TESTIMONIO COMPLETO

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Yo soy Matías en el libro Mitad monjes, mitad soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Terminé de redactar mi testimonio, aquel en que se basa el capítulo correspondiente del libro, el 28 de agosto de 2011, teniendo como guía un cuestionario que me envió Pedro por correo electrónico. Dado que en un libro de esas características resulta imposible incluir toda la riqueza de contenidos de mi reflexión sobre mi experiencia sodálite, incluyo aquí el testimonio completo.

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TESTIMONIO DE MARTIN SCHEUCH (MATÍAS)
Fecha: 28 de agosto de 2011

Tenía 14 años de edad cuanto tuve mi primer contacto con el Sodalitium Christianae Vitae (SCV) allá en el verano del año 1978 [ver mi escrito donde narro esta experiencia, SODALITIUM 78: PRIMERA ESTACIÓN].

Estaba yo en la adolescencia, cuestionando por primera vez el sentido de mi existencia y buscando mi lugar en el mundo. De hecho, no me gustaban las perspectivas que se me presentaban, pues sentía una enorme insatisfacción respecto al ambiente social de clase media limeña en el cual había crecido. Mi búsqueda se canalizaba entonces a través de lecturas diversas de autores como Hermann Hesse, Rabindranath Tagore y Khalil Gibran, y el rock progresivo de grupos como Pink Floyd, Yes, Queen, Genesis, The Alan Parsons Project, intérpretes como Rick Wakeman y Mike Oldfield, y encontraba un desfogue a la rebeldía en grupos de rock pesado como Led Zeppelin, Deep Purple y Sweet.

Lo que me atrajo del SCV fue algo que se fue perdiendo con el tiempo, a saber, un espíritu medio bohemio unido a un espíritu contestatario frente a los estilos de vida conformistas presentes en la sociedad de entonces, y que lamentablemente han perdurado hasta ahora. El SCV se ha ido acomodando en cierta medida a esos estilos, buscando presentar un rostro respetable sobre todo frente a los miembros de las clases acomodadas del Perú, ocultando sus raíces cuestionables. Pero entre esos orígenes y el presente se extiende la historia de un sistema que ha manipulado las conciencias de sus miembros y ha servido para satisfacer las ansias inconfesables de su fundador, que para mí se reducen al deseo de poder. Los casos de escándalos sexuales son una consecuencia de este sistema, donde probablemente los mismos abusadores sean a la vez víctimas, como sospecho que ocurrió en el caso de Germán Doig. Es una constante que antes se ha verificado de similar manera en el caso de los Legionarios de Cristo.

Mi familia era normal, dentro de los estándares limeños. Mi madre tenía un carácter extrovertido, que irradiaba alegría y pasión por la vida, pero a la vez dominante y con frecuentes arranques de irascibilidad, lo cual había anulado en mí la espontaneidad y me había convertido en un joven sumamente introvertido. Mi padre tenía más bien un carácter tranquilo, reservado, y yo diría hasta ausente, que se había acentuado a raíz de la enfermedad de Parkinson que padecía. En esos momentos la relación con mis padres no estaba pasando por un buen momento, y el SCV me daba la oportunidad de lograr independencia y autonomía, por lo menos psicológica.

En el colegio tenía indicadores muy buenos: sobresaliente en conducta, además de las mejores notas de mi clase. Y sin mucho esfuerzo, porque asimilaba los aprendizajes con facilidad y no tenía que dedicarle mucho tiempo al estudio. Sin embargo, andaba desorientado, pues la sociedad limeña de entonces no se me presentaba con perspectivas atrayentes que satisficieran mis deseos de lograr algo valioso en este mundo.

El surgimiento y desarrollo del SCV no hay que entenderlo sólo como expresión del deseo de poder y significado del que es considerado su fundador, Luis Fernando Figari. Su atractivo radicaba en que ofrecía una manera de redescubrir la experiencia cristiana desde una perspectiva más aventurera, contestataria y comprometida que la que ofrecían las mediocres formas de vida de las parroquias y de los educadores católicos que habíamos conocido. Dentro del SCV el cristianismo adquiría individualmente características subversivas y hasta revolucionarias como las que había en los movimientos de izquierda, aunque luego todo ello quedara mitigado por la alergia institucional a todo lo que fuera participación en la política y una ideología de derechas extremadamente conservadora.

