracho, lo asaltó sexualmente, y así ocurrió cada dos días durante dos años, hasta que en un momento Viktor tuvo el valor de defenderse y termino dándole una paliza. Sólo entonces terminó el abuso. Pero Viktor llevaría las huellas de lo sucedido en su cuerpo y en su alma durante el resto de su vida. Angustia, depresiones, falta de concentración, sobrepeso, presión sanguínea alta y diabetes son los males que lo aquejaron, además del fracaso de su matrimonio. Viktor se convirtió en una persona incapaz de soportar la tensión normal que requiere un puesto de trabajo a tiempo completo.

Posteriormente presentó copia de un documento donde estarían listados los nombres de varios niños del hogar infantil y cuánto habían recibido las monjas de los caballeros por cada niño que era violado. Parecía ser una prueba de los abusos sufridos. Lamentablemente, un peritaje concluyó que el documento era una burda falsificación, por lo cual un periodista que entrevistó a Viktor para un documental del Mannheimer Morgen se preguntaba si este hombre de vida arruinada había decidido mentir en su desesperación por disipar toda duda sobre los abusos vividos, o si alguien le habría suministrado el documento con la mala intención de desacreditarlo.

Aún así, los criterios del Tribunal de Seguridad Social para considerar plausible el relato de Viktor se mantienen en pie. En la diócesis de Espira se presentaron 63 casos sospechosos de abuso, de los cuales 31 fueron reconocidos como plausibles y recibieron compensaciones económicas. Además, hubo dos denuncias posteriores, que acusaban al prelado Rudolf Motzenbäcker de abusos, aunque no mencionaban el detalle de las “fiestas sexuales”. Una investigación judicial ya no era posible, dado que Motzenbäcker, tras ser Vicario General de 1959 a 1968 y supremo jurista canónico de 1969 a 1995 en la diócesis de Espira, había fallecido en 1995.

Además, Viktor mostraba reacciones emocionales como miedo, odio y repugnancia cuando hacía un recuento, rico en detalles, de los abusos sufridos. Todo esto hace improbable que la historia sea un mero producto ficticio de su imaginación.

Viktor indicó también que personalmente ya no podía visitar Espira. La última vez que lo hizo se derrumbó. Tampoco puede soportar ver una misa por televisión. Asimismo, a Viktor le fue muy difícil y le tomó mucho tiempo llegar a contar lo sucedido. Todo ello habla de sinceridad y autenticidad en lo que relata, lo cual convenció al tribunal de que Viktor había sufrido fuertes maltratos físicos y psicológicos durante su estadía en Espira, y también en gran medida abusos sexuales, aunque los detalles no podían ser corroborados con pruebas, ni tampoco había la certeza absoluta de que todo hubiera ocurrido exactamente tal como él lo contaba. Los testimonios de varias monjas asegurando que no vieron nada sospechoso no anulan lo narrado por Viktor.

Finalmente, el caso llegó a la prensa sólo gracias a la sentencia de un tribunal civil, casi diez años después de que hubiera sido denunciado ante una autoridad eclesiástica. Y esta sentencia es a la vez un informe minucioso del abuso, que rara vez encontramos en los informes elaborados por instancias eclesiásticas. Por eso mismo, resulta evidente que la Iglesia es incompetente para investigarse a sí misma y son las instancias civiles las que deben asumir esta tarea sin piedad para que se pueda llegar a la verdad completa sobre los abusos. Casi todas las demás declaraciones de intenciones de las altas autoridades eclesiásticas suelen ser puros cantos de sirenas.

(Columna publicada en Sudaca el 14 de mayo de 2022)

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Sentencia del Tribunal de Seguridad Social de Darmstadt (12 de mayo del 2020)
https://dierkschaefer.wordpress.com/2020/11/20/oeg-urteil/

Kirche + Leben
Nonnen sollen Kindes-Missbrauch durch Priester ermöglicht haben (10. Dezember 2020)
https://www.kirche-und-leben.de/artikel/nonnen-sollen-kindes-missbrauch-durch-priester-ermoeglicht-haben

Docurreportaje “Rabiat: In Gottes Namen” sobre los abusos sexuales en el hogar infantil de la Engelsgasse (10 de mayo de 2021)

LAS CANCIONES RELIGIOSAS DE UN CURA PEDERASTA

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P. Cesáreo Gabaráin (1936-1991)

«Tenía carisma, era simpático, tocaba la flauta con la nariz, como un flautista de Hamelin, que atraía a los chavales. Te dejaba fumar en el despacho, con 13 ó 14 años, cuando ibas a verle». Así recuerda Eduardo Mendoza al P. Cesáreo Gabaráin cuando éste era capellán del Colegio de Chamberí de los Maristas en Madrid (España) en los años 70. Gabaráin era entonces un cura moderno, que vestía de civil pero con clergyman (alzacuello blanco distintivo de los sacerdotes católicos), que había introducido la guitarra eléctrica y la batería en las celebraciones litúrgicas, que era un gran deportista conocido como “el cura de los ciclistas” y amigo de varios futbolistas, que tenía llegada con los jóvenes y les presentaba una visión atrayente del mensaje cristiano.

Pero sobre todo se le recuerda como compositor de unas 500 canciones para la liturgia católica, varias de las cuales hemos cantado quienes somos católicos en las misas dominicales: “Pescador de hombres”, “Vienen con alegría”, “Juntos como hermanos”, “Iglesia peregrina de Dios”, “Una espiga dorada por el sol”, “La paz esté con nosotros”, entre otras. La venta de sus canciones en vinilo le llevaron incluso a obtener un Disco de Oro.

