FIGARI, EL ÍDOLO CAÍDO

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Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana

Luis Fernando Figari (nacido el 8 de julio de 1947 en Lima), quien estuvo a la cabeza del Sodalicio de Vida Cristiana desde 1975, renunció el 8 de diciembre de 2010 a su cargo de Superior General, aduciendo motivos de salud. Siendo el único remanente del grupo que dio comienzo al Sodalicio un 8 de diciembre de 1971, del cual inicialmente “declinó ser la cabeza” —como cuenta una de las tres versiones oficiales de su historia que han circulado en las páginas web de la Familia Sodálite—, aunque las cosas cambiaron en 1975 cuando aceptó ser el “responsable de jure” de la nueva asociación, con el tiempo Figari se consideró a sí mismo como el único fundador del Sodalicio. Y como tal, se atribuyó todas las características que cierta teología le atribuye a los fundadores: dotado de inspiración divina gracias a un carisma específico, poseedor de un pensamiento guía para los llamados a una vocación particular dentro de ese carisma, practicante de un estilo de vida que debía servir de modelo para todos sus seguidores, merecedor de una obediencia absoluta por parte de aquellos que habían caído en las redes del proselitismo realizado por la institución —al que se conoce también como “apostolado”—.

Los tiempos han cambiado. Figari ya no es el Superior General del Sodalicio, y las características que lo acompañaban parecen haberse diluido en parte. En teoría, ya no es el portador de un cargo que requiere obediencia. Las fotos en que aparecía con el Papa han ido siendo retiradas de los centros pastorales del Movimiento de Vida Cristiana —la asociación de fieles más numerosa e importante dentro de la Familia Sodálite— y la página web oficial del Sodalicio (http://sodalicio.org/) ha desterrado su figura y su historia a un segundo plano. Incluso varios de sus escritos han quedado como textos de referencia, pero ya no se les da el peso que se les daba antes, sin llegar al extremo de retirarlos de circulación, como sí ha ocurrido con los escritos de Germán Doig, expulsado post mortem de la institución a la cual le dedicó su vida entera, no obstante que sin sus textos no se entiende el desarrollo de la espiritualidad y pensamiento —o ideología, como se prefiera— del Sodalicio de Vida Cristiana.

¿Qué ha sucedido para que de pronto haya cambiado en el Sodalicio el trato hacia la figura del fundador? ¿Se explica todo esto simplemente por su renuncia? La cual, si realmente fue por motivos de salud, no debería haber dado lugar a las medidas que se han aplicado, que se parecen remotamente a las medidas que toma el Sodalicio contra aquellos miembros suyos que caen en desgracia o ex-miembros considerados personas non gratas. ¿Qué ocurrió para que la salud de Figari empeorara repentinamente un mes antes de que se hicieran públicos los abusos sexuales cometidos por Germán Doig —quien fuera el Vicario General del Sodalicio y segundo en la cadena de mando—, a tal punto que le impidieran seguir asumiendo las responsabilidades propias de un Superior General? En todo esto hay gato encerrado, y los miembros de la cúpula sodalite parecen saber algo sobre Figari que no quieren que los demás sepan. Sea como sea, Figari se ha convertido en un ídolo caído, al cual se sigue manteniendo y protegiendo, pues sin él, el Sodalicio no es nada, considerando que a lo largo de su historia Figari concentró sobre sí el monopolio de la verdad, de la toma de decisiones e incluso el poder de decidir el destino personal de cada uno de los sodálites consagrados. Pero a la vez, es un lastre que impide levar anclas como para que el barco pueda zarpar y tomar nuevos rumbos para servir eficazmente al mundo y a la sociedad en comunión auténtica con todos los miembros del Pueblo de Dios que es la Iglesia.

Nunca he pertenecido al círculo íntimo de Figari, ni tampoco he participado en conversaciones donde sólo estuviéramos los dos presentes. No sé si decir “lamentablemente” o “afortunadamente” al respecto. Mis encuentros con Figari se han dado siempre en el marco de conversaciones grupales. Confieso que la persona de Figari sigue siendo para mí en gran parte un misterio. Por eso mismo, voy a escribir antes que nada sobre las impresiones personales que me ha causado el personaje, dentro de un entramado de hechos innegables de los cuales pueden dar testimonio los diversos testigos que estuvieron presentes. No pretendo dar una descripción exhaustiva de lo que considero una personalidad compleja y difícil de catalogar.

Desde que tengo memoria, Figari nunca ha tenido una apariencia exterior atractiva. De contextura física obesa —que buscaba disimular vistiendo guayaberas—, con una calvicie avanzada y un bigote que le daba a su rostro la apariencia de una morsa, llevaba además gafas de montura gruesa cuando le conocí en los 70. Con el paso de los años, Figari se dejó crecer una barba de reminiscencias proféticas. Aún así, siempre ha tenido una presencia segura y dominante entre sus allegados, pues tiene dotes de buen conversador y goza de habilidades retóricas por encima del promedio. Sus preguntas inusuales, que lo sacaban a uno de cuadro, además de sus ideas fuera de lo común y las conclusiones poco habituales a las que llegaba generaban una cierta fascinación entre muchos de los jóvenes a los cuales se les hacía proselitismo.