Lo más cerca que estuvo el Sodalitium de una acción política fue la publicación en 1978 del libro Como lobos rapaces de Alfredo Garland, un panfleto de denuncia contra la teología de la liberación disfrazado de investigación periodística. Aunque luego el SCV se deslindara del asunto, arguyendo que se trataba de una obra escrita “a título personal” por Garland, en verdad toda la institución estuvo detrás de la elaboración y posterior difusión del libro. Esta manera doble de proceder se convertiría luego en una constante dentro de la historia del SCV, negando su participación en eventos, acciones, empresas, instituciones que promovieron, pero a las cuales les ponen encima el rótulo de “a título personal”. Yo no conozco nada que haya efectuado un sodálite en cuanto tal que pueda ser calificado verdaderamente de “a título personal”. Lo que hace un sodalite en el ámbito público siempre ha sido autorizado previamente por la institución y es avalado por ella, pues las iniciativas particulares —así como el pensamiento propio— nunca se han permitido en el SCV.

Sin embargo, aun cuando no tengo motivos para dudar de las buenas intenciones que había detrás del proyecto inicial, las metodologías que se aplicaron para hacer proselitismo y conservar a los miembros son bastantes cuestionables, pues todas ellas pueden resumirse en un solo término: intrusión en la conciencia y en la intimidad psicológica de las personas. El concepto de diálogo no existía. Lo que comenzaba aparentemente como un diálogo terminaba en la aplicación de técnicas de manipulación para lograr desnudar psicológicamente a la persona y, ante su desvalimiento interior, conducirla a la aceptación de la doctrina y el estilo de vida que planteaba el SCV. Técnicas de este tipo eran:

  • las conversaciones que devenían en interrogatorios con preguntas incómodas;
  • las introspecciones en grupo que se hacían en los retiros en lugares apartados donde había prácticamente un aislamiento del entorno normal de vida;
  • la aplicación de shocks psicológicos, haciendo que las personas tomaran contacto con realidades impactantes e insufribles, para luego presentarse como respuesta ante el desconcierto generado —como, por ejemplo, la dinámica aplicada en retiros donde alguien se hacía pasar por un enfermo terminal, o la proyección de películas de shock en los dos primeros Convivios: Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) y Centinela de los malditos (The Sentinel, Michael Winner, 1977)—;
  • la aplicación de tests psicológicos a menores de edad efectuada por personas no profesionales y sin conocimiento ni autorización de los padres, para “conocer” mejor al candidato, y en el caso de mayores de edad la imposibilidad de negarse a la aplicación de estos tests en virtud de que eso se consideraría un acto de rebelión contra la autoridad y la comunidad misma;
  • otras medidas extrañas que fueron aplicadas en casos excepcionales en los inicios del SCV como, por ejemplo, emborrachar al candidato para romper sus defensas psicológicas y poder “entrarle”, es decir, irrumpir en su intimidad psíquica y sacar a luz sus problemas personales para luego ofrecerle el estilo de vida sodálite como un camino de redención personal.

En muchos de los métodos el objetivo claro —y expresado explícitamente— era lograr que el individuo “llore”, señal de que ya se habían “quebrado” y, por lo tanto, ya estaba “abierto a la acción de la gracia”. En realidad, abierto a determinada gracia que iban a perpetrar contra él aquellos que le habían hecho “apostolado”: convertirlo en uno más de los miembros cortados con la misma tijera que ha tenido y tiene el SCV, por lo general con el cerebro lavado.

Hace algunos años leí un libro sobre las Juventudes Hitlerianas, y me sorprendió el hecho de que hubiera varias semejanzas con el Sodalicio que yo había conocido. Si bien no hay uniformes en el Sodalicio, sí hay una manera de vestir por la cual se distingue claramente a sus miembros (pantalones de vestir de colores claros, camisa de color claro sin ningún detalle llamativo de diseño, calzado de estilo muy parecido), y de hecho en eventos públicos y ceremonias litúrgicas solemnes se presentan con terno azul, con un aspecto que hace pensar de inmediato en un grupo uniformado. La creación de una especie de mística colectiva mediante el uso de símbolos, canciones entonadas al unísono con voz fuerte y marcial, y el gusto por eventos de masas donde la asistencia es obligada (por consigna) con despliegues espectaculares de acciones simbólicas —actualmente con ayuda de las modernas tecnologías audiovisuales— son otros puntos donde el Sodalicio corre por caminos similares a lo que recorrieran las Juventudes Hitlerianas.