El pasaje central de su canción “La muerte no es el final” sería adoptado en 1981 por las Fuerzas Armadas Españolas como himno a quienes perdieron la vida en acto de servicio, interpretado en el marco del Ceremonial en Homenaje a los Caídos por España. En 1979 el Papa Juan Pablo II, quien consideraba “Pescador de hombres” en su versión polaca “Barka” como su canción preferida, lo nombró prelado personal de Su Santidad, honor que mantuvo hasta su muerte por cáncer en el año 1991.

Una vida ejemplar por donde se la mire. ¿Será cierta tanta maravilla? ¿O se cumple lo que alguna vez dijo el escritor alemán Johann Wolfgang Goethe: «Donde hay mucha luz, la sombra tiende a ser profunda»?

El mismo Eduardo Mendoza, ahora de 57 años, señala: «Era como el doctor Jekyll y mister Hyde, por un lado, un cura carismático, popular, amigo de deportistas famosos y del Papa, y por otro, un pederasta. Algo inimaginable para todos los que le admiran».

Efectivamente, según un informe reciente del diario El País (España), el P. Cesáreo Gabaráin habría abusado sexualmente de varios menores de edad durante el período de 12 años (de 1966 a 1978) en que estuvo en el Colegio de Chamberí. Si bien las principales denuncias se refieren a hechos ocurridos en diciembre de 1978 durante un retiro para alumnos en Los Molinos, una residencia de los maristas en la sierra de Madrid, un testigo relata que ya a fines de los 60 el cura Gabaráin tenia prácticas inapropiadas, valiéndose de su puesto de autoridad y confianza para toquetear y manosear a los alumnos. Y para llegar incluso más lejos, a aquello que resulta difícil relatar.

Fue Eduardo Mendoza quien acusó al cura pederasta ante su tutor, el hermano marista Aniceto Abad, quien le creyó a él y a otros de sus compañeros que sabían de los hechos. Fue este religioso quien habría presionado para que expulsaran a Gabaráin del colegio. Pero el detonante parece ser que lo puso el Sr. Aguilera, cuyo hijo César habría sido víctima de un intento de abuso por parte del cura. El director del colegio, el hermano Aquileo Manciles, no obstante reconocer los hechos habría tratado de quitarles peso. Refiriéndose a las agresiones sexuales de Gabaráin, habría dicho: «Lo sabemos. Está muy arrepentido y quiere hablar con ustedes, porque lo ha pasado muy mal y dice que ha pensado en suicidarse». Pero el padre de familia se mantuvo en sus trece: «O este señor se va del colegio o yo me voy a hablar con Interviú (desparecida revista española de corte sensacionalista)». Esto selló la salida definitiva de Gabaráin del colegio de los maristas. El cura sería reubicado en 1980 en el Colegio San Fernando de los salesianos. Y ahí quedó el asunto. La provincia de los maristas no abrió ninguna investigación ni tampoco habría informado a la diócesis de San Sebastián (a la cual estaba adscrito el cura pederasta) ni a la arquidiócesis de Madrid (que es donde ejercía sus actividades pastorales). Se siguió en todo el nunca escrito pero sí fervientemente practicado manual del silencio de la Iglesia católica cuando había que abordar casos de pederastia dentro de sus filas clericales: encubrir los delitos y reubicar al criminal en otra localidad donde no se tuviera noticia de sus fechorías.

Carmelo González Velasco, un amigo de Gabaráin, decía lo siguiente sobre el cura:

«Vivió en constante captación de situaciones de necesidades humanas, que traducía en cantos de ayuda para los momentos de oración personal o comunitaria. Todos ellos son vehículos de acercamiento al mundo trascendente, manifestaciones de alabanza a Dios y a la Virgen, expresiones del celo litúrgico-musical que le consumía».

¿Es esto cierto en lo que se refiere a sus canciones? Un análisis somero nos muestra tonadillas ligeras fáciles de recordar y letras cargadas de clichés religiosos sin mayor profundidad. Son canciones que suenan bonito, pero que están alejadas de la profundidad de la música sacra de otros tiempos, capaz de suscitar experiencias religiosas que llevaran a los oyentes al encuentro de lo sagrado, de aquella belleza que resulta casi imposible expresar con palabras. Experiencia de lo sagrado y de lo trascendente que puede incluso conmover con su vena artística el corazón de no creyentes.

El P. Francesco Interdonato, ya fallecido, un jesuita que me impartía cursos de teología dogmática en la Facultad de Teología Pontifica y Civil de Lima, se quejaba de que, con la reforma litúrgica de los años 60, se hubiera abandonado la antigua música sacra, reemplazándola con cancioncillas religiosas sin mayor trascendencia. Decía que antes uno se elevaba con la música sacra, «pero después vino Gabaráin, y nos dejó toda su mierda». Las canciones de Gabaráin no son innovadoras y difícilmente podría decirse que alcanzan un nivel artístico. Parece que también tomó prestadas algunas ideas musicales ajenas, pues su canción “Juntos como hermanos” en el fondo no es otra cosa que una versión algo más acelerada de “My Lord, What a Morning” del compositor afroamericano Henry Thacker Burleigh (1866-1949).

La pregunta que muchos se hacen es si estas canciones se deberían seguir cantando en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia católica, dado que han acompañado la vida religiosa de varias generaciones de católicos. Por más penoso que sea, creo que deberían ser vetadas de toda ceremonia pública de la Iglesia católica. En caso de que esto no se haga, se estaría infligiendo dolor a las víctimas del cura Gabaráin y a todos aquellos que son sensibles ante el problema de la pederastia eclesiástica y que quieren mantenerse como creyentes, pues se verían obligados a escuchar en eventos públicos las obras de un victimario de menores. Y, por otra parte, de proceder así, la Iglesia le estaría quitando peso a los delitos de pederastia. Pues ya no tendría mayor importancia que un sacerdote o religioso abuse de menores, si su presencia continúa a través de canciones que se siguen difundiendo. Si se han vetado los textos de abusadores como Marcial Maciel, Luis Fernando Figari y Germán Doig, por mencionar a algunos, aunque se trate de escritos espirituales edificantes, ¿por qué no hacer lo mismo con las mediocres canciones de Gabaráin, aunque sean populares?