Figari siempre ha estado convencido de haber sido elegido por Dios para una misión única y especial, por lo cual requería de sus seguidores una total adherencia intelectual a sus planteamientos doctrinales y una obediencia absoluta a su voluntad. Nunca lo he visto en situaciones donde no ocupara una posición de autoridad o donde mantuviera una relación de igual a igual con otro. Los superiores de las comunidades siempre han mantenido en su presencia una actitud sumisa. Lo he visto, por ejemplo, en el caso de Germán Doig, Alfredo Garland, José Ambrozic, José Antonio Eguren, entre otros. Tal vez sea ése uno de los motivos por los cuales nunca se ha expuesto a una entrevista o conversación con alguien que tuviera un pensamiento crítico. Las pocas entrevistas que ha concedido han sido con entrevistadores complacientes, que le hacían preguntas que parecían sacadas de un guion y que servían de excusa para que Figari pudiera exponer didácticamente su ideología religiosa. Por lo mismo, Figari nunca ha salido a hacer declaraciones públicas ni ha dado la cara como representante del Sodalicio. Siempre han sido sus subordinados quienes han tenido que asumir la penosa tarea de responder a los cuestionamientos que se le han hecho a la institución. No se podía correr el riesgo de someter la figura de Figari a una prueba que pudiera evidenciar que tenía pies de barro.

Aun cuando Figari siempre ha manifestado tener una actitud de obediencia hacia el Santo Padre y a determinados obispos, todo ello tiene la apariencia de haber sido una estrategia para sacar adelante el proyecto de su vida, que es el Sodalicio de Vida Cristiana. Figari siempre ha buscado conseguir una foto junto con el Pontífice de turno, que pudiera ser colgada en un lugar visible en las comunidades, los centros pastorales y los hogares de gente vinculada a la Familia Sodálite, queriendo dar así a entender de manera gráfica que contaba con la bendición del Vicario de Cristo en la tierra. Como ejemplo, una antigua fotografía de la cual poseo un ejemplar:

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Juan Pablo II con Luis Fernando Figari

Podemos apreciar el valor que tienen este tipo de fotografías contemplando las siguientes imágenes:

Juan Pablo II con Pinochet

Juan Pablo II con Pinochet

Juan Pablo II con el P. Maciel

Juan Pablo II con el P. Maciel

Juan Pablo II con George W. Bush

Juan Pablo II con George W. Bush

Juan Pablo II con un payaso ¿o aprobando un carisma?

¿Había en Figari un auténtico espíritu de comunión con toda la Iglesia, o la pretendida fidelidad era una pose para apuntar cañones contra todo aquél que tuviera una postura incompatible con su ideología religiosa? Da que pensar, pues Figari siempre ha sido amigo de designar con el calificativo de “herejes” incluso a teólogos que no han sido condenados nunca por la Santa Sede, como por ejemplo Pierre Teilhard de Chardin, Karl Rahner, Johann Baptist Metz y Gustavo Gutiérrez. Y si bien Figari siempre ha buscado apoyarse sobre la autoridad del Papa y de algunos obispos, también es cierto que se refería despectivamente en términos ofensivos y vulgares a aquellos obispos o sacerdotes que no mantuvieran una posición compatible con la suya. Asimismo, también eran objeto de calificativos soeces pensadores considerados por él como defensores de posiciones contrarias a la doctrina de la Iglesia. La costumbre que hay entre muchos sodálites de usar este tipo de expresiones insultantes se veían avaladas por la misma actitud de Figari, quien tachaba de conchesumadres, hijos de puta o pendejos a aquellos con los que discrepaba en cuestiones de fondo. No es de extrañar que este tipo de expresiones fueran carta corriente también al interior de las comunidades sodálites y que en ocasiones fueran dirigidas incluso contra algunos hermanos de comunidad a quienes se buscaba corregir “fraternalmente”.

Las conversaciones grupales con Figari han sido siempre una experiencia fuera de lo común. La presencia de Figari nunca me ha inspirado tranquilidad o paz, sino una sensación de incomodidad y tensión continua. Si bien Figari solía expresarse en un tono jovial, dando continuamente la impresión de estar divirtiéndose, todo ello aderezado ocasionalmente con sonoras carcajadas, quienes estábamos ahí sabíamos que en cualquier momento podía meterse con uno de nosotros y comenzar a interrogarlo, acosarlo interiormente hasta llegar a unas llamadas de atención humillantes que a uno le hacían sentirse como una mierda. Y Figari siempre mantenía una mirada fija y penetrante, como queriendo desnudar nuestras almas y querernos hacer sentir que él nos conocía a fondo, mucho mejor que nosotros mismos.

Respecto a los temas que tocaba, podía hablar de asuntos de espiritualidad y formación, o de sus experiencias religiosas —que no dudo que podrían ser auténticas— para pasar luego a temas tan inusuales y extraños, como comentar los dolores que había tenido después de la circuncisión cuando se la hicieron ya de adulto por motivos de salud, o lanzar comentarios misóginos sobre lo susceptibles que son las mujeres en general y del peligro que constituyen para los sodálites de vida consagrada, o bromear sobre anécdotas ocurridas en las comunidades, o hablar entusiastamente sobre el ideal sodálite mezclando lo solemne con un lenguaje vulgar y malsonante cargado de connotaciones sexuales, como “hay que estar arrechos por Cristo”, haciendo alusiones a la masturbación o al acto sexual, o refiriéndose al hecho de tener que abrirse de corazón como “bajarse los pantalones”, o simplemente se reía de algún chiste verde —o colorado— que contaba alguno de los miembros más desvergonzados de la comunidad. Curiosamente, esta manera de conversar generaba una cierta fascinación entre aquellos que estábamos presentes, pues se tenía la impresión de que delante de Figari no habían límites y se podía hablar de todo sin necesidad de guardar las formas ni las buenas maneras. Recuerdo que una vez Figari pretendió dar una justificación de esta manera de hablar, mencionando que en alguno de los evangelios apócrifos Jesús se había referido a aquellos que no estaban dispuestos a seguirle como “hijos de puta”.