A eso le sumamos el culto a la personalidad del líder, en este caso Luis Fernando Figari. Dotado de una personalidad compleja de difícil definición, Figari buscó conducir el Sodalicio desde sus inicios como si de un padre se tratara. De hecho, se presentaba como alguien que estaba preocupado por nuestro bien más que nuestros padres carnales, y de este modo se erigía como figura paterna sustitutiva, a la cual se le debía obediencia. Es difícil juzgar las intenciones que tenía. Sólo me consta que se veía a sí mismo como alguien elegido por Dios para crear una institución que iba darle nueva vitalidad a la Iglesia, que se iba a constituir en una respuesta para los tiempos actuales. Y si bien manifestó en los inicios del Sodalicio cierta reticencia a mostrarse como una figura de culto, posteriormente, ya en la década de los 80, cuando ya se había fundado el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), le oí decir una vez en la desaparecida comunidad sodálite de San Aelred situada en la Av. Brasil que no le quedaba otra alternativa, muy a su pesar, y que a semejanza de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, debía acceder a convertirse en un líder a quien se le mirara ante todo con veneración. No sé cómo llegó a esta conclusión, pero curiosamente presentaba este proceder como un sacrificio que debía hacer. Por otra parte, Luis Fernando asumió bien este rol y permitió que se tejiera un halo de veneración alrededor de su persona, evidente en los eventos multitudinarios donde se creaba expectativas respecto a su llegada y finalmente su presencia era aclamada como el momento culminante del evento.

Si bien Luis Fernando tiene una personalidad dominante, ello ha ido siempre acompañado de una cierta vulgaridad que afloraba con frecuencia en su lenguaje coloquial y de una falta de naturalidad en su aproximación a las personas. No recuerdo nunca que se haya relacionado con nadie a un nivel de igualdad, como lo haría cualquier persona normal con otras personas con las que entra en contacto. Luis Fernando siempre tenía que ocupar un lugar especial o aparecer como el centro de cualquier actividad. Cuando visitaba las comunidades, se preparaba el ambiente como si fuera a venir un elegido, dotado de un don divino único. Conozco a muy pocas personas que se hayan atrevido a contradecirle.

En el Sodalicio siempre se le ha presentado como un gran pensador, y sus palabras, recogidas en folletos y otras publicaciones, además de los numerosos artículos que ha escrito, han sido lectura obligada de la gente perteneciente al SCV y al MVC y considerados como clave para interpretar la realidad. Un análisis a fondo nos permite descubrir en esos textos las características de una ideología religiosa, pero ideología al fin y al cabo, basada sobre todo en fuentes librescas, que oculta su falta de originalidad y profundidad a través del uso frecuente de términos crípticos. Se trata de un discurso mediocre que se ha ido repitiendo hasta el cansancio sin mayores variaciones año tras año, un discurso que no admitía ninguna observación crítica por parte de nadie. El mismo Luis Fernando nunca ha aceptado ser entrevistado por nadie que pudiera tuviera una actitud crítica hacia él, y ha solido mantenerse alejado del ámbito público, siendo otros los que dan la cara por el Sodalicio. De alguna manera, ello ha reforzado su imagen de personalidad objeto de culto dentro de las asociaciones que él ha fundado.

¿Podría decirse que fundó el Sodalicio y sociedades afines como entramado para ocultar bajas pasiones y vicios ocultos? No creo que haya sido así desde un inicio. Yo casi nunca vi nada extraño que me hiciera sospechar. O quizás la lucha contra mis propios demonios personales no me permitió darme cuenta de ello. Soy de la opinión de que posiblemente hubiera mucho de sincero en sus intenciones. Aún así, no dudo tampoco de que haya habido un lado oscuro y turbio, que pudo existir gracias a que el estilo de vida demasiado exigente que se propugna en el Sodalicio no sólo permite sino que empuja a las personas para que tengan una doble vida donde por un lado, con las mejores intenciones, buscan cumplir con el ideal de santidad que se les propone, pero a la vez se hacen incapaces de manejar adecuadamente su sexualidad, por una falta de una actitud natural y humana hacia este aspecto de la vida.

Resulta también curioso que no se sepa que Luis Fernando haya tenido alguna vez un enamoramiento con una chica, y que más bien le haya escuchado con frecuencia comentarios misóginos, como «¡a la mujer con la punta del zapato!», misoginia que se transmitía de alguna manera hacia sus discípulos, que a veces decían cosas como «mujer buena, sólo la propia madre y la Virgen».