Esta medida sólo abarcaría el ámbito público. En privado uno puede leer o escuchar lo que quiera. Y quizás meditar sobre esa frase que aparece en la canción “Madre, óyeme” de Gabaráin: «Madre, sálvame, mil peligros acechan mi vida». Sin olvidar que uno de los principales peligros para los jóvenes parece haber sido este cura pederasta.

(Columna publicada en Sudaca el 14 de agosto de 2021)

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FUENTES

El País
“Tú has venido a la orilla”: el cura que compuso las canciones de misa más famosas, acusado de abusos (08 Ago 2021)
https://elpais.com/sociedad/2021-08-08/tu-has-venido-a-la-orilla-el-cura-que-compuso-las-canciones-de-misa-mas-famosas-acusado-de-abusos.html

Wikipedia
Cesáreo Gabaráin
https://es.wikipedia.org/wiki/Cesáreo_Gabaráin

BBC Mundo
Las pegajosas melodías que escuchaste en la iglesia y que algunas veces no te puedes quitar de la cabeza (25 diciembre 2018)
https://www.bbc.com/mundo/noticias-46481097

LA CACA DEL CARDENAL CIPRIANI

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El sábado 7 de enero en su radioprograma “Diálogo de Fe” el cardenal Cipriani caricaturizó la posición de quienes defienden la igualdad —social, cultural, económica, etc.— de géneros y se refirió a este tema con las siguientes palabras: «Si salimos de este gran engaño, de que todo se puede hacer —no cohíbas a nadie, déjalos tranquilos—, bueno, si el niño puede en lugar de comer un poco de carne, comer caca, déjalo pues».

Sería bueno hacer un breve recuento de algunas veces en que el cardenal nos ha querido alimentar con caca en vez de darnos un alimento sustancioso para el intelecto y el corazón:

– Cuando en 2013 se refirió al obispo Gabino Miranda, acusado de pedofilia, diciendo: «No hagamos leña del árbol caído».

– Tras un silencio de una semana una vez conocidos los abusos del Sodalicio, cuando dijo: «¡Jamás y por ningún motivo la Iglesia puede permitir que se ofenda a Dios por personas que deben dar ejemplo de Dios!» Ninguna alusión a las víctimas, con las cuales nunca ha querido hablar. Es el mal ejemplo lo que parecía molestarle.

– Cuando criticó un comunicado de la Conferencia Episcopal Peruana sobre la pena de muerte, poco tiempo después de que la candidata Keiko Fujimori propusiera la pena de muerte para violadores de niños.

– Cuando le echó la culpa a las niñas de salir embarazadas y abortar: «Las estadísticas nos dicen que hay abortos de niñas, pero no es porque hayan abusado de las niñas, sino porque muchas veces la mujer se pone como en un escaparate, provocando».

Son sólo algunas perlas del amplio repertorio fecal del cardenal Cipriani.

(Columna publicada en Exitosa el 14 de enero de 2017)

LA SECTA

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Ocurrió en un país de Sudamérica.

Un líder religioso de pensamiento mediocre, ideas fascistoides y anticomunistas, lenguaje soez pero con una enorme capacidad de manipulación, funda un grupo religioso de características sectarias y establece así un espacio propio donde es él quien determina las normas, erigiéndose como señor del bien y del mal, exigiendo una obediencia absoluta de parte de sus seguidores.

Éstos, sometidos a un adoctrinamiento comparable con un lavado de cerebro, lo veneran y, siguiendo sus enseñanzas sobre Dios y el demonio, se ciñen a una vida austera reprimiendo su sexualidad y desconfiando del mundo externo como un lugar sometido a la maldad y la perversión.

En cambio, para el líder valen otros reglas: él goza de privilegios negados a sus súbditos, como despertarse a la hora que quiera, vestir ropa cara, degustar comida especial preparada para él y, sobre todo, poder practicar el sexo con jóvenes varones seleccionados, los cuales además están a su disposición cual esclavos modernos para atenderlo y cumplir con todos sus deseos.

La organización, que goza de un estatus especial gracias al apoyo del gobierno y además está liberada de impuestos, gestiona obras benéficas y sociales, además de otros negocios ajenos a lo religioso, entre ellos algunos vinculados a la minería.

Sólo una cúpula de 15 a 20 hombres comparten la información, mientras que los demás miembros son mantenidos en la ignorancia.

No estoy hablando de Luis Fernando Figari y el Sodalicio, sino de Colonia Dignidad, un enclave de alemanes en los Andes chilenos, cuyo líder, Paul Schäfer, y otros miembros fueron encontrados culpables de asociación ilícita para delinquir y de violaciones de derechos humanos.

(Columna publicada en Exitosa el 2 de julio de 2016)

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Colonia Dignidad, asentamiento fundado en Chile en 1961 por inmigrantes alemanes, en la comuna de Parral, Provincia de Linares, Región del Maule, fue también un centro de detención y tortura en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet. Actualmente se llama Villa Baviera.

Las denuncias por violaciones de derechos humanos básicos se dieron durante décadas a partir de los años ’60, pero fueron ignoradas tanto por la justicia chilena como por la diplomacia alemana.

