367 DÍAS EN PRISIÓN PREVENTIVA POR EJERCER EL PERIODISMO

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Deniz Yücel, reportero de “Die Welt”

Deniz Yücel (nacido en 1973 en Flörsheim am Main) es un periodista turco-alemán, que trabaja para el renombrado diario “Die Welt”.

El 16 de febrero, tras 367 días de prisión preventiva en Estambul (Turquía) sin que se elevara una denuncia formal, fue puesto en libertad por el poder judicial del país gobernado por el presidente Erdogan, líder de un régimen de apariencia democrática pero que no oculta su verdadero rostro dictatorial.

Ese mismo día la fiscalía turca formalizó la denuncia acusándolo de propaganda de una organización terrorista e incitación del pueblo al odio y la hostilidad contra el gobierno turco, pidiendo una pena de 18 años de cárcel.

Supuestamente Yücel habría descrito las intervenciones de las fuerzas armadas turcas contra el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) —organización catalogada como terrorista en Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea— como “limpieza étnica”. Asimismo, en una entrevista con Cemil Bayik, un comandante del PKK, habría intentado presentar al partido como una organización política legítima. Aunque es discutible si es eso lo que Yücel efectivamente quiso decir, esa manera de informar está protegida en Alemania por el derecho a la libertad de expresión.

Dado que no tenía restricciones de viaje, el mismo día pudo viajar a Berlín. Actualmente se encuentra fuera de Alemania a buen resguardo en un destino desconocido. Sin embargo, aún no es un hombre libre, pues en la eventualidad de que un tribunal turco lo condenara, estaría seguro en Alemania, pero no en otros países con tratados de extradición con Turquía y, por lo tanto, sufriría restricciones para viajar.

El caso de Deniz Yücel se convirtió en Alemania en un emblema de la libertad de expresión de la que debe gozar la profesión periodística, sobre todo en un país como Turquía que mantiene a unos 150 periodistas encarcelados.

Su liberación no ha significado, sin embargo, un cambio en la política de represión de la libertad de prensa que mantiene el régimen de Erdogan. El mismo día en que salió de prisión tres importantes periodistas turcos fueron condenados a cadena perpetua, sin haber hecho otra cosa que practicar responsablemente su oficio periodístico.

«Aún no sé por qué fui detenido hace un año, más exactamente, por qué hace un año fui tomado como rehén – y tampoco sé por qué fui liberado hoy», declaró Yücel en Berlín. Así como su encarcelamiento nada habría tenido que ver con el derecho y la justicia, su liberación tampoco tendría nada que ver con eso.

Hay que tener en cuenta que en enero de este año su abogado le comunicó que el gobierno alemán estaba viendo la posibilidad de intercambiarlo por la autorización para que fabricantes de armamento militar le vendieran éste a Turquía, o incluso intercambiarlo por seguidores del movimiento de Gülen, al cual Erdogan acusa de estar tras el fallido golpe de Estado de julio de 2016. La respuesta de Yücel fue contundente: «No estoy disponible para tratos sucios».

Lo cierto es que, aunque el ministro de relaciones exteriores Sigmar Gabriel ha negado que haya habido un trato, la liberación de Yücel se ha dado en un momento en que el gobierno de Angela Merkel ya había anunciado oficialmente que había que mejorar las relaciones con Turquía. Y uno de los obstáculos para estos efectos era la arbitraria prisión preventiva de Yücel.

De modo que Erdogan habría dado de esta manera una señal de buena voluntad y allanado el camino no sólo para acceder al mercado de armamento sino también para conseguir aliados en la OTAN y estrechar lazos comerciales con Alemania, lo cual permitiría mejorar la economía turca, que ya comienza a hacer agua. Por otra parte, la notoriedad que había alcanzado Yücel gracias a su cautiverio se desmorona y lo que él escriba posteriormente no tendría mayor impacto en una Turquía donde se mantiene a los medios de prensa controlados mediante la intimidación.

Lo cual nos deja un sabor amargo a quienes seguimos creyendo en la libertad de prensa como una de las bases fundamentales de la democracia. Pues aquí, como en el Perú, la justicia parece ser negociable en aras de intereses políticos y los derechos humanos de quienes informan concienzudamente cuentan sólo como una mercancía de cambio.

(Columna publicada en Altavoz el 19 de febrero de 2018)

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