Una cosa extraña en él era un temor obsesivo a contagiarse enfermedades, que llegaba hasta el punto de que a veces dejaba de dar la mano a las personas o cancelaba una visita a una comunidad si se enteraba de que uno de sus integrantes estaba enfermo, o ese afán de tener siempre a la mano pañitos con alcohol para desinfectarse las manos. También es extraño el deseo de que se le complaciera en todo, de modo que si llegaba a una comunidad y no había lo que a él le gustaba, el encargado de suministros (llamado encargado de temporalidades) podía ganarse un problema. De este modo se compraba varios tipos de bebidas gaseosas y bocaditos, que debían estar muy bien presentados, ante una eventual visita de Luis Fernando, aunque posteriormente no se consumiera todo.

Si nos vamos al tema de las estrategias de coerción psicológica, yo creo que todo el sistema de captación y formación está atravesado por la coacción y la manipulación de las conciencias, pues el Sodalicio no admite una pluralidad de opiniones en su seno. Aun cuando proclamen estar a favor de la libertad de las personas, la idea de libertad es entendida de una manera restrictiva, de modo que se cree que sólo se puede ser libre si se acepta el pensamiento único que la institución postula a través de su fundador y sus seguidores. En reuniones, cuando se pide la opinión de las personas sobre un punto, se trata sólo de una táctica para llevarlas a aceptar la verdad que los miembros de la institución proponen. Para lograr este fin consideran como válidas ciertas técnicas de manipulación psicológica. Y si bien hay casos excepcionales de maltrato extremo, relatados por varios testigos, se trata de hechos ocasionales, pues el maltrato más frecuente son las conversaciones y reuniones para ir metiendo la propia ideología en las cabezas de las personas, donde se recurre con frecuencia a la burla, el insulto, la orden de guardar silencio e incluso a veces a las amenazas de castigos (ayunos obligados, privación de sueño, actividades absurdas sin ninguna finalidad, etc.). Ni qué decir, por lo general la autoestima sale bien perjudicada.

Respecto al tema sexual, debo confesar que no vi nada realmente extraño que me llamara la atención. De ciertos hechos me he venido a enterar recientemente. Ya he hablado sobre mi experiencia en un escrito más detallado. Sin embargo, viene a mi memoria un hecho bastante extraño que ocurrió en el año 1979 cuando yo tenía unos 16 años y mi consejero espiritual era B. Durante una sesión de consejería ocurrida en una de las pequeñas salas habilitadas para esto fines en la desaparecida comunidad sodálite de San Aelred, situada en Magdalena en la Av. Brasil, en un momento interrumpió nuestra conversación y entró a los recintos de la comunidad —a los cuales estaba prohibido entrar sin permiso y que estaban separados de las salas de recepción por una puerta donde había un cartel con la palabra PRIVADO—, dizque para consultar un asunto con Germán Doig, por entonces superior de esa comunidad. Cuando regresó, me ordenó que me desvistiera. Una vez hecho esto, me dijo que debía abrazar una enorme silla que allí estaba y fornicarla, en realidad simular que la fornicaba. Cumplí la indicación de manera muy torpe, si bien con cierta reticencia inicial de mi parte. De hecho, me sentí bastante incómodo. Aun cuando B mantenía baja la mirada y también se mostraba evidentemente incómodo ante la situación, yo sentí que se me estaba haciendo violencia interior, aunque el fin aparente de todo ello era simplemente romper las muchas barreras psicológicas que yo tenía a esa edad y que me habían convertido en una persona excesivamente reprimida. La situación no duró mucho y B me pidió que me vistiera nuevamente, y me preguntó si me sentía mejor. Le dije que sí, y no le di mayor importancia al asunto, pues los sodálites nos tenían acostumbrados a cosas raras, pero hasta ahora ninguna había tenido la connotación sexual que tenía esa experiencia. Vista a la distancia, no considero esta experiencia como un intento de abuso sexual, sino como una manipulación y violación de la conciencia mediante el sometimiento a una situación vergonzosa de connotación sexual que atenta contra la intimidad personal. El hecho de que B haya consultado la medida me lleva a pensar que se trataba de una táctica que ya se había aplicado en otras ocasiones.