Paul Schäfer, el líder de una supuesta comunidad idílica que en realidad era una secta, finalmente huyó en 1997 ante acusaciones de abusos sexuales contra niños y fue capturado en Argentina en el año 2005. Murió en una cárcel chilena en el año 2010.

En la sentencia dictada en abril de 2014 en Chile por el ministro en visita Jorge Zepeda Arancibia en contra de ex integrantes de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) y de ex miembros de la Colonia Dignidad por asociación ilícita para diversos delitos cometidos en terrenos de esta última a partir de 1970, confirmada por la Corte de Apelaciones de Santiago, se señalan como características de la organización de Schäfer, entre varias otras:

  • la existencia de un mando superior, basado en un sistema de información, con características de organización militar;
  • sistema con características propias de las sectas, utilizando la religión y el vínculo con la autoridad militar de la época, lo que le permitió al líder abusar de la propia comunidad y desarrollar en forma impune su conducta pedófila criminal.

En materia de actividad organizada que constituye violación de Derechos Humanos:

  • se cometieron delitos de lesiones graves mediante el empleo sistemático de tratamientos psiquiátricos a los propios colonos de la ex «Colonia Dignidad»;
  • se mencionan los nombres de ocho jóvenes colonos alemanes, todos ellos pertenecientes a los grupos de niños llegados a Chile entre 1961 y 1963, que fueron separados de sus padres, al igual que los otros niños alemanes, pero además sometidos a «tratamientos de salud», no obstante estar sanos, recibiendo suministros de «sicotrópicos» y aplicación de corriente eléctrica en sus cuerpos mediante «electroshocks», permaneciendo aislados en el «hospital», así como en el anexo a éste denominado «Neukra», ubicados todos al interior de la hoy ex «Colonia Dignidad»;
  • y se establece que dichos seudo tratamientos psiquiátricos tenían como objetivo lograr la separación de los miembros de las familias y con ello la destrucción de los vínculos de éstas, además de inhibir las conductas sexuales de las víctimas, destruyendo el concepto de familia y manteniendo así una supuesta pureza moral de esos jóvenes;
  • el líder ejecutó tales conductas luego de crear un sistema de colaboración con los organismos de seguridad, logrando un estatuto similar al de las autoridades de la época, lo que le permitió llevar a cabo impunemente las prácticas crueles en contra de los propios colonos alemanes, los que deben ser considerados parte de la población civil, violencia física y sexual destinada a la destrucción de los vínculos familiares, con fines de proselitismo religioso o servicio a una causa;
  • la agresión física en contra de los jóvenes colonos se llevaba a cabo con orientación directa del líder, con el claro propósito de mantener sobre ellos un poder absoluto.

En cuanto a la comisión de delitos sexuales:

  • el líder de la Colonia, con complicidad y encubrimiento de sus ex jerarcas, cometió abusos sexuales y violaciones sodomíticas en contra de los menores, según quedó establecido en la causa rol 53.914 y otras acumuladas, tramitadas por un Ministro de la Corte de Apelaciones de Talca, en Visita Extraordinaria, en el Juzgado de Letras de Parra;
  • engañando a los progenitores de las víctimas y aprovechando la pertenencia de éstos a familias campesinas de la zona que buscaban un futuro mejor para sus hijos, y con el falso propósito de brindarles protección, la organización implementó una estructura jerárquica para que el líder seleccionara niños de su agrado y consumara gravísimas agresiones sexuales en contra de ellos, actuando otros integrantes como cómplices o encubridores de los delitos;
  • se encuentra acreditado judicialmente por la mencionada causa, que después de 1990 se cometieron en la «Colonia» múltiples delitos sexuales y violaciones sodomíticas en contra de menores;
  • a la vez, en ese proceso se acreditó que los delitos se cometieron utilizando el inmueble y la organización de la ex «Colonia Dignidad», hoy «Villa Baviera», especialmente en el denominado «Internado Intensivo» de menores que existió en su interior, al cual eran incorporados los niños que fueron agredidos sexualmente, donde eran mantenidos bajo coacción e intimidación, bajo los férreos y sofisticados sistemas de seguridad de la ex «Colonia Dignidad»;
  • por lo que el propósito real de establecer y operar dicho «Internado Intensivo» fue atraer menores para ser violentados sexualmente por el jerarca, con la complicidad y el encubrimiento por otros miembros de la ex «Colonia Dignidad».

Éstos son sólo algunos puntos de la sentencia, pues ésta incluye varios delitos más, entre los que se cuentan la posesión ilícita y tráfico de armas, además de torturas y asesinatos de detenidos políticos durante la dictadura de Pinochet.

Guardando las distancias —pues el caso de Colonia Dignidad llegó a extremos a los que no parece haber llegado el Sodalicio de Vida Cristiana—, si consideramos sólo las similitudes, ¿qué duda puede seguir habiendo de que la denuncia penal contra algunos miembros del Sodalicio por asociación ilícita para delinquir, secuestro y lesiones graves tiene bases sólidas?

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FUENTES

Dieter Maier, Colonia Dignidad: Auf den Spuren eines deutschen Verbrechens in Chile, Schmetterling Verlag, Stuttgart 2016.

Wikipedia (en español)
Colonia Dignidad
https://es.wikipedia.org/wiki/Colonia_Dignidad

EL CANTO MANCILLADO DE LOS GORRIONES

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Georg Ratzinger, director de los Regensburger Domspatzen de 1964 a 1994, durante un ensayo (noviembre de 1989)

Los Gorriones de la Catedral es un famoso coro de niños y jóvenes varones de la ciudad bávara de Ratisbona en Alemania. Los integrantes cuentan con una escuela primaria (anteriormente ubicada en Etterzhausen y Pielenhofen) y una escuela secundaria de orientación musical en Ratisbona.