Otro era el rostro que presentaba Figari cuando daba una alocución, charla o conferencia en público. Con una manera grandilocuente de exponer contenidos que, mientras duraba el discurso, en su mayor parte generaba aburrimiento debido a que el conferencista solía recurrir a términos crípticos de difícil comprensión (“holístico”, “kénosis”, “scotosis”, “agnosticismo funcional”, por mencionar algunos) y rara vez sus palabras reflejaban las vivencias cotidianas de la gente, sin embargo de vez en cuando rompía esa cadencia elevando la voz y apelando con golpes de efecto y figuras retóricas a la audiencia, la cual en esos momentos solía prestarle la atención que no le había prestado durante el resto de su exposición. Una vez finalizada ésta, eran pocas las personas que admitían haber entendido los contenidos de la conferencia de Figari, pero recordaban muy bien esos momentos donde había dado rienda suelta a sus habilidades retóricas y movido los ánimos con el don de la palabra. He aquí como ejemplo uno de esos momentos, que se asemeja más a la arenga política de un ideólogo que a las directivas de un guía espiritual.

Ni qué decir, las conferencias de Figari eran luego impresas para ser estudiadas a fondo. Y a decir verdad, en muchas de ellas se repetía siempre lo mismo, sin aportar nada nuevo. Pues el supuesto pensamiento de Figari no pasa de ser una ideología religiosa que se basa en unos cuantos principios repetidos hasta la saciedad. Muchas veces Figari disimulaba la falta de profundidad de sus ideas utilizando términos esotéricos o neologismos de cosecha propia, que le conferían a sus planteamientos un aura metafísica que deslumbraba a los neófitos, pero que en el fondo es sólo una mera apariencia que oculta su vacío argumental. Por más que sus allegados crean lo contrario, Figari no tiene la talla de un intelectual católico. El único sitio no vinculado a la Familia Sodálite donde se le menciona como uno de los principales pensadores católicos de América Latina («one of the main Latin America thinkers») es la Wikipedia en inglés, que se limita a reproducir una frase que aparece en las páginas oficiales del Christian Life Movement (Movimiento de Vida Cristiana) en Estados Unidos y Canadá. Vale la pena mencionar que el artículo sobre Figari que aparecía en la Wikipedia en español fue borrado porque no se ajustaba a estándares enciclopédicos y caía bajo la sospecha de ser únicamente propaganda de una institución y su líder.

Este líder, que requería de sus seguidores que dejaran padre y madre para “conformarse con el Señor Jesús bajo la guía de María” —y bajo la guía efectiva de su propia persona, por supuesto—, tenía cosas en común con aquel otro líder, al cual habría seguido en la década de los ’60 hasta el punto de viajar a Brasil para conocerlo personalmente, a saber, Plinio Corrêa de Oliveira, fundador del grupo conservador Tradición, Familia y Propiedad. Al igual que él, Figari le tenía una gran veneración a su propia madre, en cuya casa ubicada en el distrito de San Isidro (Lima) siguió viviendo, no obstante que a sus discípulos con vocación a la vida consagrada les exigía dejar el hogar materno para unirse a la “familia espiritual” que él había fundado. En cierto sentido, se llegó a contraponer la familia espiritual a la familia carnal, teniéndose la primera por más auténtica que la segunda. Una familia donde la Virgen María es la madre, Jesús el hermano que hay que “encarnar” en el propio ser, el Padre eterno aquel que nos acoge como verdaderos hijos de Dios. El problema era la figura de Figari, que terminaba siendo asimilada en la psique de sus seguidores como un padre sustituto de aquellos padres a los cuales se había dejado atrás. Recuerdo cuando en San Bartolo el mismo Figari nos preguntaba si estábamos dispuestos a morir por él. O cuando nos preguntaba si verdaderamente lo amábamos, como suelen preguntar algunos padres a sus hijos, o los amantes a su amada. O cuando nos decía que sólo éramos verdaderos sodálites si él nos ordenaba que estrelláramos nuestras cabezas contra un muro de piedra, y nosotros efectivamente estábamos dispuestos a hacerlo sin dudar. O cuando se realizó una dinámica grupal, según me contó un exsodálite, en que se les planteó a unos muchachos que estaban de formación en San Bartolo una situación ficticia en que se atentaba contra la vida de Figari. Uno de los chicos hacía de Figari, otros hacían de asesinos, y los otros tenían que impedir que éstos últimos cumplieran su cometido, poniéndoseles en medio y recibiendo todos los golpes que iban destinados al supuesto Figari. Al final, los “guardaespaldas” terminaron magullados de veras —pues los golpes no eran fingidos—, pero contentos de haber protegido la vida del ser más venerado por ellos en la tierra.

Figari también solicitaba un trato especial para él. Todos los demás teníamos que cumplir horarios, pero él no cumplía ninguno. Él buscaba controlar a todos, pero nadie lo controlaba a él. Después de trabajar en los años 70 como maestro de escuela dando el curso de religión, no se sabe que haya ejercido ningún oficio. Cualquier deseo particular suyo respecto a comida y bebida tenía que ser cumplido, sin escatimar en gastos. Lo cual contrastaba con los presupuestos ajustados que había en las comunidades, donde las comidas eran austeras y se veía siempre la manera de ahorrar para que el dinero disponible alcanzara hasta fin de mes. Se iba de vacaciones al extranjero y viajaba con relativa frecuencia. Siempre lo acompañaban uno o más miembros de la cúpula sodálite, pero sobre todo Germán Doig, su discípulo predilecto. Mientras tanto, a los miembros de comunidad les eran negadas todo tipo de vacaciones —derecho del que disfruta hasta el Papa—, y los únicos días donde se podía tener auténtico esparcimiento eran los domingos y días festivos.