Mi alejamiento del SCV ha sido progresivo y nunca se ha oficializado definitivamente. Salí en 1993 de una comunidad por acuerdo mutuo debido a incompatibilidades con la vida comunitaria. Es una historia larga y compleja que algún día relataré en todos sus detalles [ver SODALITIUM 92: MOMENTO DE DECISIÓN, SODALITIUM 92: ÚLTIMA ESTACIÓN… SAN BARTOLO, SODALITIUM 93: ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE]. La salida no fue fácil, debido al concepto estrecho de “vocación” que siempre se ha manejado en el Sodalicio, a saber, que si uno se aleja del camino al cual ha sido llamado —llámese instituto o estilo de vida—, pone en riesgo su salvación eterna. Se trata de de un concepto que no tiene en cuenta la diversidad de la experiencia humana ni de las situaciones y caminos que uno tiene que recorrer en la vida y que no respeta la conciencia, además de carecer de sustento en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia.

Debido a eso, pasé unos siete meses de angustia en una de las casas de formación de San Bartolo, sujeto a una disciplina monacal que yo mismo acepté: levantarse a las cuatro de la madrugada, darse un chapuzón en el mar helado, rezar y hacer otras actividades devotas y espirituales hasta las seis de la mañana, participar luego de las actividades habituales de la comunidad durante el resto del día hasta las ocho de la noche, en que me iba a acostar antes que los demás. Otros que estaban sujetos a la misma disciplina, aunque debido a circunstancias muy distintas a la mía, eran FRP y RI. Llegué incluso a desear la muerte en varias ocasiones para no tener que tomar una decisión que me aterraba. No había obstáculo físico que me impidiera irme, pues al contrario de otros que entraron en “crisis” y fueron enviados a San Bartolo, yo no tenía a nadie que me acompañara y vigilara cada vez que salía a la calle. Sin embargo, me sentía aprisionado por unos barrotes interiores, por una ideología que me había sido metido a fondo en el alma y que me hacía prever un tremendo fracaso personal en caso de que tomara las de Villadiego. Lo más angustiante era la incertidumbre de no saber cuándo iba a terminar este martirio. No fue hasta poco antes de finalizar ese tiempo en San Bartolo en julio de 1993 que supe cuándo iba a terminar mi estadía allí.

Las consecuencias de haber estado durante más de once años en comunidades sodálites fue, en primer lugar, que no tenía una formación profesional que me permitiera ganar lo necesario para tener un nivel de vida decente y salir adelante. Sólo tenía un título de Licenciado en Teología, y daba clases en el Instituto Superior Pedagógico de Educación Catequética (ISPEC), que pertenecía al arzobispado de Lima y era dirigido por la Hna. Julia Estela, una anciana monja dominica de armas tomar que siempre me apoyó, incluso cuando dejé de ser un consagrado sodálite. Ganaba poco, aun cuando también di clases en colegios particulares, en el Instituto Superior Pedagógico Marcelino Champagnat (convertido luego en Universidad) y en el desaparecido Instituto Superior Pedagógico Nuestra Señora de la Reconciliación.

Además, mi adolescencia no había transcurrido por los cauces normales, y descubrí que a los 30 años de edad todavía tenía que madurar varios aspectos de mi persona que habían quedado relegados durante mi experiencia sodálite.

Haber salido de comunidad en esa época conllevaba consigo una mala reputación frente a la mayoría de los miembros del SCV y del MVC. No obstante mi deseo de seguir contribuyendo con mi esfuerzo y mis talentos al desarrollo de varias actividades de la institución, fui poco a poco siendo relegado, marginado, e incluso se comenzó a hablar mal de mí por lo bajo, tal vez a consecuencia de mi capacidad crítica y de la libertad que manifestaba para expresar lo que yo pensaba. Lo cierto es que se me creó una mala fama, lo cual unido a la marginación soterrada a la cual se me sometió y a las escasas oportunidades de trabajo debido a mi falta de experiencia laboral —por haber estado tanto tiempo en el comunidades sodálites—, no obstante haber obtenido el título de Magister en Administración de Negocios de ESAN (Escuela de Negocios para Graduados), llevaron a que finalmente tentara suerte en Alemania, aprovechando que también poseía la nacionalidad germana.

Finalmente, el poder observar desde lejos lo que sucedía en el SCV y el MVC me hicieron ver con mayor claridad cómo los gérmenes de decadencia iban creciendo en la institución, siendo la gota que colmó el vaso la expulsión sin causa conocida de Germán McKenzie y la detención de Daniel Murguía por acciones pedófilas en el centro de Lima.