En marzo de 2010 se supo de víctimas de abusos físicos y sexuales entre los muchachos del coro.

La diócesis declaró en febrero de 2015 que tenía 72 denuncias de casos ocurridos entre 1953 y 1992. Sin embargo, el 8 de enero de este año el abogado Ulrich Weber, encargado por la diócesis de investigar el asunto, declaró que por lo menos 231 menores habían sido gravemente golpeados o maltratados en ese período. 50 de ellos fueron objeto de abusos sexuales, que iban desde tocamientos indebidos hasta violaciones. Añadiendo un cálculo estadístico de casos no denunciados, la cifra podría acercarse a uno de cada tres, es decir, entre 700 y 800 menores.

Cuando se abusa de un niño, éste se demora décadas en procesar el trauma. Los recuerdos quedan reprimidos como mecanismo de supervivencia. Su psique queda dañada de por vida, y a veces nunca logra verbalizar lo sucedido.

Respecto al Sodalicio, se ha hablado de abusos de jóvenes. Pero el Sodalicio también trabajó con niños menores de 13 años en los ’70 en campamentos-retiros conocidos como DyN (Dios y Naturaleza). Y quienes dirigían esta actividad eran miembros de la primera generación, como Germán Doig y otros sodálites pertenecientes al círculo íntimo de Figari. ¿Sabremos algún día de testimonios que nos cuenten cómo se desarrollaron esas actividades al aire libre en lugares apartados, fuera de todo control parental?

(Columna publicada en Exitosa el 16 de enero de 2016)

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El 7 de enero de 2015 la televisión estatal alemana ARD propaló un documental sobre los abusos del coro catedralicio de menores de Ratisbona con el título de Sünden an den Sängerknaben – Die Akte Regensburger Domspatzen [Pecados contra los niños cantores – El acta de los Gorriones de la Catedral de Ratisbona], donde cuatro víctimas dan testimonio no sólo de los que le hicieron durante su época de internado (palizas brutales, humillaciones, privación de bebida y comida, tocamientos indebidos de los genitales, penetración anal, etc.) sino también de la falta de transparencia e indolencia de los representantes de la Iglesia. He aquí algunas joyitas pronunciadas por los responsables, que demuestran la poca voluntad en ese entonces de dar a conocer la verdad en toda su dimensión.

Clemens Neck, vocero del obispado, relativiza los testimonios:
«Para el obispado estos cuestionamientos [entiéndase palizas, lesiones corporales, cochinadas y violaciones anales] significan muchas conversaciones, también escuchar, investigar, e incluso también el estudio de las actas, interrogatorios.»

El obispado guarda silencio «para proteger a las víctimas» (???).

Georg Ratzinger, director del coro de 1964 a 1994 y hermano de Josef Ratzinger, alias Papa Benedicto XVI, se negó a declarar:
«Este tipo de procesos están bajo secreto pontificio.»

Geedo Paprotta, el abogado mejor pagado del obispado de Ratisbona, hace declaraciones sólo para decir que no está en capacidad de opinar:
«No quisiera decir nada al respecto.»
«Yo no me voy a pronunciar sobre casos particulares.»
«Al respecto no debo ni puedo decir nada.»

El cardenal Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ex obispo de Ratisbona, también calla:
«No se puede hacer ninguna declaración debido a que hay que observar el secreto pontificio.»

El Dr. Martin Linder, encargado de los casos de abusos por parte del obispado de Ratisbona, hace una afirmación insólita:
«El perpetrador también tiene intereses, que deben ser representados.»

Y, como dice una de las víctimas, las leyes eclesiásticas están hechas de tal manera que los procesos duran años, mientras que las víctimas siguen luchando personalmente después de décadas con las consecuencias de los abusos perpetrados contra ellas, y al final el abusador ya está demasiado viejo o enfermo para que se le aplique una sanción, o bien ha muerto. Y a las víctimas, que se las lleve el carajo.

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FUENTES

Die Zeit
Neue Zahlen zu Missbrauch bei Regensburger Domspatzen (7. Januar 2016)
http://www.zeit.de/gesellschaft/zeitgeschehen/2016-01/missbrauchs-skandal-regensburger-domspatzen-katholische-kirche

FOCUS
Mindestens 231 Kinder bei Regensburger Domspatzen misshandelt (08.01.2016)
http://www.focus.de/panorama/welt/kirche-bericht-mehr-kinder-bei-regensburger-domspatzen-misshandelt_id_5196776.html

ARD
Documental “Sünden an den Sängerknaben – Die Akte Regensburger Domspatzen” (en alemán)

LA ESCUELA DE ODENWALD Y EL SODALICIO

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Alumnos delante de la Casa Goethe de la Escuela de Odenwald (Odenwaldschule) en los años 70

Andreas Huckele (nacido en 1969) es una de las primeras víctimas en denunciar lo que constituye el mayor escándalo de pederastia de la historia alemana reciente. En la Escuela de Odenwald (estado de Hesse), el internado más famoso de Alemania, Gerold Becker, director entre 1972 y 1985, junto con otros 17 docentes identificados, abusaron sexualmente de manera sistemática de niños y adolescentes escolares.

Las juristas encargadas de la investigación dieron a conocer en su informe final (2010) que hay 132 víctimas identificadas entre 1965 y 1998. Pero se calcula que en la sombra podrían haber unas 300 víctimas más.