El poder de Figari era tal, sustentado en una doctrina que predica una obediencia absoluta donde no puede haber defecto por exceso, que él solo decidía quién era admitido al Sodalicio, quién pasaba al siguiente nivel dentro de la escala de rangos de la institución, dónde iba a vivir cada uno, qué iba a estudiar cada uno, quién iba a ser sacerdote y quién iba a ser superior en cada una de las comunidades. Decidía incluso con qué sacerdotes les era permitido confesarse a los miembros de las comunidades y con cuáles no. Me hace recordar un célebre dicho que siempre repetía mi madre, sin saber que era de Lord Acton: «El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente». ¡Cuánta razón tenía!

En estas circunstancias, la dependencia que se generaba hacia Figari llegaba a ser tal, que muchos sodálites hacían lo que tenían que hacer sólo con el fin de obtener su aprobación. Se llegaba al exceso de que sólo se buscaba cumplir la voluntad de Figari, hasta el punto de que sus gustos y preferencias personales eran asumidas por varios sodálites como preceptos a observar. Si a Figari una vianda determinada le gustaba, entonces ésta también debía ser consumida por otros sodálites. El estilo en el vestir y el calzado que a Figari le gustaba constituían la norma según la cual los sodálites de comunidad debían adquirir su propia ropa y sus zapatos. Los libros y películas que a Figari le gustaban eran los libros y películas que también debían gustarle a los sodálites.

Fue precisamente en este punto que comencé a tener discrepancias interiores con Figari, lo cual haría que poco a poco comenzara a resquebrajarse el pedestal que tenía en mi interior. Yo era un ávido lector de literatura y tenía también una afición cinéfila que con el tiempo iría desarrollándose aún más. Los juicios de Figari sobre las obras de algunos escritores me parecían muy superficiales y antojadizos, y contradecían la opinión que yo me había formado sobre esos obras. Por ejemplo, Figari había escrito un artículo sobre César Vallejo, en que lo presentaba como un hombre en busca de Dios a través de una poesía críptica cargada de reminiscencias nostálgicas del Ser Absoluto. Sin embargo, su análisis no tenía en cuenta la evolución en el tiempo de la obra de Vallejo. La conclusión a la que yo llegaba después de haber leído toda su obra poética era que Vallejo partía de una fe desgarrada y dolorosa en su primer poemario, y luego iba evolucionando hacia una actitud vital más comprometida socialmente pero más escéptica hacia los temas religiosos. Una lectura atenta de su prosa confirma a grandes rasgos esta hipótesis. Asimismo, cuando supe que Figari detestaba el cine de Woody Allen, que yo recientemente acababa de descubrir, me quedó claro que en cuestiones opinables se podía mantener divergencias con él, aunque ciertamente eso generaba discusiones con otros miembros de la comunidad, cuyo formateo mental era mucho más profundo. Figari también tenía la última decisión en lo que se refería a grabar y publicar canciones compuestas por miembros de la comunidad sodálite. Cuando rechazó algunas de mis canciones, ya sea porque según él no iban con el estilo sodálite o simplemente porque no llegaba a entenderlas del todo, quedé aún más decepcionado y poco a poco fue creciendo en mí la convicción de que dentro de los muros del Sodalicio no había cabida para la libertad artística.

Como anécdota curiosa, puedo contar lo siguiente. En una de esa reuniones sabatinas con Figari, muy comunes en los inicios de las comunidades sodálites, cuando todavía no se habían implementado los centros de formación en San Bartolo, Figari estaba hablando sobre alguno de los temas esotéricos que a veces le gustaba tocar (yoga, filosofía budista, ascetismo hindú, los chakras o puntos energía del cuerpo, hipnotismo, quiromancia, etc.). Se le ocurrió comparar las líneas de sus manos con las de las mías, y le fastidió que la línea del arte fuera más larga en mi caso que en el suyo. Pues Figari siempre se ha considerado a sí mismo un buen apreciador de arte. Incluso alguna vez intentó componer canciones que fueran himnos que se usaran ad intra del Sodalicio. Tenía un gusto particular por la música marcial, en concreto las marchas, de las cuales tenía algunas grabaciones en cassettes, sobre todo marchas e himnos de la Guerra Civil Española. Pues tengo que confesar que en varias ocasiones tuve que cantar al unísono con otros una canción que había compuesto Figari y que ya entonces me parecía musical y textualmente muy pobre. Como el chirrido de una tiza sobre la pizarra. La canción comenzaba así: «Somos en este mundo / mensajeros del Señor, / vamos por la vida / llamando a todos a Dios». La intención de Figari de intervenir continuamente en la forma cómo se cantaban las canciones religiosas populares en el Sodalicio, buscando acomodarlas a un pretendido estilo sodálite, ha llevado a que en ámbitos de la Familia Sodálite se interpreten esas canciones con variaciones de melodía y de letra que distorsionan el canto original. Ejemplos sobran.

Aun cuando durante mucho tiempo seguí pensando que a Figari se le debía seguir y obedecer en cuestiones de doctrina teológica y disciplina espiritual, pues seguía creyendo en la inspiración divina que tenía como fundador de una institución cuyo carisma había sido aprobado por la Santa Sede, ya había comenzado a poner en duda su autoridad en ciertos campos. Tal vez ésa sea una de las razones por las cuales mi ascenso en la escala de rangos dentro del Sodalicio fue lenta y tomó mas tiempo de lo acostumbrado. Tomo esto como una señal más de que algo no marchaba bien en el Sodalicio. Y de que Dios me estaba conduciendo poco a poco por otros caminos.

