VIGENCIA DE UN CLÁSICO DE ZOMBIS

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Fotograma de “Dawn of the Dead” (George A. Romero, 1978)

Hace 40 años llegó a las salas de cine una película de terror producida de manera independiente que, a pesar de no haber ganado ningún galardón del Séptimo Arte, se ha convertido en un clásico de culto. Su influencia sigue estando vigente, así como su trasfondo de crítica social a la sociedad de consumo generada por el sistema capitalista.

Me refiero a El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978), estrenada en España —y también en el Perú— con el título de Zombi. George A. Romero, su director, no sólo había establecido los parámetros del zombi moderno una década atrás con su film La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968), sino que había convertido la figura del muerto errante vuelto a la vida y hambriento de carne humana en una metáfora de la sociedad norteamericana. No pocos vieron en su primera película en blanco y negro —realizada con un magro presupuesto y con extras voluntarios para hacer de zombis— alusiones a la lucha contra el racismo, la Guerra Fría y la guerra de Vietnam. No es para menos, cuando el único superviviente del acecho de los muertos vivientes, un hombre de raza negra, termina siendo asesinado por típicos blancos sureños asumiendo que él forma parte de la horda de muertos vivientes que amenazan la paz social de la provincia estadounidense.

En El amanecer de los muertos también hay un protagonista negro, el cual esta vez sobrevive al apocalipsis zombi que parece haber asolado el planeta. Pero el ambiguo final es cualquier cosa menos esperanzador, pues al huir con la otra sobreviviente, una joven blanca embarazada, en un helicóptero con escaso combustible, suponemos que no llegará muy lejos y terminará sucumbiendo ante el mal que ha hecho colapsar la sociedad. Pues de eso trata en el fondo la película.

Dos miembros del equipo de operaciones especiales SWAT (uno de ellos nuestro protagonista negro) huyen junto con una joven animadora de TV y su novio en un helicóptero robado y, faltándoles combustible, aterrizan en un centro comercial, donde buscarán parapetarse y protegerse de los muertos vivientes que pululan en el exterior. El centro comercial —para muchos el templo del capitalismo— se convierte en el refugio donde buscarán llevar una vida agradable, estando todas las mercancías disponibles sólo para ellos, lo cual al final deviene en una ilusión y una trampa, pues no se puede construir un recinto de bienestar ignorando el mundo exterior aquejado de males que aniquilan la dignidad del ser humano. Los muertos vivientes —parece decirnos Romero— son víctimas del sistema, y son los seres vivos que pueden disfrutar del sistema aquellos a quienes hay que temer. Nuestros cuatro protagonistas terminan cayendo en el tedio de una vida carente de sentido, sin poder encontrar satisfacción en el consumo sin límites.

Cuando finalmente los muertos logran ingresar al centro comercial, los vemos recorriéndolo patéticamente como si fueran clientes de las tiendas, haciendo lo que hicieron mientras estuvieron en vida. ¿O más bien se trata de una metáfora de los consumidores, convertidos en zombis por un sistema que le da primacía a la ganancia económica por encima de la dignidad de los seres humanos? Las imágenes, cargadas de ironía surrealista, son inquietantes y perturbadoras, aderezadas brutalmente con sangre y tripas como hasta ese momento no se había visto en el cine.

¿Que dijo Romero sobre su film? «Quise intentar darle el mismo núcleo temático que tenía el film original [La noche de los muertos vivientes] y expresar algunas de mis propias ideas sobre la sociedad. No creo que sea un mensaje subyacente. ¡Creo que está delante de tu cara! Justo enfrente: la manera en que la sociedad ha sido condicionada a pensar que, mientras tengas todas estas cosas, la vida es maravillosa. Y siendo falsamente atraída y seducida por cosas que no deberían tener valor en tu vida, pero que lo tienen».

En Alemania, el film nunca ha sido exhibido o publicado en su versión original sin cortes, debido a que se considera que algunas escenas glorifican la violencia. Y en varios países el film ha sido objeto de censura y cortes. Injustificadamente, pues una metáfora de la sociedad capitalista norteamericana tiene que ser brutal, así como brutal es el sistema que subyace a ella.

(Columna publicada en Altavoz el 29 de octubre de 2018)

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En un anterior artículo de este blog hago un resumen sucinto del cine de zombis de George A. Romero (ver ZOMBIS, VÍSCERAS Y CAPITALISMO).

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