Huckele se basa en su propia experiencia para llegar a conclusiones sobre las condiciones estructurales que permiten la aparición de violencia sexual en las instituciones, a fin de poder tomar las medidas preventivas correspondientes. Encuentra que hay cuatro errores típicos —propios de una cultura de la disociación— entre los responsables y representantes de la institución afectada, a saber:

  • Eso no sucede aquí; el mal siempre se da en otra parte.
  • Eso no sucede ahora; en el pasado hubo uno que otro caso.
  • Se trata de casos concretos e individualizados (los famosos “casos aislados”).
  • No es tan grave (banalización) o “sí, pero…” seguido de una argumentación positiva, es decir, los abusos son compensados por los servicios buenos y positivos que ha prestado la institución.

Cualquier semejanza con el Sodalicio no es producto del azar, sino inevitable. Hasta ahora los responsables del Sodalicio han caído en estos errores de disociación y se resisten a cuestionar su propio sistema institucional. ¿Terminarán cerrando como ocurrió con la Escuela de Odenwald en septiembre de 2015?

(Columna publicada en Exitosa el 2 de enero de 2016)

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Andreas Huckele fue alumno de la Escuela de Odenwald de 1980 a 1988. Tratándose de un internado, los alumnos eran asignados a “familias”, cuyas cabezas eran los mismos docentes de la escuela. Cada “familia” tenía reservados unos aposentos, donde los hijos naturales compartían dormitorio con los alumnos “adoptados”. El director Gerold Becker era soltero y no tenía hijos propios. Es así que en 1982, cuando tenía 13 años de edad, Andreas entra a formar parte de la “familia” de Becker.

En el libro que escribió bajo el seudónimo de Jürgen Behrens —«Wie laut soll ich denn noch schreien?» Die Odenwaldschule und der sexuelle Missbrauch, Rowohlt, Reinbeck bei Hamburg 2011 [«¿Cuán fuerte debo aún gritar?» La Escuela de Odenwald y el abuso sexual]— narra cómo ocurrió el primer abuso. Venía de jugar fútbol con una mano vendada debido a una herida que se había hecho al caerse. En las duchas tuvo dificultad para abrir el frasco de shampoo y, de repente, se apareció Becker desnudo y le preguntó amablemente sí podía ayudarle. Andreas, quien veía en él una figura paternal y maternal a la vez, aceptó de buen grado. Becker le empezó a enjabonar el cabello y luego lentamente pasó a los genitales. El adolescente, confundido, sin saber si esos masajes extraños era correctos o no, pero aún así sintiendo incomodidad y hasta repugnancia, no se resistió, hasta que Becker terminó con su perversa tarea.

A partir de aquel día Becker se hizo presente cada mañana junto a la cama del adolescente para manipular su miembro viril, a veces su ano, sin que éste psicológicamente estuviera en capacidad de resistirse. Y siempre con actitud amable y trato cuasi paternal. Hasta que en algún momento del año 1985 Andreas se resistió violentamente. Enfurecido, cargado de odio y dispuesto a poner de una vez por todas un límite a una situación que lo había llevado al borde del alcoholismo, empujó a Becker cuando éste intentó, como tenía costumbre desde hacía tres años, abusar sexualmente de su pupilo. Poco tiempo después Andreas entraría a formar parte de otra “familia” dentro del internado.

En una carta que le dirigió a Gerold Becker el 10 de enero de 1998 le decía:

«Durante mi época escolar en tu “familia” me acosaste y agrediste sexualmente de manera continua. Entrabas a nuestra habitación al momento del despertar matutino, metías tu mano debajo debajo de mi colcha y me tocabas los genitales. Intentaste repetidas veces besarme en la boca contra mi voluntad. Me desvestiste, me llevaste a tu cama y me practicaste sexo oral».

El 10 de junio de 1998, Andreas Huckele y otro antiguo compañero de clases de la Escuela de Odenwald, habiendo tenido noticias de que Gerold Becker había regresado a la institución para encargarse temporalmente de algunos cursos, entre ellos el de religión, decidieron enviarle una carta a Wolfgang Harder, director de la escuela, con copia a otros 26 docentes, informándole que durante años habían sido objeto de abusos sexuales por parte del renombrado pedagogo. En esa carta ponían una frase que debería haber hecho sonar más de una alarma: «y nosotros no somos los únicos». Si bien para algunos destinatarios la carta significó un shock, finalmente lo que primó fue la indiferencia. Más aún, nadie quiso saber quiénes eran las otras víctimas además de los dos remitentes.

Aún así no se rindieron y el 17 de noviembre de 1999 lograron que el periodista Jörg Schindler publicara en el Frankfurter Rundschau un informe sobre los abusos en la Escuela de Odenwald (ver http://www.fr-online.de/missbrauch/odenwaldschule—fr-anno-1999-der-lack-ist-ab,1477336,2823512.html). El artículo pasó sin pena ni gloria, y no hubo reacción por parte de la opinión pública. Como si se tratara de un hecho cualquiera del cual uno se entera mientras toma el desayuno, y después mientras se hace la digestión, uno se sumerge en la rutina diaria y se olvida de lo que leyó en el periódico. Total, son cosas que pasan y poco tienen que ver con las preocupaciones cotidianas del día a día.

Pasarían unos diez años antes de que en el primer trimestre de 2010 el asunto lograra una repercusión mediática de tales proporciones, que llevó a que la fiscalía de Darmstadt investigara y determinara las proporciones del problema, con un resultado de 18 docentes perpetradores de abusos sexuales y 132 víctimas identificadas.

