INUNDADOS POR LA CORRUPCIÓN Y LA DESIDIA

piura_27_marzo_2017

Los desastres naturales no son previsibles, pero sí sus consecuencias. Y éstas se pueden evitar o minimizar mediante medidas de prevención debidamente planificadas y ejecutadas. Cuando esto no se hace por desidia, irresponsabilidad o corrupción, se debe buscar determinar las responsabilidades para que los culpables sean sancionados y se tomen las medidas a fin de que las víctimas reciban la ayuda debida que les permita reparar el daño sufrido.

Esto es lo que se intenta hacer en un país como Alemania, que cuenta con regiones que suelen sufrir cada cierto tiempo inundaciones con niveles de agua que superan ampliamente los que hubo en Piura. Por ejemplo, el 3 de junio de 2013 el agua subió más de 12 metros en Passau, ciudad de la Baja-Baviera cerca a la frontera con Austria.

Sin embargo, aunque los daños materiales fueron cuantiosos en los siete países de Europa Central afectados por las inundaciones, la catástrofe sólo se cobró oficialmente 25 vidas humanas.

En Alemania se formó una red de solidaridad que permitió no sólo socorrer temporalmente a los damnificados, sino ayudarles a recuperar la existencia que habían perdido. Y mayores daños se evitaron gracias a medidas de prevención efectuadas en años anteriores.

En el Perú, donde impera la corrupción y el clientelismo político por donde se mire, las autoridades pasan por alto las medidas de prevención. Como esa breve parte del muro de contención que faltaba cerca de la calle Huancavelica en Piura, reemplazada por una baranda precaria que no impidió el paso del agua, aun cuando el caudal del río era menor que durante el fenómeno del Niño de 1998. Un pequeño detalle, pero suficiente como para ocasionar el inédito aniego del centro de la ciudad y afectar la vida de tantos ciudadanos, que deberán correr con los costos de aquello que perdieron en la riada.

Pues eso es lo que suele ocurrir sistemáticamente en el Perú. La corrupción institucionalizada —cuyo interés es el beneficio propio y no el de los ciudadanos comunes y corrientes— desatiende a la población y no se preocupa por su bienestar y seguridad. Cuando viene la catástrofe, los responsables se lavan las manos y se cubren con un manto de impunidad, mientras los más desfavorecidos pagan los platos rotos por pérdidas que pudieron ser evitadas.

Encomiable la ayuda solidaria de tantos peruanos, pero no es suficiente mientras persista el cáncer de la corrupción.

(Columna publicada en Exitosa el 1° de abril de 2017)

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