Como otra señal premonitoria podría tomarse una anécdota que acaeció durante mi primer año en comunidad. Corría el año 1982 y vivía yo entonces en la comunidad Nuestra Señora del Pilar en Barranco (Lima). A José Antonio Eguren le había sucedido Alfredo Garland en el puesto de superior de la comunidad. Por algún motivo, yo me había quedado en la mañana en la casa y, como era costumbre, tenía que estar atento a cualquier llamada telefónica que entrara. Uno de los miembros de la comunidad, el Galletón, a quien llamábamos también cariñosamente el Gordo F, llamó desde la Facultad de Teología, donde tenía clases. Yo contesté al teléfono, sin saber quién era el que estaba al otro lado de la línea. La conversación fue como sigue:

– ¡Aló!
– Hola, Martin.
– Hola, ¿quién habla?
– (Risas) Yo, pues, Martín.
– ¿Quién?
– Tu superior.
– ¿Alfredo?
– No. (Risas)
– ¡¿Luis Fernando?!
– (Risas) No, soy yo, el Galletón.
– ¡Ya pues, Gordo, no jodas!

Yo efectivamente no había reconocido la voz y caí redondo en la broma. Por esas casualidades de la vida, una vez que colgué el teléfono, a los diez minutos llamó el mismo Luis Fernando Figari, generándose el siguiente diálogo:

– ¡Aló!
– Hola, Martin.
– Hola, ¿quién habla?
– Tu superior.
– ¡Ya pues, Gordo, no jodas!
– ¿Qué te pasa? ¡Soy Luis Fernando!

Sentí en ese momento que el suelo se hundía bajo mis pies. Esta vez había llamado no el Gordo F al que conocíamos como el Galletón, sino el otro Gordo F, al cual algunos sodálites llamaban coloquialmente como “el Hombre”. Le pedí disculpas tartamudeando y le expliqué las circunstancias que habían ocasionado mi respuesta. Se rió y la cosa no tuvo mayores consecuencias. Sin embargo, desde entonces tuve el privilegio clandestino de haber sido la única persona que le había dicho «no jodas» en su cara al mismo Luis Fernando Figari. A no ser que haya algún otro que haya hecho lo mismo, y yo no me haya enterado. Si bien mi réplica se debió a un malentendido, vista desde la distancia cobra un significado simbólico y profético, pues de una u otra manera se convirtió en premonición de una decisión que tarde o temprano habría de tomar.

Para quien quiera desvincularse del Sodalicio y del formateo mental que sufren quienes han pasado por la institución, es necesario y saludable mandar a la mierda de manera simbólica a Figari, derrumbar el ídolo que ha sido colocado en el altar del propio recinto interior y al cual durante años se le ha rendido pleitesía, asimilando su pensamiento y sus criterios, buscando agradarle mediante una obediencia complaciente y absoluta, y manteniendo una ceguera obsecuente ante sus debilidades humanas y sus desvaríos intelectuales. Gracias a los métodos de formación y disciplinarios que se han aplicado en el Sodalicio, la figura de Figari ha sustituido en la psique de muchos a la figura paterna, y les da la sensación de pertenecer a una familia con lazos más fuertes que los que nos unen a nuestra familia natural. Por eso mismo, la caída del ídolo se presenta muchas veces como una tragedia, que, en el peor de los casos, puede conducir a trastornos mentales y a amagos de desesperación.

Admito que desprenderse de la figura de Figari no es fácil y sencillo. A mi me costó mucho tiempo y tuve que pagar el precio de pasar por graves conflictos interiores. Como ejemplo, puedo mencionar que el 7 de noviembre de 2003, ya estando en Alemania domiciliado en la ciudad de Wuppertal, le escribí una carta respetuosa que le hice llegar a través de una persona conocida que se iba a entrevistar personalmente con él, pues Figari y compañía estaban realizando uno de sus viajes a Europa. Allí le decía yo a Figari:

«Quiero que sepas que siempre guardo las promesas que he hecho y que mantengo una gratitud inmensa a quienes siempre me tendieron su mano amiga en la comunidad sodálite. Si de algo puedo preciarme es de nunca haber traicionado la confianza de quienes se han fiado de mí. Por eso mismo, reafirmo mi fidelidad al llamado que Dios me hace en su Iglesia a través del Sodalicio y espero poder servir dentro de la misión evangelizadora a la que estamos llamados (para lo cual he tenido a veces que abrirme el camino a “machetazos” y seguir adelante a pesar de las comentarios maliciosos y las zancadillas inesperadas)».

Si bien entonces ya tenía algunas reservas frente a la persona de Figari, todavía no había roto la conexión umbilical que artificialmente me habían implantado en la mente. Eso vendría definitivamente después a través del arte. Componer canciones ha sido para mí más que un hobby, pues en los temas cantados que han ido surgiendo de mi inspiración he plasmado poéticamente mis propias vivencias y de alguna manera me han servido para procesarlas. La composición musical ha constituido siempre para mí un acto de catarsis y de liberación. Quienes me conocen saben que cuando compongo, la cosa va en serio.