Andreas Huckele ha seguido escribiendo y publicando sobre el tema de la violencia sexual contra menores de edad y fustigando la indiferencia de la sociedad ante esta dolorosa realidad. Por ejemplo, el 21 de agosto de 2013 escribía lo siguiente en la Süddeutsche Zeitung (ver http://www.sueddeutsche.de/panorama/sexualisierte-gewalt-kinder-gehen-uns-alle-an-1.1750867):

«En 2010 se hicieron públicas innumerables historias sobre violencia sexual contra niños gracias a la cobertura informativa de los medios y de este modo se convirtieron en parte de nuestra realidad social. Mediante relatos pavorosos se hizo palpable de manera plástica lo que los adultos les pueden hacer a los niños. A través de testimonios de la Escuela de Odenwald, de orientación pedagógica reformista, y el Colegio Canisio, católico, se hizo visible la punta del iceberg, que esconde bajo la superficie de lo percibido sus verdaderas proporciones: el horror de la violencia sexual contra niños en el entorno social cercano. Quien quería enterarse en el año 2010, podía enterarse. Quien no quería enterarse, también se enteraba. No había vuelta atrás después de ese reconocimiento.

En la página web del Parlamento Alemán se puede leer ahora: “Uno de cada cinco niños en Europa experimenta violencia sexual”. Estas cifras sobre violencia sexual se conocen desde hace décadas. En ese entonces sucedió poco o nada a favor de los niños afectados. Sólo que este “poco o nada” ha cambiado. Actualmente es un “poco o nada” distinto.

¿Qué sucede en instituciones en las que hay niños? ¿En las escuelas, jardines de infancia, asociaciones deportivas? Allí los responsables han construido algo extraño, lo que yo llamo los cuatro errores básicos sobre la violencia sexual.

Primero: no ocurre aquí. La violencia sexual se da en todas partes en la sociedad, en todos los contextos sociales, independientemente del estatus socio-económico, pero no entre nosotros.

Segundo: no ocurre ahora. La violencia sexual es un delito del pasado. Ahora todos los niños en nuestra institución están seguros.

Tercero: se trata de casos aislados. El lenguaje traiciona al sistema. El caso aislado se menciona en plural. Un humorista de cabaret ha designado a la Iglesia católica como una víctima del “mayor tumulto de casos aislados de la historia”.

Y cuarto: no es tan grave; ya pasó. Los hechos ocurrieron hace mucho; el tiempo, como se sabe, sana todas las heridas.

De estos errores se aprovechan todos los que quieren que las cosas continúen como hasta ahora».

SILENCIANDO A LOS INOCENTES

James Rhodes, pianista clásico británico

James Rhodes, pianista clásico británico

James Rhodes, nacido en Londres en 1975, es un connotado pianista clásico británico. Desde los 6 a los 10 años de edad fue violado sistemáticamente por un profesor de educación física, lo cual le dejó secuelas físicas y psicológicas, incluyendo daño a la columna vertebral y un trastorno por estrés postraumático.

El año pasado quiso publicar su autobiografía (Instrumental: A Memoir of Madness, Medication and Music), donde además de plasmar su amor por la música y su optimismo ante la vida, narraba con crudos detalles los abusos sexuales de los cuales fue víctima durante su infancia.

Sin embargo, la publicación fue bloqueada por una denuncia de su ex esposa, quien arguyó que exponer a la opinión pública los relatos de los abusos le causaría daño psicológico al hijo común de ambos, de 12 años de edad, diagnosticado con síndrome de Asperger.

Si bien en octubre de 2014 el músico obtuvo un fallo desfavorable, apeló, y en mayo de este año la Corte Suprema autorizó la publicación del libro, en base a la libertad de decir la verdad. Si Rhodes había sufrido lo que había sufrido, tenía el derecho de contarlo. Su historia revestía interés público y no había lugar en ella para el secreto.

Rhodes logró así romper ese círculo vicioso, donde se presiona y extorsiona a la víctima para que guarde silencio, a fin de supuestamente evitar daño a otras personas o no perjudicar su propia reputación o la de una institución.

Por ejemplo, hasta en la misma Iglesia católica algunos representantes le han echado la culpa del escándalo a las víctimas, cuando éstas han tenido la valentía de hablar.

(Columna publicada en Exitosa el 14 de octubre de 2015)

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El abusador sexual de James Rhodes se llamaba Peter Lee y trabajaba a tiempo parcial como entrenador de boxeo en la escuela para niños St. John’s Wood en el norte de Londres. Cuando finalmente en una entrevista Rhodes habló por primera vez de los abusos de que había sido víctima, el ex director de la escuela —quien se había dado cuenta de que algo andaba mal con el niño pero no sabía qué—, se adelantó y presentó una denuncia ante la policía. Se levantaron cargos contra Lee, pero murió antes de poder ser llevado a juicio. Como ocurre en muchos casos, el abusador murió en la más absoluta impunidad.

Lo único que le quedaba a James Rhodes era poder contar su historia abiertamente y así exorcizar los fantasmas que lo acosaban en su infierno personal y que lo llevaron a pasar un tiempo en un hospital psiquiátrico. Nuca se imaginó que iba a tener que luchar durante 14 meses en los tribunales para poder ejercer ese derecho.

En el veredicto de la Corte Suprema del 20 de mayo de este año se lee lo siguiente:

«Una persona que ha sufrido de la manera en que el apelante ha sufrido y que ha luchado para sobrellevar las consecuencias de su sufrimiento de la manera en que ha luchado, tiene el derecho de contarle al mundo al respecto. Y hay en otros un correspondiente interés público capaz de escuchar su historia de vida en todo su hiriente detalle.»

Tamsin Allen, el abogado de Rhodes, añade:

«Al anular el requerimiento, la Corte Suprema ha reafirmado la importancia fundamental de la libertad de decir la verdad, incluso si la verdad es brutal o traumática.