Resumiendo, el precio que tuve que pagar por haber pasado por el SCV es:

  • una madurez obtenida a trompicones a una edad tardía;
  • la falta de una adecuada formación profesional para salir adelante en la vida;
  • la marginación, la calumnia, la incomprensión hacia mí persona;
  • el exilio, una especie de condena dictada por las circunstancias pero que fue también la oportunidad para alcanzar el goce de una libertad lograda a machetazo limpio.

Por lo general, el procesamiento de las experiencias vividas en el Sodalicio suele demorar años, en la mayoría de los casos que conozco más de una década, pues el hecho de que la ideología de la institución sea grabada a fondo en la psique de las personas equivale a una suerte de lavado de cerebro, a tal punto que muchos que han abandonado la institución se sienten al principio como traidores. En mi caso personal no fue así. Yo busqué durante años, una vez terminada mi experiencia comunitaria, mantener la lealtad hacia la institución y hacia unos principios basados en la fe cristiana que por convicción personal mantengo. Y puedo dar testimonio de que fui traicionado por la institución en repetidas ocasiones. Hasta que llegó el momento de ver con claridad de que eran pocas las esperanzas de que hubiera un cambio, y que la fidelidad a mi conciencia tenía más importancia que la fidelidad hacia una institución que ha traicionado los principios en los cuáles afirma basarse y que, en consecuencia, ha hecho daño a muchas personas.

9 pensamientos en “TESTIMONIO COMPLETO

  1. Martin, eres muy valiente. El Señor está de tu lado.
    Se necesita ser valiente para comentar todo esto y en nombre de la Iglesia Católica te pido perdón y disculpas por todo lo que se te ha hecho.
    Soy profesor universitario en una universidad en USA (California) y admiro tu valentía.
    Un abrazo y cuentas con mis oraciones. Estuve dictando clases hace poco en España y oré por ti y por todo ese revuelto de suciedad de FIGARI, que como diría San Miguel, que el Señor te reprenda.

    Carlos

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  2. «(…)…pero hasta ahora ninguna había tenido la connotación sexual que tenía esa experiencia.»

    – Ese fue uno de los trucos, que la evidente connotación sexual de diversas prácticas se mantenía revestida de una ‘luminosidad espiritual’ que cegaba al que lo habían acostumbrado a no pensar, a no interpretar, a creer que todo era por su ‘bien’.
    Esto es una prueba del ESTADO DE CONCIENCIA al que se lleva a los miembros «elegidos» por los perversos para sus prácticas. El tipo de estructura psíquica que se regocija en la visión de prácticas humillantes que conllevan una connotación sexual es bastante conocida.
    En formadores reprimidos tampoco hay una absoluta conciencia de que lo que hacen es un acto sexual y que el regocijo se da en el subconciente, otros sí lo saben perfectamente y lo hacen adrede. Allí no hay vuelta que darle.

    Aquí la ingenuidad de la víctima tiene dos vertientes, la manipulación psicológica y la nula experiencia en vivencias e información acerca del erotismo en general, de lo que se aprovechan los abusadores. Cuántos desinformados deben haber pasado por allí, que se hicieron aún más ‘ingenuos’ ? Cuántas prácticas llevaban una connotación sexual y/o sádica sin que los formantes de las casas se percaten de ello ? Cuántos no habrán podido distinguir que la humillación era una gratificación para el victimario, sin que éste último lo exprese de esa forma ? Y claro que no lo va a expresar !
    El jueguito era decirles que se quería forjar un temple en ellos, en el fondo no era sino un acto sexual realizado por un pervertido a costas de un ingenuo a quien se le tapaban los ojos. Este fenómeno se ha dado en un sinfín de hogares infantiles en los que pederastas y sádicos han hecho de las suyas, según nos cuenta la historia criminal, hay un montón de ejemplos de ello. Aquí en alemania se dió hace un par de años otro caso en el sur, el gobierno decidió cerrar ese hogar de niños a los tres días de enterarse.