La canción que compuse, Usted, si bien se inspira en Figari, tiene un contenido que va más allá de la referencia a una persona y adquiere un alcance universal. Así lo expresé yo en mi blog LA GUITARRA ROTA (ver http://laguitarrarota.blogspot.de/2009/03/ineditas-usted.html):

«La canción surgió en torno a la idea de los absolutismos ideológicos, que no toman en consideración las vivencias del hombre concreto y quieren cortarle alas a la poesía a través de filosofías rígidas y conceptos estereotipados, desconociendo el lenguaje más profundo de las manifestaciones artísticas. Como lo auténtico sólo puede surgir de un amor apasionado, nació de mi inspiración una frase de la cual brotó, no sin esfuerzo adicional, toda la canción: “usted nunca conoció el amor de una mujer”.

Usted es la personificación de la armadura sobre el cuerpo vivo, de la tiranía de la ideología sobre la vida y la sangre, de la filosofía estéril queriendo aprisionar la poesía y el amor en sus rígidos esquemas, de la absolutización del discurso abstracto sobre la libertad humana.

En fin, usted puede ser muchas cosas o personas. La canción invita a ser completada por la experiencia personal de quienes la oigan, a fin de identificar en cada uno al usted de quien hay que despedirse para ser verdaderamente libres».

Hay otra referencia a Figari en aquella que considero la mejor canción que he compuesto hasta ahora, Declaración de principios (ver http://laguitarrarota.blogspot.de/2011/09/ineditas-declaracion-de-principios.html). Esta canción comenzó a gestarse poco después de haber estado en Lima para visitar a mi querida madre en enero de 2010, poco antes de que falleciera. En esa ocasión tuve un conversación personal con un sodálite cercano sobre los problemas que yo veía en el Sodalicio y que han sido señalados en este blog. Lamentablemente, la conversación no llegó a nada, pues es difícil —si no imposible— mantener un diálogo normal con alguien que todavía tiene a Figari metido entre ceja y ceja —como si de un amo de marionetas se tratara— y que era ciego a mis intenciones de ayudar a una institución que forma parte de la Iglesia católica, aunque yo en ese entonces ya había tomado la decisión de desvincularme de ella. Las primeras líneas de esa canción fueron fruto de esa conversación, que para mí resultó una experiencia desconcertante y frustrante.

Terminé de componer la letra de la canción a inicios de julio de 2011. En ese año y medio de gestación, esta composición fue recogiendo mis impresiones sobre la crisis del capitalismo, la protesta de los indignados en España, las masacres en las guerras donde había intervención de los Estados Unidos, los encubrimientos de la jerarquía católica, en fin, de todo un poco, para terminar redondeando un himno a la esperanza, una proclama a favor de una revolución pacífica pero radical. Como cosa curiosa, cabe mencionar que la canción fue terminada poco antes de que el gran Facundo Cabral fuera asesinado el 9 de julio de 2011 en Guatemala, y las siguientes líneas parecen referirse a él:

yo no quiero que repitas
las consignas manuscritas
de los viejos sin perdón
que asesinan al cantor

Las líneas inspiradas en Figari son las siguientes:

yo no quiero que me digas
que más pesa la barriga
de un señor en pedestal
que mis sueños de cristal

yo no quiero que me pidas
que incinere las heridas
del recuerdo en el fanal
de una historia sin final

sólo quiero que me oigas, compañero
que ya es hora de pisar otros senderos
y dejar el vertedero
que lucía su oropel
y arrugaba su pescuezo de papel

yo no quiero que me sigas
cotejando con la hormiga
que abandona su nidal
por afanes de panal

yo no quiero que me impidas
cosechar mi propia espiga
amanecida en el trigal
y ofrecida para el pan

sólo quiero que confíes, compañero
en las manos que resguardan los luceros
y en los melocotoneros
que atesoran la estación
de una primavera a punto de erupción

Figari ya cayó de su pedestal. No hay vuelta atrás. Pero todavía siguen vivas las consecuencias de lo que él ha hecho. Y en muchas personas hay heridas que aún no han cerrado. Incluso hay quien ha vencido el miedo y se ha atrevido a presentar una denuncia ante el arzobispado de Lima por supuestos abusos psicológicos y sexuales cometidos por quien fuera Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana (ver https://web.archive.org/web/20160308072219/http://diario16.pe/noticia/8687-denuncian-a-fundador-del-sodalicio-vida-cristiana-por-abuso-sexual). Las condiciones para que ocurrieran los hechos denunciados estaban dadas: una persona con autoridad absoluta que no daba cuenta a nadie de sus actos y generaba en sus subordinados relaciones de dependencia casi total.

Figari pasa a engrosar la lista de superiores cuestionados que han renunciado por “motivos de salud”, como el Padre Carlos Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado, quien agradece en la carta respectiva que la Santa Sede se haya abstenido de intervenir su institución gracias a su renuncia (ver http://www.aciprensa.com/noticias/fundador-de-instituto-del-verbo-encarnado-presenta-renuncia-al-papa/); o el P. Álvaro Corcuera, sucesor del P. Marcial Maciel en la dirección de los Legionarios de Cristo (ver http://www.periodistadigital.com/religion/vida-religiosa/2012/10/11/alvaro-corcuera-abandona-la-direccion-de-los-legionarios-de-cristo-religion-iglesia-vaticano-maciel-paolis.shtml). El tiempo dirá si Figari entra también a formar parte de la lista de superiores cuestionados por cometer abusos, como el ya mencionado P. Maciel; o el P. Gino Burresi, místico estigmatizado y fundador de los Siervos del Inmaculado Corazón de María, quien abusó sexualmente de varios seminaristas (ver http://www.unitypublishing.com/Apparitions/GinoDetails.htm); o el P. Alfonso Durán, fundador de Miles Iesu, quien cometió graves abusos de autoridad que causaron heridas psíquicas en los miembros de su instituto y sus familiares (ver http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2010/07/30/fundador-miles-jesu-abusos-autoridad-iglesia-comisario-vaticano-religion.shtml); o el francés Gérard Croissant, fundador de la Communauté des Béatitudes, conocida en español como Comunidad de las Bienaventuranzas o del León de Judá (http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2011/11/18/otro-caso-maciel-en-francia-por-triplicado-iglesia-religion-abusos-vaticano-sexo.shtml); o el P. Fernando Karadima en Chile, quien aprovechó su puesto de autoridad para cometer abusos contra quienes estaban a su cargo. Pues no deja de llamar la atención que sean dos personas pertenecientes al círculo íntimo de Figari —Daniel Murguía y Germán Doig— quienes hayan estado involucradas en escándalos sexuales que son ya de conocimiento público.