Ha restringido las vías en que hechos verdaderos puedan ser sujetos a requerimiento en el futuro, y ha asegurado que un caso como éste nunca más vuelva a suceder al abolir elementos del agravio en los cuales se basa la demanda. Como ha reconocido la Corte Suprema, estas memorias constituyen una obra importante cuya publicación es sencillamente de interés público.

No hay lugar para el secreto en esta historia.»

El mismo James Rhodes ha declarado lo siguiente sobre su libro:

«Supongo profundamente que siempre sentí que [el libro] era para aquellos que no pudieron encontrar las palabras —o la oportunidad— para hablar fuertemente o ponerlas por escrito. Y desgraciadamente hay muchos de ellos.»

Pero también es «un libro sobre música. Es una historia de amor, es un libro para Hattie, mi esposa, que es la cosa más maravillosa que jamás haya habido. Es un libro sobre mi hijo, sobre compositores, sobre las vidas extraordinarias que tuvieron esos compositores y músicos, es sobre todas las cosas que son importantes para mí. Yo no quiero ser siempre “el tipo que sufrió abusos de niño” antes que “el tipo que es Piscis; el tipo que mide 5 pies y 11 pulgadas … 10½ … vivo en Queen’s Park; estoy casado con una mujer que merece nota 10, cuando yo en el mejor de los casos sólo merezco cinco y medio o seis en un día realmente bueno; toco el piano”.

Todas esas cosas juegan un rol en quién soy como persona. Todo tiene igual peso. Yo quiero que el abuso sexual tenga su lugar al lado de otros temas como la música y la creatividad, sin ese estremecimiento visceral de “Oh no, no podemos hablar de eso”.»

En el libro, Rhodes escribe sobre «el impacto que tiene una violación sobre la persona. Es como una mancha que siempre está presente».

He aquí algunos textos tomados del libro:

«Abuso. Qué palabra. Abuso es cuando le dices a un policía de tránsito que se vaya a la mierda. No es abuso cuando un hombre de 40 años fuerza su verga en el culo de un muchacho de seis años. Eso ni siquiera se acerca a lo que es un abuso. Eso es violación agresiva. Lleva a múltiples cirugías, cicatrices (dentro y fuera), tics, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, pensamientos de suicidio, auto-lesionamiento vigoroso, alcoholismo, adicción a las drogas, los más jodidos complejos sexuales, confusión de género (“pareces una niña, ¿estás seguro de que no eres una niña?”), confusión de sexualidad, paranoia, desconfianza, mentiras compulsivas, desórdenes alimenticios, síndrome de estrés postraumático, desorden de personalidad múltiple, etcétera etcétera etcétera.»

«Yo pasé, literalmente de la noche a la mañana, de ser un niño lleno de vida, bailarín, revoltoso y sonriente que estaba disfrutando de la seguridad y aventura de una nueva escuela a ser un autómata tieso, rígido y apagado. Fue inmediato y traumático, como ir alegremente en un camino soleado y que se abra de repente una trampa y que te arrojen a un lago gélido.»

«¿Quieres saber cómo arrancar al niño que hay en un niño? Fóllalo. Fóllalo repetidas veces. Pégale. Sujétalo y métele cosas adentro. Dile cosas de él mismo que sólo pueden ser verdad en las mentes más tiernas antes de que la lógica y la razón estén plenamente formadas y quedarán arraigadas en él y formarán parte integral e indiscutible de su ser.»

«Quizás algún día perdone al Sr. Lee. Que eso ocurra es más probable si encuentro la manera de perdonarme a mí mismo. Pero la verdad, para mí en todo caso, es que el abuso sexual de niños rara vez o nunca termina en perdón. Sólo lleva a auto-inculpación, a una visceral furia y vergüenza dirigidas contra uno mismo. Pero traer a la luz temas como éste es de inmensa importancia. Y recibir cientos de mensajes de apoyo y agradecimiento de personas que también han pasado por experiencias similares fue para mí un indicador de que se necesita hablar aun más al respecto.»

Refiriéndose a todo lo que tuvo que pasar ante los tribunales para poder contarle al mundo su verdad, Rhodes declaró:

«Ésta no es la manera de hacerlo. Me hizo sentir mal, pero mírame ahora: soy feliz, estoy casado, estoy funcionando… Recordamos a los perpetradores, recordamos a Savile [moderador de la BBC que abuso sexualmente de cientos de menores de edad], pero las víctimas son amontonadas todas en esta masa silenciosa. Yo pienso —¡joder!— que cada una de estas víctimas tendrá en su meñique mil veces la humanidad de mil Jimmy Saviles, y bravura, y fuerza y resistencia.»

Con su ejemplo, James Rhodes nos muestra que el foco de atención no debería estar dirigido hacia los Hannibal Lecters que silencian a los inocentes devorando la sustancia de sus vidas y quitándoles toda esperanza. Ha llegado la hora de las víctimas, de romper el muro del silencio y hablar con franqueza. Para que estos crímenes nunca más queden impunes. Ni las víctimas desatendidas y abandonadas.

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FUENTES

The Law Society Gazette
Supreme Court overturns ban on James Rhodes autobiography (20 May 2015)
http://www.lawgazette.co.uk/law/supreme-court-overturns-ban-on-james-rhodes-autobiography/5048933.fullarticle

The Guardian
Pianist James Rhodes wins right to publish autobiography telling of abuse (20 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/20/concert-pianist-james-rhodes-wins-right-to-publish-autobiography
James Rhodes judgment: quotes from autobiography detail pianist’s ordeal (20 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/20/james-rhodes-judgment-quotes-autobiography-detail-pianist-ordeal
James Rhodes interview: ‘It’s important to say that bad things happen – and we don’t lie about it’ (23 May 2015)
http://www.theguardian.com/music/2015/may/23/james-rhodes-pianist-interview