    El ambiente en el que se dan abusos sexuales se vuelve hermético, tanto por el interés y vergüenza de las víctimas como por el de los victimarios.
    Es normal que en instituciones en las que el abuso es parte del sistema, los que no fueron abusados no se enteren de lo que ocurre tras puertas cerradas. Se enteran años después por las víctimas y no por los abusadores, en cuanto que ellas ganan otra perspectiva del problema y de la situación al alejarse del movimiento, entonces hablan. Y las que siguen adentro probablemente callarán más tiempo o para siempre, dañando irremediablemente a su movimiento. Si los de adentro hablaran, ellos mismos se encontrarían en una posición imposible de administrar psicológicamente.

    Y tomando en cuenta este hermetismo, que es el mismo que se dió en otros movimientos con «características» similares, podrá o querrá verlas el visitador de las casas sodálites Mons.Fortunato Pablo Urcey, Obispo prelado de Chota ? Tendrá al menos una conversación clara con el sodálite sádico oscar tokomura, que recién hace unos meses publicó otro «libro sodálite» con el título de «vivir reconciliado» ? O con Baertl ? O con el resto ? Ya dijo que su prioridad es salvar el «carisma» sodálite y no investigar. Sospecho que no le interesa, y los sodálites contentos con eso.

    Esto es un asco, en que los valores de la sociedad entran en colisión frontal con los intereses de la Iglesia. O no es así ?

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  3. Estimado Sr. Martin: gracias por su testimonio. La verdadera Fe no se deposita en los hombres, ni en las instituciones, se deposita en el Sr. Jesús. Si usted le dio su vida al Señor, el se encargará de colocar cada pieza del rompe cabeza en su lugar. Y muchas veces aunque nos parezca que nuestro esfuerzo es en vano, Dios actúa de una manera sumamente misteriosa. Por cada persona a la cual usted le transmitió la fe y la vida, hay una recompensa esperándolo más en el cielo que en la tierra. Considero que usted tiene mucho talento, pídale a Dios (y todos pedimos por ello) con mucha humildad que le permita encontrar ese espacio que usted tanto anhela si ello sirve para Gloria del Señor y le permite ser santo. Dios le bendiga.

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    • @clarita
      Si usted le dio su vida al Señor, el se encargará de colocar cada pieza del rompe cabeza en su lugar. Y muchas veces aunque nos parezca que nuestro esfuerzo es en vano, Dios actúa de una manera sumamente misteriosa.

      Y en quienes sufrieron maltratos físicos y psicológicos, fueron abusados sexualmente
      ¿también era Dios «actuando de manera sumamente misteriosa» ?

      En verdad indigna leer algunas sandeces, y como dice Ignacio Larrañaga, ante el sufrimiento ajeno hay ocasiones en que es preferible guardar respetuoso silencio.

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    • Quizá es muy pronto para pedirle una autocrítica a la única integrante de la «familia Sodalicio» que aún defiende a su institución en este blog. Debe ser devastador enfrentarse a las evidencias del abuso sistemático perpetrado por los líderes del Sodalicio, debe producir profunda vergüenza el ser parte de una institución que albergó a tantos abusadores conocidos (Figari, Doig, Daniels, Murguía, entre otros) y que la justicia civil no los haya sancionado, entre otras cosas por la complicidad y socapamiento de la propia institución y hasta ahora de las autoridades de la iglesia. Sus respuestas, ya sin argumentos, sólo muestra la precariedad que reina en su institución. Es una pena que los esfuerzos y planteamientos de Martín, y otros como él, que apostaron por una reforma del SVC no hayan sido escuchados por quienes amaban a su institución.

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      • Necesita probablemente más casos de pederastía y abuso sexual, o sodálites convictos, y como figari seguirá atrás de los hilos de todo el sodalicio logrará convencerla que «están siendo perseguidos» y que todo es un «signo de contradicción». De lujuria y patologías psíquicas no dirá ni una palabra. Sospecho que es el tipo de persona que necesita ver a ese movimiento total y moralmente destruído para culpar a los demás. Incapaz de reaccionar o de tomar responsabilidad frente a la influencia de un megalómano lujurioso, lo seguirá llamando «espiritualidad sodálite».

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      • Me da una pena, pero lamentablemente estoy de acuerdo. Yo no soy quien para juzgar a nadie, pero creo que una persona como el Sr Figari en primer lugar necesita un tratamiento psiquiatrico y en segundo lugar necesita que se le juzgue eclesiaticamente y civilmente.
        Yo pido a aquellos sodalites que se han mantenido fieles a JESUS a seguir unidos a su Cruz….Algo saldra de tanto escandalo. Siempre Dios se luce..OMNIA IN BONUM!!!!!

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