Esperamos que el Cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, quien ahora se presenta como defensor de los derechos humanos frente a sus detractores, le dé trámite adecuado a la denuncia que duerme el sueño de los justos en las oficinas del tribunal eclesiástico de su jurisdicción, para ver si también es defensor de los derechos humanos de las víctimas del cuestionado líder de una institución que le ha prestado su apoyo incondicional. En todo caso, se trata de algo necesario ya sea para “limpiar” el nombre de Figari en caso de que las denuncias sean inconsistentes, ya sea para aplicarle las sanciones correspondientes en caso de que resulte culpable, ya sea para que la imagen pública que ahora quiere proyectar Cipriani no sea vea empañada por el epíteto de “encubridor”.

Si algo queda fuera de duda son los “motivos de salud” que ha aducido Figari para justificar su renuncia. No tenemos certeza de que sea su propia salud la que esté en juego, pero ciertamente es beneficioso para la salud de aquellos que todavía permanecen en el Sodalicio y para la salud de toda la Iglesia el hecho de que él haya abandonado la palestra. Le estamos agradecidos de todo corazón.

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Un párrafo de la Memoria 1979 de Luis Fernando Figari, Superior del Sodalitium Christianae Vitae, da cuenta de qué pensaba Figari de los padres que se oponían a que su hijo entrara a formar parte de la institución. No tengo la certeza de que se opusieran realmente a que su hijo tuviera un compromiso cristiano —pues simplemente podrían haber desconfiado de un líder y de una institución que ya entonces presentaban características sectarias—, pero ésa es la interpretación que de antemano, antes de cualquier análisis, asumía Figari. De este modo, el Sodalicio quedaba a priori libre de toda culpa y responsabilidad, y los padres de familia cargaban con toda la culpa de oponerse a una iniciativa “querida” por Dios. No se admitía la posibilidad de que fuera el Sodalicio mismo el que estuviera mal y hubiera dado motivo para esas actitudes de oposición por parte de los padres. Y a decir verdad, en buena lógica cada caso requeriría ser analizado individualmente, algo a lo cual son poco afectos la mayoría de los sodálites, que suelen actuar por principios ideológicos. Veamos pues el texto.

«…quiero sí referirme a un dolor que se clava en lo profundo del alma, y que con el correr del tiempo y nuestra mayor presencia apostólica, se hace más frecuente. Me refiero a la tragedia que constituye que muchos padres que se dicen cristianos pongan todo género de trabas en el crecimiento en la fe de sus hijos. Ya, cuando el Padre Gerald Haby nos acompañaba en el sendero por el que el Señor nos convoca, ya en ese entonces se asombraba él de la manera reacia en que muchos padres, demasiados, reaccionan frente a un compromiso auténticamente cristiano de sus hijos. Ese fenómeno lo vemos crecer en la misma medida que observamos el desarrollo de nuestros trabajos apostólicos. Duele porque no es un ataque que viene de fuera, sino de dentro. Un ataque, que a veces se torna cruel por su refinamiento y su sistematización, que causa daño a miembros de nuestra comunidad que desean entregarse cada vez más plenamente al Señor. Que hace tambalear a jóvenes que ven en Cristo el camino de liberación. Hemos sido testigos de hechos inenarrables que llevan a comprender por qué en nuestro medio se puede hablar de crisis de la familia. Aunque, quizá fuera mejor hablar de crisis de amor. Y, cuando el joven da muestras de acoger un llamado del Señor para entregar toda su vida a la Iglesia a través de Santa María, muchas veces esas agresiones a las que nos venimos refiriendo se tornan en furibundas reacciones en contra de la misma fe y hasta de Dios, sin abandonarse por ellos actitudes increíblemente coercitivas de parte de padres que dicen amar a sus hijos. Por ello digo que más que crisis de familia habría que hablar de crisis de amor. ¿Qué es la familia si no hay amor? ¿Una célula social? ¿Un ente donde se mezclan intereses contrapuestos? Será cualquier cosa pero del todo alejada a ese misterio de amor, a ese sacramento de la presencia amorosa de los cónyuges y los hijos que le dice al mundo que Cristo Jesús es su centro y su vida. El asunto es por lo demás doloroso. Pero es tremendamente real y hasta cotidiano. Siempre me llamó la atención el relato con que un prestigioso autor de obras vocacionales empezba uno de sus más conocidos trabajos. Me refiero a aquella historia del sacerdote que ingresa a la iglesia a su cargo y descubre a una señora rezando incesantemente al Señor, en un tono de voz algo elevado, por que envíe vocaciones a su Iglesia. El sacerdote escuchó el final de la plegaria: “…pero no los escojas de entre mis hijos”. ¡Qué incoherencia la de esa señora! ¡Y qué triste ignorancia del regalo que para cualquier hombre es el gratuito llamado del Señor! Pero, así es la vida. Y así de oscuro suele ser el corazón humano. Aquellos quienes viven y sufren esta realidad dolorosa descrita deben tener confianza en los caminos de Dios, y permanecer siempre leales al llamado que el Señor les ha hecho llegar. Él les fortalecerá. Esta situación deplorable que no es sino un reflejo más del pecado original y de la consecuente crisis en que se debate nuestra sociedad, ha motivado una reflexión constante de aquellos hermanos nuestros invitados por el Señor a dar un testimonio de amor a través de la vida matrimonial».

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Las versiones oficiales de la biografía de Figari han ido cambiando de acuerdo a las circunstancias históricas por las que ha pasado el Sodalicio y según lo que los responsables creyeran en cada momento que era conveniente que se supiera públicamente. He aquí las tres versiones que aún se pueden encontrar en la red.

La versión actual de la vida de Luis Fernando Figari que aparece en la página oficial del Sodalicio de Vida Cristiana:
https://web.archive.org/web/20130615115112/http://sodalicio.org/fundador/

Una versión anterior, que contiene un relato más detallado de los orígenes del Sodalicio, no del todo compatible con la versión actual:
http://www.elenciclopedista.com.ar/sodalicio-de-vida-cristiana/

La versión que aparece en la página oficial del Movimiento de Vida Cristiana, que incluye más datos personales de Figari previos a la fundación del Sodalicio:
https://web.archive.org/web/20120304074905/http://www.m-v-c.org/lff/

Esta última versión contenía algunos párrafos que han sido eliminados —como, por ejemplo, una alusión a Tradición, Familia y Propiedad—, que todavía se pueden leer en esta versión:
http://mvc-sanjuanapostol.blogspot.de/p/nuestro-fundador-luis-fernando.html

Por último, he aquí una entrevista que concedió Figari a la agencia vaticana Fides, que no se diferencia mucho de otras entrevistas que ha concedido a lo largo de su vida:
http://www.zenit.org/es/articles/habla-el-fundador-de-la-familia-sodalite

133 pensamientos en “FIGARI, EL ÍDOLO CAÍDO

  1. En realidad Figari esta casi profugo quien sabe cuantas cosas tiene en su conciencia y ya sabe que se iria al tacho todo el sodalicio si lo encuentran lo enjuician y lo mandan preso.

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    • Yo diría mas bien una mezcla de homofobia con homosexualidad reprimida ! > ha sido la norma en la cupula dirigencial del Sodalicio….

      Nosotro ya habíamos explicado en este blog con pelos y señales porqué se da con tanta frecuencia la combinación de ambas.

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  2. Martín he sido sodalite varios años de lo cual siento mucha gratitud a Dios y a muchísimas personas, tengo muy grados recuerdos y experiencias muy felices.
    Siento la obligación de escribir porque por alguna extraña razón, sin conocerte y sin haber leído nunca nada escrito por ti ni haber cruzado palabra alguna contigo, siempre tuve en mi cabeza el estribillo «Martín Scheuch es un loco y una persona llena de problemas», por lo tanto su voz esta totalmente desautorizada. Tal vez alguien me lo dijo alguna vez pero sinceramente no recuerdo. La cosa es que siento el sincero deseo de pedirte perdón por haber pensado así y por haber juzgado sin conocer. Ahora a la madurez puedo decir que encuentro este texto cargado de verdad en especial lo que escribes sobre Luis Fernando, ejemplos sobran para identificarlo tal cual como escribes, y por lo tanto aplaudo todo intento sincero por defender la Verdad y hacer las cosas como se deben hacer. Rezo para que Dios ilumine a los sodalites y se dejen ayudar, que se abran con humildad a la verdad y a la ayuda fraterna. Se lo difícil que debe ser para ellos pero la gravedad del asunto implica una respuesta a la altura. Dios los bendiga a todos.

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  3. Es terrible la situación de estas personas. Esperamos en la Justicia tan ansiada. También es necesario andar con pies de plomo en cuestiones tan delicadas, pues no comparto la idea expresada en relación al Padre Corcuera q.e.p.d. ya que su separación se debió a un tumor cerebral que finalmente lo llevó a gozar eternamente de Dios, su Amor, Su Padre y su Vida. Gracias.

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  4. Pingback: EL PARÁSITO FIGARI | LAS LÍNEAS TORCIDAS

  5. HE VISTO EN LA PAGINA DEL SODALICIO QUE MORONI SE ACERCARA A DECLARAR PERO EN REALIDAD EL QUE TIENE QUE DECLARAR ES LFF TIENE QUE VENIR DE ROMA Y HACER LOS DESCARGOS PERTINENTES EL QUE NO LA DEBE NO LA TEME Y COMO DIJO EL EN LA FIESTA EN LA QUE LO CONOCI «EL CRISTIANO DEBE SER COHERENTE EN TODO MOMENTO» O EN REALIDAD ES MORONI EL QUE ESTA DEFENDIENDO AL FIGARI HACIENDO EL TEATRO DE IR A DECLARAR, MORONI LO QUE TIENE QUE HACER ES PONER TODO DE SU PARTE PARA TRAERLO A FIGARI Y QUE DE LAS DECLARACIONES PERTINENTES EN UNA ENTREVISTA DEL COMERCIO DICE QUE EL VATICANO LE HA ORDENADO QUE FIGARI NO PUEDE VENIR???? MORALMENTE MORONI DEBE COLABORAR EN QUE FIGARI VENGA.

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